Comienzo parte 2
Como mi vida cambio después de las vacaciones.
Resumen parte 1: Mis padres habían organizado unas vacaciones en una zona turística famosa por su balneario. Sin embargo, por un descuido del hotel, nuestros planes cambiaron y terminamos rentando una cabaña en un lugar alejado y rodeado de naturaleza. En ese lugar, conocimos a un grupo de jóvenes que nos invitaron a una fiesta de carne asada en su cabaña. Aunque al principio mi mamá dudó, terminó aceptando.
La fiesta fue genial. Comimos, platicamos y bebimos. Sin embargo, por la noche, fui testigo de una escena que nunca olvidaré. Mi mamá, Joselin, se involucró sexualmente con dos de los chicos, Héctor y Javier. La vi teniendo sexo con ambos en una escena de doble penetración. Fue una visión impactante, una mezcla de shock y excitación. A partir de esa experiencia, comencé a sentir una atracción por mi madre que no podía sacar de mi cabeza.
Las vacaciones habían terminado y mi rutina volvió a ser la misma. No obstante, cada día mi deseo por mi madre se intensificaba. Llegué al punto de espiarla cuando se bañaba. Una tarde, mientras mi madre se duchaba, me acerqué sigilosamente a la puerta del baño. La puerta estaba entreabierta y podía ver su silueta a través del vapor. Mi corazón latía con fuerza mientras observaba cómo el agua caía sobre su cuerpo desnudo. Podía ver sus senos firmes y sus caderas redondeadas. Sentí una erección instantánea y tuve que contenerme para no entrar.
«¿Josué, estás ahí?» preguntó mi madre, interrumpiendo mis pensamientos.
«Sí, mamá. solo quería orinar,» respondí, tratando de sonar natural.
«Vale, hijo. Ya salgo,» dijo ella.
Me alejé rápidamente, con el corazón aún acelerado. Mi deseo por ella era cada vez más intenso y difícil de controlar.
Un día, mientras mi madre estaba fuera, entré en su habitación y busqué en su cajón de ropa interior. Encontré una tanga de encaje negro y la robé, guardándola en mi bolsillo. El solo hecho de tener algo tan íntimo de ella me excitaba enormemente.
También buscaba la forma de verla follar con mi padre, pero su intimidad era poca porque mi padre, por lo regular, viajaba mucho por su trabajo. y cuando estaba en casa mi padre se encerraba en su habitación y solo podía escuchar a través de la pared los gemidos de mi madre.
Una tarde, mientras acompañaba a mi madre al centro comercial, noté que se detuvo en el departamento de mujeres, en específico en la ropa interior. Vi que estaba escogiendo unos conjuntos. Me animé y tuve el atrevimiento de escoger uno que era más como hilo dental y con transparencia en el brasier. El conjunto era de encaje negro, con detalles brillantes que resaltaban la sensualidad de la prenda.
«Mira, mamá, este te quedaría bien,» le dije, entregándole el conjunto en sus manos.
Ella me miró sorprendida, con una mezcla de curiosidad y vergüenza en su rostro.
«Oye, hijo, estas prendas son muy atrevidas,» me respondió, levantando una ceja.
«Bueno, solo pensé que te quedarían bien,» respondí, tratando de sonar casual, aunque mi corazón latía con fuerza.
«Vaya, esto es algo inusual.” dijo mi madre “¿Por qué dices eso?» pregunté, tratando de mantener la compostura.
«Bueno, que un hijo escoja ropa interior a su madre no es algo común,» respondió ella, con una sonrisa incómoda pero también intrigada.
«Bueno, tienes razón. Perdón,» le dije, tratando de quitarle importancia, aunque en realidad estaba disfrutando la situación.
«Bueno, supongo que me la llevaré,» dijo, algo pensativa, mientras pasaba sus dedos por el encaje del conjunto. «Es que… es muy atrevido. Pero supongo que podría usarlo para tu padre.»
«Sí, seguro le encantará,» respondí, imaginando a mi madre con ese conjunto puesto.
Cuando llegamos a casa decidí que tenía que idear alguna forma de poder coger con ella, pero por mas que pensaba que podía hacer siempre terminaba descartando mis ideas por cobardía ni siquiera me veía siendo capaz de hablar con ella sobre mis deseos que sentía por ella.
Pasaron los días hasta que llegó un día viernes, era el aniversario de boda de mis padres. Mi padre pasaría por mi mamá cuando él llegara de trabajar. Mi madre andaba muy emocionada; había decorado su habitación con velas aromáticas y colocado un edredón rojo sobre su cama. Se notaba que mi mamá tenía planes de terminar con broche de oro su aniversario, en una noche llena de pasión. Por la tarde, mi mamá fue a la estética a que la pusieran hermosa para la ocasión. Cuando regresó, me quedé sorprendido al verla. Se veía bellísima con su corte de cabello y maquillaje. Sus ojos resaltaban con un toque de sombra y delineador, y sus labios brillaban con un tono rojo intenso. El vestido que llevaba era ajustado y rojo, pegado a su cuerpo, con una falda que le llegaba un poco arriba de las rodillas y un corte lateral que dejaba ver sus hermosas piernas cuando se sentaba y las cruzaba. El escote en V realzaba sus senos firmes, y el conjunto completo la hacía ver irresistible.
«Mamá, te ves increíble,» le dije, tratando de contener mi excitación.
«Gracias, hijo. Espero que tu padre también lo piense,» respondió ella, sonriendo.
Pasaron las horas y mi madre esperaba ansiosa que mi padre pasara por ella, pero a casi nada mi padre tuvo que cancelar sus planes debido a un imprevisto en el trabajo. Mi madre recibió una llamada donde mi padre le informaba que no podría acompañarla porque tenía que cubrir una ruta de autobús. La decepción en su voz era evidente mientras hablaba con mi padre.
«¿Qué quieres decir con que no puedes venir?» preguntó mi madre. «Hoy es nuestro aniversario, Armando.»
«Lo sé, Joselin, pero no puedo hacer nada. Tengo que cubrir esta ruta,» respondió mi padre, con un tono de disculpa en el altavoz.
Mi madre colgó el teléfono y se dejó caer en el sofá, con la mirada perdida. Una vez anocheció, vi a mi madre triste. Lo que se suponía que sería una noche romántica se había transformado en una noche más. Ella estaba sentada en la mesa de la cocina, ni siquiera se había quitado el vestido que se había puesto para la ocasión, como si esperara un milagro que no sucedería.
Traté de animarla sugiriendo que pasáramos la noche juntos, solo nosotros dos.
«Venga, mamá, quita esa cara. Si mi papá no puede estar contigo en su aniversario, yo sí puedo. Sé que no es lo mismo, pero la idea es divertirse.»
«No, gracias, hijo. Mejor me debería ir a cambiar,» respondió ella, con voz apagada.
«Hey, no hagas eso. Te ves muy hermosa. Haz que valga la pena tu esfuerzo de verte así de increíble,» le dije, tomándola de la mano y llevándola a la sala. Quité la mesa del centro y la hice sentarse en la alfombra. Luego, saqué el vino que mi madre tenía para esa gran noche y le serví una copa a ella y otra para mí.
«Salud, mamá. Feliz aniversario,» dije, tratando de sonar animado.
Ella me sonrió y chocamos las copas. «En verdad te lo agradezco, hijo.»
«Y bien, ¿qué te parece si jugamos algo?» sugerí.
«Por mí está bien. ¿Qué tienes en mente?» dijo mi madre.
«¿Qué te parece si sacas el dominó o las cartas de póker?» añadió.
«Buena idea,» respondí, y fui por ambas.
Comenzamos jugando dominó, pero la atmósfera estaba cargada de tristeza. Para cambiar el ambiente, propuse un juego de cartas. «¿Qué tal si jugamos algo más emocionante?» sugerí, mostrando las cartas de póker. Le propuse a mi mamá que el perdedor diera un trago, pero no del vino. Me levanté y saqué uno de los whiskys de mi padre.
«No lo sé, hijo. No quiero que te emborraches,» dijo ella, dudosa.
«Y quién dijo que me emborracharía. La que va a perder eres tú,» dije de forma retadora pero bromista.
Mi madre me sonrió. «Eso crees. Se te olvida quién te enseñó a jugar.» me respondió
«Vamos a ver si el alumno superó a su maestra,» respondí, sonriendo.
Comenzamos a jugar y, mientras lo hacíamos, poco a poco ambos fuimos bebiendo. Se notaba que mi madre estaba más tranquila y relajada. Parecía que se había olvidado de lo sucedido. No sé si fue el alcohol, pero me armé de valor.
«Oye, mamá, ¿qué te parece si le ponemos más emoción al juego?» sugerí.
Ella me miró sonriendo. «No pienso apostar dinero, jovencito.»
«No me refiero a eso. ¿Qué tal si el perdedor debe quitarse una prenda?» propuse.
Mi madre se sorprendió. «¿Qué? ¿Estás loco, Josué?»
«Venga, mamá. Es solo un juego. Además, ya hemos llegado hasta aquí. ¿Por qué parar ahora?» insistí.
Ella dudó por un momento. «Está bien, pero solo por esta ocasión,» aceptó finalmente.
Empezamos a jugar y, con cada mano perdida, la ropa comenzó a desaparecer. Mi madre perdió la primera mano y, con una sonrisa nerviosa, se quitó uno de sus zapatos de tacón alto. fue mi turno de perder. Me quité la camisa, dejando al descubierto mi torso. La tensión en la habitación era palpable, pero ambos tratábamos de mantener la calma.
El juego continuó, mi madre perdió nuevamente y se quitó el otro zapato. Luego, fue mi turno de perder otra vez. Me quite un zapato mientras seguiamos jugando entre en una racha mala y comencé a perder una tras otra partida, quedando solo en bóxer. La situación se volvía cada vez más íntima y la tensión crecía, mientras jugábamos seguíamos bebiendo cada uno a su ritmo.
Mi madre perdió la siguiente mano, se levantó y comenzó a deslizar el vestido por su cuerpo, dejando al descubierto sus piernas largas y tonificadas. El vestido cayó al suelo, revelando el conjunto de encaje negro que había escogido para ella en el centro comercial. me sentí muy emocionado al verla usando el encaje provocativo que yo había escogido. Sus senos firmes y redondeados se veían perfectos en el sujetador de encaje, y la tanga apenas cubría su intimidad, resaltando sus curvas.
«Josué, esto está yendo demasiado lejos,» dijo mi madre cuando volvió a perder y se negó a quitarse el sujetador.
«Venga, es solo un juego, mamá,» respondí, tratando de sonar casual.
Ella dudó por un momento. «Josué, no creo que sea una buena idea», insistió, con una mezcla de nerviosismo.
«Mamá, es solo un juego,» repetí. «Podemos parar si te sientes incómoda.» dije
Ella suspiró profundamente, mirando el sujetador que aún llevaba puesto. «Está bien, pero solo por esta ocasión,» dijo finalmente, quitándose el sujetador con manos temblorosas y cubriéndose con sus brazos.
Sentí una oleada de excitación al verla así. Luego, perdí otra mano y, sin miramientos pero nervioso, me quité los bóxer frente a mi madre. La reacción de mi madre fue de sorpresa y vergüenza. Sus ojos se abrieron grandes y se sonrojó al ver que estaba erecto. «Ya no tienes más prendas y me quedé con una,» añadió mi madre.
«Tienes razón,» dije y me acerqué a ella. Ella se levantó rápidamente. «Bueno, deberíamos irnos a dormir hijo,» dijo, levantando su vestido del suelo para cubrirse con el. Se notaba su nerviosismo.
La situación se había vuelto demasiado intensa y ambos sabíamos que habíamos cruzado una línea. Me acerqué a ella y la abracé. «Josué, detente, por favor,» dijo mi madre, pero mi deseo era más fuerte. Solo su vestido se interponía entre nuestros cuerpos. Estaba tan excitado que, sin dudarlo, le di un beso en los labios. Ella de inmediato me separó. «¿Qué crees que haces?» dijo ella, sorprendida. Una vez más, lo intenté y la besé nuevamente. Intentó resistirse una vez más, pero terminó cediendo a mi beso. La besé y ella respondió con la misma intensidad. Luego, nos separamos. Ella, sin mirarme, dijo: «Josué, esto está mal. No es apropiado. Eres mi hijo.»
No hice caso a su comentario y comencé a besarla por el cuello. Ella soltó un leve gemido. Con una de mis manos aparté el vestido que sostenía y comencé a acariciar sus senos sin dejar de besarla por el cuello y los hombros. La tensión sexual se volvió insostenible.
«Josué, ¿estás seguro de que quieres seguir con esto?» preguntó mi madre.
Asentí y le respondí al oído: «Sí, estoy seguro. Quiero seguir.»
Ella me apartó con un empujón. Pensé que hasta ahí había llegado. Ella estaba totalmente enrojecida en las mejillas. Me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Una vez dentro, ella me soltó y comenzó a encender las velas con la que había decorado la habitación. Se dirigió a la cama y se sentó en el borde, encendiendo la luz baja de su lámpara de mesa.
Por fin se atrevió a mirarme a los ojos. «Ven,» dijo a secas. Me acerqué a ella, quedando de pie frente a ella. Ella me tomó por la cintura y comenzó a acariciarme por mis costados mientras miraba fijamente mi pene. Luego, levantó la mirada y me volvió a preguntar: «Josué, ¿estás seguro de que quieres seguir?»
Solo asentí. «De acuerdo,» dijo ella. Tomó con una mano la base de mi pene y con la otra mano comenzó a subir y bajar mi prepucio. La sensación era indescriptible. Sentí un hormigueo en mi cuerpo. Cerré los ojos y, de pronto, sentí una calidez húmeda en mi pene. Cuando abrí mis ojos, mi madre se lo había introducido en la boca. Sus labios carnosos y húmedos envolvían mi miembro, moviéndose lentamente hacia arriba y hacia abajo. Podía sentir su lengua caliente y suave recorriendo toda la longitud de mi pene, deteniéndose en la punta para dar pequeños toques que me hacían estremecer.
«Mamá, eso se siente increíble,» gemí, sintiendo cómo mi excitación aumentaba.
Ella levantó la mirada, manteniendo mi pene en su boca, y me miró con ojos llenos de deseo. «Quiero que te sientas bien, Josué,» dijo, su voz amortiguada por mi miembro. Luego, volvió a bajar la cabeza, tomando más de mi pene en su boca. Sentí cómo su garganta se relajaba para permitir que mi pene entrara más profundo. La sensación era abrumadora, y tuve que contenerme para no explotar en ese mismo momento.
«Mamá, no puedo aguantar mucho más,» dije, mi voz tensa por el esfuerzo. Era la primera vez que estaba con una mujer de esa forma, era la primera mamada que recibía en mi vida.
Ella se detuvo por un momento, liberando mi pene de su boca. «Quiero que te corras en mi boca, Josué,» dijo, su voz llena de lujuria. Luego, volvió a tomar mi pene en su boca, aumentando el ritmo y la presión. Sentí cómo mi cuerpo se tensaba, y en unos segundos, me corrí con un gemido profundo. Mi madre continuó chupando, tragando cada gota de mi semen.
Ella se levantó lentamente, limpiándose los labios con el dorso de la mano. «¿Te sentiste bien?» preguntó, su voz suave y seductora.
«Sí, mamá. Fue increíble,» respondí, aún tratando de recuperar el aliento.
Ella sonrió, satisfecha. «Me alegra que te haya gustado,» dijo, acercándose a mí y besándome suavemente en los labios. «Ahora, acuéstate en la cama,» me ordenó mi madre mientras ella se retiraba la tanga. Hice lo que me pidió y me acosté en la cama. Ella se subió sobre mí, comenzó a acariciar mi cabello y luego nos unimos en un mar de besos. De pronto, sentí cómo comenzó a moverse sobre mí, haciendo que mi pene se frotara con su vagina. Después de algunos minutos, comencé a sentir cómo sus fluidos se untaban en mi pene en cada movimiento. Su respiración y gemidos hicieron que me comenzara a excitar nuevamente. Mi pene comenzó a ponerse erecto.
Ella apartó su boca de la mía, se estiró y tomó del buró una tira de condones. Tomó uno y me lo mostró mientras lo abría. «Es por seguridad, amor,» me dijo. «No puedo quedar embarazada de mi propio hijo,» añadió. Luego, se bajó de mí y me colocó el condón para luego volver a subirse encima de mí. «¿Estás listo, Josué?» me preguntó mi madre.
«Lo estoy,» respondí mientras sentía cómo el corazón se me aceleraba.
Ella se levantó ligeramente, tomó mi pene y comenzó a introducirlo lentamente en su vagina. Sentí cómo su calor húmedo me envolvía, haciendo que cada centímetro de mi pene se deslizara dentro de ella. Sus ojos se cerraron y un gemido de placer escapó de sus labios.
«Mamá, te sientes tan bien,» gemí, sintiendo cómo su cuerpo se ajustaba perfectamente al mío.
Ella comenzó a moverse lentamente, subiendo y bajando sobre mi pene, aumentando el ritmo gradualmente. Cada movimiento hacía que mi pene se frotara contra sus paredes vaginales, provocando oleadas de placer en ambos. Sus gemidos se volvieron más intensos y su respiración se aceleró.
«Josué, lo estas haciendo bien,» susurró, sus manos apoyadas en mi pecho. «Sigue así, justo así amor.» dacia mi mamá
Sentí cómo su cuerpo se tensaba y sus músculos vaginales se contraían alrededor de mi pene. Ella se movía muy rico, girando sus caderas o brincando sobre mí. La sensación era inimaginable. La vista que tenía de mi madre era lo mejor: cómo sus senos se movían y rebotaban con cada movimiento de ella, mientras ella ponía una cara de placer sin dejar de gemir. Para mí, era la primera vez que tenía sexo y estaba siendo mejor de lo que imaginaba.
«Mamá, te sientes tan bien,» gemí, sintiendo cómo cada fibra de mi cuerpo se tensaba de placer.
Ella sonrió, sus ojos llenos de lujuria aumentando el ritmo de sus movimientos.
Sus caderas se movían en círculos, haciendo que mi pene se frotara contra puntos sensibles dentro de ella. La sensación era abrumadora, y tuve que contenerme para no correrme demasiado rápido. Sus senos se balanceaban frente a mí, tentándome a tocarlos. Extendí mis manos y los tomé, masajeándolos suavemente mientras ella continuaba moviéndose sobre mí.
«Sí, así, Josué. Tócame,» dijo, su voz llena de deseo. «Hazme sentir aún mejor.»
Sus gemidos se volvieron más intensos, y su respiración se aceleró aún más. Podía sentir cómo su cuerpo se preparaba para el clímax. «Josué, no pares,» susurró, sus manos apretando mi pecho. «Sigue así, justo así.»
Sentí cómo su cuerpo se tensaba y sus músculos vaginales se contraían alrededor de mi pene con más fuerza. «Mamá, me voy a correr,» dije, mi voz tensa por el esfuerzo.
Me corrí, sintiendo cómo mi cuerpo se liberaba de toda la tensión acumulada. Ella continuó moviéndose, prolongando mi orgasmo y el suyo propio. Finalmente, se dejó caer sobre mí, su cuerpo temblando de placer.
«Eso fue increíble, mamá,» dije, aún tratando de recuperar el aliento.
Ella sonrió, besándome suavemente en los labios. «Sí, lo fue,» respondió, su voz llena de satisfacción. «Ahora, vamos a dormir. Ha sido un día largo.» dijo mientras me retiraba el condón lleno de mi semen.
Asentí, sintiendo una mezcla de satisfacción y cansancio. Nos acostamos juntos en la cama, en ese momento, solo quería disfrutar de la cercanía y el calor de su cuerpo junto al mío.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!