De fin de semana con mi hija
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Saull69.
Primeramente quiero comentarles que soy un hombre de 45 años felizmente casado con una mujer a la que amo mucho y con quien procreamos a 3 hermosas hijas. Mis hijas tienes 23, 19 y 17 años, y siempre he tenido una muy buena comunicación con ellas, en especial con la mediana de nombre Daniela. Todo padre niega categóricamente que quiere a todos sus hijos por igual, pero indudablemente siempre va a existir un hijo que sea el preferido. En mi caso, mi preferida siempre ha sido mi hija Daniela. Es con la que mejor me llevo, es quien más me sigue, con la que más platico y la que más confianza me tiene de las tres. Nuestra relación ha sido maravillosa. No quiero decir que con las otras la relación sea mala, solo es que con Daniela es completamente diferente.
Durante el verano del año pasado mi mujer había planeado un viaje de dos meses por Europa con mis tres hijas, viaje al que yo no iría por quedarme a atender el negocio que tenemos y que nos permite tener una vida desahogada. Daniela estaba por entrar a la universidad por lo que a última hora tampoco pudo ir debido a que debía de tomar un curso inductivo de la carrera que iba a entrar a estudiar. Cancelar el viaje de las tres saldría más caro que cancelar a una sola persona. Por lo que mi mujer con mis otras dos hijas decidieron irse dejándonos a nosotros dos solos en México. Daniela y yo fuimos a dejarlas la aeropuerto deseándoles que la pasaran muy bien.
Durante el transcurso de la primera semana solos en casa las cosas transcurrieron con normalidad. Daniela se iba a su curso a la universidad, mientras yo me iba al negocio. Por las tardes nos reuníamos en algún lugar para comer juntos y volver a nuestras actividades, encontrándonos de nueva cuenta por la noche en casa. Por las noches cenábamos, y platicábamos de cómo nos había ido en el día. Ocasionalmente veíamos la tele en la sala abrazados como muchas veces lo habíamos hecho desde que ella era niña.
Durante el primer fin de semana. Daniela me llamó por teléfono para pedirme permiso para ir a con unas amigas a un bar por la noche. Accedí a darle permiso pidiéndole que llegara a casa a más tardar a las 2 de la mad**gada. Por mi parte, me fui como cada Viernes a la comida que cada fin de semana se lleva a cabo en el club, donde comencé a beber con algunos amigos. Rara vez llego en estado de ebriedad a casa y a altas horas de la noche. Quizá por el hecho de saber que mi esposa estaba fuera, ese día tomé más de la cuenta y llegue a casa alrededor de la una y media de la mad**gada. Cuando iba entrando al garaje de la casa, escuché que un coche se estacionaba afuera, por lo que me asomé a ver quien era. Era Daniela que la habían ido a dejar sus amigas. Salí a la puerta a recibirla y a saludar a sus amigas. Ellas me saludaron amablemente y se retiraron. Daniela y yo entramos a casa, notando que ella caminaba tambaleándose un poco. Le pregunté si había tomado y me contesto que si.
Entramos a la sala y nos sentamos en los sillones. Le pregunté si quería tomar algo conmigo, aceptó inmediatamente, por lo que me levanté a preparar un par de whiskeys con soda. Al regresar brindamos por la oportunidad de poder estar conviviendo de una manera diferente. Mis hijas siempre han sido muy guapas, en especial Daniela. Diría sin temor a equivocarme que es la más bonita de las tres. Ella es baja de estatura, delgada, piel apiñonada, cabello lacio oscuro, caderas anchas, unas nalgas paradas hermosas que me han hecho voltearlas a ver más de una vez, piernas torneadas, tetas medianas y redondas. Un rostro hermoso, con una barbilla ligeramente partida, y una sonrisa encantadora con unos dientes perfectos. Que les puedo decir, es mi hija y la veo hermosa. Cada vez que ella se paraba para ir al baño no podía evitar mirar sus hermosas nalgas que se veían preciosas en ese minivestido blanco sin mangas que esa noche llevaba puesto. Las zapatillas altas de color blanco que traía puestas, hacían que sus nalgas se levantaran más. No se si por mi estado, la verga se me comenzó a parar pensando en mi propia hija. Ella regresaba y ocasionalmente me abrazaba y me daba un beso en la mejilla, lo que hacía que mi verga más se parara. No puedo negar que sentía cierto grado de culpa por tener esos pensamientos hacía mi hija, tampoco puedo negar que no eran los primeros que tenía de ese tipo hacía ella.
No se cuanto tiempo pasó, ni cuantas copas nos tomamos cada quien, pero lo cierto es que tanto Daniela como yo ya estábamos muy ebrios. Le propuse que mejor nos fuéramos a dormir. Tratamos de subir la escaleras hacia el segundo piso, pero Daniela estaba tan ebria que le costaba trabajo sostenerse. La tome en mis brazos cargándola y subí las escaleras con ella para llevarla a su cuarto. En eso ella me comentó:
– Sabes, así me he imaginado mi noche de bodas, con mi marido cargándome y llevándome al lecho para hacerme el amor. Dijo entre risas.
No supe que decir. Uno jamás se espera que su hija le diga como se imagina que la lleven a la cama para cogérsela. Me dirigía a su recamara cuando ella me dijo que no quería quedarse sola en su cuarto, que si se podía quedar conmigo en el cuarto que compartía con su mamá. Me dirigí a mi habitación y la puse delicadamente en la cama. Le quité las zapatillas y en ese momento la verga se me paró al ver como mi hija abrió las piernas dejándome ver la deliciosa tanga blanca que traía puesta. Sus labios vaginales se marcaban perfectamente lo que me hizo tener el enorme deseo de meterle la verga. Fui al closet del cuarto para quitarme la ropa y ponerme el short en el que acostumbro a dormir en las noches de calor. Mi verga estaba bien parada por lo que comencé a masturbarme pensando en mi propia hija, estaba tan entretenido que no me di cuenta que Daniela estaba parada en la puerta del closet, hasta que escuche su voz.
– Que haces papá? Preguntó mientras yo con la cara de mil colores me quedé mudo por el descubrimiento de mi hija.
– Que haces tu ahí parada? Fue lo primero que me vino a la cabeza preguntar a modo de respuesta.
– Vine a ver que pasaba por que no llegabas a la cama. Dijo mirando mi verga que aún estaba bien parada.
Se fue acercando lentamente hacia mi con movimientos cachondos y felinos.
– Te excita que este en tu cama, verdad? Preguntó.
No sabía que responder, estaba en una situación que podría ser sumamente comprometedora y que podría cambiar el curso de mi vida familiar. Cualquier respuesta errónea podía desencadenar una serie de situaciones incomodas para toda la familia.
– Dime, te excita que quiera dormir en la misma cama contigo? Insistió.
– Dímelo papi, te calienta eso, por que a mi si me excita. No tienes idea de lo mojada que estoy. Dijo eso al mismo tiempo que tomaba mi mano y la llevaba en medio de sus piernas.
Pude sentir lo empapada que estaba su tanga. Con mi dedo comencé a sobar la rajita de mi hija de arriba hacia abajo mientras ella cerraba los ojos y tomaba mi verga con su mano para comenzar a chaquetearla. Los dos parados uno frente al otro dentro del closet nos masturbábamos mutuamente. Con mi dedos hice un poco de lado la tanga de Daniela para poder acariciar bien su panochita que ya escurría de lo caliente. Lentamente metí un dedo dentro de su pepita provocando que lanzara un suspiro al mismo tiempo que apretaba más mi verga que ya estaba en su máxima erección. Saqué el dedo empapado por los jugos de mi hija y me lo lleve a la boca. Un sabor ligeramente salado de textura babosa invadió mi boca. Daniela aprovechó para comenzar a jalar más mi verga. Sin decir nada lentamente se hinco y se llevo mi verga a la boca. Metió la mitad y lentamente fue sacándola al mismo tiempo que succionaba fuertemente lo que me provoco lanzar un gemido de placer. Repitió la operación varías veces. No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. Mi hija estaba hincada frente a mi mamándome la verga. Podía ver sus labios como se estiraban acariciando todo el tronco de mi verga mientras me miraba fijamente a los ojos. Daniela se metió los 19 cm que tengo por verga hasta la garganta, lo que provoco que no aguantara mucho y me viniera a chorros en su boca. Descargue una cascada de leche que ella trago sin si quiera pensarlo. Siguió mamando hasta exprimirme hasta la última gota de leche que quedara en mis huevos. Limpió con su lengua todos los residuos de semen que hubiera a lo largo y ancho de mi verga, dejándola impecable. Se levantó y nos dimos un rico beso donde nuestras lenguas juntas probaron el sabor de mi leche. Mientras nos besábamos comencé a acariciar esa lindas nalgas que tantas veces me habían parado la verga. Comencé a besar su cuello mientras ella me decía al oído.
– Tenía tantas ganas de esto. Tu no? Pregunto jadeando.
– Si, muchas ganas.
Baje el cierre de su vestido lentamente mientras seguíamos besándonos. El vestido cayo al piso dejando a Daniela semidesnuda, solo en brasier y tanga. Acariciaba su espalda bajando lentamente hasta llegar a su nalgas que se erizaban cada vez que las acariciaba entre mis manos. Desabroche su brasier y sus dos hermosos pechos saltaron con los pezones duros. Inmediatamente me abalancé sobre ellos chupándolos fuertemente mientras ella jadeaba:
– Que rico papi, que rico.
Mordía ligeramente sus pezones lo que hacía que se pusieran más duros, mientras mi hija acariciaba mis huevos con la yema de sus dedos lo que hizo que la verga se me volviera a poner dura. Volteé a Daniela recargándola en la cajonera para comenzar a besar su espalda e ir bajando poco a poco hasta llegar a sus nalgas, mismas que empecé a lamer como si fueran dos bolas de helado. Su piel se erizaba cada que mi lengua pasaba por esa deliciosas y redondas nalgas. Le baje la tanga y separé sus nalgas con mis manos para introducir mi lengua entre ellas y comenzar a acariciar su delicado culo con la punta de mi lengua.
– Ahhhhh papito que rico siento. Sigue por favor, sigue papito chulo.
Daniela levanto más las nalgas para recibir la caricia de mi lengua en su culo que se fruncía ante el estimulo que recibía. Metí uno de mis dedos en su papayita mientras con mi lengua hacia circulo en su culo. Daniela comenzó a temblar por lo que metí un dedo más en su panochita y aceleré los movimientos dentro de ella. Comenzó a agitarse de arriba hacia abajo mientras gritando anunció que estaba apunto de venirse.
– Ahhhhh… me vengo, me vengo, no pares por favor, no pares.
Daniela comenzó a venirse soltando sus ricos jugos blancos que escurrían por mi mano. Se vino entre gritos y espasmos. Saqué mis dedos completamente bañados en sus jugos. Me levante y recargándome en ella quien todavía estaba de espaldas a mi, le di a chupar sus propios jugos de mi mano, mientras con mi parada verga me hacía una chaqueta entre sus nalgas. Mi hija lamia mis dedos deleitándose con sus jugos que segundos antes había brotado del interior de su vagina.
– Gracias papá, esto es lo más delicioso que he probado en mi vida.
No besamos de una manera aún más cachonda y tomándome de la mano me jalo para salir del closet. Ver a mi hija desnuda caminando delante de mí moviendo sus hermosas nalgas hizo que me pusiera mucho más caliente de lo que ya estaba. Daniela se subió a la cama colocándose en el filo en cuatro patas, abriendo las piernas mientras bajaba ligeramente su tórax para que sus nalgas se vieran en todo su esplendor. Volteándome a ver dijo con voz cachonda:
– Quiero que me la metas. Quiero ser tuya.
Abrí sus nalgas y metí mi lengua en su panocha que aún seguía escurriendo. Daniela lanzó un grito. Con mi dedo ensalivado comencé a darle un masaje en circulo en su culo mientras con mi lengua atendía su clítoris que inmediatamente salió de su capuchón poniéndose erecto como si fuera un micro pene. Lo tomé entre mis labios y comencé a succionarlo lo que provocó que Daniela dejara caer su cabeza en el colchón levantando más sus nalgas dejándola a merced mía.
– Ahhhhh… papi eres el mejor, eres muy bueno. Nadie me había hecho sentir esto.
Daniela volvió a tener otro orgasmo empapando ahora mi lengua con su jugos, mismo que recibí para degustarlos como si fueran las más preciado néctar extraído de la más deliciosa concha. La tome de la cintura para que se recargara en sus antebrazos. Tome mi verga que ya estaba a punto de estallar de lo dura que estaba y la apunté a la entrada de su panochita que aún seguía expulsando jugos. Con la cabeza de mi verga tomé sus jugos para lubricarla y lentamente darle un masaje de arriba hacia abajo por toda su cavidad vaginal.
– Ya papi por favor, ya métemela, me tienes vuelta loca de deseo. Me pedía jadeando.
Lentamente empuje mi verga dentro de mi propia hija que solo atinó a abrir la boca jalando aire mientras me volteaba a ver con los ojos entreabiertos suplicando por más.
– Dale papá no te detengas, dámela toda por favor. Pidió
Deje ir toda mi verga dentro de mi pequeña hija quien lanzó un grito. La tomé de las caderas y comencé a bombearla primero lentamente para ir poco a poco acelerando los movimientos mientras ella gemía de placer. Dejé caer un hilo de saliva en su culo para con mi dedo pulgas izquierdo comenzar a darle un masaje en circulo en su ano.
– Cógeme papito, cógeme como si fuera tu puta. Cógeme.
Metí lentamente mi dedo en su culo mientras seguía bombeando fuertemente a mi hija. Ella me volteaba a ver con su cara entre placer y desesperación.
– Así papi, así cógeme, soy tu puta, coge a tu puta.
Esas palabras me regresaron a la realidad. Estaba en mi casa, en mi habitación cogiéndome a mi propia hija mientras su madre (mi esposa), sus hermanas (mis otras hijas) estaban quizá en ese momento visitando el museo de Louvre en Paris mientras nosotros nos entregábamos a ese deseo incestuoso que muchas veces se siente y muchas veces se niega. Eso me calentó aún más y comencé a dar de nalgadas a mi hija.
– Si quieres ser mi puta? Pregunté mientras le daba una fuerte nalgada.
– Ahhhhh… Si papi, quiero ser tu puta. Solo tuya. Contestaba volteándome a ver a los ojos.
– Pues comienza a mover las nalgas como la puta que eres. Le ordené con otra nalgada.
Daniela comenzó a mover sus caderas de arriba hacia abajo dando un delicioso masaje a mi verga que entraba y salía dentro de ella como una maquina bien lubricada por los jugos de mi hija. La tome de los cabellos y la jalé hacia mi haciendo que quedará hincada. Ella grito. Seguía bombeando fuertemente mientras me acercaba a su oreja para decirle.
– Vas a ser mi perrita, me oíste puta?, mi perrita. Le dije apretando los dientes por la lujuria que me invadía en ese momento
– Si papi soy tu perrita, solo tuya, de nadie más. Contestaba entre gritos y jadeos.
– No quiero que otro cabrón te coja sin mi consentimiento. Oíste?
– Si papi, nadie me va a coger si tu no quieres, pero no dejes de cogerme, quiero ser tuya siempre. Me suplicaba.
Azotaba las nalgas de mi hija con fuertes nalgadas que hacían eco en la habitación mientras ella gritaba de placer. La tomé nuevamente de las caderas y comencé a bombear tan fuerte que el sonido del choque de nuestros cuerpos comenzó a invadir la habitación. Ambos estábamos sudando. La tome de los cabellos mientras miraba como mi verga parada entraba y salía de la panocha de mi hija empapado de sus jugos. Daniela me regalo un par de orgasmos más que pintaron mi verga de color blanco. No pude resistir mucho tiempo más cuando sentí como un escalofrió recorría mi espalda anunciando que estaba a punto de eyacular.
– Me voy a venir. Dije.
– Vente papito, vente dentro de tu perrita, úsame para venirte dentro de mi, quiero sentir tu leche caliente dentro de mi, esa ha sido mi fantasía desde adolescente. Pedía mi hija.
Arroje chorros de leche dentro de la panocha de mi hija que al momento de sentirla dentro de ella, su panocha comenzó a palpitar apretando mi verga haciendo mucho más placentera mi venida. Quería exprimir mi verga hasta la ultima gota, por lo que daba fuertes empujones dentro de ella para depositar mi semen hasta lo más recóndito de su panocha. Daniela cayo desfallecida desensartándose de mi verga y dejando escapara el aire que se había generando dentro de ella sonando como si se hubiera echado un pedo para posteriormente liberar toda mi leche de su pucha. Fue hermoso ver como brotaba mi leche del interior de la panocha de mi hija. Me recosté a su lado. Ambos estábamos jadeando aún, nos quedamos mirando fijamente a los ojos como si hasta ese momento nos diéramos cuenta de lo que habíamos hecho. Sin decir nada, solo mirándonos, nos fuimos quedando dormidos.
A la mañana siguiente que abrí los ojos, ya en mis cinco sentidos, con una cruda espantosa, me di cuenta que Daniela ya no estaba a mi lado en la cama. Fue cuando caí en lo que había sucedido. Mi preocupación era como estaría ella. Me quedé recostado boca arriba un rato pensando y recordando lo sucedido la noche anterior. Me invadía un cierto sentimiento de culpa. Recordaba el lenguaje de mi hija y su manera de entregarse al sexo, hicieron que esbozara una sonrisa de satisfacción. Tenía temor de salir de mi habitación y encontrarme con que mi hija estuviera arrepentida de lo que habíamos hecho y que tuviera el deseo de contárselo a alguien para liberar su culpa. Sería un gran escandalo para la familia. Me metí a bañar en mi habitación repasando lo vivido. Estaba en la ducha cuando escuche a lo lejos la voz de Daniela.
– Te estas bañando pá? Grito entrando al cuarto.
– Si. Conteste rápidamente.
Mi alma descanso al escuchar el tono con el que me hablaba, me hacia saber que todo estaba tranquilo. Me calmé y salí de la ducha para encontrarme a Daniela sentada en mi cama. Ya se había bañado y cambiado. Vestía un mini short de mezclilla una playera de tirantes, una camisa a cuadros roja con azul, tines y unos tenis. Traía el cabello suelto, se veía hermosa.
– Te quería proponer algo. Dijo.
– Dime.
– No te gustaría que nos fuéramos a pasar el resto fin de semana largo a la casa de Ticumán.
Mi cabeza comenzó a generar una serie de pensamientos y fantasías con mi hija. Traté de guardar la calma ya que no sabía a ciencia cierta si lo de la noche anterior se volvería a repetir o no. Le dije que estaba de acuerdo. Preparamos las cosas y antes de salir, hablamos vía Skype con mi esposa y mis otras hijas que en esos momentos estaban en Paris. Tanto Daniela como yo nos comportábamos de manera natural al estar hablando con ellas. Les comentamos que nos iríamos a pasar el fin de semana a la casa de Ticumán por lo que no podríamos estar en contacto con ellas en los siguientes días sino hasta que regresáramos a la ciudad. Ellas se mostraban muy entusiasmadas con su viaje que indudablemente jamás sospecharon algo de lo que estaba sucediendo entre nosotros.
Salimos de la casa y nos dirigimos a desayunar a un restaurante que a ambos nos gusta mucho. Cuando entramos la sangre se me heló al ver a una familia amiga de nosotros, inmediatamente tuve el impulso de salir corriendo del lugar. Pero esperen, ¿Qué no estaba yo con mi hija? ¿Qué había de malo en ello? Mi mente me traicionó, al sentir que las demás personas pudieran darse cuenta de lo que pasó la anoche anterior entre mi hija y yo. ¿No era eso perfecto? Podría tener como amante a mi propia hija y nadie, absolutamente nadie sospecharía de nosotros, ni mi propia esposa. Mucho más calmado, nos acercamos a la mesa a saludar. Ellos nos invitarían a sentarnos con ellos a desayunar. Durante el desayuno platicaba animadamente con esta pareja de amigos mientras Daniela charlaba con las hijas de ellos. Miraba a mi hija y no podía quitar de mi mente las imágenes de ella empinada recibiendo mi verga por su mojada panocha mientras gritaba que quería más. Varías veces mis amigos tuvieron que sacarme de mis pensamientos. Daniela ocasionalmente me miraba y me regalaba esa hermosa sonrisa que la caracteriza. Salimos del lugar y tomamos carretera a nuestros destino. Durante el camino ninguno de los dos mencionó lo sucedido la noche anterior. Platicábamos de otras cosas. Al llegar al pueblo de Yautepec en el estado de Morelos pasamos al súper a comprar víveres y algunas botellas de vino de mesa, whisky, cervezas, entre otras cosas. Llegamos a la casa de fin de semana e inmediatamente acomodamos las cosas. Daniela se dirigió a su habitación mientras yo me dirigí a la mía para acomodar mi ropa en el closet. Estaba ensimismado con mi actividad cuando entro Daniela vistiendo ese hermoso bikini negro con brasier blanco de olanes que la hacían lucir su delgado cuerpo a la perfección.
– Quieres nadar un rato pa? Preguntó con ese tono infantil e inocente.
– Si hija. Deja termino de acomodar y te alcanzo en la alberca.
Mi corazón empezó a palpitar de manera acelerada ante el deseo desatado por Daniela. La verga comenzó a pararse de solo imaginar una nueva oportunidad de cogerme a mi hija. Temblaba de la lujuria, la garganta se me cerraba de lo seca que estaba de los nervios. Me apresuré y salí en traje de baño. Daniela me recibió con una cerveza con clamato que bebí casi en su totalidad. Sentir como esa bebida entraba por mi cuerpo me tranquilizó. Daniela me miró sorprendida.
– Son competencias para ver quien bebe más? Dijo entre risas.
Y acto seguido bebió su vaso de cerveza en su totalidad. Ambos reímos y ahora fui yo quien preparó la siguiente ronda de cervezas con clamato. El sol estaba en todo su esplendor, el calor era acogedor e invitaba a darse un chapuzón en la alberca. Daniela se recostó en uno de los camastros mientras detrás de la barra del jardín observaba el escultural cuerpo de mi hija. Una vez que le di su bebida ambos brindamos.
– Quiero brindar por que este será un inolvidable fin de semana juntos. Dijo Daniela
– Salud. Dije mientras ambos bebíamos.
– Ahora te toca brindar a ti papi. Me pidió.
– Por que los lazos que nos unas cada día sean mucho más fuertes. Dije levantando mi vaso.
– Créeme que así será. Dijo ella.
Y nuevamente volvimos a beber. Deje mi vaso en la mesa entre los camastros y me lancé de un clavado a la alberca. El agua estaba deliciosa, en una temperatura agradable que contrastaba con el calor del ambiente. Le pregunté a Daniela si no quería meterse a nadar un poco. Ella me pidió primeramente le ayudara a ponerle bloqueador solar en la espalda. Salí de la alberca y me sequé un poco. Ella se volteo acostada boca abajo en el camastro para que le colocara el bloqueador. Tome un poco froté mis manos y comencé a darle un ligero masaje a Daniela en la espalda colocando el bloqueador lentamente ejerciendo un poco de presión a lo que ella respondió con un ligero gemido. Coloqué más bloqueador en mis manos y baje lentamente por la espalda baja haciendo círculos en su cintura. Puse un poco más en la parte trasera de las piernas y comencé a esparcirlo de arriba hacia abajo con mis manos.
– Que rico lo haces papi. Dijo con una vocecita quejumbrosa.
– Te gusta? Pregunte.
– Si, mucho.
Daniela se volteo boca arriba para que ahora le colocara bloqueador en la parte frontal de su cuerpo. Comencé por su abdomen haciendo movimientos circulares con mi mano, Daniela tiene un ovalado ombligo que me ha encantado desde siempre. Fui subiendo poco a poco para meter mis manos por debajo del brasier de su traje de baño tomando sus medianos pechos entre mis manos. Dany lanzó un suspiro cuando con la yema de mis dedos apreté ligeramente sus pezones jugando con ellos como si fueran dos botones que al contacto con mis mano se pusieron duros. Solté sus pechos y coloqué más bloqueador en mis manos para ahora comenzar a acariciar sus bien torneadas piernas. La acaricié de arriba hacia abajo lentamente presionando ligeramente sus músculos para que comenzara a relajarse. Al ir subiendo mis manos por la parte interna de sus muslos, los abrió como haciendo una invitación a que siguiera de largo. Así lo hice subí con mis manos acariciando su vagina por encima de su bikini, ella suspiró. Separé más su piernas y con una de mis manos comencé a masajear su panocha sobre el bikini lo que hizo que ella comenzara a hacer movimientos de cadera en circulo. Presionaba mi dedo medio en su clítoris haciendo círculos lo que su respiración se comenzó a acelerar.
– Ahhhhh… Que rico, que rico… Decía jadeando.
Metí mi mano bajo su brasier para acariciar una de sus tetas mientras seguía atendiendo su clítoris. Daniela se arqueaba del placer. Subí su brasier y comencé a mamar una de su tetas.
– Espera. Dijo.
Se acomodó el brasier, me tomo de la mano y nos dirigimos dentro de la casa. Cerramos el ventanal corredizo y ella se encargo de cerrar las persianas. Una vez que las cerró se abalanzo sobre mi. Me rodeo del cuello con su brazos para entregarme sus labios y su lengua en un cachondo beso que hizo que mi verga terminara de pararse. La tome de las cintura y la levanté, ella rodeo mi cintura con sus piernas quedando prendada a mi. Cargando a mi hija camine hacia la barra de la cocina donde la senté mientras nos seguíamos besando. Quité el brasier de su traje de baño y comencé a mamar su ricas tetas que estaban duras por la excitación mientras con mi dedo le daba masaje a su panocha sobre el bikini. Sentía como el bikini estaba mojado por los jugos de mi caliente hija. Fui bajando lentamente con mi lengua por su tórax deteniéndome en su obligo haciendo circulo en él. Le quité su bikini para abrir su piernas y ver como al mismo tiempo sus labios vaginales se abrían invitándome a devorarlos. Lamí sus ingles haciendo que Daniela se estremeciera.
– Quieres que te la mamé? Pregunté.
– Si papi, mámamela, lo deseo con todas mis fuerzas. Contesto con respiración agitada
– No te escuche.
– Quiero que me la mames papito, quiero que me hagas gemir como la puta que soy. Hazme venir con tu lengua.
Pasé toda mi lengua de abajo hacia arriba por toda su pepita, inmediatamente ese delicioso sabor inundo nuevamente mi paladar. Daniela lanzó un gemido mientras repetía la acción de lamer su chochito. Tomé su clítoris entre mis labios y succioné fuertemente lo que hizo que inmediatamente mi hija se viniera inundando mi boca con sus jugos.
– Ahhhhh… papito lindo, que rico me haces venir. Gritaba.
Recibí ese rico néctar agradeciendo con unas deliciosas lamidas a lo largo y ancho de la papaya de mi hija. Metía mi lengua para sacar de su interior más de esos deliciosos jugos que me embriagaban. Bajé a Daniela de la barra y la senté en uno de los bancos de la barra y abrí sus piernas en compas. Tomé mi parado chile y azote la pepa de mi hija con fuertes golpes con el tronco de mi verga.
– Ay papi, me vuelves loca. Me tienes bien caliente. Decía.
Coloqué mi verga en la entrada de su panocha y se la dejé ir de un solo golpe hasta adentro. Daniela lanzó un grito.
– Ay papi que dura la tienes.
– Te gusta perrita?
– Si papito, me encanta, cógete a tu perrita.
Comencé a bombearla fuertemente, mi verga entraba y salía con mucha facilidad por lo bien lubricada que estaba mi hija. El sonido de nuestros fluidos, combinados con el choque de nuestros cuerpos y nuestros gemidos hacían una erótica sinfonía. Sus piernas descansaban en mis brazos lo que permitía una penetración más profunda. Me tomó del cuello lo que aproveché para tomarla de las nalgas y levantarla en la posición de columpio. Subía y bajaba a mi hija para que se ensartara en mi verga a mi antojo.
– Ahhhhh… dame así más, dame, me voy a venir. No te detengas papito. Pedía.
– Quieres más putita?
– Si, quiero más.
– Quien es mi perrita?
– Yo soy tu perrita papito, soy tu única perrita, coge a tu perrita.
Sentí como comenzó a palpitar su pepita apretando mi pito y como de pronto se comenzó a chorrear hasta sentir sus jugos bajando y acariciando mis huevos. Eso me calentó mucho más.
– Que venida tan rica pinche putita. Dije mientras seguía empalándola.
– Si papi, me estoy viniendo muy rico.
– Yo también me voy a venir, donde quieres que te los eche?
– En mi boca, los quiero en mi boca, quiero saborearte, quiero saborear tu espesa leche.
La solté para sacarle mi verga de su interior. Ella inmediatamente se hinco y abrió su boca sacando la lengua. Comencé a chaqueteármela hasta que una explosión de leche estalló dando directamente dentro de su boca. Fueron cuatro chorros que dieron justo en el blanco. Daniela se aferro a mi verga con su boca succionando fuertemente para sacar hasta la última gota de semen. Limpió con su lengua las comisuras donde escurrían fragmentos de leche. Los dos estábamos jadeando. Nos fuimos al sillón a descansar empapados en sudor. La casa olía a sexo, un delicioso aroma a lujuria penetraba por nuestras narices dejando constancia de nuestra entrega. Se acercó para darme un beso al mismo tiempo que me daba las gracias.
– Gracias por que? Pregunté.
– Por hacerme disfrutar de todo esto. Jamás había disfrutado tanto el sexo. Nadie me había hecho sentir esto. Dijo aún sofocada.
– Pues con cuantos habías cogido antes? Pregunté.
– Solo con dos, con Jorge (su ex novio) quien fue el primero, y ahora con Carlos (su actual novio) Pero ninguno de los dos me ha hecho sentir esto. Dijo.
– Que de plano son muy pendejos?
– Más bien, creo que son muy brutos. Con decirte que Jorge nunca me la mamó, y Carlos si lo ha hecho pero solo me ensaliva por que no siento lo mismo que siento cuando tu me la mamas. Lo haces de maravilla, eres único.
– Cuando gustes. Dije en tono de broma.
– Quiero que nunca dejes de mamármela y nunca dejes de cogerme. Quiero que seamos amantes toda la vida. Pidió muy segura.
– Y que le diremos a tu madre y a tus hermanas?
– No tienen por que saberlo, o si?
– No, no tienes por que.
– Será nuestro secreto. Prometo guardar el secreto, esto solo será entre tu y yo. Tu prometes guardar el secreto?
– Si, prometo guardarlo.
– Te amo papá, siempre te he amado, has sido y siempre serás mi gran amor. Desde adolescente he sentido un gran deseo por ti.
Terminando de decir eso nos dimos un rico beso donde nuestras lenguas sellaban ese pacto entre nosotros. Se montó en mi mientras seguíamos besándonos. Comenzó a hacer movimientos de cadera para comenzar a darme un rico masaje con su pepita en mi verga que ante tal estimulo nuevamente comenzó a pararse. Sus labios vaginales abrazaban el tronco de mi verga acariciándolo de manera excepcional. Daniela metía su lengua hasta lo más profundo de mi boca como si en ello se le fuera a ir la vida. Se levanto un poco para sentir mi parada verga en la entrada de su panocha. Cuando sintió la cabeza en medio de su vulva se dejó caer suavemente tragándosela nuevamente.
– No te muevas, deja que te haga disfrutar. Me dijo susurrando al oído.
Comenzó a hacer movimientos de cadera de arriba hacía abajo con una maestría que me sorprendió. Yo solo me limité a acariciar su espalda empapada por el sudor. Moviendo únicamente las caderas de arriba hacia abajo Daniela acariciaba mi palo con sus paredes vaginales haciéndome poner los ojos en blanco.
– Te gusta papi?
– Me encanta mi amor, tu también eres única.
– Quiero ser una puta para ti, solo contigo seré esta puta. No me importa compartirte con mi mamá. Ella siempre será tu esposa, pero yo quiero ser por siempre tu puta.
Volvimos a besarnos mientras ella seguía moviéndose. Por momentos se quedaba quieta con toda mi verga adentro y comenzaba a hacer movimientos circulares con sus caderas, lo que hacía que viera estrellas. Metí mi dedo en su boca y ella comenzó a mamarlo como si fuera una verga mientras seguía dándose de sentones en mi verga. Tome sus nalgas y las abrí para con mi dedo medio comenzar a acariciar su rico culo. Lo acariciaba de arriba hacia abajo con el ritmo que ella llevaba.
– Que rico. Me decía.
Lentamente metí mi dedo dentro de su ano, lo que hizo que ella lanzara un ligero grito mientras afirmaba con su cabeza dando su aprobación a mi acción. Deslicé poco a poco mi dedo dentro de ella hasta meter la mitad. Ella aceleró sus movimientos al mismo tiempo que su respiración se agitaba y comenzaba a gemir de placer anunciando que tendría un orgasmo más. Comenzó a contraer nuevamente sus paredes vaginales apretando mi verga la cual ante tal estimulo no resistió y lanzó nuevos chorros de caliente leche dentro de ella. Que deliciosa sensación el estarme viniendo dentro de mi propia hija. Ella detuvo sus movimientos para quedar exhausta recargada en mi pecho.
– Se siente un rico calor en mi interior cada vez que te vienes en mi. Me encanta. Dijo.
Comenzamos a quedarnos dormidos, por lo que me incorporé y la tomé entre mis brazos para llevarla a la habitación. Ambos nos abrazamos desnudos en la cama y nos quedamos profundamente dormidos. Estábamos cansados y desvelados de la borrachera de la noche anterior. El viaje y el sexo de ese día nos habían dejado muy cansados. Por lo que no supimos de nosotros hasta ya entrada la noche. Nos despertamos como a las 9 o 10 de la noche. Preparé algo de cenar, nos sentamos en el comedor y cenamos charlando de una manera tan amena. Ninguno de los dos mencionaba lo sucedido, no se hacía comentario alguno sobre el tema. Terminamos y nos fuimos a la habitación y comenzamos a ver una película abrazados. Cuando me di cuenta Daniela estaba profundamente dormida. Por lo que la acomodé para que descansara mejor, al estarla moviendo ella despertó, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y me lo agradeció. Le di un tierno beso de buenas noches en los labios, ella solo atinar a decir un “Te Amo” y se quedó profundamente dormida. Terminé de ver la película e igualmente me dormí. A la mañana siguiente al despertarme Daniela ya se había levantado.
Me dirigí a la cocina y ahí estaba ella preparando el desayuno. Nos dimos los buenos días con un beso en los labios como en ocasiones lo hago con su madre. Me sugirió que me metiera a bañar mientras terminaba de preparar el desayuno. Así que me metí a duchar y al salir ya estaba todo listo. Desayunamos tranquilamente en el jardín platicando de una y mil cosas. Salimos de nueva cuenta al supermercado a comprar más cosas para comer y beber. Regresamos y el calor estaba en su máximo nivel de ese día. Nuevamente nos pusimos nuestros trajes de baño y nos metimos juntos a nadar. Me acercaba a ella para abrazarla y besarla, pero al querer tocar sus nalgas o tetas ella me quitaba las manos diciéndome.
– No, ahora no. Tengo algo reservado para ti y te lo daré esta noche. Ok?
– Que es?
– Es una sorpresa. No comas ansias.
CONTINUARA…
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