Como conocí a Susana y sus hijas – I
El inicio de una historia cuando llegué a vivir a casa de la familia de Susana.
PRIMERA PARTE.
Hola. Soy médico de 36 años y actualmente vivo en la ciudad de Medellín, Colombia. Aunque ya he vivido en varias ciudades del país. Les relataré algunas experiencias que he tenido a lo largo de estos años.
Corría el año de 2016 y fui a Bogotá a hacer unas rotaciones en una prestigiosa clínica de la ciudad, la Fundación Santa Fé de Bogotá. Llegué a casa de una amiga por algunos días pero debía buscar dónde alojarme por algunos meses. Empecé la búsqueda y no tardé en hallar un sitio que prometía en el barrio El Batán. Así que programé una cita con la dueña de la casa.
– Listo, a las 3 pm estaré allá una vez salga de la clínica -le dije antes de colgar el teléfono.
Al llegar el edificio me pareció bonito y la puerta del apartamento me la abrió la señora de la casa, doña Susana. Una mujer blanca, de pelo negro y ojos verdes con una linda sonrisa, tenía una blusa de tiritas que dejaba ver un lindo escote y una sudadera gris mostrando unas piernas bien torneadas; no alcanzaba los 1.60 m, pero cuidaba su figura. Olvidé decir que mido 1.80 y soy de contextura atlética, la conservo desde hace varios años.
Me hizo pasar al apartamento para mostrarme la habitación. En la sala de estar estaban sus dos hijas, Lucía de 15 años y Karina de 12 años. Miraban televisión. Lucía aún llevaba el uniforme del colegio y Karina llevaba una blusa blanca y un short. Ambas tenían la piel blanca de su madre pero sus ojos eran de color café y el cabello castaño. La mayor tenía una boca especialmente encantadora con unos labios muy sensuales y Sofía se le podía advertir cierta picardía en su mirada preadolescente.
La verdad es que la habitación me pareció muy bonita, se ajustaba a mi presupuesto y además quedaba relativamente cerca de donde debía ir a hacer el entrenamiento médico. Quedé con Susana que me pasaría dos días después aprovechando el fin de semana.
Era sábado por la tarde cuando llegué al que sería mi nuevo hogar y del que se desprenderían experiencias inolvidables. Tardé en llegar mientras empacaba unas cosas, le había dicho que quizás a mediodía llegaría pero la verdad es que llegué cerca de las 3 de la tarde. Doña Susana me había preparado el almuerzo pues pensaba que llegaría a esa hora. Me lo tenía en la mesa al llegar. Menos mal porque estaba con un hambre atroz. En ese momento conocí a su esposo, un señor de unos 50 años con un significativo sobrepeso que trabaja en el área de homicidios de la Fiscalía General de la Nación. Había llegado de una tarea de investigación en la costa Atlántica el día anterior. Por motivo de trabajo viajaba mucho. Me senté a la mesa con doña Susana y su esposo, Carlos, quienes empezaron a hacerme preguntas en general sobre mi vida mientras iba engullendo el almuerzo que doña marta había preparado. Durante la conversación, bajo la mesa sentía las piernas de doña Susana muy cerca, a ella no parecía importarle, al contrario, parecía querer rozar cada vez más sus muslos con mis rodillas. Esto me turbó un poco pero no le di mayor importancia. Fui a mi cuarto y empecé a ordenar y acomodar mis cosas. Más tarde llamó una amiga, salía de práctica en el hospital e iba a visitarme en mi nuevo cuarto, al llegar la presenté a todos y charlamos un rato y fuimos a tomar algo, en la noche llegué a cenar y ese día transcurrió sin más que mencionar.
El domingo por la mañana estuve estudiando, y las niñas fueron a ciclovía, por la tarde salí a un centro comercial cercano, saqué dinero y fui a casa a pagar mi primer mes. Al llegar don Carlos preparaba para irse, me dijo:
– Siéntase como en casa y cuide muy bien de todas estas mujeres.
– Claro que sí – Le dije, miré a doña Susana y me sonrió.
Mi horario era bastante flexible, me quedaban algunas mañanas y algunas tardes libres así que pasaba algún tiempo en casa en esos momentos, estudiaba, veía televisión o escuchaba música. A veces aparecía doña Susana para brindarme algún cafecito, o Karina retozaba a veces por el cuarto y me preguntaba cosas como qué tal era la medicina, si no me daban miedo los muertos, si me tocaba ver muchos y cosas por el estilo. Lucía era un poco más parca y permanecía mucho tiempo fuera en casa de sus amigas por lo cual mi relación con Karina era más estrecha, por decirlo de alguna forma.
Cierta tarde, estaba descansando, tenía un sillón cómo en el que me recostaba, veía un partido de la Champions League. En eso entra Karina.
– ¿Puedo buscar una tarea en tu computador? – Me preguntó.
– Sí, sigue –le dije- nada más enciéndelo.
Tenía un computador portátil, compañero inseparable de una carrera como esta. Karina buscaba una tarea sobre geografía y tenía una enciclopedia de donde podría obtener información. Pasó un rato revisando cosas en el PC y al final fue por algunos cuadernos y se acomodó en la alfombra, a mis pies. Vestía su uniforme del colegio, usaba una blusita de fina tela blanca, se marcaban sus senitos apenas floreciendo. La falda era de cuadros rojos y negros. Se había quitado los zapatos y andaba en medias blancas. Se sentó en la alfombra dándome la espalda y a los pocos minutos ya estaba acostada en el piso, con su colita levantada, sus piernitas moviéndose de arriba hacia abajo mientras dibujaba cosas en su cuaderno.
Veía un partido de fútbol de la Champions, no recuerdo cuál era. Sentado en mi sillón apenas podía quitar la vista de esas hermosas piernitas. Yo estaba con ropa normal, me había quitado los zapatos y estaba en calcetines. Casi imperceptiblemente, un deseo por acercar cada vez más mis pies a sus piernas me impulsaba. Disimuladamente mi pie derecho entró en contacto con la parte interna de su rodilla izquierda, en medio de las dos, y apenas lo había movido un poco. A ella no pareció importarle y seguía moviendo sus piernitas. Así yo también empecé a mover mi pie un poco a hasta mitad de su muslo, donde ya no me dejaba ver más su faldita colegial, y con un movimiento repetitivo lo acariciaba, sin intentar subir más. Ella ya más acostumbrada bajaba mucho más sus piernitas hasta entrar en contacto con las mías en lo que se convirtió en un juego muy morboso. Llegó un momento en que me quiso preguntar algo acerca de su tarea, se movió un poco hacia mí, al hacer esto quedó mucho más cerca, de tal modo que cuando volvió a acomodarse había quedado más cerca y mis pies podían alcanzar fácilmente su colita, uno de sus pies lo bajó y reposó en el borde del sillón haciendo contacto con la cara interna de mis muslos. Esto me volvió loco, ¡a Kari le estaba gustando lo que hacíamos!, Me calenté muchísimo cuando ella empezó a mover su piecito. Yo no perdí la oportunidad y subía más el mío por debajo de su falda hasta tocar su entrepierna, pude notar que enseguida dio un pequeño saltito y noté como respingaba más la colita y apoyaba la carita en la alfombra dejando sus cuadernos a un lado. Empecé un movimiento en el borde de de sus tanguitas y a veces haciendo pequeña presión sobre su entrepierna, podía ver como ella, tan niña, tan inocente, tan linda, cerraba sus ojitos y movía su colita rítmicamente. Esto era casi un ensueño, pero de pronto se vio interrumpido cuando oímos que su mamá la llamaba y escuchamos cómo se acercaba al cuarto. Kari, sobresaltada, como descubierta se levantó casi saltando y se acomodó recogiendo sus cuadernos para ir a mi escritorio antes de entrar doña Susana al cuarto. Nos dijo que fuéramos al comedor pues nos había preparado una pequeña merienda. Al salir, Karina dirigió una mirada hacia mí, y tras un breve silencio dio un par de carcajadas. Podía ver sus mejillas encendidas y un brillo muy especial en sus ojos.
Pronto estaré poniendo la segunda parte. Si les ha gustado este inicio me pueden escribir, o para contarme lo que quieran.
Mi correo es [email protected]
Porfa, la segunda parte…
El relato es para entrar en calentamiento previo a la acción, vamos por la segunda parte.
😋😋😋
Excitante comienzo muy erótico.