Despertando a Zoe
Papá despierta a su hijita para ir al jardín.
Que Zoe arranque el jardín, hace todo más complicado para mi señora y para mí. Tenemos muchas cosas por hacer antes de llevar a la nena a su clase, y después tenemos que suspender actividades por la tarde para ir a buscarla o estar con ella en esas horas, haciendo tareas o solo pasando el rato jugando. Tiene cinco años, pero es un terremoto demasiado inteligente e inquieto, y no nos sentimos los suficientemente listos para contratar a una niñera que la cuide.
Por eso, mientras mi mujer se ocupa de la cocina y de tener el desayuno, la merienda para el jardín de Zoe y luego el almuerzo para el mediodía, yo me ocupo de despertar a nuestra hija y arreglarla para el jardín. Además, la llevaba y luego de ahí me iba al trabajo.
Eso hace todo más fácil, el dividirnos tareas.
Abro lentamente la puerta de su habitación decorada de princesa porque eso es lo que es, y mientras tanto la llamo. -Princesaa, es hora de levantarse.
Mi hija tiene el sueño muy profundo y eso fue un alivio y gran ayuda cuando era bebé. Pero ahora, para levantarla y sacarla de la cama, tardaba una eternidad.
-Zoe, princesa. -me acerco a su cama también de princesas, me siento, mirándola y moviéndola lentamente. -Princesita, arriba, dale.
Ni un movimiento. Ni siquiera cambia su respiración. Totalmente dormida.
Tiene puesto su pijama de princesas (tiene una obsesión con Disney insana por culpa de su madre) y el pelo todo revuelto.
Es tan chiquita mi nena. Hermosa con su pelo oscuro, ojitos verdes y naricita pequeña. Tiene labios muy gruesos y redondos para su edad, y cachetes gorditos que dan ganas de morder. No va a ser muy alta porque ni su madre ni yo lo somos, pero si culoncita con piernas gruesas. Ya se le está notando y por eso mi mujer quiere que la anotemos en patín artístico o algo de eso.
No lo acepto. Sé cómo se manejan en esos lugares con las nenas hermosas como ella y más si el profesor es hombre y pervertido… como yo.
Siempre aprecié la belleza de las nenas como mi hija. Cuando era más joven, estuve cerca de hacer una aberración con la hijita de un amigo, pero no se dio porque pude contenerme. Pero sabía que eso no iba a durar mucho, y menos si tenía una hija propia.
Nadie sabe de mi cabeza enferma, menos mi mujer. Cuando quedó embarazada rogué, le rece a Dios que sea un varón. No me gustan, no me atraen, no me ponen la verga dura como lo hacen las nenas. Así que suplicaba que fuera solo un nene.
Dios no me escuchó, y lo tomé como una maldita prueba del infierno. El diablo estaba tentándome para que hiciera lo que tantos años me contuve.
Lo logré por cinco años.
Hasta hoy.
Ver a Zoe así, tan indefensa dormida, a mi merced, fue el detonante. Sentía como mis huevos se hinchaban y llenaban de leche, poniéndome la verga semi erecta. La piel se me puso de gallina ante las imágenes morbososas que vinieron a mi cabeza teniendo como protagonista a mi hijita.
-Zoe, amor. Levántate. Tenemos que ir al jardín. -lo intenté una vez más, pero con mi voz más baja y tierna. Una de mis manos acariciando su piecito y jugando con sus deditos tan pequeños como ella.
La urgencia de llevármelos a la boca fue muy fuerte y no la contuve. Me llevé su piecito de princesa a la boca sintiendo el sabor dulce de la inocencia. Lamí entre sus dedos y los mordisqueé. Le pasé la lengua por la planta y me lo introduje casi por completo en la boca. Lo que a otros les provocaría cosquillas, a mi hija nada porque seguía inerte en la cama.
Mi pija ya dura, empezó a hormiguear en mis pantalones pidiéndome que la saque. Me acaricié por encima del pantalón.
-Zoe, bebé. Arriba. -para este momento solo hablaba por las dudas de si mi esposa escuchaba, aunque lo dudo. No me interesaba que se despertara la nena tampoco, no quería que lo hiciera.
Nuestra casa es grande y espaciosa. La cocina estaba abajo y las habitaciones arriba, si mi mujer viniera, escucharía sus pasos en las escaleras. Tenía tiempo para abusar a mi hija de cinco años.
Le saqué el pijama con cuidado, dejándola solo con su bombachita de nena. La recosté totalmente boca arriba, abriendo sus piernitas y colocando sus brazos por arriba de su cabeza, completamente a mi merced.
Yo me coloque sobre ella en su camita con suavidad, con miedo a que se rompiera con mi peso, e intente no lastimarla.
Debió sentir el calor de mi cuerpo, porque fue la primera vez que reaccionó desde que entre, moviendo su cabeza hacia el costado y abriendo más sus piernas.
Me lamí los labios. Que hermosa, abriéndose más para su papi.
-Zoe, mi bebé. Mi pequeña putita.
Le doy besos en la cabeza, la frente, sus cachetes los cuales lamo y mordisqueo, beso en su naricita y hasta que llego a sus labios los cuales lamo, mordisqueo y beso, abriéndole la boca con mis dedos para meterle la lengua y saborearla.
Tal como esperaba, sabe a gloria. Azúcar. Dulce nena.
Bajo por su cuello dejando rastro de mi saliva, hasta llegar a sus muy poco formadas tetas que lo único que resaltan son sus pezoncitos rosados. Los lamo, mordisqueo y chupo. Los escupo y vuelvo a chuparlos.
Mi verga no da más, la tengo tan dura que duele.
Zoe vuelve a moverse y hace un ruidito con la boca, pero sigue durmiendo.
No quiero perder tiempo y no descárgame, así que bajo hasta donde quiero llegar. Le aparto la bombachita a un lado luego de aspirarla como un cocainómano a la coca, y se me ponen los ojos en blanco. Olorcito a nube, con virginidad y un poco de pis. Mezcla exquisita hecha para hombres como yo. Los que tenemos el privilegio de ser los primeros hombres de nuestras hijas.
El primer lengüetazo que le doy, gemimos los dos. Ella no sé porque pero yo por placer absoluto. La mejor concha que probé en mi vida, mejor que la de mi mujer o cualquier otra. La conchita más celestial del mundo.
Me prendo a chuparla como abeja a la miel (las analogías son por la poca sangre en mi cerebro y toda en mi verga) y no termino hasta que me sacio. Mi hija sigue inerte, yo dándome un festín.
Tiene el clítoris durito y la vulva rosada como las que ya no existen. Solo las nenas como ella podrían tener una concha así. Es por eso por lo que cada vez que intento despegarme, no puedo. Se siente como terciopelo en mi lengua, tan suave.
Me saco la verga de los pantalones, me escupo la mano y empiezo a pajearme sobre el cuerpo dormido de mi hija. Tiene la bombachita llena de mi saliva, así que eso me da la idea de colocarme entre sus piernas, meter mi verga entre su conchita y la bombacha, y empezar a pajearme simulando que me la cojo.
Que pronto lo haré y eso es lo que tengo en mente mientras me masturbo. Veo su carita angelical, sus manitas pequeñas, sus ojitos cerrados y no puedo evitar frotarme más rápido. La tengo rodeada de la cintura que es tan pequeña que con una de mis manos es suficiente. Juego con su pezoncito, la acaricio y sueño con el día que pueda meterla la verga.
Se debe sentir como el cielo. Debe ser tan apretadita, que mi verga de hombre adulto no lo soportaría. Me voy a volver loco si la pruebo, lo sé. No va a haber vuelta atrás y es muy probable que esto, me convierta en un monstruo.
Estoy a punto de venirme sobre la conchita virgen de mi hija. Las imágenes vuelan mi cabeza, uno de mis dedos humedecidos por mi saliva juega con su ano cerrado el cual me prometo que la próxima vez chuparé hasta cansarme. Es más, probablemente primero le garche el orto para no levantar sospechas. Y creo que todo lo que estoy pensando es suficiente para venirme, hasta que mi hijita abre los ojos.
Zoe me mira directamente, confusa hasta que reconoce que soy yo y una sonrisa dulce aparece en su cara.
-Hola, papi. ¿Me hice pichi? Siento la chochita mojada.
Esas palabras, su tono de voz y sus ojitos hermosos mirándome fijamente como si fuera el mejor hombre del mundo, es suficiente para que eyacule una gran cantidad de leche entre su bombacha y su concha toda roja por mis roces.
Trato de no gritar ni hacer ningún ruido, pero mi respiración es pasada y se me cierran los ojos mientras me vengo. Zoe no dice nada, solo me mira confundida.
Cuando puedo calmarme, disimulo lo que acaba de pasar, guardándome la pija semi erecta en los pantalones.
-Hola, mi vida, me costó despertarte. Y si hija, te hiciste pichi. Hace mucho que no lo haces, ¿qué paso?
Se encoge de hombre mientras se sienta en la cama. Seguro va a manchar todo con mi leche así que me hago una nota mental de cambiar las sábanas, por el “pichi”
-No sé, papi. Perdón… ¿me limpias?
-Obvio que sí, mi vida. No pasa nada.
La tomo en brazos así desnudita como esta, pegándola lo más posible a mi cuerpo para sentirla y se me vuelve a poner dura la pija.
Esa mañana, la baño y la cambio tocándola de dobles intenciones. Ella acepta todo con una sonrisa, y eso me confirma que mi hijita de cinco años de ahora en más será mi amante.
Relato cortito que espero que guste 😘 telegram: luvshelo tw: qeenxdoll


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