Con mamá en su cama
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por tila_ra9.
Mi mamá quedó complacida cuando le di la noticia. Esa tarde vendría mi novia a casa para formalizar nuestra boda. Después de un año de noviazgo, Martha y yo habíamos decidido que era hora de vivir juntos.
La comida transcurrió de buena manera y al anochecer dije a mi madre que acompañaría a Martha a su casa. Regresé y encontré a mi mamá mirando televisión en su cuarto. Me senté en su cama y como había hecho tantas otras veces, me quedé en su habitación platicando con ella antes de irme a dormir.
Me dijo que estaba feliz por lo de mi boda y yo sabía que así era, pero notaba algo raro en ella, algo que no quería decirme.
Desde que mi papá nos abandonó, cuando yo tenía ocho años, en casa quedamos sólo ella y yo y ambos eramos confidentes el uno del otro. Mamá me platicaba de sus parejas y yo de las mías, pero esa noche ella estaba muy callada y triste.
Yo había estado atareado con mi novia y además el trabajo, por lo que me sentía muy cansado. Durante un rato guardamos silencio con mi madre para ver televisión y el sueño me venció. Desperté de madrugada, quizá serían como las tres. Me di cuenta que yo estaba en su cuarto y podía escuchar que ella sollozaba. Eso me preocupó así que le pregunté qué tenía y por fin me lo dijo. Un día antes ella había terminado con su pareja y eso la tenía muy mal. Además sentía algo de tristeza porque yo me iría pronto de la casa.
-Estoy feliz de que vayas a casarte –me dijo-, pero no puedo dejar de sentir cierta tristeza porque ya no estarás acá. Pero no te preocupes por mí, es algo natural que piense en que te voy a extrañar.
La televisión y las luces estaban apagadas, pero yo podía ver como brillaba un poco su cara, a causa de algunas lágrimas que mojaban su rostro. Ambos estábamos acostados y hablábamos de frente, casi cara con cara. Yo sentía su aliento tibio cada vez que me decía algo. Comencé a acariciar su rostro con mi mano derecha y no pude evitar acercarme y besarla en las mejillas. Entonces nos abrazamos y mi cara estaba pegada a la suya.
-No te preocupes por lo de tu pareja –le comenté-, tú eres alguien muy especial y ya encontrarás a otra persona.
Seguíamos abrazados y entonces nuestros labios se tocaron. Eso no hubiera tenido mucho de especial, porque cuando yo era niño, mi madre me besaba no sólo en las mejillas, sino también en los labios, claro, sin otro sentido que el de su afecto de madre, sin embargo, ahora nuestros labios se unían de otra manera, en un beso húmedo y largo y un calor invadió todo mi cuerpo. Sentí como un relámpago recorriéndome y ella seguramente también lo estaba notando. De repente sentí una erección tremenda y por eso separé mis labios de los de mi madre, quien después del beso dijo:
-No está bien que una madre de 38 años bese a su hijo de veinte. Bueno, -continuó diciendo- tú siempre vas a ser mi bebé.
Ella me acariciaba el cabello y yo miraba una sonrisa de felicidad en su cara.
-Hace frío para que te levantes y vayas a tu cuarto, podrías resfriarte. Lo mejor es que pases la noche aquí.
Le contesté que sí, que dormiría en su cama. Estábamos cubiertos y el calor y el cansancio me vencieron y dormí otro rato, hasta que al moverme un poco hacia adelante, noté que tenía una erección tremenda y que mi verga estaba rozando las nalgas de mi madre. Abrí los ojos en la oscuridad y a pesar de que sabía que debería retroceder un poco, para evitar el contacto con mamá, no lo hice. Ahí estaba yo, detrás de ella apretando disimuladamente mi verga contra sus nalgas.
¿Pero qué me pasaba? Yo nunca la había visto más que como lo que era: mi madre. Pensaba esto entre la oscuridad, pero no hacía nada por alejarme de ella. Era tan rico sentir la dureza de su culo contra mi verga hinchada, que yo deseaba prolongar ese contacto.
Estuve un rato así y entonces ella retrocedió un poco más y ésta vez mi pito casi se incrustaba entre sus nalgas. Ella se había cambiado de ropa y dormía con una bata de tela muy delgada, y yo estaba casi seguro que ahora sentía mi fierro rozándola.
Haciéndome el dormido, pasé mi brazo derecho sobre el costado de mi madre, a modo de abrazo y dejé caer mi mano sobre uno de sus senos. Jamás había vuelto a sentir ese pecho. Sus tetas eran grandes y si bien habían perdido un poco de su firmeza, no dejaban de ser muy hermosas. Yo ya no podía ni quería controlarme. El deseo por ese cuerpo caliente de mi madre me tenía a mil. Moví un poco mi mano y sentí su pezón, que rápidamente se puso duro al contacto de mi piel. Ya no iba a parar. Comencé a pasar la palma de mi mano despacito por la teta de mi madre y casi estaba seguro de que ella empezaba a jadear. Metí mi mano por completo en su sostén y ahora apretaba ese pecho hermoso y caliente, mientras estrechaba cada vez más mi verga contra su rico culo.
Se oían sus gemidos mientras le apretaba las tetas, pero no decíamos nada. Entonces bajé mi mano por sus pechos, hasta tocar los vellos de su concha. No podía creer que mi mano estuviera ahora en la pucha de mi madre. Era tan lujurioso todo. Apenas toqué sus pantis, me di cuenta que estaba totalmente mojada y sin pensarlo mucho, saqué mi pene del pantalón y haciendo a un lado sus bragas, coloqué la punta de mi verga en su concha. Mi madre se estremeció al sentir la punta de mi verga entre sus labios y despacio hice que toda mi verga entrara en ella. Mamá chorreaba y fue fácil entrar en su pucha. Yo me movía despacio, entrando y saliendo. Era mucha la excitación. Su baba me tenía toda la verga lubricada. Me estaba cogiendo a mi madre. Su concha caliente se estaba comiendo mi pito. Ya no eramos sólo madre e hijo, sino hombre y mujer. No sabíamos si estaba bien o mal lo que hacíamos. Lo único que sabíamos era que el deseo era mutuo y que no queríamos dejar pasar este momento.
Ahora, mientras me la cogía, yo le mordía los hombros y le lamía y le besaba el cuello. Fue entonces que me atreví a hablar y le dije:
-Eres una mujer muy hermosa mamá.
-¿Te gusto mi vida?
-Claro mamá, eres una hembra bellísima.
-Huy, mi amor, me haces sentir muy deseada.
-¿Te… te gusta lo que estamos haciendo? –dije, y ella contestó:
-Ay mi amor, me gusta como le das verga a tu mami. Métemela así mi amor. Huy, has puesto muy caliente a tu madre mientras me rozabas con tu verga.
-Ufff mamá, vas a hacer que me corra.
-No todavía bebé, porque te deseo mucho tiempo dentro de mí.
Entonces ella se alejó un poco para sacarse mi verga y se colocó de frente a mí. Comenzamos a besarnos. Nuestras lenguas se enredaban y yo mordía sus labios carnosos.
-Ay mi niño. Qué caliente me tienes.
Comencé a bajar hasta que mi boca quedo frente a sus tetas. Le lamí los pezones llenándoselos de saliva, hum qué rico morder y chupar sus pezones duritos.
-Ay mi niño, tú vas a hacer que tu mami se chorree. Así lindo, sácale la leche de las tetas a tu mamá. Ah, mi vida, me has puesto como una callejera.
Seguí lamiendo hasta que mi boca llegó a su pucha. Le quité sus pantis y lamí la baba de sus bellos. Hum, ahora mis dedos le abrían la pucha y mi lengua húmeda tocaba las paredes de sus labios. Los apretaba entre mi boca y chupaba. Tenía la cabeza entre las piernas de mi madre y ella me tenía sujetado del cabello y me apretaba la cara contra su pucha.
-Ay bebé ay ah.
Sentí cómo me invadía toda la humedad de mi madre. Acaba de correrse y yo seguía chupando su concha, metiéndole la lengua hasta el fondo. El aroma de esa panocha era para extasiar a cualquiera y yo no quería alejarme. Terminó en mi boca pero seguíamos muy calientes y yo no dejaba de beber su humedad que escurría hasta sus muslos. Parece mentira que no me había dado cuenta de lo hermosas y ricas que eran las piernas de mi madre y ahora yo las tenía para lamerlas y morderlas.
-Ufff hijo, así, chupa cariño, tómatelo todo mi amor.
-Sí mamá; huy, me excita tu aroma y me excita que estés tan caliente.
-Me tienes como una perra en celo mi vida y soy sólo tuya.
La levanté para acercarla a mí, quería darle por la pucha desde atrás y me acomodé tras de ella. Metí y mi verga con fuerza y ella lo resintió con un gemido. La arremetía con mucha violencia y ella igual que yo estaba ardiendo.
-Mamá, me voy a correr.
-Sí mi amor, hazlo dentro de mí, anda cielo. Lléname toda con tu leche… ay cariño ufff.
Seguí cogiendo a mi madre con todas mis fuerzas, mi verga rozaba las paredes de su concha y no pude contenerme más. Me aferré a sus tetas mientras le llenaba la pucha con mi leche. Ambos gemíamos de placer.
-ufff mamá.
-¿Te gustó mi cielo?-preguntó ella.
-Sí, me encantó tenerte como mujer, aunque…
-¿Aunque?… sientes algo de culpa ¿no?
-Sí mamá, así es.
-Pues pensemos que sólo es algo lindo ¿sí?
Le di un beso en la mejilla y nos quedamos mirando. Después acerqué mi boca a la suya y nos besamos. Yo sabía que ya no dormiría esa noche, cuando sentí que mi verga se volvía a poner muy dura entre la mano de mi mamá.
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