Corazones Gemelos – Capítulo 05
La noche se hace más profunda y a su vez, la lujuria y las ansias de saciar los deseos primarios se apoderan de los cuerpos de los hermanos, como si se tratara de espíritus lascivos intentando desgarrar sus pieles, profiriéndose mutuamente incontables orgasmos..
Capítulo 5.
Tratamos de recomponernos tras la emocionante nueva experiencia que nos unía naturalmente como hombre y mujer, pero que nos resquebrajaba como hermanos.
Nos tomó un par de minutos recobrar el aliento mientras disfrutábamos de la calidez del cuerpo del otro por medio de un abrazo empapado por nuestros fluidos entremezclados, el aire de la habitación estaba impregnado por el fuerte olor que expedían nuestros húmedos cuerpos.
– Necesito un poco de aire fresco – dijo Alejandra mientras se incorporaba sobre la cama para correr un poco la cortina y dejar entrar la fresca brisa nocturna a través de la ventana -. Estamos completamente empapados.
Mis ojos recorrieron su físico de arriba hacia abajo, su cabello estaba definitivamente hecho un hermoso caos, enmarañado y sudado, pero sedoso y aun con olor frutal. Sus mejillas estaban coloradas y daban la impresión de estar ardiendo. Los ojos medio apagados que hace unos minutos recorrían toda mi desnudez con morbosidad, ahora habían recobrado su temple de seriedad. Su boca aún jadeaba un poco y sus labios evidenciaban las marcas de mis mordiscos.
Su pecho aún se inflaba con profundidad tratando de adquirir todo el oxígeno posible, el movimiento elevaba ese par de tetas casi esféricas, y verlas me hacía recordar lo increíble que fue tenerlas en mi boca saboreando tan exquisito manjar, definitivamente el mejor que alguna vez he podido degustar.
Gotas de sudor se deslizaban por la piel entre sus pechos y se precipitaban por su abdomen levemente tonificado por el ejercicio que habían realizado sus caderas, el sudor bordeó su ombligo con cambiante velocidad reteniendo mi mirada allí hasta que comenzó a recorrer su pubis perdiéndose en un pequeño cúmulo de cortos bellos púbicos que coronaban en forma de corazón su rosadito coño, el cual aún temblaba exhausto.
Me excitó mucho ver algo en particular, ella se había arrodillado sobre la cama con sus piernas abiertas sin ningún pudor frente a mí, de esta forma pude ver los ligamentos de sus aductores marcándose sobre su ingle develando formas extremadamente sugerentes para mi lasciva imaginación.
La suavidad de la piel sobre esos ligamentos, junto a la leve visión de los bordes de su trasero que se proyectaban tras su entrepierna, además de la blancura de sus tersos muslos, ahora brillantes por el sudor, provocaron nuevamente el despertar de mi lujuria.
– Hermana, realmente eres tan sexi – rugí lanzando su torso hacia el colchón, obligándola a quedarse sobre sus cuatro extremidades con el culo en alto hacia mí.
Ella intentó incorporarse, pero al ver como se levantaba su culo por encima de su postura me obligó a impedírselo. Sinceramente, esperé algún tipo de queja, un insulto o hasta un golpe, pues mi hermana era muy orgullosa y esa posición la hacía estar completamente sumisa y a mi merced.
Increíblemente, solo juntó un poco los talones y abrió las piernas hacia los lados, dejando la totalidad de su culo a mi disposición, bajó su abdomen y descargó su pecho sobre la cama mientras se tapaba la cara con una almohada (asumo que para esconder la vergüenza que le provocaba estar en esa posición)
Lo surreal de la escena me emocionaba a más no poder, ¿quién podría presumir de tener a su propia hermana gemela en frente de tal forma? La que alguna vez fue esa pequeña niña competitiva con la que me había criado desde la misma cuna, estaba allí, inclinada, delante de mí, exponiéndome su parte íntima más prohibida, exclusivamente para satisfacerme con ella a mi gusto.
Era una vista espectacular que me tenía sometido a un trance. En primer lugar, pensé en penetrarla sin piedad y consumar así nuestro amor filial, pero recordando que nuestros padres seguramente tardarían mucho más en regresar de donde sea que estuvieran, me dispuse a disfrutar un poco más del juego previo y deleitar con aún más placer a mi queridísima hermana.
Grande fue su sorpresa cuando sintió la calidez del aire exhalado por mi boca a escasos centímetros de su chorrearte coño.
– ¿Qué estás haciendo? – gritó, destapándose la cara y mirándome por debajo de su torso y entre sus piernas.
– Tú viste mi pene viniéndose en primera fila, yo haré lo mismo con tu vagina.
– Pero… pero… -tartamudeó un poco y una tierna frustración irradió de su rostro, antes de volverse a cubrir con la almohada, me advirtió -. Bueno, pero que no se te ocurra hacer nada raro.
«¿Nada raro?» Me cuestioné mientras estiraba los labios de su vagina a cada lado, expandiendo la carnosidad palpitante de su interior, pronto su preocupación cobró sentido para mí, pues noté lo expuesto que también había quedado su ano, un hermoso asterisco de pliegues que levemente se dilataba en esporádicos periodos de tiempo, me sorprendió lo apetitoso que se veía, sobre todo al estar atrapado entre un par de biscochos esponjosos de carne rosada.
El culo tonificado de mi hermana es de locos, no es gordo, pero sí voluminoso y finamente esculpido por sus prácticas de voleibol.
Aunque fue casi imposible obligarme a ignorar su ano, realmente no quise abusar de mi suerte. Quizás algún día sea una recompensa de la que pueda disfrutar con completa impunidad.
Me centré en su babeante coño que no era poca cosa, su orificio levemente expandido y jadeante, me invitaba a penetrarlo con lo que fuera, por lo que mis dedos, que ya lo conocían, volvieron a ingresar en sus profundidades arrebatándole gemidos a mi hermana a cada centímetro que recorría en su gloriosa extensión.
Sus piernas comenzaron a temblar y su voz fue acallada por la tela de la almohada que sostenía, la cual por un instante pensé que se tragaría.
Retorcí mis dedos en su interior y chorros de delicioso líquido transparente se desbordaron por sus muslos, líquido que no tardé en probar lamiendo el costado del muslo donde más se concentraban, el dulce néctar recorrió mi garganta como caramelo derretido.
Los pies de mi hermana se levantaban mientras sus rodillas aguantaban todo su peso, y sus dedos se recogían y extendían con cada aullido que ella sofocaba con la almohada, me alegré mucho de ser capaz de transmitirle tanto placer a la mujer que amo.
La excitación de ella fue tanta que se desplomó sobre su costado arrastrándome con ella, ya que mi mano aún estaba en su interior, mi cara quedó apoyada en las cercanías su coño, por lo que saqué mi mano para deleitarme un poco con la morbosa vista.
Vi que su orificio se dilataba y retraía con un sensual movimiento muscular que despertó en mí un apetito voraz y literal.
– Ale, abre tu hoyo – le dije dictatorialmente.
– ¿Qué dijiste? – no podía creer lo que yo le estaba pidiendo y realmente yo tampoco.
– Ale abre tu vagina con tu mano que te la voy a chupar toda.
Ella dudó un momento, pero tímidamente posicionó una mano sobre su trasero con las largas y decoradas uñas moradas rozando las comisuras de su coño, luego procedió a estirar hacia afuera con gran fuerza su propio sexo y me brindó la más espectacular de las vistas, la complejidad de su interior me miraba fijamente a la cara incitándome a entrar.
Mi lengua se disparó de mi boca directamente hacia su interior y tal como habían hecho mis dedos, comenzó a cobrar conciencia propia dentro de la intimidad de mi hermana, azotándola con oleadas de placer profesado por el deslizamiento de mi lengua a través de su estrecho orificio vaginal.
Sus piernas se recogieron y más expuesto quedo su coño al abuso de mi boca; ni en un discurso se habría desenvuelto con tal movimiento mi lengua como lo estaba haciendo dentro y fuera de la vagina de Alejandra, con la punta raspé su clítoris una y otra vez envolviendo su erección, lamí desde allí en forma ascendente pasando por su salada uretra que hacía una fuerza descomunal por retener su carga, volví a visitar su orificio vaginal, esta vez sacudiendo sus labios estirándolos hacia el exterior con leves mordiscos y chupadas. Culminé esa travesía besando y mordiendo su zona perineal, respetando por ahora su provocativo ano.
Cuando me disponía a volver a recrear ese camino, mi hermana empujó mi cabeza para atrás y se giró quedando boca arriba con mi cara aún cercana a su pubis.
Muy agitada y bañada aún más en sudor, me miraba con ojos cansados y expresión jadeante desde la lejanía.
– dios mío Alex, ¿podrías darme un descanso? – pronunció con dificultad para retener el aliento.
– Lo siento Ale, es que eres muy deliciosa, solo un poco más – le rogué.
-Está bien, pero ya casi me vengo otra vez – sonrió levemente al ver mi infantil expresión de emoción por hacer venir a mi propia hermana, creo que eso la prendió aún más -. Eres un chico malo, pero te voy a dejar comerme un poco más.
La sensualidad de sus palabras, pronunciadas con una expresión afrodisiaca, y mientras que estábamos envueltos en ese pequeño universo donde solamente existíamos los dos, me incitó a liberar por completo mi perversión.
– Ale, quiero ver cómo te tocas – Comenté y como si mi palabra fuera la ley, ella acercó ambas manos a su entrepierna, una con movimiento decidido por encima de su pubis y la otra algo más avergonzada por debajo de su culo, se encontraron en su perineo y cada extremidad se adueñó de uno de sus agujeros, mientras la responsable de la vulva enganchó su interior creando disturbios en su clítoris, la otra presionaba y tentaba la entrada de su ano.
El olor que expedía su autosatisfacción me mareó y comencé a jadear, más aún cuando vi nuevamente sus jugos rebosándose y esparciéndose por toda la sabana manchando por completo la tela.
Retiro su mano trasera y llevo los dedos a su boca mordiéndose la punta del índice de forma provocativa, mientras que con la otra mano abría los labios de su vagina invitándome de forma lasciva:
– Ven aquí hermanito, devórame.
Y eso hice, me lancé a su sexo como si ni hubiera probado alimentos en varios días, sé que no debió ser un espectáculo muy sensual, pues había dejado la sutileza de los movimientos provocativos a un lado para dar paso a un afán de saciar mi famélico deseo con los jugos de su ser más profundo.
Rodeé los muslos de Aleja por debajo con mis brazos y agarré con cada mano un cachete de su culo respectivamente para acercar lo que más pudiese la cadera de mi hermana a mi cara.
Sumergí por completo mi rostro en su entrepierna y extraje cada gota del erógeno elixir que surgía allí, pero tan rápido como consumía su esencia, su cuerpo recomponía la pérdida con más y más secreciones.
Sus gritos eran ensordecedores y su sabor embriagante, yo estaba absorto en su vulva y fácilmente podría decir que estaba en un paraíso de placer, ya que cada gemido era una recompensa por mi amor, hasta que escuché:
– Alex… Alex… más… Alex… qué rico hermanito… Ah…
Nuevamente, su voz me reafirmó la necesidad de devorar ese banquete.
Cada gota que mi lengua transportaba desde los alrededores de su clítoris a través de mi garganta era más dulce que la anterior, el intenso hedor me hizo destrozar a lengüetazos la diminuta esfera carnosa que coronaba el coño de mi gemela.
Sentí cerrar sus enormes muslos alrededor de mi cuello aprisionándome por completo y un par de firmes garras atajaron mi cabello hundiendo mi rostro en contra de su pubis, pensé por un segundo que moriría estrangulado o asfixiado, cualquiera de los dos habría sido un final feliz si no fuera porque aún había más experiencias que quería disfrutar con ella.
La explosión de jugos acompañados por alaridos lujuriosos y espasmos físicos, más parecidos a una convulsión, liberaron la tensión del cuerpo de Alejandra cuando ella llegó a su nivel máximo de excitación. El orgasmo que expulsó fue tan sensitivo que la despojó de absolutamente todas sus fuerzas; su mente se había transportado a un paraíso de placer lejano, dejando su cuerpo en el plano terrenal.
Se perdió tanto en su regocijo que olvidó que aún me tenía adentro de sus voluminosos muslos
– Ale… me estás… Ahogando – le expresé a punto de desmayarme mientras le palpaba repetidas veces la pierna como un luchador derrotado.
– Oh… perdón – dijo aun jadeando mientras me liberaba de la improvisada llave, y aunque creo que me arrancó uno que otro mechón de cabello, no quise interrumpir nuestro éxtasis mutuo.
Permanecí recostado sobre uno de sus muslos con su entrepierna aún cerca de mi cara, pero tan satisfechos como podíamos estarlo, ambos permanecimos en esa posición el resto de la madrugada, exhaustos, acabados y destruidos.
Un par de cuerpos con las almas extraídas de ellos y elevadas, flotando en medio de la habitación entre los penetrantes aromas.
Vimos con asombro y horror como los primeros rayos de sol se colaban a través de la ventana de la habitación y comprendimos que solo teníamos un par de horas de descanso antes del inicio de la primera clase.
La quietud en la casa nos previno que aún estábamos solos, por lo que no nos apresuramos en abandonar nuestro lecho compartido, sin palabras nos informamos mutuamente que disfrutaríamos de la compañía del otro un poco más, y aunque los acontecimientos de la noche me habían llenado de sentimientos que jamás pensé experimentar, todavía una duda permanecía arraigada en mi corazón:
«¿Alejandra estaría dispuesta a cruzar la línea conmigo?»
Continuará…
Como siempre, agradezco su tiempo y espero que sigan disfrutando de mi escritura.
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lujurian69
Una vez más, mucha gracia por disfrutar la historia.
Qué delicioso relato, la saga es sin duda una de las mejores que he leído en SST.