CON PAPÁ EN MI ADOLESCENCIA Y JUVENTUD
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jumalore.
Nací en un pueblo del Norte de México en una familia de 4 miembros: mis padres, una hermana, y yo que soy el menor.
Mis padres siempre fueron personas de trabajo: mamá en el hogar, y mi padre como agente de ventas de una empresa muy prestigiada, viaja por diferentes ciudades de la región donde vivimos.
A veces los viajes de papá duraban varios días y en época de vacaciones escolares la familia lo acompañaba, y de manera especial en algunas ocasiones viajábamos los dos solos y me gustaba acompañarlo. El hecho de visitar otras ciudades, ver otras gentes, quedarme en el hotel dormido hasta el medio día, disfrutar de la alberca de los hoteles donde nos hospedábamos, etc., para mi era de mucho atractivo e interés.
Entre mi padre y yo siempre ha existido una comunicación muy cercana. Cuándo él está en casa juega mucho con nosotros y cuando viajamos juntos nos atiende a cuerpo de rey.
Nuestra comunicación es tan estrecha que siempre nos hemos bañado juntos y, desde mi infancia, para mí siempre fue muy familiar ver a papá desnudo: me impresionaba ver su pene y sus testículos, sus pelos, y ver como se le ponía dura y grandota cuando lo enjabonaba.
A mi me gustaba que papá también me enjabonara y que me lavara mis partecitas aun pequeñas. Cuando lo hacía también se me ponía durita, aunque las proporciones eran naturalmente muy diferentes.
En ocasiones nuestras pláticas en el baño eran en relación precisamente a nuestras partes sexuales. Por ejemplo:
– Papá, ¿por qué tú tienes pelos y tienes tu pito muy grandote y yo no tengo pelos y tengo un pitito chiquito?
– Porque tú eres aun muy niño. Cuando llegues a los 12 años te empezarán a brotar pelitos y te empezará a crecer, ya verás, no te desesperes; y también te saldrá leche cuando te estimules.
– Papá, ¿qué es estimular y qué es la leche?
– Cuando yo te acaricio tu sientes bonito, ¿verdad, hijo?.
– Si, papá, cuando me sobas con el jabón y pasas tus manos por mi colita o mi pitito me gusta.
– Esas cosas bonitas que sientes, hijo, es "estimular". Y si te sobas mucho el pitito sentirás más bonito, y te saldrán chorros de leche.
– Papi, ¿a tí te sale leche?
– Si, a mi cuando me sobo me sale leche.
– ¿Y si yo te sobo también te saldrá leche?.
– Si hijo, si tu me sobas también me saldrá leche. Pero este debe ser un secreto entre tú y yo. Nunca le digas nada a nadie, ni a tu mamá ni a tu hermana.
Entonces yo notaba que el pene de papá se empezaba a poner duro y yo lo masturbaba hasta que él expulsaba grandes chorros de leche.
Así pasaron varios años y cuando yo estaba a punto de cumplir 12 años, naturalmente que los pelitos se empezaron a anunciar y mi pitito empezó a crecer de forma descomunal, lo cual a papá le dio mucho gusto.
Recuerdo que entonces cursaba mi primer año en la escuela secundaria y ya me había percatado que a varios de mis compañeros ya les había sucedido lo mismo, y que se masturbaban y no podían disimular sus erecciones. Pero eso a mi no me interesaba, ya que tenía un maestro en casa.
Entonces papá empezó a estimularme y a excitarme en nuestro baño diario, pero de forma especial cuando en sus viajes yo lo acompañaba y viajábamos solos, y podíamos hacerlo acostados desnudos en la cama.
Nuestras masturbadas eran fenomenales.
A mis 13 años yo ya tenía abundantes pelos, mi "pitito" media 15 cms., estaba engordando muy rápidamente y lanzaba chorros de leche con gran potencia. Papá fue testigo de mis primeras emisiones.
Para entonces ya no eran solo masturbadas manuales, sino que un día mi papá me dice:
– Hijo, tu pico te ha crecido y engordado bastante. Ya eres todo un adolescente y te enseñaré a sacarte la leche de otra forma.
– ¿De qué otra forma, papá?
– Te sacaré la leche con la boca. Sentirás aún más rico.
– ¿Me mamarás el pico, papi?.
– Si, hijo, si tu quieres, naturalmente.
– Si, papá, si quiero.
Como los dos estábamos solos en la habitación del hotel y completamente desnudos, no hubo mayor problema: papá se acomodó entre mis piernas y empezó a succionar de forma espectacular.
– ¡Oooohhhgggg, papá, esto es fenomenal…!
– ¿Te gusta, hijo..?
– Papá, me encanta, me gusta… sigue….
Y mientras papá chupaba, con mucha prudencia introducía su dedo índice en mi ano, dilatándolo con leves movimientos aprovechando su abundante saliva y mis líquidos preseminales.
– ¡Oooohhhggg, papá, me voy a correr….!
– ¡Córrete, hijo, córrete en mi boca…!
– ¡Oooooohhhgggg, papá, me estoy corriendo…..! ¡Oooooohhhgggg! ¡Ooooohhhggg!.
Y mientras yo me corría abundantemente en la boca de papá, el se masturbaba y tiraba su leche sobre mi cuerpo, en mi cara, o donde fuera.
Así pasó un año más. Nuestros juegos eran cada vez más atrevidos.
Cuando yo cumplí 14 años, gracias a tanta estimulación, mi pene había alcanzado la dimensión de 18 cms. y era bastante grueso y cabezón. Por dos centímetros menos, era del tamaño de papá.
Una tarde que estábamos en la habitación del hotel en turno, acostados en la cama desnudos y acariciando nuestras intimidades, me dice papá:
– Hijo, tu pico es lo suficiente grande para hacer feliz a cualquiera. Si tú quieres puedes hacer feliz a tu papi.
– Tu dime cómo, papá.
– Méteme tu pico por la cola.
Debo aceptar que ya hacía mucho tiempo que yo deseaba tener una relación de este tipo con mi padre: que él me introdujera ya no su dedo índice, sino su pene y rompiera mi virginidad, o bien, yo hacérselo a él, pero temía que él lo tomara de otra forma.
Qué bueno que era mi papá quien me lo proponía a mí! Claro que no dije que no, sino que "haciéndome el inocente" en relación a las posibles posiciones para una relación sexual más íntima, le dije a papá:
– ¿Pero cómo lo haremos, papá?
– Yo me acostaré al borde de la cama. Tú me embistes de pié poniendo mis pies sobre tus hombros.
Así lo hicimos: papá se acostó al borde de la cama, en tanto yo de pié me acomodaba entre sus piernas, poniendo éstas sobre mis hombros.
Debo aceptar que era la primera ocasión que yo le veía el culo a mi papá.
Papá me dice:
– Pon crema sobre tu verga y sobre mi culo para que entre con menos dificultad.
Alargué mi mano y tome la crema que previamente estaba en el buró y seguí las instrucciones.
Introduje mi dedo en el culo de papá y lo jugaba en su interior; cuando éste entró sin dificultad, puse la puta de mi lanza en el objetivo y empujé.
Mi lanza empezó a abrir camino en el interior de papá. Mientras éste apretaba los labios de dolor, debo decir que a mí también me dolía, puesto que yo también era virgen de esa parte y mi frenillo también se rompía. Pero el dolor pasó a segundo término ya que el placer era mucho mayor.
Una vez que entró toda empecé un "mete-saca", primero lento y conforme se humedecía el culo de papá fui imprimiendo un ritmo más rápido.
Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera….
– ¡Ay, hijo, eres un poco brusco, pero sigue….!
Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera…. Toda al fondo, casi toda afuera….
– ¡Papá…, me corro…!
– ¡Córrete, hijo, dame toda tu leche en mi culo…. Dame toda tu leche…!
– ¡Oooooogggghhhh….! ¡Me estoy corriendo…!
– ¡Si, hijo, siento tus chorros que me inundan… inúndame todo, mi niño, inúndame todo….! ¡aaaaahhhhhhh….!
– ¡Oooooogggghhhh….! ¡Me estoy corriendo…! ¡Oooooogggghhhh….! ¡Me estoy corriendo…!.
– ¡Dame toda tu leche, hijito, dame toda tu leche….!
Abrazando a papá, y sudando los dos copiosamente, dejé de moverme cuando sentí que ya me había quedado vacío y sin fuerzas.
Con mi verga aun introducida en el culo de papá estuve a punto de quedarme dormido. Sin embargo me ardía bastante y empecé a sacarla poco a poco.
Al sacarla totalmente noté que entre mi semen que salía del hoyo de mi papá, también escurría un poco de sangre. Era tanto sangre del intestino como de mi frenillo que se había roto: ¡había perdido mi virginidad… papá me la había cortado…!.
Debo aceptar que la herida de mi frenillo me dolió bastante y sangró durante 2 días, tanto que mi papá me llevó al médico a quien obviamente le contamos que "yo había perdido mi virginidad con una jovencita"; el médico seguramente creyó y nos explicó que se debía a que yo tenía en esa parte de mi pene más terminales de venas que el común de los hombres, que eso me haría muy sensible al sexo, pero que no tardaría en sanar. Prescribió un analgésico local y a la semana yo ya estaba como nuevo. Lo único que hicimos en esa semana fue sexo oral.
Justo a la semana volvimos a tener sexo y ya sin el dolor de la primera vez todo fue placer y gozo entre papá y yo durante un año.
Gracias a tanta actividad, sobre todo en nuestra época de vacaciones en que viajaba con mi padre, a mis 15 años mi verga alcanzó mi actual dimensión de 21 cms. medidos a regla, inusitadamente gorda, recta y cabezona. Actualmente tengo 19 años y mi papá y yo seguimos teniendo relaciones íntimas en forma regular, aunque había ya una novedad más:
Cierta noche, mientras dormíamos en el hotel, y que lo hacíamos en la misma cama, dormido le dí la espalda a mi padre, quien me abrazó. Desperté cuando él acomodaba su pene entre mis nalgas y lo empujaba entre mis piernas.
Como siempre que estábamos solos en el hotel ambos dormíamos desnudos, no había mayor obstáculo para iniciar nuestros "juegos".
Tomé con mi mano el miembro de mi padre y lo apreté. Le dije:
– Papá, ¿quieres metérmelo por la cola?
– Si tú aceptas, mi niño, si quiero.
– Si, papá, hace mucho que lo deseo, pero no me atrevía a pedírtelo.
Eso bastó para que papá se subiera sobre de mi y me abrazara fuertemente.
– Mi niño, lo haré con ternura y mucho amor para que no sufras.
– Si, papá. Hazlo como tú quieras.
mis 15 años, como una novia en el lecho nupcial, yo temblaba de emoción y excitación.
Mi papá, mientras me besaba en el cuello y en la boca y me succionaba los pezones, me estrujaba las nalgas y tocaba mi culito virgen introduciendo sus dedos con delicadeza. Yo me apretaba a su cuerpo deseando que estuviera todo dentro de mí, no me importaba que me doliera y me hiciera lo que él quisiera.
Frente a frente se recostó sobre de mi y siguió besándome. Como si yo fuera una mujer, abrió mis piernas y acomodó su pene tocando con su glande los pliegues de mis nalgas. Movía su pelvis cómo que ya estábamos haciendo el sexo lo cual me hacía que lo deseara más a cada momento.
– ¿Te lo meto, hijo?
– ¡¡Sssssiiiiiii!!!!!, pero por favor, despacito, que no me duela mucho. Soy virgen.
– ¿Eres virgen, hijo?
– Si, papá, soy virgen para ti solo.
– Lo haré con cuidado. Si te duele me dices, pero no vayas a gritar, por favor.
Voltéandome le ofrecí mis nalgas. Delicadamente las abrió apuntando la punta de su lanza a mi hoyito previamente ensalivado y mojado con sus líquidos preseminales.
Después de varias embestidas sin éxito para él y con un poco de dolor para mi, presionó con mayor seguridad logrando abrir camino un poco, introduciendo su cabeza, lo cual me hizo morder mi almohada de dolor.
– ¡Detente, papá, por favor!, ¡me duele mucho!
Sin sacarla, mi papá detuvo su embestida: había logrado introducir su cabeza que ya amenazaba romper mi esfínter y desflorar mi virginidad.
– Afloja un poco el cuerpo, hijo. Estás muy tenso.
– ¿Cómo, papá? No sé. Es mi primera vez de esta forma.
– No te aprietes. Estas duro de todo el cuerpo.
– Es que me duele mucho…..
– Te duele porque no estás cooperando. Coopera un poco. Te voy a decir cómo.
– ¿Cómo….?
– No muerdas la almohada. (Dejé de apretar mis quijadas en la almohada).
– Suelta las manos y los brazos, como si te quisieras quedar dormido….
Lo hice poco a poco y así seguí las instrucciones que me daba mi papá, mi primer hombre.
– Suelta también las piernas…. afloja las nalgas…
Cuando me relajé un poco papá embistió de nuevo, rompiendo, ahora si, lo que tenía que romper para dar paso a sus 20 cms. de carne caliente.
Mordí de nuevo la almohada y lloré de dolor y de placer: A mis quince años recién cumplidos había logrado mi sueño de ser desflorado por mi propio padre.
Empezó primero un delicado "mete y saca" que poco a poco aumentó de velocidad hasta que el dolor desapareció por completo para dar paso, a partir de esa mañana. a muchas horas de placer que mi papá y yo hemos repetido varios años.
– ¡Oh, papá, me has introducido toda tu verga!
– Si, hijito, te ha entrado toda…. ¡Oooohhhhh!
– ¡Aaaahhhh…!, ¡Aaaahhhh…!, ¡Aaaahhhh…!, ¡Aaaahhhh…!
Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y toda hasta el fondo… Era un placer indescriptible. El dolor había cedido por completo… ahora era gozo y placer. A mis apenas 15 años recientemente cumplidos era penetrado por primera vez.
Repentinamente y sin yo desearlo, mi papá extrajo todo su miembro de mi interior. ¡Qué enorme vacío sentí…!. No supe por qué lo hacía, hasta que me dijo que cambiaríamos de posición.
Me puso al borde de mi cama y acomodando mis pies sobre sus hombros mi papá se arrodilló en el piso. Apuntó la punta de su lanza a su objetivo que sin ningún impedimento se perdió totalmente en mi ano sangrante.
Es la posición que siempre me ha gustado más para hacer el amor, ya que mientras soy penetrado, podemos besarnos y me siento mujer.
– ¡Oooohhhhh, papá, dámelo todo, papá!
– Todo… es tuyo…., hijo… Todo… es tuyo…., hijito… Todo… es tuyo….,
– ¡Aaaahhhh…!, ¡Aaaahhhh…!, ¡Aaaahhhh…!, ¡Aaaahhhh…!
En tanto era penetrado hasta el fondo mi papá me besaba en la oca, en el cuello, o succionaba mis pezones haciendo surgir la mujer que desde niño llevo dentro de mí mismo, aunque debo decir que mi apariencia no es para nada la de un homosexual.
En eso mi papá se agitó de forma especial diciendo:
– ¡Me corrooooo….!, ¡Me corrooooo….!, ¡Me corrooooo….!,
– ¡Dame toda tu leche, papá!, ¡dámela toda!
– ¡Oooohhh!, ¡Oooohhh!, ¡Oooohhh!, ¡Oooohhh!, ¡Oooohhh!
Cada gemido de mi papá era un chorro de su semen caliente que inundaba mis interiores y se me derramaba hacia el exterior. Dejó mi ano totalmente húmedo y chorreando leche y sangre. Fue una posesión única, jamás la he podido olvidar. Un poco de dolor al principio pero después fue placer y más placer.
Ese placer lo experimentamos mi papá y yo muy seguido durante los años que siguieron y que pudimos hacerlo. Puedo decir que nuestras relaciones hicieron que desde entonces nuestra comunicación creciera.
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