Cuando mi papá bebía (Primera parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Catiremajo.
Quiero comenzar diciendo que mis relatos son totalmente verídicos, cada palabra es cierta y lo narro tal cual lo recuerdo.
Mi historia de incesto es muy larga e incluye varios familiares pero empezaré con mi papá.
Desde muy chico conocí el sexo gracias a mi abuelo, pero ese no es el relato que quiero contarles sino cómo conocí y probé la verga de mi papá.
Como desde siempre le mamé la verga a mi abuelo hasta vaciarla dentro de mi boca la verdad yo pensaba que esos juegos eran perfectamente normales entre hombres de la familia.
Mi papá es blanco, guapo de cara, la verdad, velludo de los brazos y pecho, aunque le sale poca barba y bigote; eso sí, es muy nalgón, como yo.
Yo tenía unos 9 o 10 años y una noche, como todas, mi mamá dio la orden de irnos a dormir.
No sé por qué esa vez me quedé acostado con mi papá creo que me había quedado dormido viendo tele, ese dato no lo recuerdo bien.
Lo que sí recuerdo es que me desperté a media noche mi mamá y mi hermanito dormían y yo estaba durmiendo abrazado a mi padre en otra cama; él estaba sin camisa y con unos boxers flojos me excitaba el olor de su torso desnudo, esa mezcla a perfume y sudor de hombre me encantaba, acariciaba su pecho velludo y pensé que no pasaría nada si le jugaba un poco la verga o se la mamaba, al fin de cuentas eso era perfectamente normal entre mi abuelo y yo así que me decidí a sobarle la verga por encima del bóxer hasta que comenzó a ponerse dura.
esa fue la señal que yo necesitaba para saber que era momento de meter la mano por debajo de sus holgados bóxers de botones.
Ya la traía durísima, blanca, recta, y sin circuncidar, rodeada de tanto pinche pelo que me calentaba y hacía que mi blanca y lampiña pollita se pusiera a mil (yo no tuve vellos hasta los 13 o 14 años), le tomaba la verga, la tenía durísima, se la apretaba haciendo presión de abajo a arriba para sacar ese liquidito como me había enseñado mi abuelo y efectivamente vi cómo brotaba esa mielecita salada y dulce del huequito de su pinga y lo chupé delicadamente.
El me abrazaba a su costado izquierdo, lo que mantenía inmóvil ese brazo, pero cuando sintió mi bocquita medio dormido como estaba con la otra mano se bajó el bóxer hasta la altura de sus huevos dejando sólo para mí esa figura preciosa de su verga blanca, dura como mástil apuntando a su ombligo blanco y peludo, se agarró colocándola hacia adelante como apuntando a mi cara y tomé eso como una invitación así que me puse a mamar… Se le chupé por largo rato, disfrutaba y pensaba que ahora tendría otro macho de la familia que me daría verga cuando yo quisiera y qué bueno que sería él porque siempre me gustó mi papá por lo guapo que era, su verga era preciosa, sus huevos eran perfectos, su vello púbico olía a macho.
Sacaba mucho precum y yo me lo bebía como un profesional, succionaba su glande y él se retorcía de placer sin soltar un sólo gemido.
mi madre y mi hermano estaban en la misma recámara.
Bajé a olisquearle los huevos, los lamí y los metía a mi boca para juguetearlos con mi lengua, tenía 9 años pero mamaba como una putita profesional.
Chupaba su verga desde la base de sus huevos hasta el glande y volvía a bajar, lo hice algunas veces y luego volví a engullirme su polla completa que me cabía perfecta en la boca y garganta.
Todo iba bien hasta que él puso sus manos sobre mi cabeza para ir guiando mis mamadas y tocó mis suavecitos cabellos de niño… entonces terminó de despertar de golpe, asustadísimo vio que era yo quien le estaba dando placer y con una cara de asombro y confusión me pidió que me saliera de ahí y me fuera a ver tele… me extrañó mucho que me dijera eso porque no sabía que habían programas en la tv a esa hora.
Supuse era una excusa para disimular e ir a buscar algún lugar más oculto para que siguiéramos con aquello, tal y como lo hacía mi abuelo, pero eso no pasó.
Mi papá había pensado que las caricias y mamada de verga eran obra de mi mamá, por eso el susto de ver que el autor era yo.
Ahí estaba yo mirando la tele esperando la continuación de mi juego cuando mi papá salió del cuarto y muy serio me indicó que me fuera a dormir a mi recámara.
Al día siguiente mi papá me llevó al cuarto de atrás, le llamábamos así porque era último cuarto de la casa, se sentó en la cama para quedar a mi altura y comenzó a hablar de lo que había ocurrido la noche anterior.
Me preguntó si ya había hecho algo así antes, yo dije que no… (si decía que se la he chupado todo el tiempo a mi abuelo se me acabaría ese disfrute así que mentí).
Le dije que me dio curiosidad y quise probar y que no sabía que eso era malo.
Confieso que no fue un regaño feo, mi papá jamás nos regañó así ni nos pegó a sus hijos ni a mi mamá, pero si me hizo sentir culpable y me dejó en claro que eso jamás se me debería ocurrir repetirlo ni con él ni con nadie y por supuesto me valió madres.
Yo sabía que con él ya no podía contar para jugar de ese modo así que tendría que hacerlo contra su voluntad.
Pasaron algunos años, yo estaba en sexto de primaria y durante ese tiempo mis papás estuvieron peleando, mi papá bebía mucho y se mudó al famoso cuarto de atrás.
A veces llegaba cayéndose de borracho y apenas alcanzaba llegar a acostarse y en ocasiones se dormía a medio desvestir… mi mamá no quiería ni verlo, así que me pedía que lo ayudara o lo desvistiera y ahí mi curiosidad por mirarle la verga otra vez comenzó a ser mayor.
Usaba esos boxers amplios de tela como almidonada y cuando lograba quitarle los pantalones el calzoncillo a veces se le bajaba o se le movía y me dejaba ver perfectamente su verga dormida… en varias ocasiones le metí la mano por la pierna de sus boxers, se la tocaba y se la despegaba porque llegaba de la cantina y el calor hacía que los huevos y la verga se le pegara a las ingles.
Yo acercaba mi cara, le olía el vello púbico, se lo besaba, y me metía su preciosa verga flácida a la boca.
Mamaba como si fuera un malvavisco, lamía sus ingles y disfrutaba el olor de macho que guardaban sus pelos, lamía sus bolas, las metía en mi boca y las succionaba suavecito.
Acariciaba el vello de sus piernas, le besaba la boca que olía a alcohol y cigarro, le tomaba la mano y hacía que acariciara mi cuerpecito desnudo para tocarme el pito y las nalgas.
Me ponía aceite de bebé en el orto y metía de a poquitos su dedo.
Él estaba muerto de borracho, sus ronquidos estrepitosos me lo corroboraban.
Cuando sus ronquidos le comenzaban a ahogar él se acomodaba boca arriba y la dejaba abierta.
Yo le colocaba la punta de mi verga ahí y muchas veces se la deje llena de leche.
Si dormía boca abajo le tocaba las piernas velludas y sus nalgotototas, se las acariciaba y se las besaba, y por supuesto me corría mientras jugaba con ellas.
Era impresionante lo profundamente dormido que quedaba, yo podía usar su cuerpo como quisiera y él no se daba cuenta.
A veces se le paraba y se la mamaba con mucho cuidado para que no se despertara.
Sus ronquidos se intercalaban con gemidos y yo me sentía complacido de saber que lo estaba disfrutando sin saber que yo era dueño de esos ruidos de placer.
Las primeras veces tuve precaución de no hacerle eyacular por miedo a que se despertara; lo besaba, lo disfrutaba, le besaba todo su cuerpo inerte y desnudo y él no se enteraba.
Cuando llegaba a la casa borracho yo me emocionaba mucho porque sabía que esa noche yo tendría su miembro en mi boca pero ponía cara de tristeza o decepción por verlo así para que nadie sospechara.
Yo sabía que esas noches de borrachera mi papá volvería a ser mi novio… a ser mío.
Su leche la volví a probar pero se los cuento en la segunda parte.
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