Ciclo de la vida
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
No sé por dónde empezar porque, creo, hay dos principios.
O dos finales… No sé.
Durante mucho tiempo estuve hecha un lío, no entendía nada y aún hoy, a pesar de las evidencias, me resulta muy difícil explicarlo a cualquiera sin caer en la fantasía, sin que me tilden de mentirosa, sin que nadie crea lo que me pasó.
Quizás debería definir este relato como de ciencia-ficción, realmente lo es si no fuera porque me pasó a mí.
El que quiera creerlo que lo crea y el que no, es muy libre de hacerlo.
Sin embargo, sólo desearía que quien pudiera pensar que esto es una patraña fruto de la imaginación de una loca de la vida, abriera un poco la mente a otras cosas que, aunque incomprensibles o irreales, no son por ello menos ciertas para quien las vivió.
Nací en el mes de abril de 1996, esto significa que cuando sucedieron las cosas que cuento tenía veintiún años ¿Cómo me definiría? No sé… No debería ser yo quien hiciera esto.
Haré un intento.
Veamos… Mido 1,72, peso sesenta kilos, me miro en el espejo y me encuentro mona.
El pelo rubio oscuro, ahora lo llevo teñido de negro, rapado por los lados y con una cresta.
Los ojos claros, de un azul no muy intenso.
Buenas tetas, para que negarlo y un culo perfecto.
(No tengo abuela, ¿eh?).
Las orejas, la lengua, las cejas y la nariz las tengo llenas de piercings.
Normalmente llevo también un collar de pinchos en el cuello.
Era (soy) la pequeña de cuatro hermanos, una chica, la mayor, dos chicos, gemelos, y mi menda.
Decían, aunque no creo que fuera cierto, que estaba muy mimada precisamente por ser la pequeña, que mi padre me permitía todo y que tenía unas pintas espantosas ¡Panda de pijos! Pero a mí me parecía que todo el mundo se desahogaba conmigo y vivía un puteo continuo.
Mi padre era… Pues eso, mi padre.
El mandamás, el que no discute porque no admite discusiones, el que dice lo que hay que hacer, cuando hacerlo y cómo hacerlo.
Últimamente me tenía hartita del todo (hasta los ovarios).
No sé si creía que era su esclava; a mí, desde luego, me lo parecía, sin embargo para mis hermanos era normal.
Hacían lo que se les decía sin protestar mucho, me refiero a recoger sus cosas, a cumplir ciertos horarios, a estudiar lo que se suponía…
Particularmente, estas cosas me las pasaba por el coño.
Mi hermana mayor, Teresa o Tere (Teresita si quería hacerla rabiar), era la que se encargaba de transmitir las órdenes paternas en el funcionamiento de la casa y los demás cumplían, más o menos, con lo que se les exigía.
Reconozco que a mí me jodía, es más, pasaba olímpicamente de hacer nada de lo que decía ¡No te jode!
Por poner un ejemplo: “Lidia (no Lydia ni Lidya, ni chorradas por el estilo) te toca sacar los platos del lavavajillas…” Me daba cien patadas en el hígado solo el pensarlo.
“Lidia, recoge tus cosas y pon la lavadora” ¿Qué? ¿Poner yo la lavadora? ¡Esta tía alucina!
Así continuamente, me tenían frita.
Y claro, si me escaqueaba (siempre), cualquiera iba con el cuento, que los gemelos también mandaban lo suyo, a papá y él me montaba un pollo tremendo con el consiguiente castigo.
Veía las sonrisas ladinas del resto cada vez que pasaba.
Según mis hermanos, es que era un poco rebelde y contestona.
Me pasaba por el forro del coño su opinión.
Y a mi viejo también, que me tenía hasta las tetas de darme órdenes, de llamarme la atención o de castigarme sin salir.
En fin.
A lo que iba, estaba contando una historia irreal y hasta ahora sólo he descrito la realidad, la misma realidad que sufrían de la mayoría de mis amigas.
Supongo que parte de la situación se debía a que no tengo madre (lo habían dicho los psicólogos del cole, no yo), murió cuando nací, no se recuperó del parto.
Con los avances de ahora, no sé cómo pudo pasar, nadie cuenta nada, sólo que se apagó (parece una bombilla), como si al asomar yo la cabeza a la vida, ella dejara la suya.
Aunque sigo sin entenderlo, ahora ya sé lo que ocurrió.
En mi casa no había ni una foto de ella, me parecía curiosísimo.
Cuando preguntaba a mi padre cómo era, me decía: mírate al espejo, si no tuvieras esas pintas, serías clavada.
Si se lo preguntaba a mis abuelos, me decían lo mismo, que era igualita a ella (si no tuviera estas pintas) Estaba hasta el culo de que me dijeran nada de mis pintas ¡Si vieran las suyas! En fin, ¿Por qué no había fotos? Contaban que mamá, antes de nacer yo, las tiró todas.
Debía de estar como una puta cabra.
Eso pensaba.
Cuando era pequeña, mi padre me adoraba, era su ojito derecho y parte del izquierdo, mis hermanos me llamaban la mochila porque siempre iba colgada de él fuera a donde fuera e hiciera lo que hiciese.
Con el paso del tiempo y mi entrada en la pubertad, la situación fue cambiando; no era mi padre el que no quería que fuera con él, simplemente yo prefería otro tipo de cosas.
Ver la tele, ir con mis amigas, conocer chicos… Y, por lo visto, empezar a contestar mal cada vez que se me pedía algo o se me llamaba la atención.
Mi padre pasó a convertirse en un auténtico coñazo, que si Lidia haz esto, haz lo otro, que si estudia, que si no salgas, que si ven a la hora… Todo eran normas y controles que me daban, como he dicho, cien patadas en el coño (¿O era el hígado?).
Ahora, a mis veintiún tacos, hasta él pasaba bastante de mí, eran mis hermanos los que se encargaban de que me portara medianamente y era yo la que les mandaba a tomar viento fresco.
A Teresa, la buena, la mayor, la que se convirtió en Mamá Pollo, la tenía totalmente dominada.
Por casualidad (benditas casualidades) me enteré de ciertas inclinaciones sexuales que, seguramente, no le harían ninguna gracia a papi, así que, a pesar de los juramentos de ella en contra de las evidencias, a pesar de echarse un novio durante una temporadita (muy cortita), llegué a la conclusión de que la buena de mi hermana era de la otra acera.
Cielo abierto para ciertos chantajes.
Además, en uno de sus días de calentura la pillé haciéndose un dedillo, murmurando el nombre de no sé qué tía; aprovechando la situación (a mí me da igual una cosa que otra) me lancé a saco.
Estaba en nuestra habitación creyéndose sola en casa, tumbada en su cama y viendo una peli de lesbis en el DVD.
Se metía un chisme de esos que vibran, parecía una polla enorme.
Luego cambió a otro diferente, era como una polla doble larguísima, un cacharro que parecía un pene por cada lado.
Se lo pasaba entre las piernas bien abiertas, lo untaba con lubricante y se lo introducía un poco, gemía… Y llamaba a esa tía, no recuerdo el nombre, mientras pedía que la follaran.
Yo flipaba en colorines, conocía a bastantes chicas lesbis o bisex, yo misma, ya lo he dicho, no le hacía ascos a otra, pero Teresa… Era distinto verla haciendo esto.
Aparte de flipar, también (y esto si me extrañó) me produjo una excitación de la leche, no sé si lo buena que estaba mi hermana o lo que hacía.
Cerré la puerta con cuidado, Tere (debía de tener los ojos cerrados) no me había visto; sin pensármelo ni medio segundo me acerqué a su cama, admiré su cuerpo desnudo y excitado y sin avisar de nada, agarré aquel chisme con el que jugaba por los labios de su coño e intenté introducirle todo lo que pudiera.
Tere gritó, la tapé la boca con la mano mientras me miraba con espanto.
Yo intentaba meter el consolador, ella pataleaba y no me dejaba pero, a pesar de ser mayor que yo, no era más fuerte.
No sé el motivo, mi hermana no había hecho deporte en su vida y yo llevaba toda la mía metida en alguna actividad.
Otra de las chorradas de mi padre que me obligaba a hacer más deporte que si fuera a ir a las olimpiadas.
Me tumbé encima de Tere sujetándola con mi propio cuerpo, la mano apoyada en su boca, mis piernas entre las suyas y el aparato de plástico introduciéndose poco a poco en su interior.
Del espanto pasó a la sorpresa, luego a la cara de odio para, finalmente, dejarse llevar por el calentamiento global (no del planeta).
Me apetecía sobar sus tetas, así que cuando llegué al fondo de su coño con el artilugio, allí lo dejé bien clavado y llevé esa mano hasta sus senos con los que me dediqué golosamente a darles un repaso como a mí me gustaba hacer y que me hicieran.
Pellizqué sus pezones, estaban duritos por el sobeteo que ella misma se había dado, intenté que sus areolas se inflamaran, pero apenas abultaron un poquito más.
Cuando vi, o mejor, sentí que jadeaba y no intentaba gritar, solté la mano de su boca sustituyéndola por mis labios, enredándome en un beso que me supo a gloria, mordí los suyos, enredé mi lengua con la suya… Después de avances inciertos se desató abriéndose a tope de piernas, dándome la oportunidad de meter y sacar aquella especie de doble polla de su cuerpo sin dificultad.
Mientras, me iba desnudando como podía sin dejar de atender en ningún momento alguna parte de su anatomía, no se fuera a rajar.
Cuando me quité la camiseta que llevaba, Tere se prendió de mis tetas sacándolas del sujetador, sin darme tiempo ni a quitármelo.
Morosamente, me soltó un momento en el que aproveché para quitarme toda prenda que me quedaba.
Saqué ese chisme de su coño, lo tenía depiladito pero menos que yo.
Ella se había dejado una pequeña tira encima y yo no tenía nada, para mí, más higiénico.
Si me quitaba el vello de las axilas y las piernas ¿Por qué dejármelo en el coño? Ambas habíamos pasado por el láser de última generación.
Tras acariciar su monte de Venus, no tardé nada en meter mi cabeza entre sus piernas.
Acaricié, lamí… Metí la lengua en su hoyito, supongo que después del consolador le supo a poco.
Ataqué su botón con decisión, dándole toques con la lengua, repasándolo alrededor, succionando levemente (que hay cada bestia que no sé que se cree que es)… Metiendo los dedos en su gruta, froté las paredes de su vagina y los alrededores del cuello de su matriz.
Tere movía un poco las caderas, intentaba seguir los movimientos de mis dedos en su interior… ¡Pero yo no recibía nada!
Cambiando de postura, giré hasta pasar las rodillas a ambos lados de su cabeza, me abrí de piernas lo más posible (del todo, que para eso hacía gimnasia) y estampé mi preciosa intimidad en toda su cara.
Casi la asfixio.
Tenía su práctica la cabrona, pero, a pesar de llevarme cinco años, aún le daba cien vueltas.
Mientras me hacía maravillas en mi clítoris, yo hacía diabluras en el suyo.
Estaba a punto de correrme, había tardado la mitad que ella, supongo que por la excitación que me produjo contra el susto que se llevó.
Empecé a restregar mi coño sobre su boca, necesitaba sentir algo más de lo que me hacía y, en un alarde de imaginación, introduje un vibrador en su vagina.
Dio un grito alucinante al correrse y yo otro por el mordisco que me dio en mis partes al alcanzar su orgasmo.
Fue curioso que este dolor inesperado hiciera que llegara a un clímax tremendo.
Satisfechas y no saciadas (mi hermana aún no había salido de su asombro), cogí el otro aparato, el que parecía una polla doble, que había quedado encima de la cama y se lo introduje hasta el fondo.
La incorporé dejándola sentada para meterme yo la otra parte, sentada como ella, con las piernas a la espalda de cada una, frente a frente.
Me costó más meterlo que a ella, no tenía la vagina suficientemente dilatada.
Tere cogió un botecito de la mesilla, embadurnó bien el cacharro con su contenido y volvió a ayudarme a introducírmelo de un tirón.
-UUUAAAAHHHHH
¡Joder, qué gusto!
Ambas iniciamos un movimiento de vaivén, el artilugio cada vez nos entraba más, nos besábamos la boca, nos acariciábamos las tetas… Introduciendo las manos entre nuestros cuerpos, frotábamos el clítoris la una a la otra… Tere empezó a gemir más fuerte después de un rato de mete saca, hizo un movimiento más rápido de cadera y de mano, intenté coincidir con ella, el consolador había entrado del todo, ya nos frotábamos los pubis entre las dos…
-AAAAHHHHHHH –
-OOOOHHHHHH –
Pocas veces lo conseguía pero el tener un orgasmo simultáneo siempre me producía una satisfacción especial.
Nos sacamos aquel artilugio y nos tumbamos de lado, mirándonos a la cara, dándonos besitos en los labios y tenues caricias en los brazos, la espalda y los senos.
Estuvimos así mucho rato…
-Eres una cabrona.
Una cabrona y una cerda – Me dijo Teresa.
-Ya.
Y tú te lo has pasado fatal – Contesté.
-Esto no se le hace a una hermana, me has pillado desprevenida.
Y como se le cuentes a alguien…
-¿Qué? ¿Si le cuento esto a alguien, qué? No soy una chivata, aunque… Si le digo a papá que te van más los bollos que las salchichas…
-¡Pues nada! ¡Papá no diría nada! ¡Y luego te mato! – Intentó rebelarse.
-Vale, vale ¡No te pongas así! Ya te he dicho que no soy una chivata.
Bueno, mejor me callo, pensé.
Si sigo por esta línea acabamos en una bronca de espanto y esto hay que explotarlo convenientemente.
En fin, que me quiten lo bailao, me había pegado un lotazo con mi hermana estupendo.
Y lo que en principio fue una cabronada (según Tere), acabó en algo asiduo.
A esta chica le gustaba el sexo tanto o más que a mí.
Para más Inri, dormíamos juntas y en cuanto oía que mi padre se acostaba, tardaba milisegundos en venir a mi cama.
He de reconocer que tampoco le iba a la zaga, pero también que, de vez en cuando (o muy a menudo) me apetecía a alguien del otro sexo.
Estábamos ya en octubre, mes del aniversario de boda de mis padres y santo de mi hermana mayor.
A pesar de los esfuerzos que mi padre y todos mis hermanos hacían (a mí me traía sin cuidado) siempre era un día triste, yo no había conocido a mi madre pero se encargó bien de joderme la vida.
¡Joder, habían pasado más de veinte años y mi padre seguía igual! A este tío le hacía falta un buen polvo.
Nunca le había conocido una amante, mis hermanos tampoco… Lo dicho, un revolcón en condiciones.
¿Qué haría, matarse a pajas?
Papá dijo, el día anterior, que iríamos a cenar juntos.
El quince de octubre (Santa Teresa) era sábado, pero mi padre tenía asuntos que resolver ese fin de semana y no podríamos celebrarlo entre todos, sin embargo el catorce, viernes, era el día perfecto; se quedó en eso, cenita familiar en algún sitio guay.
¿Viernes por la noche? Yo tenía otros planes, pasaba de movidas familiares y de que todo el mundo me recordara a mamá, de que todos me dijeran que era igualita a ella… Total, me fui a mi bola con mis colegas.
Mi padre me estuvo llamando al móvil y a la tercera llamada sin contestar lo apagué.
Estaba hasta los pezones de esas reuniones en memoria de alguien desconocido para mí.
Llegué a casa no muy tarde y bastante pedo, había salido con el Guille y los suyos con los que había estado bebiendo, fumando y follando hasta hartarme.
¡Joder, qué bronca me montó mi viejo al llegar! Me estaba esperando despierto y por primera vez estuvo a punto de soltarme una hostia (Si lo hace le denuncio).
Me castigó a mi cuarto, sin tele (que le dieran por culo a la tele) y sin salir hasta que dijera (ya veríamos).
Con un buen colocón pero bien follada (el Guille sabía lo que hacía, o eso creía entonces) me fui a la cama pasando olímpicamente de mi viejo.
Desperté muy de madrugada, de golpe y con muchísima ansiedad, no me encontraba nada bien, había tenido una pesadilla espantosa:
“Era la noche antes de su boda y mi madre, a la que yo no había conocido, moría sin despertarse de una parada cardio-respiratoria, como la muerte súbita de un bebé”.
¡Qué mal rollo! Me sentía como si me hubiera pasado a mí y desperté horrorizada.
Me había dejado un mal cuerpo… ¡Había sido la peor pesadilla de mi puta vida!
Sin encender la luz me levanté para ir al baño, al ir hacia la puerta de la habitación me di contra un mueble en toda la espinilla ¡Mierda, me cago en la puta! ¡Qué daño! Qué raro… ¿De dónde coño había salido aquel mueble? Jurando en hebreo, prácticamente sin ver nada, me dirigí al aseo.
No lo encontraba, estaba totalmente desorientada y me encontraba rarísima y fatal, con unas ganas de vomitar…
Al final di con la puerta, encendí la luz y fui a la taza del váter.
Estaba súper mareada, me daba vueltas la cabeza y me dolía muchísimo, me encontraba de pena, no podía ni abrir los ojos… No debería haber fumado tanto canuto con el Guille.
No sé… Con el estómago totalmente revuelto, vomité hasta mi primera papilla… Me enjuagué bien, seguía fatal, la cabeza dando vueltas pero algo más aliviada; conseguí abrir un ojo…
-AAAHHHHH
¡San Dios!
¿Qué coño me había pasado? ¿Dónde estaban mi pelo negro y mi cresta? ¿Y todos mis piercings? ¡Hasta el de la lengua! ¡Dios que me muero! ¡Seguro que la cabrona de mi hermana me los había quitado estando dormida! ¡Pero si eso no hay dios que lo haga…! Y…
¡Joder! ¿Qué hago yo con este camisón de mierda? ¡Si solo estaba en tanga cuando me acosté! Y por cierto… ¿Estas bragas? ¿Desde cuándo uso yo bragas de algodón? ¿Blancas? ¿Bikini? ¡Si sólo tengo tangas de colores!
Cada vez más alucinada, casi al borde del espanto y con el dolor de cabeza martilleándome las sienes, me fijé mejor en el baño.
No era el mío, era distinto, como más antiguo…
Además de alucinada, ahora estaba un poquito acojonada ¿Dónde mierda estaba? Esta no era mi casa, tampoco parecía la del Guille… ¿Cuándo había venido aquí? Lo raro es que me sonaba…
Volví a la habitación dando tumbos, mi hermana estaba en la otra cama durmiendo como una marmota, tapada hasta las orejas.
Iba a despertarla, a preguntarle donde coño estábamos, qué coño pasaba…
Apenas se revolvió un poquito mandándome a hacer puñetas.
-¡Déjame Lily, vete a la mierda! – Dijo totalmente dormida, tapándose más.
¿Lily? ¿Desde cuándo a esta gilipollas se le había ocurrido llamarme Lily? Solo lo hacía mi padre a veces y me jodía un montón.
Me metí en la cama toda alucinada, contestando a Tere con la misma amabilidad.
Si no me doliera tanto la cabeza y me encontrara tan mal… A pesar del acojone y del dolor, me quedé frita en un segundo.
Me despertaron por la mañana, alguien que abría la persiana dijo que iban a dar las nueve.
¿Las nueve? ¡Por Dios! ¡Si aún no habían puesto ni las calles! ¡Qué coño querían que hiciera tan temprano? ¡Me encontraba fatal!
¿Y quién me despertaba? No era Tere, ni los gemelos, ni mi padre…
-¡Venga Lidia, levanta! ¡Hoy es el día! – Dijo… ¿Y esta señora quién era?
¡Joder, me sonaba un huevo! ¡Dios! ¡No la conocía pero me sonaba mazo!
¡Ay Dios, ay Dios! ¿Qué coño estaba pasando?
-¿Quién coño eres, tronca? ¿Qué mierda haces aquí? – Casi grité.
-¿Tronca? ¿Que quién soy? Niña, a ver si te llevas un azote a tu edad.
Venga, levanta que aún nos quedan muchas cosas por hacer.
– Dijo esta fulana ¡Como si fuera mi madre!
-¿Cosas? ¿Qué cosas? – Pregunté acojonada.
Algo muy, muy, muy raro estaba pasando y todo me daba vueltas.
-¡Venga Lidia! No tengo tiempo para tonterías, tenemos que ir a la peluquería a peinarte y maquillarte, la modista estará aquí a las doce, nos va a dar el tiempo justo para vestirte y llegar a la iglesia… Aunque a las novias siempre se les permite llegar un poquito tarde, es casi una obligación.
– dijo metiéndome prisa.
-¿UNA BODA? ¡Joder! ¡Me cago en la puta! ¿De quién? – Estaba llegando al espanto.
-¡Lidia! ¡Ese vocabulario! ¿Quién te ha enseñado a hablar así? – Dijo muy seria con claros síntomas de mosqueo -Desde luego, esta mañana estás de lo más tonto.
Pero bueno, es tu boda y supongo que estarás muy nerviosa.
¡Ay, Dios mío! ¿Mi boda? ¿Se habían vuelto locos? ¿Cómo me iba a casar si no tenía ni novio?
-Pero, pero… ¿Qué puto día es hoy? – Pregunté con la voz temblando.
-Día 15.
¿Estás tonta? ¡Y ya está bien de decir palabrotas o te doy un sopapo! ¡Date prisa de una vez!
-¿15 de octubre?
-¡Me estás poniendo nerviosa, Lidia! ¿Qué 15 va a ser? – Se impacientó la señora.
Me seguía recordando a alguien conocido pero como muy joven, como recién salida de una clínica de rejuvenecimiento.
Apenas reaccionaba, me levanté con las piernas temblando.
Esto era un sueño ¡Claro! ¡Un puto sueño! Enseguida me despierto… ¡Pero qué real la mierda del sueño! ¡Si lo hubiera llevado, se me caía el támpax del susto!
Fui a lavarme, a intentar despejarme un poco de esta mierda, me seguía encontrando fatal.
El espejo me devolvió la imagen de la noche pasada.
¡Oye, sueño de los cojones, como broma ya está bien! No me enteraba de nada.
Esto se parecía… ¡Ya sé! ¡La casa de mis abuelos! ¿Y esta señora que se comportaba como si fuera mi madre…? ¡Mi abuela! ¡Otra puta pesadilla!
Fui a vestirme, a quitarme la mierda de camisón que llevaba, la señora seguía allí con… ¡Hostias! ¡No era mi hermana! ¡Era como mi tía Inés! ¡Igualita a mi tía Inés con veintitantos años! ¡Yo me quiero morir! ¡QUE ME DESPIERTE YA, COÑO!
Mi pesadilla seguía mientras me llevaban de vuelta al baño a darme una ducha.
Al enjabonarme me di cuenta… ¡Joder, tenía pelos en el coño! ¿Me habían vuelto a salir? ¡Joder, qué puta mierda de láser! Con una maquinilla de afeitar y jabón de manos me lo depilé enterito dejándomelo súper irritado.
Después de ducharme me puse mogollón de una crema hidratante que había y me quedó más suave, ya casi no me picaba.
Vestida con falda plisada, blusa y chaqueta de punto ¡Qué horterada! ¡La falda me llegaba al ombligo! La señora, metiéndome más prisa todavía, me hizo coger un chaquetón, un bolso y salir pitando a la calle.
Bueno, quizás mi sueño pretendía decirme algo… Lo malo era que luego no me iba a acordar de nada, nunca recordaba lo que soñaba.
No tenía que haber fumado tanto con el Guille, ni bebido tanto… Je, je, lo del polvo estuvo de puta madre…
Fuimos a una peluquería cerca de la casa, este barrio también me sonaba.
No recordaba que hubiera ninguna por ahí, me parecía que tenía que haber una tienda de chinos…
Me estuvieron peinando y maquillando media mañana, no me reconocía.
Mi pelo color natural, rubio oscuro, recogido en una especie de moño, flequillo y una diadema, sombra de ojos, rímel, maquillaje suave, un toque de colorete y lápiz de labios.
¡Parecía una maniquí de revista! Yo no salía a la calle así ni loca ¡No te jode! La puta señora, un poco harta, casi me saca de la pelu de la oreja.
Volvimos a esa casa cerca de las doce del mediodía y ya había llegado la puta costurera con un traje de novia que se lo iba a poner su puta madre.
¡Nos ha jodido mayo con las flores! ¡Trajecito blanco de raso con vuelo, cola y chorradas similares! ¡Y un velo! Ni en un sueño me ponía yo eso.
A la tercera negativa apareció un señor calcadito a mi abuelo.
-AAAHHHHH
-¿A esta niña le pasa algo? – Preguntó ante mi grito y cara de espanto ¡Joder con mi sueño o pesadilla! ¡Ya se estaba pasando! ¿Pues no parecía mi abuelo con unos cincuenta tacos? ¡Hasta tenía pelo!
-Está muy nerviosa.
Ahora dice que no se pone el vestido, que es una horterada – Dijo la nueva tía Inés con mucho retintín.
Intenté fulminarla con la mirada, pero no funcionó.
-Mira Lidia – Dijo el señor – Sé que es un día especial, muchas novias se ponen histéricas… Pero tú no vas a ser de esas ¿Verdad? – Siguió con un tono irónico que me dejaba muy clarito que no me iba a pasar ni una.
Se acercó a mí dándome un beso en la frente.
-¿No le harás enfadar a papá, verdad?
¡Glups! ¿PAPÁ? ¡Me cago en todo!
-No… No, claro – Contesté casi paralizada de la impresión.
¿Papá? Ya sé, en este sueño estaba interpretando el papel de mi madre, si no, no entendía nada.
¿No decían que era igualita a ella?
Me puse el puto vestido, parecía la Barby novia.
Mi madre era cursi de narices ¡Qué pija! Hasta medias blancas con ligas que, para más gilipollez, la tía Inés me puso una azul.
(No sé qué chorradas de algo prestado, algo azul y no sé qué más)
Un poco después, un Mercedes impresionante, con flores blancas en la bandeja trasera y lazos blancos en las puertas, me recogía en la puerta de la casa llevándome a una iglesia junto con “mis padres”, él vestido de chaqué.
Delante de esa iglesia había congregada bastante gente vestida de fiesta… El coche paró justo en la entrada… Casi se me caen las bragas cuando mi padre (el de verdad), con menos de treinta años, se acercó a ayudarme a salir del vehículo.
¡Joder cómo estaba! La verdad es que así, de jovencito, era un tío de puta madre, estaba para comérselo.
Un poco pijo con el chaqué, eso sí.
Quise cortarme un poco, era mi padre, no podía pensar eso de él.
Además, anoche me había castigado el muy cabrón.
Besos, saludos… Un follón de la leche mientras “mi madre” metía prisa a todo el mundo para que entrara, parecía un sargento.
Cuando desaparecieron todos en el interior del templo, mi “padre” me cogió del brazo llevándome a mí, con mi vestidito, el velo tapándome la cara (menos mal) y un ramito de capullos de rosas blancas en las manos, por el pasillo central.
Marcha nupcial (qué fina), mi padre (futuro marido si nada lo impedía o me despertaba ya) delante de mí agarrado del brazo de mi abuela paterna, yo detrás con mi “padre” en plan desfile… Hasta quedar delante del altar, en dos sillones rojos con dos reclinatorios.
¡Joder, este sueño/pesadilla era súper real!
Me tuve que tragar toda una misa, yo flipaba.
Después de un sermón en que casi me duermo, hacia la mitad de la misma, empezó la boda en sí.
Me preguntaron si quería a Luis como mi legítimo, etc.
etc.
Iba a decir que “una mierda” cuando, no sé cómo, otras palabras salieron de mi boca.
-Sí quiero.
-¿Yo había dicho eso? ¡Que no, joder, que no! Debía de ser porque era un sueño, que si no…
Lo mismo a mi padre y el mismo
-Sí quiero.
Luego los anillos (¿en prueba de amor y fidelidad? ¡Lo llevas claro!), las arras (ni puñetera idea de lo que eran las arras)… Y entonces… “Os declaro Marido y Mujer” ¡Me levantó el velo de la cara y me besó en los labios! ¡Joder, mi padre me había besado en los labios!
La Comunión… En fin, toda la parafernalia.
Yo iba flotando, iba a decir que como en un sueño.
Evidente.
Luego, ir a la sacristía a firmar el acta matrimonial.
Me llevé un susto de los que acojonan (más todavía) cuando, después de estampar mi firma, el apellido era el de mi madre, no el mío.
Juraría haber escrito bien… ¡Claro, el puto sueño otra vez! ¡Que por cierto, ya estaba durando!
Al salir, lluvia de arroz, muchos ¡Vivan los novios! Y chorradas por el estilo.
Meternos en el Mercedes e ir a un hotelazo de lujo donde nos esperaba un coctel previo a la comida.
Como era un sueño, me metí tres lingotazos de gin-tonic para pasar el susto.
¡Qué puta pesadilla!
Y para ser una pesadilla, los copazos me pegaron lo suyo ¿Pues no me estaba mareando? Mi “marido” me llevaba de un sitio a otro saludando a un montón de peña que no me sonaba de nada.
Bueno… Algunos se daban un aire.
Iba bebiéndome gin-tonics cada vez que aparecía un camarero con la bandeja llena de copas, me iba a coger una mierda de espanto.
Hubo un momento en que casi no me tenía en pie y me reía de todo por cualquier chorrada, mi “padre” se estaba mosqueando, por no hablar de la sargento.
Mi “marido”, muy cariñoso él, intentó que dejara la copa y acompañara a mi “hermana” al baño.
Casi me llevaron a rastras.
Menos mal que dentro no había nadie…
-Tía Inés, esto no está pasando, yo no tenía que estar aquí, estaba en la cama, estaba castigada por no ir al aniversario de mamá y no sé cómo he aparecido aquí.
No sé por qué los abuelos son mis padres, ni mi padre mi marido, ni nada… ¡Quiero despertar! ¡Quiero volver a mi casa! – Solté estallando en lágrimas, escondiendo la cara entre las manos.
-Joder Lidia, y perdón por el taco.
Tienes una borrachera de espanto.
¿Te das cuenta de las bobadas que dices? ¡Te vas a caer redonda y vas a dar el numerito!
-Je, je, je… – Me salió, dejando de llorar.
-¡Espabila! ¡Es tu boda! No lo fastidies Lidia, no después de lo que me hiciste con Luis.
-Je, je, je… ¿Con Luis? Je, je, je…
-¡No te aguanto borracha! ¿Te vas con un chico y encima te ríes? ¡Es para partirte la cara!
¡Hostias! ¡Mi madre le había quitado el novio a mi tía! ¡Qué pasada! ¡Qué zorrón! ¡Qué bueno!
Pero esto no cuadraba.
¿Te vas con un chico? ¿Y con quién quería que me fuera? Ciertas sospechas nacieron en mi obnubilada mente…
Me agarré como pude a mi tía, la veía doble.
Para comprobar lo que le había dicho de mamá (y porque me apetecía), le di un beso en toda la boca… ¡Ahí va, cómo colabora! ¡Joder qué morreo! Me metió la lengua hasta la tráquea, me la pasó por los dientes, los labios… Los mordió suavemente, le respondí no tan suave…
¡Así que era eso! ¡Joder, qué puta! ¿No estaba besando a su hermana el día de su boda? ¿Estaba quedada conmigo? Y ahora me estaba sobando las tetas ¡Me iba a arrugar el vestido!
Se separó de mí con lágrimas en los ojos.
-No quiero que te vayas Lily, no quiero.
¿Qué voy a hacer sin ti?
¡Qué flipada! ¿De qué iba? Desde luego, los sueños son mazo raros.
Se lavó la cara en uno de los lavabos y se retocó el maquillaje, me metió en un wáter, me ayudó a meterme los dedos en la garganta y me sostuvo mientras echaba los gin-tonics.
Al cabo de un ratito, habiendo vomitado hasta el café del desayuno, me sacó de allí ayudándome a lavarme bien, a enjuagarme la boca, a colocarme bien el vestido, a corregir el rímel, la sombra de ojos y el colorete… Volvió a besarme, a pintarme los labios y volvimos al convite.
Estaba pálida pero recuperada, me encontraba algo mejor.
Mejor del mareo, porque la pesadilla continuaba y no tenía ninguna pinta de terminar.
Me acababa de casar con mi padre, me había morreado con mi tía que parecía enamorada de mí.
Si no despertaba pronto, me iban a poner una camisa de fuerza.
Total, comida típica de bodas, los novios recorriendo las mesas saludando y agradeciendo a todo el mundo el haber venido (yo sin enterarme de nada), no comiendo nada y con un hambre que me moría.
Menos mal que tuvimos un rato (pequeñito) para sentarnos, papear una carne en salsa que estaba de puta madre, hasta que trajeron una tarta de pisos y una espadita para que cortáramos un trozo mi “marido” y yo, inmortalizando el evento (¡Dios, qué cursilada!)
Terminamos a las tantas, estaba muerta, me dolían los pies por los zapatos nuevos, la cara de tanta sonrisa… En fin, para qué contar.
En el mismo hotel había una discoteca y allí fue todo el mundo, nosotros incluidos ¿No íbamos a cenar? ¡Sería un sueño, pero me rugían las tripas! Me hicieron bailar un vals con mi “marido”, otro con mi “padre”.
No sé cómo salí del paso, no había bailado eso en mi vida ni de lejos.
Luego, bailes más normales (de los 80), un montón de alcohol (que mi tía, la muy cabrona, se encargaba de quitarme) unos canapés para matar el gusanillo (por fin), hasta que, pasada la medianoche, más muerta que viva, mi padre o marido me dijo que era hora de subir.
-¿Subir a dónde? – Pregunté con curiosidad.
Otra sorpresita, pensé.
-Pues a la habitación, dónde va a ser.
– Me contestó.
A la habitación… Ya… ¿Qué habitación? ¿Para qué? ¿La noche de bodas?… ¡Hostias! ¡La noche de bodas! ¿No pretendería pasar la noche de bodas conmigo, no? ¡Que soy su hija, coño!
Pues ni hija ni leches, me vi en un ascensor subiendo con mi padre (acojonadita perdida) hasta la décima planta, donde entramos en una habitación súper chula, con salita y un dormitorio enorme.
Una botella de cava y unos bombones nos esperaban.
Me estaba entrando un acojone… Es un sueño, es un sueño, es un sueño ¿No me iría a acostar con mi padre en un sueño, verdad? ¡Me daba un infarto!
Mi padre, sirviendo dos copas, brindó conmigo.
Solo le di un sorbito, no me pasaba nada por la garganta.
Empezó a quitarse el chaqué hasta quedarse en unos calzoncillos de tela, blancos y súper discretos, se dirigió al baño (Qué espalda tenía el cabrón y qué culito), oí cómo se lavaba los dientes.
Salió… ¡Cómo estaba! ¡Hasta marcaba abdominales!
-Te espero en la cama mientras te cambias.
No tardes – Me dijo con insinuación evidente de lo que me esperaba.
Más que acojonadita perdida, me metí en el cuarto de baño de la habitación, era impresionante.
Había un camisón de seda blanco, bastante pequeño, preparado para mí.
¡Joder, me estaban temblando hasta las tetas! ¡No podía seguir, ni en un sueño ni nada!
Apareció el bueno de papá (qué previsor) para ayudarme a soltar los cien mil botones que tenía el vestido de novia por la espalda, luego se retiró otra vez a la habitación.
Me desnudé, llevaba ropa interior blanca de encaje y medias con ligas (una azul).
Ni me reconocía.
Con más miedo que vergüenza, como una autómata (realmente no quería y no sabía ni por qué lo hacía) me quité el sujetador y las medias poniéndome el camisoncito a continuación.
Me lavé los dientes y, todavía flipando, queriendo quedarme allí encerrada, no tengo ni puta idea de por qué salí del baño.
Me esperaba en la cama con la luz de la mesilla encendida.
Ahora estaba muerta de vergüenza ¡No me podía meter en la cama con mi padre! ¡Y menos con este camisoncito! ¡Dios mío, es papá! ¡QUE NO PUEDO!
Sin embargo, supongo que cosas de los sueños, me veía avanzando por la habitación hacia él.
Dio un silbido de admiración que me puso aún más nerviosa (si eso era posible).
Destapó el otro lado de la cama invitándome a introducirme.
¡Socorro! ¡Aiuto! ¡Help me! ¡Au Secours! ¡Helfen!
¿Por qué nadie me ayudaba? ¿Por qué no se tiene control sobre lo que se hace en los sueños? Esto ya era pasarse, no me podía meter en ese lecho nupcial, no podía dejar que mi padre me follara… Pero sí, ahí estaba, tumbándome al lado de este chico que, era evidente, tenía toda la intención de hacerme pasar por el aro.
-Apaga la luz – le dije con la esperanza de quedarme dormida y despertarme de verdad en mi cama.
-No, quiero verte bien hoy – Me contestó con decisión.
¡Estoy jodida! Pensé
No tardó nada en lanzarse sobre mí, en besarme los labios… Yo retiraba la cara ¡No podía dejar que me besara así!
-Me duele la cabeza – Solté en un intento desesperado por escaquearme.
-Claro, si no hubieras bebido tanto… Pero yo tengo un remedio estupendo para que se te pase – Dijo mientras metía sus manos debajo del camisón, llegando hasta mis tetas.
¡Coño! ¡Que me está tocando las tetas! Se me pusieron los pezones como piedras, pero no de excitación sino del susto ¿Cómo salía yo de allí? Estaba clarísimo que éste tío no tenía ninguna intención de dejarme.
Antes de darme ni cuenta me había quitado aquel camisoncito tan cursi y agasajaba mis senos con frenesí.
Debía de tener una calentura de narices.
Me chupaba los pezones, me los pellizcaba, repasaba mis areolas, amasaba el pecho enterito con toda la mano, iba de uno a otro sin parar…
¡Si hasta me está poniendo cachonda! Pensaba.
Intentaba aguantar aquellas caricias como podía, no me podía excitar con él ¡Era mi padre!
Pero nada, él seguía y seguía sobando, besando… ¡Coño, este tío sabía lo que hacía! ¡NO! No iba a caer en esta aberración.
Una cosa era jugar con mi hermana, porque realmente era un juego y otra muy distinta echar un polvo con papá.
Si lo pensaba fríamente (y en caliente) era antinatural.
Este pensamiento me estaba ayudando a aguantar como podía.
Cuando fue besando mi vientre planito, mis piernas, mis pies… Poco a poco me iba derrumbando.
¡No, jamás! ¡Aguanta, Lidia, aguanta! Al bajarme las bragas de encaje, cerré las piernas tan fuerte como pude.
Él no se amilanó, se maravilló al ver mi coñito totalmente depilado, acariciando suavemente el monte de Venus que quedaba a la vista.
-Te has depilado entera, es la primera vez que te veo así.
Pareces un bebé, me encanta… Has tenido una idea genial – Me dijo en un susurro.
¿Genial? ¡La he cagado!
Ni fuerza en las piernas ni leches, fue besando mi zona íntima haciendo fuerza con las manos para que, poco a poco, las fuera abriendo (sin querer).
¿Mi padre hacía sexo oral? ¡Joder, qué pasada! No sé cómo, ya tenía su cabeza entre mis muslos, besándome, acariciándome y haciendo diabluras con su lengua.
Me la pasaba desde el agujerito del ano hasta el borde del clítoris sin tocarlo, recorriendo mi entrada vaginal… Me estaba poniendo histérica mientras intentaba apartarle (sin éxito) de ahí…
Repentinamente, su lengua llegó a mi botoncito de placer, a ese nódulo necesitado de caricias, caricias que no quería… A la vez que lo movía, chupaba y rodeaba, metió dos dedos en mi interior, frotando con suavidad y cierta energía mis paredes vaginales.
Sin esperarlo ni por lo más remoto, intentando convencerme de que esto no era real, de que no era mi padre, de que sólo era un puto sueño, me frotó más enérgicamente la parte superior de mi interior haciéndome llegar, en cuestión de segundos, a un orgasmo que no había sentido nunca.
Venía de dentro ¡Era alucinante! Debía de ser lo que llamaban orgasmos vaginales, el puto punto G…
Mientras me corría patas abajo, pensé en el Guille, ¡qué puto inútil! Pensé en mi padre y pensé que, en ese momento, tenía que ser mi marido, mi amante.
Me llevó a un éxtasis desconocido, me hizo arquear la espalda y, sin solución de continuidad, mi clítoris, bien atendido por sus labios y lengua, estalló en otro clímax de la hostia.
-AAAAHHHHHH, DIOOOSSSS…
¡Mi madre, qué orgasmo! ¡Se habían juntado los dos a la vez! No había sentido nada parecido en los polvos de mi vida… Con la mente obnubilada por el alcohol y el placer, todavía tuve tiempo de pensar: ¿Qué pasa, que nadie sabe hacerlo bien? ¿O es que mi padre es la hostia? ¡Joder, qué fuerte!
Una vez relajada, mi padre, (intentaba pensar en marido, no quería cortar este rollo), dio media vuelta y, montándome sobre la cara, me puso la polla en la boca mientras volvía a comerme toda mi zona genital.
Típico sesenta y nueve.
Me dio mucho reparo al principio, no me atrevía a cogerle la polla a papá… Sólo hasta que su lengua y dedos volvieron a llevarme a las puertas del paraíso.
Entonces agarré esa barra con ansia, la chupé, chupé sus pelotas… Me la metí en la boca, jugué con la lengua en su glande y succioné lo que pude.
Se iba a enterar cómo las gastaba una servidora.
Él empezó a follarme la boca, a llegar hasta la campanilla, a hacerme sentir otra vez en el limbo… Mientras me volvía a correr en otro orgasmo que sólo él había sabido provocarme, me tuve que sacar de la boca aquel cacharro que gastaba porque me asfixiaba al correrse directamente en mi garganta.
Intenté tragar, se me escapaba por las comisuras de la boca, su semen me manchaba la cara… Y yo gritaba sin parar de correrme ¡Qué tío! ¡Qué bestia! Hizo que mi orgasmo no parara, me iba a reventar…
-AHHHHHH, YAAAAAAA… POR DIOOOSSS…
Paró de chuparme el clítoris y meterme los dedos, sólo lamía los alrededores de mi intimidad con mucha delicadeza, recogiendo el flujo que en ese momento hubiera podido soltar, relajándome poco a poco.
A pesar de que noté cómo se crispaba cuando volví a chupar su miembro, también noté cómo aguantó mi envite.
Iba perdiendo dureza, yo limpiaba cualquier resto de leche que quedara… ¿Pensaría que era una golfa por lo que hacía? ¿Lo habría hecho mi madre alguna vez?
Pues ni idea, pero cada una es cada una y yo actuaba como sabía a pesar de sentir lo que ni siquiera imaginaba.
Cuando estuvo bien limpito un buen rato después, durante el que tuvo la delicadeza (qué fuerte) de dejarme descansar (si hubiera sido otro, el Guille por ejemplo, no habría tenido ningún miramiento, aparte de que ya habríamos terminado), dio media vuelta, se puso a mi lado y me besó con una ternura que me recordó a mi infancia.
Mi padre era la hostia de cariñoso con su mujer ¡Quién lo iba a decir! Siempre era tan serio…
Me quitó esos pensamientos besándome con más pasión, pasándome mi propio sabor, el sabor de mi coñito y yo a él el suyo ¡Qué mezcla! Movió su lengua en mi boca, la enredó y jugó con la mía, me acarició mis tetas a punto de explotar de lo duras que estaban… Dirigí mi mano, de forma inconsciente, a su miembro.
Poco a poco iba recuperando su dureza.
Me estaba perdiendo en un mar de sensaciones, cada vez que le miraba, tenía que apartar la vista, no quería ver a mi padre, tenía que ser mi amante…
Cuando estuvo a punto, se tumbó encima de mí, volvió a besarme con mucha pasión mientras su pedazo de carne, duro como el acero, me iba abriendo el coño, literalmente, partiéndome por la mitad.
Aunque había sido consciente de que su cosa era grande, no había caído, mientras la chupaba, en el tamaño real que tenía, nunca me habían metido una polla semejante.
¡Qué pedazo de herramienta!
Boqueé buscando aire… Sentí un dolor enorme cuando empujó fuerte, casi me saca la matriz por la boca cortándome todo el rollo.
-Ayyyy.
Suave, hazlo suave que me atraviesas… – Le tuve que decir al oído
-Perdona Lily, hoy estás tan estrechita…
Y continuó follándome muy suave, introduciéndome apenas su cacharro, parando la embestida cuando llegaba al fondo de mi interior, sin empujar.
La sacó y volvió a comerme el clítoris, haciéndome recuperar la excitación mientras se me pasaba el dolor… Cuando succionó con un poco más de fuerza pero sin hacerme daño, cuando volvió a frotar la parte superior de mi vagina con los dedos, me volví a correr en otro orgasmo brutal.
-JOOOODEEEEERRRR, AAAHHHHHHHH
¡Coño! ¡Y van tres! ¡Los mejores tres orgasmos de mi vida!
Se incorporó sobre mí otra vez mientras me relajaba.
-Caray Lily, nunca habías gritado tanto, no sé qué te pasa hoy… – Me dijo antes de besarme otra vez.
-MMMMMFFFFF!!!
Solté con sus labios sobre mi boca cuando volvió a introducirse en mi interior.
Ahora intentó no hacerme daño.
Poco a poco, conforme iba acelerando su mete saca, su miembro se introducía cada vez más, hasta estampar su vello púbico en mi monte de Venus.
Al estar recién depilada lo noté perfectamente.
Fue acelerando paulatinamente, no paraba, yo abría las piernas cada vez más, me golpeaba en el clítoris con el pubis… Tuve otro orgasmo, esta vez más normal, acojonante igualmente.
Apreté fuerte con las piernas su cintura mientras me iba patas abajo.
Bueno, esto sí lo había vivido más veces… Pero él no se corría ¿Qué estaría haciendo yo mal?
Me cambió de postura, se tumbó e hizo que le cabalgara.
¡Joder, estaba deshecha! Inicié un movimiento suave de caderas para recuperarme un poco, tenía que descansar del orgasmo anterior.
Él empezó a darme suaves golpes de cadera hacia arriba.
Ahora me entraba toda su polla, sin dejar nada fuera.
Tenía los músculos dilatados a tope, sólo recordaba el consolador de mi hermana, ese doble, como algo tan grande que me hubieran metido alguna vez, y ni aún así.
Hacía que me incorporara y botara encima de él, me sobaba las tetas con ambas manos… Me bajaba contra su pecho y me besaba… ¿Yo no había follado nunca? ¡Jamás había sido tan pasiva! ¡Pero es que no podía más! Este hombre, mi padre, mi marido, me estaba dominando en esta faceta como a una auténtica cría, hacía de mí lo que quería.
También lo que sentía no tenía nada que ver con lo sentido hasta entonces…
Me tumbó otra vez sobre él y, en vez de dar golpes de cadera, me agarró por la espalda hasta los hombros, frotándome contra él de arriba a abajo.
Poco a poco iba notando cómo mi excitación subía de nivel otra vez; un momento después era yo la que me frotaba sin ayuda… Me volví a correr como una bestia, él seguía frotándome sin parar, mi orgasmo no acababa… Y sentí ahora algo que jamás había vivido.
Sin haber terminado de correrme, volvió a empezar la sensación de clímax, y otra vez, y otra vez… No paraba de llegar, era alucinante a la vez que me dejaba exhausta… ¡Hostias, no podía más!
Derrengada encima de él, habiendo sentido un multiorgasmo desconocido (no sabía ni que existieran o que era capaz de experimentarlos) me puso boca abajo con una almohada bajo mis caderas.
Dejó que me volviera a relajar acariciándome la espalda hasta las nalgas, las piernas… Me dejó al borde del cielo.
Cuando me la introdujo por detrás creí morirme.
¿Todavía más? ¿No era suficiente? ¿No se había corrido aún? ¡Me iba a matar! ¡Mi padre era el mejor amante que persona humana hubiera conocido! ¡Un follador nato! ¡Si me había corrido más de cinco veces!
Fue suave, fue delicado, fue cojonudo.
Entraba y salía con parsimonia, sin violentarme para nada.
Sólo buscaba mi placer ¿Y el suyo?
Un ratito después, iba un poco más rápido, yo más sensible… ¡Me iba a volver a correr! ¡Dios, otra vez!
Llevó los dedos ensalivados a mi botón totalmente excitado, debía de tener el tamaño de un pene a estas alturas.
No me irritó, solo hizo que entrara en una dimensión de orgasmos, uno tras otro, uno dentro de otro… Algo totalmente alucinante.
Cuando despertara de este sueño, a ver cómo encontraba algo parecido.
Esto era la leche, era acojonante, estaba a punto de perder el sentido… Se corrió dentro, notaba su leche, más que su leche los golpes de su ariete en mi interior… Hizo que el orgasmo que en ese momento sentía llegara a una cota superior, era increíble.
Por primera vez en mi vida la llamé de verdad.
-AAAAHHHHHHHH, MAAAAMAAAAA…
Poco después estaba casi dormida apoyada en su pecho, desnuda como él.
Me acariciaba el pelo y, de vez en cuando, me besaba la cabeza.
Nunca había vivido nada semejante, ni remotamente parecido, ni siquiera se aproximaba un poquito… Ahora, casi me daba pena que este sueño se acabara, al final había sido una apoteosis del sexo.
Estaba tan satisfecha que ni siquiera me daba vergüenza estar en la cama desnuda con papá.
Antes de dormirme, me levantó la cara por la barbilla, me miró a los ojos y me dijo:
-Te quiero Lily.
-Yo también a ti, papá – Contesté al perderme en los brazos de Morfeo.
Hacia las seis de la mañana (lo ponía el reloj de la mesilla) me desperté rara e incómoda, algo me pasaba, alguien intentaba acceder a mi coñito otra vez.
Intenté revolverme, decir que me dejara en paz, mi hermana debía de estar de calentura porque quería meterme uno de sus famosos consoladores.
¡Todavía estaba hecha polvo! ¡Joder qué sueño! No sólo lo recordaba sino que me había dejado reventadita de verdad.
-Tere, para, ahora no… ¡Joder tía, que pares! ¡Coño, que me dejes ya! – Solté muerta de sueño.
-Hola preciosa.
Anoche papá, ahora Tere… Eres una caja de sorpresas.
¿En que estabas soñando?
-AAAAHHHHHHH
No salté de la cama porque una polla enorme se abría paso en mi coño por detrás y me sujetaban fuerte de las tetas.
-¡Joder Lily! ¡Sí que estás sensible…!
¡Para no estarlo! No había gritado por un orgasmo sino porque seguía ahí, en el puto sueño, con mi padre follándome otra vez…
Le costó un ratito conseguir que me excitara, estaba más fría que un témpano de hielo, por el alucine y por el agotamiento, me había dejado hecha puré durante la noche.
Ya no sabía cuánto podía durar el sueño, no sabía cuánto iba a durar el polvo… Era casi una violación… Tenía que decirle que no podía seguir con esto, que se estaba follando a su hija…
-¡No pares ahora, sigue, no pares! – Le dije a las puertas de otro orgasmo.
¿Cómo lo había hecho? Estaba pensando en mandarle a tomar por saco cuando ya me tenía deshechita del todo, corriéndome como una burra.
-AAAAAHHHHH, POR DIOOOOSSSS…
-No pensaba parar, mi vida, no tengo ninguna intención.
– Contestó.
Siguió metiendo y sacando, me hizo llegar un par de veces más, me puso boca arriba y me volvió a comer todo el coño, me metió los dedos produciéndome otro orgasmo vaginal, de esos bestiales, casi a la vez que el clitoriano… No paraba de correrme ¿Cómo aguantaba? No sé, estaba al borde del puto desmayo.
Cuando, después de llegar a lo bestia (no sé como lo hacía, pero conseguía que me corriera sin parar) se vació en mi interior, casi ni me di cuenta.
Creo que estaba más cerca del más allá que del más acá.
Hacia las diez de la mañana, derrengada y muerta de sueño, me dieron un beso en los labios para despertarme.
Abrí sólo un ojo…
-AAHHHHH
-Caray, hija.
Si cada vez que te despiertas sueltas ese grito, me divorcio.
– Me dijo de muy buen humor.
Con los ojos como platos (me había espabilado de golpe) miraba a mi padre, o mi marido, o el gran semental o lo que fuera.
Seguía ahí, no me despertaba, seguía metida en el sueño de los cojones.
Iba de sorpresa en sorpresa.
-A las doce tenemos que dejar la habitación, cariño.
¿Qué te parece una última vez? Hay que amortizar la noche de bodas.
– Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras me acariciaba las tetas.
-¿Eh? – Pregunté perpleja.
-Mira que eres remolona – Siguió, dándome un beso.
Entre las diez y las once me volvió a llevar al séptimo cielo, hizo que me corriera tantas veces que fui incapaz de contarlas, hubo momentos en los que estuve más ausente que presente.
Supongo que mis padres ya habían hecho el amor antes de casarse, era más que evidente, no me extrañaba que mi madre se casara tan joven, este tío erra increíble, no podía dejarlo escapar.
Para rematar la faena, el muy cabrón volvió a metérmela en la ducha, a traición.
El grito que di lo debieron de oír en todo el hotel ¡Qué polvazo! Junto con los orgasmos que me provocaba, tuvo el añadido del agua cayendo sobre nosotros, el gel de ducha que usó al encularme (qué cabrón), el mismo gel que tenía en los dedos con los que me frotaba el coño hasta hacer espuma…
Acabé totalmente reventada, por el coño y por el culo.
Eso sí, no cambiaba esta noche por nada del mundo.
Desayunamos en la suite, tenía un hambre canina (qué fina me había vuelto en una noche o en un sueño) Recogimos la maletita que habíamos llevado (supongo que mi madre) con los útiles de aseo, ropa de calle y el camisón (para lo que duró, qué gasto más tonto), cogimos los trajes de boda y dejamos aquella habitación de la décima planta de un hotel de lujo de Madrid.
No la iba a olvidar en toda mi vida.
Recogimos el coche del garaje, un Seat Ronda, y nos fuimos a una casa que no me sonaba de nada, en pleno centro (de ahora).
Entonces tampoco estaba nada mal situada.
Me pasó en brazos la puerta, casi se me saltan las lágrimas.
-Nuestra casa, por fin – dijo él
Yo miraba alucinada a todos lados.
La recorrí entera, tenía dos habitaciones, no era muy grande pero no hacía falta más, era nuestro nidito de amor…
¿En qué coño estoy pensando? ¡Esto es un sueño, me da igual!
Sin embargo, fue pasando el tiempo, yo cada vez más desesperada, no me despertaba, todo era tan real… Cada vez estaba más convencida de que no era un sueño sino una putada de alguien o de algo.
Empecé a obsesionarme con libros de física que hablaran de espacio tiempo, paradojas temporales, cosas así.
No duré ni dos días, no me enteraba de una mierda.
Estaba claro que la física no era mi fuerte, ni antes ni ahora.
Me convertí en ama de casa en un tiempo en que las mujeres de mi edad (si tenía la de mi madre, veintiún años igual que yo) estudiaban o trabajaban todas.
No tenía ni idea de qué había estudiado.
En mi tiempo real sólo había terminado la selectividad y desde entonces estaba tocándome el coño tranquilamente (lo que ponía histérico a mi padre)
Menos mal que papá, bueno, ahora mi marido, tenía un trabajo decente y ganaba bien.
En pocos meses me di cuenta de que estaba embarazada.
Para cuando sospeché que esto no era un sueño normal, llevaba más de un mes sin tomar la píldora.
Ni se me había ocurrido.
Luis, mi marido, mi padre (cada vez estaba más flipada) me mimaba como si fuera un tesoro.
Me decía que si quería trabajar o estudiar, lo hiciera cuando quisiera, incluso me animaba a hacerlo ¿Pero de qué iba a trabajar si no sabía nada? Total, en casita que se estaba muy bien.
Enseguida conocí a antiguas amigas de mi madre, solía dar una vuelta con ellas de vez en cuando, pero era la única ama de casa y la única casada, apenas tenía nada en común de qué hablar.
Pero lo verdaderamente fuerte, lo que nunca hubiera imaginado, lo que no me entraba ni en un sueño erótico, fue lo que sucedió al día siguiente de volver de nuestro viaje de bodas.
Estuvimos quince días en Italia, más que viaje de bodas fue una paliza turística, pero lo pasé fenomenal.
Bueno, pues ese día siguiente, hicimos lo lógico, fuimos a comer a casa de mis suegros donde vinieron también mis abuelos, bueno, mis padres en esta vida.
Tras una agradable sobremesa (cada día soy más fina) nos fuimos a nuestro piso.
Mi tía Inés vino a vernos esa tarde.
(Coño, mi hermana Inés).
Al verme, me dio un abrazo que casi me ahoga y delante de Luis, un morreo con lengua que me dejó helada.
Más aún cuando le dio el mismo tratamiento a mi padre.
(Joder, marido).
¿Pero esta tía de qué iba? Podía entender que estuviera algo enrollada conmigo (igual que yo con Tere) ¿Pero con Luis? ¿Mi padre le puso los cuernos a mi madre con mi tía? ¿Delante de ella? ¿No dijo que yo la había dejado por mi padre? Bueno, no sé, esto era rarísimo…
Pero Inés no tardó nada en disipar mis dudas.
-¡Que ganas tenía de veros, chicos! Ganas y necesidad.
Sin decir nada más, nos cogió a cada uno de la mano y nos llevó a la habitación.
Me desnudaba mientras me morreaba, me metía la lengua hasta la garganta, yo no salía de mi asombro al ver cómo mi padre desnudaba a mi tía desde atrás, sobándola bien las tetas, desabrochando su blusa y sostén mientras ella me los quitaba a mí.
En un momento nos rozábamos los pezones, mi marido nos acariciaba a ambas… ¡Esto era la leche!
Antes de darme cuenta, mi padre me comía el coño debajo de mí mientras yo se lo comía a mi tía.
Le hice a Inés lo que solía hacerme él, le comí el clítoris mientras buscaba su punto vaginal, más difícil por la postura.
Cuando Luis hizo que me corriera como siempre, como una burra, encadenando orgasmos clitoriano con vaginales, o al revés, acabando derrengada, hice lo mismo con Inés.
-UUUAAAAHHHHH
Gritó cuando conseguí, tras frotar un ratito, que se corriera por dentro.
Contenta por el éxito obtenido, chupé con más ahínco hasta conseguir otro orgasmo de los convencionales, mezclando uno con otro.
-LIIIDIIAAA, AAAHHHHH
Tras haberme ido patas abajo, mi padre me la metió por detrás, yo seguí comiéndole el coño a mi tía.
(Todavía no estaba acostumbrada a llamarles marido y hermana) Me volví a correr, mi tía también, gritando más si cabe… Cuando mi padre se vació dentro de mí, mi tía se levantó corriendo a limpiarle ese pedazo de herramienta.
-No sabía que ahora te gustaran éstas también – Dijo mi padre.
-Si es con vosotros, me gusta todo – Contestó mi tía.
Y mientras se dedicaba a poner el aparato de papá otra vez en situación, él me comía a mí entera, o sea, de las tetas al coño.
Hizo que me volviera a correr, otra vez un multiorgasmo fabuloso, cada vez los conseguía con mayor frecuencia.
Deshecha en la cama, papá le metió su cacharro a la tía Inés.
No sé si tenía mucha experiencia con pollas, me dio la sensación de que no demasiada por la cara que puso al principio, como si la hubieran abierto por la mitad.
Pero papá era un amante muy, muy bueno, fue muy paciente y en un rato, estaba haciendo que mi tía se corriera con ese cacharro bien metido en su interior.
Lo que había comprobado es que mi padre, a la segunda, tardaba muchísimo en correrse, era capaz de satisfacer a las más exigentes, incluso más de una a la vez.
Total, que le dio tiempo a hacérmelo otra vez, a repetir con la tía y, con una crema que me pidió, metérsela por detrás.
Era la primera polla de verdad que le metían por ahí, por lo visto, con consoladores había probado mucho.
La cuestión es que lo disfrutó como una guarra.
Curiosamente, no me entraron celos de ninguno, ni siquiera ver a papá montárselo con ella.
Esta rutina solía repetirse una vez a la semana, me refiero al trío, porque hacer el amor entre nosotros, era todos los días.
Todos hasta que estuve demasiado gorda para aguantarlo, pasado el octavo mes de embarazo.
A papá le encantaba que me ensartara su herramienta, cabalgándole con todo el tripón y las tetazas que se me habían puesto.
A mí me daba un poco de miedo que hiciera daño a la niña (sí, iba a ser niña) pero el ginecólogo me dijo que no había problemas.
Y si el reparo era mucho, que lo hiciéramos de lado.
Papá siempre encontraba alguna postura cómoda para hacerlo.
Mi hija nació en 1989 a finales de julio, el 29, bajo el signo de Leo.
Creí que mi marido la iba a llamar Marta, santo de ese día, pero la llamó Teresa en honor al día en que nos casamos.
Menos mal que fue un parto bueno y cortito, porque pasaron de ponerme la epidural y me dolió un montón, sobre todo cuando me cortaron el coño con un bisturí y, después de parir, me lo cosieron a pelo.
Creo que ese fue el verdadero momento en que me di cuenta de que, en realidad, yo era mi madre.
No lo puedo explicar mejor, pero acababa de parir a mi hermana.
Tampoco puedo describir la inmensa alegría que tuve al dar a luz, una parte de mí y una parte de él, no había sentido tanto amor en mi vida.
Cuando nacieron los gemelos, hacía tiempo que no tenía ninguna duda y ahora, abril de 1992 estoy a punto de dar a luz a una niña.
Estoy acojonada, estoy convencida de que la que va a nacer soy yo ¿Cómo puede ser que esté aquí fuera y me tenga dentro? Ya no sé ni quién soy, si mi madre o yo misma y no tengo nada claro si, cuando nazca esta hija (o sea yo), podremos estar juntas en el mismo sitio.
La física la dejé al principio, ya dije que no me enteraba de nada, pero he leído algo de ciencia-ficción y, aparte de teorías para todos los gustos, hay una que dice que no puedo estar doblemente en el mismo sitio y en el mismo tiempo.
Si me creo esa, o se acaba el mundo o me acabo yo.
Acojonadísima es poco.
He cogido todas mis fotos, todas las que tengo y las he tirado a la basura.
Si la historia ha de volver a pasar, ella no me puede conocer.
Iré también a casa de los abuelos, o mis padres, a quitar las fotos que tengan de mí, no ha de quedar nada.
Por si acaso, estas hojas escritas las guardaré en un sitio que sólo yo sepa y que pueda volver a encontrar, si alguna vez salgo con bien de esta.
Es por la noche, es lo último que puedo escribir, mañana me despediré de mis hijos, los considero realmente así porque yo los he parido de verdad, Tere, la mayor, a sus seis añitos está encantada con tener una hermanita, los gemelos… ¡Qué diablillos! ¡Cómo los voy a echar de menos!
Como hermanos, los he conocido ya mayores que yo y el sentimiento que ahora tengo es completamente diferente ¡Son mis hijos! Llevo llorando mucho rato, Luis (ya no me sale llamarle papá) ha estado tan pendiente de mí que me da una pena horrorosa dejarle.
He llegado a quererle como marido, tanto que no sé si podré soportar esta angustia, han sido casi ocho años muy, muy felices, hasta ha conseguido que deje esa pose rebelde que tenía y convertirme en una mujer plena y feliz.
Lo que hubiera dado por saber esto de él cuando era mi padre.
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