Compartiendo a su hija
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por KarlaSuarez.
Después de bastantes años de casados, aunque el sexo ya no fuera lo mismo, ya no había secretos entre nosotros, y mi marido me confesó en una ocasión que su mayor fantasía sería tener sexo con una chica que esté empezando la adolescencia, una de esas como las que veía por la calle tan sexys y provocativas que las hacía tan apetecibles a sus ojos que se iban detrás de ellas.
Yo siguiéndole el juego y por el amor que le tenía después de tantos años en los que siempre me había sido fiel, le dije que si alguna vez conseguía estar con alguna, no me importaría y que se lo perdonaría con la condición de que me lo contara cuando sucediera, echándonos los dos a reír porque sabíamos que sería algo que nunca conseguiría, en parte por su carácter serio y retraído, y con su edad cerca de los cincuenta, yo no me lo imaginaba seduciendo a ninguna jovencita y ni mucho menos intentando abusar de alguna contra su voluntad.
Pasó el tiempo y en su trabajo le enviaron una semana a otra ciudad donde tenía que supervisar una obra por lo que tendría que quedarse allí a dormir esos días.
Al llegar, uno de sus compañeros de trabajo le dijo que podría dormir en una habitación que él tenía alquilada, por haberse separado hace unos meses, y aquí es donde empieza esta historia que demuestra que ningún sueño es imposible, si la suerte o el destino se cruza en tu camino y tal como me la contó mi marido la expreso con sus propias palabras:
“Mi compañero de trabajo me dijo que durante esa semana le había tocado quedarse con su hija, y que si no me importaba, él dormiría en una cama con ella y yo en la otra cama de una habitación bastante amplia.
Yo le dije que no tenía inconveniente y que bastante hacía con dejarme dormir allí, ya que en esa zona los hoteles quedaban un poco alejados, y por otra parte, me pareció normal que ellos se acostaran en la misma cama ya que eran padre e hija y con una edad que tampoco podría pensarse que se dieran situaciones raras, aunque ya hubiera empezado su desarrollo.
Ya por la noche, fuimos a dormir después de tomarnos unas cervezas en el bar de abajo y me presentó a su hija, una chica morenita y delgadita que nos esperaba en la habitación ya con el pijama puesto, un pantalón cortito ajustado y una camiseta bastante fina en la que se le marcaban los pezones al no llevar sujetador, por lo que no pude evitar fijarme en ella, pero intentando disimular, ya que no quería que su padre se molestara con mis miradas.
A mí me estaba costando un poco de trabajo dormirme, de tal forma que al cabo de una hora escuche claramente la siguiente conversación:
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– No hija, hoy no podemos, que está mi compañero en la otra cama y puede vernos.
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– Sólo un poco, papá, que él está dormido ya y no se entera.
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– Está bien, pero despacito, ¡eh¡, no se vaya a despertar.
A mí me sorprendió bastante lo que escuchaba, ya que no podía creerme que se estuvieran refiriendo a lo que mi mente calenturienta ya se estaba imaginando, así que seguí haciéndome el dormido y en medio de la oscuridad pude ver como la hija de mi compañero se ponía encima de él y empezaba a moverse, pudiendo verlos claramente en los momentos que algún coche pasaba por la calle e iluminaba brevemente la habitación.
Al momento, a la niña le salieron los primeros gemidos que su padre intentaba acallar poniéndole la mano en la boca para que yo no pudiera oírla, pero su ritmo se hacía cada vez más rápido y el propio gusto de su padre hacía que acompañara a su hija en los gemidos hasta que al final escuche un grito de la niña y las palabras de su padre diciéndola que se iba a correr ya, que se saliera y se sacara la polla.
Después de oír otras cosas que no entendí muy bien, se quedaron dormidos y yo con la excitación que tenía tuve que masturbarme para poder dormirme.
Al día siguiente, nos levantamos para ir al trabajo y por supuesto que no le comenté nada y actué de un modo normal, pero sin poder quitarme de la cabeza lo que había visto la noche anterior, pero al llegar la noche y volver a la habitación, enseguida nos metimos en la cama, ya que estábamos bastante cansados, y al poco rato, en medio de la oscuridad de la habitación, otra vez les oí hablar, viendo esta vez como la niña se ponía a chuparle la polla a su padre mientras él intentaba taparse con la sábana, pero al final, se quedó al descubierto totalmente a mi vista como ella se metía prácticamente todo el pene en la boca, diciéndola su padre que le encantaba como lo hacía y mostrándose cada vez más confiados pensando en que yo estaba dormido y no me estaba enterando de nada, mi compañero volteó a su hija y se puso a lamerle la vagina oyéndose los gemidos de la niña provocados por el placer que estaba sintiendo por lo que yo intuí que con sus lamidas la hizo llegar al orgasmo, poniéndose enseguida encima de su padre como la noche anterior y empezando a cabalgar sobre él cada vez más rápido sin poder contener sus gritos ya totalmente desenfrenados mientras yo, con una excitación como hacía tiempo que no tenía, me masturbaba en mi cama viéndolos y al correrme no pude evitar un pequeño grito que ellos oyeron y se detuvieron inmediatamente tapándose con la manta y quedándose quietos esperando que yo no los hubiera visto.
Al día siguiente, de camino al trabajo, mi compañero parecía más callado que de costumbre, receloso de que los hubiera visto y le pregunté que le pasaba, contestando él con otra pregunta:
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– Tú nos viste esta noche, ¿no?
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– Si, algo vi, pero son cosas en las que yo no me meto, así que puedes estar tranquilo.
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– Gracias por tu discreción.
Ya sabes lo que pasaría si la gente se enterara de esto, pero es que yo me paso muchas noches con la niña y ella quería dormir conmigo, así que al final acabamos los dos con mucha calentura y ya ves como terminó la cosa.
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– No te preocupes, ya te dije que no es cosa mía.
La verdad es que te envidio y me dio mucho morbo veros.
Mi compañero seguía un poco avergonzado y ahí acabó la conversación, sin que lo volviéramos a comentar en todo el día.
Ya por la noche, en la habitación, apagamos la luz para dormirnos y yo no sabía si esa noche iban a volver a repetirlo o ya no lo harían al verse descubiertos, pero una media hora después siento que la hija de mi compañero se mete en la cama conmigo y yo no sabía muy bien cómo reaccionar, pero acabe suponiendo que mi compañero todavía tenía miedo de que yo pudiera decírselo a alguien y para asegurarse de mi silencio, mandó a su hija a mi cama para hacerme cómplice a mí también de lo que estaba haciendo él.
Un poco repuesto de la sorpresa, que me había bloqueado por un momento, mi excitación por tener a esa niña en mi cama abrazándome pegando su cuerpo al mío, hizo que tuviera una erección y mis manos empezaron a acariciarla, primero tímidamente por sus piernas y luego de forma más descarada deteniéndome en su culito para al final abrirle las piernas y meter mi mano bajo el tanga que llevaba esa noche y tocar con mis dedos su tierna vagina que ya estaba totalmente humedecida, preguntándome yo si esta cría, aparte de su padre, habría estado ya con más hombres por la desenvoltura que mostraba en la cama conmigo, ya que su mano había agarrado mi pene y lo acariciaba muy suavemente poniéndomelo más duro todavía.
Yo la desnudé completamente y la puse tumbada en la cama con las piernas abiertas para chupar esa vagina adolescente, que tantas veces había soñado, y que por fin podía degustar, sintiendo como brotaban sus jugos que en ese momento me pareció lo más delicioso del mundo.
Y al verla tan abierta, después de pasar tantas veces la lengua por ella, puse mi polla sobre ella para penetrar ese estrecho coño que tanto deseaba y que tanta excitación me producía poder follármelo, por lo que tenía miedo de no aguantar mi eyaculación y disfrutar de ese momento como yo desearía, sobre todo, al comprobar como mi pene entraba sin apenas resistencia en su coño, pero a la vez, sus músculos vaginales, abrazaban mi polla sintiendo un contacto pleno dentro de ella, produciéndome una placentera sensación como nunca había sentido.
A la vez que la follaba, le chupaba sus pequeños pechos, metiéndome sus puntiagudos pezones en la boca, notando como ella gozaba conmigo hasta prácticamente el delirio, lo que todavía me excitaba mucho más, al ver como una cría de su edad podía ser tan puta y hacer gozar de esa forma a un hombre, así que no tardé en correrme y por precaución preferí echárselo fuera sobre su barriga y los pocos pelos que la estaban saliendo en su pubis, mientras su padre había estado observando toda la escena, siendo él en esta ocasión el que se masturbaba mirándonos.
La niña volvió a su cama y a la mañana siguiente, su padre se mostraba mucho más contento y confiado conmigo, porque sabía que ya se había asegurado mi silencio, pero esto no acabó ahí, ya que a la noche siguiente, me invitó a compartir a su hija entre los dos y realmente, eso fue ya la locura, porque en esa situación, la niña pudo mostrar la puta que llevaba dentro, ya que prácticamente nos agotó a los dos.
Hicimos con ella todas las posturas que pueden imaginarse, chupando la polla de uno mientras el otro la follaba, acariciándola, besándola, lamiéndola toda, llegando al culmen final cuando su padre me propuso hacerle una doble penetración anal-vaginal, mostrándome yo un poco sorprendido de que también estuviera acostumbrada a que se la metieran por el culo, aclarándome su padre:
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– No pasa nada, fue el primer sitio por donde empecé a penetrarla para no hacerla daño, porque a estas edades se dilatan más por el culo y a ella le encanta que se lo haga por ahí.
Le pedí permiso para ser yo el que la penetrara por el culo mientras él la tenía metida en su coño y una vez ensartada por las dos pollas, nuestro vaivén hizo a la niña gritar como nunca encadenando un orgasmo tras otro mientras nosotros nos corríamos como nunca me había corrido, al menos yo, quedándome prácticamente desfallecido
Las siguientes noches hasta mi marcha, fueron una continua orgía, y no sé cómo aguanté todas esas noches seguidas de sexo, supongo que por la motivación especial de poder disfrutar de algo que difícilmente tendría la oportunidad de volver a tener en el futuro y desde luego, ya me puedo morir tranquilo después de esto.
Y esta es la historia que me contó mi marido, cumpliendo el pacto que habíamos hecho en una lejana noche de confidencias, tras la cual yo también acabé excitadísima y en el sexo que tuvimos después entre los dos, tuve los mayores orgasmos que recordaba en mucho tiempo.
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