Calentura a los 18 primos o no se van
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Luis era una masa de músculos, verlo entre mis piernas tragándose mi verga era algo que realmente me causaba morbo.
Su morocha cabecita subía y bajaba frente a mis ojos, podía sentir el aire de su narices resoplando entre mis huevos, jadeaba como si mamar verga lo hiciera sentir el hombre más feliz del planeta.
Estábamos solos, mis padres habían salido a la iglesia llevándose con ellos a mis hermanos menores.
Era domingo, mi día de descanso.
Tener 18 y trabajar me daba libertad de hacer algunas cosas por mi cuenta, no acompañar a la familia en sus salidas era una de ellas.
Luis era un primo lejano con tendencias homosexuales desde joven, razón por la cual había sido marginado por su propia familia.
Se crió trabajando en casas desde chico, era el mil usos al que en el barrio bautizaron como La Luisa.
A mí madre le decía tía, aunque en realidad no lo era.
El es hijo de un señor que fue marido de una hermana suya, pero que igual que la mayoría lo marginó por sus tendencias sexuales.
Como dije antes, estábamos solos.
La casa entera para nosotros.
Había sido algo imprevisto.
Hacía algunos meses que yo había entrado a otra etapa de la vida, más liberal, menos cohibido en cuanto a buscar sexo fuera de mi círculo familiar.
Y, estaba sentado frente a la casa cuando vi pasar a Luis, me saludo con un gesto de mano y cuando ya pasaba de largo lo llame.
Sin rodeos le dije que estaba caliente y que si el quería podíamos ser más que primos.
Creo que jamás imaginó que yo le dijera algo así, lo vi mirar a ambos lados de la calle para luego preguntarme que si hablaba en serio.
Crees que estoy bromeando le dije mostrándole la entrepierna con mi bulto bien marcado.
Otra vez miró a un lado y otro, me pregunto qué donde podíamos hacerlo.
Le dije que aquí mismo, en la casa y para disipar dudas me puse de pie y abrí la puerta que daba a la pequeña sala familiar, pero pase de largo con él tras de mí.
Lo lleve hasta el pequeño patio donde mi padre ha construido unas bancas de cemento con su mesa a modo de comedor de jardín.
Luis estaba nervioso, raro en él, era gay desde que lo conocía y no tenía porque estarlo.
De hecho era mayor que yo, tendría unos 25, alto, musculoso, atractivo.
Mi madre decía que era un desperdicio de hombre, en virtud de que era guapo y no le gustaban las mujeres.
– Acá – pregunto –
– Si.
¿No te gusta?
– ¿Y tus papás?
– No están
No lo deje preguntar más.
Me senté sobre la mesa de jardín y me desabroché los pantalones.
–Ven para acá – le dije –.
Se acercó cómo si todavía dudará que hablaba en serio.
Cuando ya estaba frente a lo vi curioso buscando si de verdad le iba a ofrecer mi verga.
Ver que la tenía en la mano despejó cualquier duda y se sentó en la banca y cómo niño curioso la estuvo observando algunos segundos.
La tienes grande – le alcance a oír – Acto seguido empezó a besarla por encima, le pasaba la lengua, la pelaba con su mano dejando el glande a la vista.
– Que rica –volvió a decir –
Me la empezó a mamar sabroso, metiéndose nada más una parte a su boca a la vez que jugaba con la bolsa de mis huevos.
Luego engullía todo lo que podía cómo si quisiera taladrarse la garganta, la volvía a sacar y esta vez nomas se metía la mitad, de nuevo mis huevos.
Me hacía sentir rico, pero sentía que podíamos estar más cómodos.
Fue por eso que le pedí que nos desnudáramos por completo.
Poniendo el ejemplo me saque la camisa y después me quité los pantalones quedando como Dios me había echado al mundo.
Luis tardó un poco, creo que me observaba cómo adivinando que pasaba por mi mente.
Tenía un cuerpo perfecto, 185 de estatura, bien marcado.
Con músculos definidos hasta en sus pompas, nada de vello, un pito mediano perfectamente resguardado en su prepucio.
Podría decirse que éramos las dos caras de una moneda, el un hombretotote bien dado y yo un flacucho de apenas 169 con una única excepción, mi verga era más grande que la suya.
Ya desnudos los dos, otra vez comenzó a mamarme el pito.
Yo sentado sobre la mesa de jardín y el en una de las bancas.
La posición era perfecta, podía abrir mis piernas y así facilitarle que pudiera tragarse todo lo que quisiera.
–Estás bien rico mi niño – decía entre gemidos – Que deliciosa verga tienes.
Seguía chupando, sus labios gruesos parecían haber sido creados para dar placer.
Me tenía en otra dimensión, tanto que había cerrado los ojos y por un segundo creí que penetraba una panocha como la que había visto en el cine unas semanas atrás.
– La quieres en el culo – pregunte –
– Si – dijo – Si, quiero que me hagas tu mujer.
Como era mucho más alto que yo, le pedí que se subiera a la mesa y se colocará a cuatro sobre sus rodillas.
Se veía perfecto aunque le pedí que abriera un poco las piernas.
Quería saborear ese culo antes de penetrarlo.
Se lo mame todo, el botón de entrada, el canal desde donde termina la espalda hasta llegar a los huevos.
Le metí la lengua y por un no se que, se me antojo masturbarlo.
Sentir su garrote creciendo en mi mano era algo que me excitaba, Luis gemía como si aquello fuese algo que no pudiera soportar.
– Métemela ya chiquito – dijo con palabras entrecortas.
Como si aquello fuera una orden, me acomodé tras de el.
Parado sobre la banca, jugué un poco con mi verga en la entrada de su ano, hacía que se metía y luego no, antes los gemidos de deseo de mi primo.
Empuje viendo como aquel agujero se dilataba para dar la bienvenida a mis 17 cm y empezar a devorarlos uno a uno.
Joder, Luis tenía el hoyo más sabroso que pudiera imaginar.
Cuando lo encule tuve que detenerme unos segundos para no caerme del banco donde estaba parado.
Afianzado a ese hermosos trasero empecé a culear una y otra vez, despacio, no quería correrme como loco.
Era morboso ver cómo hoy veía mi polla para luego verla desaparecer ante los jadeos de mi primo de 25, grande, musculoso, pero débil como un niño ante los deseos sexuales.
Aaaaah aaaaaah aaaaaaah ahhhhhh eeeeeh eeeeeeh ehhhhh mmmmmm mmmmm mmmm – lograba articular Luis –
Cambiamos de posición, está vez él se colocó de espaldas en la misma mesa y ahora yo lo lo cogia al estilo misionero.
Podía ver su pene semi erecto, negro igual que él , grueso.
Lo penetraba con fuerza sintiendo como el anillo de su culo me apretaba como si estuviera ordeñándome.
Era claro que Luis o Luisa había aprendido bien el arte de mover el trasero, era una verdadera licuadora humana con maestría en dar placer al pene.
Los gemidos y jadeos de mi primo pasaron a ser verdaderos chillidos de gusto.
Su rostro se desfiguro en una mueca de placer y/o dolor, su cuerpo se tensó, las piernas previeron acalambrársele y gritó un fuerte Aaaaahhh.
Gruesos chorros de semen se me escurrieron en su abdomen.
Su culo seguía moviéndose, parecían sus últimos movimientos pero que logró su cometido.
Le llene todo el hoyo de leche, una y otra vez mi verga vomitaba sin cesar en sus tripas.
Otra vez sentí que las piernas me flaquearon y otra vez me detuve a esperar que el tiempo me permitiera recuperarme.
Ahí estaba con el pito dentro de Luis, quien me miraba cariñoso, agradecido.
– Que rico polvo mi niño
Sabiendo que teníamos el tiempo nos bañamos juntos, ya no tuvimos sexo, aunque si me La mamo y sobre todo me enseñó que no solo las mujeres y los hombres se besan.
Besaba divino él labios de puta de Luis.
Cuando se fue no pude evitar pensar que había sido algo que no olvidaría jamás, es más, ya en mi cuarto, aprovechando que no me había puesto ropa y aún estaba solo me masturbe pensando en el hasta quedarme dormido.
Fue el ruido de que alguien había entrado a mi cuarto lo que me despertó.
Era Doña Pili, la señora de al lado, una sexagenaria que le llegaba a ayudar a mi madre los días domingos con las tareas domésticas.
– Perdón – dijo sin dejar de ver mi verga –
Era evidente que no era de ahora que estaba ahí.
La delataba su rostro, esa mirada pícara que decía más que mil palabras.
Pero esa es otra historia, seguiré contando.
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