Cosas de familia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por KarlaSuarez.
Hacía tres meses que me había separado de mi marido, después de unos años de relación tormentosa en los que no había sido feliz, en la que por fortuna, pensaba en esos momentos, no había tenido hijos que me siguieran vinculando a él, y ahora, una vez separada me sentía como vacía y con la necesidad de empezar una nueva vida.
Precisamente a causa de mi exmarido, me había distanciado de mi hermana, que vivía en otra ciudad y a la que hacía años que no veía, por lo que ella al enterarse de mi separación, me invitó a pasar unos días en su casa, con su familia, lo cual acepté muy gustosa porque necesitaba recuperar la relación con mi hermana después de tantos años.
A su marido ya lo conocía de cuando se casaron, pero a sus hijos los recordaba de muy pequeños, teniendo ahora, su hija mayor 15 años y su hijo 11, a los que me encontré muy guapos cuando llegué a su casa.
Estuvimos todos charlando un largo rato sobre todos esos años pasados.
En la casa estaban también otra niña de unos 14 años y otro de 10.
Mi hermana me dijo que eran sus sobrinos, los hijos de la hermana de su marido, que vivían ahí al lado y los niños estaban siempre juntos en una casa o en la otra.
Después de la charla, no sé por qué, me pareció ver a mi hermana como cambiada, después de tantos años, quizás fuera sólo por el tiempo pasado, pero yo intuía que su cambio se debía a otras circunstancias, estaba como más extrovertida y más abierta en su comportamiento.
En principio, no quise darle más importancia y como era ya tarde, me fui a la habitación a dormir, porque estaba cansada del viaje.
Mis sobrinos le dijeron a su madre que esa noche iban a dormir sus primos con ellos, lo que era habitual según me dijo ella, pero les advirtió de que no hicieran mucho ruido por la noche porque yo tenía que dormir y descansar.
De todas formas, no la hicieron mucho caso, porque tenía su habitación al lado y les oía reírse, gritar y hablar entre ellos, aunque como estaban de vacaciones, no tendrían prisa por madrugar al día siguiente.
Cuando me desperté al día siguiente escuche reírse y hablar a las niñas al otro lado de la ventana de mi habitación, que daba a un patio y me levanté a mirar llamándome la atención ver como mi sobrina y su prima, tenían a mi sobrino con los pantalones bajados y le estaban tocando la pollita, que estaba toda tiesa y se iban agachando para metérsela en la boca una y otra, mientras mi sobrino las miraba dejándose hacer, mientras ellas decían:
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– Ves, todavía no le sale nada.
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– Pero está rica igual.
Me quedé muy sorprendida al ver eso, un poco bloqueada sin saber qué hacer, y aunque mi primera reacción fue salir y decirle a ellas: (¡Eh!, ¿qué le estáis haciendo al niño?), me quedé mirando esa escena sintiendo como me estaba excitando al verlos hacer eso.
Al poco rato, lo dejaron y siguieron a sus cosas, como si nada.
Yo no sabía muy bien si decírselo a mi hermana, o callarme, no sabiendo si ella ya sabía que hacían esas cosas o lo ignoraba y yo podría causarle un disgusto y problemas en la familia, así que opté por no decirla nada, porque después de esos años sin contacto, había perdido un poco de confianza con ella.
Durante la comida, mi hermana me preguntó si me habían molestado mucho los niños por la noche y yo la comenté que algo les oía, pero que había dormido bien y ella me pidió que les disculpara, que cuando se juntaban eran terribles.
(Pues sí que lo eran, pensé para mí).
Pero pronto me di cuenta de que esa escena que había visto en el patio, no iba a ser algo aislado en esa casa, ya que después de la comida vi como mi sobrina se sentaba encima de su padre haciéndose la mimosa, mientras su madre la decía que la ayudara a recoger la mesa, convenciéndola su padre de que lo hiciera, dándole con la mano en las nalgas cuando se levantaba.
Y luego, cada vez que pasaba a su lado, volvía a darla una palmada en el culo entre las risas de su hija y ante la indiferencia de su madre.
Cuando mi sobrina acabó de recogerlo todo, volvió a sentarse encima de su padre yendo yo a la cocina para ayudar a mi hermana y en un momento que salí al pasillo, vi como seguía ella encima y su padre estaba metiéndola mano descaradamente, poniéndose cada vez más cariñosa con él.
Otra vez volví a quedarme paralizada y encima esta vez, me di cuenta de que mi hermana los había visto también y no había dicho nada, notándola incómoda conmigo por haber presenciado eso, por lo que me quedé mirándola como queriéndola preguntar qué estaba pasando, pero ella al ver mi sorpresa me dijo:
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– A veces se ponen así.
No tiene importancia.
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– ¿Cómo que no la tiene? Tú marido está calentándose manoseando a vuestra hija y ¿tú no tienes nada que decir?
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– Bueno, es que hay muchas cosas que tú no sabes.
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– ¿Qué quieres decir?
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– ¿Te acuerdas de cuando éramos pequeñas que me decías que papá se iba alguna noche a tu cama y que tú le echabas de la habitación?
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– Sí, claro que me acuerdo.
Menudo sobón estaba hecho.
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– Pues cuando le echabas tú, se venía a mi habitación.
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– ¿Qué me estás diciendo? Pero si tú eras más pequeña y ¿quería eso contigo también?
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– Sí, por eso no me atrevía a echarle como tú y le dejaba que se metiera en la cama conmigo.
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– Y te haría de todo, claro.
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– Ya te puedes imaginar.
Estuvo follándome durante años.
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– Y yo sin enterarme de nada y tú sin decirme nada tampoco.
¿Y mamá como permitía todo eso?
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– Ya sabes cómo era.
Nuestro padre la tenía dominada y no se atrevía a levantarle la voz.
Y yo cómo te lo iba a decir.
Es que además, me da vergüenza decírtelo, pero me gustaba lo que me hacía.
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– Ya entiendo, claro.
Por eso ahora no te parece mal que tu marido haga eso con tu hija.
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– Me he acostumbrado ya.
Además, le conté a mi marido lo que me pasó con mi padre, lo que sentía con él y como abría de piernas siempre que me lo pedía, así que te puedes imaginar lo que pasó después.
Se excitó muchísimo y empezó él a meterse con la niña también sin que yo pudiera decirle nada.
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– ¿Quieres decir que se la está follando también?
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– Sí, desde hace unos años.
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– Madre mía.
Ahora lo entiendo todo.
Tengo que decirte algo.
Esta mañana vi en el patio a tu hija con su prima tocándole y chupándole la polla a su hermano.
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– Te quedarías de piedra, claro.
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– Pues sí, pero creo que tú ya lo sabes todo eso, ¿no?
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– Sí, ya te digo que hay muchas cosas que no sabes.
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– Bueno, pues estoy deseando que me las cuentes todas.
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– ¿Te acuerdas de aquél verano que nuestros padres me mandaron al pueblo, a casa de mis tíos? .
– Sí, no entendí por qué no me dejaron a mí ir contigo.
Te pasaste todo el verano con ellos.
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– Verás, lo que pasó es que me quedé embarazada de papá y para no dar que hablar me enviaron los últimos meses con ellos, que ya estaban al tanto de todo.
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– Madre mía, no me lo puedo creer.
Me acuerdo de que te quejabas que tenías la barriga hinchada y no te querían llevar al médico.
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– Claro, como me iban a llevar, si estaba embarazada y yo ni lo sabía, ya te puedes imaginar el escándalo si el médico se enterase.
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– ¿Y dices que los tíos lo sabían?
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– Sí, de eso me enteré después, porque mi tío se pasó todo el verano follándome aprovechando la situación.
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– Pero bueno.
¿Es que yo no me enteraba de nada? Ahora me acuerdo de que ese verano, mi padre se puso muy pesado conmigo y estaba todo el día detrás de mí.
Te echaría de menos, claro.
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– ¿Te acabó haciendo algo a ti también?
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– Sobarme todo lo que quería, sí.
Y me acuerdo que una vez se sacó la polla y me la quería meter cuando apareció nuestra madre y se enfadó mucho con él, diciéndole que a ver si pasaba conmigo lo mismo que con mi hermana.
En aquél momento no lo entendí, sólo la agradecí que me lo quitara de encima, aunque me sorprendió que se pusiera así con él, pero ahora me doy cuenta de por qué le dijo eso.
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– No sabía que te había pasado eso.
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– Es que debía creerse que nos tenía a su disposición.
Bueno, y su hermano parecía que era igual, por lo que me cuentas.
¿Pero qué pasó con tu embarazo? ¿No tuviste al niño?
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– No, porque acabé abortando.
Era muy niña todavía y yo creo que era lo que querían mis tíos, porque mi tía le animaba para que me follara supongo que para provocar que abortara, porque imagínate el escándalo que sería que yo tuviera un niño.
Luego me enteré de que eso pasaba mucho, que cuando alguna cría se quedaba embarazada, las mandaban con algún familiar para que si acababa teniendo al niño, o lo criaban ellos como podían o lo entregaban a alguna familia de las que siempre estaban a la espera en casos así.
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– Me dejas muy sorprendida.
Nunca había imaginado que ellos fueran así.
Conmigo se comportaban de una forma normal.
El tío nunca me quiso meter mano ni nada que yo recuerde, aunque si me miraba mucho.
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Pues la familia de mi marido es igual.
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– ¿Tus cuñados? O sea, que también lo hacen con sus hijos.
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– Y con los míos.
Mi cuñada fue la que me metió el vicio con el crío.
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– ¿Cómo que te metió el vicio? ¿Qué quieres decir?
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– Que una vez la pillé chupándosela a mi hijo, y me pareció fatal, diciéndola de todo, y que como se atrevía a hacerle eso al crío.
Ella me dijo que si no veía como le gustaba al niño que le hiciera eso y que si yo lo probara, me encantaría.
La verdad es que me dejó desconcertada y miré a mi hijo preguntándole si era verdad que le gustaba, pero qué preguntas hacía yo, pues claro que le gustaba, parecía tonta.
Y mi cuñada me dijo que se lo hiciera yo también, y que probara lo rica que estaba esa agüilla que le salía del pene al chupárselo.
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– ¿Y lo hiciste?
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– Sí, no sé si estaba loca o qué, pero imagínate la situación.
Me puse a chupar la pollita de mi hijo que me cabía completamente en la boca y todos mis reparos se me olvidaron por el gusto que estaba sintiendo observando como gozaba él también, esmerándome yo en succionar ese líquido que le salía que no era semen, claro, pero me encantaba su sabor.
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– Por eso se ve al crío tan acostumbrado a que le hagan eso.
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– Sí, ya ves, hasta su hermana y su prima.
A partir de eso, mi cuñada me traía a su hijo también para que se lo hiciera y me decía que estaba empeñada en sacarles la leche ella la primera.
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– Todo esto que me estás contando me parece una locura, pero me estoy poniendo cachonda, jaja.
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– Pues mira, si te animas a hacérselo tú también, no me va a parecer mal.
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– No me puedo creer que estemos teniendo esta conversación, pero la verdad es que me están dando las ganas.
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– Esta noche cuando nos acostemos, te aviso para meternos en su habitación.
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– ¡Qué nervios! Parezco tonta, a mi edad sintiéndome así por chupar una polla.
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– Es que no es una polla cualquiera, es la de tu sobrino y vas a probar algo único.
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– Tienes razón.
Ya tengo ganas de que llegue la noche.
Mientras llegaba la noche, yo seguía preguntándome como había llegado hasta este punto de excitación nerviosa por lo que podía ocurrir y no entendía como algo que nunca me había llamado la atención especialmente, podía trastornar mi mente hasta desear algo con tanto morbo como la primera vez que estuve con un hombre.
Cuando todos estaban acostados, mi hermana me llamó para ir a la habitación de su hijo.
Al entrar, lo vimos tumbado en la cama y me pareció que estaba como masturbándose, por lo que me sentí turbada al verle así, teniéndome que decir mi hermana que me acercara, diciéndole a su hijo que yo quería chupársela.
Mi sobrino me la ofreció orgulloso con sonrisa pícara y yo seguía sintiéndome como en un sueño porque no acaba de creerme que estuviera haciendo eso en realidad, pero sí que era real cuando la tuve entre mis dedos y todavía temblando por los nervios, empecé a movérsela sacándole el glande fuera, lo que me pareció la cosa más deliciosa del mundo en ese momento.
Mi hermana me hizo una seña para que me la llevara a la boca y al instante lo hice sintiendo una sensación extraña por tener en la boca una polla de ese tamaño con la que podía jugar con mi lengua como si fuera una especie de caramelo, lo que me acabó excitando de una forma como no recordaba y más cuando empecé a sentir ese líquido que le sabía, con un sabor dulce que llenaba todo mi paladar, teniéndole que dar la razón a mi hermana, porque aquello me parecía lo más maravilloso del mundo.
Creo que sin darme cuenta, me llevé una mano a mi coño para tocármelo, porque lo tenía empapado y necesitaba pellizcármelo con los dedos para aliviar esos picores que me estaban viniendo, sin importarme que me vieran tener un orgasmo en ese momento.
Después de estar un rato succionándole la polla, parecía que no le salía más, pero yo seguía y mi hermana me dijo que parara un poco, que le había dejado seco.
Yo me sentía como en otro mundo, mareada y embriagada por la experiencia y mi hermana tuvo que decirme que le dejáramos descansar, que al día siguiente podríamos sacarle más.
Al volver a mi habitación, tuve que volver a masturbarme como una loca varias veces hasta que me quedé dormida agotada.
A la mañana siguiente estaba como transformada, no me atrevía a mirar a la cara a mis sobrinos ni casi a mi hermana, sintiendo una vergüenza interior por lo que había pasado la noche anterior, lo que a mi hermana le hizo gracia diciéndome:
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– Pero que tonta eres.
Tienes que relajarte y disfrutar.
Eso mismo día volví a tener otra conversación con ella, porque tenía muchas preguntas que hacerle y no sabía ni cómo empezar, porque cada cosa que me contaba era una sorpresa para mí, porque nunca hubiera imaginado que entre familia pudieran darse esas situaciones de una forma tan natural.
La pregunté que como se arreglaban su marido y su cuñado para no embarazar a las niñas y me dijo que como su cuñado era médico, les daba las pastillas anticonceptivas para no tener ningún problema con ellas, siguiendo preguntándola:
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– ¿Cómo te diste cuenta de tus cuñados eran así también?
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– Porque cuando eran las niñas pequeñas, mi cuñado dejaba que su hija jugara con su polla y yo me quedaba muy sorprendida de que su mujer lo consintiera, ya que incluso la había visto darle lametones.
Y así, fui dándome cuenta de muchas cosas, hasta que más adelante fueron pasando todas esas cosas que te conté.
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– Ya me imagino por las situaciones que habrás pasado, y que te irías aficionando a ello, después de lo que hicimos ayer con mi sobrino.
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– Así fue, todo fue muy morboso para mí.
¿Qué te parece si vamos esta tarde a casa de mi cuñada? Vamos a juntarnos todos y ahí podrás ver como es un día normal para nosotros.
La proposición de mi hermana me dejó muy inquieta y expectante de lo que podría ocurrir allí, así que acepté un poco avergonzada también por lo que estaba cambiando mi vida esos días en su casa.
Cuando llegamos mi hermana y yo, ya estaban allí todos los demás y pronto pude ver el ambiente que se respiraba allí, con las niñas sentadas encima de los dos hombres y los niños con una señora mayor que me presentaron como una vecina que se había quedado viuda y solía frecuentar su casa también.
Me senté con ellos y pude escuchar como el cuñado de mi hermana le decía a su marido:
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– Que buenos muslos tiene tu hija ya.
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– Sí, cuando me cabalga es una maravilla.
Y las tetas de la tuya me encantan también.
Si ya las tiene así a esta edad, dentro de unos años se le van a poner tremendas.
En otro sofá, la señora viuda, se entretenía tocándoles la polla a los niños mientras me hablaba entusiasmada de ellos:
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– ¿Tú los has probado ya?
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– A mi sobrino solo.
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– Son una delicia.
Yo lo descubrí con mi nieto cuando me lo dejaban sus padres, pero no tengo mucha oportunidad porque están fuera.
Llamaron a la puerta y entraron otros amigos de mi hermana y mi cuñado, un matrimonio joven, con un chico muy guapo de unos 16 años y una niña que me pareció que andaría sobre los 10, a los que recibieron con especial alegría, sobre todo refiriéndose a la niña:
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– ¡Ah, qué bien! Os habéis decidido a traer a la niña ya.
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– Sí, porque ella nos lo estaba pidiendo.
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– Claro, si ya la estuvisteis sobando la rajita, la entrarían las ganas también.
Diciendo mi cuñado:
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– A ver, cariño, enséñanosla a ver como la tienes.
La cría se levantó la falda y bajándose las bragas, nos mostró su pubis abultado con la rajita ligeramente entreabierta, lo que sorprendió a todos, abriéndosela totalmente con los dedos su padre para que viéramos el pequeño clítoris que tantas veces él habría lamido ya.
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– Qué maravilla, es una preciosidad.
Se nota que ya la habéis estado dando gusto a la nena (pasándole el dedo mi cuñado, que se lo chupaba para saborear el flujo de la niña a la vez que facilitaba que se introdujera más en su vagina).
Interviniendo su madre:
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– Bueno, dejar un poco tranquila a la cría, que se va a agobiar.
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– Tranquila, que no se agobia, yo la estoy viendo que ya tiene ganas de tener las pollas en la mano, jaja.
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– Claro, va a disfrutar mucho siendo el centro de atención.
Yo continuaba un poco aturdida por los acontecimientos, con esa sensación de estar como en un sueño, porque un mes antes si me llegan a decir que iba a estar viviendo eso, no me lo creería, aparte de que ni me imaginaba que algo así pudiera existir y que mi propia hermana lo viera con tanta naturalidad.
Pero desde que había llegado a esa casa, me di cuenta de que todo era muy real y lo único que tenía que hacer era disfrutar de todo lo que se me estaba ofreciendo, así que me dejé llevar por el morbo de la señora viuda que me había elegido como su compañera de juegos con los críos, a los que no cesaba de masturbar mientras ellos manoseaban sus generosos pechos:
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– Anda, tú chúpasela al más pequeño, que no lo has probado todavía, y yo a tu sobrino.
Me lo puse encima de mí y empecé a chupársela metiéndome hasta sus testículos en la boca, sintiendo esa sensación que no había podido experimentar hasta ahora y comprendiendo el entusiasmo de la señora y de cualquier mujer que haya tenido la oportunidad de probar algo así, comprobando al poco rato como el niño empezaba a destilar ese líquido que yo sorbía como el mayor de los manjares y que tenía efectos embriagadores sobre mí, proponiendo un intercambio a la señora para ir probando a los dos.
Mi hermana se acercó a nosotras comentándonos:
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– Cómo os estáis poniendo, los vais a dejar secos, jaja.
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– Sí, la pena es que no nos puedan follar todavía, porque yo estoy ya encharcada (la respondí).
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– Pues yo me los follo igual.
Me los pongo entre las piernas y hago que me la froten con el clítoris y hasta me la meten, que eso les encanta (añadió la señora).
Diciendo mi hermana:
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– Bueno, yo cuando ya no puedo más, tengo a mi marido y mi cuñado para que me follen bien, así que ya sabes, puedes servirte sin ningún problema, aunque ya me he fijado que no le quitas ojo al hijo de mis amigos.
Ese sí que te follaría de maravilla.
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– Sí, a ver si le llega para mí, porque ahora está con tu cuñada, dándola bien, jaja.
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– Claro que le va a llegar, con esta edad son una maravilla, nunca se cansan y tienen semen para todas, jaja.
Acto seguido, la señora que ya se la había estado chupando a los dos a su gusto, se tumbó con las piernas levantadas para que ellos se pusieran encima de ella y la follaran como pudieran.
Ella misma les ayudaba a moverse para rozar su pollita con su coño.
Era fantástico ver esa escena, algo que me pareció tan morboso y excitante, que yo misma me puse junto a ella, para que se pusieran encima de mí y disfrutar de ese roce igualmente, notando como el más dotado la introducía en mi coño, aunque lo que me apetecía realmente era meterme en la boca esos penes y saborear ese líquido tan sabroso que al parecer tanto entusiasmaba a las mujeres cuando entraban en una edad madura, diciéndome la señora:
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– Yo ya la dije a tu hermana que si tuviera a estos críos en casa, estaría todo el día comiéndosela, jaja.
Cuando eché la vista alrededor, vi a las dos niñas follando con los hombres mientras la más pequeña se dejaba lamer la vagina, en lo que se iban turnando ellos bajo la atenta mirada de su padre que no quería que la follaran de momento, porque decía que ya habría oportunidad en las próximas ocasiones, que no quería darla todo todavía, lo que los demás respetaron, aunque morbosearon todo lo que quisieron con ella divirtiéndose especialmente, ya que tener la oportunidad de poder estar con una nena así, siempre va a ser muy especial y no suelen tenerse muchas oportunidades a no ser que sea tu propia hija, por lo que no pudieron evitar reprocharle al padre de la nena:
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– La próxima vez que la traigas, seguro que ya va a estar follada.
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– Bueno, si fuera así, os será más fácil para vosotros también.
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– Ya, pero ya sabes el gustazo que es desvirgar a una cría así.
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– Vosotros ya tuvisteis oportunidad con las vuestras y ya lo pudisteis disfrutar.
Mientras ellos seguían hablando, mi hermana me trajo al chico mayor:
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– Ya que tú no te decidías a ir a por él, te lo traigo yo.
Mírale, ya está preparado.
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– Qué hermosura, que polla más rica.
Mirándole a él, como pidiéndole permiso, me dispuse a lamerla con verdadero deleite, sintiendo como me llenaba la boca, a la vez que mi coño se convertía en un charco deseoso de recibirla en su interior.
Yo no pude aguantarme mucho más tiempo y me senté en el borde del sofá abriendo las piernas para que él acercara su pene a mi coño y entrara dentro de él follándome como llevaba deseando desde que le había visto.
Era la primera vez que estaba echando un polvo desde que me había separado y además al ser con este chico, mi excitación era doble, por lo que nada más sentirla en mi interior, parecía como si empezaran a fluir mis orgasmos de una forma cada vez más intensa, mientras era follada vigorosamente por la polla de un adolescente que me llenaba plenamente.
El chaval se corrió dentro de mí, lo que junto a los varios orgasmos que había tenido, me dejó en un estado de relajamiento en el que ya no me importó que mi cuñado y los demás hombres se pusieran encima de mí para follarme uno tras otro y tras un tiempo para recuperarme, empecé a ser consciente de lo que había sucedido.
Después de separarme de mi marido había vuelto a disfrutar de lo que es tener una polla entre las piernas, pero no una polla cualquiera, sino la polla de un chaval, algo que nunca había imaginado, de las pollas de mi cuñado y otro hombre desconocido y había podido disfrutar de las pollitas de dos críos que nunca se me había pasado por la cabeza que pudieran dar tanto gusto a una mujer madura.
Pasados unos días, en los que no me faltó el sexo diario, tuve que volver a mi casa con la duda de cómo iba a continuar mi vida sin que esas situaciones tan morbosas formaran parte de mí día a día, en el que hombres quizás no me fueran a faltar, pero yo seguía dándole vueltas a la cabeza por el cómo iba a poder seguir disfrutando del maravilloso néctar de mi sobrino y su primo, que pronto se iba a convertir en semen, del que iban a poder seguir disfrutando sus madres y cualquier mujer que tuviera la dicha de estar con ellos.
A partir de ese momento empecé a mirar con envidia y con un cierto morbo a todas las madres que tenían algún hijo, pensando en si ellas también saborearían el dulce néctar de sus hijos, un pensamiento que creo que llegó a trastornarme en cierto modo, porque a veces me sorprendía a mí misma haciendo preguntas indiscretas a alguna amiga con niños pequeños, con la que tenía más confianza, mirándome ellas un poco sorprendidas y desconcertadas, aunque también hubo otra que no me respondió, pero me devolvió una sonrisa enigmática y vergonzosa que no daba lugar a dudas de lo que yo estaba hablando y que ella había entendido perfectamente, lo que elevó mi excitación a un punto en el que no recordaba haberme sentido así nunca.
Cuando volví a hablar con esta amiga, no sé por qué, quizás por estar divorciada como yo, por el morbo que empezaba a envolvernos a las los o el ambiente distendido del momento, pero el caso es que empezó a confesarme la relación que estaba teniendo con su hijo.
Yo no me acababa de creer que esta amiga se hubiera decidido a contarme todo eso, quizás porque necesitara desahogarse o compartirlo con alguien que pudiera entenderla y yo tuve la suerte de ser esa persona, así que empezó a contarme con detalle como hacía unos años había empezado a chupársela a su hijo como una especie de juego con él, en el que su hijo cada vez se iba excitando más, él también quería tocar y su madre se lo fue permitiendo, yendo cada vez a más hasta que se convirtió en algo habitual como una especie de vicio.
Su hijo había cumplido ya 13 años y me decía que cada vez echaba más semen, pero que muchas veces se lo sacaba hasta que no le quedaba más, pero ella seguía masturbándolo hasta dejarlo agotado.
Toda esta confesión me estaba excitando muchísimo y tuve que preguntarle:
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– ¿Dejas que te folle ya?
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– Sí, yo no tengo otro hombre en casa como tú y ya sabes las ganas que se tienen a veces de tener una polla dentro, así que empecé a dejar que me la metiera porque nos excitamos tanto los dos que lo necesitamos y no tenemos por qué dar explicaciones a nadie.
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– Por supuesto.
Yo no soy nadie para juzgar tus actos y lo entiendo perfectamente, porque después de las experiencias que he tenido últimamente, yo hubiera hecho lo mismo y la verdad es que te envidio.
Mi amiga se quedó mirándome como si no se atreviera a decirme algo, pero finalmente me dijo: .
– Cada vez me estoy haciendo más morbosa.
Llámame loca, pero me apetece ver a mi hijo con otra mujer.
Sólo ha estado conmigo, y a él le encantaría.
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– ¿Me estás proponiendo que yo tenga algo con él también?
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– Sí, no sé qué pensarás, si soy una degenerada o que he perdido la cabeza, pero ya que te he contado esto, creo que tenemos confianza para hablarlo.
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– Claro mujer.
No sabes la alegría que me das.
Conmigo no tienes que disimular nada.
Las dos podemos disfrutar mucho con tu hijo.
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– Gracias, cuando empezaste a hacer ciertas preguntas a las mamás, me di cuenta de que podía confiar en ti y no te ibas a escandalizar por estas cosas.
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– Gracias a ti.
Estoy deseando ya ir a tu casa.
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– Qué te parece el fin de semana, que está el crío más descansado y tenemos más tiempo para estar con él.
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– Estupendo.
Iré este fin de semana.
Se me hizo un poco larga la espera de los dos días que faltaban para el fin de semana, pero a la vez me sentía aliviada porque iba a conseguir algo que creía muy difícil que pudiera darse sin grandes riesgos.
Cuando llegué a su casa, miré a su hijo de una forma muy distinta a la que le había mirado todas las veces que le había visto desde que era pequeño y él me devolvió la mirada con un poco de timidez, al ser consciente de lo que iba yo a su casa, porque su madre ya habría hablado con él y tendría los típicos nervios de un crío de su edad ante una situación así, a pesar de toda la experiencia que pudiera tener ya con su madre, por lo que ella trató de relajar el ambiente, gastándole alguna broma que nos hizo reír a todos, diciéndole finalmente:
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– Anda, vamos a la habitación, que estaremos más cómodos.
Cuando estuvimos allí, la madre se sentó en la cama y le bajó los pantalones a su hijo, que todavía no tenía su pene en erección, quizás por los nervios del momento, pero en cuanto ella se lo metió en la boca aumentó su tamaño rápidamente, lamiéndolo su madre e introduciéndoselo todo en la boca mientras me miraba a mí morbosamente.
Yo me desnudé y me acerqué ofreciéndole mis tetas al chaval para que me las chupara mientras con la mano se atrevía a metérmela entre las piernas buscando mi mojada vagina, lo que le facilité abriendo mis piernas y haciéndome estremecer con sus toqueteos.
Estando ya los tres en pleno grado de excitación, mi amiga me ofreció el pene de su hijo para que lo chupara, aunque primero lo agarré con la mano palpando toda su extensión y apretando con ella sus testículos, me lo metí en la boca devorándolo con ansiedad, no parando hasta que sentí su primera descarga en mi boca, que efectivamente era ya auténtico semen, un semen delicioso que llenó mi garganta para seguidamente pedirle que me follara, haciéndole gracia a su madre las ganas que tenía de tenerle dentro, pero la verdad es que yo estaba como fuera de mí y no aguantaba más por correrme por primera vez.
Se puso encima de mí y empezó a moverse con rapidez, dándome fuerte y arrancando mis continuos gemidos hasta que me hizo correrme, casi a la vez de que él lo hiciera otra vez.
Su madre le dijo:
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– Estás hecho un hombretón, cariño, has dejado a mi amiga chorreando.
Ahora, mientras te recuperas, cómenos el coño.
Empezó con el de su madre, que necesitaba correrse después del espectáculo que estaba viendo y cuando lo consiguió, metió la cabeza entre mis piernas y empezó a comerme el coño de una forma tan rica como no recordaba que me lo hubiera hecho nunca mi marido.
Se notaba que su madre le había enseñado bien y nuevamente consiguió hacerme llegar al orgasmo.
Luego, ya nuevamente empalmado, folló a su madre mientras yo me sentía una privilegiada por poder observar algo tan íntimo entre una madre y un hijo, que era capaz de satisfacernos a las dos, haciéndome imaginar todas las buenas tardes que nos esperaban juntos, sospechando que yo con el tiempo acabaría convirtiéndome en una vieja viciosa como la vecina viuda de mi hermana en busca de preadolescentes a los que sacarles su primer zumito.
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