Correcto o… ¿Incorrecto?
¡Los animales son dulces! O eso fue lo que me enseñó papá..
Hola, a continuación les relataré una pequeña experiencia, pero estará en ustedes el que este relato continúe.
Mi nombre es Katherine, nacida en un pequeño pueblo de Irlanda en donde cada casa está a un par de kilómetros de la otra. Algo que le brindaba mucha privacidad a la peculiar familia en la que yo había nacido.
Dicha familia se conformaba por un padre, en ese tiempo de 45 años, una madre de 30, un hermano de quince y yo, que apenas tenía siete añitos. Del mismo modo, a un par de kilómetros vivían nuestros abuelos paternos quienes nos consentían mucho a mami, a mi hermano y a mí. Cuando papá se iba a trabajar ellos eran los que cuidaban de nosotros, pero esto solo para ponerlos en contexto.
Mi infancia fue tranquila, jugando entre animales, tierra, pasto y barro ya que era lo único que yo conocía en vista de que tomaba clases desde mi casa. Nunca me dejaron convivir con alguien ajeno a la familia y aunque les parezca raro, nunca le tomé importancia a esto. Yo era feliz y pese a que nosotros cuatro vivíamos solos, la diversión nunca faltaba cuando podía jugar toda una tarde denuda con mis animalitos.
Perros, caballos, cerditos, cabras y ovejas, entre otros. Todos ellos habían sido parte y testigos de cómo la inocencia de una niña se perdía, pero no lo digo de un modo triste. Al contrario, el ver a mis padres teniendo sexo desde pequeña era algo que siempre me había encantado desde mi ignorancia. Muchas veces a ellos no les importaba que mi hermano y yo los escucháramos, al contrario, creo que esto solo aumentaba el morbo de ambos ya que los gimoteos de mamá era tan fuertes que llamaban totalmente mi atención, causándome incluso un cosquilleo en mi pequeño y aun virginal coñito que no yo comprendía. Era una delicia escucharla, y lo era más, cuando el causante de estos mismos gimoteos no era papá, sino los abuelos, quienes aprovechaba a venir con nosotros cuando papá salía a trabajar.
— Mamá… ¿por qué gritas tanto?
— Ay, mi pequeña. Es lo que papi me enseñó a hacer.
— ¿Papi? ¿Y por qué no me enseña a mí?
— Mi vida, lo hará, lo prometo.
No recuerdo a qué edad exactamente empezó todo, estaba aun pequeña, pero mientras el tiempo pasaba, iba siendo consciente de que cuando papá llegaba a casa diciendo «dónde está mi pequeña perrita», yo debía salir corriendo a recibirlo con un gran abrazo con el que solía saltar para que él pudiera cargarme. Era ahí cuando sentía una de sus manos toqueteándo mi coño.
— Mhm… mi pequeña se porta bien no llevando sus calzoncitos.
— ¡Mamá me enseña a hacer feliz a papi!
— Mamá lo hace bien, ¿verdad? Mamá es una buena chica. — Esa sonrisa tan oscura siempre me había hecho helar la piel y causar un cosquilleo que, para la edad que yo tenía en ese tiempo, dicho cosquilleo era solo un clamor para que él metiera sus dedos en mi coño como siempre solía hacerlo.
— ¿Mamá tendrá algún premio esta noche? — Fue su dulce voz la que nos sorprendió. Esa dulce jovencita venía a abrazarnos a los dos y papá sonrió, asintiendo mientras besaba los labios de mamá con cierta hambre.
— La polla de tu amo y señor. Además, finalmente dejaré que pruebes el dulce de nuestra pequeña.
Llevaba casi que un mes con papá jugueteando entre mis piernas y en cada una de esas veces, mamá solo miraba con deseo ya que él no le permitía acercarse. «Es mía», gruñía siempre cuando su boca se pegaba con frenesí a mis pequeños labios.
— Mi niña… No sabes cuánto ha deseado mamá poder comer tu pequeño coño. — Sonriendo me agarró en sus brazos y me llevó con ella a la habitación, seguida de papá, para poder desvestirme.
— Mi amor, entonces… Si me dejarás probarla, eso quiere decir que esta noche… ¿tus padres también vendrán?
— Así es, cariño. Ellos deben ser parte de esto. Yo he preparado a Katherine para este momento, así como tú y yo lo hicimos con nuestro hijo. Esta noche es de ella, esta noche Katherine debe saber finalmente para qué nació.
Acostada en mi cama dejé que mis padres me desvistieran completamente. Papá recorría con su indicé los pequeños pliegues de mi coño mientras mamá acariciaba con su pulgar mis diminutos pezones.
— ¿De qué hablan, mami? — Pregunté en aquel momento aun con cierta inocencia pese a que disfrutaba el jugueteo de papá en mi coño.
— Mi pequeña. ¿Sabes lo que yo hago cada que los abuelitos vienen aquí? — Yo asentí — Pues exactamente eso harás, mi amor. Cada mujer en la familia de papá está destinada a complacer a los varones de ella. Mi deber, como esposa de papá, es complacerlo no solo a él, sino también tu abuelito, a los hermanos de papá y a tu hermanito.
— Así es, bebé. — Sonrió papá. — Cada mujer en la familia debe tomar la posición de esclava sexual, así como tú, mi amor. — Enterró su segundo dedo en mi coño, algo que me hizo reír ya que me había cosquillas. Mientras tanto su pulgar acariciaba mi clítoris. — Mi niña servirá a cada macho de esta familia. Incluido a los animales. — Ante estas ultimas palabras los ojos se me abrieron como platos. Para ese momento no sabía de qué hablaba exactamente, no fue sino cuando mamá esparció algo frío en mi coño, que mi cuerpo tembló. Posteriormente me hizo lamer los dedos con los que me tocó. Era mantequilla de maní.
— De qué hablas, papi. — Mamá se subió a la altura de mi cabeza, de forma que la misma pudiera apoyarse en sus piernas. Mientras tanto, papá abría las mía y llamaba a Rex a la habitación, un hermoso pastor alemán con el que yo había crecido.
— Rex todavía no te hará suya, pero mientras tanto… — Con un segundo silbido por su parte, el can llegó corriendo junto a su amo. Papá lo tomó del collar y acercó su hocico a mi coño.
Fue ahí cuando conocí el dulce placer más perverso.
Continuará…
Mmmmm pinta muy bueno este relato, por lo menos yo si quiero continuación. Felicitaciones, saludos.
Buen relato, espero la continuación.
Buenísimo el relato.5 estrellas de evaluación. Iré por la 2da parte de inmediato.