Carmen descubre al culpable del chocho desflorado de mis hermanas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Doña Adelaida, mujer joven aún era la mamá de Carmen.
También tenía otro hijo, varón de unos 18 años aunque por su condición parecía que tuviera menos.
Le había nacido según ella misma contaba, con aquella discapacidad que le hacía caminar con cierta dificultad.
Una de sus piernas no se había desarrollado totalmente, la tenía flácida y más delgada que la otra.
Los chicos de la vecindad rápidamente lo bautizaron con el apodo de dólar, porque subía y bajaba al caminar decían entre risas.
Ramón cómo se llamaba, era introvertido y era el fiel ayudante de su mamá.
Todos los días la acompañaba a su puesto de verduras que tenían en el mercado, es el hombre de la casa había confesado la buena señora en más de una ocasión que había conversado con mi madre.
Carmen aún seguía siendo la amiga cercana de Lily mi hermana, aunque después del suceso aquel cuando la vio orinando se mantenía un tanto alejada.
Talvez su instinto femenino la hacia sospechar de que el culpable del desflorado chocho de su amiga fuera uno de nosotros, quizás sospechara de mi, de mi hermano o hasta de nuestro padre.
Totalmente cierto aunque ella lo ignoraba, aunque talvez ya se lo hubiera confesado Lily y por eso su distanciamiento.
Una mañana de domingo mamá y Doña Carmen fueron a lavar ropa al nacimiento de agua natural, ese que estaba en la propiedad frente a la vecindad donde vivíamos.
Distaba unos 250 metros de nuestra casa, entre árboles de sombra y arbustos.
Nosotros la acompañábamos.
Más por hacerle compañía y cargar la ropa mojada cuando mamá terminaba.
También era buena ocasión para irnos a jugar al sexo entre los matorrales o mientras nos bañamos en una poza de agua estancada que se hacía arroyo abajo.
Aquel lugar en años anteriores había sido el único vertiente del vital líquido para la comunidad donde vivíamos, hoy era poco concurrido desde que se había instalado el agua potable.
Era un paraíso abandonado por culpa del desarrollo humano, talvez muy conveniente para el ecosistema, porque los árboles crecían frondosos y los animales vagaban libremente.
Cuando acompañábamos a mamá además de tener sexo entre nosotros también aprovechábamos para ir a recoger fruta o alguna planta comestible, incluso podíamos hacernos de algún crustáceo o pez pequeño que por obra y gracia de la naturaleza había ido a parar a nuestro propio Edén.
Sin embargo aquello era secundario.
Normalmente terminábamos follando.
No lejos de donde mamá lavaba, entre un espeso matorral de arbustos espinosos mis hermanos y yo habíamos improvisado una especie de casa según nosotros.
No era más que un espacio bien resguardado.
Lo habíamos limpiado de basura del suelo y amueblado con botes de leche como asientos y cajas de cartón desarmadas a modo de camas.
Era nuestra casa, nuestro escondite secreto, incluso habíamos llevado algunos trastos donde comíamos cuando se llegaba la hora del almuerzo y nuestra madre no había terminado de lavar.
Lily también había incluido un par de muñecas en el mobiliario, porque ella dejando de coger volvía a convertirse en niña.
Tendría yo 15 años cuando tuvimos la idea de construir aquel lugar, hoy tenía 17 y ciertamente era mayor para jugar a la casita, pero mis hermanas seguían considerándome el padre de sus hijos cuando jugaban al papa y mamá.
Cómo negarme si aquello me permitía darles polla y llenarles de leche su chochito.
A eso jugábamos ahora, si es que a aquella cogida se le podía llamar juego.
Carmen totalmente abierta debajo de mí recibiendo en cada culeada 17 centímetros, abrazada a mi cuerpo, jadeando sin dejar de mover sus caderas en busca de mi polla para una mejor penetración.
Su vulva regordete era una delicia húmeda que me hacía saber que cada chocho tenía un sabor diferente.
Todo había comenzado cuando mamá nos dijo que podíamos ir a bañarnos a la poza que estaba abajo.
Carmen nos acompaño, fue mamá quién convenció a Doña Adelaida para que su hija fuera con nosotros.
No es peligroso – le había dicho ante la duda de su amiga y ahora compañera de quehaceres domésticos.
Uno tras otro habíamos recorrido los casi 100 metros que había desde donde ellas se quedaban.
El agua estaba cristalina, fue Lily quien primero se quitó la ropa y quedando totalmente desnuda se metió a aquel remanso de agua que apenas le llegaba a la cintura, luego Beatriz mi otra hermana.
Primero se sacó el vestido de una pieza, luego se quitó los calzones para ir a acompañar a Lily con quién empezó a chapotear agua mientras invitaban a Carmen, quien dudosa se mantenía a la orilla.
Quizá en su mente todavía no pudiera digerir la idea de cómo aquellas niñas pudieran estar sin ropa frente a sus hermanos.
Supe que debía hacer algo y quizá mi hermano también lo penso, porque casi al mismo tiempo y de la manera más natural posible nos quitamos nuestros pantalones y camisas quedando únicamente en calzoncillos.
El bulto de nuestros pitos no pasó desapercibido en Carmen y si aquello le causó cierta sorpresa ver nuestras pollas al aire fue algo que talvez le haya hecho pensar en regresar a donde estaba su mamá.
Mi verga moviéndose de lado a lado parecía ser su centro de atención, aunque también miraba a mi hermano.
Por mi mente paso la idea de que estaba calculando cual de las dos sería la culpable de los chochos desflorados de nuestras hermanas, porque era obvio que se había percatado que tanto Beatriz como Lily presentaban los mismos síntomas.
– Ven – decían llamándola hacia donde ellas estaban.
Un movimiento de ajedrez fue la clave, sabiendo de su indecisión me fui unos metros arriba por donde bajaba la corriente del arroyo formando un chorro que caía a la poza.
Me coloque bajo y deje que agua cayera sobre mi cuerpo, primero de espaldas a ellas.
Luego me gire dejando que me vieran, el agua cayendo sobre mi, sobre mi polla.
Por un instante me sentí aquella estatua del parque donde el agua le sale del pito para luego caer a la pileta.
La estrategia debió funcionar, porque Carmen se sacó el vestido dejando ver su flaco cuerpo.
Se quedó en calzones, del tipo tanga, color blanco.
Apenas y tenía pechos, pero bajo aquella última prenda se le veía un bulto que me hizo pensar que debía tener toalla sanitaria, cuando su calzón salió no pudimos ocultar nuestra admiración por su carnoso pastelito, si es que a aquel chocho se le podía llamar pastelito.
Tenía una chulada de cuca que no estaba en proporción con su cuerpo.
Lily como siempre indiscreta no pudo callarse el comentario sobre el tamaño de la hinchada vulva de su amiga:
– Que gran cuca tienes – dijo entre asombrada y divertida.
Quizá en el fondo se estuviera vengando de cuando Carmen la había visto orinando y ella comento sobre lo desflorado que tenía el chocho.
Mi hermano a sus 14 no era del tipo que podía contener sus emociones, la verga se le paró sin que haya podido hacer nada al respecto.
Por mi parte, sabía que debía actuar con cautela.
Bajo aquel chorro de agua intenté mantener mi mente ocupada, mi polla parecía revelarse a mi intenciones, porque había empezado a engrosar y a ponerse dura.
Cómo si fuese lo más natural del mundo la tomé entre mis manos y la enjuague dejando que le cayera el agua directamente, aproveche ese momento para subir el cuero y dejarla totalmente pelada frente a las ya curiosas miradas de las tres féminas que nos acompañaban.
Por un instante los cinco guardamos silencio.
Carmen se adentro en el agua y junto con mis hermanas empezaron a chapotear, mi hermano más allá con su pito parado.
Quizá en su mente intentará adivinar cual debía ser el próximo paso en aquella inusual situación, fue la misma Lily quién rompió el hielo.
Ella fue a donde estaba él, se pegó a su cuerpo dejando sus caderas muy cerca a su polla.
Seguía chapoteando pero yo adivine que haría el siguiente movimiento en aquel ajedrez sexual y no me equivoqué.
Lily se giró y sin más tomo a mi hermano de la polla, lo halo hacia si y lo llevo unos pasos hacia abajo muy cerca de la orilla.
Carmen no perdía detalle, como no perdió detalle cuando Lily se agachó para empezar a chuparle el pito a su propio hermano.
Beatriz sonreía divertida ¿Te gusta follar? – le alcance a escuchar que le dijo a Carmen.
Le gustara o no, al parecer mis hermanas ya tenían decido lo que iba a suceder.
Beatriz también caminó hacia donde mi hermano de 14 tenía prendida a su hermanita de 12 en su polla.
Le estaba chupando los huevos y aquello parecía tenerlo en la gloria, con los ojos cerrados y su cara al cielo disfrutaba como un soberbio semental en aquel Edén improvisado.
La llegada de Beatriz hizo que por un momento abriera los ojos, la miro y haciéndole espacio entre las piernas, ahora eran sus dos hermanas las que se divertían chupándole aquel pene parado de no más de 14 centímetros.
El telón de los secretos había caído, Carmen lo sabía todo.
Lo estaba presenciando en primera fila y si al principio había dudado en quedarse ahora caminaba hasta quedar a unos pasos de donde estaban mis hermanos.
Beatriz le cedió lugar y lentamente se agachó hasta quedar junto a Lily.
Por un instante únicamente se limitó a mirar, estaba a centímetros y talvez mirar le resultara algo morboso.
Lily no dejaba de pasar la lengua por todo el rabo, lo sostenía por el tronco y mientras lo chupaba su mano se movía en una pequeña paja.
En sus ojos podía verse que indirectamente estaba invitando a su amiga a imitarla en lo que hacía.
Quizá así lo entendió Carmen, porque su boca se fue acercando hasta casi rosar el glande de mi hermano.
Desde donde yo estaba, no pude evitarlo y mi verga se reveló ante mis deseos, loca de excitación empezó a crecer sin importarle el agua fría que corría sobre ella.
Estaba empalmado, y así empalmado caminé hacia donde estaban mis perversos hermanos con Carmen.
Beatriz me vio y llegar, una mirada a mi pito fue suficiente para ella para saber lo que yo necesitaba.
Tomó mi tronco entre sus manos y me llevo hacia al borde de la poza, ahí golosa empezó chupármela como toda la experta que era.
Pude ver cuándo mi hermano puso a Lily a cuatro sosteniéndose de aquella roca que servía de presa al remanso del arroyo, Carmen junto a ellos fue testigo de cómo aquellos catorce centímetros desaparecieron a la primera embestida.
Creo que era ahora cuando por fin tenía la respuesta del porque lo tenía desflorado, debía suponer que no era la primera vez.
Porque una vagina una no se come una verga con tanta finalidad.
Debía estarle ganando el morbo, la expresión de su rostro había cambiado.
Sus ojos brillaban de una forma que no era usual en ella, por instantes miraba a Lily como si tuviera envidia.
También miraba a Beatriz, a mi.
Adivine que era el momento, sabía que era hoy o nunca, yo había visto sus ojos coquetos mirándome antes de ahora.
Dice Carmen que le gustas – había dicho Lily.
– Carmen ¿Quieres mamármela?
La pregunta fue tan directa que no tuvo tiempo de responder, con Beatriz de la mano caminé hasta donde estaba ella.
No pudo resistencia, se agachó hasta quedar con mi moco de elefante entre sus manos.
Lo palpo mientras lo veía fijamente.
Parecía como si estuviese calculando, talvez en su interior dedujera que tenía ante si al verdadero culpable de los desflorados chochos de mis hermanas.
Si llego a esa conclusión no dijo nada, agarrando mi verga por el tronco se metió el glande a la boca.
Su caliente cavidad era algo tan rico que me hizo levantar la cabeza hacia arriba.
Pude sentir las manos de Beatriz rodeándome por atrás, me acariciaba mientras aquella vecina se atragantaba con lo que a ella la había hecho feliz por años.
Incluso le ayudaba sosteniendo mi verga y luego se la daba o la golpeaba suavemente en sus mejillas.
– Vamos a la casa – dijo Beatriz.
Evidentemente Carmen era la única que no sabía a qué se refería mi hermana.
Mi hermano y Lily lo supieron en el acto, tanto que dejaron de follar y uno tras el otro salieron del agua.
Carmen confundida se limitó a imitarnos, tomamos nuestras ropas y con ella en las manos empezamos a subir por aquella resbaladiza vereda que llegaba hasta nuestra casa de campo.
Entramos entre arbustos hasta donde habíamos habilitado nuestra habitación.
Los cartones en el suelo debieron decirle a Carmen que aquello era el dormitorio o simplemente donde iba recibir verga.
Mi hermano y Lily empezaron donde se habían quedado, aunque ahora mi hermanita lo recibió de misionero.
El se acomodó entre sus piernas y otra vez la empaló hasta el fondo, la culeaba sin dejar nada fuera de su vagina, únicamente los huevos.
Beatriz guío a Carmen en lo que iba a hacer, una vez más aquella chica de 14 años quedó en cuclillas chupándome la polla mientras mi hermana atrás suyo le empujaba la cabeza como queriendo marcar hasta donde debía tragar.
Yo parado gozaba sintiendo la garganta de aquella mamadora un tanto inexperta.
¿Te la quieres comer? – le susurró al oído Beatriz.
Quizá dijo que si o talvez no, pero la misma Beatriz la apartó de mi polla.
Yo supe que debía acostarme de espaldas en el cartón que sobraba, nuestra otra cama.
Mi verga era una estaca esperando meterse en una vagina.
Esa vagina hoy sería una que jamás había probado, Beatriz al mando le indico a Carmen que se subiera sobre mi quedando en cuclillas, la cabeza de mi pene a escasos centímetros.
Pude verla, la vulva de nuestra vecinita era una sandía rajada, gorda y con aquella lengua saliendo entre sus labios vaginales.
Ciertamente no era proporcional a su delgado cuerpo.
Beatriz se había quedado atrás suyo, desnuda también y dejándome ver su chocho desflorado.
Ella misma tomo mi pene con sus manos y sádicamente se lo restregó a Carmen por toda la raja haciendo que está cerrara los ojos y hasta hiciera el intento de dejarse caer ensartándose de una buena vez pero Beatriz la detuvo.
Pude ver cómo se la ponía en la entrada y luego la empujaba hacia abajo aunque sin hacer mucha fuerza, la entrada fue perfecta.
De una sola vez 17 centímetros se hundieron en aquella vagina que era un horno, mi hermana debió gozarlo tanto como yo porque así acurrucada como estaba se frotó la cuca con tres dedos a la vez.
Se tocaba el clítoris con movimientos cortos mientras con la mano que le quedaba libre empujaba por las caderas a su vecina que ya empezaba a subir y bajar sobre mi polla.
Me culeaba, la culeaba.
Culeábamos los dos, Beatriz masturbándose.
Más allá, a unos metros Lily cogiendo con nuestro otro hermano.
Un poco más lejos, atrás de los arbustos y matorrales que nos servían de casa nuestras mamás lavando la ropa.
Muchas veces habíamos follado en aquel lugar, era nuestro juego secreto.
Sin embargo hoy y con Carmen algo era diferente, su vagina me hacía sentir algo que no había sentido antes.
Su manera de moverse, su calentura, sus gemidos y su cuerpo doblándose de gusto.
Mi verga le quedaba perfecta en su vulva grande, húmeda, caliente.
Su flaco cuerpo en lugar de considerarlo un defecto como lo hacían ver los chicos, para mí era algo que me resultaba cómodo porque podía sentir como mi polla le llegaba hasta donde debía llegarle.
Creo que ella sentía que también había encontrado su polla ideal o al menos una que si la hacia sentir sensaciones que la elevaban al éxtasis.
Nuestro polvo era exageradamente rico, su vagina era exageradamente rica.
Mi verga le entraba toda, la gozaba toda, su interior era un horno cayendo sobre mi.
Carmen gemía, yo gemía.
Sin importarnos lo que a nuestro alrededor pasaba, Beatriz masturbándose había pasado a segundo plano, nuestras mentes solo tenían espacio para gozar nuestro placer.
Yo quería acabar, Carmen quería acabar.
Cambiamos de posición sin decir nada, Carmen debajo de mí recibiendo mis 17 centímetros en su regordete chocho, fuertemente abrazada a mi.
Gimiendo, respirando como si le faltará el aire, su vagina en una ráfaga de espasmos, reseca por momentos, luego húmeda, apretándome el pito como si me ordenará, yo sé la metía en sendas embestidas sintiendo como llegaba hasta el fondo.
Terminamos, ella se derramó literalmente en charcos de líquido que me hizo sentir cosquillas en el pene.
Iba acabar adentro, pero en el último instante se la saque y de rodillas entre sus piernas me masturbe sobre su cuerpo.
Beatriz no dejaba de darse dedo y Lily mamándole el pito a mi hermano.
El semen saliéndole de su chocho, obvio que había terminado adentro suyo.
Sendos chorros de semen fueron a parar sobre Carmen, sobre su chocho, su panza y hasta sobre sus nacientes pechos.
En un arranque de éxtasis, Beatriz se acercó a recibir mi última leche.
Me la mano mientras se daba los últimos restregones en su chocho y acabar entre movimientos de contorsionista.
Se doblo de tal forma que su espalda se curvo a punto de quebrarse.
Todos habíamos terminado, desnudos aún escuchamos cuando Doña Adelaida llamaba a su hija creyéndola abajo bañándose en el remanso del arroyo.
– Carmen – grito un par de veces.
La llamaba como si su instinto de madre presintiera que allá abajo algo pasaba, aunque no era abajo, no era en remanso del río.
Era a menos de 50 metros de donde estaba, solo que oculto a sus ojos.
Salimos ya vestidos, los cinco como nos había visto ir.
Salimos por la otra entrada y vereda abajo fuimos a su encuentro.
Mamá y Doña Adelaida habían terminado de lavar, nos vieron llegar
– Carmen ¿Dónde andabas? Te estaba buscando para que me ayudes a llevar la ropa.
– Le dije – hablo mamá.
Estos chamacos no paran de andar de aquí para allá.
Doña Adelaida por un momento parecía no entender, para ella debíamos estar abajo.
– Es que fuimos hasta bien abajo y nos salía más fácil regresar por este lado – dije muy seguro.
Escuchar a alguien mayor, al de 17 quizá la convenció o quizá no.
Pero no dijo más, Carmen le ayudo a cargar la ropa, fue entonces que mamá se acercó a nuestra vecina y como si le quitará algo del cabello le limpio aquella gota de semen con sus dedos.
– Ayúdenme a cargar la ropa – dijo como si con ello quisiera dar por finalizado todo lo que hubiera sucedido.
Cómplice me miró, pude saber por el brillo en sus ojos que sabía que me había cogido a Carmen.
Seguiré contando ….
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