Con sobrina de 16
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estábamos de visita con mi señora y mis dos hijos (uno de 2 y el otro de 9 años) en casa de mi cuñada que vive en el campo. La hija de ella (sobrina de mi señora) tiene 16 años, la conozco desde que tenía 2 y nos llevamos muy bien, con ella en ocasiones jugábamos a hacernos cosquillas, picarnos las costillas con los dedos, la llevaba a caballito, en fin nos teníamos mucho cariño.
Bueno la cosa es que uno de esos días por la mañana, en que sobrina me estaba mostrando unas cosas en su PC portátil (laptop o notebook), mis hijos veían televisión en la habitación de sobrina y mi esposa con su hermana salieron a comprar algo para preparar el almuerzo.
Les ofrecí que fueran en auto para que volvieran más luego porque el almacén (tienda de abarrotes) queda algo retirado, pero no quisieron aduciendo que preferían caminar para apreciar el paisaje, “lo que no les creí mucho, pues según yo era para tener más tiempo de conversar sus cosas privadas”.
Antes que salieran, sobrina estaba algo molesta porque no tomaba mucha atención a lo que ella me quería mostrar y veía otras cosas pues yo tenía el control del PC, demostrándome su disgusto a modo de juego mordiéndome en unas 4 ó 5 ocasiones el antebrazo. Pero una vez que ya habían salido, me dio un tremendo mordisco agarrando con gran parte de su dentadura una buena sección de la parte más cercana al codo de mi antebrazo derecho, donde es más grueso y hay más musculatura, dándome un buen y largo apretón que casi me hizo gritar del dolor.
Se paró de la mesa alejándose a metro y medio como esperando mi reacción, le dije “Ya te las vas a ver” y salió arrancando rumbo a la habitación de sus padres, a donde inconscientemente la perseguí siguiéndole el juego y al verse acorralada se tiró de espaldas en la cama apuntando con sus pies en mi dirección, obviamente para impedir que me acercara, pero por la velocidad a que iba llegué con mis rodillas hasta el borde de la cama y sobrina de inmediato puso uno de sus pies en mi pecho, la tomé con mi mano por el tobillo y encogió la pierna haciendo un cambio en el pie que tenía apoyado en mi pecho.
Sin soltar el primer pie tomé el segundo y seguí el movimiento tipo bicicleta que hacía sobrina sin soltarle los tobillos, fácilmente podría haberle corrido ambas piernas para un costado abalanzándome sobre ella para devolverle el mordisco que tanto me dolió, pero mi sed de venganza se había apagado y una chispa de morbo se encendió en mi mente al ver esa pomposa vagina que se marcaba bajo ese short de algodón y ese rosado calzón que se asomaba por cada borde de su entrepierna al hacer esos movimientos.
Estábamos prácticamente solos pues mis hijos pegados en la televisión era difícil desconcentrarlos de lo suyo. Estuve consciente de mi morbo, pues mi vista se escapaba fugitivamente a su entrepierna y mi pene se comenzaba a hinchar. Mi supuesta venganza se transformó en un juego, con el cual pretendía ver hasta dónde podía llegar, y cuando paró de “pedalear” apoyó ambos pies en mi pecho evidenciando que se estaba cansanda, entonces empujé ambas extremidades para un costado dándole tiempo para que las volviera a subir, luego para el otro lado y así sucesivamente pretendiendo que se cansara aún más.
No sabía qué hacer, quería llegar más allá, estaba en el momento propicio para ello pero no me atrevía. Mis manos ya estaban en sus pantorrillas y más que sujetándolas sintiendo la tersura de su piel, en ese momento me decía “ya no más que estoy cansada”, a lo que respondí frunciendo mi seño y gruñéndole como un perro dándole a entender que estaba supuestamente enojado aún. Hice palanca en sus pantorrillas logrando que doblara sus rodillas y estas quedaron topando sus redondeados senos, dejándola casi en posición fetal y con mi pene disimuladamente rosando su entrepierna.
Hice un gesto de entre sonrisa malévola y gruñido, como indicándole que me aprestaba a morderla, lo que al parecer la asustó y estirando sus piernas me golpeó con ambos pies en la boca del estómago, con lo cual caí sobre ella con mi rostro entre sus rodillas y mi tórax apoyado en sus pantorrillas. Su mirada entre de risa y asombro me hizo tomar la decisión de tomarle sus suaves rodillas y separarle las piernas dejando caer mi rostro sobre su vientre, volví a levantar mi cabeza y mirándola a los ojos con el mismo gesto de mi rostro le anuncié que nuevamente iba a intentar morderla, y como pudo empujándose con sus codos y pies se deslizó un poco para atrás, pero no lo suficiente pues engarfiando mis manos la sujeté por sus muslos.
Por la expresión de su rostro supe que siempre estaba tomando esto como un juego, lo que me impulsó a hacer algo muy atrevido. Tenía mucho miedo de lo que estaba a punto de realizar “un acercamiento de tipo sexual directo pero que pareciera parte del juego”, ya que si a ella le parecía mal se podía enojar y acusarme, pero sentía que nos teníamos tanta confianza que si se daba cuenta y le molestaba no lo haría pasar a mayores, bastaba con que me lo hiciera notar a mí directamente. Ya en esa posición con su vagina justo frente a mi rostro, no aguanté más y mirándola a los ojos di un gruñido y abriendo grande mi boca mordí ese sabroso y redondeado Monte de Venus, apretando moderadamente con mis dientes pero cargándome lo suficiente como para sentir el hueso de su pelvis.
“¡¡¡AAAAAAHHHHH…………, AAAAAaaaaaaahhhhhhhhhhh………….!!!”, exclamó a volumen moderado no alcanzando a ser un grito su expresión. Calculo que mis incisivos inferiores quedaron apretando pasado un par de centímetros del inicio de la rajadura de su almejita, y como no gritó más fuerte ni hizo mayor escándalo, me mantuve ahí comenzando a jugar con la musculatura de mi mentón presionando rápida y rítmicamente en la zona donde entiendo estaría su clítoris, instante exacto en que me decía “¡¡¡NO, NOOO, no, noooooo, Oooooooohhhh, Ooooooohhhhh, oooooooohhhhh…….,!!!”, lo que me dejó más que claro que había sucumbido ante ese peculiar masaje en esa zona de su vagina.
Mi pene ya estaba totalmente erecto y casi no aguantaba las ganas de desnudar su pelvis para lamer directamente esa vagina o deslizar mis dedos por el costado del rebaje de su short y calzón para tantear si estaba mojadita o no. Mi saliva estaba mojando la tela de algodón de su pantaloncillo y no podía seguir alargando más mi mordisco. No me atrevía a seguir más allá sexualmente hablando, yo ya había tomado la iniciativa pero no tenía una respuesta clara por parte de ella para saber si debía proseguir o detenerme.
Solté mi mordida y manteniéndole aún sus piernas separadas antes de soltarla le di un lengüetazo por el costado descubierto de su entrepierna, justo en el pliegue interior entre su muslo y su vagina, por donde comienza la entrepierna. Giré rápidamente mi cuerpo para un costado subiéndome a la cama y dejándole libres sus piernas, le descubrí el abdomen indicándole que me faltaba devolverle los otros 5 mordiscos más que me había dado ella. Le di el primero cerca de su ombligo y solo exclamó “¡¡¡Aaaauuchhhh!!!” en un tono que encontré muy sensual, sonó casi como un maullido de fémina. Luego le mordí por un costado del abdomen, cerca de sus costillas y eso le dio muchas cosquillas que la hicieron saltar para un costado.
Yo estando todavía posición boca abajo, la cual había adoptado para ocultar mi erección, le dije “Ya no juguemos más, porque me ehm…..”, no sabía cómo decirle, momento en que me pregunto “¿Por qué qué?¡¡¡Ah, ah!!!, si está tan entretenido el juego”, increpándome mientras acercaba su cuerpo al mío. “Es que eeeemmm….., ¡¡¡tú entiendes!!!, Ya no eres una niñita y tu cuerpo de mujer en cierto modo me excita” le dije, lo que pese a hacerla sonrojar no evitó que se siguiera acercando hasta quedar con su cuerpo pegadito al costado del mío. Entendí que se había excitado también y decidí seguir jugando, “te digo que no quiero seguir jugando” le dije con voz ronca en forma de gruñido mostrándole los dientes nuevamente, y me puso una de sus manos en el cuello gruñéndome ella también, empujándome para atrás haciéndome girar de costado mi tronco.
Y todo esto me dio valentía para hacer algo aún más atrevido “ te digo que no quiero seguir jugando, que estoy excitado” le dije al momento que le daba un puntazo con mi aún muy erecto pene en su muslo izquierdo. Me miró mi aparato sexual que levantaba de sobremanera el pantalón deportivo que andaba trayendo y poniendo cara de enojo se me abalanzó encima, montándoseme a caballo sobre mi abdomen, me agarró las muñecas dejándome entre comillas inmovilizado (obviamente con toda mi fuerza me la podía sacar fácilmente de encima) y mostrándome los dientes se reclinaba como buscando morderme el cuello.
En su afán por buscar mi cuello, en nuestro supuesto forcejeo su pelvis se fue deslizando para abajo, hasta que su entrepierna topó con mi duro pene y yo ni tonto ni perezoso lo acomodé para que quedara frotándose justo en el centro de esa sabrosa almejita. Ella como yo no la dejaba que llegara a mi cuello girando mi cabeza para un lado y otro, no halló nada mejor que agarrarme del pelo con ambas manos girándome la cabeza para un costado y manteniéndome ahí me encajó cual vampira sus dientes en mi cuello. Dentro del juego “¡¡¡Aaaahhgg, aaahhhgg!!!” me quejaba, mientras con mis manos ya liberadas fingía tratar de sacármela de encima, tomándola por su cintura por debajo de su remera primero y luego deslicé mis manos a sus costillas simulando que la empujaba para apartarla de mí.
Estábamos casi prácticamente haciendo el amor con ropa, pero aún era un juego pues no había contacto sexual directo de piel con piel, por lo que decidí hacer algo más. Deslicé aún más arriba mis manos llegando a topar la media circunferencia inferior de cada uno de sus bien dotados senos, con la cuenca que se forma entre pulgar e índice de ambas de mis manos, justo donde más afirma la rebarba del sujetador de las damas, y seguí empujando hasta que de golpe su prenda íntima de un salto se fue para arriba, quedando esos tersos senos en mis manos para amasarlos y sobarlos a mi antojo.
Era algo que no me lo podía creer, de un momento a otro ya le estaba pellizcando los pezones sin que nos hubiésemos dado siquiera un beso antes. Pero al preciso instante que comencé a jugar con esos tiernos botones su mordida de juego se transformó en una intensa succión que amenazaba con dejar tremenda evidencia de aquel chupón, por lo que volví a tomarla de las costillas y la empujé un poco encogiendo mi cuello. Lo que ella al parecer interpretó de otro modo, que de todas formas igual fue beneficioso para mí, se desenchufó de mi cuello y subiendo su pelvis a mi abdomen me puso sus deliciosos senos desnudos en mi rostro.
Bueno, ya estaban ahí y no me iba a hacer de rogar, los lamí y succioné como un enajenado, era un manjar que no podía desperdiciar. Me fui enderezando de a poco en la cama hasta quedar sentado mientras ella también lo hacía hasta quedar arrodillada frente a mí todavía con sus piernas una a cada costado de mis muslos, ella con una de sus manos se mantenía la remera y el sujetador arriba y con la otra me acariciaba la nuca, yo con mi mano izquierda sujetaba sus senos al momento que los lamía mientras que la derecha abrazaba su muslo izquierdo y por detrás se colaba en su entrepierna accediendo por un costado del rebaje de sus prendas inferiores a esa jugosa vagina. Acaricié sus humedecidos labios exteriores, sobé esos jabonosos labios menores, jugué un poco con aquel endurecido clítoris e introduje con mucha facilidad mi índice al interior de esa ardiente caverna del placer.
Ya estaba todo listo solo me faltaba penetrarla, incluso acomodó su rodilla derecha entre mis muslos juntando un poco sus piernas lo que entendí era para permitirme bajarle los pantaloncillos, lo que sin titubear lo hice pero muy lentamente. Cuando iba a medio muslo arrastrando en conjunto ese short con ese humedecido calzoncito me entró la duda y el temor. La duda si debía hacerlo o no, todo había comenzado como un juego, yo tenía muchas ganas y entendía que ella también, pero ella con 16 años aún era una niña y no sabía si alguno de los dos luego se arrepentiría de lo sucedido. Y el temor a ser descubiertos, los problemas familiares que ello acarrearía, las consecuencias de aquella relación si se mantenía en el tiempo o simplemente el riesgo de que quedara embarazada.
“No, no, mejor que no. Que tu mamá y mi mujer deben estar por llegar”, le dije mirándola a los ojos mientras me reclinaba un poco para atrás apoyándome en una mano y acariciándole el vientre con la otra. Me respondió “Mmmmm……, no creo que lleguen tan luego, parece que iban a la carnicería y la verdulería, además desde aquí vería perfectamente cuando vinieran entrando” en tanto se salía de la posición en que estaba y se dirigía a gatas a la esquina de la cama que daba justo a la ventana y abría un poco la cortina, desde donde se veía la puerta de calle del antejardín. Ver ese trasero paradito y más la excusa que me dio de porque no debíamos parar, me hizo olvidar de todo lo demás y me zambullí en su entrepierna a lengüetear esa riquísima vagina, estaba muy jugosa y sus fluidos realmente tenían tan buen sabor que me los tragaba sin pensar en nada más.
Lamí y jugué con mis dedos en esa ardiente vagina en donde pude meter hasta dos de mis dedos, lo que me hizo pensar que ella ya tenía algo de experiencia en lo sexual y por la confianza que nos tenemos muy naturalmente le pregunté si no era virgen, a lo que respondió con una risotada “¿¿¿Virgen María, de Lourdes ó de Fátima….??? Ja, ja, ja, jaaaa……………, convencionalmente sí, porque es primera vez que lo hago con un hombre………., es que me encanta masturbarme”, agregó después entremedio de más risas. Yo pese a que algo me molestó que se riera de mí, seguí saboreando y hurgueteando en su vagina hasta que sus risas se transformaron en sollozos.
No soportando más mis ganas y estando ella lista para eso, la penetré muy lentamente sintiendo como entraba suavecito y ajustado mi pene ahí, comenzando un paulatino mete y saca, el cual fui profundizando también muy lentamente. Como era algo de improviso no contaba con protección para no dejarla embarazada, bueno que nunca me ha gustado usar condón, pero la cosa es que directamente le pregunté “Oye mamucha, ¿Cuándo fue tu última regla?” al momento que le entraba todo mi aparato topando mi pelvis con su entrepierna, y entre quejido-murmullo-sollozo me respondió “Hace poco…, más de un par de semanas…, mi mamá tiene marcada su fecha en ese calendario, y a mí me llegó 5 días después”. Rápidamente saqué la cuenta y justo estaba en el día 16 de su periodo, el que si este era normal estaría en pleno término de su ovulación, momento de mayor fertilidad.
Estaba riquísimo, ella de una piel muy tersa y mi pene entrando ajustadito, cosa que hace mucho tiempo no disfrutaba, pues mi mujer después de dos partos naturales ya tenía “los elásticos vencidos”, hacer el amor con sobrina era algo absolutamente diferente. Pese a que estaba disfrutando muchísimo, no lo estaba haciendo plenamente pues no me podía sacar de la cabeza la desconcentración de saber que tenía que acabar afuera. Pero tampoco pensaba dejar de seguir cogiéndomela, era una oportunidad que no sabía si se volvería a repetir, de modo que seguí bombeando y acelerando mis movimientos hasta que sentí mi miembro muy duro y extremadamente muchas cosquillas en mi glande, signo inequívoco de que se venía mi eyaculación, pero controlé mi respiración y bajando la intensidad de mis movimientos me pude aguantar pero sin salir del peligro.
Con mi pene a su máxima expresión de dureza, proseguí hundiéndoselo profundamente y quedándome en el fondo comencé a jugar haciendo palanca para los costados revolviéndole las entrañas con ese duro aparato, no quería seguir bombeando pues en cualquier momento podía acabar dentro de ella. Tenía que controlarme y para ello necesitaba sacarlo un momento, por lo que decidí hacer un cambio de posición, de tenerla a lo perrito contra la ventana, la hice voltearse boca arriba para hacérselo de frente. Pero aún era muy luego, necesitaba que mi pene se deshinchara un poco, por lo que rápidamente me fui a chupar esos exquisitos pezones amasando con una de mis manos sus redondeados senos mientras que con la otra terminaba de sacarle su short y calzones que todavía tenía a la altura de sus rodillas, bajé hasta su almejita lamiendo y succionando su pronunciado clítoris por cerca de un minuto hasta que sentí que estaba listo para volver a penetrarla y disfrutar unos minutos más.
Levanté mi mirada y vi que sobrina apoyada en sus codos estiraba el cuello para tratar de mirar por la ventana, cosa que a mí se me había olvidado del peligro de ser descubiertos, solo estaba preocupado de no acabar tan luego ni hacerlo dentro de ella. “Ya no te preocupes más, yo vigilaré ahora” le dije y jalándola un poco por las piernas hice que apoyara su espalda y cabeza en la cama. Teniéndole enganchadas las piernas a la altura de sus rodillas por fuera de mis brazos, la penetré nuevamente mirándola a su enrojecido rostro, comencé a bombearla despacito acelerando lentamente mi mete y saca, alternando mi mirada cada tres segundos entre la reja del antejardín por entre el visillo de la ventana y el negro de sus pupilas bordeado por el color miel de sus bellos ojos. Es una mujer muy bella y joven, que no me explicaba por qué estaba ahí haciendo el amor con un hombre de cuarenta que no era precisamente un Adonis.
A medida que iba acelerando mis movimientos, sus mejillas se ponían cada vez más enrojecidas, sus ojos extraviaban la mirada a cada instante un poco más. Ya estaba con mi miembro muy empalado y metiéndoselo hasta lo profundo, casi hasta topando el hueso de nuestras pelvis, ella se colgó de mi cuello ya con sus ojos prácticamente blancos y dando más que sollozos de placer casi aullidos, obviamente estaba acabando (en su clímax) y yo a punto de eyacular, pero me aguanté cerca de dos minutos más dejándola que disfrutara lo suyo lo más posible, de todos modos me tenía abrazado con sus piernas pegando muy fuerte su pelvis a la mía haciendo ella movimientos cortitos raspando su hueso contra la parte superior más gruesa de mi pene.
Hasta que se cansó y dejó caer su espalda nuevamente en la cama, momento en que arremetí levantándole un poco más las piernas entrando en un ángulo que le frotaba la parte interior del hueso de su pelvis con mi glande y mis testículos golpeaban la parte baja de sus glúteos en cada embestida, instante que abrió sus ojos y se le volvieron a desorbitar. Bombeé muy rápido por cerca de un minuto hasta que no di más y sacando mi pene quedé frotando la base de este en su clítoris y derramé todo mi semen en su vientre, claro que de el primer chorro cayeron unas gotas entre sus senos, las cuales desparramó en ellos y luego saboreó chupándose las manos.
Su clítoris quedó siempre duro por lo que se lo seguí frotando con mi pulgar, mientras ella con su mano izquierda frotaba mi pene que tampoco se bajaba, la emoción de hacerle el amor a ella había sido muy fuerte y estaba en condiciones de una segunda incursión, pero con restos de semen en mi pene no se lo iba a volver a introducir, no quería arriesgarnos, humedecía mi pulgar con saliva y la seguía frotando el clítoris. Momento en que veo a mi mujer con mi cuñada que venían llegando, “Ya vete a lavar y mójate bien la cara con agua helada que tienes dibujado el orgasmo en las mejillas, yo haré como que estoy viendo TV”, nos dimos un beso con lengua y ella se fue al baño mientras yo me acomodaba en la cama y encendía la TV.
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