Descubrimiento con mi hermano gemelo 3
Continúa.
La vida con mi hermano había cambiado. Ya no nos importaba nadie más. Lo único que queríamos era experimentar. El resto no nos importaba. Volvíamos a casa hiper cachondos. Nos comíamos las pollas todos los días. Nos regabamos la boca con nuestro semen, lo compartíamos con nuestros besos. Cada dia sabía diferente y nos encantaba saborearlo. Nos matabamos a pajas día si dia también. Me sabía la polla de Miguel de memoria. Estaba empezando a conocer todos sus gustos. Le encantaba que empezase lento la paja subiese la intensidad y que le diese a toda caña hasta correrse. Mientras se corría debía bajar el movimiento de mi mano y siempre siempre acercaba mi boca a la punta o le dejaba libertad para hundirme su polla en mi boca. Al poco tiempo descubrí que me encantaba correrme en su cara y chupar todos los restos de ahí.
Era genial haber descubierto la masturbación y la felación con mi hermano. Teníamos 13 años pero el sexo era tremendo e intenso con él.
Nunca nos cansabamos. Podíamos hacernos 4-5 pajas por día y tirarme una hora yo chupando su polla y besando su cuerpo. Me encantaba comerle los pezones e ir bajando con mi lengua, provocándole. Chupando su vientre, dejando rastro de mi saliva por todo el y dirigiendo mi lengua a sus huevos. Luego me centraba en el tronco de su polla. Me encantaba ver como sus venas se tensaban ante mi lengua. Su capullo, pequeño y rosadito, me volvía loco. Allí es donde me deleitaba. Lo besaba con muchísimo amor pero también con lujuria. Le decía a mi hermano todo tipo de guarradas:
-Vaya polla te gastas hermanito… Me pasaría la vida chupando tu polla. Me encanta que te ponga super cachondo que tu hermano gemelo te la chupe, porque a mí me vuelve igual de loco – le decía mientras le miraba a los ojos y golpeaba su glande contra mi lengua. Amaba el sabor de esa polla.
Cuando venía el semen, tras más de una hora de una lenta mamada, era la mayor recompensa. Como he dicho, yo lo reciba en mi boca y lo guardaba. A continuación, Miguel se acercaba y me besaba. Así, abría mi boca y su semen pasaba de mi lengua a la suya. A veces me cogía con su dedo los restos que habían en mis labios y se los llevaba a la boca. Era nuestro ritual, y como todos los gemelos, era algo muy fuerte e irrompible. Puede parecer un asco, que a mí se me ponía como una piedra sólo de imaginarlo.
Las noches las dormíamos poco, pues cerrábamos con pestillo y nos deleitabamos con nuestro cuerpo. Miguel le encantaba besar y lamer los ligeros abdominales que se me marcaban. Mi polla también se había convertido en una golosina para Miguel. Teníamos suerte de no tenerla muy grandes (apenas unos 14 cm) pues nos encantaba meterlas entera de nuestras bocas. A Miguel podía hundirsela hasta casi provocarle arcadas. El a veces no quería compartir mi lechita cuando se lo daba en su boca. Lo quería todo para él me decía.
No se si estábamos enamorados, pero estábamos hechizados. Siempre en mi mano su polla y siempre en la suya la mía. Nos encantaba notar la dureza y el poder en nuestras manos. Nos hacíamos pajas hasta cuando alguno estaba jugando a la play. Siempre teníamos a mano papel de cocina para las tremendas corridas que nos pegambamos. Cada vez nos salía más cantidad de semen, pies la pubertad avanzaba y nosotros podíamos disfrutar de más leche del otro. Nuestras pollas iban creciendo poco a poco también.
Dormíamos siempre abrazados. Pasamos a desnudarnos completamente en el verano. Me encantaba dormir y notar su virilidad en mi culo. Nos pasábamos la noche sobando nuestros cuerpos. A veces nos hacíamos hasta 3 pajas por noche. A veces, sin darnos cuenta, dormíamos con la mano sobre la polla del otro. Era algo electrizante e increíble. Nuestras hormonas estaban disparadas y al menos yo, era adicto a esa polla.
Cuando mi madre se iba los sábados a cuidar de mi abuela, nos metíamos en la ducha juntos. Allí, nos lavabamos nuestros cuerpos con jabón. Nos pasábamos la vida con erecciones continuas. En la ducha nos sentábamos uno enfrente del otro y nos pajeabamos a toda velocidad. Tras ello lo de siempre, mamada intensa y descarga en la boca.
Eso era lujuria y felicidad junta. Y no queríamos que nunca terminase.
¡Uff, qué rico! Me hubiera gustado tener un hermano gemelo, es como hacer el amor con uno mismo.
comos igue
Que lindo eso.. espero continúe el relato
Qué bonito. Espero continuación