Dialogos íntimos
Muchos hombres desconocen lo atrevidas que pueden llegar a ser las mujeres, cuando hablan entre ellas haciéndose confidencias o buscando consejo..Muchos me preguntan que de donde saco algunos de los diálogos de mis relatos, sobre todo los que tienen lugar entre madres o mujeres casadas…, ya que parece ser que les sorprenden especialmente. Pues la verdad es que surgen de la vida misma, de haberme pasado muchas horas en los parques cuidando de mi hija, mientras las madres nos reuníamos para charlar entre nosotras y pasar el rato más entretenidas.
Yo no sé cómo será en otros lugares, pero aquí son algo habituales esas conversaciones entre mujeres, donde en ese contexto se habla con una mayor inhibición sobre todo tipo de temas, especialmente los íntimos y de carácter sexual, saliendo a relucir todos los trapos sucios del barrio, jeje.
Y así fue como sucedió este dialogo en una de esas ocasiones en las que la lengua de algunas se disparaba y de qué manera, como por ejemplo en esta ocasión:
—¡Oye! Me ha dicho mi hijo que el tuyo tiene un buen pollón.
—¿Sí….? Jaja, no está mal el condenado….
—¿Lo ha heredado del padre?
—No, que va, mi marido la tiene normalita.
—Vaya, pues teniendo al nene en casa tan dotado, no sé si te entrarán ganas…..
—¿Qué dices….? Bueno, ganas le entran a cualquiera, pero vamos, que tiene 12 años y es un crío todavía.
—¡Anda! No disimules, que si por ti fuera ya te la habrías comido.
—¡Qué cosas dices….! ¿Tú lo harías?
—Bueno, que se yo…. Eso no se puede decir… Yo tengo mucha confianza con mi hijo y me lo cuenta todo.
—¿Ah, sí? ¿Qué te cuenta?
—Pues eso de tu hijo, pero no sé si decirte más…….
—¡Anda, mujer! Cuenta…..
—Pues que cuando se cambian en el vestuario, se ven todos desnudos y se duchan juntos; empiezan a tocarse y a algunos se le levanta el pito.
—No me extraña. Ya me imagino como se pondrán….. Qué maravilla. Quien estuviera ahí, ¿eh?
—La verdad que sí, pero mi hijo me contó que también empiezan a tocársela entre ellos y se hacen algunas pajillas.
—¡Vaya! Ya empiezan a mariconear, jaja, que rico. ¿Y el mío también toca pollas, te dijo?
—Sí, era lo que te iba a decir. Que como llama tanto la atención, todos quieren meneársela, ya sabes…..
—¡Puufff! No me ha dicho nada de eso….
—¿Cómo te lo va a decir, mujer? Le dará vergüenza.
—Lo que sí sé es que tienen un grupo de amiguitas y que hacen sus cosas…..
—Eso lo sé yo también. Hay una sobre todo, que es la más lanzada y lleva a las demás.
—La hija de Nurí, ¿no? La calenturienta, como la llama mi hijo.
—Sí, esa creo que ya se ha follado a más de uno, pero bueno, conociendo a la madre, no me extraña. Mete a los hombres en casa y la cría lo ha estado viendo desde siempre.
—¿Cómo sabes eso?
—Ella misma lo cuenta…. Que alguna vez tuvo que quitar a alguno de encima de la cría, porque se la iban a joder.
—¡Caray! No sabía nada.
—Parece ser que consentía que alguno la toqueteara, pero se emocionaban demasiado, y claro, querían metérsela, porque la nena también se abría bien para ello, ¡ya ves….!
—Sí, sí, se calentaría la niña, claro.
—Por eso te decía, que esa a tu hijo ya le ha estado haciendo pajas y mamadas, porque se lo hace a otros.
—Ya, ya, pues ya me has puesto cachonda, jaja, pensándolo….
—Pues aprovecha, tonta, que le tienes en casa….
—Ya, es que mi marido…..
—Cuando no esté él, mujer. No tiene por qué enterarse y el crío tampoco se lo va a decir. Más problema es para las que tienen que llevar a hombres a casa, como la Nuri, que al final se acaba enterando todo el mundo.
—Eso es verdad. Las que tenemos hijos, podemos hacerlo con más discreción —intervino en la conversación otra de las que estaban en el grupo.
Como las demás se quedaron mirándola interesadas, siguió hablando:
—Mira, te voy a decir una cosa. El mío no está tan dotado como el tuyo, pero ya me da mi gusto.
—¿Te lo has follado?
—Ya sabes que mi marido me tiene abandonada. ¿Qué iba a hacer…?
—Pero con tu hijo….., jaja.
—Surgió así… Tiene un año más que el tuyo y a estas edades se nota. Y por él, encantado también, pero ya le he dicho que no se lo cuente a nadie.
—Claro, normal. Menuda fiesta para él, metérsela en el coño a una mujer mayor, que encima es su madre…..
—Por eso a él le dan igual esas niñas, si quieren joder con él o no, porque él ya está bien satisfecho, aunque tampoco las va a rechazar, ¡eh! Que ya le dije que lo puede hacer con cualquiera, que conmigo no tiene exclusividad, jaja.
—Es lo lógico. Él es un crío todavía y tiene que hacer su vida, aunque algunos celos te darán, ¿no?
—Quizás, pero hasta ahora no. No sé si cuando sea más mayor y me traiga a alguna a casa, me pondré mala cuando les escuche en la habitación.
—Es tu hijo y tienes que mirar por su felicidad, no viendo como una bruja a cualquiera que se acerque a él, pero eso nos pasa a muchas madres ahora, porque las niñas hacen igual, también llevan a sus amigos a su habitación.
—Sí, ahora se lleva eso y cada vez desde más jovencitos, los padres lo permitimos, pero pienso que es mejor para ellos. En casa están más seguros y con más comodidad, porque lo van a hacer igual en cualquier lado.
—También están los que las llevan a casa a escondidas de los padres, cuando no están. Marta pilló a su hijo con una cría que no tenía ni 12 en casa. Imagínate la situación….., Marta preguntándole a su hijo que quien era la madre de esa cría, porque no era ni del Cole siquiera y claro, ella tenía miedo de que pasara algo.
—Puede ser un problema, claro, pero es que a estas edades no se aguantan ni piensan en las consecuencias…..
Después de leer esta conversación podemos pensar que vivimos en un mundo de depravación y total falta de moral, pero no me digáis que nunca habéis oído decir este tipo de cosas a alguien, al menos una pequeña parte de este diálogo. Si no es así, quizás no hayáis vivido lo suficiente o no os movéis en los ambientes adecuados….
Pero estas confesiones más íntimas suelen darse también en las conversaciones privadas entre dos mujeres, madres de familia que se hacen todo tipo de confidencias buscando la complicidad en la otra, y también buscando otra opinión sobre lo que pasa en sus casas.
En este caso, con una de estas amigas, llamada Nely, tomando un café empezamos a hablar o a cotillear, como queráis llamarlo, comentándome unas cuestiones que le preocupaban de su familia:
—No sé qué hacer con mi suegro. Mi marido me dice que ya chochea y que no le haga caso.
—Bueno, pobre, ya tiene su edad y tendrá sus manías.
—Sí, claro, si solo fuera eso, pero es que el otro día, después de bañar a la cría, me quedé limpiando el baño y cuando salí, me la encontré en la cama con su abuelo los dos desnudos. Yo me quedé en shock, sin saber que decirle…., pero ella me dijo que como tenía frío, su abuelo la metió en la cama con él. Y mi hija, como es tonta, le hace caso en todo. Además, ya noté como se deja sobar por mi suegro cuando la tiene encima, y él se aprovecha bien, pero es que esto ya es demasiado.
—Puede parecer algo fuerte, sí, pero si la cría está a gusto con eso, tampoco hay que darle más importancia; además, piensa que tu hija es muy pequeña todavía para que haga algo con ella. Lo verá como un juego y se divertirá con su abuelo.
—Sí, ella está encantada, claro, pero a él se le pondrá dura y no quiero ni pensar que se haya masturbado y le haya dado verga, ya me entiendes……
—A ver, Nely, metérsela no se lo puede hacer todavía, pero que la cría juegue con su polla o se la haya dado en la boca……, pues si la mete en la cama con él, supongo….., pero ¿tú marido que dice de todo eso?
—Mi marido no se atreve a decirle nada a su padre. Siempre le tuvo muy sometido y yo creo que él también anda jugando a esas cosas con la cría. Su padre siempre fue un sobón y mi suegra ya me contó alguna vez los problemas que tuvo porque se le iba la mano con alguna cría.
—Entiendo. Tendrás que vigilarle de cerca, aunque ahora teniéndolo viviendo en casa, va a ser difícil que no tenga esos momentos a solas con la nena. ¡Es que estos hombres….!, no sé cómo pueden excitarse con una cría que no tiene ni tetas todavía.
—Porque son unos viciosos, y a estas edades se les va la cabeza. Y con él en casa, ya no puedo ni tener intimidad, ni estar con poca ropa ni nada. El otro día me agaché y me vio todo el culo. Se quedó mirándolo y me dio una palmada diciéndome que tenía un buen culo. Yo me quedé mirándole con una cara, como diciéndole que se estaba pasando y él me dijo tan tranquilo que no era para tanto, que como me ponía así y ni que me hubiera pedido que le chupara la polla.
—Jaja, pobre. No sé cómo con 70 años puede andar tan salido. Menudo peligro que tenéis tú y tu hija con él.
—Ya te digo, pero es todavía peor es lo que le pasa a Conchi.
—¿Ah, sí? ¿Qué le pasa?
—Pues ya sabes que desde que se separó anda mal de dinero y como siempre está metida por la Iglesia, el Padre Damián se ofreció a ayudarla; le lleva comida y cosas para la cría, pero me dice que ahora le tiene todo el día metido en casa.
—¿Y eso? No sabía nada….. Bueno, como yo no voy a la Iglesia….., no me entero, jaja.
—Pues sí, hace tiempo que se habla…. Otro como mi suegro, jaja. Como siempre está rodeado de mujeres, anda por las casas donde tienen alguna nena.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué le gusta calentarse con ellas?
—Por lo que me dijo Conchi, no hace más que meterle mano a la cría, pero ella no se atreve a decirle nada por todo lo que les está ayudando.
—Pues para agradecérselo que se meta ella en la cama con el Padre. No te digo….
—Que sí, que eso lo ha hecho también, jaja. El Padre Damián las trae locas, ya sabes lo que dicen de él, que es el padre de más de uno de los críos que andan por el barrio.
—Sí, algo oí, pero me cuesta creerlo, aunque viendo lo que me cuentas de Conchi, todo es posible.
—Ese hombre es un depravado, pero como va con sotana, todo se le consiente, ya desde hace años. No solo anda detrás de las nenas, porque también me contaron que entre los críos que van a la catequesis, siempre elige a alguno para quedarse a solas con él en la Sacristía. Empieza a meterles la mano dentro del pantalón y al que se deja, le masturba y le hace mamadas.
—Algo me contaron de eso también, pero como él sabe elegir bien al que le gusta eso, no pasa nada. Además, lo hace con las niñas también allí.
—Sabe ganarse bien a los niños. En una excursión que hicieron, me contaron que organizó una fiesta y que algunos acabaron follando entre ellos, y también con él, claro. Vamos, una orgía en toda regla.
—¡Qué barbaridad….! ¿Las nuestras estarán metidas en eso también?
—Él va probando con todas, y con las que más se dejan, va haciendo más cosas….
Como en ese barrio todo eran rumores y cotilleos, este tipo de conversación también la tuve con otras amigas, cuando una me dijo lo que le había contado su hijo sobre el Padre Damián:
—Resulta que el Padre se encaprichado de mi hijo —me confesó ella.
—Ya, parece ser que le gustan los críos. Es que tu hijo es muy guapo y éste le da a todo.
—Pues sí. Ahora ha empezado a contarme que ya lleva un tiempo metiéndole mano, masturbándole y haciéndole mamadas hasta que se corre, pero es que mi hijo también se lo hace a él y que hasta se la han metido en el culo entre ellos. Imagínate que depravación….. Pero lo peor de todo es que a mi hijo le gusta todo eso, ya ves que disgusto. Yo le digo que salga con niñas de su edad, que es lo normal, y que haga todas esas cosas con ellas, pero el Padre Damián me lo ha enviciado a las pollas y ya no sé si podré sacarlo de ahí.
—Bueno, mujer, es jovencito todavía, tiene que probar de todo y quien sabe cómo acabará….
—Tú sabes bien que cuando se empieza con las pollas, eso es algo muy vicioso, y luego te cuesta trabajo cambiar. Siempre andarás buscando eso, como nosotras cuando empezamos.
—Pero nosotras somos mujeres y es normal eso. Tú hijo irá creciendo y seguro que sale con chicas también y cuando pruebe un coño le encantará, ya verás.
—No sé cuándo será eso. No le he dicho nada a mi marido porque no quiero darle un disgusto. Hasta pensé en ofrecerle mi coño a mi hijo para ver si le gustaba más que las pollas.
—¡Qué cosas dices, mujer!, jaja. Aunque tampoco te creas que serías la primera…..
—Ya sé que hay mucha guarra por ahí, que no les importa joder ni con sus hijos, pero yo no soy así, por eso me he aguantado.
—A lo mejor no te hace falta llegar a eso. Jaja, que gracia me haces….
—No es para reírse. Menudo problemón que tengo en casa.
—No es para tanto. En estos tiempos eso no es un drama. Espera a que él se vaya aclarando…..
No sé por qué razón, a todas mis amigas les gusta confesarse conmigo. Debe ser por que sé escuchar, las entiendo y no las juzgo, aunque supongo que llega un momento en que necesitas desahogarte con alguien, así que otra empezó a contarme también cosas de su hija:
—Tengo un problema en casa, que no sé qué voy a hacer…..
—¿Con quién? ¿Con tú marido?
—No, bueno, pienso que no, porque es con la cría más bien.
—¿Qué le pasa?
—Es que me da hasta vergüenza contártelo, porque es muy íntimo.
—Estamos entre amigas y hay confianza. No te preocupes.
—Bueno, pues el caso es que mi marido me regaló por mi cumpleaños un aparato de estos que están tan de moda ahora, el satisfyer ese.
—¡Ah!, sí, yo no lo tengo, pero dicen que es divino. ¿Es para tanto?
—Sí, la verdad es que te vuelve loca, pero el caso es que el otro día lo iba a usar y no lo encontré en su sitio y me pareció muy raro, porque no creo que lo cogiera mi marido. Así que limpiando la habitación de mi hija, ahí me lo encontré.
—¡Madre mía! ¿Tú hija lo ha estado usando?
—Pues supongo. Cuando mi marido me lo regalo, ella lo vio y me preguntó que era, pero no se lo quise enseñar.
—Yo creo que por eso lo anduvo buscando, por la curiosidad. Además, las crías ya saben lo que son todas esas cosas y se habrá dado el gusto con el satisfyer, jaja.
—Pero es que es muy pequeña para esas cosas y la verdad es que no sé qué hacer, si reprenderla o tomarlo con normalidad, pero es que me da no sé qué que lo andemos usando las dos y yo no me haga la enterada.
—Pues tendrás que comprarle uno para ella, jaja.
—Ni loca, ¿A dónde vamos a llegar….?
—Pues mira a ver que no lo ande hablando con las amigas y se lo preste a ellas….
—Espero que no, porque como se enteren sus madres, no sé qué van a pensar de mí.
—Qué complicado es ahora tener hijos, amiga.
Después de unos días, esta amiga volvió a llamarme muy alarmada, para decirme que tenía que hablar conmigo:
—No te lo vas a creer…..
—¿Qué pasó?
—Pues que ayer me encontré a mi marido usando el aparatito con la niña. Imagínate la escena, con la cría abierta de piernas y su padre pasándole el saisfyer por el coño, preguntándole si le gustaba…..
—¡Madre mía…..! ¿Y qué hiciste?
—Me puse a dar gritos como una loca. Cogí el aparato y lo estampé contra la pared, diciéndole a mi marido de todo y la cría se llevó lo suyo también. La pobre me miraba con una cara de no entender nada mientras su padre intentaba darme explicaciones sin que yo le escuchara.
—Menuda situación…. Pero después te tranquilizaste, ¿no?
—Sí, tenías que haber visto a los dos, padre e hija intentando convencerme de que mi marido no estaba haciendo nada malo a la cría, que ella le había preguntado que para que servía eso y como se usaba, y como ella no lo entendía bien, se lo enseñó de forma práctica para que viera su efecto. Ya ves tú, que justificaciones….., no sé ni cómo tomármelo.
—Jaja, pues tendrás que creerles, ¿Qué vas a hacer?
—Sí, no tengo otro remedio, pero ahora tendré que estar más pendiente de los dos.
—Eso sí, porque creo que lo van a repetir más veces y tu marido, aparte de su padre, es un hombre, ya me entiendes….
—Que sí, está claro.
—Y la cría, aunque sea una niña, también tiene instintos de mujer, y cuando acercas la cerilla a la paja ….., ya sabes….
—¡Uuufff! No me asustes, no me lo quiero ni imaginar….. Que mi marido le meta la polla, quieres decir…..
—Yo no digo nada, pero ándate lista…
Podríamos pensar que este tipo de conversaciones es algo de esta época actual, por la desinhibición sexual que hay en la sociedad y como se ha convertido el sexo en algo mercantilizado de lo que se puede hablar con normalidad, pero en realidad es algo muy antiguo, el que entre mujeres se tuviera este tipo de conversaciones.
Recuerdo cuando era pequeña, como me quedaba fascinada escuchando a las mujeres mayores hablando de estas cosas. Algunas no las entendía muy bien, pero con el tiempo me daba cuenta de todo y aprendí mucho con esas conversaciones.
En ocasiones, ellas se ponían a hablar, quizás pensando que yo no me iba a dar cuenta de lo que estaban hablando, aunque pudiera ser que también les diera igual, o que tuvieran ese punto de morbo al sentir que me estaban pervirtiendo.
De las conversaciones que tengo más recuerdo, son las que se daban en el ámbito rural, podríamos decir, entre mujeres que no tenían otra distracción que charlar entre ellas en los momentos libres que su atareada vida les dejaba descansar un poco.
Allí también se cumplía la vieja tradición de escuchar a las mujeres más mayores, que más sabiduría tenían sobre la vida y que mejor podían aconsejar a las más jóvenes, cuando se casaban o empezaban a tener hijos, debido a su experiencia por haber pasado primero por esas fases del matrimonio, y a que con los años empiezas a ver las cosas con más pragmatismo y resignación, para sobrevivir en un mundo machista y con unas costumbres difíciles de desarraigar.
Así, cuando las mujeres empezaban a tener hijos, sus cuerpos no eran ya tan atractivos para los hombres ni su disposición para el sexo era la misma, se tomaban con naturalidad que los ojos y deseos de sus maridos se dirigieran a hembras más jóvenes sin importar que fueran sus propias hijas y con una serie de reglas establecidas a nivel familiar, según el caso, iban solventando la situación.
No es extraño que mujeres nacidas y criadas en esos ámbitos tengan anécdotas o experiencias similares en esos aspectos, que han tenido que vivir ante la complacencia de un entorno que les hacía ver eso con normalidad, les gustase más o menos.
De este modo, recordando alguna conversación de esas entre unas vecinas, al darse cuenta de que una de ellas estaba embarazada:
—¿Estás preñada otra vez?
—Pues sí, ya tengo varias faltas. Pero se podía esperar, teniendo a mi marido encima todo el día.
—Ya me imagino, pero teniendo ya tres hijos, tu marido tendría que pensárselo un poco.
—Él no piensa en nada, solo en meterla y desahogarse, a veces corriéndose antes de que a mí me llegue le gusto.
—¡Vaya! Bueno, eso nos pasa a todas…. Son muy fogosos, pero a veces se van enseguida y no quieren seguir. Solo paran cuando ya somos viejas y no nos quieren ni tocar.
—Es que cuando ya se tienen varios hijos y ven crecer a las hijas, empiezan a fijarse en otras cosas.
—Así es. Yo casi prefiero que antes de que me preñe otra vez, se desahogue con alguna de las hijas.
—Puede parecer una barbaridad, pero eso pasa mucho, y resulta que a veces las preñan a ellas también.
—Sí, eso es un problema gordo, pero también se puede evitar. Cuando mi hija mayor empezó a menstruar, ya no le dejé acercarse a ella.
—¿Quieres decir que hasta ese momento se descargaba con ella?
—Sí, al menos me dejaba tranquila. Luego empezó con la pequeña, pero la mayor empezó a ponerse muy guapa y yo creo que alguna vez seguía metiéndose con ella, pero con más cuidado, claro.
—¿Y tú consentías eso?
—¿Qué quieres que hiciera? Él me aseguraba que iría con cuidado. A veces yo le veía hacerlo, como se calentaba con la cría. Pero tenía más miedo de que ella se calentara y quisiera darse el gusto, ya me entiendes.
—Sí, claro que te entiendo. Mi madre siempre me enseñó que los hombres necesitaban descargarse y que nosotras teníamos que estar dispuestas.
—A mí también me enseñaron eso, y por eso mi madre no decía nada cuando veía a mi padre detrás de mí todo el día, para sobarme o para que se la comiera. Pero no son solo los hombres mayores, pues los jóvenes lo necesitan todavía más, y las que tenemos hijos lo sabemos bien.
—Así es. Algunos empiezan a pajearse desde bien pronto para aliviarse, pero otros no se atreven o creen que está mal, y al final hay que ayudarles para que estén mejor. Las mujeres sabemos bien lo que son todas esas cosas y los hombres siempre acaban acudiendo a nosotras.
—Pues sí. Todas sabemos lo que tenemos en casa y no nos queda más remedio que lidiar con ese tipo de cosas, amiga.
Y así podría seguir con más conversaciones de este tipo, pero seguramente, muchas mujeres que lean este relato, se sentirán identificadas con alguna parte del mismo, ya que es la vida que han tenido que vivir en el papel que la sociedad ha asignado a las mujeres.
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