Cuando mi papá bebía (Tercera parte: Sus taxistas)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Catiremajo.
Para quienes no han leído aquí les dejo mis dos relatos previos:
http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-43406.html
http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-43482.html
Las experiencias con mi papá fueron casi semanales durante esos años que bebía hasta morir.
Lo besaba, lo olía, lo disfrutaba y me bebía su leche cada vez que llegaba borracho y el pobre ni cuenta se daba de lo bien que le estaba haciendo a su hijito tragarse sus dulces mecos con todos mis hermanitos que en vano intentaron fecundar mi garganta desde mis 9 años hasta los 13 o 14.
Les comento que todos mis relatos son verídicos y son detallados porque son exactamente como recuerdo haberlos vivido, ningún personaje es ficticio ni ninguna situación es inventada.
Fui un nene putito y mamar verga era lo que yo mejor sabía hacer.
Mi papá, de piel blanca vello moderado en el rostro, más abundante en el pecho pero de piernas y brazos sumamente peludos era un hombre que llamaba la atención de las mujeres, sus nalgas son una preciosidad (hasta hoy) muy parecidas a las mías, de hecho.
Además de su profesión tenía algunos taxis y por tal razón se relacionó mucho con taxistas y otros propietarios, se metió al Sindicato y se supo relacionar con el jefe sindical de aquel entonces.
Los taxistas como los camioneros y otros trabajadores de educación escasa son vulnerables al alcohol, los cigarros y en cuanto al sexo no discriminan, igual se cogen a su esposa como a una hembrita o algún jotito.
Lo supe porque cuando mi papá estuvo muy involucrado en el sindicato algunas reuniones con sus taxistas, colegas propietarios o Don Sebas, el jefe sindical, fueron cada vez más frecuentes y desde la cocina y con la luz apagada escuchaba todas las historias de sus cogederas.
Yo por supuesto salivaba y hacía brotar al becerrito que siempre he sido.
Había otro dueño de taxis que se llamaba Mario, mi favorito, me fascinaba.
A mis 10 años distinguía perfectamente cuando un hombre era guapo o me gustaba.
Don Mario tendría unos 33 años en aquel momento, era muy chaparrito, de piel como bronceadita, cabello medio güero, ojos muy bonitos de pestañas largas, barba tupida, sonrisa chueca y sumamente velludo… como me gustan.
Don Mario dibujaba muy bien y yo siempre le pedía que me hiciera dibujos.
Un día con toda intención me senté sobre sus piernas para que él me hiciera dibujos, llevaba un short morado de botones adelante y una playera del pato Donald.
Mientras él dibujaba yo iba acomodando mis nalguitas sobre su paquete y logre hacer que el pobre hombre se pusiera súper nervioso.
Yo como si nada iba mirándolo dibujar y agarrándome de sus piernas me iba moviendo como acomodándome, pero como buen niño putito sabía que aquel movimiento lo excitaría y miren que lo logré.
Él trataba de quitarme para ponerme sobre alguna de sus piernas pero yo me regresaba y me colocaba sobre su paquete… y me seguía moviendo.
Lo intentó un par de veces y cuando vio que era imposible dejó de intentarlo… y yo me seguí moviendo.
La respiración se le agitó, los demás hombres bebían afuera en el garaje mientras Mario me hacía dibujos en el comedor de la casa y yo le regalaba a su paquete un masaje riquísimo con mis nalgas.
Después de un momento me bajé de su regazo pero al hacerlo le toqué sin disimulo la verga que la traía súper tiesa y tenía el pantalón de casimir beige mojado con su precum.
Él me miró asustado como preguntándome que estaba yo haciendo.
Me limité a sonreír mientras le miraba a los ojos y le amasaba la verga por encima de la ropa.
La preciosa boca de Mario estaba entreabierta, su barba a medio crecer enmarcándola y su pelo ensortijado cayendo sobre su rostro que temblaba de miedo y excitación.
Me metí al baño pero dejé la luz apagada sin quitarle la vista de encima como diciéndole “Ven”.
Entendió perfecto mi señal, se levantó y se dirigió al baño.
Ahí yo lo esperaba detrás del cancel, él entró como si fuera a orinar, cerró la puerta con seguro y se sacó la verga.
Entonces salí de detrás del cancel y me prendí a mamarle aquella belleza de verga que Mario tenía.
Su piel era clara de color, el capullo rosado y brillante del precum que bañaba su ya jugosa verga.
Sus pantalones de vestir cayeron al suelo junto con su cinturón, sus llaves y algunas monedas que salieron de sus bolsillos haciendo un ruido muy peculiar.
Yo mamaba suave y complacientemente mientras acariciaba sus preciosas piernas.
Mario estaba asustadísimo jajajaja temblaba todo y yo no sabía si era de placer o de nervios… daba igual yo estaba chupándole la verga al amigo más guapo de mi papá mientras él se empedaba con los demás en el garaje de la casa.
Como Mario no era muy alto su verga tampoco era muy grande, pero eso era perfecto porque me cabía completa en la boca, no me provocaba arcadas y él podía sentir como su preciosa polla entraba por completo en la boquita de un niño de 10 años.
Me agarró la cabeza como olvidando quién era yo y mi edad, comenzó a cogerme la boca frenéticamente y dio un grito silencioso antes de chorrearse dentro de mi boca y garganta.
Lo recibí con placer, apreté mis labios sobre la redondez de su pene mientras mis mejillas recaudaban toda la leche que el señor Mario me estaba dejando dentro.
Paledeé y me lo tragué de inmediato para poder exprimir su verga con mi boquita desde la base hasta el glande… claro que yo sabía cómo se hacía aquello, bien aprendido lo tenía yo.
Con la lengua jugueteaba con su glande para poder deleitarme las últimas gotitas que iban saliendo de su verga.
Sentía el olor de su sexo, de sus vellos y rápidamente se agachó para recoger sus pantalones y sus llaves, las monedas las dejó ahí, claro que yo las recogí y me las quedé jajaja fue como el pago que se le da a un nene putito por sus servicios como becerrito lechero.
Mario salió casi corriendo del baño de la casa, apagó la luz y yo me escondí de nuevo tras el cancel.
Se despidió de todos y se fue de inmediato causando intriga en algunos de los menos borrachos, aunque otros como mi papá que ya estaban al borde del desmayo ni siquiera se enteraron que se fue.
Ahí, a oscuras detrás del cancel me quedé esa noche después de mamársela a Mario con el sabor de su leche en mis labios, pero me quedaría otras veces más para esperar a los demás que conforme se fueron enterando que el hijo putito de don Agustín les mamaba la verga en el baño a los taxistas cuando iban a orinar.
Y se las mamé a casi todos, los que no le entraron dejaron de ir a mi casa cuando armaban la peda.
Eso se los cuento en el siguiente relato.
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