Calista.
—¡Oh!, papi … te siento … dámela, papi … báñame con tu lechita … lléname toda, papi … ¡Oh!, me siento morir, papa … cógeme más fuerte … cógeme, papi … cógeme … asiii … ssssiiii ….
Me levanté esta mañana con mi habitual erección, toda mi vida he salido de la cama con mi verga apuntando para el cielo, no sé si esto será parte de mi sexualidad o quizás es algún trastorno de algún tipo. Pero no tengo tiempo de averiguarlo, tengo otras cosas por la mente. Tengo una hija adolescente, este año la matriculamos en segundo medio, es una buena muchacha y buena alumna también, he recibido varios elogios por su desempeño escolar y su comportamiento en general.
Como toda adolescente tiene muchas cosas que aprender e investigar para su sano desarrollo. Es muy abierta de mente y no escatima recursos para obtener respuesta a sus inquietudes e interrogantes de la vida. Su nombre es Calista que en griego significa, la más hermosa, delicada y cautivadora, y mi hija es todo eso, lo puedo asegurar, pero debo agregar que también es entusiasta e ingenua.
Con mi mujer, quiero decir mi exmujer, le hemos dado de todo. Bueno tal vez deba decir que ella y yo nos divorciamos, pero no por peleas o cosas de ese tipo. Sino porque nuestro matrimonio se había transformado en algo gris, había perdido el encanto y todo era rutina, la maquina funcionaba por inercia, porque estábamos cómodos el uno con el otro, pero no éramos felices.
Se había debilitado la llama que encendía nuestra hoguera, lo que yo no sabía o quizás no quise darme cuenta, es que la llama se había extinguido del todo. En lo material no nos faltaba nada, pero ya no había pasión solo costumbre. Por eso un día conversamos yo y ella, y ella espontáneamente me sugirió que podríamos intentar conocer a alguien más, salir con otra persona y ver si encontrábamos algo nuevo. Así podríamos decidir si nos quedábamos como estábamos o era hora de cambiar de aires y dar vuelta la página. No me pareció una mala idea e hicimos eso por un tiempo. Nuestro matrimonio se había abierto. Nuestro matrimonio se había terminado.
Amistosamente decidimos divorciarnos, ella dijo que había conocido a otro hombre, más joven y que le encantaría mudarse con él. Así mientras se tramitaba nuestro divorcio, Alexa se fue a vivir con su nuevo amor. Yo no concluí nada, pero salí con varias chicas y un par de ellas se transformaron en amigas con beneficios, con las cuales pasaba uno que otro fin de semana, como ven, nada traumatizante ni dramático ni para ella ni para mí.
Cuando decidimos el todo se lo comuniqué a mi hija y no fue una sorpresa para ella, no estaba contenta, pero tampoco lo tomó en forma trágica ni traumática. Mi hermosa hija, esbelta longilínea, con sus maravillosos ojos azules me miro con cierta aflicción, se encogió de hombros y me dijo que ella ya lo presentía desde hacía mucho tiempo. Entré a su pieza, ella estaba sobre la cama con su portátil, tenía un lápiz en su boca, un par de cuadernos a su lado y vestía medias de lana largas, una faldita corta de jeans que hacía ver sus braguitas amarillas, un top rosado y una bufanda blanca en torno al cuello.
—Hija … quiero comunicarte algo …
—Sí, papi … dime …
—Bueno … tu sabes … hay ocasiones en que una persona no logra vivir sus sueños junto a otra … la relación se enfría …
—¿Me estás hablando de ti y mamá? …
—Sí, hija … es así …
—Papi, yo me lo presentía … ¿sabes? …
—¿Deveras, cariño? …
—Papi, tal vez es bueno para ti y para mamá … ¿Puedo quedarme aquí contigo?
—Por supuesto, hija … esta es tú casa
Me incliné hacia ella y nos abrazamos. Su perfume era maravillo. Repentinamente sentí sus labios carnosos sobre los míos.
—¡Mmmmmm!, papi … entonces te tengo todo para mi solita … eres todo mío …
—Está bien … esta bien, hija … lo superaremos juntos, bebé …
Me levanté y saliendo de su dormitorio, me detuve un segundo a mirar a mi hermosa hija, ella me saludo con su manito y una amplia sonrisa.
Los siguientes meses fueron un poco difíciles de llevar, tuve que reorganizar mi via, administrar la casa, compra de vituallas para mi y mi hija, aprender y experimentar en la cocina y todas esas cosas que generalmente hace una mujer, pero me acostumbré. No extrañaba a mi ex, excepto por las noches me faltaba su cuerpo donde me desahogaba carnalmente. No es que nuestra vida sexual fuese el paraíso en tierra, pero eso siempre se extraña, sobre todo porque mi exesposa era una bella mujer. Después de un par de meses de celibato se volvió difícil de soportar, así fue como me fui acercando cada vez más a Calista, por las noches cuando veíamos televisión la abrazaba y mantenía junto a mí, comencé a sentir maripositas en mi estómago y un cosquilleo en mi bajo vientre.
Esa noche me acosté temprano, necesitaba dormir bien, el día había sido extenuante. Una de las secretarias de la empresa se había presentado con un vestido bastante revelador que rallaba en lo vulgar, pero los contornos de su cuerpo sensual se destacaban muy claramente, la abertura del vestido al costado permitía ver gran parte de su muslos bien torneado. Tenía mucho semen acumulado y está visión me perturbo bastante, mis bolas ardían, tenía que hacer algo al respecto. Estaba acostado sin mi pijama bajo el edredón, solo con mis boxers y estaba a punto de tomar la “situación” en mis manos para intentar un desahogo cuando sentí que llamaron a mi puerta:
—¿Eres tú, hija? …
—¡Sí!, papi … ¿Estas despierto todavía? …
Su hermoso rostro lucía un tanto consternada y preocupada.
—Dime, hija … ¿Qué necesitas? …
—Papi … ¿Puedo preguntarte algo? …
—Por supuesto, bebita … ¿Qué es lo que quieres saber? …
Mi hija estaba vistiendo su camisón de noche que a mala pena cubría su trasero redondito y firme, vino a sentarse al borde de mi cama con cierta aprensión y vacilación.
—Vamos, cariño … ¿Qué es? …
—Pues … ¡emh! … no se como empezar, papi … desde hace tiempo que quería preguntarte …
Me deslicé de debajo del cobertor y me senté junto a ella, poniendo mi brazo alrededor de su hombro. Ella titubeaba y no se atrevía a mirarme.
—Fuerza, gatita … dime ¿Qué es? …
—Bueno, papi … ¡emh! … ¿Crees que es normal que no haya tenido … ¡umh!, quiero decir …?
—¿Periodo? … ¿No has tenido tu periodo? …
Ella inmediatamente negó con la cabeza.
—¡No!, papá … eso me llegó a los onces años … no … ¡emh! … quiero decir … vello púbico …
—¿Vello púbico? … no te entiendo, hija querida … ¿qué sucede con tu vello púbico? …
—¡Justo eso, papá … no sucede nada! … todavía no tengo un solo pelito ahí abajo …
Dijo avergonzada mientras apuntaba a su entrepierna. Por un momento no supe que decir, no me imaginaba a alguien teniendo problema con el crecimiento de sus vellos púbicos, me impacto su inocencia e ingenuidad, pero soy su padre, debo responder algo cuerdo.
—¡Oh!, los vellos púbicos … ¡ah!, esos que crecen ahí … bueno tu sabes … esos pelitos … ¿y porque no te crecerán? … quizás … bueno … tal vez no tienes todavía la edad suficiente para que te crezcan … ¡sí!, eso debe ser … eres todavía muy chiquita, tesoro … eso es … suele suceder a algunas chicas y chicos … es del todo normal, cariño …
—Pero, papi … yo no tengo nada … todas mis amigas tienen ya los vellos púbicos … algunas hasta se afeitan … ¡Pero yo no tengo nada que afeitar, papá! …
Mi hija estaba al borde de un crisis de llanto y pánico.
—¡No!, bebita … no… debes saber que es una bendición de que aún no te hayan salido … ves … tus amigas tienen que afeitarse y tú no … tú quizás no lo sepas, pero afeitadito se ve mejor y es más bonito … un día tendrás una pareja que querrá verte así sin pelitos … eres afortunada ¿sabes? …
—¿Tu crees, papi? …
—Por supuesto que así es, tesoro … y no tengas la menor duda …
Había desaparecido en ella ese rostro de desesperación, pero no se veía del todo convencida con mis dichos, entonces agregué:
—A los hombres también nos sucede … yo mismo tengo que afeitarme cada cierto tiempo … es fastidioso para mí tener que hacerlo … pero me vuelven a crecer y me molestan …
Calista me miró atentamente y comenzó a sonreír:
—Ji-ji-ji-ji, papi … ¿te has pelado ahí abajo? …
Preguntó mi hija con cierta ingenuidad y perplejidad.
—ja-ja-ja-ja, así es, querida … no tienes nada de que preocuparte … ¿esta bien? … es lo normal …
Se levanto mirando mi entrepierna, me levanté la abracé y le di un besito en sus labios.
—Papi … ¿quieres ver como estoy combinada? … me siento insegura si no te muestro …
Me di la vuelta y vi que Calista se había medio recostada en la cama y apartó la tanga que vestía bajo su camisón y dejo a la vista un perfecto coñito de niña calva. Mi corazón se aceleró, mi presión subió mandando oleadas de sangre a mi pene que rápidamente se puso durísimo al ver el coño rosadito, lampiño y desnudo de mi hija adolescente.
—¡Guau!, nenita … pero se ve muy bien … no tiene nada de malo, querida … es simplemente hermoso …
—¿Tú crees, papi? …
—Estoy más que seguro, hija … ahora ve a dormir … ve a tu cama, yo te llevaré un vaso de leche y te daré el besito de las buenas noches …
Calista miraba fijamente la abultada protuberancia formada en mis boxers y estaba aun con su tanguita hacia el costado con su almejita expuesta,
—Papi … ¿Puedes mostrarme eso? …
Dijo sonriendo maliciosamente mientras apuntaba a mi entrepierna.
—¿Qué cosa? …
—¡Sí!, papi … quiero ver la tuya …
—¡Hey! … ¿Estás loca? … ¡Claro que no! …
Me miro impertérrita y un poco confundida por mi negativa.
—Pero, papi … nunca he visto una polla depilada …
Dijo mi hija en un susurro casi suplicante que me lleno de ternura.
—Bueno, pero ya has visto pollas, ¿no? Has tenido algún amiguito, ¿no? …
—¿Eh? … ¿Amigos? … Sí, claro … ya he visto algunas …
Dijo con una sonrisa nerviosa sin dejar de mirar mi evidente erección, luego agrego:
—Por favor, papi … muéstrame …
Sin decir palabras me volví hacia ella y lentamente me baje mis boxers hasta los tobillos. Los ojos de Calista se abrieron desmesuradamente en asombro y su mandíbula inferior cayó abriendo su boquita incrédula al ver mi miembro semirrígido, que continuaba a crecer, pausadamente mi prepucio se deslizó hacia abajo comenzando a mostrar mi amoratado glande que tomaba en su plenitud, su forma a hongo, mostrándose más duro y más grande.
—¡Ooohhh!, papi … como es grueso y grande … y sigue creciendo … y de verdad lo tienes peladito, papá … ¡Ooohhh! …
Se volvió a sentar en la cama y acerco su cara a medio metro de mi verga.
—Está bien … ¿Has visto lo suficiente? …
Me incliné para subirme los boxers, pero sentí la suave mano de mi hijita en mi hombro deteniéndome:
—¿Papi! … ¡Papi!, espera un poco …
Me puse nuevamente de pie y vi como la mano de mi nenita se extendía para tocar mi verga.
—¡Hey! … ¿Qué haces? …
Su mano se apoyó en mi estómago, pero rápidamente con la otra acarició mi pene.
—¡Oooohhhh!, es tan suavecito …
—¡Calista!, por Dios … detente … no sigas …
—Pero papi … es tan lindo así peladito … y grande … Ummmmmm …
—¡Bebita! … pero … no … yo … no …
La sensación de una mano diferente de la mía me hizo enmudecer, me sentía feliz y comencé a perder el control de la situación, si es que alguna vez quise o pude controlarla. Mi pene continuó hinchándose entre los dedos de mi hija, sobre todo cuando me apretó con sus deditos y comenzó el arcaico movimiento arriba y abajo – arriba y abajo, mi hijita me masturbaba.
—¡Oooohhhh!, papi … es tan calientito … afelpado y enorme … mis dos manos no bastan …
Y aquí estaba yo con mis piernas temblando, mientras mi hermosa y curiosa hija me aferraba enérgicamente la verga con sus dos manos.
—¡Oooohhhh!, hijita … no está bien … no podemos … ¡Aaaahhhh! … nooo …
Se detuvo para mirarme con sus ojos tiernos, brillantes y sonrientes, había un dejo de delicia y fascinación en ellos, luego fijó mi glande intensamente, paso su lengua por sus labios y sin decir palabra alguna, se inclino hacia adelante y sentí la succión de sus labios, su lengua húmeda se enrollaba en mi cabezota, ¡Mi propia hija comenzó a chupar mi pija!
—¡Aaarrrggghhh! … Calista … Dios mío … oooohhhh … nooo … es delicioso, hija …
—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¿Te gusta, papi? … ¿Lo estoy haciendo bien? … Sabes rico, papi … saladito, peladito y mojadito … eres mi primera verga, papi …
—¡Dijiste que ya habías visto otras! …
—¡Umpf! … ¡Umpf! … te mentí, papi … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
La vi como se había enderezado para tragarse toda mi polla con devoción y apetencia, sus sonidos de chupadas llenaban mi dormitorio, eché mi cabeza hacia atrás y agarré su nuca para empujarle mi pene más adentro entre sus labios.
—¡Uy!, nenita … pero … nooo …
Mi hija había aumentado la velocidad de movimiento de sus manos y sorbeteaba mis gotas de semen que comenzaban a emanar de mi polla, la sensación era increíble.
—¡Argh! … hija … por Dios … nooo …
Tome a mi hija y la empuje, esta cayó de espaldas en la cama, jadeaba excitada y había pasión y lujuria en sus ojos cuando me miro abriendo sus longilíneas piernas, tiró de su tanga hacia un lado y me mostro su coño rosado lampiño, brillante y húmedo.
—¡Papi! … tómame … por favor … hazlo conmigo, papi … soy solo para ti …
Acto seguido me echó los brazos al cuello y me tiró sobre ella, mi pene quedo a centímetros de su chocho que emanaba un aroma delicioso.
—¡Te va a gustar, papi! … sé tú el primero … quiero que seas tú, papi … te lo ruego …
—¡Pero, niña! … ¿Te das cuenta lo que me pides? …
—De toda mi vida que quiero que tú seas el primero, papi … solo a ti quiero …
Ella posicionó su conchita casi a rozar con mi glande, me sentía abrumado, desconcertado por la hermosa situación que ella me proponía, pero mi cabeza estaba alborotada con mil prejuicios que me frenaban todavía con una leve resistencia. Entonces ella acerco sus labios a los míos y me besó de lleno en la boca, deslizando su lengua bífida como la serpiente del paraíso, casi no me di cuenta cuando su coño atrajo a mi glande y mi polla resbaló en la cálida humedad de sus labios mayores. Tuve un último sobresalto, pero perdí estabilidad y su rajita se abrió con el peso de mi verga que se deslizaba dentro de ella.
—¡Ouch!, papi … ¡Argh! … ¡Urgh! … ¡Oooohhhh! …
La sentí quejarse y gemir, pero se abrazó a mi sin dejarme ir.
—¡Ay! … ¡Ay! … papi … ¡Ssssiiii! … ¡Aaaahhhh! … Te amo, papi … ¡Ssssiiii! …
Me tenía aprisionado con ambos brazos mientras su cuerpo se contorsionaba bajo de mí, yo sentía su estrecha conchita trabajando para dar espacio a mi verga, así que empuje suavemente dentro de mi hija y mi pene se adentró en un cálido abrazo. La besé delicadamente.
—¡Ssssiiii!, papi … ¡Que rico! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Házmelo más fuerte, papi! …
—¡Oooohhhh!, Calista … está tan calientito tu coño …
—Caliente para ti, papá … ¿Sabes? … te he escuchado gemir por las noches … sé que te falta esto … yo te deseo y te lo quiero dar, papito … te amo …
—¡Mmmmmm! … ¡Oooohhhh! … Calista …
Mi hija gemía acariciando mis hombros y mi espalda, a ratos sus manos se posaban en mi trasero tirándome dentro de ella. Comenzamos a follar como cualquier pareja, mi polla dentro y fuera, comencé a rotar mis caderas para variar el ángulo de penetración, luego me plegué a chupar sus pezoncitos adolescentes, ella arqueó su espalda empujándolos aún más dentro de mi boca y gimió con un temblorcillo en todo su cuerpo.
—¡Oooohhhh!, papi … ¡Ssssiiii! … es tan rico como lo haces … ¡Ssssiiii! … hazlo más fuerte, papi … métemelo más fuerte, papá …
Agarré sus piernecitas y se las llevé casi a tocar sus senos y comencé a bombearla con más bríos y energías, mis bolas comenzaron a rebotar en sus redondas nalgas.
—¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii!, papi … más profundo … más … más … maaas …
—¡Ssssiiii!, hija … que linda que eres … ¿Te gusta mi verga, bebita? … ¡Te gusta sentir a papá dentro de ti? …
Ya no sentía ninguna aprensión de estar follándome a mi propia hija, ahora era una encantadora joven, con un hermoso y curvilíneo cuerpo y un coño caliente, lampiño y apretado.
—¡Ssssiiii!, papi … ¡Ssssiiii! … eres delicioso, papá …
En medio del furioso bombeo a su chochito, mi verga resbaló fuera y accidentalmente se incrusto en su minúsculo ano.
—¡Aaarrrggghhh!, papi … eso dolió … ¡ay! … ¡ay! …
—Lo siento, cariño … lo siento …
Rodé fuera de ella y me tendí de espalda, ella de inmediato se levantó y se montó sobre mí, cuidadosamente se acuclilló y aferrando mi pene duro lo insertó en su estrecha vagina calva. Ahora ella me estaba montando y controlaba el juego, termino azotando sus glúteos saltando en mí polla y enterrando sus uñas en mí pecho.
—¡Oooohhhh!, papi … te siento tan rico … eres mío …
—Yo también te siento así, nenita … ni siquiera tu madre me hizo nunca sentir así …
—¡Sí!, papi … soy mejor que mamá …
Dijo mi hija con un dejo de orgullo sin dejar de cabalgar mi asta, luego de un rato ella descanso apoyándose en mi pecho, jadeando y restregando su pelvis con mi pene profundamente enterrado en su conchita. Respirando afanosamente susurraba y balbuceaba.
—¡Mmmmmm! … ¡Rrrriiiccooooo! … ¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii! …
La abracé estrechando su frágil cuerpo sintiendo sus senos en mí y con una mano en su culito comencé a bombearla desde abajo, poco a poco inicié un movimiento con mis caderas, metiendo y sacando mi pene de su estrecho túnel de amor, cual si fuese un tren cargado e imparable, entonces la sentí que se pegó a mi como con ventosas y se estremeció gritando, chillando, sollozando.
—¡Oooohhhh!, papi … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡No pares! … ¡Vengoooo! …
Se movía tragándose mi pija con su chochito apretadito y calientito, casi sorprendida por su orgasmo no cesaba de gritar, chillar y gemir:
—¡Ssssiiii!, papá … ¡Con todo, papi! … ¡Aaaahhhh! … ¡Dámelo todo! … ¡Muévete, papi! …
Se había formado una capa de sudor entre mi cuerpo y el de ella, sus senos resbalaban en mi pectorales, sentí que mi propio orgasmo comenzaba a formarse dentro de mí y agarré violentamente sus caderas y follé su estrecho coño caliente con mi pene que pareció endurecerse al máximo.
—¡Urgh!, hija … ¡Que estrecho y caliente está tu chocho! … ¡Todo querías y todo te lo daré! … ¡Aquí voy! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Gruesos y copiosos borbotones de esperma fluyeron desde mis cojones hasta el apretado conducto vaginal de mi niña, ella mordió mi hombro sintiendo como su conchita se llenaba y rebosaba con mi tibio semen. Al final de mi orgasmo, sentí que ella gimió y sollozó temblando de pies a cabeza corriéndose sin control, restregaba sus pezones en mi pecho, movía su cabeza de lado a lado, sus uñas se habían transformado en garras que rasgaban mis brazos, la venas de su cuello parecían a punto de explotar.
—¡Aaarrrggghhh!, papáaaaa … papáaaaa …
Mi dulce niña solo gemía y no cesaba de mover su pelvis contra la mía, luego se relajó apoyando su cabeza en mí, respiraba aun con afano y a ratos se estrechaba aún más a mí.
—¡Aaaahhhh!, papi … me siento tan llenita con tu grueso pene … estoy toda mojada con tu corrida, papá … que rico que me diste toda tu lechita, papi …
Acaricié sus cabellos manteniéndola estrecha en mis brazos, hasta que mi pene resbaló fuera de su coño y ella lo sintió.
—¡Oh!, papi … me siento vacía … mi coño está lleno de tu lechita, papi … ¿Te gusta? …
Me beso con ternura y luego se dejo deslizar a mi costado con sus piernas abiertas.
—¡Sí!, cariño … me gusta … me siento privilegiado de que te hayas concedido a mí …
—Papi … tenías que ser tú y nadie más … desde siempre que pensé a ti como mi primer hombre … no podía haber sido diferente …
La escuche sollozar, la miré y sus ojitos estaban llenos de lágrimas, pasé mi pierna sobre la suyas y la atraje a mi cual si fuera mi bebita y le susurré:
—¿Qué pasa, cariño? …
—¡Papi! … me has hecho feliz … finalmente te tengo … eres mío …
—Siempre he estado a tu lado … siempre me has tenido, bebé … y siempre seré tuyo … siempre me tendrás …
—Te amo, papi …
Subí el edredón y cubrí nuestros cuerpos, ella se puso de lado dándome la espalda y luego retrocedió apegándose a mi cuerpo y aplastando mi pene con sus nalgas.
—¿Quieres dormir, bebita? …
—¡No!, papi … de ninguna manera … quiero que me hagas más cositas … enséñame, papi …
Así diciendo, meneó su culito suave sobre mi verga, metí mi mano por sobre su cadera hasta alcanzar su lampiño chocho pegajoso de semen, ella empujo mi pija con sus glúteos cuando acaricie su botoncito.
—¡Mmmmmm!, papi …
—¿Te gusta, tesorito? … ¿Quieres sentirlo en tu culito, nena? …
—¿También se puede por ahí, papi? … ¿No me va a doler? …
Me metí debajo del edredón y la empujé para que quedara boca abajo, le abrí sus piernas y separé sus suaves y redondeadas nalgas, comencé a lamer su ano color pera y sentí sus primeros gemidos, ella abrió sus piernas un poco más cuando le metí un dedito.
—¡Mmmmmm!, papi … ¿Me va a doler, papi? …
—No temas, bebita … nos tomaremos nuestro tiempo y no sufrirás nada …
—Que rico, papi … quiero saber como se siente … hazlo, papi … quiero todo de ti …
La llene de caricias y abrazos, pero me sentía tan exhausto que al rato nos quedamos sin hablar, y después el sueño me venció y me quedé profundamente dormido.
La mañana siguiente mi niña se había levantado, me puse la bata y fui a ver donde estaba, la encontré en la cocina, vestía una corta minifalda plisada con un top rosado que dejaba al aire su vientre, medias blancas y zapatones negros de plataforma alta. Ella solo me miró y sonrió coquetamente.
—Buen día, cariño …
Le dije parándome detrás de ella, pasando mi mano por su cintura, empujé mi pierna entre sus nalgas y la tiré contra mi pelvis.
—¡Mmmmmm!, papi … ¡Que lindo saludo! …
Dijo empujando su trasero contra mi pene que comenzaba a despertarse, comenzamos una suave danza de apareamiento con ella apoyada al mesón.
—¡Que rico hueles, hija! …
—Gracias, papi … tu polla se está poniendo dura, papi … ¿Será por que me quieres follar, papi? …
Se agachó y levantó su faldita permitiéndome ver su tanga negra perdida entre sus blancas nalgas.
—No me hagas venir ideas, hija …
—¿Y si te digo que a mí también me gustaría? …
—Pero tienes que ir al colegio, nenita …
—Ji-ji-ji … papi, acabo de llamar para decir que no me siento bien y no iré, ¿Qué dices ahora? …
Comenzó a empujar su trasero vehementemente contra mi polla.
—¡Mmmmmm!, hija … te mereces un castigo, ¿sabes? …
—No, papi … no ahora … te preparé desayuno … tostadas y mantequilla … ¿Quieres té o café? …
—Un poco de café estaría bien … y deja la mantequilla en la mesa … creo que la untaré en ti … quiero comerte como me comeré esas tostadas exquisitas que has preparado …
—¡Ay!, papi … que rico …
Se dio la vuelta para servirme el café y acerco las tostadas hacía nosotros, se sentó en mi regazo y comenzamos a desayunar entre risas, caricias y besos.
—Papi, mientras dormías llamó mamá, dijo que iba a venir para hablar contigo …
—¡Oh!, ella … otra vez … ¿y qué quiere? … ¿a que hora viene? …
—Pronto … ¡Mmmmmm! … ¡Uuuuufffffff! …
Yo le estaba tocando su clítoris que sobresalía erecto de entre sus labiecitos y ella gemía sobrecalentada por mis caricias, nos soltamos y ella tomando su taza, me ofreció un brindis.
—Te amo, papito …
—Yo también, hija … yo también … ahora creo que es mejor que nos preparemos para recibir a esa pesada de tu madre.
Cada uno de nosotros nos fuimos a nuestros respectivos dormitorios, para prepararnos a recibir la visita de mi exesposa.
Casi a la media hora sonó el timbre, yo estaba más cerca y fui a abrir, efectivamente era mi exmujer, vestía leggins, camisa vaquera, chaqueta sin mangas y me sorprendió de verla usando botas, ya que jamás durante el tiempo que estuvimos casados ella las uso. Imagino que esa es la influencia de su novio actual.
—¿Cómo estás? … ¿Todavía me odias? …
—No te odio, pero ya no te quiero …
En ese momento entro Calista a la habitación
—¡Hola!, mamá …
Y se abalanzo con los ojos llorosos a abrazar y besar a su madre, ésta la miró sorprendida.
—¿Qué haces aquí! … ¿Por qué no estas en la escuela? … ¿Estas enferma o algo así? …
—¡No! … ¡Emh! … Sí … ¡Ah!, sí … me sentía un poco mareada … Sí, está mañana me sentí mareada cuando me levanté …
Mi hija lo dijo balbuceando y de manera muy poco creíble, me miró algo compungida y mi ex nos miró a los dos.
—¿Y porque estás vestida así? … ¿No es esa mi ropa? … ¿Esa falda … esa blusa? … Todo eso es mío …
Recién entonces me di cuenta de que era verdad, mi niña estaba vestida igual que mi esposa hace veinte años atrás, antes de comerse un novillo entero y transformarse en una vaca, me sorprendió ver lo mucho que asemejaba a mi exmujer.
—¡Umh! … ¡Sí, mami! … es que me gustó … nada más que eso …
El nerviosismo de mi hija era evidente, así que agregué para reforzar su discurso:
—Bueno … ella te echa de menos … así es como suple la falta de tu cariño …
Me miró con incertidumbre, luego miró a mi hija con un poco de ternura. Entonces mi hija en vez de sentarse en el sofá se sentó en el apoyabrazos y me paso un brazo por sobre el hombro. Esto no pasó desapercibido para mi ex.
—¡Umh!, está bien … quédate con mi ropa … te queda bien a ti, a mi ya no … ¡Ah!, esta era una de las razones por la que vine, nos mudaremos a otra ciudad … mi pareja ha encontrado trabajo en una ciudad del norte y nos iremos allí …
Luego se dirigió a mi hija y le dijo:
—Hija, por favor déjanos solos … tengo que discutir algunas cosas con tu padre …
—Sí, mamá … de acuerdo y gracias por la ropa …
Luego se giro hacia mí y me dio un beso en los labios, la mirada que nos dio mi ex, no presagiaba nada de bueno, pero no podía culpar a mi hija por su ingenuidad e inocencia. Calista se despidió de su madre con un beso en la mejilla y un abrazo que duro bastante, luego nos dejó solos.
—¿Qué demonios pasa aquí?
Siseó mi mujer echando su cuerpo hacia adelante significativamente.
—¿Qué? …
—¿Cómo que qué? … ¿Lo estás haciendo con nuestra hija? … ¿has enloquecido? … ¡Esa flacucha ahí es tú hija! …
Me eche horrorizado para atrás y fehacientemente le dije:
—¿Qué estas diciendo? … ¿Qué te da el derecho de venir a celarme con mi hija? … ¿Qué te crees? … ¿No estás bien con tu pareja? … ¿Quieres algo más de mí? …
Mi voz era alta y me fingí muy insultado. Al parecer mis palabras hicieron mella en su orgullo y cambio inmediatamente su tono.
—Bueno … ¡Umh! … ¿pero viste lo que lleva puesto? …
—Pero si esa es la misma ropa que usabas tú hace algunos años … ¿Qué tiene de malo? … creo que es su forma de lidiar con nuestro divorcio … ¿No logras entender eso? …
—¡Pero ella te beso en la boca! …
—Y eso no significa nada … yo la he visto besándose con chicas en la boca y no le he hecho ningún escandalo … es lo normal para la juventud de hoy en día … ¿acaso tú no besas a tu noviecito? …
—No lo llames “noviecito” …
—Entonces deja de intentar hablar mal de nuestra hija y de mí … mira que estaremos muy bien sin ti …
Hasta ahí llego la discusión, mi ex se calmó:
—Bueno … tal vez … ¡emh! … lo siento … también yo estoy nerviosa …
—Está bien … solo buenos amigos … te deseo que seas muy feliz …
—Bueno … gracias … también tú …
—Bien … entonces los dos seremos felices … ¿Que más puedo hacer por ti? …
—Pues … yo había venido por la ropa, pero si Calista la va a usar, por mi está bien. Comprare nuevos hábitos …
Se encogió de hombros y se paró para marcharse, cogí mi billetera y le pasé unos cuantos miles de pesos.
—Ten … para compensarte un poco por los vestidos …
Mi ex cogió los billetes un poco turbada y tímida y los guardo en un bolsillo de su chaqueta.
—Gracias … emh … bien … ¡Ah!, te dije que nos mudaremos … no vendré por estos lados por algún tiempo … por el trabajo de él, ¿sabes? …
—Nos mantendremos en contacto por teléfono …
Dije sin ninguna inflexión en mi voz, la acompañe a la puerta y la saludé con un apretón de mano. Sin perdida de tiempo me fui directamente a la pieza de Calista, estaba sentada al escritorio donde hacía sus deberes escolares. Un sinnúmero de muñecas Barbie que había recibido en su infancia adornaban la mesa.
—¿Se ha ido, papá? …
—Así es, se ha ido …
Apenas termine mis dichos, ella se puso de pie y voló a mis brazos.
—¡Oh!, lo siento, papá … no quise meterte en dificultad … ¿Sospecho ella algo? …
—Sí, nenita … ella sospechó … pero yo le dije que eran solo sus celos de siempre … al final se calmó y hasta se disculpó …
—¿Deveras, papi? … entonces ahora estamos solitos …
—Solos tú y yo, cariño …
Nos besamos con largos besos con lengua, nos lamimos a voluntad y luego la tomé en brazos y me la llevé a mi dormitorio.
—¡¿Oh?! … ¡Papá! … ¡Ji-ji-ji … Ooohhh! …
Mi hija me echó sus brazos al cuello y reía sorprendida. La puse sobre la cama y ella inmediatamente adopto una posición a lo perrito, se tiró para arriba la falda para que viera su tanga negra. Con la boca entreabierta por la lujuria, calentura y deseo, mi hija me miró diciéndome:
—¡Papi! … terminemos lo que empezamos …
Calista tenía juntas sus piernas blancas como azucenas, me arrodillé detrás de ella y tire lentamente de su tanga, haciéndola bajar hasta sus muslos y luego a sus tobillos, sin objetar nada mi niña abrió las piernas mirando fijamente mi verga que ahora inflaba mis pantalones. Me los quité arrodillándome detrás de mi hermosa princesa. Acaricie su perfecto trasero blanquecino lechoso.
—¡Oooohhhh!, papi … me estoy mojando toda … que rico como me acaricias … te quiero dentro de mí, papi …
Los pezones de mi hija se habían erizado y sus gemidos aumentaban, arrodillado entre sus piernas comencé a pasear mi verga de arriba abajo, frotando mi pene duro como el mármol en medio de los labios rosados de su coño calvo
—¡Oh!, Calista … que bella que eres … tu belleza me excita y calienta …
Gemí empujando mi violáceo pene dentro su cuquita invadiendo centímetro a centímetro su rajita rosada, poco a poco mi verga entera desapareció dentro de ella.
—¡Oh!, papi … que rico me lo haces …
Gemía y gritaba mi pequeñita, teniéndola yo de sus caderas y embistiéndola con movimientos lentos y largos, mi polla se movía como un pistón dentro y fuera de su estrecho coño.
—¡Uy!, hija … ¡Que apretadita y que rica estas! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Gemí embistiéndola con fuerza, uno de mis dedos se inserto en su diminuto ano y ella también gimió.
—¡Mmmmmm! … ¡Ssssiiii! … papi … me estas volviendo loca … ¡Mmmmmm! … ¡Que rico! …
Mi hija estaba estirando una de sus piernas que temblaba completamente fuera de control mientras chillaba y gritaba, levantó su torso arqueando su espalda, aferré sus senos y restregué sus pezones, besé su cuello y mordí su lóbulo, empujando vigorosamente mi verga dentro su coño empapado.
—¡Ay!, hija … quiero tu culito … ahora … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Continué a meter mis dedos con mantequilla en su apretado hoyo defecador, saqué mi pene de su vagina y salió goteando de sus fluidos, estos servirán como lubricante adicional, pensé. Luego presenté mi glande ante ese pequeño ojete anal, mi hija se recuperaba de un orgasmo bestial y estaba como en un trance.
—¿Lo vas a meter en mi trasero, papi? … ¿Me vas a castigar, papi? …
—¡Sí!, pequeña … no te has sabido comportar y mereces una reprimenda … mi verga ensanchará tu hoyito cagón … te lo voy a agrandar a mi medida … relájate y menos sufrirás …
—¡Sí!, papi … ¡Sí! … ¡Sí! … ¡Sí! … ¡Castígame, papi! … ¡He sido una mala chica, papi! …
—¡Relájate! … ahora te lo estoy metiendo por el culo … recibe el castigo de papá …
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Mmmmmm! … ¡Ay! … ¡Mmmmmm! …
Gemí forzando mi verga dura y gruesa dentro de su pequeño trasero, ella gritó, pero no se movió con intención de escapar, por el contrario, meneaba su culo para permitir que mi pija se deslizase profundamente en su esfínter. Milímetro a milímetro mi verga horadaba su recto.
—¡Umh!, hija … estoy en tu culo con todo … tu ano es más estrecho que tu coño …
Mi pene estaba dentro de ella hasta mis cojones, ya no tenía nada más que meter, entonces comencé a bombear adentro y afuera, mi hija había abierto su boquita con sus ojos cerrados y sacaba su lengua humedeciendo sus labios.
—¡Oooohhhh!, papi … ¡Oooohhhh! … Páaaaa …
Me hija se había plegado empujando su ano contra mi verga y con un dedo jugaba con su coño que chorreaba fluidos por sus muslos, por pura excitación su legua se movía lascivamente.
—¡Tómalo todo! … ¡Es todo para ti, hija! … ¡Toh! … ¡Toh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Su culo me succionaba la verga como una ventosa, inicié un vigoroso bombeo y sentí que sus nalgas se movían haciendo contraer su esfínter en rítmicas chupadas a mi pene, mi hija con su culo era un prodigio.
—¡Ssssiiii! … ¡Ssssiiii!, papi … te siento dentro de mi guatita, papi …
Jadeaba y empujaba, no la pude retener y cayó hacia adelante afirmándose con sus manos en la cama, separó un poco sus rodillas y empujo enterrándose mi pija ella misma hasta el fondo
—¡Papi, no te corras en mi culo … por favor, papito … lléname con tu lechita … toda, papi … la quiero toda … pero en mi chocho, papi …
Su culo quedo redondeado por mi verga cuando se la saqué, rápidamente se cerró y yo lo introduje en su coño caliente y mojado.
—¡Sí!, mi bebé … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Toh! … ¡Toh! … ¡Tómala toda! …
—¡Sí!, papito … dame tu esperma … quiero que me embaraces … quiero que me des un bebé, papi …
—¡Toh! … ¡Toh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Chorros calientes repletos de espermatozoos salieron a nadar en el océano de flujos que mi hija generaba en su chocho, su coño rebosaba de semen fertilizante, su conchita generosa, acogedora y fértil venía rellenada de semillas. Mi hija ordeñaba mi semen directamente de mis bolas, era sublime estar impregnando a mi propia hija.
Rocié sus paredes vaginales con millones de luchadores que irían a la búsqueda del ovulo, preciosa meta que esconde mi hija en sus entrañas, también yo desarrollé un deseo repentino de preñar a mi hija. Hundí mi pene en su vagina, en lo más profundo, lo más cercano a su matriz, en las fronteras limítrofes de su útero, justo ahí comencé a descargar a mi ejercito conquistador, mis semillas, mi esperma fertilizante.
—¡Oh!, papi … te siento … dámela, papi … báñame con tu lechita … lléname toda, papi … ¡Oh!, me siento morir, papa … cógeme más fuerte … cógeme, papi … cógeme … asiii … ssssiiii …
Me llegaban a doler las bolas de tanto forzar la salida de mis chorros de semen, tenía las venas de mi cuello marcadas y mi pene palpitaba bombeando las últimas gotas de esperma. Mi hija temblaba bajo de mi con sus nalgas en el aire y su chocho abierto y dispuesto a acoger mi copiosa corrida, tenía su rostro escondido en la almohada y sus manos habían aferrado con fuerza las sabanas de la cama, gemía y gruñía como una felina, también ella era impactada por otro orgasmo exquisito, esplendido y demencial.
Puedo decir solo que quedé exhausto, sin fuerzas de nada, mi energía completa se la había inyectado en el chocho de mi pequeña, relajé mis brazos y piernas y me adormecí mientras mi verga resbalaba fuera de su conchita, ella tampoco se movió, solo jadeaba y respiraba con la boca abierta. Nos adormecimos juntos …
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