Diario de una adolescente
El Diario de una adolescente, como el de tantas que lo tuvieron en su momento, pero éste puede que sea algo especial..
Hoy os traigo un relato sobre el Diario que escribió de adolescente, una amiga argentina, que ha tenido la confianza y delicadeza por compartirlo conmigo, para que os lo haga llegar a todos vosotros.
«»Me llamo Lorena y acabo de cumplir 14 años. Este es mi Diario, en el que voy a escribir todo lo que me ha sucedido y me vaya ocurrir a partir de ahora.
Yo misma he ido sintiendo los cambios que se producían en mi cuerpo, con mis senos creciendo, así como unos finos vellos en mi pubis, mis piernas se han tonificado y suavizado y mi trasero tiene forma de pera y es duro.
No es que haya sucedido de la noche a la mañana, pero un día me desperté y me di cuenta de que mi cuerpo ya no era el de una niña. Me quedaba absorta contemplándolo en el espejo, preguntándome si ya les gustaré a los chicos del Colegio, que sólo miran a las que más les han crecido las tetas.
Durante esas sesiones ante el espejo, exploro mi cuerpo con cierta curiosidad y temor al principio. Mis tetas se volvieron muy sensibles y los pezones se enduren al tacto de mis dedos, de tal manera que me retuerzo en una mezcla de dolor y placer cuando me los aprieto y pellizco, sintiendo como a la vez se humedece mi conchita, produciéndome un agradable placer cuando juego con ella y disfruto enormemente cuando me meto los dedos.
No me avergüenza decir que cada vez que empiezo a tocarme acabo masturbándome, y lo hago en cualquier sitio, en el cole, en mi casa, en el cine……. He llegado a ser una experta en masturbarme en público sin que se den cuenta.
Mientras lo hago, me vienen a la cabeza imágenes de chicos besándome, acariciándome y cogiéndome sin parar. Me imagino como serán sus vergas y me vienen a la cabeza las fotos de los chicos desnudos que me enseñó una amiga en internet, con sus vergas empalmadas que meten en las conchas de las chicas.
Pero estas imágenes se mezclan con otras que me turban más todavía, de mi padre en el baño, enjabonándose su verga en la ducha, de aquella vez que me quedé mirándole fijamente como se la lavaba y se le ponía muy grande. Esa vez él me descubrió y me devolvió una sonrisa que me llenó de vergüenza.
Mi mamá se dio cuenta de cuando empecé a masturbarme, desde esas primeras veces que yo ni me acuerdo, porque quizás no eran consciente de lo que hacía, pero ella sabía que cuando apretaba mis muslos o cuando tenía una mano entre ellos y mi cara se volvía sonrosada y cerraba los ojos, estaba teniendo un orgasmo, un orgasmo de niña que me dejaba sin fuerzas, aunque yo no lo asociaba todavía con el sexo.
Quiero mucho a mi mamá, tenemos muchos secretos juntas, se que algunos los conoce mi padre, pero estos dos que voy a contar se que no los sabe.
Hace varios meses, seis o siete, yo me había quedado en casa con una ligera fiebre. Papá y mamá estaban en sus trabajos. A eso de las 10 de la mañana ya me sentía mucho mejor, por lo que me sentía inquieta e intranquila. No era la primera vez que estaba sola en casa, pero si era la primera vez que estaba sola tan excitada, quizás sporque la fiebre me había subido la calentura.
Mis manos fueron directamente a mi sexo. Empecé a acariciarme con furia, rápida y fuertemente, mi espalda se arqueó y un gemido de placer salió de mi boca. No me molesté en acallarlo porque sabía que estaba sola, sin nadie que pudiera oírme.
El orgasmo había sido intenso pero muy corto, demasiado corto, así que aún seguía con ganas de más.
Salí desnuda del cuarto y me fui a la cocina. Mis pezones estaban durísimos, sentía mis senos hinchados y un calor húmedo entre las piernas.
Abrí la puerta del refrigerador y el frío del interior hizo que se me erizara la piel. Tomé un cartón de leche y lo bebí directamente, haciendo que chorros de ella cayeran sobre mi piel. Era delicioso sentir el frío de la leche con el calor de mi cuerpo.
Fui a la sala y me senté con las piernas abiertas. Una vez más empecé a masturbarme con furia, casi con desesperación, como momentos antes había hecho.
Y es en ese preciso instante, cuando estaba gimiendo por el fuerte orgasmo que estaba teniendo, cuando mi piel está más erizada y mis piernas temblaban de placer, mi madre entró en casa.
No pude decir nada, solo dejarme llevar por el orgasmo que tuve. Fue tan intenso que no pude luego ni ocultar la cara por la vergüenza de que mi madre me hubiera visto correrme de esa manera.
Ella estaba de pie, frente a mí con una falda negra entallada y una blusa blanca. Se acercó a mi lentamente y me abrazó con fuerza.
Era algo que no me esperaba. Aún con los temblores del orgasmo que había tenido, sentí su calor, la suavidad de su piel, su olor no a madre, si no a mujer.
Empezó a susurrarme cosas al oído. Palabras tiernas, llenas de amor, de orgullo, de cariño. Me decía que había visto como me convertía lentamente en una hermosa mujer.
Yo la oía entre algodones, como en sueños. Su voz suave, sus senos apoyados en mi brazo, sus manos acariciándome el rostro. Los pequeños besos que me daba en la frente y la cabeza.
Yo aún estaba excitada, sentía su aliento en mi oído, en mi cuello. Sus caricias eran suaves, tiernas, sólo con la yema de sus dedos recorriendo mi piel.
Seguía hablándome, susurrándome, de lo delicioso que fue ver mi orgasmo. Yo cerré los ojos y la pedí débilmente que no siguiera, porque me sentía muy vulnerable ante ella, todavía desnuda, con las piernas abiertas exponiéndole mi vagina ligeramente enrojecida por mis frotamientos.
Me tomó de la barbilla con una de sus manos y me miró directamente a los ojos. Recién ahí me di cuenta de lo hermosa que era. Sus ojos enormes, sus labios carnosos. Mis pezones volvieron a endurecerse y bajé mis ojos hacia ellos.
Ella hizo lo mismo y sin darse cuenta se mordió los labios.
Yo estaba muda, con el corazón que me latía a mil por hora, quería besarla, que me besara, que me tocara, pero a la vez tenía vergüenza de hacerlo.
Con mucha suavidad, como si de un pequeño y asustado animalito se tratara, mi madre me empezó a dar pequeños besos en el rostro.
A cada beso un comentario sobre mi cuerpo.
A cada beso un suspiro de placer.
A cada beso pequeños gemidos escapaban de mi pecho.
Y beso a beso se acercó a mis sensibles senos.
Dejo leves marcas de labial en cada sitio donde posaba sus labios. Con maestría evitaba mis doloridos pezones. Mientras mordisqueaba los contornos de una de las aureolas, magreaba el otro seno con firmeza y sensualidad.
Me dejé llevar por sus labios. Su lengua recorría mi piel evitando mis zonas más sensibles. Sus ágiles dedos recorrían mis brazos, mi abdomen, mis muslos, su parte interna………, pero nunca llegaba a tocarme la entrepierna.
Me abrí hacia ella. Me dejé llevar. Cada una de sus caricias, cada uno de sus besos eran descargas de placer que me hacían gemir y mojarme más.
Sentí su lengua acariciar mis labios. Los entreabrí tímidamente y su lengua se enredó con la mía.
Aún siento en mi piel el roce de su ropa, su aliento fresco, el sabor de su lengua. Sólo ese intenso y maravilloso beso hizo que me viniera una vez más. Pero a diferencia de las anteriores veces, esta fue pausada, lenta. Una corrida sin gritos y sin aspavientos. Una corrida placentera y deliciosa.
Me tomó de la cara con ambas manos y me dio un suave beso en los labios. Se puso de pie y lentamente se quitó la ropa.
Primero la falda, dejó caerla suavemente al suelo y con un gracioso movimiento la lanzó al otro lado de la sala.
Luego se quitó la blusa y ahí estaba yo, desnuda, sentada en el sofá de la sala, con las piernas abiertas y la concha brillante y palpitante mientras veía a mi madre. No, ya no a mi madre, a una mujer hermosa con sus deliciosas piernas enfundadas en unas panties negras y una ropa interior de encaje de color violeta.
Llevó sus manos a la espalda y el sostén cayó al suelo. Se acercó y se sentó a horcajadas encima de mí.
La tomé de la cintura y sentí como su piel ardiente vibraba a mi contacto. Me tomó de la cabeza y dirigió mi boca a sus deliciosos senos.
Los besé y mordí con desesperación mientras mis brazos se aferraban a ella y sus manos acariciaban febrilmente mi cabeza.
Se retiró unos centímetros y puso uno de sus dedos en mis labios, para decirme:
—Lentamente Lorena, como si fuera un helado, primero acaricia con tu lengua los contornos.
Le hice caso. Empecé a saborear su piel. A sentir cada poro. A leer sus movimientos y ligeras convulsiones. Ella me guiaba con una mezcla de amor y morbo. Mientras mi boca saboreaba sus pechos, mis manos amasaban su hermoso trasero. La sensación de la pantie cambió mi desesperación por caricias. Sentía cada milímetro de su piel vibrar. La suavidad de las medias no ocultaba mi desesperación por ella.
Con maestría empezó a moverse. El roce de su ropa interior me excitaba y hacía que me mojara más y más. En mi desesperación atrapé uno de sus pezones con mis dientes y el gemido que mi madre dio fue de placer. Nunca la había oído disfrutar de esa manera, ni cuando mi padre se la cogía los fines de semana.
Luego, ella puso mi mano sobre su concha, completamente mojada y mis dedos entraban fácilmente en su interior. Tenía una sensación extraña, era la primera vez que sentía en mi mano esa carnosidad húmeda y pegajosa, llena de pelos mojados, que la llenaba toda y la amasaba, pasando instintivamente a hacer a hacer lo mismo con ella que lo que me hacía a mí misma cuando me masturbaba, aunque fuera algo totalmente distinto, el olor, sus flujos, todo era como más denso, más fuerte, pero poco a poco todo eso iba envolviendo mi cuerpo ayudado porque su mano estaba haciendo lo mismo con mi coño, metiendo sus dedos hasta lo más profundo, con una maestría que me hacía gritar de placer hasta que finalmente me corrí llenando su mano con mis flujos, más abundantes que en otras ocasiones.
Mi excitación me hacía temblar como nunca, pero sacando fuerzas de donde pude, froté su concha con mi mano hasta que ella también se corrió, gritando como yo de placer y quedándose abrazada a mí sobre el sofá, incapaces de movernos las dos por unos instantes, hasta que ella se levantó y me dio un beso en la boca, que se hizo más intenso cuando metió su lengua dentro de ella, que volvió a erizar toda mi piel y a sentir que mí límite de placer todavía no había llegado, pero yo estaba en la edad de ir descubriendo mi cuerpo, el sexo y todo lo que podía ofrecerme y cada paso que daba iba siendo nuevo para mí.
Después de esa experiencia con mi madre, me siento como avergonzada ante ella, sin atreverme a mirarla a la cara y sin saber cómo reaccionar, pero ella me abraza y me da un beso, como diciéndome que está muy contenta, porque lo que había pasado entre las dos era maravilloso, intentando poner una cara de complicidad conmigo.
No sé si eso estaba bien o mal, si sería normal o no, pero me había masturbado con ella, y me entran dudas sobre si se lo habrá contado a mi padre. A veces noto que él me mira de forma distinta y no sé qué pensar. Yo quisiera que fuera un secreto entre mi madre y yo, pero también creo que mis padres se lo cuentan todo, porque están casados y hay una confianza entre ellos, aunque eso puede que sea un pensamiento desde la ingenuidad de mi edad, y que no siempre tiene por qué ser así.
El otro día, viendo la televisión, mi padre me abrazó para que me pusiera su lado. Yo solo estaba con una camiseta larga y las braguitas y al sentarme se me subió dejando mis muslos a su vista. Él los miraba y puso su mano sobre ellos empezando a acariciármelos suavemente y dando pequeños pellizcos sobre mi piel. Eso estaba poniéndome muy nerviosa, sintiendo un calor por todo mi cuerpo que me hacía estar inquieta, porque notaba como se humedecía otra vez mi conchita cuando sus manos acariciaron la parte interna de mis muslos, sintiendo por momentos como sus dedos iban llegando hasta mis braguitas y sin que yo supiera que hacer en ese momento, si cerrar mis piernas para que no siguiera haciéndome eso o abrirlas totalmente ante él para que siguiera sus avances.
En medio de esas dudas, yo estaba cada vez más excitada y cuando su dedo presionó sobre mi concha por encima de mis bragas, lancé un gemido sobresaltada, pero para él solo había sido la señal para que continuara con sus manoseos de una forma más directa y convencida de que yo se lo iba a permitir guiándose por su experiencia con las mujeres.
Tumbada sobre su pecho, notaba como su respiración se agitaba y su excitación debía de ir en aumento igualmente, porque al dejar mis piernas abiertas sobre la suyas, ya no tuvo obstáculo para meter sus dedos por debajo de mis braguitas y moverlos sobre mi rajita mojada, mientras con la otra mano, acaricia mis pechos apretando mis pezones, por lo que ya no pude contenerme más y empecé a gemir de una forma acompasada a sus toqueteos, cada vez más fuerte y entregada a él.
Luego, me dí la vuelta y le abrazé poniéndome encima, buscando de forma instintiva el roce de su verga que me la imagino dura bajo su pantalón y vienen a mi mente deseos de que me la meta, que calme ese ardor que tengo en la concha y me haga sentir mujer, porque en ese momento no pienso que es mi padre y yo su hija. Con mi excitación solo pienso en satisfacerme, en aliviar esa tensión que me va subiendo como cuando me masturbo hasta el orgasmo final.
Pero para frustración mía, mi padre no se saca la verga del pantalón, solo sigue usando sus dedos para penetrarme con ellos hasta que consigue que me corra lanzando un profundo grito que ahogo en su cuello abrazada a él y ahí me quedo quieta, inmóvil, como con mi madre, sin atreverme a separarme de él para no mirarle a la cara, muerta de vergüenza, de nuevo.
Cómo él seguramente sabe lo que siento, empieza a darme besos para relajarme, haciéndome sentir que no había pasado nada malo, que tan sólo habíamos disfrutado los dos, aunque él se sienta tan culpable o más que yo, por lo que ha pasado.
Él no me había dicho nada mientras sucedía eso, ni yo tampoco, solamente habíamos actuado dejándonos llevar, o mejor dicho, yo me dejé llevar por su iniciativa de tocarme de una forma sexual, de una forma que yo creía que un padre no tocaba a su hija, pero también creía que una madre tampoco tocaba así a su hija y lo había hecho igualmente.
Estoy confundida por lo que ha pasado, no sé si contárselo a mis amigas, pero algo me dice que no debo hablar de ello. Puede que a ellas las suceda lo mismo y callen igualmente. Con mi amiga Marga estoy muy unida y nos lo contamos todo, ella quiso contarme en una ocasión, pero calló. En ese momento no sabía lo que quiso decirme, pero ahora puedo intuir lo que era y tengo miedo de que ella ahora se dé cuenta de lo que me ha pasado y me pida que se lo cuente. No sé qué voy a hacer…..
Estos últimos días me estoy masturbando mucho, tres veces o más al día, no sé qué me pasa, estoy siempre excitada y con ganas de llevar mis dedos a mi chichi, apretando las piernas hasta que me viene el gusto, aunque sea delante de gente, en clase, en la calle, en casa todas la noches lo hago en mi cama, a veces escuchando como papá se coge a mamá y ella grita.
Cuando dejan de oírse los golpes en la pared y todo queda en silencio, yo ya me he corrido también, pero sigo con deseos, deseos de que mi padre entre en mi habitación y me acaricie como aquella vez….., y que me acabe cogiendo como a mamá, pero me duermo sin que eso llegue a pasar.
A la mañana siguiente mi madre está contenta y canta mientras me prepara el desayuno. Yo pienso que está así porque mi papá se la cogió y la dio el gusto, pero yo estoy de los nervios, siento que mis dedos ya no son suficientes y deseo que una verga entre dentro de mí, pero ese simple pensamiento vuelve a excitarme y cruzo las piernas apretando mis muslos contra mi concha haciéndome estremecer.
Siento envidia de mi madre, por disponer de una verga que la dé gusto, pero sé que no debo hacerlo, aunque me vuelva loca imaginando que yo podría estar disfrutando igual que ella.
Me da vergüenza que mi madre sepa que estoy todo el día pensando en el sexo, porque no sé si es porque soy demasiado caliente o porque es normal a mi edad ya que a todas las pasa lo mismo, porque la verdad es que siempre están hablando de ello. Mi madre se ha dado cuenta de mis movimientos y de mis gestos y me dice:
—Lore, no te aguantes tanto el pis y vete a mear.
—Sí, mamá, voy ahora……
Ya no aguanto más y me voy al baño, porque necesito frotar mis dedos en mi rajita para aliviarme y la llegada del orgasmo me hace gritar, pero mamá vuelve a interrumpirme:
—Lore, ¿te pasa algo?
—No, mamá, no pasó nada…….
—Anda, vete al Cole, que es tarde.
El viernes por la tarde tuvimos actividades en el Cole. Volviendo a casa con mi amiga Claudia y su madre, se queda hablando con la mía y se hace tarde. Cómo estábamos a gusto juntas, le pidió permiso a su madre para quedarse a dormir en mi casa. Al final la convencimos entre las dos y pudo quedarse.
Claudia es menor que yo, y como todas a esas edades, centrábamos nuestras conversaciones en los chicos, por lo que estuvimos hablando hasta tarde en la cama. Me dijo que ella era virgen como yo y me preguntó que si me masturbaba. Yo le dije que sí y ella también me dijo que lo hacía. Yo estaba muy excitada y creo que ella también. Mientras hablábamos, yo me estaba tocando y como estábamos solo con las braguitas y una camiseta, vi que ella también tenía la mano entre sus piernas y nos reímos al vernos una a la otra.
Nos abrazamos y juntamos nuestras piernas entrelazándolas. Nuestros pechos también se rozaban y al tener sus labios frente a los míos la besé. Ella me devolvió el beso metiendo su lengua en mi boca. Yo me estremecí y junté mi lengua con la suya, agarrando su culo y apretándola más a mí. Claudia también empezó a acariciarme, a meter su mano entre mis braguitas y a jugar con sus dedos con mi rajita y yo hice lo mismo con ella, empezando a gemir las dos como locas, con miedo de que mis padres nos oyeran, así que volvimos a besarnos hasta tener nuestros orgasmos, primero yo y luego Claudia y así nos quedamos abrazadas hasta que nos dormimos.
Por la mañana, mi madre entró en la habitación para despertarnos:
—Vamos niñas, que es tarde. No sé a qué hora os dormisteis ayer, porque os estuve escuchando hablar hasta tarde.
Claudia me miró un poco avergonzada, pensando que quizás ella nos había oído hacer todo….., por lo que le dijo:
—Perdón, no queríamos molestar.
Y encima mi madre añadió:
—No sé lo que estuvisteis haciendo, pero no te preocupes, que no le voy a decir nada a tu madre.
Claudia volvió a mirarme, tapándose la boca con sus manos, presintiendo que habíamos sido descubiertas, pero mi madre no dijo nada más…..:
—Qué vergüenza, Lore. ¿Y si tu madre nos escuchó?
En ese momento, para tranquilizarla, estuve a punto de contarle lo que habíamos tenido mi madre y yo, pero otra vez me contuve y callé. Algo me decía que no debía saberlo nadie, que era un secreto entre mi madre y yo.
En cambio, Claudia seguía preocupada y me preguntó:
—¿Crees que está mal lo que hicimos ayer?
—No, a mí me gustó mucho, pero es mejor que no se lo cuentes a nadie.
—Ya, porque luego nos llaman “bolleras”, jaja. Pero no pasa nada, porque mi hermano también me dijo que se comió la verga con un amigo, aunque a él le gustan las chicas.
—¡Qué rico! Yo también tengo ganas de comer una verga. ¿Tú has comido alguna?
—Bueno, sí lo hice.
—¿Sii? ¿A quién?
—A mi hermano, que me lo pidió una vez.
—¡Jo, tía! Que suerte, jaja. ¿Estaba rica?
—Sí, jaja. Al principio me dio no sé qué, pero luego me gustó.
—¿Y se corrió en tu boca?
—No, porque le dije que la quitara.
—¡Ah! Qué pena, yo no tengo hermano, jaja.
—Bueno, pero tienes a tu papá, jaja.
Eso último me lo había dicho en broma, pero no pude evitar sentir un escalofrío por mi cuerpo, que me hizo dudar de nuevo si contarle o no……, pero en ese momento, su madre vino a buscarla y ya no pensé más en ello.
Cuando se fue Claudia, volví a quedarme caliente penando en lo que habíamos hablado y lo que habíamos hecho y en mi mente ya no había otra cosa que poder meterme una verga en la boca y saber cómo es su sabor.
Al día siguiente, mi madre salió y mi padre volvió a acercarse a mí. Estando abrazados, volvió a acariciarme y ya me estaba poniendo caliente otra vez, abriendo las piernas para que me tocara el chichi, pero apenas metió sus dedos entre mis braguitas, mi madre llegó a casa y dejó de hacerlo, yéndose al baño, no sé si para masturbarse, pero a mi volvió a dejarme con ganas de más y tuve que irme a mi habitación para masturbarme otra vez, mientras mi padre se masturbaba en el baño.
Esa noche me duele la barriga y me voy a la cama sin cenar. Mi madre se ha ido pronto a la cama y antes de irse, mi padre entra en mi habitación para preguntarme como estoy, contestándole que me sigue doliendo un poco. Él empieza a acariciarme la barriga, dándome suaves masajes que me relajan, preguntándome:
—¿Estás mejor?
—Sí, ya me duele menos.
Él sigue con sus masajes, pero bajando cada vez más la mano, llegando hasta mis pelitos de la vagina, haciendo que se tensara mi cuerpo y respirara más fuerte al pasar sus dedos por mi rajita haciéndola humedecer toda.
Mi falta de oposición a sus toqueteos parecen animarle para seguir, por lo que me acaba quitando las bragas para abrir más mis piernas y poder acariciar libremente toda mi concha cada vez más mojada.
Él ya no dice nada, sólo se dedica a tocarme y mirarme muy excitado mientras yo cierro los ojos dejándome hacer, lo que aprovecha para colocar su cara entre mis piernas y con la lengua empezar a chuparme toda la conchita que se abría al paso de su lengua que cada vez absorbía mis jugos más dentro de ella, lo que me hizo enloquecer completamente, ya que el placer que sentía era algo desconocido para mí y mis jadeos se hicieron más acentuados y continuos, y aunque intentaba ahogarlos con mis manos, culminaron en un orgasmo largo e intenso que tensó todo mi cuerpo.
Él parecía más excitado que nunca con todo eso y se puso encima de mí, poniendo su pene entre mis piernas y de un solo golpe, lo introduce en mi concha haciéndome gritar, pero él continua entrando y saliendo de mi vagina, alcanzando nuevamente un éxtasis de placer inimaginable por mí hasta ese momento que culminó en un nuevo orgasmo, en el momento en el que se sale de mí y poniendo su verga en mi barriga empieza a expulsar chorros blancos de semen, dejándome toda mojada mientras el gruñía de placer, tumbándose a mi lado.
Una vez recuperado, me limpia toda con un pañuelo de papel, dándome besos en la boca y agradeciéndome el sublime momento vivido. En ese momento, me siento más feliz que nunca en mi vida. He sido desvirgada por el hombre que más quiero y el que me ha dado la vida. No quiero pensar si está bien o mal, pero soy feliz y por primera vez en mi vida, me siento una mujer en vez de una niña.
Antes de irse, me pregunta:
—¿Te ha gustado?
—Sí, mucho.
Pero él con algo de culpabilidad, me responde.
—Lo siento. No debería de haberlo hecho. Me he dejado llevar….
Yo le pongo cara triste, pero no sé que decirle. No puedo admitir que me gustaría hacer eso todos los días.
Después de unos días en los que mi papá me ha evitado, hoy ha vuelto a pasar. Mamá se ha ido pronto a trabajar y yo me he ido a la cama con él. Abrazándole, pongo mi mano sobre su verga. Necesito sentirla, como palpita en mi mano, ver como se hace grande y al final se ha puesto muy dura. Me pongo encima para sentirla en mi concha que se humedece cada vez más hasta que parece que cada vez se mete más dentro de mí.
Yo insisto en mis movimientos hasta que consigo que una vez más, entre dentro de mí y empiezo a sentir un placer que me vuelve loca. Sin nadie en casa que nos oiga, gimo cada vez más fuerte y cuando llega mi orgasmo, grito desaforada mientras siento la humedad del semen de mi padre entre mis piernas.
Y así, un día tras otro, todos los que podemos. No sé qué me pasa. He leído que a las mujeres que las gusta mucho el sexo les llaman ninfómanas. No sé si eso es bueno o malo, pero yo soy feliz. Necesito la verga dentro de mí para sentirme viva, para poder dormir por las noches y estar más tranquila.
Creo que mi madre lo sabe ya, pero no me dice nada. Ella quizás lo entiende……
Ya han pasado varios años desde que sucediera todo esto que estoy leyendo ahora en mi Diario. Actualmente tengo 38 años y soy una mujer casada. Ya hace tiempo que dejé de escribir mis inquietudes y pensamientos en este diario de la adolescencia, unos hechos que no compartí con nadie, porque eran míos y tampoco esperaba que nadie me comprendiera, aunque tampoco me importaba, a pesar de que me supuso muchos momentos de angustia, dudas y miedos que me hacían callar todos esos sucesos.
Pero ahora ha llegado el momento de compartirlos con mi amiga Paula, a causa de unas conversaciones íntimas que hemos tenido. Paula está leyendo mi Diario, con una mezcla de horror y sorpresa, pero también percibo su morbo y excitación al leer estas páginas amarilleadas por el tiempo.
De pronto, ella levanta la vista de esas letras y me dice:
—Tú has sido abusada y violada…….
La miro con sorpresa y la pregunto:
—¿Por qué?
—Porque eras una niña. No tenías capacidad para consentir todo eso que cuentas aquí.
—¿Desde cuándo una niña no puede decidir cómo ser feliz y buscar su placer?
—No sé. Es lo que dicen……, las normas, las leyes……
—Nadie me va a decir cómo me sentía yo en esos momentos. Todo lo que hice fue porque yo quería, nadie me obligó. Lo necesitaba, lo busqué y ellos me lo dieron…… ¿Qué malo hay en ello?
—No sé, Lore, me confundes. No es normal que digas eso. Ninguna lo desea a esas edades……
—¿Estás segura…..? ¿Tú no sentías, no deseabas, no disfrutaste con tus dedos…..?
—Bueno….., si, es verdad, pero me sentía culpable, me decían que era malo……
—¿Culpable de sentir placer?…… ¿Qué atrocidad es esa….? ….. Eso sí que no es sano, nos causa traumas y sufrimiento. Tenemos derecho al placer, a todas las edades, derecho a que nadie nos haga daño y a ser felices con lo que elijamos, lo que decidamos y lo que hagamos.
—Visto así, no sé qué pensar. Nos educan de una manera, nos dicen cómo deben de ser las cosas, como debemos de comportarnos y de actuar. ¿Qué te dicen ahora tus padres sobre lo que paso?
—Nada, después nunca hemos hablado sobre eso. Fue algo inevitable que sucedió así.
—Tanto como inevitable….. Ellos eran los adultos y debían de haberte parado, aunque tú quisieras….. Ahora tú eres madre ¿Permitirías que pasara lo mismo con tu hija?
—¡Uuummm…….!, no tengo respuesta para eso. Después de tanto tiempo, releyendo mi Diario siento que fui feliz mientras lo escribía, estaba ansiosa por experimentar cosas nuevas cada día. Yo era así. Otras serán de otra manera y para ellas hubiera sido un tormento. Para mí hija no sé cómo sería, tampoco puedo esperar que ella sea como yo; por eso, según como se dieran los acontecimientos, yo actuaría buscando lo mejor para ella.
—Te admiro por pensar así. Yo no sería capaz. Si viera a mi hija siendo follada por su padre, me volvería loca, no sé……., de celos, de rabia….., me sentiría engañada…., ella ocupando mi lugar.
—Quizás ese sea el problema, que ese no es “nuestro lugar”. Tenemos que ser generosas en el amor…., es nuestra hija, no la vecina de al lado. Está disfrutando, experimentando el sexo de la mejor manera, y como madres, tenemos que escuchar lo que quieren y lo que desean, aunque nosotras pensemos que está mal. En mi caso, mi madre no permitió nada ni dejó de permitir, no me echó en brazos de mi padre, era yo la que me ponía encima, la que me rozaba, la que le buscaba como una hembra en celo de una forma que no correspondería a mi edad, pero yo salí así y tú no puedes decirme como tenía que comportarme.
—Puede ser, amiga. Yo tengo mi opinión, otros tendrán otra…… Lo ideal sería no tener prejuicios, hablar, debatir, escuchar y no juzgar.»»
Ahora vosotros estáis leyendo este relato, este Diario sobre lo que pasó y como se sentía esa niña, pero después de los años, todos quieren opinar, decir si estuvo mal o bien.
Vosotros también podéis dar vuestra opinión, pero lo que importa de verdad es lo que ella quería y como se siente ahora de adulta.
El relato aparte de ser Fantastico es una lección para la gente llena de perjuicios.
Debemos dejar que la sexualidad fluya de manera natural que para cada persona pueda ser diferente, tenga la edad que tenga.
de acuerdo
excelente
incluso de mas chicas ya hacen mucho mas que eso
en mi pueblo (soy de argentina) «pueblo chico, infierno grande» los vendedores de droga, dicen que las de 13 ya estan viejas para coger
es la misma historia de mi hermana pero mas pequeña
Acá en México pasa lo mismo son muchas gentes hipócritas puesto que ha pasado en muchas familias y lo niegan a pesar de haberlo disfrutado y además aprendido a sentir sus propios sentidos valga la redundancia, en mi casa éramos muy libres yo aprendí con mi hermana y a su ves mi hermana con mi tío y luego yo con mi tía es excelente experiencia