¿DORMIDA?
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Sandra y esta es la historia de cómo me convertí en la puta de mi hermano mayor, todo empieza hace varios años atrás, cuando yo estaba a punto de cumplir 12 años y a esa tierna edad, ciertos rasgos femeninos ya comenzaban a marcarse en mi cuerpo. Recuerdo que mis pechos ya habían tomado forma, redondos pero pequeños, mis caderas apenas se empezaban a definir y con sorpresa veía como el área cercana a mis vagina se llenaba tímidamente de algunos vellos. En aquel tiempo empecé a tomar conciencia de que en realidad yo era muy linda, con el cabello oscuro y lacio, ojos claros, redondos y muy grandes. Mi piel por herencia de mi madre es muy clara y claro mi cuerpo ya desde entonces era muy atlético y esbelto como consecuencia de practicar ballet y tenis desde los 4 años.
Desde que tengo memoria la relación con mi hermano mayor Ariel era diferente y muy extraña, como el me lleva con 10 años pues desde pequeña siempre me cuidaba, cuando estábamos solos el era muy cariñoso conmigo y hasta jugaba conmigo a las muñecas, me compraba dulces, helados y me tomaba siempre de la mano, todo el tiempo me observaba y se quedaba en mi cuarto hasta que yo me dormía. Pero cuando habían otras personas cerca, el simplemente me ignoraba, parecía que todo lo cariñoso y amable en él simplemente desaparecía.
Eso era lo normal hasta que unas semanas antes de mi cumpleaños número 12, todo cambió para siempre. Era una lluviosa noche de sábado y yo dormía en mi cuarto. Recuerdo perfectamente que estaba teniendo un sueño muy diferente: empecé a sentir calor, había una sensación diferente en mi cuerpo, un hombre al que no podía ver el rostro se me acercaba por detrás y me tomaba de las muñecas forzándome a sentir su cuerpo cerca del mío, aquella figura lamía mi cuello. Era un sueño tan real, tan vívido que sentía su respirar en mi nuca. De pronto me giró sin ningún esfuerzo y acercó su cuerpo al mío. Sentía como presionaba con su pelvis mi entrepierna, pero ya no me sujetaba. Yo parecía estar como congelada e indefensa, sin poder gritar o escapar, sentía tanto miedo e impotencia. Aunque también sentía algo muy diferente, como un calor, cosquillas y un hormigueo que nacía en mi vientre y se expandía a todo mi cuerpo.
Desperté pero sin abrir los ojos, las sensaciones no desaparecían continuaban e iban en aumento. Con tremenda sorpresa sentí que una mano se deslizaba cerca de mi zona íntima. Yo estaba de espaldas, durmiendo con el rostro de lado y el miedo me paralizó, ¿era acaso algún mal viviente que se metía a mi casa a robar o peor aún a violarme? Estaba a punto de gritar y entonces esa figura misteriosa apoyó su brazo izquierdo cerca de mi rostro, al sentir el peso entreabrí un ojo lo más disimulado que pude y lo reconocí, ¿quién otro tenía esa manilla hecha por mí? ¿Quién poseía un tatuaje tan absurdo en el antebrazo? Era Ariel, mi hermano mayor. Desconcertada y extrañada del todo no supe cómo reaccionar, de haber sido un extraño, pues seguramente habría gritado, pataleado y llorado mucho, hasta que mi padre me oyera. Pero era mi querido hermanito, quien me tocaba como jamás me habían tocado. Su enorme mano acariciaba suavemente mi colita, el deslizaba su dedo medio desde mis nalgas hasta mi vagina, a pesar que lo hacía por encima de mi bombachita, sentía todo. Aquel dedo invasor empezó a surcar los pequeños labios de mi sexo. Sus caricias se hacían más intensas y mi respiración iba en aumento. Continuaba fingiéndome dormida, tratando de deducir todo lo que me rodeaba, yo aún estaba cubierta por las sábanas, así que de seguro Ariel había metido su mano por debajo de las sábanas y se hallaba sentado a un lado de mi cama.
Yo acostumbraba dormir con un pijama cuyo pantalón era bastante ancho para comodidad mía, eso facilitó para que mi hermano se diera modos para meter su mano por debajo del pantalón y tocarme por encima de mi bombacha. Lentamente posó las yemas de sus dedos en el borde de mi bombacha, justo donde empezaba mi espalda baja, presionó y comenzó a bajar mi ropa interior. Era todo un experto, sus dedos se movían con mucha facilidad a pesar de lo grandes y toscos que se sentían. Con suavidad y cautela deslizó su mano entera por debajo de mi bombacha, tocándome a placer ambas nalgas, el acariciaba y presionaba mi pequeña colita a su antojo. Fue cuando su respiración se hizo fuerte y agitada. Pude percibir su aliento alcohólico que me repugnó, pero me distrajo como sus dedos rozaban mi piel desnuda, con el dedo anular e índice separó un poco mis nalgas y su dedo medio se abrió paso hasta mi ano, se posó un rato ahí y presionó delicadamente durante un rato. Ariel quería más, sacó su mano y empezó a bajarme la bombacha en la cadera derecha, luego alternó a la izquierda y así sucesivamente hasta bajar mi ropa interior y mi pantalón hasta la altura de mis muslos.
Ahora con toda libertad y comodidad llevó su dedo medio totalmente humedecido (imagino que con saliva) hasta mi vagina, separando mis labios vaginales y frotando toda mi concha. Seguro él ya había sentido los pocos vellos que empezaban a poblar esa zona. Sentí tanta vergüenza y miedo, pero no hice nada, ni un gesto, ni un movimiento, era como una muñeca de plástico en manos de mi hermano, sujeta a su voluntad y placer.
La sensación era increíble, ese hormigueo y cosquillas estaban en todo mi sexo, ahora acompañados por un palpitar que sentía de forma incontrolable. Mi respiración tuve que contenerla para que Ariel no supiera que estaba despierta. Estaba perdiendo el control de mi cuerpo y tenía miedo de lo que ocurriría.
De pronto y casi como impulsado por un resorte, mi hermano se incorporó, acomodándome torpemente la ropa con mucha facilidad. Se paró a la altura de mis hombros y se quedó quieto ahí.
No abrí los ojos aunque la curiosidad me mataba, que hacía ahora mi querido hermanito? En aquel entonces no lo supe, pero luego me di cuenta: se estaba masturbando mirando mi rostro. Después de acabar rapidamente sobre mí y a pesar de la oscuridad, la luz de la calle que entraba a través de la ventana permitía ver medianamente bien una vez que los ojos se acostumbraban a la iluminación.
Casi sin hacer ruido, cerró la puerta y se fue, yo aún incrédula de todo lo sucedido me quedé inmóvil, sin abrir los ojos tratando de explicarme que había sucedido y por qué lo había permitido. Una mezcla de sensaciones y sentimientos estaban en control de todo mi ser, no lo sabía bien entonces, pero estaba sumamente excitada y mi inexperiencia hizo que solo me sintiera frustrada, insatisfecha y por otro lado culpable y muy tonta. Confundida como nunca antes, asustada, curiosa y mojada.
Al moverme un poco en la cama sentí mi bombacha húmeda… yo sabía acerca de las relaciones sexuales, en el colegio nos explicaron pero no con tanto detalle. Ahora había tenido mi primera experiencia sexual, o al menos en parte. Me levanté, fui al baño de mi cuarto y me cambié.
Continuará…
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