Con mis dos hermanos 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Mariita.
Esto pasó hace un tiempo, cuando tenía 12 años y acababa de entrar a la secundaria, nunca fui de las niñas bonitas, era simplona y gordita, no demasiado, pero para esa edad, en compensación tenía pechos grandes, usaba brasiere de talla 34B y eso a esa edad era objeto de miradas indiscretas en la calle y la escuela.
En una semana mi papá tendría que trabajar hasta tarde estaba de inventario y mi mamá fue a visitar a su hermana que acababa de dar a luz, era de noche, un miércoles como a eso de las 10:30 pm, mi hermanito Raúl de sexto de primaria ya se había dormido y sólo Leonardo de un año más que yo estaba viendo la tele, sentado en la mesa del comedor con unos shorts puestos y una playera, oía el ruido de la televisión mientras me lavaba los dientes y quise darle una sorpresa, llegar detrás suyo, taparle los ojos y asustarlo.
Él era un chico muy divertido y nada enojón, por eso tenía muchos amigos en la escuela, cada día lo veía jugar fútbol a la hora del receso mientras yo caminaba con mi mejor amiga.
Fui detrás, lento y en silencio, justo tras de si silla, tanto que no vi lo que estaba en la tele, en uno de los canales de cable había una película erótica, se veía a un hombre semidesnudo acariciando a una mujer en los pechos, besándole el cuello y moviéndose sensualmente, después sabría que ese canal tenía programas eróticos hasta cierta hora, no había desnudos totales, pero si eran muy excitantes, yo desde los 9 años había descubierto mi interés en la autoexploración, es decir sabía que si me tocaba de cierta forma sentía muy rico y lo hacía de vez en cuando.
Dejé de ver la tele y me hinqué para seguir con mi travesura, iba a brincarle cuando veo sus piernas abiertas y sobre su muslo izquierdo tenía algo subido el short, podía ver piel sobre la piel de su muslo, miré con atención y supe que era su pene, se salía de la ropa y se movía como si tuviera vida, daba de brinquitos por las escenas de sexo, las manos de Leo estaban sobre la mesa y sus ojos fijos en la pantalla, me asusté, me aparté y me fui en silencio, él no notó mi presencia en esa escena.
La imagen de su pene duro y palpitante me excitó, no porque fuera mi hermano, sino porque no había visto un pene antes, a excepción de los borrachos que orinan en la calle y se sacan un pedazo de piel flácido sin forma. Éste estaba paradito, era el pene de un chico de trece años, no supe que hacer, oí que él se fue a su cuarto tras apagar la tele y frente a su puerta cerrada espié por la cerradura, y lo vi desnudarse muy rápido, su verguita de once o doce centímetros estaba apuntando al techo y un par de testículos casi sin pelo se movían como pelotitas de carne.
Se metió los dedos a la boca, eso me hizo mojar las pantaletas y los sacó ensalivados, con la mano derecha se jalaba el pene arriba y abajo, él se retorcía y cerraba los ojos, quería tocarme también en mi cuarto, quería ver su verga de cerca, incluso deseaba probarla, pensamientos cada vez más sucios me invadían y él seguía tocándose hasta que lo vi hacer gestos más claros y de la cabeza del pito dejó salir algo, semen, vi a mi hermano eyacular, despacio se siguió masturbando hasta que se estiró, suspirando, vio sus manos con restos de semen y buscó su ropa, lo que fuera para limpiarse, lo vi vestirse lentamente y se metió en las cobijas.
Me encerré también, culpable por lo que había visto y pensado, era mi hermano mayor, pero me volvió loca, me acosté, chupé mis dedos y me froté el clítoris un rato, me tocaba muy rápido como me gustaba y tenía pequeños orgasmos en menos de tres minutos, mi vagina escurría de lo mojada que ya estaba y me toqué las tetas, me gustaba llamármelas así, mojé mis pezones ya duros y me sentí plena, pero empecé a desear que mi hermano y yo compartiéramos eso tan intimo juntos, no como pareja ni nada, sólo como adolescentes calientes.
En la escuela vigilé a Leo, le gustaba una niña de su salón, aunque no lo había aceptado públicamente yo lo sabía porque hablaba en casa mucho de ella y la miré, no tenía pechos como los míos, y era bonita pero muy niña aún, vi a mi hermano observarle los nacientes senos, y tratando de ver hasta donde llegaba su falda, pensé que él deseaba algo más de lo que tendría un chico normal en segundo de secundaria, algo que yo le podría enseñar.
En la noche me bañé y no me sequé el pelo, traía puesta una camisetita sin brasiere, se veían mis pezones y con el pelo húmero más se marcaban en mi cuerpo, papá vino a darnos de cenar y al término se fue tras despedirse, vi a mi hermano Leonardo decaído, ese mismo día saliendo de la escuela lo vi hablando con esa niña que le gustaba, los espié y a juzgar por sus gestos supe que él se estaba declarando y ella lo rechazó, entendía su cara de afligido, pensé en algo, en planear una cosa malévola, me fui a mi cuarto en lo que él se bañaba, aún tenía la imagen de su pene duro pidiendo atención, quise mirarlo en el baño pero era imposible a menos que abriera la puerta.
La emoción me llenó, tomé mi flauta dulce y con ella me froté sobre las pantaletas, después haciéndolas a un lado rocé mi clítoris, normalmente sólo con eso me bastaba, traté de hacerlo más fuerte, y cuando tuve mi orgasmo me toqué toda esa babita que me salí, me gustaba su aroma, aunque me lavara las manos de inmediato el olor se quedaba un rato más.
Justo cuando supe que ya estaba él en su cuarto de nuevo, lo seguí y pedí permiso para entrar.
-¿Qué quieres? -dijo él.
-Platicar un rato -el escote de mi blusa era muy generoso y mis pezones querían salirse, endurecidos fueron vistos por mi hermano, quien evitó observarme más- te ves tristón, ¿qué te pasó?
-Nada… no seas chismosa -me senté a su lado en la cama, después me recorría atrás recargándome en la pared, traía una faldita que me ponía normalmente sólo con mallones abajo, pero esta vez apenas cubría mi ropita interior, separé las piernas como si no me diera cuenta que él podía verme, el aroma de mi vagina estaba presente, suave pero notable- ya vete a tu cuarto.
-No puedo, estoy asustada.
-¿Por qué?
-Me duele el estómago, desde aquí… -y señalé mi ombligo- hasta acá -me estrujé un pecho, era verdad que había estado muy sensible últimamente- déjame a costarme u poquito -me di la vuelta y sentí que se me levantó la falda, la bajé de inmediato fingiendo vergüenza, si era llenita, pero tampoco tanto como para verme mal, ya tenía caderas y mis muslos eran suavecitos.
-¿Ya te tomaste algo?
-No -me metí en las cobijas y olían a él, me gustó mucho esa sensación.
-Salte ya, tengo sueño.
-¡No! -se acomodó sobre mí molesto, parecía que me iba a sacar a la fuerza, entonces empecé a llorar, como si en serio me doliera mucho.
-¿Qué te pasa?
-Quisiera hablar con mami, pero tardará en regresar, la extraño mucho.
-Ya tranquila… -me abrazó y me moví de tal forma que descansó su cabeza en mis pechos, se quitó al sentirlos y me quejé.
-¡Ay!
-¿Y ahora qué te pasó?
-Me lastimaste -me bajé un poco la camiseta, enseñando más piel, él me miró asombrado, sabía que ninguna de sus compañeras tenía pechos como los míos-¿estará rojo?, si sí te acusaré.
-Fue un accidente… -le di la espalda y me bajé por completo la blusa con una teta al aire, me hice un rasguño chiquito sin que se diera cuenta y me quejé más.
-Mira, me arañaste -vio mi pezón de un color suave; un café claro en piel blanca.
-Perdón… -y siguió mirándolo embobado, bajé la vista y noté su short apretado, estaba erecto el pene de nuevo, era mi momento para tenerlo de cerca, me sentía mal, loca, pero también quería estar ahí con él.
-¿Me revisas?
-No puedo, eres mi hermana, no debo verte.
-Ayúdame ¿sí?, me duele y no puedo verme acá abajo -dudoso puso su mano bajo mi seno derecho y levantó la piel, tragó saliva, yo miraba su erección latiendo, él para acomodarse mejor tomó una almohada y la puso sobre su verga como para que no me diera cuenta.
-No tienes nada -lentamente soltó la suave carne de mi pecho, los pezones los llamaban, eran como los de las mujeres en aquellas películas que solía ver.
-Pues a dormir -le quité la almohada rápidamente y vi su cabecita rosada salida del short, brillante y erguida tratando de dar respingos. Él se trató de tapar con la playera, jalándola y quiso gritarme pero recordó que Raúl ya estaba dormido.
-¿Ya te vas loca?
-¿Qué ocultas?
-Nada, vete -lo empujé de broma, como cuando antes entre los tres jugábamos a las luchitas, ahora yo estaba arriba, mis senos colgando y sus ojos hipnotizados, el short se le subió y vi su erección por completo.
-Tonto, no sé por qué te enojas conmigo -como si fuera accidental toqué la punta de su pene y tenía unas gotitas de agua, él se contuvo un gemidito-. ¿Tú también te mojas?, a mí me sale bastante líquido mira, tengo mojados los calzones -llevé su mano a mi sexo, el calor se sentía aún sin tocarlo, pero él me rozó con los dedos.
-¿Tan húmeda estás?
-Sí, ya me acostumbré -nos seguimos mirando, sus dedos entre mis pantaletas tocaron los labios de mi vagina y lo pocos vellitos que tenía, di un respingo, igual que su verguita palpitante.
-¿Por qué se te mueve tanto?, ¿qué le pasa?, está muy duro y largo.
-Nada más…
-Me siento extraña, como ansiosa, como emocionada.
-¿Excitada?
-Sí…
-¿Y qué haces cuando estás así?
-Juego.
-¿Con qué?
-Algún objeto, o me… me toco… ¿y tú?, cuando está así de duro y… paradito…
-También me toco.
-¿Y por qué no lo haces?
-Es que… -me adelanté, lo agarré y él cerró los ojos- no, esta mal esto, no sigas.
-Sólo quiero aprender y ayudarte, y tú puedes hacer lo mismo hermanito.
-Las tienes grandes -dijo al fin lo que no había dejado de pensar.
-Ya sé, y me molestan mucho por eso.
-Qué idiotas, si se ven deliciosas, quien no querría tocarlas y… chuparlas.
-Si quieres hazlo, pero yo también te quiero tocar.
-Sí, como quieras… -me quité la blusa y vio mis tetas, las acarició y se las llevó a la boca, una por una, me encantó la sensación, me quité la falda y los calzones y él de un tirón el short y lo demás, su pene fue lo que más me importó, lo encerré en mis manos, brincaba como un pez recién atrapado, lo lamí, mi hermano gimió y apretó los puños, lo saqué de mi boca y lo recorrí con los dedos, me acerqué al rostro de mi hermano, no iba a besarlo pues no era lo que sentía, creo que él pensó lo mismo, deseaba su cuerpo por ser un hombre y él me tocaba por ser mujer, pero no porque estuviéramos enamorados, nos acariciamos, mis glúteos, los suyos, sus bolas de hombre, duras, velludas, los jugos de mi vagina caliente mojaban su pierna, su pene brillante, con una cabecita ahora más oscura y apetitosa, lo agarré con fuerza jalándola como vi que él lo hacía a escondidas.
-Ya casi bonita, ya casi me… -gemía desesperadamente.
-¿Qué tanto hacen ustedes? -Raúl abrió la puerta de golpe, tallándose los ojos, lo habíamos despertado y nos vio desnudos en la cama de Leonardo, yo agarrándole el pene erecto y él tomándome las tetas, nos miró asustado y se fue corriendo, nosotros… nos miramos, dejamos de tocarnos y nos quedamos en silencio.
-Habrá que hablar con él -le dije.
-Pues sí…
Continuará…
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