Ayudando a mi cuñado a satisfacer a mi hermana
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Isabel es la última de mis hermanas, tiene 23 y aunque tiene pareja todavía vive en la casa de mamá al igual Luis el menor de todos los hermanos.
Años han pasado desde aquella época cuando seis hijos vivían con sus padres, años han pasado desde aquellos días cuando una de nuestras actividades favoritas era tener sexo entre si.
Soy mayor que Isabel 7 años y tendría 19 cuando por circunstancias de trabajo tuve que dejar la casa materna.
Es decir que ella aunque si fue parte del incesto con mis hermanos, al menos conmigo fue tan solo sexo oral.
Le gustaba mamarme el pene y cuando me cogia a Lily su hermana 2 años mayor que ella, casi siempre estuvo ahí para limpiarme la verga de los restos de semen.
A lo más que llegamos fue a que le estregara la cabeza de mi polla entre sus labios vaginales o que le diera una buena chupada de chocho, haciéndole retorcerse de placer.
Isabel a sus 12 fue una tarea que quedo pendiente, pero como dije tuve que irme y prácticamente el incesto se acabó para mí en la casa materna.
Aquello solo es historia ahora, algo de lo que rara vez hablamos a pesar de que no hemos dejado de tener contacto y coincidir muchas veces cuando visitamos la casa de nuestros padres.
Hoy precisamente vine a visitar a mamá ya que me entere que anda un poco de salud, hablamos largamente de sus cosas, dolencias y de cómo ve mal la relación de Isabel con su pareja.
– Es un borracho – dice – Y cómo si la vida quisiera confirmar lo que mamá decía vimos llegar al marido de mi hermana, entro a saludar y efectivamente estaba ebrio.
No para caerse o para perder la gentileza de invitarme a que me quedara a cenar.
– Ahorita le digo a la chaparra que nos prepare algo –dijo mientras iba en busca de mi hermana.
Amor le oímos gritar ya a la entrada de la casita donde vivían, esa que alguna vez fue el lugar donde 5 hermanos daban rienda suelta a sus instintos de lujuria y sexo.
La noche estaba por llegar, hacía más de treinta minutos desde que había llegado mi cuñado y aunque podría considerarse descortesía de mi parte decidí retirarme.
También a mí me esperaba una familia.
Eso sí, creí conveniente pasar a excusarme.
–Dile que tienes compromiso me dijo mamá mientras se acomodaba en su cama, decidida a reposar tal como le había indicado el doctor.
Cuando salí al corredor de la casa y ver que no había señal alguna de mi hermana preparando algo de cenar, por un momento decidí largarme sin despedir.
Quizá esté peleando con su marido porque llego borracho – pensé.
Y con un pie fuera al patio e ir con dirección al portón de entrada, me detuve.
Al menos me disculparía por no quedarme.
Parado a la entrada de su casa, que en realidad eran 2 habitaciones con una entrada única.
La primera era utilizada como cocina comedor y la del fondo como dormitorio.
La puerta estaba abierta y únicamente en la segunda habitación había luz dejando casi a oscuras a donde yo estaba.
– Mejor me voy – pensé y lo hubiera hecho de no escuchar sus voces apagadas.
Supe que estaban al fondo, quizá en su cama.
Decidido entre para detenerme a unos pasos.
Los ruidos que llegaban a mí eran de 2 personas que están a punto o estaban dándose placer.
Sobresalía la voz de Isabel pidiéndole a su marido que no se fuera a dormir.
Eso y la curiosidad innata de ver a alguien teniendo sexo fue lo que me hizo sacar la cabeza y ver que ciertamente estaban acariciandose previo a tener sexo.
Mi hermana únicamente en tanga, pechos al aire.
Grandes más de como los recordaba.
De hecho todo su cuerpo había cambiado, sus caderas bien definidas, sus piernas aunque pequeñas bien formadas.
Lo único que se conservaba era aquel lunar de nacimiento que tantas veces le vi cuando le había mamado el chocho.
Ese que le adorna sobre la base de la nalga izquierda.
Mi cuñado sólo se ha quitado su camisa dejando ver ese cuerpo tosco de alguien que se dedica a la construcción.
Realmente se ve curioso verlo a él con su más de 180 con mi hermana que apenas y llega al 150 de estatura.
Se besan apasionadamente, ella busca la manera de deshacerse de los pantalones de él.
Le ha desabrochado el cierre y cómo puede se los baja a la a las rodillas y sin esperar más la veo buscar entre sus calzoncillos algo que parece necesitar con urgencia.
Lo logra y ahí tiene entre sus manos aquel pedazo de carne semi flácido, grueso desde el tronco a la cabeza.
Lo masturba suavemente sin dejar de besarlo, pero luego parece saber que mi cuñado necesita más motivación y ahora se desliza sobre la cama hasta quedar frente aquel badajo de venas y músculos.
Continúa pajeándolo y ha logrado tenerlo a media vida, fácil mide los 13 o 14 cm, pero lo que sí impacta es lo grueso de principio a fin.
Isabel ha empezado a mamar aquella polla aunque mi cuñado parece que va perdiendo la batalla contra la borrachera, por lo que ella lo increpa a no dejarla con las ganas y en su afán de mantenerlo despierto lo besa en la boca con la misma pasión que antes.
Luego regresa a chuparle aquella verga que igual que su dueño se ha vuelto a medio dormir.
Isabel otra vez trata de revivirla a fuerza de chupadas y ciertamente lo logra, haciendo que aquella tranca alcance los 16 cm fácil.
La veo degustar aquel pollon y cómo se quita su última pieza de ropa, dejándome ver aquella panocha que si bien he visto antes está tan diferente.
Depilada completamente, más carnosa, gruesos labios y esa pepa de color oscuro que sobresale varios centímetros.
Observo cómo comienza a masturbarse, apretando sus piernas una contra la otra, cerrando los ojos como si fantaseara que esa verga que tiene en la mano estuviera en sus entrañas.
Se aprieta el clitoris con dos dedos y luego los mueve de arriba abajo, fuerte, hasta que otra vez tiene que cerrar las piernas y arquear su cuerpo.
Ha soltado la verga que sostenía con una mano y ahora con ambas se abre el chocho de lado a lado dejando ver esa abertura que adivino añora una polla en su interior.
Ella misma se da placer, con su mano derecha empieza a horadarse la vulva, se mete dos dedos una y otra vez, luego regresa al clitoris y así alternativamente empieza a follarse a si misma.
Sus ojos continúan cerrados, respira hondo, evidentemente fantasea que ahora mismo alguien se la coge.
Podría ser yo, quién también fantaseo estarle metiendo la verga.
Ya la tengo en mis manos y ver ese chocho deseoso de sexo me ha puesto a mil.
Se le ve tan sabroso, tan apetecible y sobre todo hambriento.
Cerrando mis ojos imagino que cada gemido que emite es porque siente mis 17 cm dentro, quizá no sea igual de gruesa como la de su marido pero algo es seguro, estos están más vivos que nunca y tampoco es gran diferencia.
Tuve que esconderme porque Isabel decidió que su borracho marido le cumpliera, dejo de masturbarse, se bajó de la cama y asomándose a la entrada de la habitación donde estaban quiso cerciorarse de que no hubiera nadie afuera.
Quizá la necesidad de verga hizo que no pusiera atención y no pudiera verme oculto en la esquina contraria a la puerta principal.
No miró hacia ahí y tampoco fue a cerrar la puerta, quizá creyó que ya me había ido, porque supo que había llegado a la casa.
Vi a mi hermana, como otra vez empezó a chupar la casi inerte polla de mi cuñado, quién al igual que su miembro viril estaba más dormido que despierto.
Parecía sentir a su afanosa mujer dándole placer, pero igual daba muestras de haber sido vencido por Baco el Dios del vino, tanto que quizá no disfruto el haber sido montado por Isabel en su intento de satisfacer sus deseos de pene.
Lo cabalgaba porque logró poner su verga erecta, no al 100 pero lo suficiente como para que le entrara, pero también fue vencida al igual que su dueño.
Pude leer la frustración en el rostro de mi hermana y también la decisión de no rendirse en su intento de satisfacerse sexualmente.
Esta vez se colocó de piernas abiertas y mirando al techo empezó a darse dedo, a sobarse toda la raja, a frotarse el clitoris, a estrujarse las tetas con fuerza, a de nuevo cerrar los ojos y fantasear quizás que era poseída por su marido.
Sin descubrirme pude quitarme la ropa completamente y decidido me planté en la puerta de su habitación y sosteniendo la verga en mi mano derecha le pregunté que si necesitaba ayuda.
Se movió rápido como felino, se cubrió sus partes íntimas, pero pareció recordar que ya antes la había visto desnuda.
Miró a su marido, aunque pareció darse cuenta que este estaba en otro mundo, me miró y esta vez creo que vio en mi a alguien con quien saciar sus deseos de sexo.
Se movió hasta quedar al borde de la cama y fue la señal para que igual yo me acercara.
No hubo palabras, nada más estuve a su alcance se apoderó de mí verga y empezó a mamármela de una manera que me hizo cerrar los ojos y suspirar de gusto.
Se metía mis bolas a su boca y las aprestaba sin llegar a causarme daño, luego deslizaba la lengua desde el tronco hasta llegar a la punta en donde hacía círculos por todo el glande.
Ella misma colocó mis manos sobre su cabeza y se metió media verga dentro: -Cogeme por la boca – dijo –Literalmente la culie como perro hasta sentir como mi polla le llegaba a la garganta, haciéndola toser en varias ocasiones.
Nos mirábamos y luego a Néstor mi cuñado que dormía el sueño de los justos.
Le chupe eso pechos que no recordaba que lo tuviera hace 11 años, grandes, suaves pero duros, con el pezon totalmente parado.
Baje por su estómago, la escuche gemir, creo que adivino que iba por su panocha y eso sí recordaba cuánto le gustaba.
– Ayúdame a mover a Nestor para allá – me dijo como si quisiera que tuviéramos más espacio.
Lo empujamos hasta que quedo al fondo, pegado a la pared, con los pantalones aún a las rodillas y con la inerte verga de fuera.
El chocho de Isabel era desproporcionado para ella, era tan amplio como la palma de mi mano, gordo, con labios gruesos de color oscuro y totalmente rosado por dentro.
Sabía rico, olía rico.
A aseado aunque la había visto meterse el pene de su marido antes.
Sensible, al más mínimo contacto la hacía brincar y se le ponía la piel eriza, sendos gemidos se le escapaban sin que pudiera detenerse.
Supimos que había llegado el momento y tras ponerse de pie se colocó apoyando sus manos en el colchón, me coloqué detrás y afianzándome a sus caderas empecé a metérsela por el chocho lo más lento que pude, quise sentir cuando mi verga se abría paso en cada centímetro de su vagina.
Creo que Isabel y yo gozo tanto como yo el que la empalara por completo.
Empecé a culearla despacio, procurando gozarla en cada penetrada, sentir su interior, escuchar como jadeaba a cada embestida.
Supe que mantenía el ritmo que yo quería, porque cuando empecé a acelerar mis movimientos igual ella empezó a moverse ricamente de adelante hacia atrás al tiempo que hacía una especie de círculo imaginario, me apretaba con su vagina cómo si me estuviera ordeñando el pito.
Sin soltarme de sus nalgas la culie de arriba abajo, buscando su punto G, podía palparlo y podía escuchar como mi hermana jadeaba sin importarle que frente a ella estuviera el que tenía la obligación de hacerla sentir el placer del sexo.
Por un instante me sentí culpable la ver a mi cuñado en ese estado, tirado mientras yo me tiraba a su mujer.
– Déjame subirme – me pidió Isabel.
Ahora fui yo el que se acostó boca arriba sobre la cama, con Néstor roncando al lado.
Mi hermana se subió sobre mí y tras colocarse ella misma la verga se ensarto hasta dejar fuera únicamente los huevos, pujó complacida, luego inició un galope con un rico movimiento que supe que seria cuestión de minutos para que me hiciera acabar.
Agarrado de su culo pude sentir como me obligaba a llegar al orgasmo junto a ella, era demasiado rico la forma en que se movía que cualquier barrera que pudiera poner para no acabar no era suficiente, además para que detenerme.
Si ella estaba llegando al extasis, al limite de la locura sexual, jadeaba sin ningún ningún reparo, resoplaba fuerte, doblando la cabeza hacia atrás.
Podía sentir sus espasmos vaginales y cómo aceleró sus movimientos de cadera, como apretó sus mandíbulas, cerro sus ojos.
Supe que quería toda la verga, me abrace a su cintura y la hale hacia mí mientras la culeaba lo más fuerte que pude, fueron intensos segundos donde nada más importaba sino entregarse el uno al otro.
Que importaba mi borracho cuñado ahí tirado junto a mi y con los ojos abiertos mirándonos, que importaba que Isabel fuera mi hermana menor, que importaba que quizás nuestra madre pudiera escucharnos porque estábamos a no más de 10 metros de donde ella estaba en el otro cuarto.
Llegamos al orgasmo juntos.
Ni un segundo antes, ni un segundo después.
Mi verga vomito semen cuantas veces quiso en su interior que se mezcló con sus líquidos.
Ella sobre mi, exhausta.
Ambos sudados, desnudos todavía.
– Por años me hiciste desear ser tu mujer – me dijo al oído –
– ¿Si?
– No sabes cuánto le envidie a Lily el haber sido la única que tenía sexo contigo.
– Es que eras muy pequeña entonces.
– Pero ahora ya no soy una niña.
Iba a responderle, pero recordé que su marido tenía los ojos abiertos, que pude ver cuando nos miraba.
– ¿Qué pasa? – me pregunto Isabel al ver que miraba a Ernesto.
– Vi que tu marido nos miraba cuando cogiamos.
– Está dormido– dijo como si tratara de convencerse ella misma –
– Pues te juro que lo vi mirándonos fijamente.
Y cómo si aquello nos hubiese recordado que existía una realidad, una donde éramos hermanos, nos pusimos de pie.
Ciertamente Nestor dormía el sueño de los borrachos, roncaba ruidosamente.
Isabel y yo seguíamos desnudos.
– La tienes más grande – dijo tocándome la verga –
– No, está igual – dije divertido –
– Pues yo la recuerdo más pequeña.
– Tú tenías 12
– Y tú tenías 19, Lily tenía 14.
Me encantaba verlos follar – dijo como regresando en el tiempo – Dice Lily que ella te vio follar con Beatriz y con Rosa.
– Fue hace mucho tiempo
Guardamos silencio, fue ella quien hablo de nuevo.
Yo me había vestido ya.
– ¿Que horas son?
– Las 7:30
– ¿Vas a pasar cerca del centro?
– Te pasó dejando
– Vale
Poco hablamos en el carro, fue ella la que al bajar cuando llegamos a su destino dijo:
– ¿Lo vamos a volver hacer?
– ¿Tú, quieres?
– Si – dijo mirándome fijamente a los ojos –
– Pues yo también.
Y sin esperar más me besó, primero en la mejilla, luego fugazmente en la boca.
– Te amo hermano – dijo –dando media vuelta y yendo hacia el centro comercial.
La vi ir y pensé cuan cambiante es la vida.
Quién diría que un día deje una tarea pendiente y ahora la terminaba.
Instintivamente me toque la entrepierna, otra vez estaba con la verga parada, quizá el hecho de saber que no seria la última vez era más que motivo suficiente para mí miembro viril.
Seguiré contando.
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