Conversaciones entre madres perversas
Muchos hombres ni se imaginan las conversaciones que podemos tener entre nosotras, en esos momentos en los que estamos distendidas si su presencia, hablando en confianza…..
Los tiempos van cambiando y afortunadamente, en algunas épocas nos vamos volviendo más abiertos y empezamos a naturalizar ciertos temas que en otros tiempos podían ser tabú y de los que raramente se hablaban en público, pero en la actualidad he comprobado como las nuevas generaciones de madres se comportan con sus hijos de una forma muy distinta a como podían hacerlo una mayoría de ellas en el pasado.
Los hombres suelen decir que cuando las mujeres se ponen a hablar entre ellas en la intimidad, pueden llegar a ser mucho más atrevidas y sinceras que ellos mismos en temas sexuales, en los que más que ser sinceros, suelen fanfarronear mucho, por lo que no se abren íntimamente a los demás, lo que en el caso de las mujeres se suele dar con más facilidad y sobre todo, complicidad, a causa de esa confianza que se crea si se está en el entorno adecuado y si además, ponemos un poco de alcohol en el punto justo, nos ayuda también a soltar la lengua.
Esto fue lo que sucedió en el cumpleaños de la hija de una amiga, que cumplía 11 años e hizo una fiesta en su casa invitando a varias amigas y amigos de esas edades, acudiendo también alguna de las madres, lo que aprovechamos para cotillear entre nosotras.
Dada la edad de nuestros hijos, en el inicio de la adolescencia, el sexo es un tema que siempre nos preocupa a las madres, y en la actualidad con más motivo, por toda la exposición que tienen ahora al sexo, desde todos los lugares, lo que hace que se dispare su curiosidad y las relaciones las inicien con más precocidad.
Así fue como Mary, la madre de una de las niñas, nos comentaba que su hija tenía un amiguito, un año mayor que ella, que solía ir a su casa con cualquier disculpa, pero un día, con el tema del toque de queda, se le hizo tarde para volver a la suya y acordó con la madre del crío que se quedara a dormir allí, como ya había hecho otras veces sin mucho problema, cuando era más pequeño y los dos eran más inocentes.
Los críos insistieron en que querían dormir juntos, pero Mary pensó que ya no eran tan niños como para dormir en la misma habitación, aunque al final la convencieron para que les dejaran, prometiéndole que se iban a portar bien.
En ese momento, Mary se sinceró con nosotras, diciéndonos:
—Pues la verdad es que al final accedí porque mi hija no tiene todavía la regla y si los críos se calentaban y se ponían a hacer algo, no habría muchas consecuencias, aparte de que mi hija dejara de ser virgen y porque yo creo que entre ellos ya han hecho sus cosas cuando se quedan solos en la habitación.
Por lo que le dijo Berta, que es un poco bruta:
—¿Estás segura de que todavía sigue siéndolo? Porque mi hija, en otro cumpleaños al que fue, se la dejó meter y me lo vino contando entusiasmada, con toda su inocencia, porque le había gustado mucho. Hasta me puso en un apuro, preguntándome que si a mí, cuando me la metía su papá me gustaba tanto también. Fijaros en que compromiso me puso.
Cristina también entró en la conversación:
—Jaja, sí, menudo apuro. Es que a estas edades tienes que hablarles de sexo ya, para que tomen sus precauciones, porque mirar lo que me pasó a mí con la mía. Estaba en su habitación con un compañero del Cole haciendo los deberes y yo, sin darme cuenta, entré, y allí sorprendí a mi hija mamándole la polla a su amigo. Imaginaros como me quedé, sin saber que decir o que hacer. Al principio pensé en pedir perdón y salir, pero lo que me salió fue darles cuatro voces que hicieron que mi hija dejara de chupar y el crío se tapara la polla empalmada ante mi vista.
—¡Buufff! Menuda situación. Yo no sabría cómo reaccionar tampoco. ¿Y qué pasó al final? —Dijo otra de las madres—
—Pues que el crío se marchó todo apresurado, con mi hija medio desnuda y toda la cara roja, no sé si por vergüenza o por la excitación, pero en ese momento me dio pena por ella y me arrepentí de haber actuado así, así que me puse a hablar por ella, pidiéndole perdón por meterme en su intimidad, dándome cuenta de que a mí tampoco me hubiera gustado mucho que mi madre me interrumpiera cuando estaba disfrutando de alguna polla, que yo también tuve las mías en mi casa.
—¡Ay, pillina! Pobre cría, tu hija estaría a punto de sacarle la leche al chaval y les estropeaste el plan, jaja.
—Sí, no sé si mi hija me lo va a perdonar, pero Mary, ¿qué pasó al final con la tuya y su amigo esa noche?
—Mi hija no me contó mucho, pero me imagino que se pasaría toda la noche jugando con la pollita de su amigo.
—¡Mujer! Haría algo más que jugar. Imagínate, la primera noche que duerme con un chaval, estaría entusiasmada la cría, y él no te digo……
—Supongo que sí. Ya la he visto mirando vídeos en internet y ya está enterada de todo, así que disfrutaría todo lo que pudiera.
—¿Tú crees que el amigo se le habrá puesto encima?
—No sé, no quiso contarme nada y yo tampoco me atreví a entrar en la habitación, como Cristina, ni a preguntarle mucho, porque luego me llama cotilla, jaja.
Pero Berta le volvió a preguntar, que era la más atrevida de todas:
—¿Y a ti no te dieron ganas también de disfrutar del chaval?
Mary se puso toda colorada, sin atreverse a confesar sus deseos más ocultos:
—¡Ay!, Berta, que cosas dices, si es un crío todavía.
—Bueno, si es capaz de darle gustito a tu hija, a ti seguro que también te lo daría.
—Mujer, ya sabes que sí, no te digo que no se me pasara por la cabeza, pero teniendo a mi marido al lado, si se entera, me mata, jaja.
—No sería para tanto, ellos también se dan su gusto con las crías cuando quieren y no les decimos nada.
—¡Ay!, no sé. Lo que sí puedo decirte es que esa noche estaba muy excitada y me monté encima de mi marido que me hizo correrme tres veces.
—Y tu marido alucinando, o él también estaría caliente sabiendo que su nena estaba en la habitación de al lado abriéndose de piernas para su amiguito…..
—Jaja, Berta, como eres….., pero no sé, la verdad. El caso que es que a él no se le bajó como otras veces y aguanto bien.
Volvió a intervenir Cristina:
—Las que tenéis marido, podéis desahogaros, pero yo que estoy separada……
—¡Anda!, que seguro que también tienes tu manera. Tu hijo mayor está muy crecido ya. —comentó Berta, riéndose—
Cristina se quedó mirándonos con una cara que nos hizo reaccionar a todas…….
—¿Síii…., no me digas….? —le preguntamos, casi a coro.
—Sí, amigas, le estoy metiendo en mi cama desde hace un año, cuando se marchó Juan.
—Jaja, que callado te lo tenías…… Ya te veía yo demasiado relajada para no tener polla todas las noches.
—¡Como sois……!, siempre os acabáis enterando de todo…..
—Bueno, mujer…, somos así de cotillas y aquí acaba saliendo todo, jaja.
—No te preocupes, Cristina, que todas tenemos lo nuestro….. —le dijo Nuria, que había estado callada hasta ese momento:
—¿Tú también….?
—Si mi marido no funciona… ¿qué queréis que haga? —nos dijo, resignada.
—¿También te follas a tu hijo Carlos?
—Claro, es una maravilla, nunca había gozado tanto. Ya no es ningún crío y me deja agotada, pero luego duermo de un tirón.
—¿Y tú marido lo sabe, o no se entera?
—Mi marido como si nada. En cuanto se pone a roncar, me voy a la habitación de Carlos a disfrutar.
—Pues haces bien. Todavía tenemos una buena edad para que nos jodan bien —le dijo otra, que escuchaba atentamente la conversación —le contestó Nuria.
—Di que sí, tú eres joven todavía como para perdértelo si tu marido no da la talla.
El resto de las madres fueron interviniendo en la conversación, que se había vuelto tan interesante:
—Mi marido también es joven, pero es como si hubiera perdido el interés en mí.
—Eso es que tiene otra por ahí —le dijo Cristina.
—Pues no sé…, porque está todo el día en casa.
—¿No será que también se está descargando con vuestra hija y cuando se va a la cama, ya no tiene ganas de nada? —Empezamos a interrogarla, un poco intrigadas.
—No lo había pensado, porque no he visto nada raro, pero oyéndoos a vosotras….., es verdad que la mía ya ha empezado a masturbarse.
Mientras seguíamos hablando entre nosotras, se acercó Marquitos, uno de los invitados al cumpleaños:
—Tengo ganas de hacer pis y el baño está ocupado.
—No pasa nada. Tenemos otro baño en mi habitación —le dijo la dueña de la casa.
Como yo conozco la casa, le dije a mi amiga que acompañaría al crío al baño, así que me tome la confianza de llevarle yo. Como iba yo delante, me di cuenta de que Marquitos, se iba fijando en mi culo, que intentaba ver bajo mi corto vestido, no perdiéndose detalle, como hipnotizado, lo que a mí me dio mucho morbo, y al llegar a la habitación, hice como si tropezara, agachándome para apoyarme con las manos en el suelo, permitiéndole ver completamente mi culo con el tanga de hilo que llevaba y parte de mi vagina que no tapaba completamente ese pequeño tanga.
Consciente de lo que había provocado en el chaval, al verlo tan nervioso, le pregunté:
—¿Qué te pasa?
—Es que la he visto todo, señora —me dijo, un poco ruborizado.
—Bueno, pero no pasa nada. ¿Es que no le has visto el culo a ninguna mujer?:
Él se quedó pensando, para decirme:
—Sí, a mi madre, y también le vi el coño lleno de pelos, pero desde lejos.
Yo creo que por la calentura de la conversación que estaba teniendo con mis amigas, le pregunté:
—¿Y quieres ver el mío desde más cerca?
Marquitos puso una cara como de no creerse lo que le estaba proponiendo, pero al verle con ganas, le insistí:
—Espera, voy a cerrar la puerta —añadiendo—. pero esto no puedes decírselo a nadie ¿entendido?
Hizo un gesto afirmativo con la cabeza, pero ante la firmeza de mi mirada, me lo confirmó verbalmente:
—No se lo diré a nadie.
Me recosté sobre la cama abriendo las piernas, para que pudiera verlo bien.
—Está bien, míralo, puedes tocarlo también, si quieres, —lo que hizo después de bajarme el tanga, dejándolo completamente a su vista.
Marquitos abrió los ojos como platos, recreándose en esa visión que tanto le impresionaba:
—Tiene menos pelos que mi madre.
—Es que yo me los recorto, para estar más cómoda y que se vea mejor, mira… —me abrí con los dedos el coño, para mostrarle su interior rosado, que ya empezaba a mojarse.
Como Marquitos no se decidía a meterme los dedos, agarré su mano y la llevé a mi coño para que lo palpara bien:
—Tócalo sin miedo, méteme los dedos, que eso nos gusta mucho a las mujeres. No me digas que tampoco se lo has visto a ninguna niña.
—Bueno, sí, pero no era como este, tenía la rajita muy cerrada y no se dejaba tocar…..
—Pero ella seguro que sí se lo tocaría bien, para darse gusto.
—No sé…..
Mientras él manipulaba mi coño a su gusto, noté el bulto de su pantalón y puse mi mano sobre él, para decirle:
—¿Habías venido a mear, no? ¿O ya se te han pasado las ganas….? Anda, será mejor que lo hagas, no te vayas a mear encima. Yo te ayudaré…..
Pasamos al baño y yo misma le bajé el pantalón, para dejar su polla fuera, que estaba totalmente empalmada y como él seguía entusiasmado metiéndome los dedos en el coño, se la agarré apuntando al wáter para que empezara a mear, por lo que le descapullé para dirigir mejor el chorro, que empezó a salir con fuerza hasta que terminó, dándole después unas sacudidas para que echara el resto, como sé que hacen los hombres.
Pero una vez que acabó, yo seguí masturbándole, manteniéndose dura su polla y al ver el apetitoso aspecto de su glande, me hizo desear tenerlo en la boca, por lo que no me contuve y empecé a lamer esa cosa tan rica de la que ya salía ese dulce agüilla que tanto nos gusta a las mujeres mayores, pero no quise parar hasta hacerle derramar su semen en mi boca, lo que hizo sin control, temblándole las piernas y teniendo que sujetarse a mí para no caerse.
Yo seguí absorbiendo con mi boca hasta no dejarle ni una gota. El semen de un chico de su edad es un manjar que se hace adictivo porque compruebas que no hay nada igual a eso ni una sensación más morbosa.
Sus manoseos en mi coño me habían dejado muy caliente y necesitaba follar antes de salir de allí, por lo que aprovechando que a su edad, la dureza de su polla no se baja, me senté sobre el wáter, desabrochándome la blusa que llevaba para dejar fuera mis tetas, y abriendo las piernas, le atraje hacia mí para que entrara en mi vagina y empezara a follarme con ese vigor que yo necesitaba.
Era la primera vez que él lo hacía y tuve que ayudarle al principio, pero enseguida tomó la iniciativa y se puso a darme duro para meterla lo más adentro posible, pero así fue suficiente para provocar mi orgasmo y su consiguiente nueva corrida, que le dejó por unos instantes como mareado perdiendo casi la conciencia.
Quizás había sido demasiado placer para un crío de su edad y desde luego, era algo que no olvidaría en su vida, por lo que volvimos con los demás, no sin antes volver a hacerle el gesto con el dedo en mi boca:
—Y tú a callar, ¿eh?
Por suerte, su madre no había venido al cumpleaños, y no tenía por qué enterrarse, pero al llegar abajo, Maruja, la madre de mi amiga, que también estaba allí, se quedó mirándome, diciendo:
—Habéis tardado mucho. ¿Ha pasado algo?
Intenté disimular como pude, aunque estaba claro que ella notaba mi nerviosismo y por su edad y su experiencia, no podía engañarla, dedicándome ella una pícara sonrisa, por lo que me insistió:
—Marquitos ha bajado tan pálido que pareciera que allí arriba se hubiera encontrado con una loba.
Yo me quedé sin palabras, sin saber que decir, al verme descubierta, pero antes de que yo pudiera decir nada, ella continuó hablándome en voz baja:
—Yo tengo nietos y los he visto así también, sobre todo, cuando empiezan a pajearse compulsivamente, y bueno, al ver a Marquitos, me ha recordado a mi nieto pequeño cuando le deslechaba.
—¿Tú le hacías eso?
—Él me lo pedía antes de dormirse, se quedaba muy relajado y para mí era un vicio también. Seguro que te lo pasaste rico con el crío arriba.
—Sí, Maruja, es un encanto, hacía tiempo que no probaba a uno así.
—Y yo hace tiempo también. Al verte subir a ti con Marquitos y tardar tanto en bajar, me lo imaginé, perdona si te puse un poco nerviosa.
—No, mujer, no pasa nada, pero agradezco tu discreción.
—Ya me han dado las ganas a mí también. A Marquitos ya le has dejado tú seco, pero Jaime no hace más que mirarme el escote. Deben de gustarle mis tetas, jaja.
—Sí, pobre, es un poco tímido y se pone todo colorado si le miras. No como el hijo de Berta, que seguro que ella se deja comer las tetas por el crío.
—Y ella le debe comer todo también, conociéndola…..
—Pues sí, el hijo es un poco descarado también, pero a mí me da más morbillo Jaime.
—A mí también, es más callado y lo puedes manejar mejor.
—A ver si se acerca por aquí, para decirle algo.
—¿Qué le vas a decir? ¿Le vas a subir arriba también? —me dijo la señora, ya bastante excitada.
—Si puedo, te lo cedo a ti, para que lo disfrutes……
—¡Ay!, que nervios…. Ya me has puesto cachonda…..
Era verdad que Jaime no hacía más que mirar las tetas de Maruja, a la que le gustaba provocar al chaval, bajándose más el escote y una de las veces que pasó por allí, le dije al oído:
—¡Oye, Jaime! ¿Por qué le miras tanto las tetas a Maruja?
El crío se puso colorado al verse descubierto, por lo que acabó confesando:
—Es que son tan grandes como las de mi abuela, que se las veía todas las noches, cuando dormía con ella.
Pero Maruja le tranquilizó:
—¡Ah, vaya! Así que te gustan las tetas grandes….. No pasa nada, cariño. Si te gustan tanto, yo te las puedo enseñar para que puedas verlas bien. Vamos arriba para estar más tranquilos.
Yo les acompañe, mientras Jaime nos miraba, como sorprendido todavía de lo que le había propuesto Maruja, que nos dirigió hacia una de las habitaciones, y después de cerrar la puerta, se sentó en la cama, y le dijo a Jaime:
—Así que quieres verme las tetas…..
—Sí, me gustaría.
Maruja se quitó la blusa y el sujetador dejando sus pechos a la vista entusiasmada del chaval, que alargó una de sus manos para tocarlos, palpándolos y apretándolos ligeramente, como si ya supiera como hacerlo, por lo que supusimos que ya había tocado más:
—¿Tu abuela te dejaba tocarlos así?
—Sí, y chupárselas.
—Lo disfrutaría mucho ella.
—Sí, empezaba a gemir y me decía que se calentaba mucho conmigo.
—Afortunada mujer que te tenía para disfrutar juntos. ¿Te metía en la cama con ella también?
—Sí, dormíamos juntos.
—¿Se la metías en el coño?
—No, porque era pequeño todavía, pero si me la chupaba ella.
Maruja estaba poniéndose cachonda también y tenía ganas de chupársela a Jaime también, por lo que le dijo:
—¿Me dejas chupártela a mí?
—Sí, claro.
Yo le ayudé a quitarle el pantalón a Jaime, y la pollita del chaval se erguía preciosa ante nosotras, así que Maruja no tardó en llevársela a la boca y empezar a lamer ese caramelito por el que pasaba su lengua una y otra vez:
—¡Uunnnmmm, que ricooo…….! ¿Quieres probarla tú? —me preguntó:
Cómo no podía rechazar esa invitación, me puse a chupársela también y después de un rato, al sentir que empezaba a salir su líquido preseminal, se la volví a ceder a Maruja para que fuera ella la que degustara la salida de su semen, que poco después llenaría su boca, colmándola de satisfacción:
—Qué maravilla…, esto es lo más rico del mundo….—decía mientras se relamía los dedos pringados de semen.
Pero ella todavía quería más y le dijo a Jaime:
—Descansa un poco, que tú no te vas de aquí sin follarnos…..
Pero Jaime, a su edad, no necesitaba mucho descanso y su polla mirando al techo era toda una invitación para sentarse encima de ella, así que Maruja, fue la primera en probarla en su coño, empezando a moverse sobre Jaime para buscarse el gustito que la llevara a un rápido orgasmo, disfrutándolo intensamente cuando le llegó, gritando de placer.
Se salió de él y me lo cedió nuevamente a mí, para que me montara al segundo chaval de la tarde y me hiciera correr de nuevo con una gran rapidez, ya que esas situaciones tan morbosas, no se tienen muchas ocasiones de disfrutarlas y hay que aprovecharlas bien:
Una vez satisfechos los tres, bajamos a la planta baja, intentando disimular lo que había pasado, pero por suerte, no nos prestaron mucha atención, porque todas las demás madres seguían muy entretenidas cotilleando de sus cosas, en el momento en el que Luisa les contaba a las demás:
—Pues sí, hija, un día me desperté y me encontré a la cría en nuestra cama chupándole la polla al padre ¿te lo puedes creer?
—¿Y qué vas a hacer? Llegan a una edad en la que les empieza a picar el coñito y el instinto las lleva a querer probar todo eso que ven tanto ahora en internet, y los papás, encantados, claro, al menos, el de mi nena, jaja.
—Yo creo que todos desean eso. Pocos se resistirán a ello, porque estas crías se ponen muy pesadas y hace falta muy poco para convencerles de que les den la polla.
—En mi caso, me pasaba con mi hermano mayor. Me sacaba 10 años y yo con 7 años le veía ya como un hombre y una vez que le vi en el baño desnudo, con la polla toda dura mirando hacia arriba me quedé con la boca abierta, y a partir de eso, estaba todo el día detrás suyo para que me la enseñara más veces, pero él no quería, hasta que de ser tan pesada, acababa enseñándomela y yo se la tocaba entusiasmada porque nunca había tenido algo así en mis manos y ahí, como ya sabía que eso se lo metían a las mujeres por la vagina, deseaba ser ya mayor para que pudieran metérmela a mí, porque en mi inconsciencia, le pedía a mi hermano que lo hiciera y él se excusaba diciéndome que todavía era pequeña para eso y lo que hacía, era sólo frotármela por la rajita.
—¡Qué rico! Pero seguro que no tardaría mucho si tenías ya tantas ganas y en una de esas que te la frotaba, te acabaría entrando.
—Sí, me mojaba mucho. Además, con sus corridas, su glande resbalaba dentro de mí y aunque me dolía un poco, yo aguantaba hasta que una vez me la metió toda y fui la más feliz del mundo, porque ya a partir de eso, nada más que quería tener la polla dentro de mí, jaja.
Y así, mientras los niños seguían celebrando el cumpleaños, las madres seguían contando sus anécdotas y Lola, la abuela de Sonia, que también estaba invitada al cumpleaños, las miraba como no sorprendiéndose de todo lo que contaban, diciéndole a Maruja:
—Nosotras ya hemos pasado de todo. En nuestros tiempos no andaban con tantos miramientos como ahora para meternos la polla.
—No, desde luego que no. Los hombres eran más brutos y era un “aquí te pillo, aquí te mato”, jaja. Teníamos que hacernos las remilgadas para fingir que llegábamos vírgenes al matrimonio, pero pocas lo éramos.
—Sí, es verdad, pero muchos hombres tampoco tenían muchas experiencias con mujeres, y no se daban cuenta de si lo éramos o no, por lo que podíamos engañarles un poquito.
—Jaja, las más espabiladas así lo hacían, y luego dicen que ahora pasan cosas…., si nosotras les contáramos…..
Siempre es interesante escuchar la voz de la experiencia y estas conversaciones íntimas entre mujeres y madres, era la mejor forma para que las más jóvenes supieran cómo era la vida de verdad, al margen de lo que en cada momentos, nos la quieran hacer parecer, a la vez que a las más mayores nos sirve para ver cómo van cambiando las cosas y cómo tenemos que adaptarnos a las nuevas circunstancias, pero al fin y al cabo, en el fondo, poco cambiaba y estas conversaciones, seguramente ya se tendrían hace muchos años, en otras épocas de nuestra Historia.
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