Cosas que pasan hace años
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Llina.
Qué tiempos.
Leyendo algún relato, me he animado a escribir un recuerdo de mi infancia: mi primer contacto “con tacto” del sexo opuesto.
Advierto que no es lo mismo acercarse al sexo cuando se es una adolescente o una adulta que cuando se es una niña.
Mientras en el primer caso hay excitación sexual, amor, romanticismo…, cuando se es una niña solo hay curiosidad, la curiosidad propia de la edad.
Y, hablando de curiosidad, recuerdo cuando un chico mayor enseñaba el pene a un grupito de chicos, y estos corrían la voz como si fuera un espectáculo.
Todos corrimos a ver aquello, jajaja.
Recuerdo haber visto mucho pelo (solo se abrió el pantalón y sacó su “cilindrín”).
Nos quejábamos de que lo habíamos visto poco, porque ahí había un montón de niños curiosos que se apelotonaban alrededor del “mayor”.
Me imagino que sería distinto que uno de nosotros (aunque más mayor) nos enseñase su miembro desarrollado a que un exhibicionista adulto nos asaltase en privado.
Lo primero era jolgorio, y lo segundo… gracias a Dios nunca me pasó.
Pues ya tenía yo la idea del aparato reproductor masculino: en dibujos genéricos ya lo había visto (los dibujos de los libros de texto de aquella época no ponían muchos detalles), y, después de haber sobrevisto la entrepierna de aquel chico, lo que se me quedó en mente era que en aquella zona había una mata de pelo.
Sin haber visto a ninguna mujer desnuda, ya me había cerciorado (por conversaciones con las amigas del cole o con el grupito de amigos del barrio) que las mujeres adultas también tenían una mata de pelo en la entrepierna.
Vaya, jejeje.
Entonces yo tenía en torno a 10 años, estaba en 5º curso.
Tengo un hermano que tiene 5 años más que yo, y otro que es 5 años mayor (o sea, que me saca 10).
El mayor hacía una vida muy ajena a la de los más pequeños, pues con 20 años casi es mi segundo padre.
Y yo me relacionaba más con el de 15.
Es este hermano de 15 quien me enseñó alguna cosilla, jeje.
Pero…, algo tuvo que ver mi hermano, el que tenía 20 años entonces, pues escondido en su armario, tapado con ropa tenía una revista.
Fue mi hermano de 15 quien descubrió esa revista, que no era porno como lo llamaríamos ahora (no tenía fotos explícitas de penetraciones o primeros planos de órganos sexuales) sino erótica, con fotos de mujeres desnudas, hombres desnudos…, pero no exagerado.
Eran más exageradas las ilustraciones y los dibujos que traía esa revista, que ahí sí que se ilustraban escenas de sexo, pero en plan caricatura.
Pues pillé a mi hermano, el que tenía 15, ojeando esa revista con la puerta del armario entreabierta.
Había descubierto esa revista, y estaba viéndola.
Con 15 años me imagino que estaría con las hormonas revueltas.
Pues vi a mi hermano viendo la revista que en la portada se adivinaba carne humana femenina, y eso me llamó la atención.
¿Qué está viendo???.
Me acerco y me aclara que esa revista estaba escondida en el armario del mayor, pero que no digamos nada.
Estuvimos viendo esa revista…; mujeres desnudas como desfilando en algún concurso o como pase de modelos, pero sin ropa.
Algunas con pelos en el chichi, otras con bigotito…, a una le hacía una entrevista un reportero poniendo el micrófono en la vagina peluda como dialogando con ese coño.
Jajaja, ahora me río, pero entonces era una situación bastante curiosa.
Respecto a los cuerpos masculinos desnudos, había muy pocos en esa revista, casi siempre de espaldas, pero había algunos: también peludos (era la época, no como ahora que todo quisqui se depila), y con el pinganillo flácido, salvo algunos, que estaban como echando crema bronceadora en la espalda de una mujer: ese hombre tenía el rabo tieso, jeje.
Pero no eran fotos de primeros planos sino de un plano general.
Pero ahí estaba el pene tieso.
Lo advirtió mi hermano que me decía que ese tío estaba “cachondo” por sobar el cuerpo de la mujer que estaba relajada sobre una toalla.
Él, mi hermano, también estaba “cachondo” viendo esa revista, y ante alguna pregunta curiosa por mi parte, ya me explicaba él la respuesta: que el pene, excitado sexualmente, se hincha y crece, como el de esa foto y alguna foto más donde salía algún pene erecto.
Jajaja, me preguntaba yo qué iba a hacer aquel hombre con ese pene hinchado, que no iba a caberle en el bañador, si se lo ponía, o si se vestía (años después, he visto alguna vez algún pene hinchado en la playa bajo el bañador de algún hombre que habría visto “alguna” cosa excitante tomando el sol).
El caso es que, mi hermano me decía que esas cosas pasaban, y que habría que acomodarse como se pudiese el pene hinchado y disimular tapándose la entrepierta abultada con algo.
Y me enseñó su entrepierna, con su pene palpitante bajo el pantalón.
Jeje, parecía como un alien que daba saltitos.
Imagina la cara que puse, jaja.
Mi pregunta era obligada: ¿se te ha puesto como al de la foto?, dije a mi hermano, que me respondía que sí.
¿Igual igual?, insistía yo como intentando probarle, a lo cual me respondió mi hermano: ¿quieres verlo?.
Venga.
Se bajó la bragueta, se hurgó por dentro y sacó su morcilla hinchada, que, cuando estuvo en libertad parece que se hinchaba todavía más.
Vaaaaya, dije con asombro, viendo como el prepucio se iba bajando según el pene apuntaba hacia arriba.
Sí…, dije entrecortadamente, está hinchada.
“Muy dura”, replicó mi hermano.
Y, sin haberlo pensado, y para comprobar lo que había dicho mi hermano, agarré ese pene sin que nadie me dijera nada.
Efectivamente, noté la dureza de ese miembro, pero lo que más me llamó la atención era el calor que desprendía.
Era un palo caliente.
“Vaya, sí que está dura, y muy caliente”, le dije.
Pero, ahora que estaba libre ese pene, ¿cómo lo volvía a meter en el pantalón?; estábamos en casa y podía acercarse cualquiera a la habitación, desde mis padres o mi hermano de 20 años.
Pues mi hermano de 15 se abrió el pantalón se torció el pene para entrarlo en los calzoncillos y se volvió a abrochar.
El bulto era impresionante y visible bajo el pantalón, pero el pene tapadito bajo el pantalón.
Curiosa, sí.
Vaya…, ahora había visto mucho más.
Mucho más que aquella vez a aquel chico mayor, y mucho más que la revista, que las fotos eran pequeñas.
A una pregunta de mi hermano sobre si me había gustado ver su pene, respondí que sí.
Y…, a esas edades de 15 años, los chicos tienen fama de tener las hormonas revueltas, de estar siempre pensando en lo mismo, de estar cachondos de la mañana a la noche…, así que, unos días después de aquella visión, y sabiendo mi hermano que a mí me había gustado ver su pene, me propuso un juego.
El me enseñaba su pene y yo mi chichi.
Vaya….
, eso no me agradaba mucho.
No me agradaba enseñarle mi entrepierna.
Aunque tuviera 10 años, ya tenía pudor y procuraba que no me vieran desnuda en mi familia.
Mi hermano me rogaba y rápidamente se bajaba los pantalones y los calzoncillos para exhibir su herramienta toda enhiesta (estaba cachondo el tío, jajaja).
Estábamos en casa, pero estábamos solos los dos.
No había peligro de que alguien nos pillara.
Y…, bueno…, ahora no estaba viendo solo un pene sacado por la bragueta.
Ahora le estaba viendo desnudo de cintura para abajo, viendo sus huevos, su culo, sus piernas.
Vaya…, qué mayor está, pensaba yo, viendo que no tenía nada de infantil en ese cuerpo, desde unos genitales adultos, hasta unas piernas de futbolista…, todo con pelos, jajaja.
No, mi hermano no era un niño.
Yo estaba nerviosa y en tensión….
Le advertí que me bajaba las braguitas pero un segundo solo.
Vale, me dijo mi hermano, y así hice.
Una bajada de bragas, culito y chichi al aire y subida de bragas.
Un segundo.
Ya no enseño más, dije un poco ruborizada: “si quieres taparte, pues hazlo”, le decía porque no tenía ganas de estar desnuda.
“No hace falta que estés desnuda”, me tranquilizó mi hermano, que seguía con su polla tiesa.
Así que, esa polla pasó a ser el centro de atención.
“Mira, hazme así”, me decía mi hermano, agarrándose su polla.
Entonces, se la agarré.
“Ahora, sube y baja, así”, me decía mi hermano mientras me agarraba mi mano a su polla.
Bueno, era muy excitante agarrar ese palo que no abarcaba mi mano, subiendo y bajando por el tronco de su polla, viendo el glande hinchado que brillaba como una ciruela oscura (jajaja, por eso un compañero de trabajo debe llamar “ciruelo” a su pene).
Y, mientras yo pajeaba su pene lleno de venas, sin saber a ciencia cierta cómo se pajeaba a un hombre (solo hacía lo que mi hermano me decía), estaba viendo en primer plano esos genitales de una forma muy clara.
Esos huevos colgando del saco, que se movían según yo pajeaba esa polla.
Todo eso eran unas risas nerviosas para mí, que ahora recuerdo con más excitación sexual que entonces, que solo me parecía un descubrimiento de los genitales de un adulto.
La teoría de la reproducción humana me la sabía: el esperma que sale de los huevos y etc, etc, que fecunda en una mujer y tal y tal…, pero en la práctica, me lo estaba explicando mi hermano según le iba pajeando y me decía que le iba a salir la leche.
¿Leche?.
Vale, leche, semen, el esperma, como decían los libros de texto.
Y, al rato, empecé a ver en esa cabeza del glande que se humedecía con una gota, al minuto escupía un poco de líquido, y me quedé mirando ese glande: entonces empezó a convulsionar ese pene soltando chorros, surtidores, geysers de semen que caían junto a mí (menos mal que mi hermano pudo orientar la punta de su pene para que no me dieran los chorros).
Vaya…, sí, esa era la leche de los hombres.
Pero, yo diría como Torrente, que parecía más yogur que leche.
Parecía más espeso que la leche.
Era como crema.
Bueno…, tras haber echado varios chorros y haber dejado el suelo perdido, mi hermano fue al váter a por papel higiénico para limpiar aquello.
Yo seguía nerviosa por toda aquella experiencia.
Y me preguntaba si me había gustado.
Yo asentía, claro.
Eso es todo un descubrimiento.
Como la “cachondez” de mi hermano seguía por todo lo alto, varias veces más le agarré su polla y le ayudé a echar la leche otros días.
Supongo que al acabar el verano, se daría cuenta que tampoco debería ser muy bueno que la hermana le estuviera sacando la leche, y dejó de planteármelo.
Se seguiría pajeando, pero él solo, me imagino.
Años después, hablando con amigas, me comentaban algunas que les había pasado cosas similares con sus hermanos mayores.
Otras no.
Pero algunas me contaron que cuando eran pequeños, se tocaban sus “cositas”, jugando (el juego de los papás y las mamás, jugando a los médicos), entre varios niños y niñas… o solos ellos en casa, como me había pasado a mí.
Me imagino que estos casos se deben dar, de hermanos y hermanas que se descubren sus órganos genitales.
Pero llega una edad en la que se traspasa la línea roja de la curiosidad para entrar en el sexo de verdad, en el incesto.
Yo creo que las pajas que le hice a mi hermano no entrarían en esta categoría de incesto, aunque nunca comenté con él estas experiencias.
Ya adultos, mi hermano ha hecho su vida amorosa como cualquier persona, se ha casado, etc… Lo de los 15 años supongo que no deja de ser unas experiencias de adolescente, cuando los genitales despiertan y la curiosidad, también.
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