Desde los Nueve años hasta hoy. Parte 1
Desde niña, mi mamá y mi tío me introdujeron en el submundo, éramos pobres, y yo, una bella porcelana, debía pagar por los platos rotos..
Fui puta desde los nueve años hasta los veinte, obviamente cuando niña no sabía ni la definición de eso ni sus consecuencias, pero es lo que me tocó. Te preguntaras sí acaso disfruto del sexo a mis 25 años, te responderé que no, no desde aquel entonces. Me gradué de abogada, amo las cosas sencillas y la música clásica; actualmente vivo en Miami y me doy el lujo de elegir a los clientes, soy de piel
blanca, una porcelana, cabello liso negro hasta mis nalgas, tetas medianas y firmes, mi culo ni hablar, mi vagina devora penes sin gusto y con desilusión porque al final ninguno de ningún tamaño me satisface. Yo amé a un sólo hombre de niña.
Estoy de retiro, lista para una retrospectiva me abriré paso por mis vagos recuerdos, con los detalles que me permita relucir, para el morbo de muchos, para el asombro de pocos; el asco y el amor,
la infanta esperanza de una vida mejor, la desilusión y el crimen… Lo haré por escrito, siempre quise escribir un libro pues los mayores pecados se hacen a escondidas, el sexo y el abuso también se hacen en lo oculto, pero siempre se hace público y evidente. Nacer en un país de Latinoamérica es una
especie de karma, muchas veces de los peores. Naces rodeada de necesidades, en una familia disfuncional llena de ignorancia y hambre. Mi madre era puta, no porque se beneficiara de su cuerpo sino porque hombres entraron y salieron a su vida como los días y las noches. Quien me introdujo a esto fue ella por medio de su hermano, que para lo único que vivía era para beber hasta que un auto lo volvió puré de patatas, no lo odio nunca lo hice.
Tengo varios hermanos, soy la del medio, sin embargo no voy a hablar de eso. Me tocó ser una
porcelana como Julián me llamaba con amor, por eso mi madre me apartó del rebaño, mi trabajo fue
mantener a mi madre a mi tío y mis hermanos; rápido aprendí que nunca nada es demasiado tarde o
demasiado temprano para comenzar, las cosas se dan y ya. Pero comenzar la calle de niña no es fácil, hay de todo y toca ver de todo, pero dentro de todo lo malo y el peligro que pude pasar apareció Julián, quien no me rescató ni me sacó de las calles, pero me ayudó mucho y mi familia se benefició, todo a cambio de ser él, el único que estremeció mi carne y mi alma aún sin yo tener un cuerpo de mujer definido.
Ciertamente yo a los nueve años no sabía qué era el sexo, nunca vi nada por accidente con mi
madre y sus amores, para mí el mundo era una casa de barro, mis hermanos hambrientos y mi tío
borracho. No íbamos a la escuela, pero yo sabía leer y escribir, éramos pobres, como todos a nuestro perímetro y en casa para mantener varios niños quietos la mayor parte del día posible, un televisor era la solución, teníamos tele y reproductor de DVD, quizás robado, eso no importa. Ese fue el medio para mi primer encuentro con el abuso sexual. En medio de una mala noche, mi tío me despierta sonriendo la verdad es que no estaba tan ebrio como pensé, tenía bastante equilibrio y todo previamente planificado, tenía pestilencia de alcohol con un suave olor a durazno que pronto se revolvería con una mezcla de sensaciones y olores.
Al despertar me pide guardar silencio con su grueso dedo sobre mi boca, me saca de la pieza
en la que dormía con mis hermanos me lleva al comedor, todo acontecía ahí, la tele, las comidas, los quehaceres y las lecciones. La pequeña tele daba de frente al comedor, estaba encendida con una imagen congelada de pieles borrosas al descubierto sin forma aparente, dos sillas juntitas pegadas al
televisor, me sienta a su lado, y le pregunto inocente, qué película íbamos a ver. -Vamos a ver lo que las personas hacen para disfrutar juntas – Me responde directo y conciso, continua diciéndome sin quitar la pausa de la imagen que yo aún no lograba descifrar -Los hombres le gusta esto, y a las chicas también- pone play, comencé a ver, una mujer le chupaba la cosita a un tipo que gemía de placer, eso yo no lo
entendía, no sabía sí por el gemido lo estaba lastimando o qué, bañaba a mis hermanitos, pero la cosita de ellos eran cosa normal para mí, eran lampiños y medían medio meñique, esto era enorme y rosado, tenía venas gruesas, recuerdo pensar en la palabra fuerte al observar esas venas, yo no decía nada, ya veía con curiosidad, la mujer con su mano bajaba y subía el tronco y paseaba su lengua por el hongo, seo L metía en la boca y lo chupaba como yo seguramente chuparía una fresa, eso imagine, los gemidos del hombre seguían, pronto entendí que le gustaba, me dio hambre, no de un pene, sino de la fresa, seguramente esa noche habríamos cenado poco. En todo ese corto tiempo que perecía una eternidad, no me había dado cuenta que mi tío se apretaba el entrepiernas del pantalón, era obvio lo que vendría, creo haberlo intuido, veo lo que hace, él estaba tan concentrado en la película que casi se olvida el por qué me había traído hasta el comedor, al darse cuenta saca su pene en un sólo movimiento, lo tenía duro, era tan idéntico al de la pequeña pantalla, pero me parecía tan grande, el olor a durazno enseguida se mezcló con algo ligeramente avinagrado, en seguida supe qué quería.
No me dijo nada, yo sola me agache y me lo metí en la boca, -¿Te gusta?- me pregunta, le respondí encogiendo los hombros, tenía la boca ocupada, pero no le hacía nada, en el primer instante era tibio, yo solo lo tenía metido en la boca, algo dulce, en instante la cabeza de su miembro me toca el paladar, lo sentí muy suave y una deliciosa cosquilla se produjo. Yo no tenía culo, no tenía ni tetas, mis pezones comenzarían a brotar a partir de ese momento, mi rajita estaba cerca de estar húmeda. Ese Primer momento lo tuve poco tiempo en la boca, levanto la cabeza y veo hacia la televisión, mi tío pasa su mano por mi pecho plano, siento cosquillas, comenzaba a pensar, es rico, y ahí comienza realmente todo, con mi inocente aprobación, agarra mi cabeza y la dirige a su pene, abro mi boca y me lo vuelvo a meter, era duro sí, pero a la vez era blanda la carne, agarra mi mano y me la coloca en su pene,comienza el movimiento de bajar y subir, guiándome siento que siente mayor placer, ya no veo la tele, veo a mi tío y está feliz y creí estar feliz por ello.
Me suelta la mano y continuo sola, su pene no era desagradable, al contrario, me parecía delicioso, el ambiente estaba espeso, dulce, yo ya metía y sacaba su grueso miembro por mi boca, lo chupaba realmente, no me costó adaptarme, cuando de pronto quedo sorprendida, un disparo espeso con un sabor acido ligero y olor a lejía, llena mi boca, no me quedó de otra que tragarme su semen tibio, me asusté y caí de nalgas, era viscoso, lo recuerdo porque me goteó un poco por la comisura de mis labios, no me lo esperaba, me sentí mareada, seguramente ya lo estaba desde el mismo momento que vi a esa mujer chupando un pene y quise imitar, o desde el momento que tocó mis inexistentes pechos.
Me levanté del suelo, mi entrepiernas estaba humedecida, pensé que me había orinado un poco, me acuesto en la cama, y repaso la sensación de la boca, con el corazón a millón, mil imágenes nublaban mi mente, quería pellizcar mis pezones, comer una fresa, salir corriendo o quedarme dormida, todo era confuso.
Los días siguieron y mi tío pensó que me enseñaba, cuando en realidad el instinto en el primer momento se apoderó de mí. Un año más tarde, mi mamá frecuentaba un mercado municipal, y ahí me vendió por primera vez con el carnicero, se lo mamé en el depósito, el hombre no lo podía creer, y tan excitado estaba que acabo en un minuto. Ya mis teticas eran como dos limones, creo que de tanto acariciar mi tío mis pechos hizo sacarlos y erizar mis pezones, mis pompa nada aun, también solía pasarme el dedo por mi raja, eso sí era lo máximo en sentir, temblaba hasta acabar con casi diez años.
El mercado municipal era propicio, era dinero y comida, algunos como el carnicero eran presa fácil ,acaban enseguida y sólo mi mamá permitía que se los chupara. Yo no agarraba dinero.
Eso continúo un año más, mamá corrió a mi tío de la casa tiempo atrás, pero le sucedió lo peor; pues me buscaba ebrio enamorado. A los once ya mis tetas eran dos naranjas, mi trasero aun no quería salirse, chupaba penes por comida, pero ya me sentía sediciosa con la situación, comenzaba a mostrar ciertas rebeldías, yo entendía lo que hacía, era mal o bien, solo pensaba que era comida para mis hermanitos. Un día cualquiera, a mi mamá la coge la policía; al final no entendí por qué, si siempre todos los hombres, autoridades y quien sea, siempre que sean hombres, se hacían la vista gorda, yo no era la única, pero sí quizás la más codiciada.
Ese día corrí hacia ningún lado, el susto fue tremendo, la orden de mi mamá fue: Huye! Huye cuanto puedas! Y eso hice, pero corrí innecesariamente, no estaba muy lejos del mercado municipal, al final de la tarde estaba sentada sobre una calzada frente a varias casas, puse mi cara entre mis piernas y lloré. En ese momento apareció Julián, un hombre joven y amable, a quien desde los once años le entregué mi vida y mi cuerpo, y él me tomó como suya, sabiendo quien era yo y lo que hacía, no me objetó. Más bien me amó y yo a él, desde aquí comienza mi historia sexual.
Continuará…
Bien escrito, morboso a la par que dramático.
Sin expresiones localistas que me sacan muchas veces de las historias.
Gracias! Viene la 2da parte…