Deseo Familiar (parte 2)
Lucía se iba acostumbrando a tener sexo seguido con su padre, y ahora quería probarlo con su mamá..
Desde que Lucía se había animado a coger con nosotros, no había noche que no tuviéramos sexo, pues la libido de los tres estaba a tope. El sólo hecho de pensar en que me estaba comiendo a mi propia hija, de tan sólo 12, era lo que tanto me encendía.
Durante casi dos semanas, era prácticamente sexo entre mi hija y yo, mientras mi esposa nos miraba y se masturbaba. Eso cambió cuando le propusimos a Lucía que probara hacerlo con su mamá, mientras yo miraría. Nuestra hija aceptó sin dudarlo.
Era una noche de sábado, día en el que más relajados estábamos, sin tanto trabajo y con más tiempo de estar en casa. Lucía se había colocado una camiseta blanca que apenas le llegaba levemente por encima del ombligo, con una estampa en forma de corazón, y unas pantaletas de tipo cola-less que destacaban su pequeño y redondito culo. Debajo de la camiseta, no llevaba nada, pues estaba acostumbrada a andar sin brasieres, a excepción de cuando debía salir de casa.
Mi esposa llevaba un babydoll negro traslúcido y unas tangas muy sexis, ambos de color negro, además de unas medias que le llegaban hasta el muslo, con unos ligueros que le quedaban preciosos.
¿Y yo? Bueno, la verdad es que no había mucho por destacar, pues llevaba un bóxer negro, que me quité al poco tiempo de que Lucía aceptó hacerlo con Pamela.
Decidí añadir algo más a la situación: tomé mi celular, lo preparé y, apenas mi esposa se iba a ubicar frente a mi hija, comencé a filmar. Deseaba tener algo con qué masturbarme cuando tuviera que ir a trabajar o me tocara viajar.
Lo primero fueron besos, pero no sólo picos, sino besos muy apasionados, con lengua incluida, entre esas dos bellezas que tenía dentro del encuadre de la cámara de mi celular. No sabría decir cuánto tiempo estuvieron así, acariciándose la una a la otra, pero sí fueron varios minutos. Yo sólo disfrutaba viendo esa escena.
Acto seguido, mi esposa se había bajado un poco su babydoll para dejar expuestas sus deliciosas tetas, las acercó hasta la boca de Lucía y dejó que las lamiera y chupara, incluso que las mordiera un poco. Lo que más me calentó fueron las palabras que iba diciendo Pamela mientras nuestra hija saboreaba sus pechos.
– Mmmm eso es bebé… ¿Así te gusta? ¿Como cuando eras bebé y le chupabas las tetas a mami? Oooh sí… Mami extrañaba tu boquita en sus pezones.
La pervertida de mi esposa hacia unos gemidos muy eróticos, y eran tan naturales que no necesitaba falsearlos. Mientras tanto, Lucía metía su mano debajo de las tangas de Pamela, rozando su vulva y buscando el clítoris.
Yo ya estaba a mil, masturbándome con una mano mientras sostenía el celular con la otra, cambiando de posición, acercando y alejando. Quería dejar todo ese momento tan caliente bien registrado.
Luego de lo que habrán sido unos cinco minutos, tras dejar bien mojadas con saliva las tetas de su mamá, Lucía se había levantado levemente, señal para que Pamela le quitara esa camiseta que le quedaba sexi. Tras dejar al descubierto esos pequeños y apetecibles pechos, Pamela hizo lo mismo con su babydoll, quitándoselo para estar en las mismas condiciones que nuestra pequeña hija.
Otra breve sesión de besos apasionados, mientras las manos de mi esposa se deleitaban con los pezoncitos de Lucía, quien para entonces ya estaba gimiendo con su característica voz de niña. Yo me sentía el hombre más afortunado del mundo al ver a mi esposa y a nuestra hija en pleno acto carnal.
Los besos de Pamela fueron recorriendo las mejillas de Lucía, para luego llegar hasta su cuello, rozándolo con sensualidad. Sus labios continuaron bajando y, al llegar a los pechos, se detuvieron en el pezón izquierdo para lamerlo y chuparlo con avidez. Nuestra hija acariciaba el pelo de su madre mientras continuaba gimiendo de placer, con los ojos cerrados, y ya sonrojada por la excitación. A todo esto, y luego de cambiar al pezón derecho, la mano de Pamela se deslizó por debajo de las pantaletas de Lucía, masturbándola con un roce muy sensual.
Sobraba decir que mis dos chicas ya estaban totalmente mojadas, y mi pene, duro como roca y muy venoso.
Mirándose con morboso deseo entre ellas, Pamela le bajó con suavidad las pantaletas a Lucía, disfrutando cada segundo de ver desnuda a nuestra hija. Tras tirar las pantaletas al piso, Pamela comenzó a moverse sensualmente frente a nuestra hija, mientras deslizaba sus tangas poco a poco hacia abajo. Naturalmente, Lucía llevó una de sus manos a su vulva, y la otra hacia uno de sus pechos, masturbándose y mordiéndose el labio mientras disfrutaba viendo a su sensual madre moviéndose para ella. La vista en tercera persona era maravillosa.
Tras quedar ambas desnudas, con excepción del liguero y las medidas que tenía mi esposa, se inició una sesión de besos llenos de deseo y amor, que comenzaron por sus bocas, y poco a poco los labios de Pamela iban bajando y recorriendo cada parte del torso de nuestra hija. Al llegar a la pelvis, Pamela redujo la velocidad con la que bajaba, saboreando cada milímetro que anticipaba la pequeña vulva de Lucía.
En un momento, la lengua de Pamela comenzó a saborear los labios externos e internos de la vulva de su pequeña, intercalando con alguno besos succionadores. Lucía llevaba sus manos al cabello de su madre, a veces sujetándolo como cuando sujetaba las sábanas al llegar al orgasmo, mordiéndose los labios. Luego, llevaba sus manos a sus pechos, apretándolos con firmeza mientras gozaba de la lengua de Pamela.
Supe que Pamela había llegado al clítoris cuando nuestra hija aumento el movimiento de su cuerpo, tensionándose más seguido, y haciendo sus gemidos aún más fuertes. Mi esposa se había detenido en ese punto erógeno, rozándolo rápidamente con la punta de su lengua, de diversas maneras. Por otro lado, decidió meter dos dedos dentro de la vagina de Lucía, presionándolos hacia arriva para estimular el que se conoce como el Punto G, aunque más que un punto es una zona.
Los dedos se desplazaban de adentro hacia afuera con sensualidad, mientras la lengua no dejaba de jugar con el clítoris. Lucía no tardó en llegar a su añorado orgasmo cuando exclamó:
– ¡Mami! ¡Me… me-me voy a venir! ¡AHH! ¡AAAHH!
Lucía retuvo su respiración, se sonrojó aún más, arqueó su espalda y presionó la cabeza de Pamela con fuerza contra su vulva. Luego, dió un gemido tan fuerte que se volvió un grito de placer. Acto seguido, mi esposa quitó los dedos de la vagina y disfrutó esa vulva que dejaba caer más flujos por el orgasmo. Lucía comenzó a temblar y a respirar entrecortadamente. Adoraba ver a mi pequeña perdiendo el control de su cuerpo por tan intenso placer.
Mi esposa simplemente se quedaba allí, saboreando a nuestra hija, cuyo cuerpo no dejó de temblar sino hasta pasados unos tres minutos. Estaba agitada, aunque sonriente. Pamela subió y la besó sensualmente, compartiendo sus propios flujos en sus labios.
A mi esposa le había quedado goteando si vagina de tan excitada que estaba, y yo tenía ganas de entrar al juego y participar, pero me contuve porque el propósito era que ellas dos lo disfrutaran. Luego habría tiempo para jugar de a tres.
Tras descansar unos minutos, Pamela decidió continuar. Se asomó hasta la mesita de noche y sacó dos juguetes: un vibrador Bluetooth pequeño que se insertó en su vagina, y luego se colocó el consolador de arnés para penetrar a Lucía.
Pamela me entregó el control remoto Bluetooth para hacerlo vibrar a mi antojo, mientras que, un vez listo el consolador de unos 15 CM, le dijo a Lucía con voz muy caliente:
– Ponte en cuatro, bebé. Mami quiere penetrarte muy rico.
Lucía sólo asintió con la cabeza, mirando pervertidamente a su madre, y se ubicó rápidamente como le fue ordenado. Dejó sus rodillas firmemente apoyadas en la cama, mientras que llevó una almohada debajo de sus brazos, y recostó la mitad superior de su torso en la cama, haciendo que ese culo le quedara totalmente a merced de Pamela.
Mi esposa se ubicó detrás de ella, le dió una nalgada a su culito y le metió sin más ese juguete hasta el fondo. Sofía dió un grito placentero, y Pamela comenzó a darle de forma relativamente lenta pero firme, chocando sus piernas con las nalgas de nuestra hija.
Oir la entrada y salida de ese juguete en la mojada vagina de Lucía era muy, pero muy excitante, sobre todo con sus deliciosos gemidos que inundaban la habitación. Mi esposa la acompañó gimiendo cuando le activé el vibrador a máxima potencia.
Era una escena pornográfica amateur en su máxima expresión. La niña se agarraba con fuerza de las sábanas mientras su madre le daba cada vez más fuerte.
Lucía había llegado al punto de quedar casi sin aliento, dejando salir apenas un leve gemido, señal de que estaba demasiado excitada. Y como era de esperarse, no tardó en comenzar a temblar por el orgasmo. Yo ya no aguantaba más, y en ese momento me apresuré a acercar mi pene hasta el consolador, y como pude dejé caer mi semen sobre él, mientras mi esposa estaba alcanzando el orgasmo también.
El semen que había quedado sobre el inquieto consolador, se introdujo en la vagina de nuestra hija. Como si hubiese olvidado que estaba penetrando a una niña pequeña, y en medio del orgasmo, Pamela le empezó a dar tan duro que dejó caer su peso sobre Lucía, casi acostándose sobre ella. El coro orgásmico de mis dos bellezas daban cuenta de la intensidad que tuvieron al acabar.
Esa noche fue maravillosa, y había quedado guardada en mi celular para cuando mi esposa y yo tuviéramos que hacer uso de ese video. Jamás habíamos gozado tanto hasta ese momento, pero sabíamos que aún había mucho por disfrutar con Lucía.
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