Carolina, mi hija. – Segunda Parte y final.
—¡Fóllame con esa cosa, tía! … ¡Métemela toda, por favor! … —¿Esa cosa? … ¿Te refieres a mi polla? ….
Angelina, la madre
Carolina, la hija
Beatriz, la tía de Carolina
Magaly, la esposa del pastor
Roberto, el pastor marido de Magaly
Emma, la hija de Magaly
La única tía que conocía Carolina era mi hermana Beatriz, por ende, su tía favorita. La otra tía era por parte de su padre, pero no llego a conocerla, de hecho, ni siquiera recordaba mucho a su padre. Beatriz era ocho años mayor que yo y nuestra relación no era de las mejores por razones de las que preferíamos no hablar.
La verdad es que hace unos siete años atrás, el marido de Beatriz tuvo un desliz conmigo, ella no pudo superarlo y se divorció unos meses después y se quedó sin marido, yo me quedé embarazada y di a luz a Carolina. Por lo que parece, Beatriz considera a Carolina la hija que nunca tuvo con su exmarido y yo sería solo la madre sustituta después de haber sido fecundada por el semen del que en ese entonces era su consorte.
Mi hermana, mejor dicho, la tía Beatriz, no era una visitante frecuente, pero Carolina siempre le hacía una fiesta enorme cuando nos visitaba, la abrazaba y la besaba, saltaba en sus brazos incluso antes de entrar a casa. Ella siempre lamentó el hecho de no haber tenido una hija propia. Cuando Carolina cumplió los seis años, la tía Beatriz organizó una fiestecita para celebrar tal evento en la piscina de nuestra casa, ese fue el mejor regalo que le pudo dar a su hermosa y joven sobrina.
Conociendo a mi hermana, no me tenía para nada tranquila que ella se instalara en casa casi por todo un día y con gente del vecindario a nuestro alrededor. Magaly y Emma estaba por supuesto entre los invitados. Sabiendo que Beatriz es agnóstica y que le tiene una animadversión a todo lo relacionado a la religión, le presenté a Magaly como la esposa de nuestro pastor adventista, así ella se mantendría alejada de toda persona relacionada con la religión, no las quería ver juntas.
Beatriz siempre se había considerado una buena observadora y excelente jueza de carácter. Por lo que empezó a tener una extraña y sospechosa sensación sobre esta esposa del pastor y su pequeña hija demasiado madura para su edad, que llego vestida con unos adherentes leggins que verdaderamente no dejaban duda de que ella era una chicuela, ya que su pequeño coño era evidenciado por la delgada tela que se apegaba como una segunda piel a sus labiecitos vaginales y se enterraban en su culito firme y redondo. Y que decir de su madre, ella vestía una blusa blanca ajustada y sin sujetador donde se evidenciaban sus prominentes pezones oscuros. Sus pantalones también de un pulcro blanco se ajustaban muy bien a su glúteos, no mostrando ninguna línea de ropa interior, podía suponerse que no vestía bragas. Era fácil deducir de quien había sacado el hermoso culo la hija.
Me inquietó el hecho de que Beatriz en vez de alejarse de mis vecinas, continuaba a acercarse a ellas más y más, religiosa o no, esposa de un ministro o no. La cosa es que Beatriz se había transformado en una solterona de treinta y cinco años que no follaba de quien sabes cuanto tiempo, que ya no le importaba, no le hacía falta, no lo extrañaba. Hasta ahora.
Probablemente quería una pija dura en cualquiera de los agujeros de su cuerpo. Imaginé a Magaly con un grueso consolador con correas, follando a mi hermanita, o masturbándola con el cepillo de dientes eléctrico, o tal vez con un grueso calabacín o pepino.
Carolina estaba en brazos a su tía saltando a caballito, su piernecita rozaba involuntariamente la entrepierna de ella y esto no ayudaba a disminuir los cachondos pensamientos de Beatriz. Puso su brazo alrededor de la niña para mantenerla quieta y así disminuir la calentura de su coño, lo que la hacía tener pensamientos y fantasías cachondas. Fue entonces que mi hija la beso en la boca. No fue un beso rápido y casual, sino uno muy poco infantil, mi pequeña metió su lengua entre los labios de su tía.
Los continuos saltitos de Carolina en su muslo habían causado que su falda se subiera lo suficiente como para sentir la humedad de su panocha. Una vez más Beatriz intento sujetar a la nena, pero todo era en vano. La pequeñita continuaba a moverse y restregar su rodilla en medio a las piernas de ella. No aguantó más y le dijo:
—Para, cariño … detente, por favor … alguien puede vernos …
—No me importa, tía … te amo …
—¡Oh mi vida! … yo también te amo … pero no podemos jugar así … no está bien aquí …
—¿Puedo hacerlo solo hasta que me corra, tía?
¡Correrse! ¿¿En que parte del mundo aprendería esa palabra una niña de solo seis años?? ¿¿Podría una niña de seis años correrse?? ¿¿Angelina se corría cuando jugaban en la niñez?? Ella tenía catorce años cuando su hermana tenía seis, trató desesperadamente de recordar si Angelina se corrió alguna vez jugando al caballito, solo ella podría haber enseñado a su hija tales perversiones.
¿Qué demonios estaba pasando aquí?, pensó Beatriz. Ella se negaba a retenerme a mi como culpable de que mi hija fuera ya adicta al sexo. ¿Y quien más podría ser? Entonces reparó en Magaly y ese pequeña zorra caliente de su hija de ocho años que parecía mucho más mayor de su poca edad. Probablemente su madre está detrás de todo esto. De pronto se sintió oprimida en medio a esa gente y le dijo a su sobrina:
—Cariño … ¿Por qué no nos ponemos nuestros trajes de baño y nos refrescamos un poco en la piscina? …
La chicuela estuvo de acuerdo y Beatriz se dirigió a mi dormitorio para cambiarse. Mientras se desnudaba, lamentó haber traído solo su conservador traje de baño de una pieza y no su sexy bikini con amarras de tiras para impresionar a la cachonda esposa del ministro. Aún así, le gusto lo que vio al espejo. El traje de baño dejaba muy bien en muestra sus largas piernas, con esa provocadora abertura que iniciaba en sus caderas, el escote bastante generoso realzaba sus exuberantes senos 36D, ordenó la franja de tela que cubría su coño depilado y se dio por satisfecha al ver sus redondas y firmes nalgas cubiertas a mitad por la tela adherente. ¿Por qué con este delicioso cuerpo no puedo encontrar un hombre o una mujer que pudiera hacerme feliz?, pensó entusiasta.
Cuando salió del dormitorio se encontró con mi hija Carolina que cuchicheaba algo a Emma, ambas pequeñas estaban en trajes de baños de dos piezas, se fijo que la hija del pastor vestía un traje muy parecido a su bikini con amarras de tiras a los lados y observó que al igual que el suyo, la parte trasera no cubría las redondas nalgas de la pequeña. Tomó la mano de Carolina y se dirigieron a la piscina.
—¿Estamos listas chicas? …
—Sí, tía … pero vámonos al extremo de allá … no se nadar todavía y es menos profundo allí …
Era justo lo que Beatriz quería, estar en la parte más alejada de la casa y la menos profunda. Mi hermanita se sentó en el fondo de la alberca y sentó a mi hija en su regazo, paso su brazo alrededor de la cintura de Carolina y apoyo su barbilla en el hombro de la chica para susurrar en su oído:
—Tía Beatriz te ama cariño, ¿lo sabes? …
—¡A-há! … y yo también te amo, tía …
—Y qué hay de tú amiga Emma … ¿También la amas a ella? …
—Sí … pero te amo más a ti …
—¿Emma hace que te corras? …
Le pregunto desplazando su mano derecha sobre el muslo de Carolina.
—No puedo decirte nada sobre eso, tía …
—¿Cómo? … ¿Por qué no puedes decirme nada? … ¿Alguien te dijo de no decirme nada? …
—No puedo decir nada de eso, tía …
“No puedo decir nada de eso” era una reveladora respuesta, obviamente significaba que sí, pero ¿quién le dijo que no lo dijera? ¿Quién podría influir en la mente de un niño para que no dijera ciertas cosas? Probablemente su madre sabía lo que estaba pasando y le dijo de no decir nada. Inmediatamente Beatriz sacó sus conclusiones y me retuvo a mí como responsable de lo que le estaba sucediendo a Carolina.
Mientras cavilaba sobre lo que le había dicho su sobrina, no había dejado de mover su mano lenta y suavemente desde el muslo de la niña hasta su entrepierna.
—¡Hmmmm! … ¿Qué tenemos aquí, nenita? …
—Mi coño, tía …
“Coño”, esta palabra es usada mayormente por adultos, la mayoría de los niños la llaman “pipi”, pensó Beatriz.
—¿Qué otro nombre le das? …
—Chocho … panocha … y mamá sabe muchos nombres más …
—A mi la que más me gusta es … “Conchita” …
—¡Uy!, a la tía Magaly le encanta ese nombre … dice que concha es una palabra de niña grande … pero yo no me sé todos los nombres, tía …
—Bueno … ya crecerás y te aprenderás todos esos nombres …
—Pero yo tengo seis años, tía … ya sé lo que es un orgasmo … mamá dijo que era una niña grande …
—Lo eres, tesoro … lo eres …
Así diciendo, Beatriz deslizó su mano al borde de la cinturilla del traje de baño de mi hija y luego más abajo hasta encontrar los suaves labiecitos de su panocha que se escondían en medio a sus suaves muslos. Cuando mi hermana alcanzó el clítoris de Carolina, esta dio un ligero respingo y separó sus piernecitas para darle mejor acceso a su tía de su panocha:
—¿Vas a hacer que me corra, tía? …
—¿Quieres que lo haga, cariño? …
—¡A-há! … me gusta mucho, tía …
El dedo medio de mi hermana entró en contacto con los delicados pliegues que cubren el clítoris de la pequeña y se sorprendió del tamaño, seguramente ya estaba bastante excitada. Empezó a acariciar tiernamente el pequeño botón:
—¿Se siente bien eso, querida? …
—¡A-há! … ¡A-há! … ¡A-há! …
Gimió Carolina empujando su pelvis contra el dedo de su tía con cada “A-há”.
—Tranquila, bebé … podría haber alguien mirando …
—No me importa …
—Tú madre podría vernos, tesoro …
—No me importa …
Y a este punto tampoco a ella le importaba. Ahora ella estaba masturbando a la hija de la mujer que se folló a su marido. La hija que ella amaba mucho. Beatriz movió su dedo más abajo y se deslizó más allá del himen desgarrado de la nena. Lo empujó aún más profundo por las lisas paredes del coño de Carolina, entró en contacto con el cuello uterino de la chica y este de reflejo se contrajo cuando sintió la intrusión del dedo de su tía.
Carolina comenzó a jadear como una mujer que va a dar a luz sintiendo los estímulos de su útero, su amada tía la follaba profundamente con su dedo. En algún modo era diferente a cuando lo hacía yo o Magaly; esta era la tía Beatriz y era toda suya. Conmigo o los demás era sexo excitante, pero con ella, venía añadido el amor que sentía por su amada tía Beatriz.
Beatriz presentía que Carolina estaba próxima al orgasmo y comenzó a controlar su actividad, su mano libre se movió a su propio chocho, sintió la tensión acumularse en su bajo vientre e involuntariamente sus caderas comenzaron un moto perpetuo buscando sincronizar su orgasmo con el de mi pequeña hija y cruzar ese umbral erótico de la mano con su hermosa sobrinita. Susurrándole palabras de amor y afecto, diciéndole lo bella que era y lo grande que era, Beatriz sostuvo el cuerpecito vibrante de la pequeña que se corría convulsionando en sus brazos, lo que provocó que poderosas ondas orgásmicas remecieran su propio cuerpo y se vino junto a mi hija.
Exhaustas las dos mujeres se quedaron estrechando sus cuerpos esperando recuperarse de las placenteras olas de lujuria que habían hecho estremecer sus cuerpos, luego de eso Beatriz regresó a la casa y me buscó:
—¡Angelina! … tenemos que hablar …
Había visto a mi hermana con mi hija al final de la piscina y mi corazón se agitó pensando de que cosas le habrá dicho mi hija, traté de parecer lo más tranquila y dije:
—Dime … ¿Qué quieres? …
—No aquí … acompáñame a cambiarme …
Me dio una mano y me ayudó a alzarme de mi tumbona. Magaly me miró inquisitivamente, así que me encogí de hombros y le dije:
—No sé que querrá … pero no tardaré …
Una vez que estuvimos a solas mi hermana y yo, ella me espetó:
—Quiero llevarme a Carolina por el fin de semana …
—¿Para qué? …
—¿Cómo que “para qué”? … es mi sobrina, ¿no? … y me gustaría pasar un tiempo con ella …
—¿Acaso quieres interrogarla y sonsacarle lo que pasa en mi vida? …
—No seas idiota … me importa un carajo lo que pasa en tu vida … pero ella es mi sobrina y me gustaría estar un tiempo con ella …
—Magaly y yo teníamos planes con las chicas para este fin de semana …
—¡No seas cabrona! … yo soy su tía y ellos no son nada … ¿o está pasando algo entre ustedes que yo no sé? …
—¡No pasa nada! … y bueno … supongo que no estará de más si te la llevas por un fin de semana … pero ella tiene que estar en casa a tiempo par asistir al colegio el lunes …
—¡Oh! … gracias, hermanita … y no te preocupes que la traeré a tiempo para la escuela … lamento haberte llamado “idiota” …
—Bueno … otras veces me has llamado peor …
—¡Oh!, sí … bueno … perdóname también por esas veces …
Se volvió hacia mí y medio un apretado abrazo, pude sentir en mi piel su traje de baño mojado, le di un beso de hermana en sus labios y le dije:
—Entonces … ¿me perdonas también por haber follado con tu ex? …
—Estás perdonada, hermanita …
Dijo estrechándome aún más y besando mis labios con un beso no tan de hermanas, acepté su lenga y devolví su apasionado beso, me sorprendió y confundió un poco:
—Creo que te deberías quitar ese traje de baño mojado …
—¿Y luego qué? … ¿Quieres qué follemos como cuando tenías la edad de tu hija? …
—¿Quieres?
—Tienes una casa llena de gente y una amiga que te está esperando … quizás la próxima vez …
Mientras me dirigía a la puerta, Beatriz se quitó su traje de baño y pude vislumbrar sus hermosos y grandes senos, plenos y duros, pensé que la próxima vez no me iba a dejar pasar la oportunidad.
Regresé al jardín casi una hora después, donde una impaciente Magaly me recibió mirándome interrogativamente:
—¿Por qué te tomaste tanto tiempo? …
Preguntó ella sospechosamente.
—Por nada … sucede que Beatriz se va a llevar a Carolina por el fin de semana y tuve que preparar una valija con la ropa de mi hija …
—¡Oh, vamos! … no nací ayer …
Me dijo molesta, luego recogió la toalla, tomó de la mano a Emma y se fue a su casa. Muy luego todos los invitados también se fueron y mi hija junto a su tía, tomaron un taxi y se fueron a casa de ella, nos quedamos solos yo y Jacky.
***
En su casa Beatriz organizó un lugar para Carolina en su cama, la acarició y beso mientras la desnudaba hasta que la niña respondió a sus caricias, lamió los pezones de su pecho liso y separó los muslos para estimular la diminuta panochita de ella, luego sacó de su armario el arnés con correas donde montar uno de sus dildos, los puso de mayor a menor sobre el edredón mientras Carolina la observaba atentamente. Había uno negro de más de treinta centímetros, grueso como el antebrazo de la niña. Uno rojo de gel, tan grueso como el negro, pero solo de unos veinte centímetros, después venían otros dos más pequeños y delgados, pero Beatriz estaba montando en su arnés un dildo de unos quince centímetros y grueso como su dedo pulgar, viendo la curiosidad con que la pequeña observaba los juguetes, le preguntó:
—¿Mami también tiene algunos como estos? …
—¡Noooo! …
Respondió Carolina un poco apresuradamente, pensando que su tía le estaba sonsacando información y ella no quería revelar otro secreto.
—¿Te gustaría que tía Beatriz te enseñara cómo jugar con estos juguetes? …
—¿Dolerá?
Preguntó mi hija, haciéndole comprender a la tía Beatriz que ella ya tenía una idea de donde y como se usaban estos juguetes.
—Tal vez solo un poquito al principio, cariño … sabes que nunca te lastimaría, ¿verdad? …
—Lo sé, tía … ¡Vale, probemos! …
La tía colocó a la niña al borde de la cama, las nalgas en el aire, la cabeza y los hombros sobre la cama. Luego untó su dedo índice derecho y lo apoyó en su estrecho ano procediendo a penetrarla en un mete y saca para lubricar su estrecho canal anal. El esfínter de Carolina cobró vida aprisionando su dedo que se movía con cierta lentitud dentro y fuera, se expandía y contraía, luego acercó la punta delgada del dildo y empujó suavemente, girando el consolador un poco a uno y otro lado mientras se adentraba más y más penetrando el estrecho agujero de la chicuela.
Mientras el consolador entraba y salía del estrecho culito de Carolina, esta se aferró con fuerzas a las sábanas y comenzó a emitir unos vagidos junto a gemidos.
—¿Te duele, bebé? …
—¡A-há! … pero solo un poquito, tía …
—¿Quieres más? …
—¡A-há! … ¡A-há! … mételo todo, tía …
El delgado dildo ya había superado el estrecho anillo anal y se adentró en el recto de la chica. Beatriz empujó firmemente, pero lento, hasta que los quince centímetros del juguete estuvieron dentro del estrecho culo de Carolina.
—¡Uhmmmm! … ¡Uuhffff! …
Chilló Carolina cuando sintió que sus nalgas tocaban la tibia piel de su tía, tenía todo el juguete dentro de ella. Tía Beatriz metió la mano entre sus piernas y comenzó a jugar con su clítoris. Carolina inició a mecerse atrás y adelante engullendo toda la longitud de la pija de gel en sus entrañas; gruñía y gemía al ritmo de su balanceo que horadaba su ano. De repente, la chicuela literalmente mojó los dedos de su tía mientras se derrumbaba boca abajo sobre la cama, ronroneaba como una gatita con dulces gemidos con su culito extra lleno de verga de goma. Beatriz se llevó los dedos a la boca y saboreó los dulces jugos del coño de su sobrina, esto confirmaba que una chica de seis años sí podía correrse y eyacular. La tía la volteó y se arrodilló a beber los fluidos de la niña, la cual después de unos minutos volvió a estremecerse y soltar unos chorritos débiles directamente en su boca.
Beatriz miró tiernamente a su sobrina que masajeaba su pecho liso como si tuviera tetitas, era el amor de su vida, la hija que siempre había deseado que fuera suya. Amaba a esta niña más de lo que jamás había amado a ningún otro ser y, ella había tenido un montón de experiencias en su vida.
Tía Beatriz se desnudó y se subió a la cama junto a su sobrina; la sostuvo sobre su torso desnudo, la abrazó y la besó, luego dirigió su enorme teta a la boca de la niña y ésta automáticamente comenzó a chupar su pezón, mamando como una bebé. Su mano ya se había movido a sobajear lentamente su panocha mojada y lentamente se subió a la cresta de su potentísimo orgasmo.
Realmente no había planeado todo esto, pero sucedió así en su sexto cumpleaños, fue natural sin ir contra los deseos de la chiquilla, sin violencia, consentido por ambas. Lo único que la tenía un poco acongojada, era no haber usado el consolador más grueso, al parecer el culito de su dulce sobrina era bastante elástico.
Lo labios de Carolina succionaban ardientemente su teta, pensó cómo hubiera sido bello poder hacer que la chicuela mamara una verdadera porción de leche de su duro pezón. Recordó de una planta medicinal que inducía la producción de leche y se prometió probarla para poder lactar.
Beatriz recordó de los dichos de mi hija en referencia a sus experiencias sexuales. Estaba segura de que su querida sobrinita jugaba juegos de adultos con la pequeña Emma. Pero no encontraba creíble que yo pudiera haber tenido sexo con mi hija. Después estaba esa Magaly. ¿Qué rol jugaba ella en toda esta historia? Supuso correctamente que Magaly y yo follábamos, y pensó, quizás si su marido estaba al tanto de tener una puta caliente por esposa.
Muy sutilmente, Beatriz interrogó a Carolina logrando enterarse de que tanto Jacky como Emma habían lamido el coño de Carolina, pero no había logrado obtener información alguna sobre Magaly y yo, tampoco supo que Jacky también me había follado varias veces en un día. También le quedó claro que las nenitas tenían variados juegos de masturbación entre ellas.
Mi hermana quiso saber si Carolina sabía lo que significaba “Follar”, la pequeña respondió que Emma decía eso cuando le lamía el coño. Sabía que el único que tenía polla era Jacky, el perro, pero jamás había visto la pija de un hombre, ni tampoco sabía lo que éste hacía con la suya, ni siquiera estaba segura de su real apariencia.
Beatriz trato de enseñar a la niña algunos conceptos de educación sexual. Le explico de donde vienen los niños y como hacen los padres para crear un hijo. Tomó uno de sus dildos bastante realístico y le explico que tanto los niños como los mayores tienen un pene y cuando ese pene penetra el coño de una chica para hacer un bebé, eso se llama follar.
—¡Tía! … ¡Tía! … Ahora que soy una niña grande, quiero follar … ¿Podrías enseñarme cono se hace para follar con un pene de niño? …
—¿Quieres hacerlo ahora? …
—Sí, tía … sí, por favor … di que sí, ¿ya? …
—Te puede doler …
—No me importa, tía … además, tú dijiste que solo un poquito …
Beatriz se la quedó mirando enternecida y excitada a la vez, era lo que ella había querido hacer desde hace tanto tiempo, y ahora su sobrinita se lo imploraba de hacérselo. Con bastante cuidado eligió el consolador de dieciocho centímetros, no por su longitud, sino por ser de los más delgados, lo montó en su arnés de correas, hizo que la chicuela lo mamara un poco, Carolina se rio del aspecto del falo ficticio, pero lo chupó lo mejor que pudo, el sabor y la textura era diferente al de Jacky, ella y Emma habían chupado más de una vez la roja y puntiaguda polla de Jacky.
Beatriz levantó en vilo a su sobrinita, untó un poco de lubricante en el falo de gel y abriendo las nalguitas de la niña, la fue bajando lentamente sobre la verga de gel. Carolina emitió un grito cuando el artilugio penetro su pequeño coño, rompiendo los restos de su rasgado himen, era su primer pene. La tía la tenía tomada de sus glúteos y la subía y la bajaba sobre la verga que poco a poco se fue adentrando en su apretada concha. La folló en esa posición de pie por unos cinco minutos, luego la recostó boca arriba en su cama.
Se deshizo de las correas y aferró el dildo negro, se subió sobre el lecho montándose a horcajadas entre las piernecitas de mi hija, colocó la polla de goma en la convergencia de sus muslos, a la entrada de su coño y dijo a Carolina:
—Carolina … quiero que mires lo que hace tía Beatriz … así sabrás cómo hare a follar tu coño … porque quieres que te folle, ¿verdad? …
—¡A-há! …
Respondió mi hija, pero no estaba muy segura de lo que quería. Le encantaba que le lamieran y besaran ahí abajo. Adoraba cuando le metían los dedos dentro de ella y le hacían sentir tantas cosas deliciosas. Pero ¿esa cosa negra de goma? ¿Tan grande? Bueno, si a la tía Beatriz le gustaba, entonces no debería ser nada de mal. Ella hacía cosas de grande. Y ahora que ella tenía seis años podía y quería actuar como una niña grande.
Los ojos de Carolina se abrieron al máximo cuando vio esa enorme cosa deslizándose en el coño de su amada tía, ella se bajaba lentamente sobre ese gigantesco pene y gemía, luego se levantaba hasta casi hacerlo salir de su abusada panocha y se dejaba caer chillando y tirando de sus grandes tetas. Tía Beatriz estaba como en un trance y la nenita la miraba hipnotizada viendo esa polla enorme que a veces desaparecía casi por completo en su panocha para luego salir bañada y brillante con los fluidos de su tía. La enorme pija estaba empapada totalmente con sus copiosos jugos.
Tía Beatriz jugaba con sus enormes tetas, tiraba sus pezones, los pellizcaba, los envolvía en sus brazos para luego alzar sus brazos al cielo y dejarlos caer como enormes melones, al tiempo que el grueso falo se enterraba en su conchita y ella gritaba, chillaba, maldecía, se reía a carcajadas y a ratos sollozaba gozando de la enorme verga que ensanchaba su coño sin descanso. Carolina comenzó a desear una polla gigante en su coño liliputiense. Si la tía Beatriz gozaba de esa manera debería ser una cosa deliciosa. La tía estaba con los ojos cerrados y su cuerpo comenzaba a estremecerse, Carolina pensó que estaba por correrse y se acercó a su tía para ver de cerca como el pene gigante penetraba su coño depilado. No pudo resistirse y estiró su manito hasta tocar los inflamados y empapados labios del coño de su tía, toco el clítoris erecto de ella y comprobó que su orgasmo estaba cerca. Tía Beatriz abrió sus ojos y vio a la nenita tocando su panocha, inmediatamente le vino a la cabeza una idea:
—¿Quieres follar a tía Beatriz, cariño? … ¿Quieres correrte junto a mí, querida? …
Acto seguido, se recostó de espalda sobre la cama y puso la mano de Carolina en el grueso consolador:
—Fóllame, pequeña … folla a tía Bea … quiero que me hagas sentir rico, tesoro …
Carolina en principio no sabía cómo hacerlo, pero comenzó el mete-saca rítmico e intenso, arrancando gemidos de lujuria en su tía y supo entonces de que lo estaba haciendo bien. Beatriz se dedicó a estimular sus senos y gozar de las placenteras sensaciones que le procuraba la inmensa verga de goma y las manitas de Carolina que magreaban sus inflamados labios y rozaban su clítoris que estaba a punto de explotar. Mientras se movía y contorsionaba sobre la cama, su mano alcanzó uno de los consoladores, instintivamente lo tomó y abrió los ojos viendo a su sobrinita acuclillada a su lado mientras follaba su coño, sin siquiera pensarlo puso una mano bajo sus nalgas y la levantó hasta colocarla sobre su pecho, luego la tiro sobre su rostro y comenzó a lamer su pequeña grieta, húmeda y ardiente, su lengua iba de su panocha a su pequeño ano enrojecido después de haber sido follado por primera vez, mojó el dildo en su boca y luego comenzó a pasearlo por el agujerito anal de la nena, Carolina le dio a entender lo que hacer al empujar su culito diminuto contra la verga de gel, Beatriz empujó suavemente y la pija ficticia penetro el anillo anal de la chicuela, por instantes Carolina gimió a alta voz, arqueó su espalda y empujo más hacia atrás, haciendo que la polla la penetrara profundamente. Beatriz procedió a follar el apretado culo de su sobrinita, mientras devoraba ardorosamente su panocha, la nena se volvió loca empujando y dando pequeños brincos y respingos, apretó sus glúteos en espasmódicas contracciones y Beatriz volvió a saborear los fluidos agridulces de la nena al correrse en su boca. Beatriz no logro contener su propio orgasmo y resoplando bestialmente, se corrió apretando sus muslos y encrespando sus pies en forma lujuriosa. Ambas mujeres se quedaron sin fuerzas con su coños colmados de pijas de goma.
La noche transcurrió placida y tranquila, Beatriz envolvió a su sobrina en sus brazos y durmieron por horas. Cerca de las seis de la mañana, Beatriz se despertó sintiendo la succión de sus pezones por la apretada boca de su sobrina que asemejaba a bombas de vacío. Sus areolas estaban mojadas y sus pezones ya endurecidos por la estimulación, las manos de la pequeñas aferraban su teta, amasándola y apretándola, intentando de sacar leche de su tía, Beatriz puso una maternal mano sobre los cabellos de la nenita y esta supo que su tía se había despertado:
—¿Me vas a follar ahora, tía? …
—¿No te gustaría que desayunáramos primero, cariño? …
—Tía, quiero follar … folla mi coño, tía …
Escuchar a su sobrinita decir las palabras “coño” y “follar”, encendió la lujuria de Beatriz y preguntó:
—¿Quieres que te folle el coño o el culo, querida? …
—Fóllame los dos, tía …
—¿Los dos qué? …
Preguntó, queriendo escuchar otra vez de los labios de mi hija esas adorables palabras:
—Mí coño y mí culo, tía …
—¡Oh!, entonces … te gusta que te la den por el culo, ¿eh? …
—¡A-há! … me dolió un poquito al principio … pero después se sintió rico, tía …
Beatriz tomo el consolador de doce centímetros par colocarlo en su arnés y follar con eso a Carolina, pero la pequeña tenía otras ideas:
—Quiero ese …
Y apuntó al enorme consolador de veinte centímetros, Beatriz con voz preocupada dijo:
—¡Oh!, cariño … ese es demasiado grande … temo que pueda lastimar tu lindo y pequeño coño …
—Tía … yo lo puedo preparar y hacerlo mejor para mí … dámelo y lo lameré para dejarlo más suave …
—Yo lo haré …
Dijo Beatriz y procedió a ensalivar el enorme dildo. Volvió a subirse a la cama, esta vez en medio de la piernas de Carolina. La chica ansiaba que Beatriz le hiciera sentir esa polla:
—Está bien, tía … pero date prisa …
Tía Beatriz movió la cabeza entre los muslos de Carolina, uso ambos pulgares para abrir los labios del estrecho chocho de la pequeña, vio que estaba abundantemente mojado, miro esa protuberancia en el pequeño montículo envuelto en delicados pliegues y los hizo descender descubriendo su sensible clítoris; se percató del himen desgarrado y con sus dedos comprobó la elasticidad del agujerito y supuso que era capaz de albergar objetos de dimensiones mayores.
Beatriz besó los alrededores de la pequeña vagina. Movió su lengua juguetonamente dentro y fuera del sexo de la chicuela, luego lamió el clítoris que se había engrandecido inusitadamente rápido, lo sobajeó con sus dedos y vio que la niña respondía con gemidos y arqueos de su espalda. Carolina daba golpecitos sobre el edredón e intentaba mover sus caderas, sacudía su cabeza de lado a lado y mordía su labio inferior para acallar sus chillidos.
La tía sintió que esos pequeños labiecitos se agrandaban, hinchaban y expandían, enrojecidos con excitación y lujuria. Decidió detenerse, no quería que la niña se corriera antes de penetrarla con el grueso consolador. Arrodillada entre sus piernas, apuntó la gruesa cabeza del dildo en el pequeño agujerito y se fue inclinando poco a poco. Lamió la barbilla y los labios de la chica antes de besarla, Carolina se aferró a su cuello estrechándola a sí. El enorme dildo presionaba la entrada de la vagina de la chicuela.
—¿Qué quieres? …
Susurro Beatriz al oído de la pequeña que la tironeaba contra su párvulo cuerpecito:
—¡Fóllame con esa cosa, tía! … ¡Métemela toda, por favor! …
—¿Esa cosa? … ¿Te refieres a mi polla? …
—¡A-há! … sí, tía … por favor … fóllame con tu polla como si fuera una niña grande …
—Si quieres mi polla … guíala dentro de tu coño …
Carolina metió la mano entre sus piernas y aferró la polla ficticia, la apunto a su estrecha panochita y dijo:
—Empuja, tía … fóllame con tu bendita polla … ¡hazlo ya! …
Lenta y suavemente, tía Beatriz fue introduciendo la cabezota del consolador, hubiera deseado en ese momento tener una verga de verdad para poder sentir la estrechez del coño de la niña. Sin pausa se fue inclinando en sus codos deslizando el consolador dentro de su sobrina, mirando las muecas y gestos expresivos del rostro de la pequeña.
—¿Te duele, bebé? …
—¡A-há!, un poquito! … pero no te vayas a detener, tía …
Dijo la niña pasando sus bracitos por la espalda de Beatriz para asegurarse de que esta no se fuera a retirar.
Cuando Beatriz se percató de que el dildo había entrado hasta poco más de la mitad, supuso haber llegado al fórnix, muy cerca del útero de la muchacha; le dio un apasionado beso y la chica se estremeció debajo de ella terriblemente excitada. Entonces comenzó a follarla verdaderamente como a una niña grande.
***
Carolina volvió a casa el lunes por la mañana a tiempo para asistir al colegio. A la entrada de la casa estaba su madre, Magaly y Emma. Aparentemente ellas habían pasado la noche con su madre. Emma se acercó a ella y le dio un ardoroso beso, entonces Carolina le susurró al oído:
—Estas besando a una niña grande, follada por una gran polla …
FIN
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Me encantan tus relatos, sigue así eres de mis preferidas.
Igual Carolina sigue siendo mi chica favorita y tambien honores para su santa madre que la lleva por el buen camino del placer..A veces se siento algo desconectado el relato, falta una real continuidad en el.4 estrellas de calificacion
Espectaculares relatos.
Que ganas de leer más experiencia de esa niña.
Muchas felicidades y esperando orginas de Carolina y Emma con sus madres y tías.