¡¿Casarte con tu hija?!
La historia de mi amigo Otilio quien se casó con la hija de su concubina..
La expresión que da título a este relato es la que espeté a mi amigo Otilio cuando me pidió que fuera testigo en la ceremonia civil del matrimonio con su hija. Al menos, yo creía que era su hija, pues así los había conocido años atrás cuando en el bufete donde trabajo me asignaron para llevar la contabilidad de su. Hicimos buena amistad, más allá del trato profesional.
Ante mi reclamo, me invitó a comer el fin de semana y durante el opíparo banquete hasta más tarde me contó su historia, la cual transcribiré con sus palabras en primera persona.
Mi padre sólo estudió hasta secundaria, pero desde pequeño fue muy chambeador e hizo una respetable fortuna. Desde que yo cumplí la mayoría de edad me hice cargo del negocio que me heredó. Cuando estudié el último año del bachillerato me enamoré de mi maestra de contabilidad en el CBTIS, turno vespertino.
Claudia estaba divorciada desde antes y supongo que más buena que ahora. Me lleva ocho años de edad y como es “traga años” no se nota esa diferencia. Mientras estudiaba con ella, aprendí mucho sobre la manera de administrar el negocio y frecuentemente le pedía consejo. Para compensarlo, la invitaba los fines de semana a diversos lugares. Claudia se me insinuaba mucho, hasta que caí.
Dada la manera en la que Claudia me trataba, me fui enamorando poco a poco. No niego que yo, como todos los de mi salón la veíamos bien buena y se nos antojaba para un palo, pero nadie le insinuó. El caso es que desde la primera vez que hicimos el amor, Claudia se me convirtió en una obsesión
Ella no quiso casarse, pero sí acordamos vivir juntos los tres: Ella y su hija Selenia quien entonces tenía doce años y pintaba para superar a su madre en belleza, además que empezó a decirme “papi”. La primera vez que accidentalmente la vi desnuda fue cuando yo salí del baño, también desnudo y Selenia tenía prisa para bañarse; ella no sabía que yo estaba allí. Ambos nos quedamos pasmados de encontrarnos encuerados frente a frente, pero no reaccionamos oportunamente por estar embelesados mirando la desnudez del otro. “¡Perdón!”, dijo tapándose sus pezoncitos con un brazo y la rajita con la otra y se metió rápidamente al baño dejándome ver sus nalguitas al avanzar hacia la puerta.
Lamentablemente, Claudia vio la escena desde la puerta de la recámara y supo que fue accidental, pero se me paró la verga y cuando Selenia se metió al baño fue cuando me di cuenta de la presencia de Claudia, ¡quien soltó una carcajada al verme empalmado! Me puse rojo de vergüenza y se me hizo chiquito el pene…
–Sin embargo, ahí empezó otra obsesión mía ya que no pude quitarme de la mente: sus tetitas como volcancitos, el incipiente vello que marcaba un triángulo perfecto con un clítoris y labios grandes para la edad de Selenia y lo mejor: sus nalgas, redonditas y paraditas.
Claudia, sonriendo, me agarró la verga y dándole unos jalones suaves me dijo “Se está poniendo más bonita cada día, ¿verdad?”. Yo me quedé sin qué decir, pero no se me paró hasta que Claudia bajó a chuparme. Se encueró y me tiró a la cama donde me montó hasta hacerme venir. Descansamos un poco y por último me la limpió a mamadas haciendo que se me templara otra vez el miembro.
Al empezar el segundo palo fue entonces que me di cuenta que Selenia nos veía, pues entreabrió la puerta desde que nos oyó y aún no se metía a la regadera. Así que vio todo el “Show” y antes del segundo descanso escuchamos el ruido de la ducha. Su curiosidad reforzó mi obsesión por ella.
Después de ese día, ella fue muy acosadora conmigo, y eso lo facilitaba el hecho de que Claudia trabajaba de lunes a viernes en un horario diario de 15 a 21 hrs. Por ejemplo, cuando yo veía la televisión, ella se sentaba junto a mí y al poco tiempo recostaba su cabeza en mi regazo colocando sus manos sobre mi monte que, al verle las tetitas por el escote de su blusa, se me empezaba a parar y ella quitaba las manos para sentir mi turgencia en su mejilla, moviendo la cabeza. Yo me excitaba y extendía el brazo para acariciarle sus nalgas y ella ronroneaba como gatita en celo.
No fueron pocas las veces, en las que Claudia no estaba y yo descansaba en la cama, que ella llegaba y se desnudaba completamente diciendo “Me voy a bañar” y, antes de meterse a la ducha, me daba un beso en la comisura de mis labios mientras yo veía cómo le bailoteaban sus chichitas. Después del beso se retiraba moviendo coquetamente sus nalgas. Cuando yo escuchaba el ruido de la regadera, me sacaba la verga y, cerrando los ojos, me masturbaba pensando en ella. Una vez los entreabrí y me fijé que ella sólo había abierto la llave, pero seguía fisgoneando por la rendija de la puerta entreabierta, la cual cerraba después de que me salía la leche a borbotones.
Después de esa vez, yo también le enseñaba mi verga, como no queriendo, al ponerme solamente el pantalón holgado de la piyama, sin trusa ni otra ropa interior, y con un solo broche en la bragueta. También así veía la televisión y ella iba a recostar su cabeza en mi bulto, con sólo su camisón que usaba para dormir y unas tangas diminutas.
Cuando tenía trece años, en una noche que aún no llegaba su madre y yo le acariciaba las nalgas, ella metió su mano en la bragueta en el momento que mi verga estaba durísima y a bocajarro me preguntó “¿Esto quiere decir que te gusto, papacito?”. No aguanté más y metí mis dedos bajo su tanga, acariciándole los labios de la vagina. ¡Estaban mojadísimos!
La acomodé en el sillón, le quité la tanga y el camisón y la empecé a chupar por todo el cuerpo, empezando por sus tetas, cuyos pezones se pusieron erectos. Seguí con su ombligo y la panocha. Ella me arañaba la espalda y me presionaba la cabeza contra su clítoris, jadeando entre quejido y quejido. La puse boca abajo y subí sus piernas en mis hombros para besarle las nalgas y chuparle el ano sosteniéndola de sus chiches; desde ahí, mi lengua volvía a su raja y se la metía para follarla de esa manera.
Al terminar, le dije: “Sí, me gustas mucho, nenita”. Ella entre sollozos, por tantos orgasmos que tuvo, me contestó “Tú también me gustas papito” y me abrazó dándome un beso en la boca, abrí la suya con mi lengua y estuvimos acariciándonos en un largo beso. “Por ahorita, vete a acostar, pues ya no tarda en llegar tu mamá”, le dije.
Como respuesta me dio otro beso, mientras me jalaba el pene que seguía erecto y al despegar su cara me dijo “¿Te la puedes jalar para que yo vea cómo te sale?” Acostándome le contesté “Jálala tú, síguele haciendo cada vez más rápido, nena, y saldrá la leche”.
Ella ya había visto mucho a su mamá trabajando en mi pene, y supongo que también con el de su padre, así que lo hizo bien y al empezar a salirme el semen, se metió el glande en la boca, sin dejar de darme jalones y acariciarme los huevos. Me dejó servido, ya no tuve que masturbarme. “Está rico, con razón le gusta a mi mamá…”
Cuando cumplió los quince años, le pregunté qué quería de regalo, además de la fiesta y el viaje a Europa, prometidos por su madre. Su respuesta fue simple, pero contundente: “Quiero que me desvirgues”. Y así lo hice, con la mejor de las maneras en las que he desflorado a otras tres. Fue sin condón, pero eyaculé sobre su vientre, inundándole el ombligo, de donde tomó el semen con el dedo y lo chupaba una vez ella y otra me daba a mí… ¡Inolvidable para ambos!
Mis relaciones con Claudia, la madre de Selenia, se fueron enfriando y no pocas veces me rechazaba en las noches. Yo pensaba que era que ya no le interesaba yo o que ella sospechaba de mi relación con su hija. Cuando comenté esto con Selenia, ella me miro con seriedad y me dijo que su mamá no había dejado de coger periódicamente con su padre y que, al parecer, desde hacía más de un año también lo hacía con otros dos. Ella se enteró cuando platicaban ambos en la casa de su papá, creyendo que ella estaba en el baño, éste se lo reclamó y su madre le contestó airada que a él no le interesaba su vida íntima, que ella cogía con quien a ella se le antojaba. Pero todo siguió normal entre ellos, y también, o mejor, entre nosotros.
Hace un año, quiso tomar anticonceptivos porque deseaba que me viniera dentro de ella y le sugerí que podía hacerlo por su culo, ella rio y aceptó advirtiéndome: “Pero que no me duela”. También lo hice con mucho cuidado y paciencia, lubricándola adecuadamente. ¡Claro que le dolió, era su primera vez! Pero aguantó muy bien y una hora después ya lo estaba disfrutando. “¡Vente, papacito, vente dentro de mí!”, me gritaba golpeándome el pubis con su grupa en cada período del coito. ¡Y me vine mucho! Me despegué de ella hasta que la flacidez de mi miembro fue extrema. Nos metimos felices a bañar para esperar a su madre con una rica cena donde brindamos por nuestra alegría. Siguió practicando el sexo anal cabalgándome y sacudiendo las tetas que le han crecido bastante, para excitarme más.
Meses después, decidió ponerse un DIU para que me viniera también por su vagina. La primera vez que me vacié en ella, me dijo que era delicioso sentir mi calor en su interior. Pero también dijo que ya no quería ocultarse de nadie y me pidió que al cumplir los 18 años nos casáramos. “¿Te casas conmigo, papito?” Traté de explicarle la diferencia de nuestras edades, pero me respondió que era la misma entre la mía y la de su madre. Que ella no sería como su mamá, y nunca me diría que no quiere coger conmigo. También le dije que se lo plantearía a su mamá y simplemente contestó “Si me amas, déjame decírselo yo, dame tiempo, papito”, y accedí. Hace una semana, cuando ya nos íbamos a acostar y yo estaba preocupado porque era muy noche y Claudia no llegaba, simplemente me dijo, “Ni le hables, porque ya no va a venir, hoy se llevó varias de sus cosas y después avisará cuándo vendrá por las otras que le faltan. ¿Cuándo nos casamos?”
Así fue como Otilio me lo contó y antes de aceptar dar mi firma como testigo de su boda, le pregunté sobre lo que Selenia le dijo a Claudia, su madre. Y me explicó que Selenia consiguió la contraseña del celular de su madre y en una de las veces que ésta se metió a bañar bajó a la computadora todos los archivos fotográficos y activó la opción para ver el Whatsapp en la máquina, ya que sólo bastaba que el teléfono estuviera al alcance del inalámbico, cosa que revisaba cada noche mientras descansábamos, capturando todas las pantallas que podían servirle para argumentarle a su mamá que Claudia ya no me quería. Así enfrentó a su asombrada madre de que Selenia supiera todo lo que su mamá había hecho con sus amantes hasta el día anterior y le pidió que ésta se fuera porque ella sí me amaba , que le permitiera intentar hacerme feliz.
Que jalón de verga me di hy segunda parte avisa
No creo que haya más sobre Otilio, ya que esto sólo me lo platicó ante mi evidente reticencia a ser su testigo. ¿Cuál podría ser la razón de que me hiciera una confidencia más? ¡Menos si llegara a saber que lo publico aquí, aunque me reserve sus nombres.
Está buena la historia de amor de Otilio. Sin embargo, me gustaron más las de Cornelio, ésas sí son calientes, ¿Tienes más de él?
Sí, «combebimos» con frecuencia y tomado es cuando me cuenta sus aventuras, casi siempre con Stella de protagonista o a la sombra de sus sentimientos por ella, pero siempre lo hace cuando ya no están presentes los demás amigos de copa.
Hay otra donde el final de la charla me desconcertó; deja escribirlo y lo publico.
Te agradezco tus comentarios y lecturas, te lo repito: es un honor para mí. ¡Gracias, Tita!