Continua La casa del Incesto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por aslex.
“Esta noche, luego que padre salga de mi cuarto, entraras tu; deberás estar muy pendiente, porque si me haces esperar vendré por mi hermanito para saciarme con él”, dijo Leida de manera altanera y amenazadora. ¡La odiaba tanto!, y más odiaba tener que soportar sus manos encima de ella, “ni modo”, pensaba resignada, tendría que obedecer. Durante años había podido evitar sus avances, pero esta vez tendría que ceder por el bien de Darío, nuca dejaría que las sucias manos de ella lo mancharan con sus vicios y perversiones.
Despertó sobresaltada, eran las 11 de la noche y temía que fuera demasiado tarde, se levantó y salió al pasillo avanzando hacía el cuarto de Leida. Acercó el oído y los escuchó jadear aún; se sintió aliviada y regresó a su cuarto. Sus ojos se le cerraban aunque no dejaba de pensar en lo fastidioso de estar esperando que su hermana y su padre terminaran de tener sexo, no se imaginaba como era posible que su hermana se dejara tocar por una persona tan peluda y tan vieja, recordó con dulzura el cuerpo de su hermano, ¡ah!, tan etéreo… no pudo evitar dejar escapar un suspiro, y es que su corazón latió lleno de ternura al mirarlo ahí dormido, tan inocente y tan ajeno a este mundo perverso: definitivamente ella se decidió a protegerlo ante todos los males, no importaba si tenía que hacer cosas sucias para lograrlo.
Se estaba quedando dormida cuando le sobresaltaron los pasos decididos de su padre por el pasillo, aspiró hondo se levantó de la silla y se asomó para verificar que ya se hubiera ido a su propio cuarto. Aun así caminó con precaución esperando que su hermana estuviera dormida ya, abrió la puerta muy despacio y se asomó al cuarto en tinieblas, “entra”, le ordenó ella, “así me gusta, que seas obediente con tu hermana mayor, ven, acuéstate junto a mi”
“las hermanas deben llevarse bien”, le dijo mientras la rodeaba con el brazo para acercarla, “yo soy tu hermana mayor y debes quererme y obedecerme, yo no te deseo ningún mal, al contrario, quiero enseñarte las cosas de la vida, lo que es bueno y lo que debes evitar” la besó en los labios muy despacio, como si temiera dañarla, “mi boca huele a padre, lo sé, mi cuerpo también, pronto lo percibirás; huelo a sexo de hombre, pero no de cualquier hombre, sino del hombre que nos dio la vida, de nuestro padre, el amo y señor de esta casa que se ha dignado a fijarse en mí y a depositar sus semillas dentro, muy adentro de mí”
La besó de nuevo con más pasión ahora, “padre me desea por todos lados, me deja que beba de sus jugos los cuales son abundantes y deliciosos. Esta noche me ha dicho que desea explorar mi último pasaje virgen, y yo le he dicho que si, lo haremos el próximo domingo luego de ir a cenar y a pasear por la ciudad, me comprara ropa y cosas finas y yo seré sumisa con él, seré completamente suya por fin y él me amara locamente”
Le levantó la playera y le comenzó a chupar un pecho. A Edith le asqueaba el olor a sexo que su hermana emanaba, le asqueaba la saliva contaminada de su boca también. Intentó que su mente se pusiera en blanco cuando ella le comía el pecho, pero le fue imposible abstraerse, la boca de su hermana era caliente y suave, además chupaba con calma e incluso pensó que con dulzura.
“Pero a veces, cuando recuerdo que existes, me siento nostálgica, sueño contigo de vez en cuando; sueño con tu cuerpo, con tu cara, con tu boca roja y ardiente y tú, malnacida, siempre me has rechazado, ¿qué te he hecho yo para que me odies? Tuve que amenazarte para que vinieras, eres mala, muy mala conmigo”, luego continuó con el otro pecho atacándolo de la misma manera. Edith había cerrado los ojos con fuerza como una manera de evitar sentir la boca de su hermana, pero le fue imposible. Tuvo que reconocer con horror que estaba sintiendo placer, se odió por ello y se decidió no emitir ningún sonido que la delatara, “tu cuerpo es muy bello Edith, tan limpio, tan sano”, le decía Leida mientras le pasaba la lengua por el cuello, “toca mis pechos, están duros, padre siempre me deja los pechos duros, llenos de sexo, los toma siempre con fuerza de macho y me los chupa y muerde muy fuerte, y yo siempre le digo que me haga más, que me los muerda más fuerte; pero contigo es diferente, ten, abre tu boquita, comete mi pezón de piedra, chúpamelo despacito, así”
Edith abrió la boca y se dejó penetrar por el pezón de su hermana obedeciendo a la suplica; la verdad es que aquella piel no era muy desagradable, era tersa y firme, en fin, al menos no tenía que soportar deformaciones asquerosas. Aunque se sentía usada cada que su hermana le cambiaba el pezón, pensaba que para ella era un simple objeto de placer, aunque la dureza de eso pezones le asombraba, casi llegó a creer que eran algo así como de plástico o falsos.
Leida le metía un pezón en la boca y luego de un rato, otro. Se sentía en las nubes al poder disfrutar de esa boquita pequeña y dulce, de esos labios ardorosamente rojos y mojados. “hermanita, eres un juguetito maravilloso”. Se alejó de ella para mirarla un buen rato, luego le quitó el pantaloncillo y las bragas y suspiró profundamente antes de enterrar su lengua en la panochita de su hermana.
Edith no se esperaba aquello, sintió que toda su carne estaba totalmente expuesta, como si la estuvieran abriendo en canal, le dio vergüenza, placer y enojo, no le gustaba sentirse expuesta de esa manera ante su odiosa hermana, pero al mismo tiempo se preguntaba un tanto molesta el por qué no se le había ocurrido decirle a su hermano que le hiciera eso; un gemido profundo trataba de abrirse paso desde el fondo de su cuerpo, pero lo contenía con todas sus fuerzas, aunque sabía que tarde que temprano ya no podría aprisionarlo, cerraba los ojos con fuerza al igual que la boca mientras la lengua de su hermana hería su raja abierta… su carne interior.
“Estas muy caliente hermana” dijo de pronto Leida luego de levantar la cabeza y mirar su rostro, “tus jugos fluyen como fuente de miel, déjate llevar, por favor”, la miró pocos segundo más y luego volvió al ataque de manera inmisericorde, Edith ya no pudo más, dejó escapar un intenso sonido de placer.
“Se buena conmigo hermanita, y te ayudare a esconder a nuestro hermano, padre no te ha visto pero en cuanto suceda querrá poseerte, yo puedo contenerlo pero si ve a nuestro hermano no podría detenerlo ni con todas mis artes, créeme, se ha vuelto un animal insaciable” le decía Leida mientras se metía un dedo en la concha, lo sacaba y le daba a lamer a su hermana.
Edith chupaba el dedo de su hermana lleno de la leche de su padre sin protestar, estaba totalmente a merced de su hermana, “madre también ha perdido la cabeza, se la pasa en su cuarto todo el tiempo, haciendo no se que con los perros, ya me ha ordenado que vaya con ella, pero padre me ha protegido. Pero si se le llega a ocurrir entregarle a nuestro hermano a los perros, no podría ayudarte sin decírselo a padre y volveríamos a lo mismo, el peligro de padre; yo te ayudo a que este siempre en tu cuarto, yo te ayudo a alimentarlo y a que lo saques a pasear, pero debes ser muy buena conmigo, ¿aceptas?”
Edith movió la cabeza afirmado mientras lamía de nuevo el dedo de su hermana, “tengo más jugos de padre acá abajo, lámeme para que me limpies bien”
Edith no pudo negarse, estaba asustada ante lo que le dijo su hermana, y estaba ya convencida que sin la ayuda de ella no podría proteger a su hermano; se movió dócil hacía donde las manos de su hermana la empujaban y comenzó a lamerle la raja mientras Leida suspiraba profundamente.
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