Celia le enseña a su hija
Este relato es un poco introducción para la nueva historia, si ya leíste la rutina de Celia, podrás disfrutar de esta nueva etapa.
La leche se derramó y con un bufido molesto limpie la mesa, mí hija de diez años me miro avergonzada.
Es de no creer, Tamara. — Le dije mientras tomaba el trapo y comenzaba a secar.
Me abrazo de atrás y me dio un beso en la espalda que era donde llegaba.
Perdón, mami.
En ese momento el bocinazo hizo que tome su mochila y me diera un abrazo que correspondí alargandolo.
Nos vemos el viernes. — Dijo dándome un beso en la mejilla.
Le sonreí con amor y la vi partir. Su falda gris le llegaba a las rodillas y sus mediecitas con listones cubrían sus piernas de niña. Saludo con la mano y subió al autobus. Hice una mueca, no me gustaba tenerla en el internado toda la semana, recuerdo que a mí tampoco me gustaba mucho, pero era necesario en este momento. Iba al mismo colegio que mí madre había insistido en anotarla y cedí más para complacer a mí padre que a ella.
Acababa de enviudar y lo más traumático era que había perdido a mí madre el mismo día.
Siempre me había llevado mejor con mí padre que en realidad era mí padrastro que con mí madre biológica, pero ese día para aliviar las cosas mí marido había decidido llevar a mí madre a casa después de una intensa pelea. La llamada a urgencias nos hizo encontrarnos con mí padre, ambos en pijamas y sin podernos creer que habíamos enviudado al mismo tiempo.
Cómo siempre, mí padre se ocupó de todo, yo lo único que hice fue internarme en mí dolor. Por primera vez agradecí a mí madre por insistir en meter a la nena internada, porque así me daba tiempo de revolcarme en mí dolor, el cual compartía con mí padre. Pero eso no era todo por lo que estaba tan introspectiva, la verdad es que mis finanzas después de la muerte de mí marido era bastante apretada, no pasaba necesidades pero pagando una hipoteca y con el colegio privado no alcanzaba con solo mí sueldo.
Y de nuevo tenía que agradecerle a mí padre por haberme apoyado no solo desde que era una niña, sino en todo el camino de mí vida. A mí madre debía agradecerle por haber elegido tan buen padre para mí. Seguí con los estudios pagados por mí padre a pesar de las quejas de mí madre y seguí sus pasos teniendo el mismo título que él y entrando a trabajar incluso en la misma empresa. Eso me daba la libertad de hacer trabajo en casa, dejándome tiempo libre para ser una mamá tan presente como lo fue mí padre y no mí madre.
Incluso me apoyo cuando en mitad de carrera decidí ser madre con la condición de seguir con mis estudios, asique como siempre que pedía algo lo hacía, termine graduandome con honores, estando casada y siendo madre de una hermosa niña.
El golpe de perder a la mitad de mí familia me dejó bastante tambaleante, pero como nada era peor que la muerte decidí que podía irme a vivir con mí padre y así alquilar la casa que mí marido tanto amaba, no quería venderla porque era la casa que mí marido le había comprado a mí hija con mucha ilusión, asique mí mejor solución era alquilarla y con eso pagar la hipoteca, cambiaría a mí hija de colegio y asunto solucionado.
Mientras me ocupaba de hablar con agentes inmobiliarios mí padre entro por la puerta.
Siempre que lo veía mí vagina se contraía de deseo, las cosquillas en mí vulva comenzaban a secretar humedad. Era un hombre atractivo, bien mantenido de gimnasio y una vida de maratones y comida sana. Sus ojos azules brillaron cuando me vieron al teléfono y me tiró un beso mientras miraba la casa con el ceño fruncido.
Era un cochinero, ropa tirada, platos y vasos sucios por cualquier lado y claramente no se había barrido en toda la semana. Cuando corte el teléfono se acercó para darme un beso en el cabello.
Ay Celia, mira este desastre.
Ya lo se. — dije poniendo los ojos en blanco.
Tami viene mañana y no puedes tener la casa así. — Dijo mirandome frustrado. Comenzó a levantar la ropa. — Vete a bañar mientras acomodo esto.
Le di un sonoro beso en los labios y subí las escaleras encantada. Cómo pensaba pedirle aún más de lo que él me daba saque de mí cajón especial un pequeño vestido negro, el tul no hacía nada por tapar mí desnudez y me moje al instante al recordar la primera vez que me puse ese vestido. Mí padre me había cogido enfrente del espejo con mí colita de conejo que tanto me gustaba. Me bañe rápido y baje las escaleras con una sonrisa al ver cómo sus ojos acariciaban mis curvas. Me di la vuelta mostrándole la colita de conejo aún más grande que la primera que él me había regalado.
Ay Celia, mírate. Estás igual de hermosa que la primera vez.
Me tomo ahí nomás, de parados, a los pies de las escaleras, seguía siendo muy menuda, no media más de 1.55 y por eso el podía moverme como una muñeca a su disposición.
Desmedejados en el sillón me acaricio los pechos.
Estaba pensando en algunas cosas. — Dijo mirandome medio avergonzado.
Me senté cruzando las piernas como un indio y le preste atención.
No es fácil pagar la hipoteca y el colegio todo tu sola. Si tu quieres puedo ayudarte con las cuotas o en lo que tu quieras.
Me senté sobre sus piernas y mientras nos tocábamos como cuando era niña le conté mí idea, claramente acepto y me senté en su preciosa verga metiéndomela por el culo como tanto me gustaba.
Vivir con mí padre era tan fácil como tranquilo, nos sumergimos en las rutinas de antes, donde ambos trabajamos en nuestros lados de la casa y después almorzabamos juntos y también cogíamos en la noche, durmiendo como aquella vez que mí madre se había ido de su largo viaje.
Las cosas iban a cambiar cuando comenzarán las vacaciones y me mudé a mí habitación que quedaba enfrente de la de mí padre y le dejé mí antigua habitación de nena a mí hija.
Estar en esa casa, repitiendo muchas veces las mismas cosa que hacíamos mí padre y yo cuando estábamos solos o a escondidas cuando estaba mí madre me hizo recordar con nostalgia esas primeras veces en donde sentía como mí padre había cambiado de ser simplemente el hombre con el que se había casado mí madre a ser mí papi con todas las letras.
Cuando las vacaciones empezaron, comencé a notar como mí hija reía y jugaba con mí padre, no me daba cuenta de que era lo que me llamaba tanto la atención hasta que fui al baño y note lo mojada que estaba. Volví a la piscina mientras ambos estaban jugando con mí padre con la niña sobre sus hombros y sus enormes manos en su cintura dando saltos.
Esa piscina había sido testigo de tremendas enculadas que mi padre me daba, solía meterme desnuda y el simple hecho de sentir el agua sobre mis labios vaginales me excitaba siempre.
Recorde cuando había comenzado a tocarme por primera vez, siempre había sido muy calenturienta, desde los ocho años que había visto por primera vez a mi padre chupándole la vulva a mi madre y esta gimiendo mientras se amasaba las tetas, no había entendido que había visto, pero desde ese día siempre que lo recordaba sentía como mi vaginita de nena cosquilleaba. Había intentado una y otra vez que mí padre me tocara, pero incluso cuando me había mostrado desnuda saliendo del baño, mi padre me había alcanzado la toalla y me había dado un besito en la cabeza. Finalmente un día después de años y años de estar enamorada de mí padre el finalmente le había dado un besito donde tanto quería, haberse caído me había dolido, pero siempre agradecería a mi hermano por dejar sus cochecitos en el suelo ese día.
Miro a su hija y supo que esa nena era tan rápida sexualmente que ella, no le sorprendió cuando la encontró mirándose en el espejo desnuda, tampoco cuando vio de refilón por el espejo cuando su marido la estaba penetrando analmente, había prestado atención y había notado sus gemiditos en la noche y se excitaba al pensar cómo se tocaba en la misma camita en la que ella lo hacía cuando tenía su edad.
Se imagino que así se sintió su padre la primera vez que la vio como otra cosa que su hija. Pero su mente no podía dejar de pensar en ello.
Su padre se dio un rápido baño y se fue a hacer su trabajo de medio tiempo en la oficina. Prendió el aire acondicionado y se fueron a sentar al sillón, jugo con su hija haciéndole cosquillas y después entre juegos la sentó entre sus piernas, como a ella tanto le gustaba estar cuando estaba con su padre en las horas de siesta.
Mientras la nena miraba la tele, no pudo evitar pasar las manos por sus muslos, las dejo quietas en la cara interna con sus pulgares muy cerca de su vulva y espero.
La nena respiro profundo y se estiró despacito, al rato subió la pierna haciendo que su mano cayera sobre su vagina.
Celia estaba jugada, conocía a su hija lo suficiente como para saber que aceptaría cualquier cosa que ella hiciera.
Estás mojada, Tami. — Dijo mientras pasaba la mano por su rajita.
Mami. — Dijo mirandome de costado.
No pasa nada, mí amor. Déjame ver.
Corrí su braguita y pase el dedo índice por su rajita mojada, dio un respingo cuando pase la yema del dedo sobre su clítoris descapuchado.
¿Se siente rico verdad?
Ella solo gimió mientras se abría más de piernas, la masturbe mientras ella se abría bien las piernas, pero no era suficiente. La baje al sillón y me arrodillé enfrente, abriendo bien sus labios mayores para ver su agujerito cerrado y húmedo.
Mami te va a limpiar.
Era la primera vez que chupaba una vagina y no me desagradaba para nada, nosé si era porque era de mí hija o porque estaba más que caliente. No me importó, la chupe y me trague sus juguitos mientras ella gemía despacito acostumbrado a hacerlo en silencio solita.
¿Te gusta lo que te hace mami? — Le preguntaba mientras pasaba mí lengua chupandola.
Si, mami, me gusta mucho.
Claro que si, me dije mientras me tragaba todos sus jugos al llegar al orgasmo.
Después de quedar desmadejada en el sillón por tener su primer orgasmo ofrecido por otra persona, estaba súper manejable, me senté a su lado y la abracé, dejándola mirar sus dibujitos.
Mientras mí mente corría pensando en como continuar con eso.
Interesante