Despedida de soltera
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
DESPEDIDA DE SOLTERA
Primera parte:
La invitación
Personajes
Protagonista: Mónica, esclava.
Dueña de casa: Norma.
Novia: Claudia.
Otra amiga: Eugenia.
Amiga negativa Verónica
Todo comenzó como ensoñación. Siempre imaginaba ser metida en una jaula a la vista de todos. Otras veces imaginaba ser metida en esa misma jaula y colgada en un gancho junto a un palo que introducían por entre los barrotes para ser punzada.
Ya en la adolescencia y con pleno conocimiento de las cosas, las ensoñaciones fueron en aumento y acompañadas de masturbaciones imaginando ser prisionera, colgada en esa jaula, pero ahora completamente desnuda y con las manos esposadas en la espalda de tal manera que quedaba expuesta a quien quisiera mirar, sin ninguna posibilidad de ocultar sus partes íntimas, pues donde quiera que volteara, siempre había gente mirando y burlándose, además, si insistía mucho en tratar de ocultar el cuerpo, era "regada" con una manguera que siempre estaba dispuesta para quien la quisiera usar, y pobre de que se mojara algún espectador, porque, en ese caso, era punzada con el palo, pues se le culpaba de lo ocurrido por no permitir ser mirada como a la gente le gustaba.
Era el tema favorito para las masturbaciones de Mónica, que a esa altura eran casi diarias, y que la acompañaron hasta su juventud, cosa que más que nada por pudor no se atrevía a comentárselo a los novios (enamorados, pololos). Aparte con ninguno sentía la suficiente confianza ni excitación como para sostener relaciones sexuales y menos aún que casi siempre sus agresoras imaginarias eran mujeres. Rara vez incluía hombres en sus fantasías.
La oportunidad de concretizarlos se le presentó de manera inesperada y cuando menos lo imaginaba: Cierta vez, fue invitada a la despedida de soltera de una conocida de la universidad, lo cual le pareció bien y que nada tenía de malo. Sólo le llamó la atención un poco que le dijeran que sería al estilo del país de la casadera, preguntándole si tenía alguna tranca con respecto a la moralidad, a lo cual respondió que su criterio era bastante amplio y ya estaba lo suficientemente grandecita y madura como para asustarse de las cosas, a pesar de ser todavía virgen, agregando, a modo de broma: "Imagino que no me violarán, ¿No es así?" La amiga se limitó a responderle con otra pregunta y una sonrisa: ¿Y si así fuera, te opondrías? Para nada, respondió Mónica, también riendo, sería la aventura que me estaría haciendo falta, además, a mi edad ya estaría bien bueno perder la virginidad. Es una vergüenza seguir así, ¿No crees?
– Bueno, si tú lo dices… -respondió Norma- Te vendemos como esclava para obtener algún dividendo.
– No sigas, que me estás entusiasmando con la idea…
– Vaya, no te conocía esa faceta.
– ¿Cuál?
– Masoquista y caliente.
– La verdad es que ni yo misma me reconozco con esta conversación.
– Bueno, nos vemos en mi casa el viernes.
– Ok. Nos vemos, adiós.
– Hasta el viernes, no lo olvides.
– ¿Olvidarlo? Estaré contando los segundos. Adiós.
Pasaron los días y finalmente llegó el tan anhelado viernes. Una a una fueron apareciendo las amigas de la festejada en casa de Norma. Lógicamente comenzaron las bromas de doble sentido y las preguntas indiscretas transcurriendo la velada entre la botana (cosas para picar como papitas, maní [cacahuate] salado, etc.), hasta que alguien dijo que había que quitarse la ropa para representar el matrimonio. A Mónica le pareció medio extraño e incluso pensó que sería una broma para ella, pero estuvo dispuesta a hacerlo en cuanto viera que las demás comenzaran a desnudarse; sin embargo Norma sugirió que mejor sortearan quien haría el papel de marido mártir mediante un juego de cartas, específicamente el 21 ó Back Jack donde las apuestas serían las prendas de vestir, mismas que se recuperarían al final del juego, y para no hacerlo tan largo, la primera que quedase desnuda tendría una última opción con la que apostaría su libertad. Si la perdía la atarían a una argolla empotrada en el techo, las demás se irían retirando del juego a medida que perdieran todas sus prendas, pero no apostarían su libertad y la que quedara con más ropa sería la ganadora.
La futura desposada se opuso en un principio porque dijo que la fiesta era para ella y no sería justo estar prisionera, siendo que a ella le correspondía maltratar al marido mártir, mas otra de las invitadas dijo que tampoco sería justo que sólo gozara la futura novia y nadie más, entonces una tercera propuso que la ganadora compartiera a la prisionera con la festejada, pero que la gozara primero la que le ganara a Claudia, la novia. Finalmente hubo una cuarta posición aceptada por todas: Claudia, según estimara a última hora ella misma y sin consultarle a las demás, decidiría si sería ella u otra quien gozara primero "amansando" al marido mártir y que además lo arrendara a cada una según la oferta, comenzando por el monto más alto y terminando por el más bajo.
Cada quien pondría en un papel la cantidad de dinero que le ofrecería a Claudia, antes de comenzar el juego, para evitar suspicacias. La cantidad reunida quedaría para la futura esposa.
Estaban listas para comenzar y otra de las invitadas propuso que como una manera de darle más emoción y evitar algún rencor por parte de la perdedora, que Claudia le tapara la vista a la perdedora y la ganadora de la siguiente mano se encargara de atarla para que permaneciera así hasta terminar el juego, sugiriendo de paso que la ganadora de cada mano tuviese derecho a hacerle alguna cosa a la prisionera, cosa que fue aceptada por todas.
Mónica se dedicó a escuchar lo que decían, e incluso tenía ganas de ofrecerse a sí misma, pero no quiso hacer aportes para no delatarse, aunque estaba decidida a ser ella la perdedora.
Comenzó el juego y la primera partida no la perdió Mónica sino otra de las invitadas que procedió a quitarse los zapatos. La segunda y tercera las perdió ella, procediendo a quitarse también los zapatos, primero y luego los adornos de sus orejas. Continuó el juego y Mónica se las arregló para ir perdiendo de tal manera que todo pareciese obra del azar. Perdió primero la falda y luego la blusa, quedando solamente en calzón (pantaletas) y sostén (brassiere -creo que así se escribe-), le restaba quitarse solamente los cuadros (calzón), de tal manera que procedió a hacer como si tuviese pudor, levantando las cartas para taparse con los antebrazos sus pezones ante las bromas de las demás, dejando pasar otro juego a fin de no parecer tan obvia.
Vino la siguiente mano y su juego aparentemente tenía la puntuación mejor, pues tenía 21, sin embargo, para su felicidad, antes que ella hubo otra ganadora que tenía 21 real, con lo cual Mónica quedaba como si estuviese con una terrible mala suerte. Sin embargo la perdedora de esta vuelta quedó en las mismas condiciones de Mónica. Para no arriesgarse optó perder una vez más quedando completamente desnuda y ante la presión de las demás debió continuar de pie. Ahora sí, a pesar de que su más cercana competidora aún estaba con calzón, decidió no arriesgarse, no le quedaba otra opción: Debía perder la partida para ser marido mártir. Momentáneamente dudó si hacer o no trampa, pero ya había llegado bastante lejos y no habría vuelta atrás., pues difícilmente se le presentaría una oportunidad igual, ya que su más cercana competidora, al parecer o estaba con mucha suerte, o, al igual que ella, estaba también decidida a ser "marido mártir", cosa que a Mónica le aterraba, de tal manera que puso todo su empeño en perder, y para su tranquilidad, su oponente sacó 21, con lo que ganaba la partida.
Al saberse el resultado, Eugenia, la oponente, se acercó a Mónica y la abrazó como pidiéndole perdón por haberle ganado, mientras Norma se levantó a buscar la venda para pasársela a Claudia de tal manera de que ésta se la colocara a Mónica que a estas alturas se sentía completamente mojada, producto de la expectativa de estar prisionera en esas condiciones y de haber sentido el roce del cuerpo completamente desnudo de otra mujer, experiencia totalmente nueva para ella.
Poco rato después apareció la anfitriona con una venda negra, un juego de dos cuerdas una especie de manta y un cepo.
Cuando Mónica lo vio le brillaron los ojos y se imaginó de inmediato puesta en ese lugar, pero guardó silencio un momento. Nuevamente la suerte estaba de su lado, porque casi de inmediato no faltó la que le inquiriese la razón de ello, a lo que ésta dijo que le pondrían las manos y la cabeza ahí y con las cuerdas la fijarían a la argolla, proponiendo que para aumentar todavía más la emoción, las ganadoras de los tres siguientes juegos, la primera la colocase en el cepo, la segunda la condujese hasta la argolla y la tercera terminara de amarrarla.
La futura prisionera preguntó que si ahí la pondrían, a lo cual Norma respondió afirmativamente, consultándole a su vez, si tenía algún inconveniente.
– No creo que sea tan terrible -respondió Mónica, tratando de contener la emoción en su voz- además apuestas son apuestas.
Después de una breve discusión se acordó que la encargada de conducirla debía llevarla en las peores condiciones pues sería el marido mártir.
Despedida de soltera
Segunda parte: La preparación y el Incidente.
Claudia procedió a taparle la vista mientras las demás le echaban porras (animaban entusiasmadas, avivaban la cueca).
Una vez seguras de que estaba completamente ciega, volvieron a la siguiente mano para decidir quien la pondría en el cepo. La ganadora la hizo poner los brazos y el cuello en el cepo de forma que le quedasen atrapados. Posteriormente tomó la cuerda y procedió a pasársela primero de abajo hacia arriba tres veces y luego otras tres veces de derecha a izquierda, de tal manera que por más que lo intentase no pudiera soltarse. Cada vez que acomodaba la cuerda aprovechaba de pasarle la mano por las nalgas a lo que Mónica reaccionaba con un estremecimiento.
A continuación le tocó el turno a quien la colocaría en la argolla, sólo que esta vez el juego se llevó en completo silencio para mantener en secreto la identidad de la encargada de la conducción y una vez decidido, la que le correspondía hacerlo se levantó y tomando a Mónica primero de la punta del pezón derecho, comenzó a hacerla darse vueltas con todo y cepo hacia la izquierda. Después hizo lo mismo con el pezón izquierdo haciéndola girar hacia el otro lado. Una vez concluido tomó un plumón que estaba en la mesa de centro y le dibujó un pene inmediatamente por encina del vello púbico y unos testículos en los muslos ante las burlas silenciosas de todas. Terminado lo anterior, con un leve empujón la instó a caminar y como la prisionera lo hiciera con cierto temor, la tomó del vello púbico haciéndola apurarse, pero al asirla de ahí pudo darse cuenta de que estaba completamente mojada, haciéndoselo saber por señas a las demás que comenzaron hacerle bromas y como Mónica se quejara, también le taparon la boca contribuyendo a excitarla más aún, pues sus sueños ahora se estaban haciendo realidad.
Continuó el juego mientras seguían apostando las prendas hasta que una a una fueron quedando desnudas, mientras las ganadoras de cada mano se levantaban y le iban a hacer algo a Mónica. Lo más socorrido fue pellizcarle los pezones, manosearle la vagina y no faltó la que le quitara la mordaza para estamparle un apasionado y jugoso beso en la boca.
La reacción de Mónica fue una mezcla de sorpresa y semi-rechazo como tratando de quitar la boca, pero sin mayor convencimiento, pues ella misma se imaginaba una esclava que debía aceptar sumisamente lo que se le ordenase hacer. ¡Y estaba fascinada! Sólo que no esperaba un beso en la boca, pues en ninguna de sus ensoñaciones había considerado una relación lésbica, sin embargo se dispuso a aceptarlo, según ella, como parte del juego, al cabo después todo volvería a la normalidad, aunque en su fuero interno deseaba que ojala continúese para siempre.
Le correspondió el turno a Verónica que comenzó a desatarla de la argolla sin hacerle alguna cosa. Ante las protestas de las demás les dijo que mejor dejaran el show de prisionera y atormentadoras agregando: "Algunas de nosotras ya hemos tenido relaciones lésbicas, otras estamos usando de pretexto la despedida de soltera de Claudia para tener un acercamiento de esta naturaleza y Mónica está feliz gozando esta situación. Reconozco mi inclinación al sadismo, pero jamás he usado un pretexto para que haya una contraparte masoquista. Siempre lo he dicho abiertamente en mis relaciones, así que propongo sincerarnos y las que quieran tener una relación con otra mujer sin necesidad de entrar en el sadomasoquismo, yo estaré encantada de recibirlas en mis brazos, pues si hay algo que me guste es el cuerpo de otra mujer y aquellas que quieran seguir maltratando a Mónica, si ella no se opone, sigan usándola como esclava, pero que ella también sea sincera y diga si está dispuesta a seguir así o no." Lógicamente las protestas de dos o tres no se dejaron esperar, otras más guardaron silencio hasta que Mónica, ya suelta de la argolla, pero todavía vendada de la vista, la boca tapada y tanto su cuello como sus muñecas atrapadas en el cepo, hizo señas a Verónica que no terminara de desatarla y le quitara la mordaza. Acto seguido, les dijo: "La verdad es que Verónica tiene razón al menos en una cosa: Yo estoy feliz en la condición en que me encuentro y lo que han hecho conmigo, incluyendo el beso que me dio una de Uds., a pesar de que nunca había pensado en una relación lésbica, y todo lo contrario, siempre la había rechazado, aunque no mi tendencia masoquista y si he de ser sincera esto que estoy pasando, siempre lo soñé. Es más, debo confesarles que deliberadamente perdí en las cartas para estar así y si hay alguna de Uds. que me quiere castigar o si estiman que debo ser reemplazada o irme por haber hecho trampa, estoy dispuesta a aceptarlo, nada más que si me van a castigar físicamente, les ruego bajarme la excitación, y por el contrario, si me debo ir, excítenme más, cosa de irme con todas las ganas para mi casa, pues creo que lo merezco por tramposa.
Como sea les pido disculpas por esto, pero como les repito, siempre lo había deseado."
Terminando de hablar Mónica, primero se produjo un pesado silencio, después, las mismas que habían reclamado, volvieron a protestar, hasta que una de las que había quedado callada, sacó la voz diciéndoles que no tenían necesidad de pelearse, que lo más probable es que todas hubiesen disfrutado manoseándola, y terminó diciendo que al menos ella había disfrutado tocándola y no tenía ningún empacho en continuar igual, porque la verdad de las cosas se había excitado bastante tanto tocando a Mónica como por el hecho de que todas estuviesen desnudas, y aún más al ver a Mónica así. Ahora que si realmente a alguna le parecía mal, había varios caminos: Terminar la fiesta ahí mismo, que sólo se retiraran la o las que les parecieras mal, que se vistieran todas y la fiesta continuase, pero todas vestidas. Y si todas estaban de acuerdo, seguían la orgía todas desnudas, y para evitar sentirse presionadas por las demás, cada quien escribiera en secreto, en un papel indicando su elección, y si estaba o no dispuesta a acatar el resultado. Lo que decidiese mayoría se aceptaría y si a alguna le perecía mal el resultado y la que hubiese optado por no acatarlo, podía retirarse, pero sin ninguna recriminación ni rencor, pues todas eran libres de aceptar o rechazar las cosas según su criterio y nadie tenía derecho a criticarla.
La futura novia tomó la palabra comenzando por agradecer a todas la fiesta de despedida de soltera. Hasta el momento había tenido una aventura que ni ella esperaba y realmente lo estaba pasando muy bien, por lo tanto les pedía que antes de votar cada una se diese un abrazo bien apretado con cada una de las demás para que no quedara rencor. Que se los pedía como un regalo de matrimonio, pues todas eran sus amigas como también lo eran entre ellas y no sería justo que a raíz de una pequeña discusión alguna o algunas quedaran disgustadas principalmente a raíz de que lo hicieron con el afán de agradarla, cosa que a todas daba las gracias desde lo más profundo de su corazón. Dicho lo anterior, se acercó a una de las que se habían opuesto a seguir y le dio un abrazo en el que quedaron pegados los senos de ambas. Abrazo que fue correspondido no sólo con otro abrazo igual, sino además con un beso en la boca, confundiendo por una fracción de segundo a la amiga, pero antes de que pudiese reaccionar, la apretó con más fuerza y sin haber separado los labios continuó de inmediato con un beso con lengua, ahora sí, sorprendiendo ella a Claudia, que también se repuso rápidamente de la sorpresa y siguió correspondiendo el beso, quedándose ambas largo rato no sólo en esta actitud, sino que continuando también largo rato acariciándose y besándose como si hubiesen sido la más enamorada de las parejas, actitud que fue aplaudida y vitoreada por todas. Una vez separadas, Claudia propuso que al momento de abrazarse se diesen un beso saltando de inmediato varias con expresiones de aprobación y no faltó una que agregó que el beso ojala se lo diesen con lengua para sellar la amistad, cosa que también fue aceptada, comenzando de este modo a abrazarse y besarse unas con otras en un verdadero frenesí de pasión y lujuria olvidándose de toda discusión. Solamente Mónica quedaba al margen y como comenzara a reclamar que también quería participar, no faltó la que le increpó: "Tú te callas. Las esclavas no tienen derecho a opinar y si lo haces nuevamente yo misma me encargaré de darte un par de correazos (cintarazos) en las nalgas.", luego dirigiéndose a las demás les preguntó: "¿Están de acuerdo chicas?" Síííííííííí, respondieron todas a coro, pero de todos modos la soltaron para que pudiese votar, advirtiéndole, eso sí, que si el resultado indicaba que todo seguiría igual, la volverían a colocar tal como estaba, a lo que Mónica dijo que estaba más que dispuesta.
Cuando Norma indicó que comenzarían a votar, Verónica sugirió que tal vez no hubiese razón para llevar a cabo una votación, dado que al parecer todas estaban de acuerdo para que la fiesta continuase como estaba hasta ese momento, pero Claudia dijo que mejor votaran por si todavía quedaba alguna que no estuviese dispuesta a continuar en esas condiciones. Que se sentiría muy mal si después se enterase que alguien se hubiese visto forzada a seguir haciendo algo que no estaba de acuerdo.
Dicho lo anterior, Eugenia dijo que Claudia tenía razón. Y recalcó que eso sí, si es que una o más decidían abandonar la fiesta o continuar, pero vestidas, ya sea participando directamente o no, su determinación sería respetada y apoyada, y no sería criticada en lo más mínimo ni esa noche ni nunca, así como tampoco sería un pretexto para excluirla de futuras invitaciones, fuera para un evento como éste u otro de alguna naturaleza distinta y que la organizadora del posible evento debía ser quien la invitase.
Yo creo que está bien agregó Mónica, que ya estaba bastante aburrida limitándose solamente de escuchar propuestas sin tener nada de acción.
En ese momento las miradas fueron hacia Mónica y la misma que poco antes la había increpado, le volvió a decir que ella no tenía ningún derecho de opinar, que sólo la soltaron para que votara y nada más. Acto seguido pidió a Norma una correa (un cinto) para castigar a Mónica, preguntando de paso que le dijesen sinceramente si alguna se oponía, respondiendo varias de ellas "castígala", "castígala", mientras otras colocaban el pulgar hacia abajo imitando la señal de los emperadores romanos cuando indicaban a algún gladiador que debía matar a su oponente, por lo que advirtieron a Mónica que en cuanto la volviesen a poner en el cepo sería castigada.
Mientras tanto, Norma que había ido a buscar el instrumento de castigo, apareció con un chicote con varias hebras de cuero que puso en manos de Cecilia que preguntó a una por una inquiriéndola con la mirada si aprobaba o no lo que estaba dispuesta a hacer, y como todas movieron la cabeza en señal de aprobación y con gesto contento, Cecilia caminó hasta colocarse frente a Mónica ordenándole: "Voltéate y agáchate. Te daré los dos correazos que mereces por interrumpir."
Mónica sólo alcanzó a decir "Pero…", cuando escuchó a Cecilia que le decía: "Dos correazos más por protestar. "Voltéate y agáchate".
Sintiendo que Cecilia hablaba en serio tomó la venda, se la colocó en los ojos y giró lo que ella calculó que sería lo suficiente para dar la espalda a su castigadora, procediendo a agacharse para ofrecerle las nalgas, pero cuando creyó que estaba lista, escuchó que le ordenaba que girara más porque todavía no era suficiente, así que giró otro poco hasta que se le ordenó detenerse.
Acto seguido, descargó el primer azote que fue seguido de un "ay", por lo que Claudia sentenció: "Dos azotes más por quejarte. No tienes derecho a quejarte", procediendo enseguida a propinarle los cinco azotes restantes, mientras Mónica se mordía disimuladamente los labios para no quejarse.
Una vez terminado el castigo, justo cuando Mónica se erguía, Claudia le dijo: "¿Quién te autorizó a enderezarte?, dos azotes más por actuar sin órdenes. Escuchado lo anterior, Mónica sumisamente procedió a agachase para esperar los otros dos azotes, pero Claudia antes de dárselos, volvió a decir: "¿Quién te dio permiso para agacharte? Dos azotes más por actuar sin permiso."
Al escuchar la sentencia Mónica se volvió a erguir por lo que Cecilia sentenció: "Con que rebelde ¿Eh? Cuatro azotes más. Dos por volverse a levantar, dos por reincidente y otros dos más por tener las nalgas rojas. Agáchate."
La esclava se agachó sumisamente ofreciendo nuevamente sus nalgas. En ese momento, Claudia les hizo un gesto a las demás invitándolas a que ellas participaran también de la fiesta y de esta manera una a una fue proporcionándole un latigazo. Una vez terminado, Mónica se quedó en la misma posición en espera de que se le ordenase enderezarse y en ese momento Claudia le preguntó con un gesto a las demás si querían más, y ante la respuesta afirmativa agregó: "Dos azotes más por no levantarte a tiempo y otros dos más por cada uno de los azotes que no agradeciste por la enseñanza dada. Total veinte azotes."
Así una a una comenzó a desfilar proporcionándole entre todas en total más de veinte azotes que Mónica fue agradeciendo uno a uno y aunque en un momento estuvo a punto de pedir que pararan, mejor optó por guardar silencio, pues tal vez nunca se le presentaría una oportunidad como aquella.
Sentía que le ardían las nalgas, pero también sentía como le escurrían los jugos por su vagina. Estaba realmente feliz y mentalmente se felicitaba por no haber pedido que pararan el castigo, y como lo comprobaría más adelante, fue motivo de unión, pues, aunque ella no lo supo hasta mucho tiempo después, ninguna se negó a pegarle.
Despedida de soltera
Tercera parte y final: La Fantasía de Claudia
Terminado el castigo, Norma dijo que ahora sí comenzarían a votar, y para evitar alguna posible presión, en un papel colocarían las opciones enumerándolas con números romanos, por lo tanto cada una pondría la opción con el número romano correspondiente.
Una a una fue sacando un trozo de papel dirigiéndose posteriormente al dormitorio (recámara) de Norma para votar, regresando con el voto doblado en cuatro y depositándolo sobre la mesa, incluyendo Mónica, que después de terminada la votación la hicieron tenderse en el suelo, le ataron las piernas por los tobillos, se las doblaron hacia atrás y se las unieron con los brazos, de tal manera que quedaba impedida de cualquier movimiento, además de la posición bastante incómoda que la dejaron y que estaba decidida a aguantar con todo el estoicismo del mundo, le quitaron la venda de los ojos de tal manera que pudiese ver a sus amigas desfilar en traje de Eva, lo que seguía contribuyendo a su excitación.
Se procedió al escrutinio. Fueron abriendo y contando uno a uno los votos y para no hacer el cuento largo, indicaré que el total de las participantes eligió la misma opción: Continuar la fiesta todas desnudas. Conocido el resultado, comenzaron a abrazarse y acariciarse una a otras y no faltó la que fue hasta donde Mónica y comenzara a masturbarse frente a su cara y poniéndose a horcajas sobre su cabeza le pidió que le "diera lengua" , pero colocándose a una distancia tal, que por más que la esclava se esforzara, lo que más le permitía era que la rozara a duras penas con la punta de la lengua, haciéndola que se mojara más ante la impotencia de no poder cumplir con lo que se le pedía debido a su condición de prisionera.
Este espectáculo desarrolló la fantasía de Claudia que tomó la palabra diciendo que la festejada era ella y que además ignoraba si durante su vida de casada iría a poder estar en alguna otra fiesta por el estilo de ésta, por lo tanto, si es que estaban de acuerdo, quería realizar algunas fantasías que se le habían ocurrido.
Todas estuvieron de acuerdo y se pusieron a sus órdenes para que dispusiera de ellas, incluso hubo una que también se ofreció como esclava.
Entonces preguntó a Norma que si tenía inconveniente en que ataran a Mónica en forma de X en su cama. La anfitriona le dijo que dispusiese de ésta como si fuese suya y con las únicas limitaciones de que no se la fueran a romper o a orinar, pero si tenía intenciones de orinar sobre Mónica o si quería algo más sofisticado, tenía otras cosas que posiblemente les gustasen más.
Lógicamente estos dichos intrigaron a las invitadas y por supuesto a Claudia que se le encendió más la imaginación, preguntándole de inmediato de qué se trataba.
Ya verás, dijo Norma, y, acto seguido, les pidió retirar una alfombra que estaba en el centro de la sala (living) y voltear lo que estaba abajo, mientras les decía "Ahorita regreso".
Cuando hubieron retirado la alfombra, se encontraron con una especie de plancha, una argolla plegable en cada una de las esquinas y varias tapas alrededor. Al cabo de unos instantes apareció con un poste de aluminio que dejó cerca de uno de los muros, para luego entrar otra vez llevando la alfombra enrollada y reaparecer con otro poste igual, ambos con varios orificios. Desde luego la idea de la cama quedó inmediatamente en el olvido, por lo tanto llevaron a la esclava hasta la plancha, que no era otra cosa que una colchoneta. Una vez encima, procedieron a soltarle las ligaduras que unían los pies con las manos para posteriormente dejarla de espaldas, desatarle las piernas para atárselas a las argollas de los pies, procediendo a hacer lo mismo con los brazos.
Una vez amarrada convenientemente, Norma preguntó a Claudia que si quería instalar los postes y dónde.
Claudia le respondió que sí y que los pusieran a los pies de Mónica. Sacaron dos de las tapas y los atornillaron. Cuando estuvieron listos, Claudia dijo que le comenzaría a hacer el amor a Mónica, pero que cuando calcularan que estaba en el punto culminante la sacaran a la fuerza, pues ella se resistiría con toda su alma, y la ataran bien sujeta a los postes de tal forma que por mucho que forcejeara no pudiese juntar las piernas. Una vez así que le comenzaran todas a hacerle el amor a Mónica en la forma que cada una estimara conveniente, excepto la que se había ofrecido como esclava, de la que además dispondrían posteriormente en la forma que quisieran, siempre y cuando ella no tuviese inconveniente en asumir el papel de tal "con todas las de la ley", pues también le pegarían, cosa que Eugenia aceptó gustosa.
Afinados los detalles, Claudia les pidió que una vez que le estuviese haciendo el amor a Mónica, comenzaran a azotar a Eugenia hasta que hubiese acabado (venido, tenido un orgasmo) y posteriormente la azotaran a ella hasta que lograran producirle dos orgasmos más y terminado lo anterior que dispusieran de ella como mejor se les antojara.
-¿Y qué haremos el resto?
-Preguntó Norma.
-Uds. pueden dedicarse a amarse mutuamente o disfrutar del espectáculo, encargarse de las esclavas o las tres cosas.
-Si tú lo pides y el resto no tiene inconveniente u otra idea más innovadora, pongámonos al corriente de una buena vez, porque ya hemos perdido mucho tiempo.
A la voz de corriente, Norma de dirigió a las recámaras para aparecer al cabo de unos instantes con una bolsa negra y alargada de vinilo. Lógicamente no faltó la que preguntase qué era. Norma, sin decir palabra extrajo del interior una especie de palo con terminaciones alambres con un cable eléctrico largo que conectó a un enchufe. Acto seguido, pidió apagar las luces, y cuando la sala estuvo oscura procedió a encenderlo, viendo todas que producía una luz violeta acompañada de un leve zumbido.
Pidió encender las luces otra vez y les dijo que servía para aplicar corriente. Acto seguido, primero se acercó a Patricia y se lo aplicó en uno de los pezones provocando que diese un agudo chillido, después se acercó a Mónica y se lo aplicó en la vagina haciéndola temblar completamente, posteriormente le dijo a Claudia si quería probarlo, pero ella pidió que se lo aplicasen después de azotarla preguntando después si alguna quería ser la darse algún toque. Tres o cuatro se ofrecieron como voluntarias, por lo que entre varias las sujetaron para que se los pudiese aplicar.
Terminando este acto, Claudia se colocó sobre Mónica, primero haciendo que le besara alternadamente sus senos, después se los colocaba cerca de la boca para que Mónica tratase de alcanzarlos, pero retirándose a medida que levantaba la cabeza para alcanzárselos, cosa que no podía hacer, por lo que la prisionera se hacía acreedora a una bofetada en la cara.
Después se colocó a horcajadas sobre la boca para que le diesen sexo oral, repitiendo la misma operación que con los senos.
Finalmente se colocó dispuesta a hacer el 69, dando y recibiendo lengua con toda su calentura, y cuando las amigas calcularon que estaba en lo mejor, la tomaron entre varias para atarla a los postes, tal como lo había pedido, a pesar de sus desesperados e inútiles intentos por zafarse de sus captoras.
Cuando estuvo junto a los postes, como era prácticamente imposible tomarla de pies y manos para poder amarrarla, entre tres le cogieron cada uno de sus brazos, mientras una cuarta procedía a atarla, mientras Claudia les suplicaba que la dejasen seguir.
Bien sujetos los brazos por las muñecas, se dieron a la tarea de hacer lo mismo con los pies, siempre en medio de las súplicas que la dejasen seguir montando a Mónica, pero conforme a lo solicitado por ella misma, sus amigas fueron inflexibles, dejándola atada con los pies hacia arriba separados y los bazos amarrados a la espalda, con la cabeza colgando y amordazada, acto seguido, ordenaron a Patricia hacer el amor a Mónica y cuando estuvo sobre ésta obedeciendo lo ordenado, también se inició la sesión de azotes, mientras le sacaban pica a Claudia que cómo se sentiría ella en el lugar de Mónica y Patricia, a la vez que otras se besaban y acariciaban frenéticamente.
Los orgasmos de Claudia se sucedían uno tras otro, hasta que Patricia se hubo venido como lo pidiera la festejada.
Terminado lo anterior, procedieron a darle toques eléctricos a Claudia. Le ponían alternativamente, la picana, en alguno de sus pezones, en la vagina o en el ano, y como estaba mojada de los orgasmos, sentía más fuerte la corriente. Dejaron libre a Claudia mientras todas confundíanse en mutuos agasajos y caricias hasta quedar exhaustas, procediendo a bañarse a fin de posteriormente acomodarse para dormir lo poco que restaba de la noche, terminando así la más fantástica despedida de soltera a la que Mónica hubiese asistido alguna vez, y aunque sentíase molida de su cuerpo, su sentimiento interior era de una felicidad incomparable, pues esa noche le habían ocurrido cosas significativas que marcarían el resto de su vida: Ver cumplido su sueño masoquista, haber descubierto definitivamente su condición de lesbiana y principalmente aceptarla como tal sin ningún prejuicio, viendo de paso que no tenía absolutamente nada de malo, aunque la sociedad la siguiera viendo con malos ojos.
Hasta aquí quedo, os invito a que me escribáis para darme ideas u opiniones para otro cuento por el estilo.
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