De madre e hijo a pareja
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Leer en este sitio un relato de incesto entre madre e hijo me convenció de compartir mi propia vivencia con mi hijo, cosa que no se acepta en la sociedad conservadora en la que vivo.
Intentar explicar con detalle todo lo que nos llevó a mi hijo y a mi a mantener una relación como pareja sería demasiado extenso y seguramente aburrido para leer. Así que lo resumiré a momentos que ahora me parecen cruciales.
Cuando mi hijo llegó a la adolescencia me veía más como una amiga que como una madre mandona y severa, consecuencia de mi falta de experiencia, ya que fuí madre muy jovén. Aunque esto también tenía sus ventajas, ya que entre nosotros siempre hubo mucha confianza.
Hasta una amiga me dijo una vez que al caminar juntos no pareciamos madre e hijo sino una pareja de novios. Lo que es comprensible, por que yo aparento menos edad de la que tengo, a pesar de nunca haber usado algún producto o tratamiento especial.
Soy una mujer delgada con bonitas nalgas y con pechos un poco grandes y llamativos, que contrastan mucho con lo fino de mi cintura y brazos. Mi hijo es más alto que yo, y que puedo decir, es el tipo de hombre que hace sentir orgullosa a una mujer cuando camina a su lado.
Hace casi un año cuando mi hijo recién había cumplido los dieciocho y yo tenía treinta y cuatro, sucedió algo que al principio me dió mucho temor pero que poco a poco fué seduciéndome hasta fascinarme.
Una tranquila tarde de domingo, en un instante de tentación, un timido roce en los labios se convirtió en un delicioso beso al que siguieron otros más prolongados, entre miradas de asombro y suaves sonrisas. Yo no quice detenerlo cuando pude, al contrario respondí a sus intenciones jalando su cabeza hacia mí para que nuestras bocas se juntaran demostrándole que aprobaba su atrevimiento.
Interrumpí el desborde de pasión cuando sentí mucho miedo de lo que estábamos haciendo, la atmósfera que había creado nuestro mutuo deseo desapareció derepente, dejándo a mi hijo confundido y un poco avergonzado al igual que a mí.
Un poco más tarde me venció la tentación de repetir las sensaciones que me habían provocado los labios de mi hijo. Sensaciones placenteras que no había experimentado con nadie más hasta ese día.
Nos encontramos de camino a la sala de estar, él desvió la mirada y caminó detrás de mi esos escasos pasos que para él parecieron interminables. Espontáneamente me volví hacia él para apagar la luz, cruce mis manos detras de su nuca y lo jalé hacia mí, invitándolo a continuar lo que había interrumpido.
Estaba más tranquila y decidida que la primera vez y eso le dió confianza a mi hijo para no dudar. Con la ténue luz que llegaba de otra parte de la casa como cómplice, nos besamos como dos novios que buscan la oscuridad. Lo jalaba suavemente para pedirle que no se detuviera y que cada prolongado y delicioso beso durara un poco más.
Desde esa noche besarnos en la boca se volvió más que un hábito, era una necesidad diaria que al principio intenté poner freno sin tener éxito. Exceptuando esas repentinas sesiones, nuestra vida familiar continuaba tán normal como siempre. Esos momentos prohibidos y todo lo que sucedió despues se limitaron a la noche y cuando podíamos estar juntos en la casa.
En los días siguientes sus labios se volvieron más diestros y sus manos poco a poco fueron explorando mi cuerpo al darse cuenta que yo no lo impedía, una noche terminé acostada en el sofá con él subiendome la blusa para descubrirme los pechos. Me puse nerviosa y me levanté con la excusa de ir al baño, salí al patio a tomar aire fresco y decidirme si continuar o no. Estuve evadiéndolo hasta la hora de dormir.
Esperé hasta que entrara a su cuarto, despues de apagar las luces entré y sin decir nada subí a su cama, me quite la blusa y cariñosamente le ofrecí mis pechos a su boca. De un momento a otro estaba de rodillas encima de él dando gemiditos de placer. Como algo muy deseado por ambos, él chupaba mis duros pezones de una manera más que deliciosa y me acariciaba con ambas manos. Una vez que nos entregamos a ese acto de erotismo ninguno de los dos pudo detenerse ni quiso que el otro se detuviera.
Esa noche le hice sexo oral por primera vez, nunca me imaginé llegar a desear tanto mamar y saborear el pene de un hombre y mucho menos que ese hombre sería mi hijo. En varias ocasiones despues de esa, mi ansiosa boca le hizo llegar al orgasmo mientras se retorcía de placer sobre la cama. Me volví adicta a su vigoroso pene y él se obsesionó con mis atributos.
Me di cuenta que habiamos iniciado un camino sin retorno, que nos llevaría a un arrebato de deseo mutuo en el que mi hijo ignoraría el hecho de que soy su madre y acabaría haciendome su mujer.
Intenté evitar que llegara ese momento, pero no podía terminar un día sin que yo buscara la fuerte dosis de sensaciones y emociones que experimentaba con él; y no podía dejar de acceder de inmediato cuando él me buscaba. Esa semana fué difícil contener la tormenta que crecía dentro de él y dentro de mí cuando retozabamos.
Estuve despierta tratando de ignorar mis impulsos, hasta que escuché que mi hijo se levantó a beber agua cerca de la medianoche. Salí a encontrarlo, lo tomé de la mano con malicia y lo llevé a mi cama. Pero esa noche hice algo diferente.
Frente a mi hijo que me esperaba desnudo sobre la cama me quité toda la ropa, la última barrera que evitaba el desastre. Subí encima de él y por primera vez su duro pene entró en mí. Lo monté de forma incesante sosteniéndome con las manos, las descargas de placer me hacían apretar la almohada entre mis dedos, mientras él agarraba mis nalgas y chupaba con fuerza mis pezones. Con nadie volveré a sentir orgasmos tán deliciosos como los que siento con mi hijo, estar con él es simplemente único.
Despues fuí yo quien se acostó sobre la cama; abrí las piernas y lo traje a mí invitándolo a penetrarme, él se acomodó sobre mí e intentó hacerlo. Aunque había ensayado muchas veces en su imaginación como sería hacerme el amor, era claro que no tenía idea de que hacer. Con la mano guié su pene a mi interior que lo pedía con ansias, al pricipio sus movimientos fueron bastante torpes y erráticos. Él podía sentir en mí un fuerte deseo por él y yo sentía su intenso deseo por mí.
Tuvimos relaciones en las tres noches siguientes. Yo no soportaba esperar a que llegara la noche para llevarlo a mi cama y montarlo, poder sentir sus manos tocando todo mi cuerpo y su boca estimulando mis pezones.
Pero la tarde del domingo marcó el inicio de la vida de pareja que llevamos hasta el día de hoy. Habiamos salido y mi hijo se excitó al ver como andaba vestida, cuando regresamos a la casa me abrazó y comenzó a besarme apasionadamente, yo lo veia con admiración y empezaba a excitarme también.
Me llevó a la habitación y el se encargó de quitarme la ropa aprovechando a besarme en todas partes, hasta en mi entrepierna. Me excitó de sobremanera mamando mis pechos y frotando mi entrepierna al mismo tiempo, yo me sentía dispuesta a que hiciera cuanto quisiera conmigo.
Me hizo suya como un experto; llegué al climax con él sobre mí y su pene apretando las paredes de mi interior, hacía movimientos fuertes y decididos con su pelvis, dejándome asombrada y sin aliento. Despues me pusé en cuatro y él siguió llenándome por completo con su duro pene mientras se agarrraba fuertemente de mi cintura y mis nalgas. Yo no podía hacer otra cosa que gemir de tanto placer y casi gritaba en cada orgasmo.
Esa tarde depositó en mí una gran cantidad de sabroso semen en tres ocasiones, algo que me encanta y que no había sentido la confianza de hacer con nadie además de su padre. En una de las veces que nos levantamos para ducharnos, me puse de rodillas en el baño y le hice sexo oral hasta tragar su miel. Ahora somos más unidos y estoy muy enamorada de él, mi hijo se convirtió en mi amante y despues en el amor de mi vida.
Continuamos amándonos como madre e hijo, y nuestras vidas fuera de la privacidad de nuestra casa son completamente normales. Pero necesitamos expresarnos cosas que no podemos con los gestos de cariño convencionales, cosas que descubrimos que sentíamos y que ahora completan el amor que ya había entre nosotros. También, dos o tres veces por semana, liberamos en el sexo toda la sensualidad y el deseo que nos provocamos el uno al otro.
Hola cuanto tiempo llevan como pareja?
bonita pareja
Que buen relato.
A mí también mi mamá me enseñó todo sobre el sexo. Vivimos solos los dos y lo hacemos desde que yo tenía 14 años
Yo tambien tuve mi primera vez con mi mamá. Alguien para conversar @David_100800