Domando a mi niña: «Luchando contra los deseos y los celos por mi hija»
Parte 03: No podré volver a ver a mi niña del mismo modo. Mi hija, en el fondo, quiere que su papi la castigue..
👩🏻🏫: ¡¡¡Papá!!! —chilló alterada al verme abrir la puerta.
Gracias a Dios me había guardado la polla en los pantalones y pude fingir que había entrado sin llamar por puro descuido, porque estaba claro que ella no tenía ninguna intención de cumplir sus fantasías incestuosas.
🧔🏻♂️: Perdona, cariño —balbuceé saliendo de su habitación con tanta prisa que no pude ni procesar lo que había visto—, no quería…
👩🏻🏫: ¿Por qué no llamas a la puerta? —me reprochó a gritos.
🧔🏻♂️: Tan solo quería decirte para ver una película, conseguí que el pendrive funcionara y… perdona… En serio, no quería interrumpir.
👩🏻🏫: Déjalo, papá —me cortó, y la escuché gruñir.
🧔🏻♂️: Podemos verla otro día —le dije, marchándome de vuelta al salón.
La había cagado. No tendría que haberla espiado, y mucho menos tendría que haber entrado en su habitación con la esperanza de follármela. Era mi hija y no iba a poder verla como tal nunca más. Las cosas se iban a poner raras entre nosotros. No quería hablar con ella de lo que había pasado, no quería darle una charla de sexualidad ni tener que afrontar que sabía cosas que ningún padre tendría que saber. Pero tampoco podía fingir que todo iba bien. Estaba obsesionado con ella, con su cuerpo, con saber qué era lo que pensaba de mí, con conocer sus deseos más oscuros.
Usé el spyware para revisar su historial de navegación y me sorprendió descubrir la cantidad de porno que consumía. Todos los días, cada tarde al volver del colegio. Webs y más webs de porno, vídeos de sexo duro, de BDSM, dominación y sexo humillante, vídeos incestuosos, de abusos y falsas violaciones. Un montón de vídeos con una fragrante diferencia de edad. Chicas menudas, casi adolescentes, con hombres obesos que podrían ser sus padres. Sexo oral. Folladas de boca. Mamadas de pollas enormes. Corridas en bonitas caras sonrientes. Besos negros. Más incesto, y muchos castigos. Chiquillas azotadas suplicando a sus supuestos padres que las perdonasen, que serían buenas niñas.
Mi hija tenía la mente podrida. Pero eran fantasías, nada más. Tenía que recordarlo. Ella, en el fondo, no quería nada de todo esto. Y yo tampoco debería. Era mi hija. Mi hija. Era lo más importante en mi vida. Así que me sentía asquerosamente culpable de tener la polla dura tras pensar en ella. Mi pequeña había estado consumiendo porno incestuoso mientras se tocaba. Buscaba a hombres maduros que la dominaran y se había excitado al imaginar que su propio padre la obligaba a mamársela.
No pude refrenarme. Me hice una paja bestial viendo el vídeo que había grabado de ella. Repetía una y otra vez el fragmento en el que el hombre le preguntaba que si le excitaba imaginar que su papi se corría en su garganta, el momento en el que ella se sacudía al borde del orgasmo.
A lo largo de la tarde me corrí cuatro veces viendo cómo se corría ella, e iba por la quinta paja cuando levanté la mirada y la vi en la puerta del salón. Las gafas de pasta, la sonrisa aniñada, el cabello recogido en una coleta alta. Esa ratita de biblioteca era muy distinta a la puta sumisa que se me ofrecía en la pantalla del ordenador. Las dos caras de la misma moneda. La miré con la boca abierta, sin saber qué decir.
👩🏻🏫: ¿Estás viendo la película sin mí? —me preguntó, curiosa.
Me quedé petrificado, fue como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo. Pero entonces ella se me acercó y la poca sangre que no se me había ido a la polla me hizo reaccionar a tiempo. Cerré el vídeo antes de que se asomara. Por suerte me había estado pajeando bajo la mesa, así que era imposible que mi hija supiera qué era lo que estaba haciendo.
👩🏻🏫: Huele raro, ¿no? —dijo, frunciendo la nariz.
🧔🏻♂️: No sé, no huelo nada —respondí a la defensiva.
El salón debía apestar a la corrida acumulada en mis calzoncillos. Me levanté para ir a limpiarme y a cambiarme, pero me detuve al notar que ella me miraba con atención, casi suspicazmente.
👩🏻🏫: ¿No íbamos a ver una película? —dijo, dejándose caer en el sofá.
🧔🏻♂️: Sí, en seguida vuelvo.
👩🏻🏫: ¿Estás bien, papá?
🧔🏻♂️: Sí, es que… siento lo de antes…
Negó con la cabeza tímidamente. Las mejillas ruborizadas. La sonrisa vergonzosa. Como si la hubiera pillado haciendo una travesura.
👩🏻🏫: No, perdón por gritarte antes —me interrumpió.
Parecía que quería decir algo más, así que me quedé allí plantado como un tonto hasta que me di cuenta de que quizá solo lo había imaginado, y me sentí todavía más torpe al notar que mi polla seguía medio erecta en mis pantalones y que quizá se notaba la mancha de corrida. Tragué saliva y asentí, nervioso. Ella se rió ansiosamente, incómoda ante mi silencio.
🧔🏻♂️: Ehm… pues eso, que ahora vuelvo —dije entre dientes.
En el baño, dejé los calzoncillos manchados en el cesto de la ropa sucia, me lavé la polla y me puse unos limpios. Pensé en cambiarme también de pantalones, pues olían mal pese a parecer limpios. Tras pensarlo un momento decidí no cambiármelos. Era pronto para ponerme la pijama, y no quería que mi hija notara que me comportaba raro, sobre todo después de haberla pillado masturbándose frente a su portátil.
Una vez de vuelta al salón me esforcé por aparentar normalidad mientras conectaba otro pendrive idéntico a la Smart-TV. Tenía varias películas de thriller y de terror, sus favoritas. Puse una cualquiera. Lo que menos me importaba era ver la película.
Mi hija, a la que había visto masturbándose, de la que conocía sus gustos sexuales y sus parafilias más oscuras, estaba sentada a mi lado con unos shorts cortos de algodón que estilizaban sus apetecibles piernas. Traté con todas mis fuerzas de mantener la mirada alejada de su cuerpo, de sus pequeños pechos. Pero me costaba horrores. Bajo la fina camiseta no llevaba nada, era evidente por cómo se le marcaban las areolas.
👩🏻🏫: ¿Qué pasa? —preguntó, notando mis miradas discretas.
🧔🏻♂️: Nada —mentí, con la vista ahora clavada en la tele.
👩🏻🏫: ¿Es por lo de antes?
Me masajeé las manos con nerviosismo, asintiendo.
👩🏻🏫: Fue raro —dijo, riendo con la cara encendida.
🧔🏻♂️: Sí. Fue raro. No quise interrumpir.
👩🏻🏫: Lo sé. ¿Podemos hacer como si no hubiera ocurrido?
🧔🏻♂️: Claro, cariño. Lo siento. De veras.
Ella le quitó importancia con un gesto, aunque estaba claro que le pesaba tanto como a mí. Evitaba mirarme a los ojos y parecía encogerse en su sitio. Estaba muriéndose de vergüenza, si fingía estar bien era solo por no preocuparme, por no enrarecer nuestra pequeña burbuja familiar.
🧔🏻♂️: Lo que hacías… —comencé a decir, hecho un lío.
👩🏻🏫: Papá —se quejó, como suplicando que no siguiera.
🧔🏻♂️: Lo que hacías… está bien. O sea, es normal —terminé.
👩🏻🏫: Papá, no quiero hablar de eso.
🧔🏻♂️: Lo que quiero decir es que no te veré distinto por hacer eso. Estás en la edad, no me importa que lo hagas. Tú siempre serás mi princesa.
👩🏻🏫: ¡Papá! ¿Podemos ver la película? —me pidió.
🧔🏻♂️: Solo quería que lo supieras.
Negó con la cabeza, abochornada. Quizá era mejor que fingiéramos que no había pasado, como ella decía. Para mí era mucho más difícil, por supuesto. Me iba a costar olvidar su cuerpo desnudo, el movimiento de sus dedos en su clítoris, su boquita entreabierta. Pero valía la pena el esfuerzo si con eso podía recuperar la rutina de tenerla a mi lado. Eso es lo que me dije al verla medio adormilada en mi regazo.
Tras una hora de película, había acomodado la cabeza en mi muslo. Le puse el lasio cabello azabache tras la oreja. Era una lindura. La quería muchísimo, no quería hacerle daño. Paseé los dedos por su cuello delgado y por su hombro. Ella cerraba los ojitos de gusto. Parecía tan pura que me costaba creer que fuera la misma que se entregaba al primer cabrón que la maltratara verbalmente en Internet.
🧔🏻♂️: ¿Te gusta? —pregunté con voz suave, acariciándola.
👩🏻🏫: Sí —suspiró con esa vocecita suavecita.
Mi polla empezaba a ponerse dura. Su cara estaba lo bastante cerca como para captar el olor de las corridas que se había adherido a la tela. Puede que no le molestara impregnarse de la corrida de su padre, al fin y al cabo se había masturbado fantaseando con cómo le llenaba la boca de ella.
🧔🏻♂️: ¿Estás cómoda? —pregunté, nervioso y excitado, la polla durísima.
👩🏻🏫:Sí —dijo de nuevo, como hipnotizada por mis caricias.
Mis dedos le recorrían ahora la cintura y la cadera, donde su camiseta se le había subido un poco. Tenía los pezones duros, bultos diminutos en el centro de sus abultadas areolas. Continué el recorrido desde su cadera hasta sus muslos, sin recrearme demasiado, temiendo asustarla, e hice el camino de vuelta pasando por su estrecha cintura, sus costillas, su hombro y su cuello, haciéndola suspirar de placer, quizá de excitación.
Pensé que si seguía así, poco a poco, podría llegar a meterle la mano bajo la camiseta y que ella se dejaría tocar los pechos, que gemiría con mis pellizcos y que accedería a chupármela, que probablemente deseaba hacerlo tras haber estado aspirando el olor de mi corrida todo este rato.
🧔🏻♂️: Eres guapísima —le dije, arrepintiéndome de inmediato.
No era algo que un padre le diría a su hija después de haberla pillado masturbándose. Por suerte, no se molestó, al contrario. En su bonita cara angelical asomó una sonrisa adorable y adormilada. Estaba como en una nube, disfrutando. Probé suerte, y mientras le acariciaba la cintura dejé que su camiseta subiera junto con mi dedo, tocando piel desnuda.
Mi mano adulta se quedó paralizada en su vientre plano, un poco más arriba de su ombligo, tan cerca y tan lejos de sus pechos.
🧔🏻♂️: ¿Estás bien? —pregunté con la respiración quebrada.
Ella no respondió; de su boquita escapó un suspiro afirmativo, una señal que me invitaba a llegar más lejos, lo que me dió miedo. Me aterrorizaba no saber hasta dónde sería capaz de llegar con mi propia hija.
👩🏻🏫: ¿Papá? —murmuró, al notar mi intranquilidad.
En mi regazo estaba esa chiquilla guapísima que me miraba como si me pidiera que siguiera, como si me lo suplicara, más bien. La miré, y supe que no lo hice como un padre. Pellizqué cariñosamente su vientre.
🧔🏻♂️: Pesas un poco —mentí, carraspeando.
Ella se incorporó apurada y se acomodó la camiseta, consciente de dónde estuvo mi mano, de lo cerca que habíamos estado de cometer un error.
Las cosas siguieron con normalidad los días siguientes, si es que se puede considerar normal que un hombre se masturbe compulsivamente pensando en su pequeña hija adolescente. Ella tenía buena parte de culpa: todas las tardes entraba en Omegle y me ofrecía, sin saberlo, un nuevo espectáculo sexual. Cada vez era más lanzada, en seguida se mostraba para cualquiera, a veces incluso antes de que se lo pidieran.
También empezó a ver más porno incestuoso. Entre todos esos vídeos había uno en particular al que siempre volvía, el de confianza, el que le aseguraba un orgasmo rápido. Era una grabación amateur con lo que parecía una cámara oculta. La escena recordaba mucho a lo que ocurrió en el sofá. La muchacha del vídeo, apenas unos años mayor que ella, se está quedando dormida cuando su padre comienza a tocarla bajo la ropa, primero los pechos y poco a poco entre los muslos. Ella se despierta con la mano de él dentro de sus bragas, y en vez de enfadarse o asustarse, se deja hacer. Gime y se contonea, corriéndose. Entonces se incorpora, se pone a perrito en el sofá y empieza a chupársela mientras él le acaricia el culo. La cámara estática, colocada en algún sitio cerca del televisor, no permite ver si él le está metiendo el dedo en el ano. La boca de la chiquilla sube y baja en la polla del hombre. Él acompaña la mamada, le marca el ritmo colocando la otra mano sobre la cabeza de ella. Termina en la boca de su hija, quien se levanta del sofá, quizá para escupir la corrida. Él no deja que se vaya, la agarra del codo y la tira de cara contra el respaldo, la agarra por las caderas y se la mete de un empujón. La cámara apenas permite ver el cuerpo de la muchacha, él es tan grande que la tapa. La calidad tampoco ayuda. Pero no importa, me pone de todos modos. Lo mejor del vídeo era saber que mi hija había fantaseado con eso.
Tenía tantas ganas de follármela que la evitaba siempre que podía. Ella notaba que algo no iba bien, notaba mi mal humor y parecía hacer todo lo posible por estar conmigo, como si así pudiera arreglarlo, como si quisiera compensarme por algo malo que terminaría por descubrir.
En el fondo debía sentirse tan culpable como yo, si no más.
El caso es que proponía planes, insistía en que comiéramos y cenáramos a la misma hora y buscaba cualquier tema de conversación solo por evitar esos silencios incómodos que se habían vuelto tan habituales. Una parte de mí quería contarle la verdad, quizá con la esperanza de que dejara de verse a sí misma como un bicho raro. Si descubría que su padre también tenía ese tipo de fantasías quizá se sentía un poco mejor consigo misma.
Por supuesto, no se lo conté. En su lugar, seguí evitándola y espiándola mientras me decía a mí mismo que era la mejor forma de protegerla, de otros y de mí. Temía que si seguía haciendo lo de mostrarse por Omegle tarde o temprano alguien acabaría por reconocerla.
Eso es lo que estuvo a punto de ocurrir esa tarde del viernes. Mi niña conectó su webcam con solo una sudadera cubriendo su cuerpo y en cinco minutos encontró a un cabrón al que mostrarse. El tipo debía de tener más o menos mi edad, y nada más verla le escribió diciendo que se subiera la camiseta, a lo que ella obedeció sin pensárselo.
Me frustraba que ese don nadie pudiera disfrutar así de una muñequita como mi hija mientras yo me tenía que conformar con hacerme pajas.
Ponte a perrito, le dijo él. Ella, cómo no, lo hizo. Botó sobre la cama y puso su culo redondito frente a la cámara. Un melocotón pequeño con una hendidura virginal entre sus perfectas nalgas. Mi puño se movía con rabia en mi polla. Lo que daría por tenerla así frente a mí, pensé. Lo que ella daría por que su padre la pusiera así, más bien. Ella fantaseaba cada día con eso. Ella, mi hija, mi niña, quería ser desvirgada por papi.
Estaba a punto de correrme cuando me detuve. En una esquina de la imagen se veía la cara de mi hija, quien miraba por encima del hombro para asegurarse de que mostraba un buen primer plano de su coño.
Era solo el perfil de su rostro, sí, y en parte lo tapaba el cabello y el hombro, sí, pero era suficiente para reconocerla. Podía estar grabándola y podía subir el vídeo a Internet para que todos vieran la angelical cara de mi niña al final de ese apretado cuerpo de puta sumisa. No podía permitir que ocurriera. Interrumpí la paja para llamar a su puerta.
🧔🏻♂️: Princesa, ¿puedo pasar? —pregunté, al no recibir respuesta.
Otra vez, nada.
🧔🏻♂️: ¿Cariño? —insistí.
Traté de entrar, pero había bloqueado la puerta.
🧔🏻♂️: Peque, ¿va todo bien ahí dentro? —pregunté, tratando de sonar más preocupado que enfadado, mientras empujaba con más fuerza.
La muy zorra me estaba ignorando mientras se masturbaba, seguro. Los celos y deseos me estaban desquiciando. Lo confirmé al volver a mi portátil. El spyware me mostraba a mi hija abierta de piernas, boca arriba, metiéndose el mango de un cepillo del cabello a toda velocidad en su estrecho y enrojecido coño. En el chat leí que tras haberme escuchado llamando a su puerta, él le preguntaba por mí, a lo que ella le respondió que era su padre abusador, quien la había estado tocando sexualmente desde que era una niña. Mentira. Era evidente que era mentira. Pero él le preguntaba al respecto de todos modos.
Mi hija le dijo que la obligaba a chupármela todas las noches.
Él le preguntó si eso la excitaba.
Mi hija respondió que sí, que le encantaba la leche de papi.
Él le aseguró que también lo haría si tuviera una hija como ella.
Ella puso la cara frente a la pantalla, mostrando demasiado.
Basta, me dije. Regresé a su puerta. Llamé de nuevo, esta vez con más autoridad, y le ordené que abriera a la de tres. No me hizo caso, y golpeé la puerta con la palma de la mano abierta, casi gritando.
🧔🏻♂️: O me abres ahora mismo o te arrepentirás —le advertí.
Tardó más de lo que me hubiera gustado, pero lo hizo.
🧔🏻♂️: ¿Qué hacías ahí dentro? —pregunté, agarrándola de un brazo.
👩🏻🏫: Perdona, papá, no te escuché —respondió con su falsa vocecita de niña buena, señalando los audífonos alrededor de su cuello.
El portátil seguía abierto sobre su cama.
🧔🏻♂️: ¿Qué hacías? —la acusé, señalando el portátil con el mentón.
👩🏻🏫: Nada —se quejó, forcejando—. Me haces daño.
🧔🏻♂️: No quiero que bloquees la puerta —me expliqué, soltándola.
👩🏻🏫: Merezco un poco de privacidad, ¿no crees?
Era como si admitiera que estaba masturbándose. Carraspeé y aparté la mirada de sus grandes ojos acusadores, de su cuerpecito menudo, de los pechos incipientes bajo la enorme sudadera.
🧔🏻♂️: ¿Estabas…? —Dejé la frase a medias.
Frunció el ceño, asqueada. Evidentemente no quería hablar de ello.
🧔🏻♂️: Perdona, cariño, no quería interrumpirte —murmuré.
Ella negó con la cabeza dejando escapar una risita nerviosa. Tenía que irme, me lo estaba pidiendo con su silencio. Pero me costaba alejarme de ella. La tenía a un metro escaso, había frustrado su orgasmo y su fantasía incestuosa y sabía que no llevaba nada bajo esa sudadera.
Intenté no mirarle los muslos desnudos, sin éxito.
🧔🏻♂️: Esto… pensarás que soy un idiota, ¿verdad? —balbuceé.
👩🏻🏫: ¿Por amenazarme con echar la puerta abajo? —me reprochó, de brazos cruzados y con una impaciencia más que evidente.
🧔🏻♂️: ¿No decías que no me habías oído?
Gruñó girando los ojos. Estaba hartándose de mí.
🧔🏻♂️: Es broma —me disculpé—, en fin… me voy, te dejo acabar.
👩🏻🏫: ¡¡Papá!! —se quejó.
🧔🏻♂️: Bueno, me imagino que te habré cortado la faena —bromeé.
👩🏻🏫: ¡Papá, lárgate! —chilló, empujándome hacia la salida.
🧔🏻♂️: ¡No te sientas incómoda, te dije que me parecía bien! —exclamé, riendo por puros nervios, quizá tratando de salvar la situación con humor.
Cerró la puerta en mis narices y la escuché llamarme idiota desde el otro lado. Le advertí que me tratara con más respeto, que para eso soy su padre, pero me estaba riendo y probablemente no me salió muy creíble.
En el spyware no se volvió a conectar a su portátil, lo que significa que o no se masturbó o que no necesitó el ordenador para hacerlo. Puede que mi visita la hubiera dejado lo suficientemente cachonda como para valerse con su imaginación para alcanzar el orgasmo. Esa teoría ganó puntos cuando revisé cómo terminaba su conversación de Omegle. Lo último que había dicho mi hija antes de cerrar el chat, fue:
👩🏻🏫: “Lo siento, tengo que abrir a mi papi. Es la hora del castigo.”
Por mucho que me repitiera a mí mismo que solo era una fantasía, que no lo deseaba de verdad, me arrepentí de no haberla castigado cuando tuve la ocasión de hacerlo. Estaba desnuda bajo esa sudadera y podría haberla tirado sobre la cama para dejarle el culo rojo a azotes, podría habérmela follado mientras le hundía esa bonita cara contra el colchón, y en vez de eso solo jugué al papá bromista y comprensivo.
Había perdido esta oportunidad, pero habría otras.
Continuará…
La cuarta parte la tendras lista , esta muy interesante,!saludos
Se me puso dura con tu relato te dejo mi Telegram arrow40ct contáctame
Delciosa nena. Sigue 😍😍😍🥵🥵🥵🤤👍❤️
Wow q buenos relatos, me gustaría q siguieras subiendo más, me gusto mucho
La putita si tiene la mente muy sucia, quizas se le llegue a escapar al papa para hacer un intento fallido de buscar alguna verga en un centro comercial? Donde se pasee por los baños y tiendas provocando a los hombres intentando llevarlos a algum baño a vomseguir6ser abusada? Todo sin saber que su padre la esta siguiendo muy de cerca
Sii, me gusto mucho este relato, ahora esperemos q salga la cuarta parte