Cubriendo bien a mi madre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por DelNorte1.
Hay una película de Schwarzenegger, puede que sea Comando, o algo así, no recuerdo bien, en que el protagonista llega del bosque motosierra en mano y cargando un tronco grande al otro hombro. Luego, con un hacha abre unos tocones de madera al medio como si fueran de mantequilla; da la sensación de que cualquiera que vea eso sienta complejo de inferioridad, pero eso es una fantasmada, os lo digo yo…
Porque las películas son películas, pero yo soy real. Soy trabajador forestal hace años y me gano la vida en los bosques y en los montes, cortando madera. Un mileurista, como cualquier otro, todo el día agarrado a la motosierra, tirando pinos, robles, cualquier tipo de árboles, sobre todo muchos eucaliptos. Un hombre de batalla, con pocos estudios, de clase baja. Un ejemplo de la realidad de la España húmeda, la del Norte, de la dureza de la vida en los municipios rurales, donde quien no es duro o no sobrevives o la vida te hace duro a hostias…
Inviernos muy fríos y mojados. Veranos bochornosos de sol de nube y calor húmedo. Grandes árboles cayendo a mi paso. Olor a gasolina, motor y resina. Ruido ensordecedor. Peligro, riesgo, miedo. Días que se hacen eternos, maldita sea mi suerte. Acojone con los tendidos eléctricos. Pendientes en que cuesta tenerse en pie. Maleza. Cansancio. Latas de callos y de sardinas, bocadillos. Insectos. Sólo en el monte muchos días, otros con más gente. Dos o tres cervezas bien frías al final del día, o un cubata, en alguna taberna. Necesito anestesiarme un poco para no pensar demasiado, para no irritarme. Soy un Rambo en una jungla, pero sin glamour, estrenos taquilleros ni nominaciones a premios de cine. Un Rambo en una jungla sin guerrillas ni vietcongs, de acuerdo, pero también sin ositos ni Bambis…
El fin de semana cuando no trabajo, salgo a dar una vuelta por ahí, cenarme un chuletón de vez en cuando, calzarme unas birras o copas de cualquier matarratas, con colegas muy parecidos a mí, de batalla, echarnos unas risas, ponernos como cubas… Antes fumaba, ahora ya no fumo, tuve que dejarlo, me ahogaba mucho en el trabajo.
Y aunque hubieras nacido inteligente, las formas de vida, el ambiente que te rodea, tu familia y tu condición social y demás te acaban volviendo un perfecto imbécil…
Cuando vamos a dar una vuelta, hagamos los planes que hagamos, siempre acabamos en un puticlub. Muchas veces, yo solo, me escaqueo disimuladamente de los colegas, y me piro a un local de luz roja, y me veo de madrugada en alguna habitación, cubriendo alguna hembra, también escapada de alguna jungla de cualquier rincón del planeta, y procuro hacerlo lo mejor que puedo, o lo mejor que sé. Al menos, alguna gracia tenía que tener mi trabajo, solárium no me hace falta, de brazos y de músculos ando bien arreglado, también soy alto y medianamente guapo.
No es que me guste mucho gastarme pasta en los puticlubs, pero dado mi status, para buscar hembra, yo a una magistrada, ni a una médica, ni a una profesora, ni a una escritora, no puedo aspirar, y para andar con una tía de mi condición social, que quieres que te diga, sencillamente no me apetece.
Era comienzos de verano, llegaba el buen tiempo, pero a mí la vaina se me planteaba mal. Con la crisis o lo que sea, problemas en las fábricas papeleras, se empieza a talar mucho menos eucalipto, el trabajo comienza a escasear y los ingresos también a mermar. Aparte, por si fuera poco, lo que pasa, el coche me da una compleja avería en el motor que me va a costar un dineral; así que el verano, me temo, ya se me ha jodido bien…
Llevo unos días de bajón y mal humor, dándole vueltas a la cabeza; una temporada sin coche, sin pasta, sin ganas de nada y sin unos coños donde la meter. Solo consigo aliviar mi tensión parcialmente haciéndome buenas pajas, pero cuando me hago una, no tardo mucho tiempo en necesitar hacerme otra…
Aquel día por la tarde, bajé de ducharme. Me había puesto unos vaqueros gastados y una camiseta de tirantes verde camuflaje, dejando al descubierto mis brazos fuertes y mis bíceps duros del trabajo con los pectorales y los pezones duros marcando bajo la ceñida tela militar. Un Rambo en el sofá, retirado de las trincheras y los árboles. Un Rambo de salón, ocioso pero aburrido, apático, desubicado y a verlas venir…
Estaba aquella tarde, como digo, espatarrado en el sofá viendo, como suelo, un show de wrestling en la tele, medio distraído. Mi madre entró al salón a limpiar con la mopa y dar spray a unos muebles. Yo me quedé un buen rato mirándola. Ya ni me acordaba de la madre tan bonita que tengo. Yo tengo 24 años y ella me tuvo con 23, ahora tiene 47. Es alta y morena como yo, y aunque ha trabajado mucho en ésta vida se conserva aún muy bien. Traía ese día unas mallas o leggins negros que le sentaban muy bien. Tiene unas piernas largas con unos muslos muy bien torneados y macizos, bonitas rodillas, y unos tobillos largos y proporcionados. Por arriba traía una camiseta blanca, de esas con las mangas recortadas por los sobacos, que lucía depilados. No tiene mucha teta, aunque lo poco que tiene lo tiene firme y tiene el estómago duro y el vientre plano, las caderas no muy anchas pero curvadas, y las mallas negras marcan ligeramente sus ingles. No es especialmente guapa de cara, tiene un buen cuerpazo, pero en el rostro y en esas arruguitas debajo de los ojos representa esos reales e inamovibles 47 tacos. Ya sé que en los cuentos las mamás son bellísimas cual princesas pero en la vida real, nuestras madres son como son…
De adolescente, recuerdo temporadas que me hice muchas pajas pensando en ella, pero eso lo hemos hecho todos, para que lo vamos a negar; luego vas creciendo y centras atención en otras cosas. Ella y mi padre se separaron hace cosa de tres años, porque ya no se soportaban. Él era bien parecido también; intelectualmente no lo sé, pero otra manera puedo decir que física y genéticamente los dos me dejaron buena herencia… O al menos, eso parece decir mi espejo…
Cuando me doy cuenta estoy con una mano encima de mi bragueta, y siento ese dolor en la polla que te provoca una fuerte erección bajo la tela dura de un pantalón vaquero. Mi madre me ha mirado de reojo un instante, o eso he creído, y ahora se agacha para limpiar bien los muebles. Las mallas me ponen en la vista que aún tiene un buen culazo, duro, redondo, firme. Sus muslos por atrás son preciosos y la camiseta por atrás se le ha levantado un poco dejándome ver, aauumm, el comienzo de su espalda muy morena…
Trato de distraer mi atención hacia la tele, en la lucha libre, donde dos camioneras enormes se dan con todo lo que pescan. Una sujeta a la otra por una teta con una mano y con la otra mano le atiza con una silla de esas plegables. Bajo el volumen casi al mínimo y cambio a otro canal donde echan un documental sobre el Kilimanjaro. Pero no consigo disimular, y mi matriarca tampoco lo hace. De vez en cuando echa un vistazo, sin disimulos, al bulto de mis vaqueros. Ahora tira, oouuff, un poco hacia arriba de sus mallas, marcando bien en ellas los labios de su coño, causándome un buen dolor de huevos. Los pezones despuntan bajo la camisetita blanca y es cuando me percato de que no trae sujetador. Apago la tele, no me interesa el Kilimanjaro. O era el Aconcagua, ya no lo sé…
Mi madre se sienta pegada a mí, en el sofá. Me da un beso en la mejilla y me acaricia el cuello. –No te preocupes por nada, todo se arregla. El coche se arregla, el trabajo con el tiempo volverá, para comer y vivir dignamente todavía tenemos… Además, huumm, me gusta tenerte un poco en casa, porque realmente paras poco bajo este techo. Y quizá te espere un buen verano, ya lo verás…
-Tienes razón, mamá. Claro que sí. Todo irá bien.
-Desde luego. Oye estás hecho todo un machito, eh? –comenzó a acariciarme y apretarme los bíceps- Estos están muy duros, oye. Hacía tiempo que no acariciaba este torso; déjame masajearte un poco…- introdujo su mano bajo mi pequeña camiseta y frotaba con suavidad mi estómago, en círculos –Oye, esto está como una tabla de duro, huumm, a ver el pecho… – Sus manos, algo frías acarician ahora mis pectorales y sus dedos juegan con mis pezones, me dan como pequeñas sacudidas eléctricas- Estás fuerte y fibrado, que bueno está mi niño. Y por ahí, abajo debe estar todo muy a punto. Por cierto, mucho hace que no te veo desnudo, desde chiquillo que te bañaba. Me gustaría verte desnudo, quiero ver bien el hombretón que he parido, para ver qué es lo que estoy ofreciendo a mis futuras nueras, o la que sea madre de mis nietos…
Cuando mi madre suelta esa parida de las “ futuras nueras madres de sus nietos” no puedo evitar una pequeña carcajada. No tengo ganas de contarle con detalles a que sabía el coño de su “última futura nuera”, una rusa de San Petersburgo que estaba hace quince días en el puticlub Afrodita…
-Bueno, -prosigue ella- ¿cuándo me dejas verte desnudito? No te dará más, supongo, soy tu madre… ¿Porqué no nos duchamos juntos? Así me ves tú a mí también. No me has visto desde hace muchos años, en la playa, en bikini… ¿O crees que tu mami ya no está presentable? De niño alguna pajita te has hecho a mi costa, no?
-Mamá, eso que dices no está bien. –Respondí yo con tono tranquilo- La adolescencia es la adolescencia, eso ya lo sabemos. Respecto a lo otro, sabes de sobra que te conservas estupendamente, y que si no te buscas maromo es porque no quieres… Sé que la separación no te sentó bien, que mi padre es un necio, y también sé que os unía mucho el folleteo. Muchas veces os oí en la habitación, y tuve que ir al baño… Pero, asúmelo, él ya no está…
-Tu padre –responde ella muy tranquila- tendría un millón de defectos pero me follaba bien. Era bueno en la cama, y yo no soy hembra para cualquiera, además tú lo sabes. Nenito, ¿porqué no nos dejamos de hipocresías? Hace un rato estabas mirándome, y te puse; –señaló el bulto de mi pantalón- no me molestó, al contrario me empleé en recrearte la vista y está bien, no pasa nada. Me sobra saber cuántas putas te follas, si eres clavadito a tu padre, joder… Motosierra, cerveza y putas… No te estoy juzgando, somos lo que somos. Bueno, ¿qué pasa, no quieres que nos duchemos juntos, o qué…?
-No pasa nada, mamá, no te quedes con las ganas… Estaremos algo apretados los dos dentro de la mampara… Yo acabo de ducharme…
-Pues, hala, otra ducha… Si lo estás deseando, mi nene…
Como ya he dicho, esa conversación, fluyó toda en un tono muy tranquilo y con naturalidad, con sinceridad. Ella me coge de la mano y nos vamos al cuarto de baño…
-Déjame a mí… -Dice ella- Me saca despacito la camiseta de tirantes por arriba y contempla un ratito mi pecho y mis abdominales. Luego, me desabrocha el botón del pantalón y la cremallera, y lo deja caer. Tras jugar un ratito a estirar la goma de mi bóxer me lo baja despacito, surgiendo mi polla erecta a muerte… -Huumm, mi niño es completo…
Ella se desnuda despacio, sin ninguna prisa, se saca la camisetita blanca. Aparece su torso muy moreno, con sus tetas pequeñas, pero bien puestas y algunas pecas que le suben hasta el cuello. Luego, se va quitando las mallas quedando con su tanga verde. Yo permanezco quieto, desnudo, expuesto ante ella, inmóvil, algo avergonzado, muy excitado… Se quita el tanga y se muestra ante mí, orgullosa… -¿Qué te parece? Tu madre todavía no está tan mal, ¿verdad?
Estamos desnudos los dos uno frente al otro. Contemplo con expectación sus piernas largas y poderosas. Los muslos perfectos. Las caderas, apetecibles. El coño que me parió… Ella se abre un poco de piernas para que pueda verla bien, imitando la pose de una modelo. Su media melena de cabello negro cae sobre sus hombros, aunque es teñido. Sus ojos castaños me estudian con tranquilidad y su boca dibuja media sonrisa de satisfacción. El corazón me golpea el pecho y la sangre en mis carótidas. Nunca he sentido tan duros todos los músculos de mi cuerpo. Tras un rato enajenado mi madre me da una palmada en el trasero y riéndose me empuja dentro de la ducha entrando ella tras de mí… -Venga, tonto, si sólo vamos a ducharnos…- dice ella…
Cabemos justos en la mampara, ella se sitúa tras de mí, a mis espaldas, y el agua bien caliente va fluyendo por nosotros. Ella va acariciando mi espalda mojada, mis brazos, mi pecho, mi vientre…Yo permanezco inmóvil, me dejo hacer… Ella me va enjabonando bien, acariciándome con suavidad los músculos. Acaricia mi vientre por debajo de mi ombligo; yo estoy en éxtasis…
Entonces coge con su mano mi polla mojada que está como un mástil y la va enjabonando. También me manosea los testículos, que apuntan duros en su saco…
-Oye, ¿y esto qué…? Déjame enjabonarte bien… El machito que he parido es bien completo… -me dice despacito al oído- Ya me contarás otro día lo bien que me follas las putitas, con esta herramienta tan buena… Tu padre follaba muy bien…
Permanecemos un rato aclarándonos bajo el agua. El aroma del champú y su voz suave me han anestesiado. Ahora mismo no sé en que planeta estoy. Nos salimos de la ducha y yo sigo quieto y calladito. Ella envuelve nuestros cuerpos con una toalla gigante, se va secando y me va secando a mí. Sus rizos negros mojados caen sobre sus hombros y los pelitos negros húmedos de su coño me fascinan. Me toma de la mano, semihúmedos los dos y me conduce por el pasillo a su dormitorio, el de la cama grande donde dormían los dos, cerrando la puerta tras de sí. Debe haber echado alguna pócima en el champú porque estoy como narcotizado, pero muy feliz me dejo llevar. Se abraza frente a mí y me da un buen morreo, cosquilleando mis labios…
-¿Ves como no ha pasado nada? Sólo íbamos a ducharnos en el cuarto de baño, quería verte desnudo, y ya está… Pero ahora estamos en mi dormitorio, oh oh, y aquí me vas a follar bien, porque yo no me puedo quedar así, y tú tienes mucha tensión acumulada en los huevos…
Nos fundimos unos minutos en unos intensos morreos, manteniendo bien pegados nuestros cuerpos semihúmedos, abrazados los dos. Ella mete su mano entre los dos cuerpos para cogerme la polla, mientras su lengua saca cosquillas a la mía. Luego se concentra en mi cuello besando mis carótidas palpitantes. Tras un rato, estoy tumbado en la cama y ella sujeta la polla con su mano. Disfruta apretando suavemente y mirándome a los ojos, aunque en cierta manera yo trato de evadir su mirada. La polla, venosa, durísima, es una presa indefensa cerrada en su mano. Comienza a chupármela con profesionalidad, practicándole la humedad justa. La siento dentro de su boca, aplicándome la lengua con maestría en las zonas del placer. Besos húmedos en el capullo…
-Dicen que el frenillo es una zona muy sensible, ¿es verdad? –me pregunta ella, concentrándose en darme ahora rápidos pero certeros lengüetazos en él. Me creo morir del gusto y le indico que pare o me corro rápido…
La tumbo ahora yo a ella. Beso las arruguitas de su cara, esas de los 47 años, pero bien llevados. Muerdo su cuello y doy ligeros lengüetazos a sus pezones duros y oscuros, retrepándome sobre ella de vez en cuando para morrearla. Voy bajando a su vientre y beso los pelitos negros de su sexo. El aroma de su champú me acompaña mientras beso y aplico lametones a los labios de su coño. Me entretengo un rato con su clítoris, pero ya no puedo más. No puedo alargar más los protocolos…
La levanto y nos ponemos los dos de pie, ella contra la pared. Dos metros a nuestra derecha, en la habitación hay un espejo de cuerpo entero que refleja nuestros cuerpos. Ella es casi tan alta como yo y el espejo refleja una buena pareja, la que hacemos. Le taladro el coño que engulle receptivo mi polla, erecta a un punto que no he conocido hasta hoy, con la puesta a punto de mi madre. Me excito contemplando como se tensan mis músculos al espejo y como su cuerpazo moreno amortigua estoico mis embestidas, mordiéndose el labio inferior, reprimiendo en parte los gemidos y clavando con fuerza las yemas de sus dedos en mis dorsales y mis bíceps hasta el punto de hacerme daño. Parecemos dos actores porno, y en ese momento no me importa estar cubriendo a mi madre. Continúo un ratito aplicándole pollazos, pero no puedo más, le indico que me voy correr…
Ella me empuja hacia atrás sacándome de ella, jadeante, se tumba en la cama, arrastrándome del brazo y me señala su vientre plano y moreno. Me pongo de rodillas con las piernas abiertas, encima de su cuerpo, para que ella me dé el remate final. Con su mano derecha masturba con fuerza mi polla y con izquierda aprieta uno de mis pezones…
Siento encogerse mis testículos doloridos, en su saco, y me corro entre alaridos, vertiendo el semen sobre la piel morena de su vientre jadeante…
El vientre que un día me engendró y me trajo en su interior…
El vientre que un día me trajo a este Mundo…
El vientre del que me siento orgulloso…
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