Con la cuñada de mi esposa…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Cuando yo era aún novio de quien actualmente es mi esposa, su hermano un año mayor que ella se casó con la protagonista de este relato, y a quien voy a identificar como R., para no quemar a nadie en público. A R. le encantaba tratar de ponerme nervioso, como era un mocoso de 19 años por aquellos días, pero nunca pudo porque a esas alturas yo ya estaba bastante correteado en cuestiones sexuales, así que simplemente me encogía de hombros y sonreía, pero eso sí, no dejaba de admirar ese enorme, precioso y firme trasero y esa rica cintura que tenía ella de soltera, imaginándome las cogidotas que le metía mi cuñado (que dicho sea de paso, es un cabrón de primera, se ha cogido a la mitad de sus compañeras del trabajo, pero esa es otra historia, como diría la Nana Goya).
Con el paso de los años me casé con mi linda novia (aunque eso no me quitó lo caliente), y en las reuniones familiares, frecuentemente me topaba a R., ahora ya madre de familia, un poquitín menos esbelta, pero sin llegar a gordita, sigue conservando un cuerpo muy rico para su edad, tonificado y marcado por el spinning y los aeróbics; ella siempre aprovechaba cuando me veía para saludarme apartada de los demás, y yo aprovechaba para darle una "inocente" caricia en la nalga, al abrazarla como saludo, y R. se daba cuenta cuando se me ponía duro el miembro y como no "cabíamos" en el pasillo, me pegaba su panocha calientita o su rico trasero.
En una ocasión, ya con la ventaja de la tecnología, me la topé en una red social muy famosa, me mandó invitación y acepté, y a ratos en el trabajo a veces abro la página para ver si mi esposa o hijos me han dejado mensajes, fue así como comenzamos a platicar. Un día hace un par de años, a mi esposa la premiaron con un viaje a una playa (no doy muchos detalles porque si por accidente ella leyera mi relato, de inmediato sabría que soy yo), junto con otro grupo de trabajadoras de la empresa, y yo me iba a quedar solo con los niños de jueves a jueves. Cuando le platiqué a R., me dijo que para levantarme el ánimo me invitaba a desayunar el lunes siguiente, le dije que claro, que dónde nos veíamos, y me dijo: – Pues en mi casa, tontito, ¿dónde más? -. Sentí esa agradable sensación de cosquilleo en la boca del estómago, pero aún así quise pegarle al "decente", preguntándole: – ¿Y mi cuñado también vá a desayunar con nosotros, y me puedo llevar a los niños? -, y ella respondió: – Sabes, el Flaco tiene turno el lunes desde la mañana, no creo que nos acompañe porque se vá como a las 5:00 am, y tus niños se van a aburrir horrores aquí, porque mis hijos tienen escuela, yo la verdad preferiría que vinieras solito, y así sirve que le puedo poner picante a la comida -. "Buena razón", pensé, así que quedó pactada y sellada la cita.
Obviamente no tengo que explicarles que esperé al lunes con ansias de estar con esa belleza de cuerpo cachondo y sexy. Temprano me levanté, me afeité y bañé, vestí a mis preciosos hijos, les dí de desayunar y luego pasé a dejarlos a la guardería, como todos los días, despidiéndome de ellos con un gran beso, pero en vez de enfilar al trabajo, enfilé a casa de mi cuñado; como a 3 cuadras de distancia, estacioné la camioneta en un parque, y le mandé un mensaje al celular, preguntándole si ya estaba lista, respondiéndome ella que sí, que podía llegar. Caminé las tres cuadras, con la mano en el bolsillo para disimular la enorme erección que tenía, pensando en mi rica concuña; era obvio que a pesar de la amabilidad, ella era una mujer muy caliente y deseaba que yo, mortal afortunado, aplacara esa calentura. Al llegar a su casa, la reja estaba abierta, y la puerta entreabierta, así que me metí rápido para evitar la mirada de las vecinas chismosas. Entré y cerré la puerta, y lo que ví, casi me hizo romper el pantalón por la excitación.
R. estaba parada frente a mí, descalza, con una diminuto shortcito, casi casi del tamaño de un bikini en tonos rosa pastel, y una blusita blanca anudada a la altura de su pecho, dejando expuesto su lindo abdómen, el cabello recogido con un lápiz, una sartén en una mano y un par de huevos en la otra, sonriéndome y diciendo con mucha intención: – Bueno, Muchachote, ¿cómo quieres que te haga tus huevos? -. Yo recuperé el aliento y me acerqué a saludarla de beso en la mejilla (aunque disimuladamente nos besamos en la comisura de los labios), mientras acaricié su cintura desnuda, y le respondí: – Haz mis huevos como quieras, Corazón -. Ella se sonrió y me dió la espalda, caminando hacia la cocina, lo que aproveché para acariciar con suavidad su rico trasero. Fingiendo que no pasaba nada, me dice: – ¿Tienes mucha hambre, Nene? -, – Me muero de hambre -., le contesté. – Bueno, comienza con lo que quieras -., me dijo, parando notablemente su rico trasero, mientras fingía que trataba de encender la hornilla. Yo bajé de un tirón su pequeño short, y obviamente, la cabrona no traía nada abajo, así que separé sus hermosas nalgas y comencé a besar, a lamer, a chupar y a picar con la lengua ese hermoso ojete, pequeñito, oscuro, cachondo, mientras ella soltaba un suspiro de placer y noté que paraba aún más su rica cola y se abría las nalgas con ambas manos, para que mis mamadas fueran más profundas. Estaba encantado metiendo y sacando la lengua de ese sabroso culo, mientras me desnudaba a ciegas y de rodillas tras de la cachonda dama. Para cuando yo estaba completamente desnudo, la giré, para admirar su bello cuerpo, su hermoso tono de piel apiñonado, una pequeña, cuidada y muy oscura mata de vello púbico, abundante, compacto, bajo el cual sobresalía una hermosa pepa, rosadita, palpitante, grande en verdad, unos muslos deliciosamente bien tonificados, los cuadritos de su abdómen, el cual apenas tenía un pequeño par de estrías casi imperceptibles, a pesar de ser mamá de 3 hijos, un buen par de tetas, ni muy pequeñas, ni muy grandes, aún envueltas en la provocadora camisetita, una cintura que ya quisieran varias veinteañeras, y esos bellos labios, carnosos, húmedos, ansiosos por mamar mi lengua y mi pito. Al verme desnudo, se mordió el labio inferior, me dijo que le encantaba mi vello corporal y mi figura gordibuena (fofisano creo que se dice ahora en internet), mientras la cargaba un poco y aún de rodillas, le hundía la lengua en esa hermosa panocha y chupaba con desesperación su enorme clito, haciéndola retorcerse de placer recargada contra la barra de la cocina. Soltando a mi presa por unos instantes, me puse de pie y la levanté en vilo, sosteniéndola por sus cachondas nalgas, sintiendo cómo mi verga rozaba su mojada y sabrosa vulva, y la llevé a la cama de su habitación.
Una vez en su cama, seguí mamándole con enorme gusto su rica puchita, mientras ella se retorcía, y decía con voz ronca y arrastrando las palabras, como si estuviera poseída: – ¡Máaaasssss, cómetela máaaasssss! -. Yo como todo un caballero, seguí complaciéndola, hasta que sentí que ella se movía y cambiaba de posición, hasta quedar ambos en un 69; no podía ver, pero sentí perfectamente cuando la zorrita se engulló mi verga hasta la base, quedando mi glande incrustado hasta su garganta, haciéndome sentir descargas eléctricas por las piernas, quedando en posición perfecta para seguirle lamiendo la concha y el culo al mismo tiempo, e insertándole dos dedos, uno en el ojete y otro en la papaya, mientras le lamía con rapidez el botón, hasta que sentí que su panochita se llenaba de delicioso néctar, saladito, picante, y aumentaba el meneo de su cadera, sin dejar de mamarme la verga. Le saqué mis dedos de sus orificios y le quité la verga de su boca, la acomodé boca arriba para que se recuperara del intenso orgasmo que tuvo, le puse una almohada bajo su lindo culo, y comencé a desenrrollar un condón, ella lo vió con un ojo entreabierto y con voz entrecortada me dijo: – No, no quiero… que uses eso, cógeme a pelo, quiero sentir tu verga a pelo -.
Lo pensé unos instantes, y dije, vale, así que sin más ceremonia me encaramé entre ese hermoso par de muslos, y de un solo empujón, mi verga resbaló hasta el fondo de sus entrañas, por su saliva y sus fluídos vaginales. R. puso los ojos en blanco y comenzó a ondular su cadera, y a menearla hacia arriba y hacia abajo, frotando su pepa rosada contra mi pubis; era maravilloso ver mi verga bañada en sus mieles, entrando y saliendo rítmicamente de esa peluda cueva, cogiéndome a esa hermosa cuarentona con cuerpo de veinteañera, haciéndola gemir y susurrar mil pendejadas sexuales: – Papi, papi, dame verga, mi vida, tu nena quiere verga y leche -, mientras con una mano se apretaba las tetas que ya habían escapado de la camisetita, y con la otra frotaba su enorme pepa, la cual parecía que iba a reventar por lo hinchada que estaba. Aulló como una perrita cuando llegó a su segundo orgasmo, y luego a su tercero (a los que me conocen, saben que tengo un pequeño detalle, no sé si es por nervios o emoción, pero cuando estoy por 1era vez con alguien, tardo mucho en vaciarme, tal vez inconscientemente me bloqueo para dar una buena impresión), y a medio camino de su cuarta venida, me salí de ella y comencé a venirme sobre su estómago, mojando y dejando largos y delgados hilos de leche, desde su vulva semiabierta hasta el inicio de sus tetas; ella sonrió y onduló más su perfecto cuerpo, para excitarme y hacer más disfrutable mi orgasmo. Luego coquetamente se quitó la camisetita blanca y la utilizó para limpiar su vientre y panocha, no sin antes tomar un poco con el dedo y probarlo con la lengua, me dijo: – Sabe rico, papi, no sabe salado como el de mi marido -, y le contesté: – Anoche me preparé, cené únicamente piña y en la mañana tomé agua de coco que teníamos en el refri, para que no me saliera tan salada la leche -. Ella rió y me dijo – ¿Dónde aprendiste eso? -, y le respondí: – Un truco viejo que me enseñó una ex; la piña es para mejorar el sabor, y el coco es para incrementar el volúmen del semen y parezca que eyaculas más -. Ella sonriendo se enderezó, me acostó boca arriba y montó sobre mi verga que aún estaba medianamente parada, para cabalgarme durísimo, alcanzando otros dos orgasmos en el proceso, y devolviéndome mi erección al 100%, al ver su rica figura totalmente desnuda cabalgando y rebotando encima de mí. Como hacía calor y estábamos algo pegajosos por tanto fluído sexual y sudor, decidimos darnos un pequeño baño de agua fresca juntos para recuperarnos. Regresamos a la cama bien relajados, limpios, refrescados, ella se acostó boca abajo, dejando expuestas sus sabrosas nalgas, las cuales acaricié, lamí y besé con cariño, arrancándole suspiros y gemidos de placer; le coloqué la misma almohada bajo el vientre, y así boca abajo, la comencé a penetrar por la panocha, haciéndola gemir de placer cada que aplastaba su lindo culo.
– Papi, qué rico pisas, mi amor, cógeme, cógete a tu nalguita, ¿porque verdad que ahora soy tu nalguita, amor?
– Sí, sí, sí, mamacita, eres mi nalguita, y mi verga es toda tuya y mis mecos también -, mientras aceleraba la velocidad de la cogida, y a ciegas con los dedos buscaba su pepa para frotarla y hacerla venir nuevamente, pues quería que esa veterana de mil cogidas ansiara estar conmigo en muchas otras ocasiones más.
Inmediatamente después de una de sus venidas, antes de que recuperara el aliento, y sin dejar de embestirla rudamente, le pregunté al oído: – Mami, ¿te han dado por el culo? -. Ella con los ojos cerrados asintió con la cabeza, así que le pregunté: – ¿Dejas que papi te rompa el culo ahorita mismo? -, y de nueva cuenta volvió a asentir con los ojos cerrados, hizo un movimiento para desencajarse mi verga de su panochita, se metió dos dedos en su chocha y los sacó empapados en miel, se separó las nalgas con los dedos y se embarró su propio fluído sobre su ojetito, y con una mano guió mi verga hacia la entrada al Edén. Presioné suavemente y mi glande se clavó en ese diminuto agujero, a lo que ella gritó con un símple "¡AH!", por lo que me quedé quieto unos instantes, besándola en el cuello y los hombros, ella giró la cabeza y me dió un delicioso, mojado y cachondo beso, mamando mi lengua, después de unos minutos besándonos así, me enderecé y empujé un poco más, a lo que volvió a gritar, ya con la mitad de mis 17 cms. dentro de su culo, pero aún así no dejaba de menear la cadera, acomodando mi verga en un ángulo confortable para ella, y separándose las hermosas cachas con ambas manos. Escupí entre sus nalgas para ayudar a que mi chile resbalara mejor, y empujé hasta que entré hasta que sólo mis huevos estaban fuera de su cuerpo, mientras R. gruñía y murmuraba cosas que no podía entender, pero de seguro me estaba rayando la madre por cogérmela por ahí. Cuando se acostumbró a tener sus intestinos llenos de carne, empezó a menear la cintura, indicándome que ya podía bombear, así que comencé con un ritmo muy lento, sacándole casi toda la verga, hasta que mi glande se quedaba enganchado a su culo, y luego volvía a empujar, con mucha lentitud, arrancándole una serie de gemidos de placer y dolor.
– Despacito, cabrón, despacito… Dueleeeee, dueleeeeee, aaaahhhh, el culo me dueleeeeee…
– Qué rico ojete tienes, mamacita, qué rico se siente por dentro, bien apretado y caliente.
– Paaapiiiiiiii, años de que P. (su esposo) no me coge así de ricooooooooo, culéame, culéame, jódeme toda.
– Sí, sí, mami, voy a hacer que cagues leche toda la semana.
– Síiiii, sí, papi, quiero sentir tus mecos en mi cola, márcame como tu nalguita, como tu mujer, rómpemelo, amor, rómpemelo.
La seguí bombeando en la misma posición, durante un buen rato (mi detallito de nervios en la 1era vez), hasta que R. dijo: – Mi amooooor, me estoy viniendo, me estoy viniendo por el culooooooo, ah, por favor, detenteeeee… -, pero no dejaba de menearse y de moverse para atrás y adelante, así que en vez de disminuír, aumenté el bombeo, jalándola de su rica cintura, haciéndola berrear como niña, y que pataleara la cama. Al sentir cómo contraía y aflojaba su esfínter, me calenté a mil y comencé a venirme en sus tripas, obviamente una venida menos abundante que la primera, pero aún así con suficiente leche para hacerla ponerse chinita de placer. Ambos nos quedamos así, en la misma posición, mi verga aún dura clavada en su culo, me derrumbé sobre su espalda y mi cara quedó pegada a la suya, que estaba cubierta en sudor y con los ojos muy apretados, y R. a ciegas alzó la mano y comenzó a acariciarme el cabello, diciendo en voz muy baja: – Santa cogida que me diste, bebé… Santa cogida que me diste… -, mientras yo le besaba la mejilla y el hombro, y comenzaba a retirar mi verga de su cuerpo, la cual estaba con una pequeña mancha de sangre. – Mira -, me dice, – sí me rompiste el culito. ¿Te viniste rico adentro, papi? -. Le sonreí y contesté: – Delicioso, bebé, me encantó darte por el ano -. Sonrió y me acarició con ternura la verga y los huevos, mientras me premiaba con un beso profundo. Vimos el reloj, ya casi las 12:00 pm, y me dice: – Papi, ya es bien tarde, y no fuí a comprar nada para la comida, y en media hora sale la niña de la escuelita -.
Ella se comenzó a vestir, se puso una linda tanguita de hilo dental, amarilla, se puso un top negro y encima un overol de mezclilla cortito, yo me limpié la verga con una toallita húmeda de bebé, dejándola manchada de sangre, y fuí a la cocina por mi ropa. Le dije que iba a salir 1ero y que la esperaba en el parque para dejarla en la tienda, y aceptó, así que salí disimuladamente; por fortuna como hacía mucho calor, no había ni un alma en la calle, y me imagino que por ser cerca de la hora de la comida, muchas señoras estaban ocupadas cocinando, así que apresuradamente llegué a mi coche en el parquecito, y a los 5 mins la ví venir a paso veloz, se sube a mi coche, arranco, y se comienza a reír: – Me está escurriendo tu leche desde la colita, y me llené todo el overol por detrás -, me dijo, y sí, efectivamente, había una mancha muy clara de semen a la altura de su culito, la dejé en la tienda, dándonos un beso de mejilla de despedida, y quedamos de vernos de nuevo la próxima vez por el rumbo del Centro, para llevarla a un motel muy discreto y bonito que conozco.
Esa fue la primera vez que me cogí a la esposa de mi cuñado… A la cuñada de mi mujer… La primera de muchas, muchas otras cogidas muy calientes, las cuales planeo contarles próximamente. ¡Que estén de lo mejor, pórtense mal pero cuídense bien!
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