Disfrutando a mi hermanita
Su delicioso cuerpo estaba allí, ardiente y disponible para mí..
Tendría unos nueve años mi hermana la primera vez que saboree su cuerpo. Mis padres dormían en su propia habitación y mi hermana y yo compartíamos la otra habitación. Yo tenía doce años y las erecciones y ganas de explorar mi sexualidad me mantenían todo el tiempo caliente. Sobre todo durante las noches.
No recuerdo exactamente como comencé. Pero si por dónde comencé a disfrutar del cuerpo de mi hermana. Fue por sus pies, los tenía bastante suaves, delicados y limpios todo el tiempo y aquella noche decidí probarlos. Desde que comencé a pensar en sexo me di cuenta de que los pies de las mujeres me atraían mucho y los de mi hermanita comenzaban a parecerme sexys. Aquella noche, con una buena erección me acerque a sus pies desnudos. Primero saboree las plantas, subí poco a poco hasta sus dedos y aquello me calentó tanto que comencé a masturbarme. Para esa edad ya eyaculaba a chorros y bañé sus hermosos dedos con mi semen caliente. La visión de mi esperma entre sus dedos me calentó toda la noche y lo hice dos veces más. Imagino que ya se había secado al despertar o no lo notó porque no dijo nada. Después de aquella noche yo esperaba ansioso la oscuridad de las horas más altas. Al escuchar su respiración o sus ronquidos me levantaba despacio de mi cama y caminaba hacia la de ella. Era difícil mantener mi respiración en calma, siempre estaba nervioso al principio, pero conforme iba saboreando sus pies me iba calmando, aunque la excitación subía. Pronto quise más. Eyacular sobre sus pies desnudos no me bastaba y comencé a explorar otras posibilidades. Primero fueron sus piernas y sus hermosas nalgas redondas. Recuerdo perfectamente el olor de aquellas hermosas nalgas y de sus firmes piernas. Siempre comenzaba con sus pies, pero ahora subía despacio por sus piernas y llegaba hasta su delicioso culo. Dormía con una pantaloneta que hacía aquello algo difícil. Pero en los meses de verano comenzó a quedarse solo con su ropa interior. La primera noche que la descubrí así me temblaba la respiración. Primero levantaba la sábana con la que se cubría y después encencia la luz del cuarto con algún pretexto previamente pensado en caso que despertara. Pero no fue así, siempre tuvo el sueño muy pesado. Tenía un calzoncito blanco metido entre las nalgas. Apagué la luz y lentamente saqué la parte que tenía entre sus nalgas y esperé un momento. Al no haber movimiento encendí de nuevo la luz y me agaché para ver por primera vez su delicioso culito. Allí estaba ese manjar, entre sus nalgas. Apretado, jugoso, caliente y delicioso al gusto. Esa noche saboree mi primer culo. Le lamí el ano con devoción. Intenté meterle la lengua, lo besé con mis labios e incluso le coloqué la punta de mi verga apretándolo mientras mi semen salía expulsado produciendome el mejor orgasmo hasta entonces. Mi hermanita está a allí en su cama, con las nalgas al aire y mi semen escurriendo en ellas. Su culo fue mío por algunos meses. Cada noche o al menos cada noche que se podía. Una noche de esas tuvo que tomar un medicamento que le produciría mucho sueño. Era para alguna alergia recuerdo. El solo saber que estaría aún más profundamente dormida que siempre me excitaba. Sabía que la tendría allí, para mí y para poder hacerle lo que quisiera. Pasé el día pensando que más podía hacer. Y entonces me di cuenta de que nunca había saboreado su vagina. Mientras me comía su culo mi lengua bajaba hasta la parte más baja de su cuca, pero nunca tuve mayor libertad para saborearla. Recuerdo que aquella noche se fue a dormir bastante más temprano de lo normal y cuando yo entré al cuarto ya estaba durmiendo profundamente. Mi verga estaba lista y a punto de reventar de lo dura que estaba. Me desnudé, le puse seguro a la puerta y me aseguré de que estuviera bien dormida moviendola un poco. Pero no despertó. Esa noche comencé con sus labios, mi lengua recorría el interior de su boca y saboreaba la saliva sobre su lengua. Mientras la besaba, mis manos buscaban sus pequeños pechos que ya mostraban unos pezones abultados y bastante oscuros. Deliciosos. Le metí la mano bajo la blusa y comencé a acariciarlos. Mi verga estaba que explotaba. Pero se había puesto un pants que le quedaba bastante apretado, así que sería difícil quitárselo o al menos bajarlo. Pero su culo y su vagina quedaron a mi disposición rápidamente. Logré sacar al menos una manga de aquel pants. Antes de cualquier cosa me aseguré que ni hubiera ningún ruido en la casa y desnudo me pose sobre el cuerpo desnudo de mi hermana. Primero coloqué uno de mis pezones en sus labios, me encanta la sensación. Luego mi verga. La restregue en su boca caliente y me aseguré de dejar en sus labios el líquido preseminal que chorreaba de mi glande. Mamé delicadamente sus pezones y comencé a bajar. Sus piernas ya estaban abiertas, allí estaba yo metido entre ellas y sus vellos púbicos acariciaban suavemente mi pecho mientras bajaba mi boca buscando su vagina. No pude evitar sentirme nervioso cuando por fin mi boca sintió el ácido sabor de su vagina. Era un sabor entre salado y ácido. Delicioso. Mi lengua recorría desde su clítoris hasta su culo y luego de vuelta. Con mis manos coloqué sus pies en mi verga que estaba ardiendo y luego tomé sus pechos. Lamí un rato más aquella delicia de vagina y culo y luego con un par de movimientos de sus pies en mi verga eyaculé y tuve el mejor orgasmo que recuerdo hasta ahora. Mi semen no dejaba de salir a chorros y sabía que estaba cayendo sobre su cuerpo. Mi respiración ahora sí se escucha bien clara en el cuarto. Pero ella no sintió nada. Me acosté a su lado un rato más aún con la verga palpitando y escurriendo semen. Me coloqué detrás y le puse mi verga entre sus nalgas. El tibio cuerpo de mi hermana había sido mío. Me levanté aún con la verga parada y encendí la luz. El chorro de semen le había llegado incluso hasta uno de sus hombros y sus tetas, pequeñas y deliciosas estaban empapadas de mi leche. La contemplé un rato, limpié mi semen y le puse algunas gotas entre la boca.
Después de vestirme y vestirla con algo de dificultad, fui al baño en donde me volví a masturbar recordando lo anterior. Fueron un par de años más saboreando su culo y de vez en cuando con la suerte de saborear su vagina. Nunca se enteró o al menos nunca hizo por despertar o decir algo. Luego ya cada quien tuvo su cuarto y no volvió a darse la oportunidad. Pero nunca olvidaré aquella deliciosa noche y época en la que saboreaba el cuerpo de mi hermana de pies a cabeza.
uff fe rico bro, hay manera que ella se quede dormida y tu seguir haciendolos los aquellos solo pienso que l,o haria dormir y donde se consigue saludos bro