Día de San Valentín
Relato recuperado. Fue publicado originalmente en 2019. .
♥ 04 de febrero de 2019 ♥
Querido diario,
¿A qué edad debería esperar una tarjeta de San Valentín? Porque ya voy a cumplir 11 y hasta ahora nadie me ha enviado una. Mi hermana tiene solo 14, pero ya ha recibido varias. Bueno, ella es muy popular en la escuela y no me sorprende que los chicos quieran ser novios de ella, pero… ¡me gustaría tanto que a mí también me llegara una!
¿Será acaso que soy muy niña aún? En eso mi hermana me lleva ventaja, porque ella ya se ha desarrollado mucho, en tanto yo aún parezco una niñita de 9 que aún juega con muñecas. Y no, hace mucho tiempo que ya no juego con mis muñecas, pero la gente me sigue tratando como si fuera una chiquilla y no se dan cuenta que ya he crecido. Me gustaría que la gente me tratara diferente. Menos mi papá eso sí, porque él dice que yo siempre voy a ser su “bebé” y eso me gusta mucho. No quiero dejar de ser la bebé de mi papá.
Yo quiero mucho a mi hermana, pero me da mucha rabia no ser como ella. Mi hermana ya tiene pechugas y un culo redondo. Su figura es muy linda y ella se saca partido, mientras que yo hasta hace poco tenía el pecho plano, aunque últimamente siento que está como un poquito más hinchado, como que se están notando unas pequeñas elevaciones, lo malo es que solo yo lo he notado porque no he visto ningún niño que me mire como miran a mi hermana. Otra cosa que ha cambiado es que siento que tengo los pezones un poquito más grandes y más sensibles. Me da vergüenza decirle a mi papá que voy a tener que usar sostén. ¡Ojalá mi mamá estuviera viva!, podría preguntarle tantas cosas.
Mi hermana se maquilla, no mucho, pero tiene permiso, mientras que yo ¡ni soñar con eso aún! Ella tiene un rostro bonito y yo tengo pecas. Eso sí que yo encuentro que mi pelo es más bonito y ella también me lo ha dicho, pero parece que para todos, mi cuerpo aún es el de una niña y eso me entristece porque yo quisiera que me trataran como una niña grande, aunque… a veces prefiero que me traten como niña. Querido diario, esto de crecer es tan confuso, ¿no crees tú?
Según mi hermana los chicos se fijan en el trasero y las pechugas y por eso ella usa ropa ajustada y pantalones pitillo. No me lo dijo a mí, sino que la escuché hablando con su mejor amiga. Y debe ser verdad, porque yo he visto como la miran los hombres. Y no solo los compañeros de escuela, también me he fijado que algunos profesores la miran con disimulo y se nota que les atrae. Ella es bien coqueta, yo creo que se da cuenta de que la miran porque siempre que hay un hombre cerca se arregla el pelo o se estira la blusa y acentúa sus pechos. Una vez la vi hacer eso en el metro y un hombre que estaba sentado cerca se llevó la mano a la entrepierna como para acomodarse lo que tiene ahí.
Querido diario, yo sé bien lo que tienen los hombres ahí, entremedio de las piernas, porque mi papá hace lo mismo. Yo siempre he tenido la costumbre de sentarme sobre él cuando está viendo tele y a veces la siento y a veces no. Una vez hasta sentí como que se movió. Él no me dice nada, pero yo sé que es el pirulín que tienen los niños, pero mucho más grande. Y cuando me paro, él también se lo acomoda.
Bueno, volviendo al tema, yo no sé qué haría si recibiera una tarjeta de San Valentín. ¿Y si un niño de mi escuela quisiera salir conmigo? Ja, ja, sería muy divertido. Saldríamos al parque a tomar helados, lo invitaría a mi casa a ver películas en Netflix y a lo mejor hasta nos daríamos un beso (a escondidas de mi papá eso sí). Mi hermana ha dado besos porque también le he escuchado que tal chiquillo besa muy bien. ¡Qué daría yo por saber cómo es!
Querido diario, a propósito de los besos quiero contarte algo que es MUY, MUY, MUY, MUY secreto. Sí, si sé que todo lo que escribo es secreto, pero esto es SÚPER-ULTRA-SECRETO.
Hace varios días estaba mi papi viendo las noticias y yo me senté en sus piernas y de repente se me ocurrió preguntarle que por qué la gente se da besos. No sé por qué le pregunté eso, pero lo hice y mi papá al principio no me respondió nada, pero sentí como que la cosa que tiene ahí se movió ja ja. Y bueno, mi papá me dijo que era una muestra de afecto que se daba entre dos personas que se querían y que por eso él me daba muchos besitos, y empezó a darme besos por la cara, la frente, el cuello, ja ja ja. Pero yo quería saber cómo eran esos otros besos, esos que se daba mi hermana. Eso no se lo dije, pero igual creo que entendió a qué me refería. Entonces él me explicó que a veces dos personas se enamoraban con un amor muy grande y que necesitaban un beso diferente para expresar ese amor. Yo cerré los ojos y me imaginé que alguien me quería tanto, tanto, que me daba un beso en la boca para demostrármelo. Me abracé a mi papito y deseé ese beso con tanta fuerza que ¡de pronto hasta sentí que se hizo realidad! Sentí que unos labios cálidos tocaban los míos y como yo tenía los labios entreabiertos, sentí como que una lengua los tocaba y entraba en mi boca. Fue una sensación ¡tan, tan, tan rica!, querido diario, que cuando terminó no quise abrir los ojos para no despertar. Pero de pronto me acordé que estaba abrazada a mi papá y me levanté asustada. ¡Ojalá él no se haya dado cuenta de lo que estaba pensando!
♥ 07 de febrero de 2019 ♥
Querido diario, a medida que pasan los días, me he ido sintiendo más desafortunada. Creo que ya no me llegará nada porque mañana es viernes y no vuelvo a la escuela hasta el 11. Mejor no pensaré más en eso porque más pena me va a dar. A lo mejor el otro año es diferente.
En todo caso, hoy quiero contarte algo muy distinto y recuerda que esto es PRIVADO Y ULTRA SECRETO. Es algo que me pasó anteayer cuando mi amiga Jani me acompañó a la casa. Mi papá estaba en su pieza y nosotras nos fuimos a mi dormitorio (este año mi hermana y yo tenemos dormitorio separado como tú sabes).
Jani es mi mejor amiga y tampoco ha recibido ninguna tarjeta de San Valentín así es que estamos iguales, pero lo que te quería contar es que ella me dijo algo que al principio me dio vergüenza, pero después hablamos harto de eso. Lo que me contó mi amiga es que ella se toca “ahí”.
Yo nunca lo he hecho, pero según mi amiga se siente una cosquilla o algo así y que le da mucho gusto. Yo al principio la escuchaba sin saber de qué me estaba hablando, pero después le comencé a preguntar y me dijo que si quería me mostraba. Querido diario, ni en gúgol años yo habría adivinado lo que iba a pasar esa tarde. Yo permanecí en silencio porque no se me ocurrió qué decir, pero supongo que mi cara lo decía todo porque mi amiga se paró y rápidamente se bajó los calzones sin siquiera levantar su falda. Luego se sentó al borde de la cama y me mostró el chorito (yo sé que se llama vulva, pero me gusta llamarlo así, querido diario).
—Qué precioso el chorito de mi amiga —se me ocurrió pensar.
Pero no alcancé a terminar el pensamiento cuando Jani me dijo:
—Acércate, tonta —y yo me acerqué.
Ella había puesto dos dedos en esa parte donde hay como un botoncito rosado y comenzó a acariciarse pasando los dedos por arriba, se apretaba, lo tomaba entre la punta de los dedos, lo frotaba y su cara… ¡su cara era un poema! Parece que sentía cosas muy fuertes.
—Tú también, apúrate —me sacó de mi ensueño.
La verdad, querido diario, hasta ahí no más me llegó la vergüenza, porque sin pensarlo dos veces me saqué los calzones completamente y también hice lo mismo.
Querido diario, no sé cómo he llegado a esta parte de mi vida sin haber descubierto antes lo rico que se siente tocarse ahí. ¡Me he pasado la vida sin saber!, ¡qué tonta he sido! En cuanto puse la yema de los dedos en esa parte me recorrió como un estremecimiento como cuando una vez saqué un enchufe malo y me dio la corriente. Pero esta vez no saqué la mano porque ¡se sintió tan rico! Mi amiga también me enseñó que una se puede meter un dedo en la vagina mientras se acaricia, pero a mí me gusto más tocarme por afuera. Eso sí que me asusté porque mi chorito se puso como húmedo, con un líquido como agüita, pero más baboso. Mi amiga me dijo que no me asustara, que así era más fácil meter un dedo dentro del chorito porque la abertura se ponía más suavecita y resbalosa. ¡Mi amiga sabe hartas cosas que yo no!
Querido diario, cuando acompañé a mi amiga Jani a la puerta yo no perdí ni medio minuto en devolverme a la pieza para continuar con ese jueguito nuevo que había aprendido, pero esta vez llevé un espejo grande que tiene mi hermana en su dormitorio y lo puse frente al escritorio y me senté de nuevo en el borde de la cama. Cuando me acosté en la cama con las piernas abiertas me di cuenta que no podía mirar, así que puse varias almohadas en el centro de la cama y me recosté ahí. Eso funcionó porque de ese modo me podía mirar completamente en el espejo. Querido diario, nunca me había visto así, con las piernas bien abiertas y mirándome la conchita toda peladita. Me gustó como se veía, pero más me gustó sentir todas esas sensaciones nuevas para mí. Estuve un buen rato acariciándome ahí y otra cosa que descubrí es que además de segregar un juguito, también comencé a sentir un olorcito que no había sentido antes. No era nada desagradable, pero de algún modo le agregaba algo más a todo eso que estaba sintiendo.
Querido diario, lo que te voy a contar ahora es algo que pudo haber sido un desastre, pero afortunadamente no fue nada malo: Mi papá me vio cuando estaba haciendo eso. ¡Tan tonta yo! No cerré la puerta de mi pieza y cuando estaba tocándome con los ojos cerrados, sentí que alguien me miraba y abrí los ojos súbitamente y mi papá estaba en la puerta. Yo me levanté muerta de vergüenza y antes de decir nada me puse a llorar. Entonces mi papá entró y se sentó a mi lado y me abrazó y me decía:
—Shh, shh, no pasa nada, mi amor, shhh, shhh.
Yo no podía calmarme, me sentía sucia y mala, hasta hipo me dio y sentía la cara roja. Pero mi papá no dejó de abrazarme y luego me sentó en sus piernas y me abrazó como si fuera un bebé, su bebé.
—No llore más, mi bebé —me decía—. Lo que pasa es que está creciendo y quiere saber, eso es todo. Todos pasamos por lo mismo, mi bebé, todos queremos conocer más de nuestros cuerpos y eso no es malo.
Mientras me hablaba así, me tenía abrazadita con una mano en mi barriga y con la otra acariciaba mi pierna. Querido diario, te juro que no quería, pero sentir su mano caliente en mi pierna y tan cerca de mi chorito pelado me hizo pensar en algo muy malo y más mojadita me sentí. Pero él no me soltó hasta que dejé de sollozar y me quedé con mi cabeza en su pecho con los ojos cerrados. Así estuve un rato hasta que él levantó mi mentón con su mano y sonriendo me miró y me dijo:
—¿Ya se siente mejor?
—Papi —le dije yo—. Yo no quería…
—Shhh, shhh, no tiene que explicarme nada, mi bebé, tocarse ahí es una cosa muy natural; todos lo hacemos, hombres y mujeres, chicos y grandes.
Eso me puso a pensar:
“¿Es que mi papá también se tocaba ahí?”
Pero no le quise preguntar más.
Cuando ya me calmé, me levanté de su pierna y con mucha vergüenza vi que mis juguitos habían corrido por mis piernas dejando en su pantalón una manchita pequeña, pero bastante evidente. Por suerte, mi papi si se fijó no le dio ninguna atención.
♥ 10 de febrero de 2019 ♥
Querido diario,
Hoy es domingo y he estado todo el día muy contenta. No ha pasado nada especial, pero me siento feliz de poder tocarme en las noches y sentir todas esas cositas nuevas y ya no me preocupa que mi papá me haya visto porque él me dijo que él también lo hacía, o eso creo que me dijo.
Mi papi hoy me llevó al mall y me llevó a una tienda para comprarme ropa. Mi hermana como siempre prefirió irse a casa de su amiga, pero no importa porque lo que pasó me tiene muy feliz: Mi papá entró conmigo a una tienda, pero antes de comprarme nada, me pidió que lo esperara al costado de un mesón y se fue a hablar con una vendedora. En un par de ocasiones vi que ambos me miraron y ella me sonrió muy amable. Después entendí todo. Lo que pasó es que mi papá le pidió a la señorita vendedora que me acompañara para elegir ropa para mí, pero no cualquier ropa, sino que mi papá le encargó que me mostrara sostenes y calzones. ¡Mi papá es el mejor papá del mundo y el más guapo de todos!
Al principio yo no estaba muy cómoda eligiendo esas cosas, pero la chica fue muy gentil conmigo y me aconsejó qué comprar y me mostró cosas muy, muy lindas y me llevó a un vestidor privado y me hizo probarme todo y luego me hizo modelar la ropa frente a un gran espejo. También me gustó que ella no tenía vergüenza en tocar mis pequeños pechitos y acomodar el sostén, aunque no había necesidad porque dentro de ellos no había nada que acomodar realmente, pero igual me gustó que me tratara como a una niña grande. Al final elegí varios modelos muy lindos y me sentí súper importante. También me hizo probarme calzones nuevos, pero esta vez yo fui más atrevida y le hice la cruz a todo lo que tuviera Hello Kitty estampado. Me probé unos que dejan las nalgas al descubierto porque tienen un hilito no más y la vendedora me dijo que me llevará un tiempo acostumbrarme a ellos, pero esos son los que usan las mujeres para sentirse sexys y que a los hombres les gustan mucho. Bastó para que dijera eso, querido diario, para que yo aceptara llevarlos también. “Lencería de mujer”, así me dijo la vendedora y cuando me miré al espejo me sentí ¡tan bien! La vendedora acomodaba los calzones tomando los elásticos de los bordes y acomodándolos de manera que me viera lo mejor posible. A ratos sentía sus dedos en mi chorito y eso unido a mi estado de completa felicidad me hacía estar como en otro mundo.
Querido diario, ¿sabes qué pensé también en ese momento? Que sentirse mujer pasa también por vestir con ropa sexy, ja, ja. La vendedora me dijo eso mientras me mostraba una pantaleta muy linda que según ella me quedaría maravillosamente. Como yo no estaba muy segura, me dijo:
—Mira —y se puso frente al espejo y se sacó su vestido y me mostró que ella usaba de la misma.
Querido diario, yo no daba más de alegría porque por primera vez me sentía como una niña grande que debe guardar otro tipo de secretos. Ya no escribiré nunca más sobre el chocolate de mi hermana que me comí a escondidas, ni de que le mentí a mi papi cuando le dije que ya había hecho la tarea. Ahora mis secretos serán ULTRA-SECRETOS para siempre.
La vendedora se veía tan linda con esa ropa y ella misma me dijo que tocara la textura de las telas y hasta me hizo meter un dedito por dentro del calzón para que notara la suavidad y realmente se sentía muy suavecita la tela, pero también sentí que su piel se sentía muy caliente y hasta me pareció que también ella estaba un poquito húmeda ahí, igual que yo.
—¿Te gusta? —me preguntó y yo solo asentí con un movimiento de cabeza.
Luego tomó mi mano y me hizo acariciar la seda del calzón por fuera y juraría que soltó un gemido. En eso se me ocurrió que tal vez, sin querer, había tocado su botoncito con mi mano, porque el gemido que dio fue igual a los gemidos que doy yo por las noches cuando lo hago a escondidas. Cuando no tuve más dudas fue cuando sentí el calor y su humedad a través de la seda y, querido diario, lo que hice en ese momento lo hice de puro agradecimiento. Metí mi mano decidida por dentro del calzon y la toqué ahí, sentí su choro caliente y húmedo y tomé su botón con mis dedos y lo froté arrancando un gemido ardiente de su parte. Ella abrió más sus piernas y bajó sus calzones dejando su vulva al descubierto y por primera vez, querido diario, vi un clítoris de mujer. Era mucho más grande, paradito y brillante.
—Chúpalo —me susurró la vendedora tomándolo con la punta de sus dedos y yo no supe qué hacer.
“¿Chuparlo?” —pensé, pero enseguida ella me empujó de un hombro y me repitió en un susurro:
—Chúpalo —y yo me agaché y torpemente lo hice.
Me gustó mucho hacer eso, querido diario, nunca me imaginé que se sentiría así. El olor penetrante, el calor, la suavidad, su dureza. Lo chupé y la chica se retorció de un gusto que yo todavía no conocía. No pasó un minuto cuando levantó mi carita y se estremeció con los ojos cerrados.
“Debe haber llegado a sentir lo mismo que siento yo cuando me toco en mi pieza” —pensé.
Después de eso la vendedora se puso el vestido nuevamente y comenzó a recolectar mi ropa, pero en ese momento me miró como si le hubiera ocurrido algo en ese momento y me dijo:
—¿Quieres que tu papi te vea como te queda la ropa?
Y antes que yo dijera algo, ella se dirigió a la puerta del probador privado y la entreabrió llamando a mi papá. Este entró y parece que se sorprendió de verme con esa ropa porque se turbó un poco y se le pusieron rojas las orejas. La vendedora me giraba y le preguntaba a mi papá:
—¿No se ve linda?, ¿qué le parece?
Mi papá me miraba con la boca abierta y no decía nada y yo me sentía súper importante y bonita porque mi papá estaba embobado por mí, ja, ja.
Querido diario, reconozco que lo que pasó después me dio un poco de vergüenza, pero después igual me hizo sentir bien. La vendedora me hizo probarme una de esas pantaletas idénticas a la que estaba usando ella y sin esperar a nada, me sacó el calzón dejándome desnuda delante de mi papi que no daba crédito de estar viendo a su bebé desnudo. Cuando me puse la pantaleta, la vendedora nuevamente me hizo girar para modelar ante mi papá. En eso vi que la parte delantera del pantalón de mi papá se notaba abultado, muy abultado.
Cuando mi papi pagó por la compra, la vendedora la devolvió la tarjeta con una sonrisa y le dijo:
—Tiene mucha suerte de tener una hija tan hermosa —y luego mirándome a mí—: Y tú también de tener un padre que te quiere tanto —y me guiñó un ojo.
♥ 15 de febrero de 2019 ♥
Querido diario, ayer fue San Valentín. No recibí ninguna tarjeta, pero tengo que contarte lo que pasó. Como siempre te insisto que esto es SUPER-ULTRA-MEGA-HIPER SECRETO. Nadie debe saberlo nunca, nunca, ni siquiera a Jani le contaré.
Ayer estuve de mal humor y un poco triste porque no me llegó ninguna tarjeta de San Valentín y mi hermana fue a una fiesta con su amiga y seguramente a encontrarse con algún enamorado, así que yo me dediqué a ver películas con mi papi nada más. Mi papi hizo palomitas de maíz y tomó unas cervezas para él y bebidas para mí. Vimos “La cosa más dulce”, una comedia. Yo creo que mi papá aceptó ver esa película vieja por mí no más porque a él le gustan más las películas de guerra o de acción. Pero a mí ya me daba igual, nada iba a levantar mi ánimo, pero con el correr de los minutos la película me comenzó a gustar, era divertida, aunque a veces un poquito subida de tono, pero yo ya tenía que pensar como una niña grande, ¿no?
A mitad de la película, mi papá ya había bebido varias cervezas y cuando se levantó por segunda vez al baño se veía un poquito tambaleante. Cuando volvió yo sentí la necesidad de sentarme en sus piernas. Era el momento en que volvía a sentirme niña, porque, querido diario, es lindo sentirse una mujer grande, pero como te he contado, también me gusta sentirme “la bebé de papá” de vez en cuando.
Cuando me senté en sus piernas, mi papi me hizo un cariño en el pelito y me dio besitos en la frente un buen rato. También me acariciaba los brazos y me preguntaba si lo quería, ja, ja. ¡Yo lo quiero mucho!, así que también le di besitos en su cara y lo abracé bien apretado. En eso, una escena de la película me hizo reir:
—Ja, ja, el calzón de Cameron Díaz es muy feo, ja, ja. Es como de niña chica.
Mi padre me miró:
—¿Ah sí?, y tú ya no usas de esos, ¿verdad?
—Noooo —repliqué, como si hubiese dicho algún sinsentido.
—¿Y qué estás usando ahora? —me retrucó.
En ese momento no supe qué contestar. Se me ocurrió contarle que estaba usando un colaless, pero no me atreví. Sin embargo, él me dijo:
—¿No me vas a contar qué estás usando?
Querido diario, en ese punto yo me había olvidado de la película y me sentía muy interesante y entendí también cómo debe sentirse mi hermanita cuando los hombres la miran, así es que me paré frente a mi papi y arreglándome el pelo hice ademán de sacarme el vestido.
—¿Te lo vas a sacar? —me dijo.
—¿Y cómo quieres ver qué estoy usando si no me lo saco? —le contesté.
—Yo no dije que quería ver, sólo pregunté qué estabas usando —me dijo.
Me sentí un poco tonta ante su lógica y quizás qué cara puse porque mi papi se echó a reir y me dijo:
— Anda, tontita, claro que quiero ver —y la sonrisa volvió a mi cara.
Quedé en ropa interior delante de mi papá y me sentí tan mujer, una mujer chiquita, casi sin tetitas, pero me sentí el centro de atención de mi papá y eso me gustó mucho. Aparte de eso, no sabía qué más hacer, solo me quedé parada frente a su mirada apreciativa, pero él luego de mirarme detenidamente, me alcanzó las manos y me atrajo hacia él. Parada entre sus piernas, sentí ambas manos en mi cadera y su mirada fija en mí:
—Has crecido mucho, mi amorcito, mucho; te has convertido en una mujercita hermosa… —y mientras me decía eso, sus manos acariciaban mi piel— …y deseable para cualquiera que te vea como te estoy viendo yo ahora.
Luego me acercó aún más y posó sus labios en mi cuello en un beso que esta vez me hizo suspirar de gusto. Sus manos ahora me abrazaban completamente. Su respiración agitada la sentía cerca de mi oreja y su olor a cerveza invadían mis sentidos. También acerqué mis labios para besar su cuello y parece que eso le gustó mucho, porque gimió de gusto y me apretó más contra él. Luego, como si no pesara nada, me levantó sentándome en sus piernas nuevamente, pero esta vez, la dureza que había sentido otras veces, era evidente. Lo que tenía guardado allí estaba duro, muy duro y por primera vez sentí unas ganas enormes de tocarlo, de acariciarlo, tal vez como había acariciado a la vendedora de la tienda, aunque sabía que lo de ahí era distinto.
Papá me susurró preguntándome nuevamente si lo quería.
—Te amo más que a nadie en el mundo entero —le respondí y era cierto.
—¿Te acuerdas cómo se expresa un amor cuando es muy grande? —me replicó e inmediatamente recordé lo que me había dicho respecto a los besos.
Lo miré y él me miraba fijamente a los ojos y lentamente nos fuimos acercando ambos hasta que nuestros labios se tocaron. Inmediatamente abrí los ojos con sorpresa, supe en ese instante que esos labios ya habían sido míos. No había sido un sueño. Mi papá ya me había besado antes. Y el darme cuenta de eso hizo que abriera la boca como había hecho antes y buscara su lengua con la mía. Nos besamos como se besan en algunas películas y me sentí también como un personaje de Netflix. De pronto pensé en que mi San Valentín podía ser mejor que el de mi hermana.
—Ven —me sacó papá de mis pensamientos y tomando mi mano me guió escaleras arriba, hacia su habitación.
Querido diario, esta vez sí que necesito que quede muy, pero muy, extra súper claro que esto que te voy a contar es SUPERCALIFRAGILISTICOEXPIALIDOSAMENTE SECRETO. Si alguien lleva a saberlo te quemaré, lo prometo.
Papá me tomó en brazos antes de entrar a la habitación como si fuera una pluma. Mi papá es tan fuerte y yo soy tan delgadita que no peso nada. Entramos y me depositó en su cama. Luego se paró y me miró por un buen rato. Luego, movió la cabeza como desechando algún pensamiento y comenzó a sacarse la ropa. Yo lo miraba con mi cuerpo extrañamente caliente. Por algún motivo, mi chorito se empezó a mojar sin que yo lo tocara y sentí un temblor recorrer mi cuerpo ante cada centímetro de la piel de mi padre que aparecía ante mis ojos. Cuando hubo sacado su camisa, comenzó a abrir el cierre de su pantalón. Todo lentamente, como dándome tiempo a admirarlo, a desear que continuara, que no se detuviera. Cuando estuvo solo con su slip puesto, me di cuenta de cuán apuesto es mi papá. Creo que tiene 36 años, pero no es como los papás de mis amigas que tienen barrigas y se ven viejos. Mi papá se ve… hermoso. La cosa que tienen los hombres ahí se veía enorme y apretada a un costado del slip. Mi papá se acercó y tomándome con un solo brazo me arrastró hacia el centro de la cama y él quedó a medias sobre mí.
Lo que siguió, querido diario, no lo puedo escribir aquí ni en ninguna parte porque no tengo palabras para describirlo. Sus besos, sus caricias, sus susurros con esa voz grave, su olor, su calor, su mirada, todo eso me llevaba al cielo y provocaba un constante temblor que no podía detener. La respiración se me cortaba y a ratos gemía incontrolablemente y a ratos quedaba muda de placer. Pero cuando ya no pude más grité fuertemente de puro placer:
—¡AY! ¡PAPÁAAA!
Eso fue cuando, corriendo el calzoncito hacia un costado, me chupó el botoncito como yo lo había hecho con la vendedora. Ahí entendí por qué ella no aguantó más de un minuto y levantó mi carita para estremecerse de gusto. Ahí entendí que nada podía superar a esa caricia íntima en las sensaciones que me podían provocar. La lengua de mi papá entró en mi chorito, dura y afilada, caliente y húmeda, poderosa y avasalladora. Todo mi chorito fue atravesado por esa lengua masculina, babosa, rica y deliciosa. Lo áspero de su cara me hacía delirar de gusto cuando tocaba la parte interior de mis piernas que a ratos se ponían rígidas y a ratos temblaban incontrolablemente. No sé en qué momento quedé completamente desnuda. Ya no tenía ni calzón ni sostén ni mi padre tenía nada puesto encima. Cuando abrí mis ojos y me di cuenta de ello, creo que mi vida pasó a otra etapa.
Querido diario, yo no sabía cómo era un pene, lo juro. Nunca había visto uno y cuando vi el de mi papá quedé sin respiración. Cuando mi mano lo rodeó sin que yo se lo ordenara fue un acto sobrenatural. Me acordé de Harry Potter y su varita mágica. Esta era la varita mágica de mi papá y yo no lo sabía. Mi padre tenía una vara ardiente como una brasa, blanca, venas moradas, cabeza roja, babeante, dura. Lentamente mi mano que parecía tener voluntad propia la fue atrayendo hacia mí, hacia mis labios y cuando estos tocaron la cabeza me sentí muy estúpida, porque cada vez descubría que en el placer no había límites, que lo que yo había creído que no podía ir más allá, no era verdad.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos abruptamente cuando mi padre metió su verga en mi boca provocándome una arcada, pero ni aún así quise sacarla de allí. Aceptaría cualquier cosa que mi papi quisiera hacerme. Mi padre era mi dios.
Cuando metió un dedo en mi chorito sentí una punzada que me hizo gemir. Mi papá en ese momento me dijo que aguantara lo que iba a hacer porque era por mi bien. Y no bien dijo esto, metió fuertemente el dedo de nuevo arrancando un grito desde mis entrañas. De verdad que me dolió mucho, pero al mismo tiempo mi papi me besó en la boca con lo que mucho no pude pensar en el dolor. Poco a poco este fue cediendo y pronto ya tenía dos dedos, luego tres. En un momento papá me puso algo en el chorito que no supe qué era, pero que alivió aún más la incomodidad del principio. Y unos minutos después me la puso. Querido diario, sé que ya he dicho muchas veces que NADA podía superar el gusto que sentí en ese momento, pero te juro que ahora sí que es verdad. NADA, NADA que hubiera sentido NUNCA en mi vida podía superar el pene de mi papi entrando en mí. Sentí cómo mi chorito se abrió completamente para darle paso; sentí cómo se clavó profundamente en mí; me sentí llena, con la concha palpitante, mis piernas se levantaron para hacer la penetración aún más profunda y se cruzaron en la espalda de mi papacito.
Lo que siguió de ahí, querido diario, fue un constante entrar y salir de la varita de mi papito y no estoy segura, pero creo que me desmayé un rato de puro gusto. Los besos de papi en mi cuello, el peso de su cuerpo, el roce de sus pelos en mi pechito. Todo no podía ser sino un sueño, un sueño como el que nunca tuve en mi vida. Un regalo del cielo para mí. Los gemidos de mi padre, sus palabras incoherentes:
—Aagghh, perrita mía…, a…mor…. amor…cito mío, ¡QUÉ RICAAAAAA! —me decía cerquita de mi oreja con su cara áspera raspando la mía y con su voz grave que retumbaba en mi cabeza.
Su cara demudada de placer, el techo de la habitación dando vueltas, mis gritos, mis besos, sus bufidos, todo terminó en un salvaje:
—¡AAAAGGGHHHH! —emitido justo en el momento en que se incrustó muy, muy dentro de mí y su pene comenzó a palpitar y ante cada latido nuestros cuerpos temblaban como ante un ataque epiléptico.
Yo me sumí en un sopor y un éxtasis desconocido mientras continuaba sintiendo los latidos de su pene que expulsaba algo caliente dentro de mi chorito. Cuando abrí mis ojos, me encontré con su mirada fija en mí, su boca en un rictus indescriptible. Sus manos sosteniendo las mías. Nuevamente cerró sus ojos por un rato. Luego los abrió y justo en el momento en que su verga daba un saltito dentro de mi conchita, me dijo:
—Feliz día de San Valentín, mi bebé.
Torux
Buenos tus relatos bro
Saludos !
Gracias, PincheRobert.
Buenos coconcimientos paternos, multiplicalos
Experiencias paternas nunca se olvidan, se recuerdan mucho donde se aplico