Dirty Dancing 3
El baile nos unió a mi madre y mí. (Final de la historia).
La última lección.
El amanecer del 25 de Diciembre de aquel año fue una pesadilla para mí madre. Sus hermanos y sobrino la fueron a dejar a la casa, ebria, mal oliente, con fluidos saliendo de sus dos orificios, tuvieron el descaro de dejarla desnuda en la tina del baño, confundida y medio dormida, su venganza por unos terrenos de había consumado.
Llegó el medio día y mi madre sollozaba en la ducha, los moretones en sus nalgas y pechos, el dolor en su culo y sus ropas hechas trizas confirmaban sus sospechas de haber sido abusada. Entre el llanto y la furia se negaba a salir del baño. Mi padre por su parte, hizo lo que solía hacer después de una buena borrachera, salir al mercado por un gran plato de birria y unas cervezas para curarsela.
Después de aquel incidente, mi madre intento tomar acciones legales en contra de sus hermanos y sobrino, pero mi primo Alfredo tuvo el cinismo de grabarlo todo y bajo chantajes, no sólo desistió, también renunció a parte de su herencia en favor de sus hermanos a sabiendas de lo que era capaz de hacer mi padre.
Ése año no hubo festejos y mi madre evitó cualquier contacto con ambas familias. Durante ese tiempo no dejaba de recriminarme mi abandono. Conforme pasaron los meses, se distanció de mi padre y sólo había silencio entre ellos. Por otro lado, yo intenté hacer mi vida normal con una que otra novia a quienes mi madre mostraba su rechazo. Fué entonces que conocí a Wendy, una chica pelirroja muy alegre que todo el tiempo parecía estar bailando, apenas llegaba a la casa y de inmediato se apoderaba del estereo, ponía algo de salsa o cumbia e intentaba inútilmente que bailará con ella, pero yo estaba negado para el baile y mi madre era testigo de ello y el colmo fue el día en que Wendy tuvo la desgracia de hacer el siguiente comentario, «si no eres bueno en el baile, no eres bueno en la cama»… Éste comentario lo escucho mí madre y esa noche casi corre a Wendy de la casa. No quiero volver a verte con esa zorra, no la vuelvas a traer a la casa, entendido?… Y por cierto eres una vergüenza bailando, pareces una tabla de lo tieso que te pones… En medio de la discusión le rogué que me enseñará a bailar.
Las lecciones comenzaron el sábado siguiente después de que mamá regresaba del trabajo y después de tomar una siesta de una hora. Por lo regular no había nadie en casa, así que sólo éramos mi madre y yo. Mi madre era muy rígida para dar instrucciones y solía corregir mi postura en el baile con pellizcos, punta pies y jalones de orejas. Yo por mi parte no me podía concentrar al estar cerca de mí madre. El sólo sentir su cintura me ponía torpe sin mencionar que tenía que disimular mis erecciones. Así pasaron los sábados y con ellos mi ansias de estar cerca de mí madre a quien esperaba con las manos sudorosas de nervios. Mi mamá se percató de ello y desde entonces colocó un pañuelo en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Más de una vez la marca de mis manos sudorosas se quedaron marcadas en sus blusas y más de una vez mi madre apagaba mis erecciones con un rodillazo en los bajos, concéntrate o se acaban las lecciones.
Así llegaron nuevamente las fiestas de fin año. Mi madre le advirtió a mi papá que no contará con ella para acompañarlo con ninguna de las dos familias. Sin embargo, con lo que no contaba mi madre es que ése año su empresa le entregaría un reconocimiento y ascenso. El evento se realizó en Cuernavaca en un lujoso hotel con albercas y discotecas. Ante la negativa de mi padre para acompañarla, me ofrecí ir en su re representación. Ésa era la noche más importante para mí madre y fue vestida para la ocasión con un vestido blanco con negro súper ajustado, con un escote muy revelador y su espalda descubierta apenas a una palma del surco de sus nalgas. Traía unas pantimedias blancas que hacían lucir sus piernas como columnas de mármol. Su vestido Eri largo y con abertura en el frente que cada vez que cruzaba las piernas se podía ver el rojo de su calzón a través de sus pantimedias. Ésa noche me advirtió que después de tantas clases de baile, por ningún motivo la dejara sola y a expensas de sus compañeros de trabajo. Así llegó los reconocimientos, la rifa y los premios. Después el director de administración, dió por comenzado el baile. Fueron varios hombres hasta nuestra mesa a solicitar la pieza de baile en turno a mi madre a sabiendas de la ausencia de mi padre y ella los rechazo diciendo que ya traía pareja de baile.
En éste punto quiero hacer una pausa para recordarles que hacía un año de los duros acontecimientos en casa de mis abuelos y que ésa noche le robé las sales verdes a mi primo Alfredo, algún tiempo después investigando, descubrí que su nombre en el mercado negro eran «lágrimas de Dragón» y que eran una droga para deshinivir a las mujeres, efecto que se potencializaba con la ingesta de bebidas alcohólicas.
De regreso a la historia, aquella noche fue más que agotadora y baile tras baile, mi madre y yo no dejábamos de tomar cokteles y fue que decidí poner a prueba las lágrimas de Dragón en una piña colada (por cierto ese tema musical me trae recuerdos de ésa noche). Y fue así que mi madre se veía relajada y sonriente y más de caballero quiso acercarsele aprovechando su creciente euforia. Ante tales insistencias mí madre sabía que no se sentía en sus cinco sentidos. Sácame de aquí hijo, vayamos al cuarto que nos brindó la empresa.
Rumbo al cuarto que era una cabañita cerca de las albercas iluminadas. Llevé a mí madre casi cargando, sus pies comenzaron a tropezar, antes de salir del salón, una última piña colada para dos personas. Así llegamos al cuarto, mi madre se sentó en la orilla de la cama Queen size, y se despojo de sus zapatillas. Me pidió un trago del coktail al que ya le había puesto las sales verdes y prácticamente se acabó la bebida de un sorbo.
Siento mucho calor, prende el ventilador de la lámpara. Cabe mencionar que en Cuernavaca el clima es caliente aún en invierno. De pronto la fiesta se traslado a la alberca contigua y la música comenzó a sonar. Mi madre se despojó de sus pantimedias frente a mi, no podía dar crédito a lo que estaba presenciando, luego comenzó a bailar para mí en una especie de danza erótica, mientras se comía las cerezas del coktail y daba los últimos sorbos a la piña colada. Ven a bailar con tú madre me insinuaba con su dedo índice. Sin pensarlo dos veces y con los efectos del licor. Me acerque hasta ella y la tomé por la cintura, mamá tenía una fresa en la boca y me invitaba a morderla, fué así como inició un beso apasionado, largamente deseado. Mis manos se posaron en sus nalgas, ella se las quitó de encima diciendo, no tan deprisa jovencito. Así después de bailar por algunos minutos, la música se convirtió en baladas de José José, Camilo Sexto, Emanuel y otros más. Yo bailaba pegadito a mi madre, podía sentir el palpitar de su corazón. Tomé más fresas de la mesa y seguí besándola entre fresa y fresa. Mi erección estaba en su punto máximo y mi madre lo notó de inmediato, sin esperarlo comenzó a sonar mi verga por encima del pantalón. Luego sonrió y abrió mi bragueta para sacar mi duro miembro, se arrodilló y se llevó mi verga a su boca dandome la mejor mamada de toda mí vida, sentí que me correría pronto y la aparte antes de que sucediera, la levanté y la comenzé a despojar de su vestido hasta dejarla en calzones y pezoneras que le arranque con los dientes para darme a la tarea de chupar sus tetas como bebé hambriento. Ella sólo atinaba a decir, si mi niño, son tus chichis, tómalas son todas tuyas. Luego me quite mi ropa y la despoje de sus calzones hasta quedar los dos desnudos frente a frente. Tengo frío mi niño, abrázame. En ése abrazo mi verga quedó atrapada en su panocha palpitante y humeda. Seguimos abrazados y bailando lentamente hasta la cama. Donde caímos, ella encima de mí y devorandome a besos. Mi manos buscaban sus nalgas para montarlas sobre mi cipote, mi madre destilaba flujo de su vagina que pedía a gritos ser penetrada. Pero antes cambio de posición y colocó su culo en mi cara y ella se apoderó de mi verga dando lugar a un 69 de ensueño. Estaba bebiendo las mieles de mi madre, no pude resistirlo más y me corrí en la boca de mamá. Después de esa corrida, nos quedamos recostados mirando la lámpara del techo, me pidió que apagará el ventilador. Luego de verla ahí acostada con su mano acariciando sus pezones y su panocha, me di cuenta que mí madre seguía caliente y no había conseguido llegar al orgasmo. Mi verga tomó un nuevo brío y me coloque encima de mi madre, abrí sus piernas y apuntando mi verga en su vagina, se la clave como cuchillo en mantequilla. Y comenzé a bombearla con las piernas sobre mi hombros. Sus gemidos se hicieron más y más escandalosos. Así mi niño, cogeté a tú madre, dale duro mi niño, ahhhhh, ahhhhh, mmmm que rico, que rico coges, parteme en dos a tu madre… Ahhhhhii, ahhhiii, sigue no parés mi amor, dame tu leche. Cada gemido de mi madre era música para mis oídos y si me pedía más, le daba más duro. Luego quise hacer mi sueño realidad y la puse en cuatro patas, con el culo alzado. Primero le dí un lenguetazo desde su clítoris hasta la entrada de su ano y dió un respingo, ahí no bebé, está sucio. Y comenzé a cogerla de a perrito con tal furia que salían pedos de aire por su vagina, mientras mis dedos pulgares abrían su ano moreno. Que haces bebé, por ahí no que es muy doloroso. Siguí bombeando y ella debió sentir como si hinchaba más mi verga en su interior y palpitaba anunciado su eminente corrida. Sácalo, sácalo que me puedes embarazar… Todo fue inútil pues me corrí muy el fondo de su vagina. Qué haz hecho mi niño?… Qué hicimos?… Pensé que se molestaría, pero aún seguía bajó los efectos de las sales y comenzó a reír. Me recosté dejando que se durmiera encima mío, mientras mis dedos seguían jugando con su culo, metía un dedo, luego dos, hasta que mi verga comenzó a recobrar vida. Mi madre me miró a los ojos y me dijo, tú no te vas a quedar quieto, verdad?… Nuevamente se puso en cuatro y me dijo, hazlo antes de que me arrepienta. Sin dudarlo dos veces me coloque detrás de ella y apunté mi verga en la entrada de su ano, no podía entrar estaba muy apretado, escupí su ano y por fin pude meter la mitad de mi verga y ella reparó con un chillido ay, ay, ayyy arde cabrón… Luego metí la otra mitad y fue cuando me dijo ya pasó hazlo rápido, córrete como lo hace tú padre, no se que le ven a mi cola, tienes suerte de de que me haya hecho una lavativa… Hasta ese momento entendí el porque de las curiosas mangueras que tenía mi madre junto a una bácinica abajo de su cama. El ano mamá es de los más limpios y aseados que he probado y esa noche pude hacer otra de mis fantasias realidad, si bien no duré mucho dentro de su esfinter, está última corrida fue brutal incluso dolorosa, la sensación de ser ordeñado por el culo de mamá, me provocó después de la corrida un dolor desde la punta del glande hasta la base de mis huevos. Se habían consumado mis deseos.
A la mañana siguiente, mi madre despertó con un fuerte dolor de cabeza y de culo. Al verse desnuda y verme desnudo, corrió al baño donde comenzó a vomitar, que hicimos? Qué hicimos?…. Por Dios, soy una puta, perdóname Dios mío, soy una maldita pecadora. Mi madre se dió una ducha y al salir del baño me sentenció, ni una palabra de lo que sucedió o te meteras en problemas conmigo y con tú padre. Ésa fué la primera vez y última vez que cogí con mi madre y jamás volví a bailar con ella y ella jamás volvio a bailar en su vida, bueno, sólo baila alabanzas en la iglesia donde hasta la fecha busca lavar sus pecados.
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