deliciosa experiencia con mi padre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desde niño me gustaban mis compañeritos, a veces los veía con deseo y muchas veces me veían como un amigo.
Mucho sufrí por discriminación pues la inclusión no era la característica de mi escuela.
Más de alguna vez intenté besar a alguno de mis amigos y aunque yo veía que les gustaba, me rechazaban luego del primer intento.
Regresaba a casa cada día y me encontraba con mi madre que bien sabía lo que me pasaba aunque no se lo contara, la intuición femenina siempre funciona más allá de lo que imaginamos.
Al llegar mi padre de trabajar mi madre le contaba cómo me sentía y él con toda la comprensión me abrazaba y me pedía que le contara los rechazos constantes que sufría.
Yo me sentía muy contento en sus brazos y me sentía comprendido.
El me acariciaba la espalda y los hombros, me agitaba la cabeza y jugábamos.
Yo tenía mi peluche, era un perro dálmata que me encantaba y que lo llevaba comigo cuando por las tardes caía en los brazos de mi padre.
Así pasaron los 6 y 7 años hasta llegar a los 12 poco antes de la pubertad.
Mi interés por el sexo se iba despertando y a veces preguntaba cosas a papá.
En la escuela escuchaba términos que no conocía como "jálatela" "hacer una paja", "mámamela" y no sabía a qué se refería y preguntaba eso a papá quien sin escandalizarse me explicaba.
Yo acostumbraba bañarme sin cerrar la puerta del baño y entraba sin previo aviso mamá o papá, todo era normal.
Llegó por aquellos días, a mi salón un alumno nuevo, era un niño fuera de serie, pues su rostro adolescente tenía un atractivo no definido pues lo femenino y lo masculino se mezclaban en la belleza de un rostro de facciones delicadas.
Su cuerpo era armónico y sus movimientos seguros.
Su voz melodiosa y firme.
Era un varoncito delicado y hermoso.
Un día de esos, caluroso lleno de sol, luego de haberlo preparado por un buen tiempo a un amigo de porte precioso y de haber alimentado la esperanza de por fin tener un amigo que fuera algo más.
le dije que me gustaba.
No me atreví a pedirle que fuera mi novio así que sólo le dije que me gustaba,
Mi atrevimiento llegó a sus oídos como una fatal ofensa y me rechazó de tal modo que el sol se oscureció y la vergüenza me cundió por todo el cuerpo.
El piso se movía y me sentía desnudo ante todos aunque nadie se había percatado del incidente.
Llegué a casa deshecho.
Mi madre al ver mi rostro adivinó pero con tanto cuidado me recibió y me preguntó que sentí una luz que iluminaba en medio de aquella oscuridad.
Ella esperó a que llegara mi padre para que él escuchara mi grave situación.
Ese día mi padre tardó más de lo debido y mi madre me pidió que me bañara pues el sudor del día y el porvo mantenían mi piel pegajosa.
Yo no tenía ganas de nada, sentía que no merecía siquiera la limpieza de mi cuerpo.
Más a fuerzas que de ganas me desnudé como de costumbre en mi cuarto y pasé al baño chorreando el desánimo.
Abrí el agua de la ducha y la temple a mi agrado cuando llegó mi padre también cansado y sudoroso con deseos de tomar un buen baño.
Mi madre lo puso al tanto de mi estado de ánimo pues aunque no le había yo contado nada, sabía lo que me pasaba.
Mi padre se acercó a la ducha y me preguntó si el agua me había caído bien, pero entre dientes le respondí cualquier cosa, y leyó mi estado de ánimo.
Se desnudó y se dispuso a bañarse conmigo.
Ya en la ducha comenzó a acariciarme como de costumbre los hombros y la espalda, Yo sentía sus manos como un masaje reparador y me volví hacia él y lo abracé mientras el agua de la regadera nos cubría a ambos.
No era la primera vez que nos bañábamos juntos, estaba yo acostumbrado a ver su pene flácido y sus testículos cubiertos de pelo.
Muchas veces comparé sus testículos con los míos y más de alguna vez los acaricié.
Ahora era diferente.
Por primera vez vi el pene de mi papá en toda su erección y curiosamente el mío también aunque no era tan grande como el de él, sentí una necesidad muy grande de tocarlo y al ver que él no se inmutaba, comencé a recorrer mis manos a lo largo de su pene.
Comencé a ver que un líquido transparente y resbaloso salía de su pene y sin pedir permiso me abalancé a beberlo.
Temblores de emoción hicieron vibrar mi cuerpo y chupar su glande, mi padre me observaba y me acariciaba con tal suavidad que me hacía revivir de aquel letargo.
Sentía mi pene más grande que de costumbre y mis testículos se encogían mientras lamía y succionaba aquel hermoso falo jugoso y acariciaba sus testículos sintiendo como resbalaban dentro de aquella inmensa bolsa de piel oscura.
Una especie de cosquilleo en el ano, me hizo pedir a papá que lo tocara con sus dedos.
Mi padre cerró la regadera y tomó un poco de jabón en sus dedos y comenzó a darme masaje en mi ano.
Con suavidad lo dilató me atreví a decirle:
Papi ¿no te molestas si te pregunto una cosa rara? él con toda la paciencia de la vida me contestó pide lo que quieras mi querido nene.
Tembloroso le dije: ¿qué pasa si me introduces tu pene en mi ano? mi papá me abrazó sin decir nada.
Yo sentía su piel y sobre todo su pene bien grande y jugoso a la altura de mi ombligo.
Me sacudí y me volteé para sentir su inmenso pene tras de mí.
Entonces se sentó en un banco de plástico que había ahí y me invitó acercar mis nalguitas a su pene.
Con todo cuidado me acomodé permitir aquella gloriosa experiencia.
Mi ano estaba ya relajado y la suavidad con la que comenzó no me hizo daño alguno.
Yo me sentía profundamente amado por mi padre y él me acariciaba el pecho, la barriga y llegaba a mi pene, jugaba con mis testículos y más me sentía yo excitado.
Una vez que penetró parte de aquel tallo jugoso, comenzó a hacer movimientos suaves de entrar y salir y comprendí los movimientos que yo debía hacer, pues la sensación en aquel pozo ardiente era indescriptible.
Mi pene estaba como nunca erecto y comencé yo también a chorrear un líquido transparente que tomé con mis manos y lo lamía entre los dedos.
Lo ofrecí a mi papi y lo lamía con gusto.
El ritmo aumentaba y la respiración de los dos se aceleraba hasta que sentí algo que se derramó en mi interior y mi padre lanzó un largo suspiro de satisfacción.
Cesó el movimiento y me quedé un rato con su pene dentro de mí y él me abrazaba tocándome mis testículos y frotando mi pene de tal manera que me tenía extasiado.
Luego de un rato me levanté y sentí ganas de expulsar aquello y mi papá comprendió lo que me pasaba, entonces me pidió que esperara, se puso de rodillas tras de mi y acercó su boca a mi ano y lo lamió de tal modo que sin más solté lo que había dentro y él lo recibió en su boca.
Yo tenía curiosidad de saber de que se trataba y le pedí que me diera un beso en la boca y me permitiera probar aquello,
era como compartir la intimidad, como probar aquel néctar que había sido de él luego mío y regresaba a él.
Bebimos los dos aquellos jugos de sabor neutro y de olor raro.
De momento me vinieron ganas de defecar y pensando que se trataba de más de aquel néctar le pedía a papá que lo tomara como lo había hecho antes, pero ahora algo que me apenó mucho sucedió.
Salió aquella masita ocre de consistencia como de crema de maní.
Mi padre no dijo nada e hizo como la vez pasada.
Tomó aquel producto en su boca y parecía saborearlo de tal modo que le pedía nuevamente el beso que me permitiera probarlo.
El sabor era lo de menos, sentía yo como había vuelto a brillar el sol y ahora me sentía motivado a vivir.
Le pedía a papá que me permitiera hacer lo mismo que había hecho con migo, intenté metérsela por el ano pero no coincidíamos en altura, entonces él tomó la iniciativa de ponerse en cuatro, pero mi pene no tenía la consistencia suficiente para penetrarlo entonces me agaché y comencé a lamer aquel pozo que se abría entre dos rocas firmes.
No duramos mucho tiempo haciendo eso por las dificultades técnicas que representaba, abrimos a mojar nuestros cuerpos temblorosos de moción por aquella hermosa experiencia y con toda la tranquilidad del mundo volvimos a tomar jabón y a pasar las manos él por mi cuerpo y yo por el suyo, entreteniéndonos claramente en los genitales.
Par entonces su pene estaba flácido pero grande y a fuerza de frotaciones con la suavidad del jabón volvió a su estado de firmeza.
Estábamos en eso cuando mamá viendo que habíamos tardado mucho tiempo se asomó al baño y nos encontró cuando yo chupaba aquel delicioso pene de nuevo.
Ella sin reparar me preguntó si ahora me sentía mejor, yo de inmediato me paralicé y no sabía que hacer pero ella sonriendo me dijo.
Mi querido bebé, ya es hora de cenar, prepárense que hay un delicioso postre.
Yo pensé ¿qué mejor postre que este?
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