Descubriendo el secreto de Sandra, mi madre – Capítulo I
Recién llegado a España mi vida dio un giro inesperado cuando descubrí a lo que se dedicaba mi madre, quien se había internado en un mundo desconocido para ella gracias a su tía y su prima..
Mi nombre es Enrique, tengo 31 años de edad y mi madre, Sandra, tiene 56. Vivimos en una ciudad al norte de España, pero somos originarios de un país latinoamericano. Mis progenitores se divorciaron cuando yo tenía 10 años debido a múltiples infidelidades por parte de mi padre (las cuales tal vez mencionaré en otros relatos o en el foro). A partir de ese momento vivimos solos, y muy tranquilos. No obstante, medio año después del divorcio mi madre perdió su empleo y eso ocasionó que la situación económica de nuestro hogar decayera. Las perspectivas no eran halagüeñas. Sin embargo, Marta, una tía de mi madre (hermana de mi abuela materna) vivía en España con su hija desde hacía más de treinta años, y animó a mi madre a ‘cruzar el charco’. Le decía que en España ganaría mucho dinero, que ella le ayudaría a establecerse y que le prestaría la cantidad necesaria para los pasajes de avión y demás. Mi madre y yo nos lo pensamos mucho, pero al final nos animamos. Nuestras edades al llegar a España eran 41 ella, y yo 16.
Nos adaptamos rápido al cambio de país, no obstante, mi madre aún no tenía suficientes medios para poder alquilar una vivienda por sí sola, por lo que los primeros meses tuvimos que compartir piso con la »tía Marta» (58 años de edad, por entonces) y su hija Rosa (de la misma edad de mi madre).
La convivencia fue agradable. Marta y Rosa eran solteras y vivían solas. Rosa tenía un hijo de veinte años, quien por motivos laborales residía en otra ciudad española. Ambas, lejos de ser unas solteronas amargadas como me lo imaginé al principio tenían una actitud jovial.
Se iban a trabajar sobre las 15h, y solían volver no antes de las 0h. Me dijeron que trabajaban en el »sector inmobiliario». Sus horarios me parecieron raros, aunque de entrada no le di mucha atención a esos detalles. Imaginé que ese era el horario habitual español. Los detalles que sí llamaron mi atención fueron la figura curvilínea y el enorme culo de ambas. Probablemente sus caderas rondaban los 115 – 120 cm. A ellas yo no las conocía porque habían emigrado a España desde antes que yo naciera, por lo que el vínculo filial-emocional era prácticamente inexistente. Yo, por entonces, era un chaval de 17 años con la libido a tope. Compartir vivienda con dos maduras culonas no hizo sino incrementar mi lascivia. Valga decir que en esa época mi madre también llamaba mi atención (de eso también hablaré en otros relatos), pero por ser »novedad» Marta y Rosa se convirtieron de inmediato en mi principal objeto de deseo, pese a que debía tener cuidado con mis acciones por ser el único varón de la casa.
Al segundo día estudié el terreno porque anhelaba espiarlas y verlas desnudas, pero me fue imposible. La distribución de las habitaciones y la ubicación de las ventanas no ayudaban en nada. Era un huésped y tampoco quería causar problemas, así que tampoco me esforcé en demasía. Además estaba acompañado de mi madre y no deseaba provocar sospechas en ella. Por el momento solo me quedaba recurrir al típico fetiche de la búsqueda y manipulación de la ropa interior de ambas. Sin embargo, esto tampoco me fue posible porque los primeros días no tuve oportunidad de quedarme totalmente solo en casa. Preferí no arriesgarme a ir a buscar al cesto de la ropa sucia. Temía que mi madre me descubriera y mi actitud le pareciera anormal (y en realidad lo era). Decidí esperar. Sabía que tarde o temprano me iba a quedar solo en casa para poder indagar sin obstáculos.
Al tercer día en España, una buena noticia: mi madre encontró empleo. Supuestamente una compañera de trabajo de mis tías se iba de baja médica, por lo que ellas convencieron a su jefa para incorporar a mi madre como interina, y comenzaría al día siguiente. Sí, ya sé, contado de esta forma parece poco creíble, mas yo en esa época tenía 17 años y no prestaba mucha atención por esta clase de detalles y creí que encontrar trabajo era algo fácil en este país. Lo que me ponía contento era que al día siguiente por fin iba a quedarme solo. Por fin iba a poder indagar sin que nadie me interrumpiera.
Al cuarto día me desperté mucho más temprano de lo habitual por algo parecía ruido de zapatos de tacón caminando. Imaginé que las »tías» y mi madre se estaban preparando y preferí no salir, dado que no deseaba ser inoportuno. Media hora después advertí que las tres mujeres se disponían a marchar de casa, así que creí que era conveniente salir de mi habitación para desearle suerte a mi madre en su primer día de trabajo. Ellas no esperaban que yo estuviera despierto y mi presencia las sorprendió, pero más me sorprendió a mí ver a mi madre con una maleta de viaje en la mano.
– Ja, ja, ¿y esa maleta, mamá? Creí que ibas a trabajar, y no de viaje.
Mi madre visiblemente nerviosa respondió.
– Emmm, no, es que, es que…
Marta interrumpió.
– Vamos a trabajar, sí, pero antes pasaremos dejando unos vestidos en la sastrería. Tu madre no se va de viaje, no te preocupes.
– Ah, qué bien, ¡mucha suerte, mamá!
Las tres mujeres marcharon y por fin pude quedarme solo. Llevaba días esperando ese momento. Esperé un poco para confirmar que ellas ya no volverían. Después me dirigí a la cocina y revisé el cesto de la ropa sucia. Por encima, un par de vaqueros y unas blusas. Nada de mi interés. Seguí indagando y, ¡bingo! encontré un par de bragas negras tipo culotte, con encajes. Supuse, por la talla, que eran de una de mis tías. Me saqué el miembro y empecé a masturbarme con parsimonia. Quería disfrutar del momento. En ambas manos sendas bragas. Con la izquierda me puse una en la cara, para inhalar el aroma que desprendía y con la diestra me la restregaba en el falo erecto. Empecé a fantasear que estaba en un trío con ellas. Me imaginaba que Marta posaba su gran culo sobre mi cara, y mientras tanto el culo gordo Rosa devoraba mi pene. »Quiero otra braguita», pensé. Interrumpí de forma leve mi masturbación y retomé la búsqueda. Encontré una extraña bolsa de tela gris cerrada y amarrada que parecía tener más prendas dentro. La abrí, y había varias piezas de lencería sexy de talla grande. Me quedé boquiabierto.
Las olí, pero además del típico olor de una prenda de ropa interior femenina sucia (conocía el olor porque solía hacer esto con las prendas de mi madre) también olían a algo que parecía semen. »Vaya, así que las tías tienen sus secretitos bien guardados», pensé. Me las imaginé en múltiples posturas sexuales y terminé por masturbarme como un poseso. Impregné de semen todas las prendas. No temí por ello debido a que ya tenían producto de otro »semental». Al terminar las volví a guardar.
El hallazgo de esas prendas motivó aún más mi curiosidad, sin embargo, poco o nada pude saber sobre sus comportamientos. Llevaba pocos días ahí y las conversaciones entre ellas y mi madre eran de lo más trivial cuando yo estaba presente. Notaba, además, que hablaban en voz baja cuando yo no estaba en la misma estancia que ellas, y que cuando yo hacía acto de presencia solían cambiar de conversación. Empecé a sospechar que algo ocultaban.
No tenía ni una semana en esa casa, pero ya sabía que ellas en las mañanas solían conversar en la cocina, mientras desayunaban. Yo normalmente me despertaba tarde porque aún no estaba habituado a la hora española, no obstante, al sexto día cambié mi rutina y me esforcé por despertarme antes que ellas. Llevé mi ordenador portátil a la cocina. La intención era dejarlo ahí y hacer uso del micrófono para grabar sus conversaciones.
Me senté a esperar que llegaran, pretendiendo que estaba usando mi ordenador. Sabía que ellas no eran tan expertas en el ámbito informático, así que iba a hacer uso de esa baza.
Marta y Rosa llegaron primero. Al poco se unió mi madre.
– ¿Eh? ¿Despierto a estas horas? ¿Estás bien? ¿Qué estás haciendo aquí, Enrique?
– No ocurre nada malo, tranquilas. Me desperté temprano porque estoy descargando un nuevo videojuego para mi ordenador. Cambié de sitio porque parece que aquí hay mejor señal. En unos minutos me marcho, así ya no estorbo.
– ¿Mejor señal? ¿Descargar? No entiendo nada, pero puedes quedarte aquí, no nos estorbas…
– No, qué va, dejaré el ordenador ahí. Esa descarga llevará varias horas. Me iré a dormir, que aún tengo sueño.
Me aseguré de dejar encendido el programa de grabación de audio. Camuflé todo, por si acaso. Las dejé solas y me fui a mi habitación. No volví a salir hasta que marcharon, 45 minutos después.
Fui de inmediato a revisar mi ordenador. Si bien ellas estaban casi cuchicheando, me aseguré de dejar el ordenador lo más cerca posible para poder grabar todo, y tuve éxito. Me dispuse a escuchar lo grabado.
La conversación dio inicio de manera trivial, pero de manera súbita cambiaron de tema.
Marta y mi madre conversaban.
– Marta, creo que Enrique sospecha algo, y me da miedo su reacción.
– No exageres, él no sabe ni sospecha nada.
– Sí, pienso que tarde o temprano tendré que confesarle lo que estoy haciendo.
– ¿Y cómo crees que se lo tome?
– No lo sé, y me da miedo su reacción.
Rosa interrumpió a mi madre.
– No hace falta que se entere si tienes las debidas precauciones. Ya llevo varios años en esto y mi hijo tampoco lo sabe. Es mejor así. Además, te estás esforzando por sacarlo adelante, no por otra cosa. Venga, terminad rápido, que hoy van a llegar varios clientes temprano y nuestra querida Sandra ha sido toda una novedad. Las chicas nuevas son, casi siempre, muy bien recibidas.
– ¿Ah, sí? Pues ayer un cliente me pidió ‘griego’ y me dijo que hoy iba a volver. Llevaba varios años sin hacerlo, y me resultó algo incómodo, aunque la tenía pequeña y…
– Uuuy, eso es lo que más piden los españoles, sobre todo a mujeres de culo grande como nosotras -dijo Marta-. Si le sacas provecho puedes ganar una buena pasta de manera rápida. Te voy a enseñar un truco para que no tengas tanta incomodidad y a cambio disfrutes. No veas a mí cómo me gusta cuando me piden griego. Uuum, me lo paso genial y encima se les cobra como ‘servicio especial’.
Mi madre respondió.
– ¿Queeé? ¿Te pagan más por el griego? ¡No sabía!
– Pues claro, mujer.
– Ah, pues así sí, y si duele un poco vale la pena el esfuerzo…
Se escuchó un ruido como si Marta se levantó de su silla. Mi madre se exaltó.
– ¿Qué haces, Marta? ¡Para ya! ¿No ves que puede venir Enrique y te puede ver?
– No vendrá, que estará durmiendo…
– No digas tonterías. ¡Para ya! ¡Tápate!
– Será rápido, ya tengo experiencia preparándome cuando me piden un griego. Rosa, pásame el gel que llevo en mi cartera. Pus mira, te pones así… ¿ves? Luego un poco de gel en el índice, y haces esto, ¿ves?… mmmm…. uuuuh…. mmm
– Uy, sí que tienes experiencia….
– Mmmm, ¿viste? Mmmm, espero que el primer cliente me pida un especial hoy, que ya voy lubricada y lista.
– Sssssh, cállate y súbete el pantalón, Marta.
Al poco marcharon. Me quedé pasmado. Escuché la conversación varias veces más. No daba crédito. No estaba seguro porque yo no era un conocedor del tema, pero me parecía que ellas se dedicaban a la prostitución. No podía creerlo. Necesitaba confirmarlo. Cavilé: ¿qué era eso de ‘griego’ y lo de ‘servicio especial’? Recurrí a internet y lo que vi confirmó mis sospechas. Mis tías y mi madre se dedicaban a la prostitución.
Continuará.
Está bueno, tiene un componente que difícilmente se encuentra: Conflicto e ¡intriga!
¿Dé qué país eres? ¿Será que somos paisanos?
muy interesante
Sube más me gustó
Interesante historia espero que se ponga mejor.
Muy buena amigo eres un crack y da morbo
Tuve que registrarme, pero valió la pena hacerlo y pedir por favor la continuación de este relato
Lindo relato, y como siempre me causo mucha excitación el tema de cogerme a la madre, de un adolescente, solo que lo mas lindo es que lo puedan ver todo. espero encontrar continuación de este relato.