Cuidadora de mi infante primito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Wool.Manal.
La primera vez que me dejaron a cargo de un niño fue cuando tenía 17 años, mis papás y mis tíos iban a salir a festejar el cumpleaños de uno de ellos.
así que como yo aún era menor de edad, decidieron dejarme a cargo de uno de mis primos, el tendría en ese entonces 7 años quien a decir verdad me caía muy mal.
Entonces, por eso de las 8 de la noche lo pasaron a dejar mis tíos, y de paso recogieron a mis padres.
En mi casa solo estábamos él y yo, porque mi hermana se había ido a casa de una de sus amigas a hacer una pijamada.
Llegó y le di de cenar, algo fácil, tampoco me iba a esmerar en una cena súper deliciosa, después de terminar, nos fuimos a la sala, el a mirar un poco de televisión y yo a repasar mis apuntes de la escuela.
así nos dieron las 10 de la noche, y comenzaron a pasar las escenas de una película donde salía una chica bañándose, y noté que mi primo no le quitaba la vista.
Tan chiquito y tan morboso.
Lo observe mientras estaban las escenas, estaba ensimismado con sus pensamientos, y yo sabía cuáles eran, así que se me ocurrió jugar un poco con él.
Le reprendí por andar viendo esas cosas, y se puso un poco nervioso por eso.
– ¿Que nunca has visto una mujer desnuda?
– Pues sí, a mi mamá, pero no cuenta.
– Es mujer así que si cuenta.
Aunque… si no te convenzo, tal vez yo podría enseñarte un poco, claro siempre y cuando tu hagas lo que yo te diga.
– De verdad, ¿me enseñarías?
– Sí, pero primero debes hacer lo que yo te diga.
– ¡Si si, yo lo hago!
Había caído en mi trampa, primero le hice darme un masaje en mis pies, él se negó al principio porque decía que era asqueroso, pero después de decirle que entonces no le enseñaría nada y que ya nos fuéramos a dormir, acepto.
Lo siguiente que le dije es que chupara mis pies, que los dejara limpios, el así lo hizo, ya casi sin protestar.
Después de eso, le dije que se desnudara completo, y que así tendría que andar por toda la casa, el niño se quitó su ropita, y pude ver su pequeño pene, al principio no me daban ganas de chupárselo ni si quiera tocarlo, como dije me caía mal, y solo quería humillarlo.
Le dije que jugáramos a las escondidas, pero el que perdiera recibiría un castigo, y era que el otro podría clavarle un alfiler donde quisiera.
El por supuesto que se negó, y ya no quería jugar, e iba a dejar el juego si no es porque tuve que motivarlo quitándome el pijama y quedándome solo con mi ropa interior y, a decir verdad, eso me dio un poco de morbo, andar mostrándome a un niño.
La primera ronda, a mí me toco buscarlo, y después de revisar dos cuartos de mi casa lo encontré, había perdido, le clavé un alfiler en su brazo.
el niño soltó algunas lágrimas de dolor, y yo puras risas.
Después me toco esconderme, me escondí tan bien que no pudo encontrarme, había perdido de nuevo, y ahora le clavé un alfiler en su mano, el niño ya se quería rendir.
La siguiente ronda me tocaba a mi buscarlo, pero como el ya no quería seguir jugando, decidí perder, así lo hice, y el niño se puso muy feliz, con ánimos renovados, el alfiler me lo clavo en mi trasero, al principio sentí dolor, como si me hubieran inyectado, pero después de unos minutos, ya solo sentía una presión.
Así seguimos jugando un rato, el niño era el que tenía más alfileres, hasta que en una de esas veces que perdí, el niño decidió clavarme el alfiler en una de mis chichis.
Es difícil decir lo que sentí, pero si recuerdo que sentí mucho dolor, y placer, parece como si me hubiera apretado un botón y eso me excitara.
Le dije que ya no siguiéramos jugando eso, que ya me había aburrido, lo cual no era cierto, solo quería seguir torturándolo, así que nos quitamos todos los alfileres, pero como era de esperarse, comenzaron a salir algunas gotas de sangre de nuestros cuerpos, así que le dije al niño que nos metiéramos a bañar, se merecía su premio, había hecho lo que le pedí… O al menos eso le hice creer.
Nos metimos a bañar juntos, pero yo aun traía mi ropa interior puesta, el niño estaba un poco decepcionado y cuando se iba a lavar los dientes, le quite su cepillo dental, y le dije la última tarea que tendría que hacer para verme desnuda.
Lo voltee para que me diera la espalda, y lo incline, dándome una buena vista de su trasero, de su ano, así que sin avisarle lo hice.
Metí la mitad de su cepillo de dientes en su ano, mi primito grito de dolor, fue tanto que se cayó hacia delante, comencé a darle vueltas como si lo estuviera cepillando por dentro, Después de unos minutos, se lo saque y pude ver como estaba lleno de popo, me acerque al niño y se lo ofrecí, "Ten, cepíllate los dientes con esto".
Mi primo estaba llorando de dolor, pero quería continuar, convencido de que su premio valdría la pena.
Agarro su cepillo de dientes y se los comenzó a tallar, en su cara se notaba el asco que le producía, para él era asqueroso, para mí era divertido.
Cuando termino de hacerlo, olí su boca, y si efectivamente olía a excremento.
No lo iba a hacer, pero después de ver cuánto se había esforzado, me quite la ropa y lo deje observarme por unos minutos, lo siguiente que hice fue salir, y no hablarle.
Nos fuimos a acostar a mi recamara, como ya me había visto desnuda, no le vi caso volver a ponerme el pijama, así que nos quedamos desnudos.
Mientras estaba intentando dormir, escuchaba como se quejaba aun del dolor.
Me dormí, y por lo que calculo unas 2 horas después me desperté sintiendo las caricias de mi primo, jugueteaba con todo mi cuerpo.
Una mano en mi chichi, aquella a la que le había clavado el alfiler, y la otra mano sobándome mi vagina, intentando meterla toda.
Eso me calentó muchísimo tanto que me desperté, y le di una buena mamada a ese pequeño pene, me lo trague entero, el niño gemía de placer, lo siguiente que hice, fue lo obvio, lo deje probar a su primera mujer, y vaya que lo aprovecho, me taladraba como si no hubiera mañana, quien iba a decir que tan poquita cosa me daría tanto placer, así estuvimos un rato, hasta que el niño se cansó, y yo ya estaba con dos orgasmos.
Nos quedamos así, dormidos.
Se había convertido en mi nuevo amante.
A la mañana siguiente ni que decir de los problemones en los que me metí.
Mi madre nos encontró desnudos, prometió no decirle a nadie, pero aun así me castigo, había valido la pena.
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