Con mi mama
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por tila_ra9.
Esta es la relación que tuve con mi madre a raíz de la separación que sufrió de mi padre.
La cosa es que después de casi 31 años de casados mis padres se separaron.
Quiero decir que mis padres son bastantes apuestos, y esa fue una de las razones de su distanciamiento.
Mi padre es un abogado de mucho éxito y mi madre era la anfitriona perfecta.
Ella también había estudiado derecho, pero después de un par de años de trabajo, cuando yo nací, ella lo dejó para dedicarse por completo a mi cuidado, en principio querían más hijos, pero sólo llegué yo.
Quiero decir que fue una de las razones del distanciamiento, ya que aparte de bien parecido, como buen abogado tiene facilidad de palabra, y enamora a las mujeres tanto con su físico, ahora de madurito interesante como por su labia.
Por mi parte, me llamo Javier, tengo 27 años y soy ingeniero industrial, y hace 3 años que me fui de casa de mis padres, primero para casarme y luego separarme, ya que las cosas no funcionaron nada bien, al cabo de año y medio.
Yo me parezco un poco a mi padre, pero he de reconocer que me cuido menos que él, ya que no hago ni la mitad del ejercicio que hace mi progenitor.
Mi madre tiene 53 años, pero podría pasar por 10 o 15 menos.
Es rubia y se cuida bastante.
Mi padre es un año mayor que ella y como he dicho se mantiene pero que muy bien.
Cuando llegó el momento de la separación mi madre se quedó con la casa que tienen y una buena pensión.
Por mi parte, después de mi separación me había ido a un pequeño apartamento que colmaba todas mis expectativas, es decir, poco tiempo en casa y poco para limpiar.
Mi padre se trasladó con otra de las responsables de su separación, una chica, un cañón de chica que fue su clienta hace un par de años cuando se divorció de su marido.
No es que tuviese una relación de lo más estrecha con mis padres, pero después de todo lo que había pasado decidí hablar un poco con ellos.
Mi padre estaba bien (como para no estarlo con el pedazo de tía con la que se había ido), pero a mi madre la noté un poco baja de moral, así que decidí apoyarla un poco más (cosa que también me insinuó mi padre).
Por cierto mi padre se llama Federico y mi madre Estefanía.
Iba con cierta frecuencia a casa de mi madre, un pequeño chalet en las afueras de Madrid, con un poco de terreno y una pequeña piscina, que era de las cosas que más apreciaba mi madre, ya que desde que llegaba el buen tiempo se dedicaba a estar mucho tiempo en ella.
Cuando iba a verla la notaba muy deprimida y rara al mismo tiempo.
No sabía que le pasaba.
Veía que fumaba mucho, después de haberlo dejado hacía muchos años y algo que no sabía que era.
Pensé que era una buena opción ver que le pasaba a mi madre.
Como trabajo fundamentalmente de mañanas, me propuse ir al menos un par de veces a la semana a verla.
Seguía viéndola rara, sin saber el motivo, hasta que un día, fui a tirar una botella de refresco al contenedor de vidrio y vi el motivo.
Mi madre estaba bebiendo como una cosaca.
Aparentemente estaba bien.
Al menos eso era lo que me decía, pero yo sabía que no era así.
Ahora sabía algo más.
Era finales de junio y ella apenas salía a la piscina, estaba casi todo el día encerrada en casa.
Me dije que lo mejor sería atacar el asunto de raíz.
– Mamá, tenemos que hablar- le dije a mi madre.
– Claro, hijo, ¿qué quieres?- se la notaba un poco ebria al hablar.
– Creo que sabes de que quiero hablar.
– No, de verdad que no…
– Si que lo sabes. No sabía que te pasaba, pero ahora si… tienes un problema con la bebida…
– ¡Nooo!.
– No me mientas…
– Te prometo que…
– Me prometes ¿qué? Entonces dime quien se ha bebido todas las botellas de licor que hay en el vidrio.
– No… esto… es que las he tirado…
– Si, claro que las has tirado, después de bebértelas.
– De verdad que no hijo… tienes que creerme…
– Ya me gustaría, pero no puedo.
– De verdad, te lo prometo… En ese momento me acordé de un pequeño obsequio que me hicieron cuando le hice el seguro al coche: un alcoholímetro para el coche. Fui a buscarlo…
– Bueno. Vamos a ver si me dices la verdad o no.
– ¿Cómo?.
– Pues, sopla- le dije al tiempo que le enseñaba el aparato.
– Anda, déjate de tonterías.
– No. Me has prometido que no bebes. Pues demuéstralo.
– Es que…
– Nada… sopla.
No le quedó más remedio que soplar… y marcó 1,2 en aire.
Según el aparato era bastante.
– Así que me prometías que no bebías.
– Hijo, no te enfades.- Se puso a llorar.
– No, mamá, si no me enfado, pero esto no puede seguir así.
– Ya lo se, pero es que no se que me pasa…
– No te preocupes. Estaré contigo.
– Gracias, hijo… eres lo único que me queda. – Dijo mi madre, entre lágrimas.
– Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras.
– Ya lo se… gracias, mi amor.
Estuvimos hablando un rato más y decidimos que en mis vacaciones, en apenas una semana me trasladaría a mi antigua casa para ayudar a mi madre, ya que no quería ir a ninguna asociación, ni a ningún médico sobre todo por la vergüenza que le daba.
Yo le dije que no era especialista pero que la apoyaría en todo lo que pudiese.
Esos días continué visitando la casa de mi madre todas las tardes.
Todavía bebía, quizá un poco menos, pero era mucho, lo que me preocupaba de sobremanera.
Por fin llegó el viernes y tras salir del trabajo pasé por mi casa a preparar unas cosas e irme a casa de mi madre.
Como pensaba hacer ejercicio cogí ropa de deporte, bañadores (podría usar la piscina) y algo de ropa normal.
Me dirigía a casa de mi madre.
– Bueno, mamá, ya estoy aquí.
– Gracias por venir hijo. Debe ser un gran esfuerzo para ti no irte de vacaciones, con lo que te gusta la playa.
– Bueno… digamos que un poco si, pero pude anular el viaje a la costa… y lo primero es lo primero.
– Gracias…
– De gracias, nada. Ya sabes cual ha sido el trato.
Desde este momento nada de beber, de eso me ocupo yo.
Fui por toda la casa buscando y logré encontrar unas cuantas botellas escondidas.
En el acuerdo al que llegamos mi madre y yo, podía ir por toda la casa buscando si había alcohol y tirarlo.
Como además me dejaría a mí el dinero, sus tarjetas y resto de la documentación, no podría salir a comprar más.
Mi madre estaba en la salita viendo la tele mientras hice mi primera inspección.
Así, en la cocina pude encontrar un par de botellas de whisky, luego en el comedor otras tres botellas (dos de whisky y una de ginebra) y en la despensa tres más.
En la planta de abajo no encontré nada más (incluso busqué en la cisterna de aseo) En el garaje no encontré nada y luego fui arriba.
En mi dormitorio hice una búsqueda sin resultados, lo mismo que en los otros dos.
Luego fui al dormitorio de mi madre.
Allí empecé a buscar en los sitios más lógicos (cajones, armarios) y pude encontrar otra botella (debía ser su última esperanza).
Seguí con mi misión y en el armario de mi madre vi una caja, lo suficientemente grande como para albergar unas botellas, así que me decidí a abrirla.
Estaba digamos que "autorizado" por mi madre en el pacto que habíamos hecho.
Al abrirla me llevé una gran sorpresa.
Lo primero que vi fue un consolador.
Eso me excitó en parte.
Bueno, es lógico pensar que una mujer pueda tener uno de esos artilugios para sus ratos de placer, pero como suele decirse no te imaginas a tu propia madre usándolo.
Pero no era lo único que había.
En esa caja grande había otra más pequeña dentro.
Yo ya sabía que no había alcohol, pero quería saber que "había en esa cajita".
Con una mezcla de miedo y excitación abrí la caja y pude ver unos cuantos sobres de revelado de fotos, unas cintas de video de las antiguas, como vhs en pequeño, tres mini dvd y cuatro tarjetas de memoria de cámara digital.
No me pude resistir y abrí el primer sobre… eran fotos de mi madre, la mayoría en la playa haciendo topless (no lo hacía, al menos cuando yo iba con ella y creo que cuando no iba tampoco porque sus tetas salían mucho más blancas que el resto del cuerpo) y en alguna incluso se bajaba la braguita del bikini, enseñando los pelos de su coño.
Esas fotos debían tener al menos 20 años, es decir, de cuando era un niño, ya que recuerdo el bikini que llevaba mi madre y fueron una vacaciones en las que la hermana de mi madre vino a un apartamento al lado del nuestro, por lo que yo debía estar jugando con mis primas y no fui a la playa con mis padres.
Tengo que decir que mi madre tenía (y sigue teniendo un cuerpo espectacular).
El segundo sobre tenía más fotos de mi madre, más antiguas aún, pero en este caso se veían en una playa desierta en la que mi madre no solo es que estuviera desnuda, sino que hacía poses, como una modelo.
Para ese momento yo tenía una erección descomunal.
Estaba a punto de reventar.
Cogí un tercer sobre.
En este caso las fotos estaban hechas en mi casa.
Mi madre posaba como una modelo erótica, al principio con ropa de ejecutivo que se va quitando poco a poco mientras sus labios sostienen un cigarrillo.
Vi todas las fotos, en total, más de 300, pero me quedé con las ganas de ver que contenían las tarjetas de memoria y las cintas de video… pero ahora no podía.
Baje donde estaba mi madre.
Le dije las botellas que había encontrado y le pregunté si había alguna más.
Me juró y me perjuró que no.
Le dije que recordase el trato… que si sospechaba que había bebido podía hacerla soplar… insistió en que no tenía más.
Decidí darle un voto de confianza.
Esa noche preparé la cena y después de ver un rato la tele nos fuimos a dormir.
No podía quitarme de la cabeza las fotos que había visto de mi madre sin ropa.
Cada vez que lo pensaba la polla se me ponía dura.
Cuando nos levantamos (temprano para ser sábado, pero nos habíamos ido a dormir bien pronto) preparé el desayuno y fuimos a comprar comida y cosas que necesitábamos para la casa.
Cuando llegamos ordenamos las cosas y mi madre se quiso ir a la salita a ver la tele.
– Bueno, mamá, creo que es hora que hagas algo más que ver la tele y fumar.
– Hijo, de verdad, es que no me apetece hace nada…
– Ya me lo imagino, pero recuerda que estoy aquí para ayudarte…
– ¿Y que quieres hacer?.
– No se, quizá con este día podamos darnos un chapuzón en la piscina.
Al menos antes te gustaba mucho- le dije.
– Si la verdad es que me gusta, pero… no se es que no me apetece…
– Nada… ve a ponerte el bikini y nos vemos en la piscina dentro de cinco minutos.
– Bueno.
En un rato estábamos abajo listos para pasar un rato en la piscina.
Mi madre bajaba sin muchas ganas, con un bikini al que se le notaban los años.
Pero mi propósito era que no se encerrase todo el día en la tele fumando cigarrillo tras cigarrillo.
– Venga, mamá, vamos al agua.
– ¿Está fría?.
– ¡Qué va, está de miedo!- le dije para animarla.
– Bueno, voy.
– ¿Qué tal?.
– Sí que está buena…
– Ya te lo decía…
– Bueno, Javier, quiero decirte en serio que muchas gracias por lo que estás haciendo…
– No tienes por que darlas. Tú me cuidaste a mí cuando era pequeño y ahora me toca a mí hacer lo mismo contigo.
– Ya, pero no tienes obligación… y además te he chafado las vacaciones.
– Olvídate de las vacaciones. Estoy aquí y ahora mismo no querría estar en ningún otro sitio.
Además ya va siendo hora que rehagas tu vida.
No digo que te vayas a casar ni nada de eso, pero tienes que salir de casa, hacer cosas, deporte, no se.
– Ya, pero es que no me apetece…
– Vale, pero poco a poco… hoy por ejemplo no querías bajar a la piscina ¿y ahora?.
– Si, se está muy bien.
– Pues a eso me refiero… sal, deporte, relaciónate…
– Ya, ¿pero quien va a querer relacionarse conmigo?.
– ¿Como que quien?… cualquiera. Fíjate… tienes un cuerpo que ya lo quisieran mujeres muchísimo más jóvenes que tú, eres divertida, simpática…
– Ja… para ya, que parece que quieres ligar conmigo.
– Lo digo en serio. Tienes que tener un poco más alta tu autoestima. ¿Cuánto hace que no vas a la peluquería?.
– Unos meses…
– Unos… bastantes. ¿Desde cuando, desde que te separaste?
– Pues… si.
– Nada… esta tarde vamos a la pelu.
– Pero hoy es sábado y por la tarde, en julio, no habrá nada abierto.
– Tú déjame a mí.
Fui a hacer una reserva en la peluquería de unos grandes almacenes, que si que abren los sábados por la tarde y de paso reservé en un restaurante.
– Ya está. A las seis y media tienes hora. Y luego nos vamos a quedar a cenar en Madrid.
– Hijo, no hace falta…
– Si, si que hace falta.
Comimos temprano, nos arreglamos y fuimos al centro.
Después de casi dos horas en la peluquería mi madre, que estaba considerablemente más animada dijo que si no me importaba, ya que estábamos allí, haría unas compras.
Le dije que la reserva era para las diez y media, y que el restaurante estaba cerca.
La verdad es que le dejaron muy bien, su aspecto había mejorado de forma radical.
Mi madre se compró un par de vestidos veraniegos, bastante escotados, pero que le quedaban muy bien (que después de insistir un poco le regalé), ya que es generosa de pecho y luego pasó a comprarse unos conjuntos de ropa interior, mientras yo hacía tiempo por ahí.
Dejamos las cosas en el coche y fuimos andando hasta el restaurante.
Pedimos la comida, y muy a mi pesar, para no molestar a mi madre, no pedí vino, pero como tenía que conducir de vuelta, tampoco resultó mal.
La cena fue excelente y el postre, un suflé, delicioso.
Cogimos el coche para volver a casa.
Al llegar a casa nos fuimos a la salita, a tomarnos un refresco.
Mi madre se fumó un cigarro.
Era el primero desde después de comer (no estaba mal).
– Javi, me lo he pasado muy bien. Hacía mucho que no salía.
– Ya me imagino. Además te ha venido muy bien.
Me gusta como te han dejado en la peluquería. Te da un aspecto… más juvenil.
– Si, la verdad es que me han dejado bien. Me gusta.
Y encima me han regalado un par de conjuntos preciosos y me he comprado un par de conjuntos de lencería que también hacía mucho que no compraba.
– Ves, poco a poco…
– Ya, poco a poco, pero si no es por ti… no doy el primer paso. Muchas gracias hijo.- Me dio un sonoro beso en la mejilla.
– De nada, la verdad es que yo también me lo he pasado bien. Hacía tiempo que no le regalaba nada a nadie, excepto a mi mismo.
– Oye, que por mí… cuando quieras.
– Si, claro… será gorrona…
– Ja, ja, ja.
No fuimos a dormir, o al menos a intentarlo, ya que me pasó lo de la noche anterior… no podía quitarme de la cabeza las fotos de mi madre desnuda.
Estaba en la cama sin poder dormir cuando oí algunos ruidos.
Sigilosamente me levanté.
No sabía si que podía ser… quizá mi madre buscando alguna botella.
Los ruidos venían de la habitación de mi madre.
Al acercarme eran unos ruidos inconfundibles… de alguien que se masturba.
Inmediatamente se me vino a la mente la imagen de mi madre pajeándose con el consolador que tenía en la caja de su armario.
Esa noche se me hizo eterna.
Al final tuve que masturbarme pensando en mi madre.
Por la mañana cuando escuché que mi madre se levantó, hice lo mismo y bajé a desayunar.
El día era de un intenso azul de verano… maravilloso.
Mi madre tenía otra cara… la de alguien que lo ha pasado mal y está un poco mejor.
Nos pusimos los bañadores y bajamos a la piscina.
Mi madre usaba el mismo bikini del día anterior.
– Por cierto, mami, creo que a ese bikini le ha llegado la hora de la jubilación… ¿no crees?.
– Si, pero ayer no me acordé de comprar uno nuevo, así que hasta mañana tendré que arreglarme con este.
La verdad es que está hecho polvo, sobre todo la parte de arriba, pero, es lo que hay…
– Ya, es lo que hay… salvo que hicieras topless, pero, claro… tu nunca has hecho topless, ¿no?- Yo sabía que si, pero quería ponerla en un compromiso.
– Hombre… nunca, nunca… tampoco. Alguna vez si que lo hice.
Pero no cuando había gente conocida… solo cuando íbamos tu padre y yo a playas desiertas o alejadas.
– Ves, esa es una cosa que nunca entenderé de las mujeres.
No es que no quieran hacer topless, es que les da vergüenza que las vea alguien conocido… pero cualquier baboso que no conozcan… pues hala, a ese le enseñamos las tetas.
– Hombre, dicho así, si que suena un poco raro… pero…
– De pero nada… te has explicado muy bien. No te da vergüenza enseñar las tetas a un desconocido, pero si yo estoy en la playa… pues te da corte.
– Hombre, Javier, contigo no me da corte…
– Pues no recuerdo haberte visto en topless nunca…
– Pero es porque no te acuerdas, porque hasta que tenías dos años hacía topless, pero luego fue cuando empezó a venir mi hermana Lucía y ya sabes que ella es de lo más… conservador.
De hecho, hasta el verano pasado hacía topless aquí en la piscina cuando estaba sola…
– Ya…
– Bueno, si piensas que no lo hago delante de ti por vergüenza, estás muy equivocado.- Dicho esto se despojó de la parte superior de su bikini. – Ves.
– Si, ya veo.
– Como crees que me va a dar vergüenza enseñarte las tetas cuando lo que realmente me ha dado vergüenza es que me hayas visto… tan en el fondo del pozo…
– Bueno, bueno, ya vamos saliendo del pozo, como te he dicho, poco a poco.
– Si, Javi, poco a poco.
Esa noche la invité a ver una película en el cine.
Escogí una comedia, pero no romántica, por si acaso.
Solo quería risas.
La terapia surtió efecto, ya que mamá se rió de lo lindo.
Todavía soltaba alguna carcajada de vuelta a casa.
Nos fuimos a dormir y otra vez me costó mucho, por haber visto a mi madre en la piscina y recordar las fotos y como se masturbaba.
Otra vez lo hizo esa noche (y yo la imité).
Por la mañana, tras el desayuno fuimos a un centro comercial a buscar un par de bikinis.
Cogió cuatro modelos para probar y me pidió que la acompañase a los probadores.
Se quitó la ropa, excepto las bragas y se fue probando las piezas.
Le di mi opinión, que coincidió con la suya, por lo que cogió los dos que más nos gustaron.
Dejó los dos que no quería y cuando se iba a pagar las prendas vio en un expositor unos monokinis tipo tanga, uno naranja brillante le llamó la atención, buscó su talla y también lo metió en el lote.
Pagamos y volvimos a casa.
Al poco mi madre apareció con uno de sus nuevos bikinis, para al cabo de pocos minutos quitarse la parte de arriba y quedarse con las tetas al aire.
Comimos y tras otro rato de piscina mi madre fue a comprar al supermercado.
Yo le di el dinero (luego me tendría que rendir cuentas).
Desde que salio me dirigí corriendo a su habitación y abrí el armario.
Busqué la caja y saqué las tarjetas de memoria, que llevé a mi portátil, descargando allí su contenido.
Lo dejé tal y como estaba y fui a la piscina hasta que llegó mi madre.
Dejó las cosas en la cocina y vino hasta la piscina a tomar el sol un rato, como ya era habitual, en topless
Tras la cena, como siempre un rato de charla, mientras mi madre se fuma un par de cigarros y luego, a la cama.
Esa noche desde que cerré la puerta de la habitación fui a buscar el ordenador para ver el contenido de las tarjetas de memoria.
Las metía en una carpeta que titulé "Mamá", así de fácil.
Su contenido me dejo estupefacto.
Había cientos, quizá más de mil fotos (ya que las tarjetas más antiguas eran de menos memoria, pero iban en aumento).
Había fotos de todo tipo, en la playa, en casa, con posturas de lo más variado, con las piernas abiertas, usando el consolador.
Unas fotos me excitaron más de lo normal, en las que aparecía mi madre en la piscina en topless (aquí, en su casa) junto a su hermana Lucía también enseñando unas tetas un poco más generosas que las de su hermana (en cinco o seis estaban juntas, hechas con trípode, pero en las otras mi madre se las hacía a su hermana y viceversa).
Así que la tía Lucía no era tan conservadora como decía mi madre.
Mi polla estaba a mil, cuando empecé a escuchar los consabidos ruidos de la habitación de mi madre.
Sin ruido me dirigí a su puerta, pegando el oído, ya que además de los gemidos me pareció oír algo más…
– Oh, si, que bueno, que bueno… si, sigue así, hasta el fondo, no pares, Javi, no pares, sigue así, mi amor, no pares, dame placer…
No me lo podía creer… o bien mi madre conocía a otro Javi, o se pajeaba pensando en mi. Estaba anonadado.
Por la mañana tras desayunar, piscina.
Después de lo de anoche, quería tirarle de la lengua a mi madre en un par de asuntos, y de paso su sinceridad, ya que otro de los puntos de "nuestro acuerdo" es que no habría mentiras, de ningún tipo.
Mamá se había puesto el monokini naranja.
– El agua está de vicio.
– Si, hijo, está muy buena.
– Esta tarde aprovecharé para limpiar la piscina.
– Buena idea, te ayudaré.
– Ok. Parece que hoy te noto un poco mejor.
– Si la verdad es que la actividad me está viniendo bien.
– Ya te lo decía yo, que ibas a mejorar…
– Si, hijo, muchas gracias.
– La verdad es que quien iba a decir que estarías en la piscina, fuera de casa, hace una semana…
– Ya…
– Y encima fíjate. Con ese corte de pelo, el color que te han puesto, pareces una jovencita…
– Venga ya, adulador.
– No, mami, lo digo en serio. Estás muchísimo mejor.
Incluso te has atrevido a hacer topless delante de mí…- me acercaba a donde quería.
– Bueno, no creo que sea para tanto, ¿no?.
– Quizá no, pero si fueras como tu hermana, sería impensable.
Lucía jamás haría topless. – Ya le había lanzado el primer anzuelo.
– Bueno…
– No, no, ella no haría topless…
– ¿Me guardas un secretillo?… bueno, otro secreto.
– Claro.
– Hace dos veranos, cuando tu padre estuvo casi dos semanas en Barcelona vino lucía a Madrid y se quedó en casa.
– Si, me acuerdo, incluso fui a cenar con vosotras…
– Si, esa vez… pues como estábamos solas aquí… pues la convencí para que hiciera topless.
– No me lo creo.
– De verdad, te lo prometo.
– Tienes que estar de broma… la tía Lucía… no puede ser.
– Te lo prometo, de verdad.
– Eso creo que es imposible.
– No es imposible… y te lo voy a demostrar… si eres capaz de jurarme por lo más sagrado que me guardarás el secreto.
– Por supuesto…
– No… tienes que jurarlo…
– Está bien… te lo juro.
– Ven conmigo.
Fuimos hasta su dormitorio, donde cogió la caja que ya conocía y la abrió, sin ningún pudor, pudiendo ver el consolador.
– Bueno, ese es mi "amigo", ya me comprendes.
– Si, me imagino.
Busco en la caja y cogió la tarjeta de memoria en la que estaban las fotos de mi madre y su hermana.
– Vamos al despacho.- Allí había un ordenador
Puso la tarjeta de memoria en una toma adecuada y buscó hasta hallar las fotos que yo ya conocía, pero no por ello dejaron de excitarme.
– Lo ves, Javi… mi hermanita enseñando las tetas.
– Joder, con la tía.
– Cuando te dije, más bien te prometía que no te iba a mentir, lo decía completamente en serio… ya has visto uno de mis secretos más íntimos.
Te recuerdo lo que has jurado.
– Si, claro, claro. Joder con la tía, quien lo iba a decir, con lo puritana que parece…
– Ya ves, a veces las cosas no son lo que parecen.
– Yo creo que si son lo que parecen… menudas tetas se gasta la tía.
– No es para tanto…
– No me digas que te pones celosa…
– ¿Celosa yo?.
– No te preocupes mami. Las de la tía son un poco más grandes, pero las tuyas son más bonitas.
– ¿Por qué lo dices?.
– Bueno, es cuestión de gustos, pero las de la tía son más grandes con una areola grande y un pezón pequeño.
A mi personalmente me gustan más las tuyas, con un pezón un poco más… erecto.
– En serio dices que mis tetas son más bonitas que las de Lucía.
– Para mi, si, sin lugar a dudas.
– Gracias, tesoro.
Volvimos a la piscina y nos metimos en el agua.
A pesar de eso tenía la polla como una estaca.
Era el momento de lanzar otra vez la caña, aprovechando la sinceridad…
– Oye mamá… una pregunta…
– Dime.
– Si no quieres no me respondas… pero… al ver el consolador en esa caja, pues, supongo…
– ¿Qué?.
– Bueno, pues supongo que las mujeres también os masturbáis, ¿no?.
– Hombre, claro.
– Es que yo se en que pensamos nosotros cuando lo hacemos, pero ¿en que pensáis vosotras?.
– Joder, vaya pregunta. Pues supongo que en lo mismo, pero al revés, es decir, en algún hombre que nos pone… en ambiente.
– ¿Y cuando te masturbaste por última vez?.
– Vaya con las preguntitas…
– Si no quieres no respondas…
– Ya te prometí que no te engañaría… y a lo hecho, pecho… no te voy a mentir, aunque sean estas preguntas… si te interesa, la última vez que me hice una paja fue… anoche. ¿Contento?.
– Si. Ya que estamos sinceros, ¿puedo saber en quien pensabas?.
– No, por favor, no me hagas responder a esa pregunta…
– Si no quieres…
– Preferiría no hacerlo…
– ¿Y eso?.
– Cosas mías.
– ¿Por qué?, ¿lo conozco?.
– No, Javi, por favor.
– Venga, que más da ya. ¿Quién Luís, Antonio?.
– No, por favor…
– Te guardaré el secreto… ¿quién?.
– Tú… contento… anoche me hice una paja pensando en ti.- mi madre se dio la vuelta y se puso a llorar.
Fui hasta donde estaba y la abracé por atrás.
– No te preocupes, mamá.
– Como que no me preocupe, después de lo que te acabo de decir, ¿Cómo voy a volverte a mirar a los ojos?.
– De verdad que no pasa nada. Creo que es de las cosas más bonitas que me has dicho.
– Por favor, déjate de tonterías.- seguía llorando.
– No me parece nada mal.
– ¿Ah, no?.
– No, y sabes por qué.
– ¿Por qué?.
– Porque si por eso que has dicho no puedes mirarme a los ojos, yo tampoco podría mirarte a ti.
– ¡No te entiendo!.
– Pues que yo anoche también me masturbé pensando en ti.
– Hijo, que no estoy de bromas…
– Ni yo…
– En serio me dices que…
– Si, completamente en serio.
– Pero, ¿Cómo es posible?.
– Verás, anoche te oí mientras lo hacías y cuando te escuché decir mi nombre ¡estuve a punto de correrme allí mismo!.
– Pero hijo, si soy una vieja…
– Cómo que vieja. En serio te digo que ya les gustaría a muchas chicas de mi edad tener tu cuerpo y tu belleza.
– ¿En serio?.
– Completamente en serio, mamá- apostillé.
– Me dices que no te desagradaría hacer el amor conmigo.
– Al contrario, me agradaría mucho… si tú quieres.
– Yo, esto… claro que si… esto… si tu quieres.
La miré a los ojos, la abracé y le di un beso en la boca.
Ella me respondió.
Pude notar como sus pezones se ponían duros como piedras.
Salimos del agua, nos secamos y nos dirigimos a su habitación.
No besábamos con pasión.
La acosté en la cama y le quité la tanga.
Su coño, perfectamente arreglado salió a la luz.
Me acosté encima de mi madre, para chuparle las tetas y mordisquearle los pezones.
Mamá gemía de placer
– Sigue así, mi amor, sigue.
– Oh, dios, mami, que tetas más buenas tienes.
– ¿De verdad te gustan mis tetas?.
– Me vuelven loco, desde que te las vi estoy deseando comerme estas tetas.
– Pues cómetelas, mi amor, son para ti.
– Siiii…
Al tiempo que le chupaba los pezones a mi madre, con la mano le acariciaba el coño, que ya empezaba a ponerse a tono, puesto que soltaba gran cantidad de líquido.
Le besé el ombligo y me fui a comerle el coño, mientras ella con sus dedos se pellizcaba los pezones
– Así, mi amor, justo ahíiii, siiii, haz que tu mami se corra, si, sigue.
Me di la vuelta de tal forma que mi boca quedaba enfrente del coño de mi madre y mi polla estaba a la altura de su boca.
Empezamos a hacer un fantástico 69.
Cuando estaba a punto de correrme se lo hice saber a mi madre, que lejos de quitarse se tragó casi todo mi semen, ya que me corrí como nunca lo había hecho en mi vida.
Al levantarse se veía un hilillo de semen cayendo por la comisura izquierda de sus labios.
Había sido la mejor mamada de mi vida, que me la había hecho mi madre, tragándose mi leche.
La quise obsequiar con otro beso, en los labios y con lengua.
En pocos minutos mi amigo estaba otra vez a tono.
Cogí a mi madre y la subí a mi cuerpo, mientras ella me rodeaba con sus piernas.
La apoyé en la pared mientras buscaba con mi polla la entrada de su coño.
Cuando se la metí, su grito fue alucinante.
– ¡Siiii! Que bueno, dios, que bueno.
– Ah, que gusto.
Estaba a tope follándome a mi madre viendo como sus tetas subían y bajaban con cada embestida.
Mi madre me abrazó y me besó mientras seguía con el mete-saca.
– Javi, me vuelves loca, no pares, sigue, sigue mi amor.
– Que gusto mamá, que gusto…
– Si, mi amor, si, diosss, que bueno.
– Si, siii.
– Me das la vida, amor, me das la vida.
– Y tu a mi, mami, y tu… ahhhh… mi.
– Hijo, sigue un poco más, un poco… que me voy.
– Y yo, mamá me voy… diosss que bueno.
– Siiii.
– Es el mejor polvo de mi vida, mami.
– Si mi amor, el mejor, el mejor… ya estoy, ya…
– Y yo mamá, ya llego…
– Córrete dentro, mi amor, lléname…
– Siiii, me voyyyy.
– Así, amor… toda en mi coño.
Caímos rendidos en la cama, con mi polla y su coño rezumando fluidos sexuales.
Nos volvimos a besar y nos fuimos a la ducha.
– Gracias mi amor, me has hecho sentir mujer de nuevo. – dijo mi madre.
– Gracias a ti, mami. No recuerdo haber echado un polvo tan salvaje como este. Pero esto no ha terminado.
– ¿Cómo?.
– Pues que todavía queda algo.
– La verdad es que con los jóvenes da gusto.
Puse a mi madre a cuatro patas y le pasé un dedo por el culo.
– ¿Qué vas a hacer, nene?.
– Algo… que quiero hacer hace tiempo.
– Ten cuidado… que hace mucho que por ahí no entra nada
– Iré despacio. Si te duele me lo dices.
– Despacio, por favor.
Fui a buscar un poco de lubricante y tras pasarlo bien por el ano de mi madre y por mi polla, fui poco a poco penetrando el culo de mi mamá.
Ella me pedía que fuera más despacio, y yo lo hacía, hasta que toda mi polla quedó dentro de su otro agujero y empecé a follármelo, poco a poco, hasta que descargué dentro otra buena ración de mi leche
Después de esa noche decidimos que trasladaría algunas de mis cosas a casa de mi madre, donde ahora su dormitorio era nuestro dormitorio.
Me confesó que empezó a beber porque ya no se sentía ni mujer ni querida, que pensaba que su vida se había acabado.
Del mismo modo me dijo que después de mucho tiempo sin hacerlo porque no tenía ganas la primera noche que se masturbó fue el día en que me enseñó las tetas en la piscina y que por algún extraño motivo se sintió excitada y esa noche sacó a su amigo de látex del cajón, y por esa razón dijo mi nombre mientras se pajeaba.
Otro día acordamos que solo fumaría después de hacer el amor.
De todas formas le dije que iba a fumar más de lo normal en mucha gente, lo cual le hizo gracia.
Una noche, tras la cena me llamó…
– Javi, ¿puedes venir un momento?.
– Claro, ¿Qué quieres?.
– Es que he estado pensando… que no quiero tener secretos contigo…
– Bien…
– Y… bueno, como ya has visto parte, creo que te voy a enseñar el resto.
Mi madre se refería al resto del contenido de la caja.
Yo conocía las fotos, quedaba el resto.
– Mira… estas son las primeras vacaciones de tu padre y mías tras casarnos.- mi madre me enseño el primer grupo de fotos cronológicamente hablando.
– Vaya cuerpazo… estás igual que ahora.
– No es verdad, pero se agradece el cumplido.
– Estás mejor… las tetas un poco más caídas, por lo demás, perfecto…
– Gracias, mi amor.
Me fue enseñando todas las fotos hechas en papel, algunas de ellas un poco subidas de tono, con mi madre enseñando la pepitilla del coño… pero a estas alturas, no iba a ver nada que no hubiese visto ya.
– ¿Y papá no sale en ninguna foto?.
– No, él era el fotógrafo. Es un poco voyeur. Le pone ver a la gente, ya sabes.
– Jamás lo habría imaginado.
– Pues, ya verás.- mi madre me dejó intrigado con esa aseveración.
Siguió enseñándome las fotos hasta que se acabaron.
Luego pasó a las fotos digitales, pero esas para mí ya eran conocidas, puesto que las tenía en mi portátil.
Volví a insistir con las fotos de mi tía.
Le decía a mi madre que se notaban que eran hermanas, pero que ella estaba más buena que Lucía.
En muchas otras salían diversas mujeres desnudas en la playa, obviamente filmadas sin su consentimiento.
Por último me enseñó los videos…
– Esto, mi amor, a lo mejor, te sorprende un poco…
– No te preocupes, mami.- me dijo que le gustaba muchísimo oírme decirle mami.
Los tres primeros vídeos eran de mi madre en diversas actitudes, tales como en la piscina, con bikini, en topless y desnuda, o en la playa de iguales maneras, o bien en casa…
– Aquí estoy haciéndome una paja con el consolador. A tu padre eso le ponía burro.
– A cualquiera no.- le contesté…
Puso el último vídeo de los antiguos (aún quedaban los digitales).
– Espero que no pienses que tu madre… es una puta, por lo que vas a ver.
– No lo creo, sin verlo.
En ese vídeo se veía a mi madre, que se desnudaba y luego llegó la sorpresa… se abre la puerta y entra… otra mujer, que también se desviste y empieza a besarse con mi madre.
Luego siguió el video y aparecen mi madre y esa mujer comiéndose los coños mutuamente o una a la otra, masturbándose con las tetas en sus coños, usando consoladores individuales o dobles… En los otros videos, los digitales se veía a la misma mujer que hace de todo con mi madre, lo de antes y cosas nuevas, como follarse esa mujer a mi madre con una polla atada a la cintura o follarle el culo mientras en el coño le ponía unas bolas chinas… era increíble
– Guau, mamá… esto es increíble.
– ¿No te avergüenzas de mi?.
– Para nada. Por cierto ¿Quién es esa mujer que sale en todos los videos?.
– Pues digamos que "una amiga" que conocimos a través de Internet y se unió a nosotros.
Ya te dije que a tu padre sobre todo le gustaba mirar… y si eran dos mujeres las que se lo hacían, pues para él era lo máximo, ya que follarme… poco y mal.
– Pero ahora no tienes quejas, ¿no?.
– Para nada, mi amor, para nada. Me has echado los mejores polvos de mi vida.
– y ¿esa amiga? Todavía mantienes contacto con ella.
– ¿Por qué?.
– Lo digo porque si la hechas de menos, pues puedes llamarla y hacer un trío…
– ¿No tienes bastante conmigo?.
– Sabes que si, mami.
Entre ella y yo ya no hay secretos.
por (anonima)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!