Despertando a la putita
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por princesita9012.
(Disculpen los errores es mi primer relato.
Prontamente vendrán más)
Me llamo Jennifer y desde temprana edad siempre me han gustado las vergas, de todos tamaños y colores, también cargadas de leche y de hombres que sean principalmente brutos y me traten como su perrita.
La primera persona que me hizo amar los penes fue mi padrastro.
A los seis años mi mami se casó con un hombre alto, un poco gordo, fornido y que era camionero.
Luis (mi padrastro) era un hombre simpático y me quería mucho, me daba mil juguetes, ropa bonita, chucherías y nos consentía a mí y mamá.
Con el paso del tiempo, luego del matrimonio, mamá comenzó a enfermar y tuvo que dejar de trabajar porque tenía una enfermedad degenerativa.
Luis se quedaba con ella, habiendo conseguido llegar a la administración de la empresa de transporte donde trabajaba y trabajar en nuestra ciudad.
Aún se seguía comportando como un caballero, pero ahora pasábamos mucho tiempo juntos y me tocaba de maneras muy bonitas.
Me tocaba bajo la faldita de la escuela por mis piernas, mis nalguitas y mi rajita, bajo la camiseta en mi pecho, me daba besitos y eso me hacía tener muchas sensaciones deliciosas.
Constantemente le pedía más y más, sintiendo cómo ponía algo duro entre mis nalgas y él jadeaba besando mi cuello mientras me tocaba.
“Papi, más” suplicaba yo suspirando y él obedecía, moviendo sus caderas hacia adelante hasta que pegaba bien sus caderas a las mías y gemía por lo bajo.
Un día cuando cumplí siete años, Luis me llevó de paseo y me compró un hermoso vestido de Cenicienta, zapatitos con tacón a juego y una linda ropa interior que mandó a hacer a medida.
Me dijo que como mamá no podía salir a celebrar, lo haríamos los dos en el sótano de la casa.
Hizo que me pusiera lo comprado, bajamos y allí había una linda cama matrimonial, chocolate del que me gustaba, agua mineral y unas cremas y pastillas.
Me hizo tomar un par de pastillas de un color raro (después supe que era yumbina), me sentó en sus piernas para jugar y esta vez, me quitó las tanguitas y procedió a jugar en mi coñito.
Lejos de asustarme, me gustó porque estaba rico y se sentía caliente mi cuerpo.
Movía las caderas contra su mano y él se había quitado sus boxers, quedando su tranca entre mis nalguitas que masajeaba y apretujaba.
Uno de sus dedos fue dentro de mi cuerpo, a lo que comencé a gemir con fuerza, sintiendo que algo húmedo estaba en mi conchita.
“Papi, siento pipí” murmuré mientras el jugaba con mi clítoris y seguía moviendo su dedo en mi rajita.
“Es un orgasmo, Jenny.
Córrete, mi pequeña zorrita” dijo él con su voz grave, mordiendo mi cuello.
Sencillamente grité sacudiendo mi cuerpecito, corriéndome por primera vez en la vida y Luis sonreía fascinado, tocando uno de mis pezoncitos bajo el vestido.
Seguido de eso, él me tomó y me recostó a los pies de la cama, abriendo bien mis piernas.
Aún no me recuperaba bien del orgasmo y él ya jugaba con mi clítoris.
Los gemidos que daba se escuchaban en el sótano, estaba húmeda, sentía calor y quería más.
“Papi” le dije entre jadeos, a lo que él me mostró su verga y la puso sobre mi rajita, delineando la división de mis labios hasta quedar en la entrada de mi conchita.
“Ahora vas a ser mía, pequeña zorra” dijo él entrando de una vez su enorme tranca en mi cuerpecito.
Agarré las sábanas y empecé a gritar con un poco de dolor.
Inmediatamente Luis me tomó de las caderas, se sentó en la cama y empezó a taladrarme, rompiendo mi vestido de princesa por adelante para apretar mis inexistentes pechitos.
Jadeaba por el esfuerzo de sentirlo dentro, estaba siendo penetrada y un rato después de empezar, mis gemiditos volvieron a inundar el cuarto.
“Eso putita, gime para papi.
¿Te gusta la verga de papi?” preguntó mi padrastro y yo asentí ahora moviendo las caderas en busca de sentirlo más dentro aún.
Me di vuelta para quedar ambos de frente y él me besó con lengua, haciendo que me corriera de nuevo porque jugaba a meterme su lengua hasta mi garganta penetrándome más fuerte y duro.
De pronto, Luis comenzó a correrse dentro de mi conchita y tiró de mi cabello, mordiendo mi clavícula y yo ya estaba hecha un desastre.
Tenía el cabello despeinado, el vestido roto, mis taconcitos tirados en el piso, mi tanguita rota y el brasier a medio quitar.
“Ahora ven, te has comportado como una campeona” dijo saliendo de mi y me impresioné porque teníamos un reguero de sangre, mis fluidos y los suyos en mis piernas y la cama.
Como el buen hombre que es conmigo, me sirvió chocolates y agua, para luego ponerme en cuatro sobre la cama y empezar a penetrarme en posición de perrito.
Lejos de estar con dolores, yo gozaba gimiendo y apretando las sábanas; y más lo gocé cuando se acercó a mi oído y lo mordió suave.
“Saluda, princesa.
Estás cogiendo y muchos hombres van a ver cómo papi te da verga” dijo y me corrí mojando su tranca con mis líquidos, en tanto él agarraba de nuevo mis pechitos y yo gemía como una perra en celo.
Cuando le iba a estallar la polla, la sacó de mi cuerpo y yo de instinto la empecé a chupar como si fuera una paletita.
Él estaba tan caliente que se corrió manchando mi carita de leche, a lo que la tomé y disfruté como una buena putita.
Una hora más tarde me duchó, me vistió y me dejó en la cama de mi cuartito, donde lejos de dormir, estaba aún caliente.
Le había robado pastillas de yumbina y me las había tragado.
Luis tomaba pastillas de dormir y mamá igual, así que decidí vestirme con un conjunto de ropa interior de encaje, un uniforme genérico de putita de colegio y me arraqnué de la ventaba de mi cuarto hacia la calle.
Pasó un señor que estaría en sus cuarenta y algo y le dije que estaba perdida y si me podía ayudar.
Terminé cogiendo con el en un callejón a oscuras, bien cogida, llena de leche y me dejó un billete en mi brasier.
Luego hice lo mismo con otro hombre un poco más joven y el tercero me llevó a casa, no sin antes, dejarme dicho que pasara mañana por donde se estacionaban los buses de la escuela después de clases.
Me acosté llena de leche, feliz, cogida, sin ropa interior y lista para conquistar el mundo cogiendo como la buena putita que tenía guardada.
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