Cómplice circunstancial (Mi tía me encuentra dándole 16 cm de pene a mi hermano)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
A mis 13 sin embargo, ya escuchaba las historias de los chicos más grandes en donde se describían como auténticos sementales en celo cogiendo a quien se les pusiera enfrente. Eso y alguna revista o incluso alguna película hacia que cuando tenía sexo en casa hiciera cosas nuevas, posiciones diferentes que si hacían que mi hermana se sintiera más dada a practicar eso que quizá entendíamos que era prohibido, pero rico, algo que sabíamos que deberíamos guardar en secreto.
Quizá con el objeto de no tener quien nos delatara fue cuestión de tiempo que incluimos a nuestros hermanos más chicos, un varón de 9 y la más chica de 7 hasta ese momento. Al principio los dejábamos que ellos prácticamente nos imitaran, que descubrieran lo que nosotros habíamos hecho por nuestra parte, luego los incluíamos. Les dábamos sexo oral como el que veíamos en revistas o yo mismo había visto en películas. Beatriz incluso se dejaba mamar su panochita por nuestro hermano, igual hacia yo con la pequeña Lily. Luego Beatriz y yo cogiamos y los dejábamos a ellos.
Pasaron los meses y habia que practicar todo lo que veíamos afuera o escuchara de los más grandes, fue así como empezamos a hacer tríos y hasta cuartetos. No era raro ver a los 3 pegados a mi verga mamandomela o que en vez de que penetrara a mi hermana de 11 mejor se la metiera al varón.
Esa fue nuestra infancia, en donde cogiamos en familia bajo el secreto de nuestra casa. Fue ahí también en donde si alguien nos descubrió se volvió nuestro cómplice o mejor aún se hizo parte del secreto mismo. A esas personas, hoy que las recuerdo les llamo cómplices circunstanciales.
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Tendría 13 años cuando mi tía me descubrió por primera vez teniendo sexo, al menos está vez si contaba, porque aquella en donde me encontró mientras le arrimaba el pajarito a una vecinita, pues a mis 8 y ella 6 la verdad no pasó nada, aunque eso no le quitó el morbo y la vergüenza de haber sido pillado.
Esta vez no había palabra alguna que excusara lo que hacíamos, mi hermano recostado sobre una mesa piernas al hombro, tragándose mis 15 o 16 cm de verga en cada embestida.
Ambos desnudos totalmente, sudorosos y gimiendo como posesos.
Mi verga a reventar, morada y con las venas dilatadas.
Tal era la excitación que aún a sabiendas que mi tía Fátima estaba en la habitación próxima seguí empujándole mi verga a fin de deslecharme en lo más profundo de las tripas de mi hermano.
Yo quería acabar y así lo hice.
En una última estocada me pegue hasta sentir que le metía hasta los huevos, mi hermano pujo largamente quizá ignorando que alguien podría estar escuchando, pues a decir verdad por la posición y que siempre que me lo cogia cerraba los ojos supe que no había visto que alguien nos había descubierto.
Seguíamos unidos por mi verga que ya empezaba a ponerse aguada, viscosa de semen.
Yo aún parado entre las piernas de mi hermanito, veía su pequeño pito húmedo de un líquido transparente aunque no era orín.
Mi hermano tenía tan solo 9, flaco igual que yo, ambos de características propias de gente pobre, hijos de obreros que diario salen en busca del sustento para su familia.
Muy despacio se zafó de mi verga dejándome ver que el hoyo del culo le había quedado al grosor de lo que se había tragado, enrojecido quizá de las tantas veces que le había entrado y salido 16 cm de carne maciza.
Se bajó de la mesa y como queriendo agradecer el que lo haya cogido se agachó hasta quedar en cuclillas y así mamarme el pito.
Yo dude en dejarme, sabía que alguien estaba a metros de donde nos encontrábamos, la caliente lengua de mi hermanito hizo que el gusto fuera más convincente que una tía en la habitación contigua.
Mi hermano a pesar de tener tan solo meses de experiencia chupaba verga como cualquier puta experta, es que había aprendido junto a nuestra otra hermana Beatriz de tan solo 11, quién también era cómplice en aquellas sesiones de sexo entre hermanos.
Idos como estábamos, otra vez pude ver el rostro de nuestra tía aparecer asomando por la puerta, creí que ver en sus ojos incredulidad de ver a un niño de 9 años mamándole el pito a su hermano de 13.
Pudor o instinto le saque mi reata de la boca y baje la vista, le dije que ya era tarde que debíamos bañarnos para ir a la escuela.
Nos pusimos nuestros calzoncillos y salimos al patio cruzando por donde debía estar aquella espía inoportuna, pero ni sombras de ella.
Deduje que se había ido a su casa, vivía pasando la calle.
En realidad era nuestra tía política, mujer de un hermano de nuestro papá.
Tendría 35 cuando esto sucedió, era una mujer humilde de poco hablar, típica de su descendencia indígena, de costumbres muy conservadoras.
Tenía 2 hijos, una hembra que a esta fecha era mujer casada aunque solo tenía 20 y un chico de 11 igual que mi hermana.
Un sentimiento de temor y preocupación invadió mi mente.
No sabía que podía decir o que iba hacer respecto a lo que había visto.
Cuando me descubrió a los 8 jamás supe que hizo, porque nunca me dijeron nada.
Ni madre que igual es conservadora no sabía cómo tomaría el hecho de saber que sus hijos tuvieran sexo, aunque sospechaba que algo sabía de mi hermana y yo.
Sin embargo esto para mí era diferente, no era lo mismo tener relaciones con una niña que con un varón aunque fuéramos hermanos.
Con esas dudas me bañe para ir a la escuela, ya sabría al regresar lo que haría mi tía.
Quizá se convirtiera en una cómplice circunstancial.
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