Cómplice circunstancial (Ella también tiene sus secretos)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
El hecho de saber que nuestra tía sabía de los juegos sexuales que practicábamos mis hermanos y yo, nos daba cierta seguridad por así decirlo.
Era común que ella apareciera y tuviera siempre el cuidado de no intervenir, quedándose nomas en testigo visual y si podía pasar desapercibida lo hacía.
Era normal que cuando llegaba a la casa hacia lo posible para delatarse, si no lo lograba y nos hallaba en pleno hecho simplemente se daba la vuelta y aparentaba que no había visto nada.
En muchas ocasiones me encontró teniendo sexo con mi hermana Beatriz, con mi hermano menor, también con Rosa y hasta los 4 juntos.
Ya he dicho que éramos unos conejos a los que a falta de juguetes el coger era nuestra forma de pasarla entre hermanos.
Quién y cómo era nuestra tía Fátima?
Nuestra tía tendría hoy 36 años, bajita de estatura quizá 148/ 150 máximo, de facciones indígenas, flaca, madre de 2 hijos, mi prima de 21 y Felix un varón de 12 años.
Su esposo era hermano de mi padre, alguien con quien se junto (No era casada) cuando apenas cumplió los 15.
De poco hablar, rayando en la timidez, muy dada a vivir el rol de esposa fiel y sumisa de su época.
Vivía en una casa frente a la nuestra, en una colonia en los límites de la ciudad.
Era el típico lugar habitado por obreros, artesanos y vendedores, gente que buscaba establecerse cerca de la urbe en busca de oportunidades de trabajo y porque no hacerse de un terreno a pagar a plazos.
Era la ciudad en crecimiento, con casas muchas veces de cartón, lamina o adobe.
Comunidades en las que todavía no había luz eléctrica y tampoco agua potable, por lo que muchos de los lotes solo estaban reservados y sin construcción alguna.
Mis padres y mi tío habían hecho el esfuerzo y habitábamos una de las pocas casas del lugar, tuvieron a bien comprar uno frente al otro.
Vivíamos felices dentro de nuestras limitaciones, papá y mamá trabajaban.
En el caso de mi familia por parte de tío únicamente él trabajaba fuera, en una dependencia de gobierno, nuestras tía cargaba con las labores domésticas.
Así las cosas, como dije vivíamos relativamente felices.
Para más, descubrimos el sexo y nos había resultado una buena forma de compartir entre hermanos.
Escuchábamos en otros que era morbo y lujuria, para nosotros era un juego, una forma estar más unidos en familia.
Quizá ese entendía nuestra tía, quizá por eso era nuestro cómplice, quizá por eso guardaba nuestros secretos.
Más de un año había pasado hasta que una mañana cualquiera mientras jugábamos a las escondidas junto con el hijo de mi tía Fátima y demás hermanos, vimos como ella hablaba con unos sujetos.
Parecía como si tratase de excusarse a algo o quisiera terminar la conversación, pero el más alto de los tres y que aparentemente era la voz cantante le dijo algo al oído, no supimos que, pero vimos como la mamá de nuestro primo empezó a caminar rumbo al terreno que estaba junto al nuestro.
Ellos la siguieron, tía Fátima quizá cerciorándose de no ser vista volteo a ver en varias ocasiones, porque, que mujer se entra a un terreno lleno árboles y monte con unos tipos a los que les perseguía la mala fama.
El más grande un ex policía al que le achacaban haber sido despedido por robo, los otros dos, jóvenes ladronzuelos del lugar.
Lo habíamos visto todo desde el terreno donde nos ocultábamos de nuestros hermanos.
Felix nuestro primo nos miro preocupado, normal para un chico al ver a su madre ir con desconocidos y no saber porque.
Corriendo atravesamos la calle y nos adentramos al lote donde habíamos visto meterse a nuestra tía.
Lo hacíamos tratando de no hacer ruido, algo en nosotros nos hacía pensar que podían estar haciéndole daño.
Ahí estaban, ella agachada en cuclillas frente al gigante ex policía.
Le mamaba la verga, los otros sujetos de pie frente a ellos , con sus penes en la mano, masturbándose, el rostro sonriente como si ver a nuestra tía tragando reata les causará alguna gracia.
– Chupala puta, trágatela toda – le decía el hombre que era objeto de sexo oral por parte de Fátima-
– Trae acá el culito perra – le dijo uno de los que se masturbaban –
Se había colocado atrás de ella, le había levantado la falda dejando ver ese calzón de señora.
De un tirón se lo bajo a las rodillas y sin ninguna delicadeza le abrió los cachetes del culo y empezó a lamerle con lujuria.
El tercer hombre seguía masturbándose, parecía como si estuviera al pendiente de que nadie los fuese a sorprender.
Mi tía parecía gozar, era evidente que le gustaba tener un rabo en su boca y que le lamieran el culo al mismo tiempo, su rostro había dejado de ser la mujer callada y recatada que conocíamos, algo que nos tranquilizaba ya que habíamos albergado el temor de que le hicieran algún daño, Felix su hijo sin embargo se mantenía absorto, pensativo, incrédulo.
Quizá le era difícil digerir que su mamá mostrará algún gozo en una situación como aquella.
Felix era el hijo segundo de mi tía, tenía 12 al igual que Beatriz.
Había crecido prácticamente como hijo único, mimado, dedicado al futbol a instancias de su padre.
De sexo quizá no supiera mucho, eso que vivía cruzando la calle y que sus primos cogieran casi a diario.
Su madre seguía chupando aquel rabo, mamando lujuriosa, con pasión de mujer a la que le gusta el sexo.
El tipo que le había estado mamando el chocho por atrás ya se la cogia, le daba fuertes embestidas que ella parecía agradecer con sendos gemidos de gusto.
– Te gusta, verdad putita – decía divertido el ex policía –
El tercer sujeto seguía pajeandose, pero lo vimos acercarse hasta dejar su pene a altura de nuestra tía para que ella lo masturbara.
Quién imaginaria que nuestra recatada tía estuviera dando y recibiendo placer de tres hombres a la vez.
Creo que no fui al único al que le causó morbo lo que hacían esos tipos con mi tía, pude sentir la mano de Beatriz tocando mi entrepierna, su mirada como diciéndome que necesitaba sexo.
Que hacer con Félix? No podíamos dejarlo, era claro que el único riesgo que podía correr su mamá era que la embarazaran, pero abandonarlo no.
Decirle que dejara a su madre tampoco.
Pues ni modo, tendríamos que aguantarnos.
Era todo un show el que tenían mi tía y sus tres amantes.
Los 4 completamente desnudos.
Ella al parecer estaba satisfecha con la variedad de vergas que tenía su disposición.
Una que bien sobrepasaba los 22 cm, cabezona y deforme, con una curvatura extraña hacia un lado, la otra más chica.
Quizá 15 cm, gruesa como como bote de alimento de bebe Gerber y la del último tipo, larga como ejote, delgada, quizá unos 18 cm, blanca como la piel del dueño.
Una a una las había saboreado todas, como catadora en busca de cuál es la mejor.
Acto seguido se había montado en la más gruesa, como si con ello quisiera preparar el camino para cuando recibiera las otras, con cada mano masturbaba las otras 2.
Por un momento dude y me negué a creer que tía Fátima sería capaz de soportar vergas tan grandes.
Parecía tan frágil, chocho que apenas sobresalía entre sus piernas.
150 o menos de estatura.
Ver ese trozo de carne entrando y saliendo a sus entrañas causaba morbo.
Nuestro primo Felix nomas miraba, apenas y había dicho palabra alguna.
Tan distraído estaba que no se percató cuando mi hermanita saco mi verga por la bragueta de mis pantalones y había comenzado a masturbarme.
Fue hasta que ella se agachó y empezó a lamer mi pito cuando nos miro aún más sorprendido de lo que estaba.
Dificial era saber lo que pensaba.
Al fondo su mamá tragando polla por dos agujeros, frente a el, su prima de tan solo 11 chupando el pene de su propio hermano.
Quizá hubiese salido corriendo, pero la mano de Beatriz tocándole y diciéndole que se sacara su pito pudo más.
Sácate la verguita– le había dicho – y casi sin darle tiempo ella misma le desabrocho los pantalones dejando al descubierto ese pene aún virgen, de unos 12 cm de largo.
Lo tenía parado, goteando líquidos, estaba excitado nuestro primo.
Y más aún con aquella prima que sin preguntar había empezado a juguetear con su pijita.
Felix parecía desconcertado, aún así no podía negar que Beatriz le estaba dando sensaciones que quizás nunca había sentido.
Había cerrado sus ojos y a casa chupada de mi hermana suspiraba como si le faltara el aire.
Leves gemidos se le escapaban de la boca.
No tan fuertes como los que emitía su mamá, quien ahora se había ensartado la vergota del gigante ex policía.
Lo cabalgaba.
El se había tirado de espaldas al suelo y ella se había subido a jinetear aquella polla deforme, prácticamente brincaba y volvía a engullir aquellos 20 y tantos centímetros.
Los compañeros del gigante se pajeaban frente a ella mientras le gritaban toda clase de palabras obsceno.
Al parecer ella estaba a punto de acabar, sus caderas se movían de tal manera que por un segundo me imaginé que era yo quien la penetraba, que era yo el quién estaba a punto de acabar en esa pequeña panochita golosa.
La escena me había excitado, mi verga estaba al full, Beatriz quizá adivinando lo que estaba imaginando había acelerado la paja que me daba.
Su mano se deslizaba por mis 16 cm sin dejar de chupar el pene de Felix, quién si, en un principio parecía preocupado por su mama hoy quizá lo único importante para era el gusto de estar con mi hermanita pegada a su pito.
No aguante más, me descreme en la mano de mi hermana.
Fue una una acabada bestial, mi pene vomito chorros y chorros de semen.
Un largo gemido se me escapo de la garganta casi delatándome con los que cogian a Fátima.
Fue mi imaginación, pero creí ver a mi tía girar su cabeza hacia dónde estábamos.
Como si adivinase que alguien la observaba.
– Qué pasó puta.
Ya te cansaste? – le dijo el gigante –
Ya no quieres verga?
Ella otra vez volvió a lo suyo, a cabalgar esa pijota.
Lo hizo como si ya quisiera terminar lo que hacía.
Vimos como una y otra vez monto aquel pene, se lo comía entero.
En más de una ocasión se le salió y fue ella misma quien se lo colocó de nuevo no sin antes restregárselo con fuerza en el clictoris.
El final llego.
La escuchamos casi llorar del gusto.
De no estar viendo la escena hubiéramos pensado que alguien le hacía daño.
Parecía poseída por algún demonio sexual.
En cuclillas y si dejar de frotarse el chocho dejo que le echaran el semen en el rostro.
Dos lo hicieron, el más joven se había corrido antes.
La cara de satisfacción de nuestra tía jamás la hubiéramos imaginado antes de este día.
Supimos que era el momento de irnos, aprovechar el tiempo que le llevaría limpiar con su boca las tres pijas que se había comido.
Lo hicimos despacio, sin delatarnos.
Ya en la calle entre mi hermana y yo tuvimos que convencer a Felix de nunca contar lo que habíamos visto.
Sino – le dijo Beatriz- No te vuelvo a mamar el pito.
Una tímida sonrisa de complicidad fue su respuesta.
Seguiré contando .
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