Carolina y su familia. – Sexta Parte.
¿Me había convertido en lesbiana? ¿Estaba bien lo que hicimos mi madre y yo? ¿Me estaba enamorando de mi madre? Estaba confundida. .
Bueno, la caja de Pandora se había abierto. Mamá también había jugado con la pija del abuelo y quien sabe que otras cosas más hizo con él. Ahora me había permitido de masturbar a Alberto y que el eyaculara espléndidamente sobre nosotras, sentí el tibio líquido empalagoso de su semen sobre mis senos y mamá recogió parte de eso y se lo llevó a sus labios ¿Qué más excitantes de eso puede haber?
Alberto siendo un presuntuoso, le encantaba caminar desnudo delante de nosotras, se paseaba tranquilamente con su pija a veces pendiendo y balanceándose de aquí para allá, y otras veces con ella gloriosamente erecta desafiando a la fuerza gravitacional. Tanto yo como mamá disfrutábamos de ese espectáculo diario. Si me encontraba en el cuarto de baño, él sin dudarlo se colocaba detrás de mí haciéndome sentir su monumental polla entre mis glúteos o directamente entre mis piernas, haciendo asomar su cabezota hinchada por delante de mí, como si yo tuviera un pene gordo y cortito, yo me mojaba entera, pero no se lo hacía saber, porque corría el peligro de que después no sabría como detenerlo. Él sabía muy bien que yo no llevaba bragas debajo de mi camisón y le encantaba sentir su polla sobre mí piel desnuda, tibia y a veces mojada.
Con mamá hacía lo mismo. Regularmente la abrazaba y apoyaba su pene en su vientre, se alzaba a punta de pies para hacer encajar su polla entre sus senos, mamá lo consentía agarrando sus tetas y aprisionando su verga entre ellas, después plegando sus rodillas se movía arriba y abajo masturbándolo con sus senos voluminosos, los dos muertos de la risa. A lo máximo, mamá le daba un par de palmaditas en su trasero a modo de castigo. Sentí que era solo cuestión de tiempo para que cruzaran el último limite.
Después de esa vez de intimidad en el cuarto de mamá, Alberto y yo tuvimos otra conversación en la habitación de él. Ahora que sabía que mamá con nuestro abuelo habían hecho cosas, se había obsesionado con hacer cosas conmigo. Dijo que era obvio que el abuelo se había follado a nuestra madre. Yo infructuosamente traté de defenderla, pero en fondo yo también estaba convencida de que entre ella y su padre habían hecho muchísimas cosas cachondas. Me dijo que ahora tenía la suficiente experiencia como para darme un potentísimo orgasmo, yo lo puse en duda y lo dejé fantaseando solo, pero me anduve estremeciendo y la humedad de mis bragas, confirmada que no habían sido nulas sus palabras, a mi también me intrigaba y excitaba.
El miércoles siguiente era festivo. Mamá dijo que ella tenía que trabajar de todos modos y la convencimos de que estaríamos bien y sabríamos comportarnos.
Esa mañana dormimos hasta tarde. Alberto llamó a mi puerta como a eso de la diez. Yo estaba despierta y pensando en que ocupar el día. Pero él ya tenía planes, para mi sorpresa entró vestido con boxers y se sentó al borde de mi cama. Comenzó con explicarme su plan:
—Escúchame Carolina … tenemos toda la tarde solo para nosotros … ¿Qué te parece si tú y yo pasamos un buen rato juntitos? …
Me reí con sus palabras, le había copiado a mamá:
—Un rato … ¿Cómo? … ¿Qué quieres decir exactamente, explícate? …
—Bueno, como ya es de tú conocimiento … mamá me enseñó muchas cosas … y ahora sé cómo darle a una mujer un potentísimo orgasmo … y quisiera probártelo …
—Haber … ¿Qué has aprendido con mamá? … ¿Cuál sería tu primera acción para hacerme probar eso que dices? …
Me miró algo irrequieto y mal humorado, pero no se dejó amilanar:
—Bueno … primero que tu coño se mojase …
—No mi amigo … respuesta equivocada … lo primero que tienes que lograr es que a la mujer que quieres complacer, esté de buen humor y con ganas … ahora mismo yo no estoy ni de buen humor ni tampoco tengo ganas … puede que te sorprendas porque estoy casi siempre cachonda … pero en este momento mi necesidad de sexo es nula … cero … nada … Quien sabe si más tarde … pero no ahora …
—¿Y si hago el Stripper y me desnudo para ti? …
—¿Sabes qué? … puedes intentar ponerme de buen humor y si lo consigues, solo entonces puedes intentar acercarte a mi panochita, mi cofrecito del tesoro y abrirlo con tus propios deditos cachondos …
En vez de sentirse frustrado, lo tomó como un reto y lanzo una carcajada maliciosa.
—Muy bien hermanita … este va a ser el día más excitante de tu vida … no te muevas … volveré …
Pensé que iba a ser un divertidísimo día con Alberto. Media hora más tarde, estaba de regreso en mi puerta. Tocó suavemente y le dije que entrara. Se presentó con una bandeja con té y bizcochos de queso derretido. Se había despeinado un poco, pero no lucía desaliñado. Llevaba una bonita remera con pantalones cortos. No me esperaba nada de ese tipo y debo confesar que me sorprendió. Se estaba luciendo y eso me hacía mucha gracia. Dejó la bandeja en la mesita de noche y me dio un cariñoso beso en la mejilla:
—Mi reina … aquí tienes un delicioso desayuno para ti …
Se acercó a mi radio, puso música suave y relajante. Luego se dirigió a la puerta y dijo significativamente:
—¡Disfrútalo! … nos veremos luego …
Cerró suavemente la puerta tras de sí. Me quedé al cuanto desconcertada. Esperaba que volviera, pero no lo hizo. Me comí los bizcochos, estaban exquisitos, me sorbí el té y me senté en la cama a pensar cuales serían los planes de mi hermano ¿Cómo iba a conseguir que yo hiciera lo que él quería? Bueno, yo también lo quería, pero no iba a hacérselo saber por ningún motivo. Sentía una gran curiosidad. Abstraída en mis pensamientos, apenas escuché cuando él llamó a mi puerta.
—¡Adelante! …
—¡Oh! Amadísima hermana … te he preparado el baño …
No daba crédito a mis oídos. No había planeado un baño, pero ahora que estaba listo era una oportunidad de no desaprovechar.
—Bueno … gracias …
Dije perpleja. Quitó la bandeja de la mesita de noche, limpió todo y me tendió una mano para ayudarme a levantarme. Me quité mi camisón por encima de la cabeza para ver si continuaba con su rol viéndome desnuda. Me sonrió caballerosamente, me miró de pies a cabeza, se giró y tomó mi bata ayudándome a ponérmela, luego me hizo un gesto con la mano para que me encaminara hacia el baño. Mi mayor sorpresa me la llevé cuando entré, había puesto velitas de colores por todas parte, la vasca estaba llena a mitad y una copiosa espuma con sales minerales cubría la superficie del agua. No quería entregarme tan fácilmente, aunque el baño fue divino. Me tendió un rastrillo y me dijo que quizás era hora de hacer una pasadita de mantención a mi panochita. Me pasé la mano y le encontré razón. Me pasó una pequeña toalla para que limpiara la espuma de barba, me dijo. Luego me hizo un inclino y me dijo:
—Su alteza … sí necesitas algo, estaré en mi habitación y te oiré …
Se dio media vuelta y salió del baño cerrando la puerta, no dejándola entreabierta como solía hacer. Me metí en la bañera, el agua estaba caliente y se sentía bien. La espuma olía bien y me dejaba la piel suavecita. Hundí la cabeza bajo el agua y experimenté un silenció artificioso. Mis manos se deslizaron por mi torso y jugué con mis senos alivianados por el agua. Entre mis piernas sentí mis vellos en crecimiento, salí a respirar y me acomodé en el borde y afeite mi coño delicadamente como me había hecho ver mi madre, al cabo de quince minutos, mi cuquita estaba perfectamente depilada y se volvía a sentir suave y aterciopelada. Me sumergí de nuevo en la cálida agua y palpé mi coño bajo el agua. ¡Uy!, ese Alberto está haciendo que de verdad me caliente. Cubierta por la tibieza del agua, me amodorré. Me sobresalté cuando suavemente se abrió la puerta del baño, era él:
—Perdona hermanita … pero no contestaste cuando llamé a la puerta … ¿Todo bien? …
—¡Oh, sí! … claro … ¿Quién eres tú demonio que te has apoderado del pequeñajo de mi hermanito menor? …
Dije bromeando, Alberto me miró con una amplia sonrisa y me dijo:
—Soy tú príncipe … un príncipe en un blanco corcel … ¿Necesitas algo mi princesa? … ¿Puedo defenderte de algún malvado dragón? … ¿Quieres música? … ¿Quieres algo de comer? …
No sabía que responder ante tanta gentileza, pero para probarlo, le tendí una toallita y le dije:
—¿Puedes lavarme la espalda? …
Me levanté y el agua chorreaba por mi cuerpo, sobre todo goteaba abundantemente por mis pezones, inmediatamente sus ojos se posaron en ellos. No podía culparlo, también a mí siempre me había gustado su aspecto.
Alberto cogió la toalla, la mojo en el agua tibia, le puso un poco de jabón y delicadamente comenzó a lavarme la espalda. Lo hizo realmente bien y con respeto. No sé cómo ha logrado contenerse, pero el primer paso va en la dirección correcta. Alberto se sacó el guante-toalla y empezó a masajear mi cuello, luego sus manos se deslizaron por mi columna hacia abajo. Sus manos, aunque inexpertas, masajearon espléndidamente mi espalda sin ninguna intención sexual. Yo estaba realmente sorprendida y me sorprendió más aún, cuando se apartó de mí y me dijo que tenía una sorpresa para mí cuando terminara de ducharme. No hizo alusión a nada, dejándome profundamente intrigada. La puerta de mi habitación estaba abierta de par en par. Alberto me había hecho la cama y abierto la ventana. Me sonreí ante todas estas atenciones para ponerme en el modo cachondo. Bajé las escaleras y encontré a Alberto sobre el sofá.
—¡Ah! … ahí estás … acomódate en el diván … ¿Quieres un jugo de fruta natural? …
Dije que sí y me senté en sofá. Él encendió la televisión y puso mi programa favorito. Me preparó el jugo y me lo trajo en una bandeja con una servilleta para limpiarme las manos. Sorbeteé un poco de jugo y él se sentó a mis pies y comenzó a hacerme un masaje dedo por dedo. Friccionó mis pantorrillas y, cuando sus manos se metieron bajo mi bata, yo ya estaba bastante dispuesta para dejarle hacer todo lo que quisiera, pero el continuaba con su actitud zalamera, alcanzó la parte baja de mis muslos y me dijo:
—Amadísima Carolina … perdóname si soy tan atrevido … solo que …
Le interrumpí:
—¡Para! … ¡Para! … ¿Para qué tanto? … Ya me tienes bastante caliente … Ahora hazme ver cuales son tus siguientes aptitudes … veamos si has aprendido bien de mamá …
Alberto sonrió verdaderamente satisfecho. Su mano subió un poco más abruptamente por mi muslo y me hizo un masaje entre mis suaves piernas. Se sentía delicioso y cerré los ojos. Su mano lentamente ascendía hacia mi panocha mojada y yo abrí receptivamente más y más mis piernas. Alberto se puso más cerca de mí, cogió una de mis piernas y la puso en su regazo. Su mano se estiró y comenzó a deshacer el nudo de mi bata, luego la abrió, mantuve mis ojos cerrados y contuve mi respiración. Su mano se deslizó hasta mi pubis y acaricio mi piel depilada junto a mi coño. Mí corazón se aceleró, sus dedos jugaron sobre mi monte de venus y luego ligeramente con mi labia vaginal. Sabía que mi cuquita estaba empapada con todas sus atenciones. No me sorprendió nada que la yema de su dedo se deslizara fácilmente entre ellos. Alberto dejó que su dedo subiera y bajara, también buscó a tientas mi botoncito, lo masajeó muy suave. Mi corazón parecía salírseme por la boca. No tenía ninguna duda de que iba a tener éxito. Sus dedos jugaron lentamente y con paciencia celestial con mi chochito. Luego otra vez sobre mi clítoris, después alrededor de mi agujerito. Empecé a gemir y me contorsioné sobre el sofá disfrutando cada una de sus atenciones. De repente Alberto se deslizó por debajo de mi pierna y la hizo descansar sobre su hombro. Abrí los ojos y me pregunté ¿Que estaba intentando hacer? De rodillas junto al sofá, se inclinó para besarme el interior del muslo. Mi corazón latía muy de prisa ¡Iba a hacer lo que yo pensaba que iba a hacer? Nunca nadie me había hecho algo parecido, pero tenía una gran curiosidad, tampoco me resistiría, quería que lo hiciera.
Alberto se dio cuenta de que le estaba dejando hacer. Volvió a besarme el interno del muslo, pero ahora más cerca de mi conchita. Estaba hipnotizada con sus movimientos, lo observaba mordiendo el dedo índice de mi mano derecha. Sin previo aviso me besó los labios de mi vagina y me los chupó. Yo jadeaba descaradamente mientras Alberto experimentaba su nueva aptitud.
Pasó su lengua por mis hinchados labios y luego se introdujo entre ellos con la puntita, gemí en modo incontrolable:
—¡Ooohhh! … Alberto …
Él aceleró el ritmo y me lamió la rajita. Metió su lengua caliente sobre mi clítoris lo que me hizo dar un respingo y una sacudida. La sensación era muy intensa. Apreté los labios de mi coño con dos dedos. Me clítoris se había endurecido y estaba listo para ser lamido. Alberto se percató de ello, porque enseguida su lengua se posicionó sobre él, casi me hizo gritar de placer.
—¡Uhmmmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Así! … ¡Así! … ¡Uhmm! … ¡Me voy a correr! …
Jadeé tomando sus cabellos entre mis dedos. Alberto continuó haciendo lo mismo por otro par de minutos y mis gemidos y vagidos se escuchaban por toda la casa. Siguió chupando y lamiendo ardorosamente mi coño, entonces perdí el control de mi cuerpo, mis piernas temblaban incontrolablemente, mis piececitos estaban encorvados, chillé y grité desesperada, saciada, acabada y deliciosamente descargada.
—¡Mi buen Dios! … Pero ¡qué bueno fue eso! …
Alberto me sonrió, se lamió los labios y se sentó en el sofá. En sus pantalones, su polla lucía espléndidamente dura. Sonrió de oreja a oreja cuando le pregunté:
—¿Cómo podría recompensarte? …
—Bueno, hermana … soy un chico sencillo y sin pretensiones … no necesito mucho … creo que si pudieras hacerme una simple mamada … sería tu eterno agradecido …
—¿Chupártela? … ¿Te has lavado? …
—Pulcro … Acicalado … enjabonado … restregado hasta dejarlo como una joyita …
Me dio un ataque de risa y le dije:
—Bueno … entonces túmbate …
Me cerré la bata porque se estaba sintiendo fresco. Alberto se quitó los pantalones junto a sus boxers y se recostó sobre el sofá. Las toallas que mamá había puesto sobre todos los sillones se sentían cómodas. Amorosamente le besé la pija y luego se lo lamí. Alberto se sacudió y me miró gimiendo. Yo lo mire cachonda humedeciendo mis labios, luego su polla desapareció en mi boca. Era cómico ver como sus ojos se ponían blancos y a ratos daban vueltas en sus orbitas. Se lo chupé despacio, pero con largo movimientos. Él gemía y se impulsaba con su pelvis hacia arriba, en un momento dado le cogí la mano y la llevé a mis senos, apretó mi pezón y sentí que volvía la calentura en mí. También saboreé las gotas de semen que salían de su pija. Le chupé la polla todo alrededor y me las tragué. Pero por muy despacio que lo hiciera, Alberto estaba demasiado caliente para durar mucho. Me advirtió que estaba a punto de correrse:
—¡Hey! … Ten cuidado … acabo de ducharme y no quiero que me manches de semen …
Luego me volví a engullir su pija palpitante, de repente se agitó diciendo:
—¡Ay, Carolina! … ¡Ya viene! … ¡Ya viene! …
No encontraba sus malditos boxers por ninguna parte y no sabía que hacer. Cerré mis labios firmemente a torno de su pija que latía disparando chorros y chorros de esperma directamente en mi boca, no pude evitar que se corriera dentro y tragué y tragué para no ahogarme, hasta que no salió nada más, me dolía un poco la mandíbula por la fuerza de chupar, pero no había dejado escapar nada, Alberto jadeando extasiado me miró:
—¡Guau, Carolina! … ¡Eres una Diosa! …
Rápidamente tomé mi vaso de jugo y tomé un sorbo.
—¡Ehm! … no era mi intención …
Alberto yacía tumbado en el sofá como desmayado:
—¡Jesús, Carolina! … esto fue … esto … fue … to-todo … todo esplendido… hasta el final …
—Bueno … hermanito, tú tampoco has estado mal …
Me reí entre dientes y me dejé caer en el sofá libre. Era hora de que ambos nos recuperáramos. El resto del día transcurrió tranquilo y cuando mamá llegó de regreso a casa, nos miró con sospechas, al vernos tan tranquilos, pero ella no sabía el porqué.
***
Por la tarde Alberto había salido a casa de unos amigos. Junto a mamá estábamos viendo la televisión. En un momento ella preguntó:
—¿Y cómo estuvo vuestro día de hoy? …
—Nada, mami … todo tranquilo … no tienes nada de que preocuparte …
—Realmente no estoy preocupada … pero quisiera saber ¿que han hecho ustedes dos? …
—¿Por qué? …
—Bueno … hemos hecho muchas cosas últimamente … no quiero que nadie salga herido … ni que pase algo de lo que después tengamos que arrepentirnos …
—No, mami … Alberto y yo nos llevamos muy bien …
Mamá me miró con cierto recelo y luego dijo:
—¿Qué tan bien? …
—¡Por Dios, mami! … ¿Qué quieres oír? … es mi hermano pequeño y no me molesta …
—¡Uhmm! … ¿Así que no te molesta que se acerque a ti con la pija desnuda como el otro día? …
—No, mami … no me molesta … tu misma dijiste que no tiene nada de malo …
—Escucha, cariño … no te estoy reprochando nada … pero yo no nací ayer … sé muy bien lo que pasa en mi propia casa … si tú y él lo están pasando bien, entonces eso no me molesta … solo que nada de lo que suceda aquí, debe ser filtrado hacia afuera … ¿me entiendes? …
—Bueno, mami … quieres decir …
—¡Nada! … sabes muy bien a que me refiero … no quiero decirlo … le quita romanticismo, ¿no crees? …
Me quedé callada, ella sabía o había intuido todo o, quizás Alberto había chivateado todo, como sea que haya sido, me limite a decir:
—¡Vale! …
No hubo más dialogo con mamá esa noche, pero a la mañana siguiente cuando mamá se había ido a trabajar, Alberto se hizo presente a mi puerta muy temprano:
—Ya sabes todo, ¿eh? …
—¿Qué? …
—Bueno … mamá me dijo que ha tenido contigo una conversación … y que podemos hacer lo que queramos, cuantas veces queramos … pero que nada debe filtrarse …
Mientras hablaba sonreía y no cesaba de magrear su enorme pija, me resultó divertido verlo así animado.
—¡Pequeño pervertido! … sí, ella habló conmigo … ¡y qué! …
—Bueno … me preguntaba que haremos hoy … tú y yo …
Mientras lo decía me hacía ojitos y seguía poniendo en muestra su enorme pene.
—¡Si crees que te la voy a chupar todos los días, olvídate! … ¡Hazte una puñeta! … hoy no me va de hacer nada … no puede ser fiesta todos los días …
—Bueno … bueno … no te enojes … quiere decir que me conservaré para mamá … ella siempre está de humor para estas cosas …
—Si le das tantas atenciones como me diste ayer … de seguro te dejará dormir con ella todos los días …
Se rio y se fue. Ese día se convirtió en un día de relax para ambos. Mamá nos había dejado algo de dinero, así que decidimos ir a la piscina. Él con sus amigos y yo con mis amigas. No volvimos a casa hasta la hora de cenar. Mamá estaba en la cocina preparando la cena. Alberto se fue a la ducha primero y yo me puse a colocar la mesa, luego cuando Alberto salió del baño llego mi turno de ir a ducharme. Cenamos compartiendo los eventos del día. Cuando terminamos, mamá dijo que se iba a duchar, Alberto y yo nos dedicamos a limpiar la mesa y lavar la vajilla.
Más tarde nos relajamos en el sofá, era viernes por la tarde, mamá no tenía que ir al trabajo la mañana siguiente. Yo y Alberto estábamos cansados después de un día de piscina, así que dormitábamos con la televisión encendida. Iba a ser una típica tarde de sofá. Alberto a una orilla y mamá distendida contra él. Él la rodeaba con un brazo y ponía una mano en su pecho. Era todo tan normal que nada me sorprendía. En la televisión estaban presentando una programa de juegos nipones bastante divertidos. Escuché unos suaves ronquidos y cuando miré vi que mamá se había adormecida. Alberto me miró y colocándose un dedo en sus labios me indicó de no hacer ruido. Su mano estaba dentro de la blusa de mamá y se veía como sobajeaba su amplio pecho. En sus shorts se revelaba una enorme erección.
La música del programa era bastante monótona y me fui quedando dormida. Desperté con los suaves gemidos de Alberto, ahora el estaba boca abajo sobre mamá y la cabeza de ella estaba más debajo de su estómago. Parecía seguir dormida, pero por el rabillo del ojo vi como Alberto forcejeaba con sus shorts para bajárselos. Ingenuamente pensé que su polla se había enganchada en ellos y necesitaba como siempre más espacio. Cuando lo escuché gemir y suspirar nerviosamente, empecé a sospechar algo. Miré hacia ellos y vi que él tenía su pija en la mano, mamá parecía seguir dormida, pero su cara estaba a centímetros de la polla de él. Me giré curiosa para ver como iba a terminar todo ese espectáculo. Mamá seguía supuestamente dormida. Pero al improviso vi que su lengua salía de su boca y daba lametones al amoratado glande de Alberto, la vi tratar de meter su lengüita por el orificio de esa enorme cabezota. La luz era tenue, pero parecía no equivocarme, mamá le estaba dando una chupada a Alberto. Lo miré a él, pero el no demostraba nada, miraba impertérrito y estoico la pantalla de la Tv. Llegué a pensar que me estaba volviendo loca e imaginando todo.
Pero al prestar mejor atención, vi que realmente estaban sucediendo cosas. La mano de Alberto ya no estaba quieta como antes, ahora sobajeaba sus tetas y mamá claramente no dormía, le estaba dando una mamada de esas a su querido hijo. Fue muy excitante verlos a los dos como gozaban el uno del otro. Sin hacer ningún disturbo, me metí la mano hasta mis bragas. Acaricié mi pubis y jugué con mi húmeda labia mientras mamá deslizaba centímetro a centímetro más y más la polla de Alberto en su boca. Se veía tan ganosa y caliente que me metí los dedos directamente entre mis labios empapados en fluidos. Volvió a sacar la lengua y lamió ardorosamente la polla de él, mientras mis dedos jugaban a despertar a mi capullito en flor. Alberto se retorcía y follaba la boca de mamá, hizo un comentario anodino a la Tv, pero solo para distraerme un poco y terminar de bajar sus boxers.
Cuando volví mis ojos hacia ellos, vi que el hinchado glande inflaba las mejillas de mamá, la mitad de su pija estaba en su boca, sus labios estaban sellados alrededor de su grueso miembro. ¡¡Jesús, Jesús!! ¡¡Qué calientes!! Pasé mis dedos por mi hendidura varias veces y me di cuenta de que mis fluidos emanaban abundantes desde mi conchita, estaba super caliente. Mamá movía su cabeza lentamente y Alberto movía parsimoniosamente su glande entre sus labios. Se notaba que su verga estaba extraordinariamente dura. Trataba de no moverse exageradamente, seguramente pensando de que yo estaba dormida y no me percataba de nada de lo que ellos estaban haciendo, tal vez por orden de mamá.
La lengua de mamá pasaba una y otra vez por su glande y luego lo volvió a engullir. No pasó mucho tiempo y Alberto comenzó a follar su boca, daba pequeñas sacudidas y ella lo chupaba con mayor ahínco. Deslicé mi dedo del corazón dentro de mi cuquita y jugueteé un poco sigilosamente. Entonces ocurrió lo improbable, Alberto se agitó y se corrió en su boca sin hacer ruido, mamá lo hizo andar más profundo en su boca y se chupó todo su néctar mientras Alberto trataba de acallar sus gruñidos. Lentamente recuperó la compostura y entonces mamá sacó la pija de su boca y él la volvió a guardar en sus pantalones como si nada, en tanto mamá lamía sus labios gustosamente.
Justo en ese momento hubo una tanda de avisos en la televisión, me moví ostentosamente y pregunté a Alberto a baja voz si le apetecía un poco de bebida. Mamá que había vuelto a acomodarse sobre el pecho de Alberto, fingió que acababa de despertarse y dijo sonriendo:
—¡Uy!, me he quedado dormida … cariño, yo también necesito algo de beber … tengo un extraño sabor en mi boca …
Abrí mi boca apenas en sorpresa. Había visto a mamá y Alberto diferentes veces en atracones, pero esta era la primera vez que veía que ella le daba una mamada en toda su regla a su propio hijo. Traje las bebidas y miramos un poco más de televisión, pero mamá dijo que se sentía cansada y se fue a su dormitorio, Alberto también se fue al suyo y luego fue mi turno.
En mi cama no paraba de dar vueltas. Estaba caliente y jugué un rato con mi coño. Pensé en el vibrador de mamá y mi calentura era tanta que decidí ir a buscarlo, probablemente mamá estaría dormida. Mientras más lo pensaba, más me gustaba la idea. Me levanté y escuché un rato en mi puerta, había un completo silencio. Entonces abrí mi puerta con sumo cuidado y luego la cerré para asegurarme. Sigilosamente me encaminé al dormitorio de mamá, no se escuchaba ningún ruido, con cierta confianza abrí la puerta silenciosamente, cuando me estaba girando para cerrarla, escuché a mamá:
—¿Sí? …
¡Demonios!, estaba despierta, rápidamente intenté inventar en algo razonable que decir.
—¿Puedo acostarme contigo? … Hay un mosquito en mi habitación y no he podido pillarlo … me está volviendo loca …
—Ven, querida … ven …
Me dijo abriéndome el edredón de su lecho, rápidamente me metí bajo las cubiertas. Pero eso no resolvió mi problema. Estaba igual de cachonda y me metí las mano entre las piernas. Mamá estaba tumbada de costado bastante distante de mí para que no la molestara. Al cabo de algunos minutos sentí que su respiración era monótona y supuse que se había dormido y me atreví a moverme un poco más. Me metí dos dedos en el coño y me puse de espaldas gimiendo suavemente, se sentía genial y estar al lado de mamá le daba una connotación especial, de que me pillara haciendo algo prohibido. En un dado momento, mamá se giró, pensé que estaba todavía dormida. Suspiró y me pasó su brazo por encima. Me sobresalté y me quedé quietecita, ella se acurrucó a mí, no llevaba nada puesto y yo estaba en camisón. Mi mano seguía entre mis piernas, con mucho cuidado empujé mis dedos sobre mi panocha. Mamá no movió ni un musculo, esto me dio confianza como para atreverme un poco más.
El pecho de mamá estaba contra mi brazo. Lo sentí muy agradable, suave y cálido. Pasé un dedo por mi hendidura mojada y mi botoncito hinchado. Una agradable sacudida de placer recorrió todo mi cuerpo, desde los pezones endurecidos hasta mi estrecho coño. Gemí suavemente y escuché la voz de mamá preguntando:
—¿No puedes dormir? …
Me sobresalté y me contuve de inmediato. Bajó la mano y tocó mi antebrazo que estaba hacia mi coño, no dije nada, pero ella murmuró:
—Me lo imaginaba …
Pero su mano siguió hacia abajo por mi antebrazo. No me atreví a moverme y pensé pronto se dormiría de nuevo. Pero nada más lejos de la realidad, su mano recorrió mi antebrazo hasta mi muñeca y luego sobre mi mano. No sabía que hacer. No quería ser descubierta a tocarme el coño estando al lado de ella. Pero si retiraba la mano ahora ella se daría cuenta enseguida. Así que me quedé quieta. Pero los dedos de mamá siguieron moviéndose hasta deslizarse sobre los míos hasta que sintió la tibieza y humedad de mi panocha, solo dijo:
—¡Oh, mi niña! …
Y acarició la piel de mis inflamados labios vaginales. Me estremecí por un momento y gemí sin saber que hacer.
—Mami … yo … ¡Ehm! …
Dije un poco avergonzada, pero ella dulcemente me hizo callar:
—¡Sssshhhh! … está bien, nenita …
Suavemente me agarró la mano y la saco suavemente de mi entrepierna. Mis dedos se deslizaron fuera de mi coño. Mamá me puso la mano en el muslo. La deslizó de nuevo hacia mi panocha y sobajeó mi lampiño monte de venus. Aun cuando estaba muy excitada, me costaba hacerme a la idea de que mamá estuviera jugando con mi conchita. Bueno, era delicioso, sin embargo, eso no duró mucho. Dejó que las yemas de sus dedos recorrieran mi rajita y luego se deslizaron entre mi labia para frotar mi clítoris. Me invadieron sensaciones de calentura y en una reacción abrí las piernas. Mamá deslizó su mano sobre mi coño y dejó que su dedo del corazón se deslizara por mi agujerito. Gemí suavemente y cerré los ojos. Era increíblemente excitante ser tocada por los dedos experimentados de mamá. Estaban por todas partes: en mi clítoris, en mi raja, en el agujero de mi coño e incluso cerca de mi ano.
Me sentía cada vez más cargada sexualmente y se anticipaba un delicioso orgasmo. Pero mamá tenía más cosas en mente. En el momento en que yacía retorciéndome deliciosamente cachonda y en paz con ella complaciéndome, de repente tiró de mi camisón. Me lo quité y quedé desnuda. Las manos de mamá se deslizaron por mí vientre y los pechos mientras ponía una pierna sobre la mía. Con la pierna de arriba se deslizó por mi coño, lo que fue una experiencia nueva. Con la mano rodeó mi pecho y lo apretó suavemente. Gemí suavemente y sentí que mamá me besaba el hombro. Todo mi cuerpo sintió un cosquilleo en mis partes sensibles.
La mano de mamá se deslizó hasta mi cadera y tiró suavemente de ella. Comprendí que quería ayudarme a ponerme de lado y fue lo que hice. Deslizó su pierna entre las mías y me acarició las nalgas. Me sentí muy bien. Me besó en la boca y después de hacerlo varias veces, sentí que quería besarme con la lengua. Ahora estaba tan cachonda que era capaz de eso y más. Tanto, de hasta darle un beso con lengua a mi madre. Nuestras bocas estaban una sobre la otra y nuestros pechos también.
Mamá volvió a tirar de mi cadera y un instante después yo estaba encima de ella y ella boca arriba. Nos besamos mientras nuestros pechos se aplastaban como esponjosas y suaves moles. Sus manos se deslizaron por mi espalda hasta mis nalgas. La caricia se trasladó a la parte inferior de mi cuerpo, donde provocó un cálido lampo de placer. Mamá me apretó los glúteos. Sus dedos se deslizaron por mis nalgas. Me besó cerca de la oreja y de repente susurró:
—¿Confías en mí? …
Me pareció una pregunta extraña y automáticamente dije que sí.
—No te alarmes…
Me dijo mientras su mano tanteó en algún lugar bajo la almohada. Entonces sentí esa mano en mis nalgas. Pareció empujarme ligeramente hacia arriba, y yo me moví en esa dirección. Mamá ahora pasaba sus dedos por el interior de mis muslos mientras me besaba por encima de los pechos. De repente sentí algo resbaladizo en mis nalgas. No podía creerlo. Mamá tenía esa cosa que zumbaba entre mis piernas: ¡El vibrador! Mamá empujó la redondeada cabeza a través de mi rajita, automáticamente mis rodillas se deslizaron a lo largo de sus piernas. Ahora estaba apoyada en mis brazos mientras mamá me besaba los pechos. Era deveras excitante, pero no era nada comparado al vibrador que se deslizaba por mi hendidura y me hacía estremecer de pies a cabeza. Mamá lo movía suavemente dibujando las sinuosidades de mis labios vaginales. Dejaba un rastro de placer que me hacía gemir y chillar demencialmente. Cuando finalmente lo introdujo en mí, atrapó mi pezón entre sus labios y chupo mis tetas. El artilugio entraba y salía fácilmente de mi coño, me hacía jadear y mis piernas comenzaban a temblar. Se me puso la piel como de gallina cuando lo deslizó profundamente en mi panocha y lo apoyó por algunos segundos en mi clítoris, luego me folló con él por un rato, pero al momento culminante lo mantuvo contra mi botoncito. Sentí que mi orgasmo crecía como una gigantesca ola y entonces me aplastó estremeciéndome como un maremoto. Gemí, gruñí, chillé, me contorsioné y me derrumbe retemblando toda. Mamá me estrechó contra ella mientras con pericia follaba mi coño y rozaba mi clítoris para provocarme las últimas convulsiones de placer. Era el final de un alborozado orgasmo que me hizo sentir radiante.
Exhausta me aparté un poco de ella y apoyé mi cabeza en su pecho. Mi coño quedó hipersensible por un buen rato. Maternalmente mamá beso mi frente y me acarició la espalda. Todavía jadeaba y respiraba con dificultad, estaba pasando la embriaguez del clímax, pero tenía un extraño sentimiento después de esta nueva experiencia: ¿Me había convertido en lesbiana? ¿Estaba bien lo que hicimos mi madre y yo? ¿Me estaba enamorando de mi madre? Estaba confundida. Mamá como leyendo mis pensamientos, me dijo:
—Tardaras un poco en asimilarlo todo, hija … sé lo que estás pensando ahora … debes solo creerme … está bien lo que hicimos … y te hará bien hacerlo con quien quieras, todas las veces que quieras …
Me sonó bastante críptico lo que dijo, pero en realidad no quería pensar mucho en ello. Mis ojos se estaban volviendo tremendamente pesados y sin darme cuenta me adormecí en sus brazos.
A la mañana siguiente, mamá estaba recostada a mi lado con una mano bajo mi cabeza y me miraba, cuando abrí los ojos, me sonrió y me dijo:
—Buenos días, guapa …
—Mami, me siento un poco rara …
Le solté al improviso, pero ella sin inmutarse me dijo:
—No importa … tienes algo en que pensar, lo entiendo … pero si tienes alguna duda o quieres que hablemos, siempre puedes acudir a mí, lo sabes, ¿verdad, cariño? …
Asentí mirándola a los ojos, luego agregó:
—Quizás te lo pregunto demasiado pronto, pero … ¿te gustó? …
Sin decir palabra y llevándome un dedo a mi boca, volví a asentir, luego ella me estrechó contra sus exuberantes tetas y me preguntó:
—Habías ya encontrado el vibrador antes, ¿no? …
Di un respingo al sentirme atrapada y me sobresalté:
—No importa, tesoro … si quieres te compraré uno para ti, así dejaras de usar el mío … de todas maneras puedes usarlo todas las veces que quieras …
Se echó a reír y yo tímidamente también reí junto a ella.
¿Y Alberto?, bueno se había tomado unas buenas copas aquella noche antes de acostarse y se había perdido todo.
(Continuará …)
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