CULIANDO A MI ABUELA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La noche estaba radiante, con un cielo limpio, sin estrellas a la vista. Solo se veía la Luna: Nueva, hegemónica, regia y colmada de esplendor; compartiendo el escenario celeste con el planeta Venus, que lucía brillante como un lucero. Mientras me deleitaba absorto observando el firmamento, una algarabía me sacó de mi concentración. El juego de beisbol invernal había iniciado y alguna jugada espectacular había desencadenado aquella algarabía y alboroto que interrumpió mi contemplación. Realmente el beisbol, me parece un deporte aburrido, no le veo la emoción. El futbol es más cautivante y emocionante.
Las familias en sus casas reunidas mirando el juego. Los colmadones repletos de parroquianos viendo el partido de beisbol, al tiempo que discutían de si Alex Rodríguez o David Ortiz cual era mejor toletero. Parecía que el país entero estaba atento al juego. Excepto, yo.
Me relaja mucho contemplar el cielo, mi mente se disipa y entro en una especie de trance, donde me transporto a mundos lejanos e imaginarios. Desde donde mejor lo hago es desde la azotea de mi casa. Como todos, ese día estaban en beisbol, yo estaba en astronomía. Por lo que continué contemplando el firmamento cuando el sonido de un avión que iba surcando los cielos, capturó mi atención. Solo veía, del avión, una sombra en el cielo; la silueta de su fuselaje, sus alas y dos luces. Una luz amarilla y otra roja. La roja, permanecía encendida, mientras la luz amarilla, intermitentemente encendía y apagaba, hasta que se alejó de mi perspectiva visual y dejé de divisar la silueta del avión y únicamente podía ver sus luces prendiendo y apagando hasta que se perdieron a lo lejos.
En la casa de al lado, en una de las habitaciones, una luz se encendió. Desde la posición que yo estaba podía ver perfectamente toda la habitación. Una peinadora con un taburete de seis gavetas color caoba y, un gran espejo. En el extremo derecho, colocado en el suelo, un baúl estilo antiguo. La cama alineada paralela a la peinadora, un pequeño espacio entre ambas formaba un estrecho pasillo que lo dividía. En el flanco izquierdo, un armario del cual solo podía ver una esquina, y más posterior a este, un jamper morado lleno de ropa. Al lado del espejo, colgado a la pared, un retrato del santo niño de antorcha.
En la habitación, envuelta en una toalla, mi vecina Doña Celeste. Que acababa de salir del baño y al entrar a su aposento, se despojó de la toalla que la cubría. Desnuda, se colocó frente al espejo. Con la toalla en su mano terminó de secar las últimas gotas de agua que permanecían sobre cuerpo.
Doña Celeste tenía unos 70 años y vivía con su hija Mercedes de 45 años. Pero su hija era enfermera y hacia tandas nocturnas en el hospital donde trabajaba. Por lo que doña Cele, se la pasaba solita todas las noches. Mis ojos no lo podían creer, la doña estaba desnuda y su cuerpo me parecía monumental a pesar de su avanzada edad. Era rellenita con un gran culo blanco, Sus senos turgentes ligeramente caídos, con unas aureolas oscuras desde donde se proyectaban, apuntando hacia el piso, sendos pezones como de una pulgada y media. El izquierdo apuntaba ligeramente hacia la izquierda y asimismo el pezón derecho apuntaba levemente hacia la derecha. Una pequeña pancita que sutilmente le colgaba. Su sexo estaba cubierto de pelos blancos y abundantes. A pesar de sus libritas de más, su cuerpo delineaba unas curvas que la hacían ver muy excitante para su edad.
Se inclinó frente a la peinadora y trató de sacar algo de una gaveta. Estaba de espalda hacia mí, y podía ver su enorme culo gelatinoso y fláccido que se movía mientras revolvía las cosas que estaban en la gaveta como si buscara algo. Al rato pareció encontrar lo que buscaba, una bata larga y transparente la cual se puso y se quedó sin ropa interior. La tela traslucida de la bata no impedía que pudiera verle su cuerpo y su gordo culo blanco. Mientras la veía, comencé a sobar mi pene por encima del pantalón, el cual ya estaba duro como una roca.
Luego la vieja comenzó a organizar unas ropas que estaban en el jamper. Mientras ordenaba sus prendas, hacía muchos movimientos, a cuyo ritmo toda su masa corporal se movía. Yo no pude aguantar más y me bajé el pantalón hasta las rodillas e inicié hacerme una tremenda paja en honor del culazo de Doña Celeste. Después de un rato mi pene disparó un chorro de semen que cayó en dirección hacia abajo, del lado de la terraza de mi casa. Temí que le callera a alguien encima, por lo que el segundo chorro lo dirigí hacia la pared del tinaco de agua que estaba, justo a mi lado, donde me terminé de descargar. Doña Cele se dirigió al interruptor y apagó la luz. Yo me subí el pantalón y bajé del tejado. Entré a la sala de mi casa y me encontré frente a frente con mi Abuela Silvia de 65 años. La cual parecía enojada y con voz áspera me dijo:
__ ¡A ti quería verte! __ me dijo en tono acusador.
__ ¿Qué hacías encima del tejado? __ me preguntó de manera inquisidora, mirando fijamente hacia el bulto en mi entrepierna.
__ Eh…, tenia calor y subí al tejado a tomar aire fresco… __ Le contesté no muy seguro de que ella creyera mi débil argumento.
__ Sabes Jovencito… Yo no tengo estas canas por pendeja, sino por los años; y los años son experiencias vividas. __ Me respondió, ella, ahora en un tono ceremonioso.
__ ¿Qué otra cosa podría estar yo haciendo allá arriba abuela? o ¿Me está prohibido subir al tejado? __ le pregunté molesto.
Mi abuela me miró fijamente a los ojos, mientras carraspeaba su garganta acercó su boca a mi oído y me susurró:
__ Sé que estabas brechando a la vecina… __ el corazón me dio un brinco al sentirme descubierto.
__ ¡No, eso no es verdad!__ dije tratando de defenderme.
__ ¡Un pegote de leche me cayó desde arriba y, no fue del cielo muchacho…!!! __ Me dijo tajantemente, mi abuela. Mientras me mostraba su hombro derecho lleno de mi semen que se le escurría por el brazo.
Me sentí muy avergonzado y ya no pude volver a mirar a los ojos de mi abuela. Me quedé en silencio y cabizbajo.
Ella tomó un paño en sus manos y se limpió el esperma que le corría por el brazo.
__ No te de pena Albertico, eso es normal a tu edad. No te preocupes yo no se lo diré a tu madre__ Me dijo mi abuela tratando de tranquilizarme.
__ Lo que no entiendo Albertico es, que te estabas pajeando espiando a la vieja Celeste__ dijo mi abuela con cara de curiosidad.
___ ¿Tú no crees que esa vieja está demasiado mayor para inspirarte paja?__ Me preguntó nuevamente, pero ahora con cierta picardía.
Yo, permanecía en silencio, estaba tímido para hablar de esas cosas con mi venerable abuelita. Pero al parecer, ella, estaba muy motivada con el tema, por lo que seguía abordándome sobre el asunto.
___ Tenme confianza Albertico y dime, ¿te gustan las mujeres adultas mayores? Porque doña Celeste es una anciana y te diste manigueta hasta venirte mirando su viejo trasero.
Yo no sabía qué decirle. Me quedé en silencio. Más ella también en silencio eperaba mi respuesta. Al ver que yo permanecía callado sin ánimo de responder, entonces insistió:
___ ¡No no no… yo no acepto un silencio por respuesta!___ Me dijo mas firmemente.
Fue entonces que miré hacia cielo raso de la casa, para no ver la cara de mi abuela, y le dije:
___ Sí, me gustan las mujeres mayores__ le respondí, casi susurrando.
Sus ojos adquirieron un brillo especial al escuchar mi respuesta y, una leve sonrisa se dibujó en su rostro, mientras posaba su mirada en mi entre pierna.
Mi abuela me abrazó, mientras me decía:
__ Desde hoy en adelante, Albertico, __ me dijo muy animada. __ Ten siempre confianza en mí. ¡No importa lo que sea!, porque yo soy una mujer de mucha experiencia. Entiendo mucho de las cosas de la vida, lo que me permite poder entenderte y comprender tu proceso, en esta etapa de tu adolescencia y los cambios que físicamente te están ocurriendo. __ Mientras me decía esto mi abuela me abrazaba y me acariciaba la espalda.
Afuera se escuchaba el bullicio de las tertulias beisbolistica; algunas veces una algarabía y otras veces algunas voces a coro vociferando vítores a su equipo favorito.
Ya había pasado un buen rato y mi abuela aun me tenía abrazado. Yo comencé notar que ya ella, me estaba abrazando y tocando, de una forma diferente.
Luego me dijo:
___ Albertico, tú eres mi nieto favorito, y sabes…___ hizo una pausa y me sujetó aun más hacia ella.
Luego continuó diciendo:
___ Yo te quiero mucho.__ mientras presionaba con su pubis, el bulto en mi pantalón.
Luego me preguntó:
___Y tú, Alberto, ¿Me quieres? __ me preguntó con la cara bien picara.
___ ¡Claro abuela! ¿Qué preguntas son esas? Tú eres mi abuela y te quiero mucho. _ Le dije mientras sin querer, con mis manos rocé su culo.
Sin decir palabras, mi abuelita, me dio un beso de piquito, en la boca. Cosa que nunca había hecho antes conmigo. Después me dio otro beso igual y otro. Eso me comenzó a excitar y, mi pene comenzó a crecer dentro de mi pantalón. Ella notó mi erección y me dijo:
__ mmm… Veo que me quieres, Albertico.__ Me dijo mi abuela con picardía, mientras arrimaba más su cuerpo al bulto en mi pantalón.
Luego me comenzó chupar el labio inferior y yo a succionarle el de ella. Entró su lengua en mi boca hasta encontrar la mía. Nuestras lenguas deliciosamente jugueteaban.
__Que rico besas Albertico__ dijo mi abuela jadeante.
Mi pene estaba en alerta, durísimo, mientras daba pequeñas palpitaciones dentro de mi pantalón. La abuela estrujaba aun más su cuerpo en mi protuberancia. Mientras la besaba en la boca, yo, le sobaba el culo. Sus nalgas eran gorditas, suaves y compactas. Tenía unas enormes tetas que yo le acariciaba con una mano, mientras con la otra le sobaba su culo.
Ella, sutilmente comenzó a desabotonar mi camisa y a besar mis tetillas y mordisquearlas entre besos y chupadas.
Mi abuelita no dejaba de jadear mientras chupaba mis tetillas. Se veia tan excitada, que parecía hambrienta de sexo.
Mientras besaba mi pecho, comenzó acaríciame el pene por encima del pantalón, luego se hincó frente a mí y me lo desabrochó; de un tirón me bajó pantalón y calzoncillos juntos. Mi pene salió disparado como por un resorte apuntando hacia el techo. Ya se veía aflorando en la punta de mi falo gotas de líquido pre seminal. Mi abuela, con sus arrugadas manos, comenzó a tocármelo suavemente. Acarició mi escroto y palpó mis bolas. Luego rodeó mi pene con sus dedos, lo agarró firmemente y con el dedo pulgar acariciaba mi glande que babeaba y palpitaba entre sus manos. Mi abuela inició, con sus manos, un movimiento lento de sube y baja. Mientras me pajeaba, ella, apretaba su labio inferior. Yo, podía ver, como dentro de su vestido, sus grandes tetas se agitaban al ritmo de la paja que ella me estaba haciendo. Me palpaba de vez en cuando las bolas. Luego aceleró el movimiento de sus manos y yo estaba encendido ante tal episodio; mi venerable abuelita, poniéndome a gozar como nunca me lo imaginé. Mi pene babeaba bajo la agitación de sus ancianas y expertas manos.
___ Ahora te lo voy mamar Albertico, quiero saborear tu lechita en mi boca__ Me decía mi abuela al tiempo que se introducía mi pene en su tibia y rica boca.
La madre de mi madre se introdujo mi pene en su boca, me chupaba el glande y con la punta de su lengua agitándose en la cabeza de mi falo, me producía un placer enorme. En cada chupada que me hacía, algo se le desencajaba de su boca. Era su dentadura postiza, la cual se sacó de la boca y la colocó encima de una mesita de cristal.
Luego ya, sin su dentadura postiza estorbándole, sujetó mi pene y se lo introdujo profundamente hasta su garganta e inició un ritmo de vaivén, con unas arcadas profundas de vez en cuendo.
__ Mmmmm, que rico guebo tienes…mmm, tenia años que no me comía un pedazote de carne como este… mmm… __decía golosa mi abuela, mientras volvía a introducir mi pene en su boca hasta lo más profundo de su garganta.
Sus labios tocaban mi pubis, mientras conservaba mi pene alojado en lo más profundo de su boca. Luego, lentamente, lo fue sacando hasta que lo sacó por completo de su boca y, un hilo de baba pre seminal, que iba de su boca a mi pene, colgaba como amenazando con caer al piso. Pero mi abuela muy diestramente sorbió el hilo de baba, lo saboreó y paso seguido me abrió su boca sin dentadura para que yo viera como ella, agitando su lengua, jugaba con mis fluidos. Luego me terminó de quitar el pantalón, que hasta ese momento, lo tenía al nivel de mis rodillas. Después, ella, se desnudó por completo. Mi abuela, no era gorda, ni flaca. Tenía una ligera pancita durita, que armonizaba con su culo amasadito y suave. Lo más sorprendente fue ver que mi abuela tenía todo su sexo rasurado. Su almeja gordita estaba babosa y húmeda. Por sus piernas veía escurrirse sus fluidos. Ella se colocó encima de un escritorio con las piernas abiertas, invitándome con su dedo anular a que le besara su vulva. Yo, muy diligente me hinqué frente a su sexo y comencé a lamer todos sus fluidos. Su néctar vaginal tenía un rico sabor, entre saladito y ligeramente ácido. Le metí mi lengua en su vagina y con ella hurgué dentro de su cavidad explorando minuciosamente su rica caverna. Chupé su clítoris por un buen rato y luego le alternaba lengüetazos y chupadas. Mi abuela lloraba del placer tan grande.
Luego agarré sus piernas abiertas y se las incline hacia atrás. En esa posición tenía su sexo y su ano explayados frente a mi cara. Su ano era hermoso. Lo roseta de culo era rosadita y sin un pelito. Le comencé a lamer su ano. Lo hacía moviendo mi lengua en forma circular palpando con ella su esfínter. Su culito olía rico. Afiné durita mi lengua en la punta, le di varias estocadas y se la introduje en su ano el cual ya relajado comenzaba a dilatarse. Acerqué mi boca nuevamente a su clítoris y mientras se lo succionaba le introduje un dedo en su culo. Suavemente se lo entraba y se lo sacaba, sin dejar de mamarle su clítoris. Nuevamente le di una larga tanda de lengüetazos a su bello ano. Mi abuela solo lloraba de placer. Me pegué nuevamente de su clítoris, lo chupe y chupe hasta que de repente, mi abuela, tiró un grito grande y tuvo espasmos en su cuerpo… mientras sollozaba. Estaba teniendo un tremendo orgasmo dado por su querido nietecito.
Su grito había coincido con una algarabía exterior de los que estaban pendientes al partido de beisbol. Por lo que el grito de mi abuela fue ahogado por el alboroto de los fanáticos que estaban en las calles y en sus casas mirando el partido de pelota.
___ Quiero que me des ahora tu culo abuela _ le dije mientras yo masajeaba mi pene frente a ella.
___ Si, métemelo por donde tú quieras mi niño…! ¡Soy tuya! __dijo mi abuela entregada a todo el placer de la carne.
Me puse de pie e incliné sus piernas hacia atrás y su ano estaba completamente a mi disposición. Metí un dedo en su vagina, la cual estaba muy húmeda, lo lubriqué con sus fluidos vaginales que eran abundantes y se lo introduje en su ano suavemente. Luego volví a lubricar mis dedos con sus fluidos y le introduje en esta ocasión dos dedos suavemente. Su ano estaba suavecito, dilatándose, respondiendo a mis masajes anales. Mi pene estaba durísimo y babeando. Agarré mi pene con mi mano derecha y lo dirigí a la entrada del orto de mi abuelita. Con mi pene en la entrada de su culo, lo comencé a empujar suavemente hacia dentro y se fue deslizando deliciosamente en su rico culo.
Ella tiró un pequeño quejido:
___Aaaaaaaa… __ Se quejaba mi abuela mientras mi pene resbalaba dentro de su culo, hasta internarse por completo dentro de ella.
mmmm…__ sus quejidos se convirtieron luego en sonidos de placer.
Su culo se sentía calientito y ajustadito. Inicié un suave vaivén, aceleraba un poco el ritmo, luego me detenía y se lo metía hasta el tope. Se lo dejé dentro por un rato, sin hacer movimiento alguno, solo las palpitaciones de mi pene caliente dando brincos en su culo. Paso seguido se lo fui sacando lentamente hasta que salió por completo. El ano de mi abuela estaba hecho una tronera, completamente abierto. Me agache y comencé a introducir mi lengua en su ano y saborear su culo. Mientras hacía eso sentía como de mi pene goteaban al piso líquido pre-seminal. Me incorporé nuevamente y volví a bombearle el culo a mi abuela. Ella solo jadeaba y se acariciaba el clítoris mientras yo le daba por culo.
Mi abuela notó que yo estaba a punto de venirme y fue cuando me dijo:
__ ¡No te vengas en mi culo! __ me gritó ansiosa, mi abuela.
__ ¡Quiero beber tu leche, dámela en la boca!__ dijo ya suplicante.
___Aaaaay, ssssss aaaah. Ssss, aaaaahhh!__ gritaba yo. Mientras trataba de sacar mi pene de su culo, para darle la lechita que ella tanto ansiaba. Pero no pude evitar hacerle una primera descarga dentro de su culo y, fue cuando ella me apartó de su culo y se agachó frente a mí para introducirse mi pene y recibir las restantes descargas, pero antes de que ella abriera la boca, la segunda descarga fue a parar a su cara, bañando sus ojos, nariz y boca. Ella, ágilmente sacó su lengua y se lamió un pegote de leche que resbalaba por su labio superior. Con su cara embadurnada de mi semen se introdujo golosamente mi pene en su boca hasta que bebió los últimos chorritos que me quedaban. Luego sujeté mi pene y con él, a modo de cuchara, le recogí el semen que ella tenía esparcido en su cara para llevárselo a su boca. Hasta que se lo bebió todo. Luego me abrió su boca, libre de dentadura, para que yo no tuviera dudas de se había tragado todo mi esperma.
Mi abuela se puso de pies, tomó su ropa, se puso su dentadura postiza, me dio un beso en la boca y me dijo:
___ Ya sabes, no quiero verte como los gatos merodeando el tejado. Cuando quieras el culo de una vieja… aquí está el de tu abuela Silvia. __ Soltó una carcajada y desnuda goteándole semen de su culo, caminó hacia su habitación, con su vestido en la mano, meneando sensualmente su viejo trasero.
Fin.-
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