Berenice, una niña curiosa. Capitulo 8.
Mi primera vez anal. .
-«¿Que otro lado?»- le pregunte a «I» mientras bajábamos las escaleras.
-«Bueno, pues por tu colita»- me respondió.
Ahí recordé las incontables escenas de las «películas de amor» donde las chicas son penetradas por ese lugar y nuevamente volvi a sentir esa punzada de curiosidad.
-«¿Me va a doler?»- le pregunte.
Me contesto que para eso iba a prepararme, para que no doliera mucho.
La verdad es que sentí miedo, recordé la primera vez que entro en mi vagina y el dolor que sentí no fue nada agradable, no quería volver a sentirlo, pero también sabía que el dolor solo era un rato y luego el placer lo llegaría a sustituir.
-«Tranquila princesa, voy a preparar unas cosas para que no te duela, solo sentirás raro, pero luego te va a gustar, así como lo otro»- me dijo mientras me tomaba de la mano y bajábamos las escaleras.
«I» estuvo jugando con «C» todo el día, quería cansarlo para que durmiera profundo en la noche y pudiéramos estar juntos sin interrupciones, a mí me mando a dormir para estar fresca.
Desperté ya cuando estaba muy avanzada la tarde, solo estaba «C», dijo que «I» había salido y justo mientras hablábamos de eso él llego, traía dos bolsas; una con la cena y la otra la dejo encima de la alacena, lejos del alcance de «C» y mío, tomo el teléfono y marco a donde estaba mi mama; ella le dijo que la boda seria al día siguiente, al parecer el par de días que estuvo allá fueron para preparativos y la despedida de soltera. Aun teníamos dos días.
Después de cenar se puso a jugar con «C» un rato más para acabar de agotarlo, no necesito mucho, un rato después se fue a dormir a su cuarto. «I» me mando a bañar, mientras me metía al baño alcance a ver como bajaba la bolsa misteriosa.
-«Te espero en el cuarto chiquilla»- me dijo en voz baja.
Mientras me bañaba tuve el impulso de saber que se sentiría y trate de meter uno de mis dedos en ese lugar, lo hice despacio por si dolía, para sorpresa mía lejos de doler se sentía rico, solo había metido la mitad de mi dedo índice. Era difícil porque estaba inclinada y tenía que usar mi otra mano para separar una de mis nalgas, el agua que corría en medio de ellas servía como un lubricante, pero aun hacia «fricción» y se sentía muy estrecho. Solo fueron unos minutos los que estuve así hasta que me cansé y continúe bañándome poniendo mucha dedicación en limpiar la zona que «I» estaba a punto de tomar como suya.
Al salir de la regadera me contemple un momento en el espejo de cuerpo entero que estaba en el baño, en verdad no era fea, de hecho, pese a lo plano de mi pecho mi cuerpo tenía una linda forma delgada y mi vientre plano debido a que mis papas no nos dejaban comer chatarra ni muchos dulces.
Todas las mujeres de la familia por parte de mi abue materna eran de busto grande así que no podía esperar a que el mío floreciera y me imagine a «I» babeando mirándolas en unos años más.
Sali del baño solo con la toalla encima y camine hacia el cuarto, me sentía muy nerviosa por lo que iba a pasar. Al llegar encontré a «I» desvistiéndose, también iba a bañarse, no se metió conmigo para que «C» no nos viera.
-«No te vistas, solo déjate la toalla, no me tardo»- me dijo y salió al baño.
Ya estando sola me invadió la curiosidad y revise la bolsa que estaba en el buro, había un par de botellitas, una era jabón y la otra era lubricante (no tenía ni idea para lo que servía en esos años), también había un par de guantes como de doctor y varias bolsitas pequeñas que decían «condón». Volví a echar todo en la bolsa y me recosté a esperar a mi hombre mientras tarareaba una canción para calmar mis nervios.
Un rato después entro «I» con una toalla solo cubriendo la parte de abajo de su cuerpo que dejo caer al cerrar la puerta con seguro. Cuando llego hasta mi abrió la toalla y me contemplo desnuda.
-«Eres muy hermosa princesa»- me dijo mientras los colores se me subían al rostro.
-«Y tu muy guapo»- le conteste entre risas y llena de vergüenza, no porque me miraba desnuda, más bien por el hecho de que me llamara hermosa.
Se recostó encima de mí, sosteniéndose con sus brazos, como si estuviera haciendo un levantamiento, y empezó a besarme en los labios y el cuello mientras acariciaba mi vagina y metía un poco sus dedos. Por instinto abrí mis piernas para que se acomodara.
-«Tu también me puedes acariciar, como tú quieras y donde quieras, no te de pena, ya eres mi mujer»- me dijo mientras sus manos y su boca me recorrían.
Con toda la pena del mundo me animé a acariciar su pecho y su cara con mis manos y con mis pies acariciaba sus piernas, se sentía muy rico estar así y comencé a relajarme.
Poco a poco las caricias me fueron excitando más y más, ya quería que me penetrara, me moría por sentir su pene moviéndose dentro de mí, bombeándome, revolviendo mi vientre.
Sus dedos ya empapados por mis fluidos se abalanzaron sobre mi clítoris y lo frotaban suave pero firmemente, me estaba volviendo loca, la realidad es que cuando sientes esos placeres a esa edad no los sabes manejar y te haces adicta a ellos.
«I» bajo entre besos en mis pezones a mi estómago, lamio mi obligo y luego separo mis piernas, yo jadeaba impaciente, sabia a donde iba y lo que me haría. La recompensa fue esa deliciosa corriente eléctrica de entre mis piernas que subía a mi cabeza y me adormecía la cara. «I» lamia mis labios vaginales y mi clítoris, pero ya no era tan lento como otros días, ahora lo hacía más frenético y también metía su lengua en mí. De repente sentí que abría mi vagina y comenzó a chupar mi clítoris, madre mía, la sensación era exquisita, tuve que llevar mis manos a mi boca para acallar mis gemidos (si, ya sabía gemir), era oleada tras oleada de placer, no sabía ni cuando terminaba un orgasmo y empezaba el siguiente, apreté mis piernas contra su cara por la mera desesperación de no saber que hacer. Volví a sentirme sin fuerza, dejé caer mis piernas a los lados mientras el me sometía.
No sé cuánto duró, pero cuando dejo de hacerlo me sentía como cuando haces mucho ejercicio y sientes las extremidades débiles, mi vientre hormigueaba y me sentía mareada, creo que estuve al borde del desmayo.
«I» se acostó a mi lado, boca arriba.
-«Te toca mi vida»- me dijo mientras me ofrecía su erecto pene.
Me acosté de lado y lo tomé con mi mano, estaba durísimo y la punta estaba enrojecida, se veía deliciosamente hinchado. Me lo llevé a la boca sin más tardanza y empecé a chuparlo y acariciarlo con mi lengua. “I” me tomo de la mejilla y me hizo mirarlo mientras se lo hacía, me acariciaba el rostro y el cabello, su otra mano se fue directo a mi espalda y mis nalgas. Dentro de mi boca pasaba mi lengua por su glande de arriba abajo y de un lado a otro, él estaba muy excitado, no duro mucho, apenas un par de minutos después me llenaba la boca con una buena cantidad de su caliente semen. Incluso eyaculando seguía chupándolo y eso le encantaba por los jadeos que hacía. Ya me había acostumbrado a beberlo y lo hice de golpe al tiempo que su pene salía de entre mis labios.
Se arrodillo en la cama, entre mis piernas, las levanto y movió mis rodillas hacia mi cabeza, me dijo que sostuviera mis rodillas y las mantuviera abiertas. Lo miraba nerviosa mientras sacaba cosas de la bolsa que ya había revisado.
– “Primero hay que aflojarlo un poco mi amor, voy a meter primero un dedo, no te asustes y no pujes, tampoco aprietes las pompis (nalgas), solo relájate, esto que me pondré ayudara a que resbale mejor”- me dijo mientras subía mis nalgas a sus piernas.
Por la posición estaba casi doblada hacia atrás y mi trasero abierto y levantado. Se puso un guante y echo algo de ese liquido en su dedo, luego echo también directamente en mi ano el cual abrió usando sus manos, se sintió el frio del líquido penetrando en mí. Frotaba su dedo en los exteriores de mi ano muy lentamente, como si lo masajeara.
– “Aquí va chiquita”- dijo.
Su dedo empezó a entrar en mí y por instinto apreté fuerte.
– “No aprietes peque, tranquila, no duele, solo es para que te acostumbres, confía en mi”-
Respiré hondo, me sentía acongojada sin saber por qué, tenía ganas de llorar, pero no lo hice. Deje de apretar y su dedo empezó a entrar muy muy despacio. La sensación era extraña pero definitivamente también placentera. Antes de notarlo ya tenía todo su dedo índice dentro de mí, lo metía y lo sacaba lentamente, me tuvo así varios minutos.
– “Ya te acostumbraste ¿ves?, ahora hay que abrirlo un poquito”- dijo.
Saco su dedo de mi cuerpo, el guante estaba sucio y yo me moría de pena porque también había un aroma leve a… bueno, ustedes saben a qué. Se quito el guante sucio y se puso otro, volvió a poner lubricante en sus dedos y en mi ano y esta vez introdujo dos dedos.
Ahora si sentía algo de dolor, el estiramiento era leve pero ya causaba molestia. Desde mi perspectiva podía verlo profanando mi pequeño trasero. Metió ambos dedos completamente y los movía despacio, trataba de flexibilizar y dilatar mi ano, preparándolo para su “pequeño” animalito que ya se veía ansioso, podía verlo palpitando y goteando de la punta.
– “No me lo metas todo”- le dije toda asustada.
– “Tranquila peque, hasta donde aguantes ¿ok?”- me respondió.
Estuvo estimulándome unos minutos más, él quería que me acostumbrara a la sensación, que no pujara, que no apretara y que estuviera relajada.
Mentiría si dijera que me desagradaba, en realidad no me costó mucho acostumbrarme, solo era cuestión de prácticamente no hacer nada.
Sentí sus dedos salir de mi cuerpo y lo mire mientras metía el guante sucio a la bolsa. Tomo uno de los condones y lo mire colocárselo.
-«¿Eso para que sirve?»- le pregunte.
-«Pues para varias cosas pequeña, más adelante tendremos que usarlos para que no hagamos un bebe, pero hasta que estés más grande y ahorita me lo pongo porque tu colita está muy apretada y así no nos lastimamos»- me respondió.
Por tercera vez coloco lubricante en mi pequeño ano y sobre su duro pene ya encapuchado en el condón. Empezó frotándolo en los contornos, lo empujaba ocasionalmente para ir abriéndolo a su tamaño y cada que lo hacía sentía un dolor no muy fuerte.
«I» jadeaba mucho, estaba excitadísimo.
-«Ahí va mi amor»- me dijo.
Como cuando me penetro por primera vez vaginalmente tomo su pene cerca de la punta y lo empujo con firmeza, sentí un dolor fuertísimo y una presión en mi estomago tremenda. Por reflejo me apreté y él se detuvo al instante diciéndome que no apretara, que el dolor pasaría. No entro más, se quedó quieto mientras el dolor iba menguando.
-«Dame tu manita»- me dijo y lo obedecí.
Me enseñó a frotar mi clítoris y empecé a hacerlo, la mezcla de dolor y placer que me causaba era rara pero deliciosa. Frotaba despacio y cada que el placer me aflojaba él aprovechaba para meterlo un poco más.
Poco a poco metió más o menos la mitad, hasta ahí tolere, estaba asustada porque la presión era muy diferente a la que sentía en mi vientre cuando lo metía en mi vagina, esta era más fuerte y sobre todo se sentía como mi interior se movía para envolver su miembro, me aterraba que fuera a llegar a mi estómago y me lastimara.
-«Estas bien apretada chiquita»- me dijo.
Empezó a moverse con ritmo, el dolor era tolerable, solo era incomoda la sensación. estuvo así varios minutos en los que el dolor fue menguando hasta el punto donde me acostumbre y el empezó a meterlo más cada vez.
De imprevisto lo saco completo y me hizo girar para ponerme boca abajo, luego jalo mis nalgas para levantarlas y quede con el trasero bien levantado y la cara contra la cama. Giré un poco para verlo y noté que se sacó el condón y en su cara se veía la ansiedad, el deseo. Se coloco lubricante desde la base hasta la punta y luego me echo directamente dentro del ano… un segundo después ya podía sentirlo entrando, el contacto carne con carne era muy diferente, lo hundió sin piedad en mi mientras gemía y sus manos apretaban mis caderas con fuerza.
Sus embestidas eran fuertes y rápidas, cada que empujaba dentro, mi cara se hundía en la almohada. El placer era diferente al de siempre, no se explicarlo, era igual de intenso, pero en diferente forma. Las manos de “I” recorrían mis nalgas y mi espalda mientras me penetraba una y otra y otra vez.
– “¡Más, más, más!”- le decía en voz baja y entre gemidos apagados.
Lleve mis manos a mi entrepierna y me empecé a frotar y hundir mis dedos, estaba empapada y mi clítoris estaba firme, lo frotaba y apretaba con mis dedos, estaba frenética, el placer era demasiado y no ayudaba en nada que “I” estuviera igual que yo; de a poco iba aumentando la velocidad y cada vez lo sentía mas y mas dentro de mi cuerpo, pero al estarme estimulando podía sentir más placer que dolor y no me importaba, solo quería seguir en esa deliciosa cadena de orgasmos.
– “¡Me voy a venir Bere!”- dijo “I” en voz alta
Apretó mis nalgas con mucha fuerza y me jalo hacia él, lo podía sentir tan adentro que era como si su miembro estuviera en mi estómago. Sentí varias contracciones, cada una acompañada de un chorro de su caliente semen que estaba depositando en mis entrañas. “I” aventó la cabeza hacia arriba y arqueo su espalda mientras yo me quedaba quieta, mirando de reojo la expresión satisfecha de mi primonovio.
Ambos estábamos empapados de sudor y agitadísimos. Despacio fue saliendo de mí, no quise mirar su pene por la pena de haberlo ensuciado como el guante, solo hundí la cara en la almohada muerta de vergüenza. Cuando al fin salió completamente pude escuchar como desenrollaba papel de baño y un momento después ya estaba limpiándome, sentía mi trasero muy húmedo y viscoso, ni que decir de lo adolorido, ya sin el delicioso placer el dolor se estaba haciendo presente y aumentaba poco a poco.
Cuando “I” acabo de limpiarme me dijo que teníamos que bañarnos, me levanté como pude, me dolía bastante el vientre y me ardía bastante el ano. Sali con cuidado, no quería despertar a “C”, pero al oírlo roncar me tranquilicé y fui directo a la regadera a esperar a mi hombre que se había quedado a recoger las sabanas sucias y lo demás.
Al llegar “I” abrió la regadera y me metió bajo el agua caliente. Se arrodillo frente a mi para poder alcanzar a lavarme desde los pies hasta la cabeza; me apoyaba con mis manos en sus hombros mientras el lavaba la parte baja de mi cuerpo.
Me sentía como ida, como mareada, era como si no comprendiera lo que estaba pasando, tenía muchas náuseas y el dolor en el estómago ahora era horrible.
Al terminar de bañarnos nos fuimos al cuarto, cerramos por dentro y nos metimos a la cama. No me sentía bien y el lo noto, me abrazo muy pegadita a él y encontré mucho consuelo a mis molestias en el calor de su cuerpo. Me lleno de besos y caricias mientras me iba quedando dormida.
– “Eres mía Bere”- me dijo
– “Si, para siempre”- le contesté y me perdí entre sueños.
Quiero agradecer a todos los que siguen mis relatos y pedirles una disculpa por la demora de este capítulo, lamentablemente estuve un tanto delicada por el COVID y recién me recuperé lo suficiente para abandonar la cama. Espero sigan conmigo en lo futuro pues aun falta bastante de mi historia. Los quiero.
Bere
uff grandiosos relatos se lo que es tener una niña lo prohibido es muy excitante aunque fue diferente ya que ella ya había tenido un hombre antes ,igual fue muy rico
Hola Bere…me alegro q estes mejor…..se me ha hecho larga la espera pero ha valido la pena….yo tbn te quiero muchisiiimo
Bendiciones y salud
Que gran experiencia y que delicioso que nos compartas parte de tu vida
Espero que sigas mejorando y llegue pronto la continuación
Les agradezco sus comentarios, la proxima parte la subire mañana asi que es posible que el miercoles ya este publicada.
no nos olvides
Muy bueno, lo he leído muchas veces, ojalá puedas sacar el próximo.
Sigo esperando la siguiente parte, esta increíble tu historia