Dirty Dancing 1
Cuando bailar con tú madre se convierte en una experiencia inolvidable (basada en hechos reales)..
Para los que vivimos en los años 80’s y principios de los 90’s. Las reuniones familiares estaban marcadas por cenas abundantes (no vegetariana), bebida en exceso, música y baile, mucho baile. Está era la forma de estrechar los vínculos familiares y sobre todo darle rienda a los instintos más básicos del ser humano.
Las fiestas en casa de mis abuelos paternos se caracterizaban por todo tipo excesos y de moral relajada. Pero también era la excusa perfecta para que los hermanos de mi padre y abuelo incluído acosaran a mi joven madre. Se aprovechaban de la debilidad de padre por el alcohol, para emborracharlo y dejarlo en algún rincón de la casa de mis abuelos que era muy grande y con demasiados cuartos. Una vez que dejaban fuera de combate a mí padre, hacían fila para bailar con mamá y así poder manosearla y darle sus arrimones. El primero de la fila era mi abuelo quien reclamaba su lugar como patriarca de la familia.
Mi madre se llama Silvia y el la casa de mis abuelos le llamaban Chiva, tía Chivis para los sobrinos. Corría el año de 1987 y por primera vez era conciente de las estrategias de mis tíos y abuelo para poder acceder a mí madre y dar rienda a sus juegos perversos. Incluso había escuchado como mis primos hablaban de mí madre: haz visto como viene vestida la tía Chivis?… Ya vieron cómo se le ven sus nalgas?… Está bien sabrosa y seguro que se ha de comer varias vergas a la vez… Haber cabrones, quién deustedes la puede sacarla bailar y meterle la mano bajo su vestido jajajaja, eso sí la deja el abuelo, está bien apañado el viejo jajajaja. Con estos comentarios decidí ya no acompañar a mis padres a las fiestas en casa de los abuelos. Hasta aquella noche trágica para mí madre, después celebrar las bodas de oro de mis abuelos.
Ella regreso a casa con mi padre cayéndose de borracho y con muestras de haber llorado bastante, traía el rimén corrido dejando lágrimas negras en sus mejillas. Qué te pasó mamá?… Ahí pregúntale a tú padre?… Y se subió corriendo a su cuarto. Papá, qué le pasó a mamá?… Me respondió balbuceando y apenas sé podía entender lo que decía… Dice tú madre que perdí los calzones en la casa de mi padre… La muy zorra… Lo repitió vez más y se quedó dormido. Subí corriendo al cuarto de mi madre y ahí estaba colocándose compresas de alcohol en sus nalgas desnudas las cuales tenían moretones parecidos a unos pellizcos. Mi madre al percatarse de mi presencia se cubrió las nalgas y me pidió que me sentará junto a ella. Me miró fijamente a los ojos, con su mirada humedecida en llanto y enrojecida de rabia y coraje. Y me pidió un par de favores a manera de promesa: Júrame que nunca más me dejaras sola en las fiestas familiares… Júrame que aprenderás a bailar y jamás me dejarás bailar con nadie que no sea tú padre… Júramelo hijo mío… Te lo juro mamá y la abrace muy fuerte y ella volvió a desahogarse sobre mi hombro. Desde ahí puede observar que su vestido estaba hecho girones en la parte trasera. Sólo mi madre sabe lo que pasó aquella noche y seguramente se llevará ese secreto a la tumba.
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